LIBERESE DEL PASADO - J.K. - CAPÍTULO 11 -

 CAPÍTULO XI 

Mirar y Escuchar - El Arte - La Belleza - La Austeridad - Las Imágenes - Los Problemas - El Espacio-

 Hemos estado investigando la naturaleza del amor y hemos llegado a un punto en que creo se necesita ser mucho más consciente del asunto. Hemos descubierto que para la mayor parte de las personas el amor significa comodidad, seguridad, garantía de una continua satisfacción emocional para el resto de la vida. Entonces viene alguien y dice: “¿Es eso realmente amor?”, y le hace preguntas y le dice que se mire por dentro, y usted trata de no mirarse porque eso sería muy perturbador -prefiere discutir acerca del alma, de la situación política o económica-. Pero cuando se le arrincona hasta obligarlo a mirar, se da cuenta de que lo que siempre he creído que es amor, no lo es en absoluto; que es sólo una mutua gratificación, una mutua explotación. Cuando yo digo: “El amor no tiene mañana ni ayer”, o “cuando no existe el centro, entonces hay amor”, ello tiene realidad para mí, pero no para usted. Usted podrá citarlo y ponerlo en una fórmula, pero eso no tendrá validez. Tiene que verlo por usted mismo, pero para experimentarlo, debe tener libertad para mirar, estar libre de toda condenación, de todo juicio, de todo acuerdo o desacuerdo. Ahora bien, mirar es una de las cosas más difíciles en la vida, también escuchar -mirar y escuchar son acciones idénticas-. Si las preocupaciones han cegado sus ojos, no pueden ver la belleza de la puesta de sol. Muchos de nosotros hemos perdido el contacto con la naturaleza. La civilización se dirige más y más hacia las grandes ciudades, nos urbanizamos más y más, viviendo en apiñados apartamentos, con muy poco espacio, sin poder mirar el cielo una tarde o una mañana, perdiendo así contacto con gran parte de la belleza. Yo no sé si han notado cuán pocos de nosotros nos detenemos a contemplar el amanecer o el crepúsculo, el brillo de la luz de la luna, o el reflejo de la luz sobre el agua.

Habiendo perdido contacto con la naturaleza, tendemos naturalmente a desarrollar las capacidades intelectuales. Leemos muchos libros, vamos a muchos museos y conciertos, vemos televisión y tenemos otras tantas diversiones. Citamos sin cesar las ideas de otros, y pensamos y hablamos demasiado acerca del arte. ¿Por qué dependemos tanto del arte? ¿Es ésta una forma de escape, un estimulante? Si estuviera directamente en contacto con la naturaleza; si observa el movimiento de las alas de un pájaro, o la belleza en cada movimiento del cielo, las sombras sobre las colinas, o la belleza en el rostro de otra persona, ¿piensa usted que querría ir a un museo para mirar algún cuadro? Tal vez porque no sabe mirar todas las cosas que le rodean, es que recurre a alguna forma de droga, que estimule para ver mejor. Hay la anécdota de un maestro religioso que acostumbraba hablar cada mañana a sus discípulos. En una ocasión en que subió a la plataforma para empezar su charla matinal, llegó un pajarito, se posó en el alféizar de la ventana y empezó a cantar. Y cantó largo tiempo con gran aliento. Luego se detuvo y se fue volando. Y el maestro dijo: “Por esta mañana el sermón ha terminado”. Me parece a mí que una de nuestras mayores dificultades es ver con toda claridad no sólo las cosas exteriores, sino también la vida interior. Cuando decimos que vemos un árbol o una flor o una persona, ¿las vemos realmente? ¿O sólo vemos la imagen que la palabra ha creado? Es decir, ¿cuando usted contempla un árbol, o una nube en una tarde llena de luz y encanto, lo ve en realidad, no sólo con sus ojos y con el intelecto, sino totalmente, completamente? ¿Ha hecho alguna vez el experimento de mirar una cosa objetiva como un árbol, sin las asociaciones y el conocimiento que ha adquirido acerca de él, sin prejuicio o juicio alguno, sin las palabras que levantan una pantalla entre usted y el árbol y le impiden verlo como es en realidad? Trate de hacerlo y vea lo que realmente ocurre cuando observa el árbol con todo su ser, con la totalidad de su energía. En esa intensidad descubrirá que no hay observador en absoluto, hay atención únicamente. Cuando hay inatención es que existen el observador y lo observado. Cuando usted está mirando algo con toda su atención, no hay espacio para un concepto, una fórmula o un recuerdo. Es importante comprender esto, porque estamos entrando en un asunto que requiere investigación muy cuidadosa.

Tan sólo la mente que mira un árbol, o las estrellas, o los reflejos sobre las aguas de un río con total abandono de sí misma, es la que conoce lo que es la belleza; y cuando realmente estamos viendo, nos encontramos en un estado de amor. Generalmente conocemos la belleza a través de comparaciones, o a través de lo que los hombres han creado, lo cual significa que atribuimos la belleza a objetos. Veo un edificio que me parece hermoso, y aprecio esa belleza por mis conocimientos de arquitectura y porque lo comparo con otros edificios que he visto. Pero ahora me pregunto: “¿Hay belleza sin objeto?” Cuando hay un observador, que es el censor, el experimentador, el pensador, no hay belleza, porque se atribuye la belleza a algo externo, algo que el observador mira y juzga. Pero cuando no hay observador -y esto requiere intensa meditación e investigación- entonces se manifiesta la belleza sin el objeto. La belleza consiste en la total abnegación del observador y lo observado. Y sólo puede haber semejante abnegación cuando hay austeridad completa -no la austeridad del sacerdote con su dureza, sus sanciones, reglas y obediencia; no la austeridad en el vestir, en la alimentación, en las ideas y en la conducta- sino la austeridad de una sencillez absoluta que es la humildad cabal. Entonces no hay logros ni peldaños que escalar, sólo existe el primer paso y el primer paso es el paso perdurable.

Digamos que usted está caminando solo o con otra persona y que ha dejado de hablar. Está rodeado por la Naturaleza y no hay un perro que ladra, el ruido de un auto que pasa, ni aun el aleteo de un pájaro. Usted está completamente en silencio y la Naturaleza que lo rodea está también en completo silencio. En ese estado de silencio de ambos, el observador y lo observado -cuando el observador no está llevando al pensamiento lo que observa- en ese silencio hay una calidad distinta de belleza. No hay naturaleza ni observador. El estado de la mente es de completa y absoluta soledad, está sola -no en aislamiento- sola en quietud, y esa quietud es belleza. Cuando usted ama, ¿hay observador? Hay observador sólo cuando el amor es deseo y placer. Cuando el deseo y el placer no están asociados al amor, entonces el amor es intenso. Es como la belleza, algo totalmente nuevo cada día. Como ya he dicho antes, no tiene ayer ni mañana. Sólo cuando vemos sin idea preconcebida, sin ninguna imagen, somos capaces de estar en contacto directo con algo en la vida. Todas nuestras relaciones son en efecto imaginarias, es decir, se apoyan en una imagen formada por el pensamiento. Si yo tengo una imagen de usted y usted tiene una imagen de mí, no nos vemos naturalmente como somos en realidad. Lo que vemos son las imágenes que hemos formado uno del otro. Estas impiden el contacto entre nosotros y por ese motivo nuestras relaciones fracasan. Cuando digo que no lo conozco, quiero decir que lo conocí ayer. No lo conozco realmente ahora. Todo lo que conozco es mi imagen de usted. Esa imagen está compuesta de lo que usted ha dicho para alabarme o para insultarme, de lo que usted me ha hecho, es decir, de todos los recuerdos que tengo de usted. Y la que usted tiene de mí se ha creado en la misma forma. Y son estas imágenes las que sostienen la relación e impiden que nos comuniquemos realmente. Cuando dos personas han vivido juntas por largo tiempo, ambas crean una imagen de la otra, que les impide sostener la verdadera relación. Si sabemos lo que es relación, podremos cooperar, pero no es posible que haya cooperación a través de imágenes, símbolos o de conceptos ideológicos. Sólo hay una posibilidad de amor cuando comprendamos la verdadera relación entre uno y otro, pero el amor se desconoce cuando tenemos imágenes. Por tanto, es importante que usted comprenda no intelectualmente, sino de hecho en la vida diaria, cómo ha creado sus imágenes de la esposa, el esposo, el vecino, el hijo, el país, los líderes, los políticos, los dioses, y usted sólo tiene imágenes.

Estas imágenes crean el espacio entre usted y lo que observa, y en ese espacio hay conflicto, de modo que vamos ahora a examinar juntos si es posible librarnos de ese espacio que creamos, no sólo fuera, sino también dentro de nosotros mismos, el espacio que divide a las personas en todas las relaciones. Ahora bien, la misma atención que usted brinda a un problema, es la energía que resuelve ese problema. Cuando usted le da su completa atención -es decir, atención con todo lo que es usted- no hay observador en absoluto. Sólo existe el estado de atención que es total energía, y esa energía total es la más alta forma de inteligencia. Por supuesto que la mente debe estar en completo silencio, y ese silencio, esa quietud, viene cuando hay atención total, no una quietud disciplinada. Este pleno estado de silencio, en que no hay el observador ni la cosa observada, es la más alta forma de mente religiosa. Pero lo que ocurre en ese estado no puede ponerse en palabras, porque lo que se dice con palabras no es el hecho. Para descubrir ese hecho, usted mismo tiene que vivenciarlo. Todo problema se relaciona con otro, de modo que si usted puede resolver un problema en su totalidad -no importa cuál sea- verá que es capaz de enfrentarse a los demás fácilmente y resolverlos. Estamos hablando, por supuesto, de problemas psicológicos. Hemos visto que el problema existe sólo en el tiempo que es cuando lo afrontamos de manera incompleta. Por lo tanto, no sólo debemos ser conscientes de la naturaleza y estructura del problema y verlo totalmente, sino afrontarlo tan pronto surge y resolverlo de inmediato para evitar que eche raíces en la mente. Si permitimos que el problema se extienda por un mes o un día, aun por pocos minutos, distorsiona la mente. ¿Será entonces posible afrontar el problema de inmediato, sin distorsión alguna y verse libre de él instantáneamente, completamente, sin permitir que ningún recuerdo, ningún rasguño, permanezca en la mente? Esos recuerdos son las imágenes que llevamos a cuestas, y son esas imágenes las que se enfrentan a esa cosa extraordinaria llamada vida, y así surge la contradicción y de ahí el conflicto. La vida es muy real, la vida no es una abstracción, y cuando usted la conoce a través de imágenes, hay problemas.

¿Es posible enfrentarse a cada problema sin ese intervalo de espacio-tiempo, sin esa brecha entre usted mismo y la cosa que causa miedo? Sólo es posible cuando el observador no tiene continuidad, el observador, que es el constructor de la imagen, el observador, que es una colección de recuerdos e ideas, que es un manojo de abstracciones. Cuando usted mira a lo alto, usted está ahí mirando las estrellas en el cielo, el cielo poblado de brillantes estrellas. Se siente una brisa fresca, y ahí está usted, el observador, el experimentador, el pensador, usted, con su corazón afligido, usted, el centro, creando espacio. Usted nunca comprenderá ese espacio entre usted y las estrellas, entre usted y su esposa o esposo, o amigo, porque jamás ha mirado sin la imagen, y por eso usted no sabe qué es la belleza ni qué es el amor. Habla de él, escribe acerca de él, pero nunca lo ha conocido, salvo quizá en raros intervalos de total abandono de sí mismo. Mientras haya un centro creando espacio a su alrededor, no habrá amor ni belleza. Cuando no hay centro ni circunferencia, entonces hay amor. Y cuando usted ama, usted ES belleza. Cuando usted mira un rostro de frente, está mirando desde un centro, y el centro crea el espacio entre persona y persona. Por ese motivo nuestras vidas son tan vacías y encallecidas. Usted no puede cultivar el amor o la belleza, ni puede inventar la verdad, pero si siempre está alerta a lo que hace, cultiva el estado de ser consciente (awareness), y desde ese estado empezará a ver la naturaleza del placer, del deseo y del dolor, así como también la absoluta soledad y aburrimiento del hombre. Entonces comenzará a acercarse a esa cosa llamada “el espacio”. Si hay espacio entre usted y el objeto que está observando, sabrá que no hay amor, y que sin amor, por mucho que usted trate de reformar el mundo, o producir un nuevo orden social, o por mucho que hable acerca de mejorarlo, sólo creará agonía. De modo que el problema es suyo. No hay líder, no hay maestro, nadie que le diga qué hacer. Usted está solo en este mundo insensato y brutal.