EPÍSTOLAS

El señor X despertó  a su remolón Narrador, temprano en la madrugada de ese domingo. Un silencio penetrante amplificaba rumores distantes, el descenso de un arroyuelo de montaña que de tanto en tanto se convierte en río caudaloso con piedras rodantes que traen noticias de la cima cuando las lluvias son muy copiosas en las cumbres, o el insistente sonido de los bajos de un boliche bailable, los agudos se filtran y no llegan nítidos, pero la porfiada percusión de los graves marcan presencia. Luego comenzó a desperezarse el nuevo día y se fueron incorporando el susurro de una leve brisa despeinando al aguaribay, dos palomas de monte conversaban entre arrumacos.Hay cierta claridad pero Febo no aparece y pinta para nublado...comienza ahora una suave garúa. Un poco más tarde suenan las campanas de una iglesia cercana llamando a sus feligreses, no crean que hay un sacristán haciendo ese trabajo, hay una grabación de audio con redobles de campanas y un amplificador hace el resto.
Y no podían faltar las famosas epístolas pastorales de Paulo de Tarso, hace quince años que se escuchan en casa sin concurrir a la iglesia 😊
Las palabras quedan demasiado fijas y se convierten en dogmas rutinariamente repetidos. Simpatizo con ciertos aborígenes de Australia que escriben sus ofrendas y mensajes a sus dioses en la arena de la playa...viene la marea y todo se borra...o como esos amores de verano con corazones cruzados por una flecha y que el mar con su sabiduría deja libre de vestigios en esa inmensidad.