25 Octubre 1973
Sentado sobre una piedra en un huerto de naranjos, uno veía el valle extenderse y desaparecer en el pliegue de las montañas.
Eran las primeras horas de la madrugada y las sombras se alargaban suaves y abiertas.
Las codornices llamaban con su agudo reclamo y se oían los arrullos de las palomas torcazas con su delicada y tiema cadencia, un canto triste para horas tan tempranas.
El sinsonte, encantado con el mundo, describía en el aire curvas en picada; girando en saltos mortales.
Una gran tarántula; peluda y oscura, salió lentamente desde abajo de la piedra, se detuvo, sintió el aire de la mañana y continuo pesadamente su marcha.
Los naranjos estaban dispuestos en largas líneas rectas, acre por acre, con sus frutos brillantes y sus frescos pimpollos -flor y fruto en el mismo árbol y al mismo tiempo-.
El aroma de estos pimpollos era suave y penetrante, y con el calor del sol la fragancia se intensificaria volviéndose más insistente.
El cielo estaba muy azul y apacible; los cerros y las montañas aún dormían
Era una hermosa mañana, fresca y pura, con esa belleza extraña que el hombre todavia no ha destruido.
Los lagartos habían salido y buscaban un sitio con sol para calentarse.
Se extendían a todo lo largo para que el calor tocara sus vientres, mientras sus largas colas volteaban hacia los costados.
Era una mañana alegre y la suave luz cubría la tierra y la belleza infinita de la vida.
La meditación es la esencia de esta belleza, tanto en la expresión como en el silencio.
Si se expresa toma forma, sustancia; silenciosa, no es para ser puesta en palabras, formas o colores.
Desde el silencio, la expresión o la acción tienen belleza, son totales, y cesa cualquier lucha o conflicto.
Los lagartos regresaban a la sombra, y entre las flores aparecieron las abejas y los colibríes.
Sin pasión no hay creación posible.
La total entrega de uno mismo es esta pasión inagotable.
La entrega con un motivo es una cosa, y la entrega sin ningún propósito, sin ningún cálculo, es otra.
Lo que tiene una finalidad determinada, una dirección, es efímero y se vuelve dañino y comercial, vulgar.
Lo otro, lo que no está manejado por causa alguna, por ninguna intención o utilidad, no tiene principio ni fin.
En esta entrega total, la mente se vaciadel «yo», del «si mismo».
El «yo» puede perderse en alguna actividad, en alguna creencia consoladora, en un sueño extravagante, pero un perderse de esta clase, es la continuidad del yo en otra forma, en la identification con otra ideología y acción.
El abandono del yo no es un acto de la voluntad, porque la voluntad es ei yo.
Cualquier movimiento del yo, horizontal o vertical, en cualquier dirección, sigue estando en el campo del tiempo y del dolor.
El pensamiento puede abandonarse a cualquier cosa, cuerda o demente y razonable o necia, pero siendo fragmentário en su propia estructura y naturaleza, su mismo entusiasmo, su excitación, se convierten pronto en placer y temor.
En esta área el abandono dei yo es ilusorio y tiene muy poco sentido.
La lúcida y alerta percepción de todo esto, implica un despertar a las actividades dei «sí mismo»; en esta atención no hay un centro, no hay yo.
El impulso de expresarse uno a sí mismo por identificación, es el resultado de una existencia confusa y carente de significado.
La búsqueda de un significado es el comienzo de la ffagmentación; el pensamiento puede darle -y de hecho le da mil significados a la vida; cada cual inventa sus propios significados, que son meramente opiniones y convicciones para las que no hay fin.
El vivir mismo es el significado total, pero cuando la vida es un conflicto, una lucha constante, cuando es el campo de batalla de la ambición, la competência y el culto dei éxito, cuando es la búsqueda de poder y posición, entonces la vida no tiene sentido alguno.
¿Qué necesidad hay de expresarse?
La creación, se halla en la cosa que uno produce con la mano o con la mente, por bella o utilitária que sea.
Esta pasión que surge con el abandono del yo, ¿necesita expresarse?
Cuando existe una compulsión, una necesidad, ¿es eso la pasión creativa?
En tanto subsiste la división entre el creador y lo creado, cesa la belleza, cesa el amor.
Podemos producir la cosa más excelente con el color o con la piedra, pero si nuestra vida cotidiana contradice esa suprema excelencia -el total abandono dei yo- eso que hemos producido es para la admiración y la trivialidad.
El vivir mismo es el color, la belleza y su expresión.
Uno no necesita nada más.
Las sombras estaban perdiendo su distancia y las codornices permaneciam silenciosas.
Sólo existían las rocas, los árboles con sus flores y frutos, los bellos cerros y la tierra abundante.