CAPÍTULO 12 - EL TEDIO Y EL INTERÉS -

 12. EL TEDIO Y EL INTERÉS

 Pregunta: Yo no estoy interesado en nada, pero la mayoría de la gente anda ocupada con muchos intereses. No tengo necesidad de trabajar, y por lo tanto no lo hago. ¿Debo emprender algún trabajo útil?

 KRISHNAMURTI: ¿Debo dedicarme al servicio social, a la acción política, o a la vida religiosa? ¿Es eso, no? ¿Como usted no tiene otra cosa que hacer, se hace reformador? Señor, si nada tiene usted que hacer, si está aburrido, ¿por qué no estarlo? ¿Por qué no ser eso? Si estáis sumidos en la aflicción, estad afligidos. No tratéis de hallarle una salida. Porque el que estéis fastidiados, aburridos, tiene un significado inmenso, si es que podéis comprenderlo, vivirlo. Pero si decís “estoy aburrido, y por lo tanto voy a hacer otra cosa”, lo único que hacéis es tratar de escapar al aburrimiento. Y como casi todas nuestras actividades son evasiones; hacéis mucho daño en el terreno social y en todos los otros. El daño es mucho mayor cuando escapáis que cuando sois lo que sois y os quedáis con el tedio. La dificultad estriba en quedarse con el tedio y no en huir; y como la mayoría de nuestras actividades son un proceso de evasión, os resulta inmensamente difícil dejar de escapar y hacer frente al tedio. Así, pues, me alegro de que usted esté realmente aburrido, y le digo: punto final, quedémonos ahí y examinemos el asunto. ¿Por qué habría usted de hacer algo? Si estáis aburridos, ¿por qué lo estáis? ¿Qué es eso que llamáis aburrimiento? ¿Por qué es que nada os interesa? Tiene que haber causas y razones por las cuales estáis sin ánimo los sufrimientos, las escapatorias, las creencias, la actividad incesante, os han oscurecido la mente y endurecido el corazón. Pero si pudierais descubrir por qué estáis aburridos, qué carecéis de interés, entonces, seguramente, podríais resolver el problema. ¿No es así? Entonces, despierto, funcionará el interés. Pero si no os interesa el porqué de vuestro aburrimiento, no podéis interesaros a la fuerza en una actividad, simplemente para hacer algo, como una ardilla que da vueltas en una jaula. Yo sé que esta es la clase de actividad a que se entrega la mayoría de nosotros. Sin embargo, podemos descubrir en nuestro fuero interior, psicológicamente, por qué nos hallamos en ese estado de total aburrimiento; podemos ver por qué se halla en ese estado la mayoría de nosotros: nos hemos agotado emocional y mentalmente, hemos probado tantas cosas, tantas sensaciones, tantas diversiones, tantos experimentos, que nos hemos entorpecido y hastiado. Ingresamos a una agrupación, hacemos todo lo que se nos pide, y luego la abandonamos; entonces pasamos a otra cosa y la probamos. Si fracasamos con un psicólogo, recurrimos a otra persona o a un sacerdote; si allí fracasamos, recurrimos a otro instructor, y así sucesivamente; siempre seguimos en movimiento. Este constante proceso de esforzarse y aflojar es agotador, ¿verdad? Como todas las sensaciones, no tarda en oscurecer la mente. Esto es lo que hemos hecho: hemos ido de sensación en sensación, de una excitación a otra, hasta llegar a un punto en que estamos realmente agotados.

Ahora bien, dándoos cuenta de ello, no prosigáis: tomad un descanso. Aquietaos. Dejad que la mente se fortalezca a sí misma. No la forcéis. Así como la tierra se renueva durante el invierno, así también se renueva la mente cuando se le permite aquietarse. Pero es muy difícil permitir que la mente se aquiete, que permanezca en barbecho después de todo esto, ya que la mente desea en todo momento hacer algo. Y cuando lleguéis al punto en que realmente aceptáis ser lo que sois -aburridos, feos, horribles, lo que fuere-, entonces hay una posibilidad de habérosla con todo ello. ¿Qué ocurre cuando aceptáis algo, cuando aceptáis lo que sois? Cuando aceptáis ser lo que sois, ¿dónde está el problema? El problema existe únicamente cuando no aceptamos una cosa tal cual es, y deseamos transformarla, lo cual no significa que yo abogue por la resignación; al contrario. Si aceptamos lo que somos, entonces vemos que la cosa que nos aterraba, la cosa que llamábamos aburrimiento, desesperación, miedo, ha sufrido un cambio completo. Hay una transformación completa de la cosa que nos infundió temor. Por eso es importante, como ya lo dije, que se comprenda el proceso, las modalidades de nuestro propio pensar. El conocimiento propio no puede adquirirse por intermedio de nadie, ni de ningún libro, ni de ninguna confesión, psicología o psicoanalista. Tiene que ser descubierto por vosotros mismos, porque es nuestra vida; y sin ampliar y ahondar ese conocimiento del “yo”, hagáis lo que hagáis, así alteréis cualesquiera de las circunstancias e influencias externas o internas, ello será siempre una fuente de desesperación, de pena y de dolor.

 Para ir más allá de las actividades en que la mente se encierra a sí misma, tenéis que comprenderlas; y el comprenderlas significa darse cuenta de la acción en la vida de relación: relación con las cosas, con las personas y con las ideas. En esa vida de relación, que es el espejo, empezamos a vernos a nosotros mismos sin condenación ni justificación; y partiendo de ese conocimiento más amplio y profundo de las modalidades de nuestra mente, es posible proseguir adelante. Entonces es posible que la mente esté quieta y reciba aquello que es lo real.

CAPÍTULO 10 - CONTINUACIÓN - EL MIEDO -

 CAPÍTULO X 

EL MIEDO

 ¿Qué es el miedo? El miedo sólo puede existir con relación a algo, no aisladamente. ¿Cómo puedo tenerle miedo a la muerte, cómo puedo tener miedo de algo que no conozco? Sólo puedo tener miedo de algo que conozco. Cuando digo que la muerte me da miedo, ¿temo realmente a lo desconocido -o sea a la muerte- o tengo miedo de perder lo que he conocido? Mi miedo no es a la muerte, sino a perder mi asociación con las cosas que me pertenecen. Mi miedo existe siempre en relación con lo conocido, no con lo desconocido. Voy a averiguar cómo se está libre de miedo a lo conocido, es decir, del miedo de perder mi familia, mi reputación, mi carácter, mi cuenta bancaria, mis apetitos, etc. Podréis decir que el miedo surge de la conciencia; pero vuestra conciencia está formada por vuestro condicionamiento, de modo que la conciencia sigue siendo el resultado de lo conocido. ¿Qué es lo que yo conozco? Conocer es tener ideas, opiniones sobre las cosas, tener un sentido de continuidad de lo conocido, y nada más. Las ideas son recuerdos, resultados de la experiencia, la cual es respuesta al reto. Siento temor de lo conocido, lo que significa que temo perder personas, cosas o ideas, que temo descubrir lo que soy, que temo hallarme sin saber qué hacer, que temo el dolor que pudiera sobrevenir cuando haya perdido o no haya ganado, o no tenga más placer. Existe el miedo al dolor. El dolor físico es la respuesta nerviosa, pero el dolor psicológico se produce cuando me aferro a las cosas que me brindan satisfacción, pues entonces tengo miedo de quienquiera o de cualquier cosa que pueda quitármelas. Las acumulaciones psicológicas impiden el dolor psicológico mientras río se las perturba; esto es, yo soy un manojo de acumulaciones, de experiencias, lo cual impide cualquier forma seria de perturbación; y no quiero ser perturbado. Siento temor, por lo tanto, de quienquiera las perturbe. Mi miedo es así a lo conocido; siento temor de las acumulaciones -físicas o psicológicas- que he adquirido como medio de evitar el dolor o de impedir el sufrimiento. Pero el sufrimiento está en el proceso mismo de acumular para evitar el dolor psicológico. El conocimiento también ayuda a impedir el dolor. Así como la ciencia médica ayuda d evitar el dolor físico, las creencias ayudan a evitar el dolor psicológico, y es por eso que temo perder mis creencias, aunque no posea un conocimiento perfecto ni prueba concreta de la realidad de tales creencias. Puede que yo rechace algunas de las creencias tradicionales que me han sido inculcadas, porque mi propia experiencia me da fuerza, confianza, comprensión; pero tales creencias, y los conocimientos que he adquirido, son fundamentalmente lo mismo: un medio de evitar el dolor, el sufrimiento.

El miedo existe mientras hay acumulación de lo conocido, lo cual engendra temor de perder. El miedo a lo desconocido es por tanto el temor de perder las cosas conocidas que he acumulado. La acumulación invariablemente significa temor, el cual a su vez significa dolor; y en el momento en que digo “no debo perder”, hay miedo. Aunque mi intención al acumular sea la de evitar el sufrimiento, éste es inherente al proceso de la acumulación. Las cosas mismas que yo poseo engendran miedo, es decir, dolor. La semilla de la defensa engendra la ofensa. Deseo seguridad física; establezco así un gobierno soberano, el cual necesita fuerzas armadas; y éstas significan guerra, la cual destruye la seguridad. Donde hay deseo de autoprotección, hay miedo. Cuando me doy cuenta de la falacia de reclamar seguridad, ya no acumulo. Si decís que veis eso pero que no podéis evitar de acumular, es porque en realidad no veis que, inherentemente, en la acumulación hay dolor. El miedo existe en el proceso de la acumulación, y la creencia en algo forma parte del proceso acumulativo. Mi hijo muere, y yo creo en la reencarnación para que me impida psicológicamente tener más dolor; pero en el proceso mismo de creer hay duda. Exteriormente acumulo cosas, y traigo guerra; interiormente acumulo creencias y traigo dolor. Mientras yo quiera estar en seguridad, tener cuentas bancarias, placeres, etc., mientras quiera llegar a ser algo, fisiológica o psicológicamente, tiene que haber dolor. Las cosas mismas que haga para evitar el dolor me traen miedo, dolor.

 El miedo surge cuando deseo adecuarme a una determinada norma de conducta. Vivir sin miedo significa vivir sin una norma determinada. Cuando exijo determinada manera de vivir, eso es en sí mismo una fuente de temor. Mi dificultad es mi deseo de vivir en un molde determinado. ¿No puedo romper el molde? Sólo puedo hacer tal cosa cuando veo la verdad: que el molde causa temor, y que este temor fortalece el molde. Si yo digo que debo romper el molde porque deseo estar libre de temor, entonces no hago más que seguir otro patrón, el cual causará más temor. Toda acción de mi parte, basada en el deseo de romper el molde, sólo creará un nuevo patrón y por lo tanto miedo. ¿Cómo habré de romper el molde sin causar miedo, es decir, sin ninguna acción consciente o inconsciente de parte mía con relación a aquélla? Esto significa que no debo actuar, no debo hacer movimiento alguno para romper con la norma. ¿Qué me ocurre, pues, cuando miro simplemente el patrón de conducta sin hacer nada a su respecto? Yo veo que la mente es en sí el molde, el patrón; vive en el patrón habitual que se ha creado. De suerte que la mente misma es miedo. Cualquier cosa que la mente haga, contribuye a fortalecer un viejo patrón de conducta o a fomentar uno nuevo. Esto significa que todo lo que la mente hace para despojarse del miedo, causa miedo.

El miedo encuentra diversas escapatorias. La variedad corriente es la identificación. ¿No es cierto? Identificación con la patria, con la sociedad, con una idea. ¿No habéis notado cómo respondéis cuando veis un desfile -desfile militar o procesión religiosa- o cuando el país está en peligro de ser invadido? Entonces os identificáis con el país, con una persona, con una ideología. Otras veces os identificáis con vuestro hijo, con vuestra esposa, con determinada forma de acción o de inacción. La identificación es, pues, un proceso de olvido de sí mismo. Mientras yo tengo conciencia del “yo”, sé que hay dolor, que hay lucha, que hay constante temor. Mas si puedo identificarme con algo más grande, con algo que valga la pena, con la ‘belleza, con la vida, con la verdad, con la creencia, con el conocimiento, al menos temporariamente, hay una evasión del “yo”. ¿No es así? Si hablo de mi patria, me olvido de mí mismo temporariamente. ¿Verdad? Si puedo decir algo acerca de Dios, me olvido de mí mismo. Si puedo identificarme con mi familia, con un grupo, con determinado partido, con cierta ideología, entonces hay evasión temporaria. La identificación es una forma de escapar al “yo” en igual grado que la virtud es una forma de eludir el “yo”’ El hombre que persigue la virtud se evade del “yo” y tiene una mente estrecha. Esa no es una mente virtuosa, pues la virtud es algo que no puede ser perseguido. Cuanto más tratáis de llegar a ser virtuosos, tanto mayor es el vigor, la seguridad que dais al “yo”. De suerte que el miedo, común a la mayoría de nosotros en diferentes formas, tiene siempre que hallar una substitución, y por lo tanto ha de acrecentar nuestra lucha. Cuanto más os identificáis con una substitución mejor es la fuerza para aferraros a aquello por lo cual estáis dispuestos a luchar, a morir; porque el miedo es lo que influye. ¿Sabemos ahora qué es el miedo? ¿No es la no aceptación de lo que ese Debemos comprender la palabra “aceptación”. No estoy empleando esa palabra en el sentido del esfuerzo que se hace por aceptar. No es cuestión de aceptar cuando soy capaz de ver lo que es. Cuando no veo claramente lo que es, entonces hago surgir el proceso de la aceptación. De suerte que el miedo es la no aceptación de lo que es. ¿Cómo puedo yo, que soy un manojo de todo estas reacciones, respuestas, recuerdos, esperanzas, depresiones, frustraciones, que soy el resultado del movimiento de la conciencia obstruida, ir más allá? ¿Puede la mente, sin esta obstrucción y estorbo, ser consciente? Sabemos qué extraordinario júbilo se produce cuando no hay estorbo. Bien sabéis que, cuando el cuerpo está en perfecta salud, hay cierto gozo y bienestar. ¿Y acaso no sabéis, cuando la mente está completamente libre, sin obstrucción alguna, cuando el centro de reconocimiento -el “yo”- no está ahí, que experimentáis cierto júbilo? ¿No habéis vivido ese estado en que el “yo” está ausente? Por cierto que todos lo hemos vivido. Sólo hay comprensión y liberación del “yo” cuando puedo mirarlo completa e integralmente como un todo; y eso puedo hacerlo únicamente cuando comprendo el proceso integro de toda actividad nacida del deseo, que es la expresión misma del pensamiento -el pensamiento no es diferente del deseo-, sin justificarlo, sin condenarlo, sin reprimirlo. Si eso puedo comprenderlo, entonces sabré que existe la posibilidad de ir más allá de las restricciones del “yo”.