33. LA SUPERFICIALIDAD
Pregunta: ¿Cómo habrá de volverse serio alguien que es superficial?
KRISHNAMURTI: En primer lugar debemos darnos cuenta de que somos superficiales, ¿no es así? ¿Qué significa el ser superficial? Significa esencialmente depender de algo o alguien, ¿verdad? Depender del estímulo, depender del reto, depender de otro, depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos. ¿No contribuye todo eso a la superficialidad? Cuando dependo de la ida a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarme el ánimo o recibir ayuda, ¿eso no me torna superficial? Si tengo que cumplir ciertos ritos para mantener mi sentido de integridad o para recobrar algún sentimiento que pude haber tenido alguna vez, ¿no me torna eso superficial? ¿Y no me vuelve superficial el que yo me entregue a un país, a un plan, o a determinada agrupación política? Lo cierto es que todo este proceso de dependencia es una evasión de mí mismo; esta identificación con lo más grande es la negación de lo que yo soy. Pero no puedo negar lo que soy; debo comprender lo que soy y no tratar de identificarme con el universo, con Dios, con determinado partido político, o con lo que fuere. Todo esto conduce a pensar sin hondura, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea en escala mundial o en escala individual.
¿Reconocemos, pues, en primer lugar, que hacemos esas cosas? No lo reconocemos; las justificamos. Decimos “¿qué haré si no hago esas cosas? Estaré en peor situación; mi mente se desquiciará. Ahora, por lo menos, estoy luchando por algo mejor”. Y, cuanto más luchamos, más superficiales somos. Debo ver eso en primer término, ¿verdad? Y esa es una de las cosas más difíciles: ver lo que soy, reconocer que soy estúpido, que soy frívolo, que soy estrecho, que soy celoso. Si yo veo lo que soy, si lo reconozco, entonces de ahí puedo empezar. Lo cierto es que una mente superficial es la que huye de lo que ella es; y el no escaparse requiere ardua investigación, no ceder a la inercia. En el momento en que me sé superficial, ya hay un proceso de profundización, si nada hago respecto de esa superficialidad. Si la mente dice “soy pequeño, mezquino; voy a examinar eso, voy a comprender la totalidad de esta mezquindad, de esta influencia restrictiva”, entonces existe una posibilidad de transformación. Pero una mente pequeña, mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo leyendo, reuniéndose con la gente, viajando, estando incesantemente activa como un mono, sigue siendo una mente mezquina. Observad una vez más que sólo hay verdadera revolución si enfocamos este problema como es debido. El enfoque verdadero del problema brinda una confianza extraordinaria que, os lo aseguro, mueve las montañas, las montañas de los propios prejuicios y condicionamientos. Dándoos cuenta, pues, de que vuestra mente es superficial, no intentéis volveros profundos. Una mente superficial jamás podrá conocer grandes honduras. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras; ya conocéis todas las galas de una mente superficial que es activa. Mas si sabéis que sois superficiales, poco profundos, si os dais cuenta de la superficialidad y observáis todas sus actividades sin juzgar, sin condenar, pronto veréis que esa cosa superficial desaparece por completo sin que actuéis sobre ella. Pero eso requiere paciencia, vigilancia, no el ansioso deseo de un resultado, de un logro. Sólo una mente superficial desea un logro, un resultado. Cuanto más percibáis todo este proceso, tanto más descubriréis las actividades de la mente; pero debéis observarlas sin tratar de darles término, porque no bien perseguís un fin, os veis de nuevo atrapados en la dualidad del “yo” y del “no yo”; con lo cual continúa el problema.
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