CAPÍTULO 2
Aprendizaje de Nosotros Mismos - Sencillez y Humildad - El Condicionamiento
Si usted piensa que es importante el conocimiento de sí mismo, sólo porque yo o cualquier otro se lo ha dicho, me temo que entonces toda comunicación entre nosotros ha terminado. Pero si estamos de acuerdo en que es vital que nos comprendamos a nosotros mismos completamente, entonces usted y yo tendremos una relación distinta, entonces podremos explorar juntos mediante una feliz, cuidadosa e inteligente investigación. Yo no le pido que tenga fe en mí; no me constituyo en una autoridad. Nada tengo que enseñarle, ninguna nueva filosofía, ni nuevo sistema, ni un nuevo camino hacia la realidad, no hay camino hacia la realidad, como tampoco lo hay hacia la verdad. Toda autoridad de cualquier clase, especialmente en el campo del pensamiento y la comprensión, es la cosa peor y más destructiva. Los líderes destruyen a los seguidores, y éstos a los líderes. Usted tiene que ser su propio maestro y su propio discípulo. Usted tiene que dilucidar todas las cosas que el hombre ha aceptado como válidas, como necesarias.
Si usted no sigue a alguien, se siente muy solo. Esté solo entonces. ¿Por qué teme estar solo? Porque se enfrenta con usted mismo tal como es, y encuentra que está vacío, que es torpe, estúpido, feo, culpable e impaciente -una pequeña y mezquina entidad de segunda mano-. Enfréntese al hecho; mírelo, no huya de él. En cuanto huye, empieza el temor. Al inquirir dentro de nosotros mismos, no estamos aislándonos del resto del mundo. No sería un proceso saludable. El hombre en todas partes se ve atrapado en los mismos problemas diarios. Por eso al examinarnos internamente no somos neuróticos en sentido alguno, ya que no hay diferencia entre el individuo y la colectividad. Esto es un hecho real. Yo he creado al mundo tal como soy. No nos perdamos, pues, en la lucha entre la parte y el todo. Tengo que sentirme consciente del campo total de mi propio yo, que es la conciencia del individuo y de la sociedad. Cuando la mente va más allá de esta conciencia social e individual, sólo entonces puedo convertirme en una luz para mí mismo, luz que nunca se apaga.
Ahora bien, ¿por dónde empezamos a conocernos? Heme aquí ¿Y cómo he de estudiarme, observarme a mí mismo, ver lo que en realidad está ocurriendo en mí interior? Únicamente puedo observarme en mis relaciones con los demás, porque toda la vida es relación. De nada sirve sentarme en un rincón a meditar sobre mí mismo. Yo no puedo existir como un ser aparte. Existo sólo en relación con las personas, las cosas y las ideas, y al estudiar mis relaciones con las cosas y las personas fuera de mí, así como las cosas internas, empiezo a conocerme a mí mismo. Cualquiera otra forma de conocimiento es simplemente una abstracción, y no puedo estudiarme yo mismo en la abstracción. No soy una entidad abstracta; por lo tanto, tengo que estudiarme en la realidad -como soy, no como deseo ser-. La comprensión no es un proceso intelectual. Adquirir conocimiento sobre usted mismo y aprender sobre usted mismo, son dos cosas diferentes, porque el conocimiento acumulado es siempre del pasado, y una mente que lleva la carga del pasado está llena de pesadumbre. Aprender sobre usted mismo no es como aprender un lenguaje, una técnica o una ciencia -es obvio que entonces usted tiene que acumular y recordar; sería absurdo empezar todo de nuevo, pero en el campo psicológico, el aprendizaje acerca de usted mismo está siempre en el presente, y el conocimiento está siempre en el pasado. Y como la mayoría de nosotros vivimos en el pasado, el conocimiento se vuelve extraordinariamente importante para nosotros. Por eso reverenciamos al erudito, al experto, al ingenioso. Pero si usted está siempre aprendiendo, aprendiendo cada minuto, aprendiendo mientras observa y escucha, aprendiendo mientras ve y actúa, entonces descubrirá que el aprender es un acto constante, sin pasado.
Si dice que irá aprendiendo gradualmente sobre usted mismo, añadiendo más y más, poco a poco, no se está estudiando ahora como es, sino a través del conocimiento adquirido. Aprender implica tener una gran sensibilidad. No hay sensibilidad si hay una idea que, perteneciendo al pasado, domina el presente. Entonces la mente deja de ser ágil, flexible, alerta. Muchos de nosotros no somos sensibles ni aun físicamente. Comemos demasiado, no nos preocupa la debida dieta, fumamos y bebemos tanto, que nuestros cuerpos se ponen toscos e insensibles. La cualidad de atención en el mismo organismo se embota. ¿Cómo puede haber una mente realmente alerta, sensible y clara, si el mismo organismo es torpe y pesado? Podemos ser sensibles a ciertas cosas que nos afectan en lo personal, pero para ser completamente sensibles a todas las implicaciones de la vida, se requiere que no haya separación entre el organismo y la psiquis. Este es un movimiento total. Para comprender cualquier cosa, usted debe vivir con ella, debe observarla, conocer todo su contenido, su naturaleza, su estructura, su movimiento. ¿Ha tratado usted alguna vez de vivir consigo mismo? Si es así, empezará a ver que su ser no es algo estático, sino que es algo fresco y viviente. Y para subsistir con una cosa viva, su mente también debe estar viva. Y no puede estarlo, si es prisionera de opiniones, juicios y valores.
Para observar el movimiento de su propia mente y corazón, de todo su ser, su mente ha de ser libre; no debe asentir y disentir, inclinándose a un lado u otro en cualquier discusión, disputando sobre meras palabras; más bien debe escuchar con intención de comprender. Esta es cosa muy difícil porque la mayoría de nosotros no sabemos mirar o escuchar nuestro propio ser, como no sabemos mirar la belleza de un río, ni escuchar la brisa entre los árboles. Cuando condenamos o justificamos, no podemos ver con claridad, ni tampoco cuando la mente está sin cesar parloteando; entonces no observamos lo que es; sólo miramos las proyecciones que hemos hecho de nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene una imagen de lo que pensamos que somos o que deberíamos ser, y esta imagen, este cuadro impide que nos veamos tal como somos. Una de las cosas más difíciles en el mundo es mirar algo simplemente. Como nuestra mente es muy compleja, hemos perdido la cualidad de la sencillez. No me refiero a la sencillez en la ropa o en el alimento, a usar sólo un taparrabo o romper un récord de ayuno, o a cualquiera de esas tonterías sin madurez que los santos cultivan, pero sí a la sencillez con que se puede mirar las cosas directamente, sin temor -con que podamos mirarnos a nosotros mismos como realmente somos sin ninguna distorsión-. Es decir, si mentimos, mentimos, no cubrirlo o huir de ello. Además, para comprendernos necesitamos una gran dosis de humildad. Si usted empieza diciendo: “Yo me conozco”, ha dejado de aprender acerca de usted mismo; o si dice: “No hay mucho que aprender sobre mí que soy solamente un manojo de recuerdos, ideas, experiencias y tradiciones”, entonces ha cesado también de aprender sobre usted mismo. Tan pronto ha logrado alguna cosa, usted pierde esa cualidad de inocencia y humildad; tan pronto llega a una conclusión, o empieza a investigar partiendo del conocimiento, usted está perdido, porque entonces está traduciendo toda cosa viviente, en término de lo viejo. Por otro lado, si no tiene una posición establecida, ni tiene certeza de nada, ni logro alguno, tendrá libertad para mirar, para actuar. Y cuando mira con libertad, todo es nuevo siempre. Un hombre que se siente seguro es un ser humano muerto.
¿Pero cómo podemos ser libres para mirar y aprender si la mente, desde que nacemos hasta que morimos, está conformada por una cultura particular dentro del estrecho patrón del “yo”? Por siglos hemos estado condicionados por la nacionalidad, la casta, la clase, la tradición, la religión, el lenguaje, la educación, la literatura, el arte, las costumbres, el convencionalismo, todo tipo de propaganda, la presión económica, el alimento que comemos, el clima en que vivimos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras experiencias -toda influencia en la que pueda usted pensary, por lo tanto, nuestras respuestas a todo problema están condicionadas. ¿Se da usted cuenta de que está condicionado? Es lo primero que debe preguntarse, no cómo librarse de su condicionamiento. Puede que usted nunca se libre de él, y si usted dice, “debo librarme de él”, puede caer en la trampa de otra forma de condicionamiento. Así, repito: ¿Se da usted cuenta de que está condicionado? ¿Sabe usted que aun cuando mira un árbol y dice “este es un roble”, o es “una higuera de Bengala”, la mención del nombre, que es conocimiento botánico, ha condicionado su mente de tal modo que la palabra se interpone entre usted y la verdadera recepción del árbol? Para llegar a estar en contacto con el árbol, usted tiene que poner sus manos sobre él, y la palabra no le ayudará a tocarlo.
¿Cómo sabe usted que está condicionado? ¿Cómo lo descubre? ¿Cómo sabe usted que tiene hambre? -no como una teoría, sino como el hecho real de tener hambre-. En la misma forma, ¿cómo descubre usted el hecho real de que está condicionado? ¿No es por su reacción a un problema, a un reto? Usted responde a cada reto de acuerdo con su condicionamiento, y siendo inadecuado su condicionamiento, reaccionará siempre inadecuadamente. Cuando usted se da cuenta de ello, ¿no le produce este condicionamiento de raza, religión y cultura una sensación de estar preso? Tome sólo una forma de condicionamiento, la nacionalidad, vuélvase consciente de ello en forma seria y total, y vea si le satisface o se revela y, si al rebelarse, usted quiere romper con todo condicionamiento. Si está satisfecho con su estado, es evidente que no hará nada al respecto, pero si al darse cuenta de él, no está satisfecho, verá que nunca hace nada sin su condicionamiento. ¡Nunca! Y, por lo tanto, usted siempre está viviendo en el pasado con los muertos.
Usted será capaz de ver por sí mismo cómo está condicionado, sólo cuando se halle en el conflicto de prolongar el placer o de eludir el dolor. Si todo está perfecto a su alrededor -su mujer lo ama, usted la ama, tiene una hermosa casa, hijos y mucho dinero- entonces no es consciente de su condicionamiento en absoluto. Pero cuando hay una inquietud -cuando su mujer mira a algún otro, o usted pierde su dinero, o se ve amenazado por la guerra o alguna otra pena o ansiedad- entonces sabe que está condicionado. Cuando usted lucha contra alguna clase de inquietud, o se defiende contra alguna amenaza interior o exterior, entonces sabe que está condicionado. Y como la mayoría de nosotros estamos inquietos la mayor parte del tiempo, ya sea superficial o profundamente, esa misma inquietud indica que estamos condicionados. Mientras se acaricia al animal, reacciona amablemente, pero tan pronto es contrariado, surge toda la violencia de su naturaleza. Vivimos desorientados por la vida política, la situación económica, el horror, la brutalidad, el dolor en el mundo y dentro de nosotros, y por eso nos damos cuenta de lo terrible y mezquinamente condicionados que estamos. ¿Y qué haremos? ¿Aceptar esa desorientación y vivir con ella como la mayoría lo hacemos? ¿Acostumbrarse a ella como nos acostumbramos a vivir con un dolor de espaldas? ¿Tolerarla?
Hay una tendencia en todos nosotros de conformarnos a las cosas, de acostumbrarnos a ellas, de culpar por esto a las circunstancias: Decimos. “Ah, si las cosas anduviesen bien yo sería diferente”, o “Denme la oportunidad y tendré éxito”, o “me siento aplastado por la injusticia de todo esto”, siempre culpando a otros por nuestra desorientación, o a nuestro ambiente, o a la situación económica. Si nos acostumbramos a la confusión, quiere decir que nuestra mente se ha embotado, así como podemos acostumbrarnos a la belleza que nos rodea, y que ya no la notamos. Uno se torna indiferente, duro y encallecido, y la mente, más y más torpe. Si no nos acostumbramos a ello, tratamos de escapar tomando alguna droga, adhiriéndonos a algún grupo político, gritando, escribiendo, yendo a un partido de fútbol, a un templo o iglesia, o buscando cualquier otra forma de diversión. ¿Por qué motivo escapamos de los hechos reales? Tenemos miedo de morir -estoy meramente tomando esto como un ejemplo- e inventamos toda clase de teorías, esperanzas, creencias, para disfrazar la realidad de la muerte, pero el hecho sigue allí. Para comprender un hecho debemos observarlo, no huir de él. La mayoría de nosotros estamos tan temerosos de morir como de vivir. Tememos por nuestra familia, tenemos miedo a la opinión pública, a perder nuestro trabajo o nuestra seguridad, y a cientos de otras cosas. Es sencillamente que tenemos miedo, aunque no estemos temerosos de esto o aquello. Y bien, ¿por qué no nos enfrentamos a este hecho? Usted puede enfrentarse a un hecho sólo en el presente, pero si nunca le permite estar presente, porque siempre está huyendo de él, jamás podrá afrontarlo. Y como hemos cultivado toda una red de escapes, estamos atrapados en el hábito de escapar.
Ahora bien, si usted es realmente sensible, serio, se volverá consciente no sólo de su condicionamiento, sino también de los peligros que éste acarrea, de la brutalidad y el odio que engendra. ¿Por qué, si usted ve el peligro en su condicionamiento, no actúa? ¿Acaso porque es perezoso, ya que la pereza implica falta de energía? Sin embargo, no le faltaría energía sí viera un peligro físico inmediato, como una serpiente en su camino, o un precipicio, o un fuego. ¿Por qué entonces no actúa cuando ve el peligro de su condicionamiento? Si viera el peligro del nacionalismo para su propia seguridad, ¿no actuaría? La respuesta es que usted no lo ve. A través de su proceso intelectual de análisis, usted puede ver que el nacionalismo lleve a la autodestrucción, pero no hay contenido emocional en eso. Solamente cuando hay un contenido emocional, es que se reactiva su vitalidad. Si usted ve el peligro de su condicionamiento meramente como un concepto intelectual, nunca hará nada al respecto. Al ver un peligro como una mera idea, hay conflicto entre la idea y la acción, y ese conflicto consume su energía. Sólo cuando ve el condicionamiento y el peligro de él inmediatamente, tal como vería un precipicio, usted actúa. Por lo tanto, ver es actuar. La mayoría de nosotros caminamos por la vida distraídamente, reaccionando en forma irreflexiva de acuerdo con el ambiente en que hemos sido educados, y tales reacciones sólo promueven más esclavitud, más condicionamiento. Pero tan pronto usted concede atención total a su condicionamiento, verá que está libre del pasado por completo; que éste se aleja de usted en forma natural.