DIARIO 2 - J.K. - 6 DE OCTUBRE DE 1973

 6, Octubre, 1973 

Hay un árbol solitario en un terreno que ocupa un acre completo; es un árbol viejo y sumamente respetado por todos los otros árboles del cerro. 

En su soledad domina el ruidoso torrente, las colinas y la cabaña que está al otro lado del puente de madera. 

Uno lo admira al pasar junto a él, pero al regresar lo contempla de una manera más pausada; su tronco es muy amplio y está profundamente incrustado en la tierra; es sólido e indestructible. 

Sus ramas son largas, oscuras y curvadas; tienen sombra abundante. 

En los anocheceres se recoge dentro de sí mismo, inabordable; pero mientras dura la luz del día es accesible y acogedor. 

Está íntegro, jamás ha sido tocado por el hacha o la sierra. 

En un día soleado, uno se sentaba debajo dei árbol y sentia su venerable ancianidad; y por estar a solas con él, percibía uno la profundidad y belleza de la vida. 

El viejo aldeano pasó cansadamente junto a uno, que se hallaba sentado en un puente contemplando la puesta dei sol; el hombre estaba casi ciego y rengueaba, llevando un atado en una mano y un palo en la otra

Era uno de esos atardeceres en que los colores del crepúsculo se reflejaban en cada roca, árbol y arbusto; la hierba y los campos parecían tener su propia luz interior. 

El sol acababa de ponerse detrás de un cerro redondeado, y en medio de estos extravagantes colores apareció la estrella vespertina. 

El aldeano se detuvo frente a uno y miró esos asombrosos colores y nos miró. 

Permanecieron mirándose el uno al otro y, sin pronunciar una palabra, el aldeano reanudo su penosa marcha. 

En esa comunicacíón hubo afecto, delicadeza y respeto, no el necio respeto sino el de los hombres religiosos. 

En ese instante, todo tiempo y pensamiento habían dejado de existir. 

Esos dos seres eran totalmente religiosos, no contaminados por la creencia, la imagen, las palabras o la pobreza. 

A menudo pasaron el uno junto al otro en ese camino entre los pedregosos cerros, y cada vez que se miraban, había el júbilo de la percepción, del discernimiento total. 

 Venía, acompañado de su mujer, desde el templo que está al otro lado del camino. 

Ambos estaban silenciosos, profundamente impresionados por los cantos y el culto. 

Aconteció que uno caminaba detrás de ellos y captó el sentimiento de su reverencia, la fuerza de su determinación para llevar una vida religiosa. 

Pero eso moriría pronto, a medida que se vieran envueltos en la responsabilidad para con sus hijos , quienes vinieron corriendo hacia ellos. 

Él tenía alguna clase de profesión, en la que probablemente era muy capaz, porque poseía una casa grande. 

El peso de la existencia lo arrastraría consigo y, aunque concurriera al templo con frecuencia, la batalla proseguiría inevitablemente. 

La palabra no es la cosa; la imagen, el símbolo, no son lo real. 

La realidad, la verdad no es una palabra. 

Ponerla en palabras es destruirla; y su lugar es ocupado por la ilusión. 

El intelecto puede rechazar toda la estructura de la ideología, de la creencia con todos sus atavíos y el poder que las acompaña, pero la razón puede justificar cualquier creencia, cualquier ideación. 

La razón es el orden del pensamiento, y el pensamiento es la respuesta de lo externo. 

Y debido a que es lo externo, el pensamiento fabrica lo interno. 

Ningún hombre puede vivir solamente con lo externo, y entonces lo interno llega a ser una necesidad.

Esta división es el terreno donde tiene lugar la batalla entre el «yo» y el «no yo». 

Lo externo es el dios de las religiones y las ideologías; lo interno trata de conformarse a esas imágenes y entonces sobreviene el conflicto. 

No existe ni lo externo ni lo interno, sino solamente lo total. 

El experimentador es lo experimentado. 

La fragmentación es demencia. 

Esta totalidad no es meramente una palabra; existe cuando la división como lo externo y lo interno ha cesado por completo. 

El pensador es el pensamiento. 

Mientras uno estaba paseando sin un solo pensamiento , solamente observando sin el observador, percibió subitamente la presencia de lo sagrado que el pensamiento jamás ha sido capaz de concebir.

Uno se detiene, observa los árboles, los pájaros, observa al transeunte; no es una ilusión ni algo con que la mente se engaña a si misma. 

Está ahí, en los ojos de uno, en todo el ser. 

El color de la mariposa, es la mariposa. 

Los colores que el sol había dejado se estaban desvaneciendo y, antes de que cayera la noche, se dejó ver la tímida luna nueva para desaparecer en seguida detrás del cerro.

DIARIO 2 - J.K - 4 DE OCTUBRE DE 1973

4, Octubre, 1973 

Cuando era un muchacho, acostumbraba él a sentarse bajo un gran árbol que estaba cerca de un estanque donde crecían flores de loto; éstas eran de color rosa y tenían un aroma muy intenso. 

Desde la sombra de ese espacioso árbol, observaba él las delgadas culebras verdes y los camaleones, las ranas y las serpientes acuáticas. 

Su hermano, junto con otros, solía venir para llevárselo a la casa.* 

Era un sitio agradable aquel bajo el árbol, con el río y el estanque. 

Parecia haber tanto espacio, y dentro de éste el árbol creaba su espacio propio. 

Todas las cosas necesitan espacio. 

Todos esos pájaros en los alambres del telégrafo, posándose tan igualmente separados en un tranquilo atardecer, formaban el espacioo para los cielos. 

* Al igual que en otras partes de este libro, Krishnamurti está describiendo su propia infância.

Los dos hermanos acostumbraban sentarse con muchos otros en la habitación de las pinturas; había un canto en sánscrito y después completo silencio; era la meditación del anochecer. 

El hermano más joven solía dormirse hecho un ovillo y despertaba solamente cuando los otros se levantaban para irse. 

La habitación no era demasiado grande, y encerradas entre sus paredes estaban las pinturas, las imãgenes sagradas. 

Dentro de los estrechos confines de un templo o una iglesia, el hombre da forma al vasto movimiento del espacio. 

Es igual en todas partes; en la mezquita ello es retenido en las elegantes líneas de las palabras. 

El amor tiene necesidad de un gran espacio. 

A ese estanque venían a veces culebras y, en ocasiones, la gente; había escalones de piedra por los que se descendia hacia el agua donde florecían los lotos. 

El espacio que crea el pensamiento es mensurable y, en consecuencia, es limitado; su producto son las culturas y las religiones. 

Pero la mente se halla repleta con el pensamiento y está hecha de pensamiento; su conciencia es la estructura dei pensamiento, y dentro de esa mente hay muy poco espacio. 

Pero este espacio es el movimiento del tiempo, de aqui hasta allá, desde su centro hacia sus limites exteriores de conciencia, estrechándose o expandiéndose. 

El espacio que el centro crea para si mismo, es su propia prisión. 

Sus relaciones provienen de este espacio reducido, pero para vivir es indispensable que haya espacio; el espacio de la mente niega el vivir. 

La vida dentro de los estrechos confines dei centro es conflicto, angustia y dolor -y eso no es vivir. 

El espacio, la distancia entre uno y el árbol, es la palabra, el conocimiento, que es tiempo. 

El tiempo es el observador; quien crea la distancia entre él mismo y los árboles, entre él y lo que es.

Sin el observador cesa la distancia. 

La identificación con los árboles, con otra persona o con una fórmula, es la acción del pensamiento en su deseo de protección, de seguridad. 

La distancia lo es desde un punto a otro, y para alcanzar ese punto es necesario el tiempo; la distancia existe solamente cuando hay una dirección, interna o externa. 

Él observador produce una separación, una distancia entre él y lo que es; de esta separación se desarrollan el conflicto y el dolor. 

La transformación de lo que es, ocurre solamente cuando no hay separación ni tiempo entre el que ve y lo visto. 

En el amor no hay distancia. 

El hermano murió, y no había movimiento en ninguna dirección que lo alejara del dolor. 

Este no-movimiento es el cese del tiempo. 

El río comenzaba entre los cerros y las verdes sombras, y con un bramido penetraba en el mar y los horizontes infinitos. 

Los hombres viven en compartimientos con gavetas, y carecen de espacio: son violentos, brutales, agresivos y dañinos; se separan y se destruyen unos a otros. 

El río es la tierra y la tierra es el rio; ninguno de ellos puede existir sin el otro. 

Las palabras no tienen fin, pero la comunicación es verbal y no verbal. 

Escuchar lo verbal, la palabra, es una cosa, y escuchar lo no verbal es otra; lo uno es irrelevante, superficial y conduce a la inacción; lo otro es acción no fragmentaria, es el florecimiento de la bondad.

 Las palabras nos han provisto de bellas paredes, pero no de espacio. 

Los recuerdos, la imaginación, son la agonía del placer, y el amor no es placer. 

La larga y delgada culebra verde estaba ahí esa mañana; era delicada y se hallaba ahí casi entre las hojas verdes; se quedaría allí, inmóvil, esperando y vigilando. 

Se veía la gran cabeza del camaleón; yacía a lo largo de una rama y cambiaba sus colores con bastante frecuencia. 

DIARIO 2 - J.K. - 3 DE OCTUBRE DE 1973

 3 de Octubre,1973 

Tan temprano en la mañana hacía bastante frío en el aeropuerto; el sol acababa de asomar. 

Todos estaban muy arropados y los pobres cargadores tiritaban; se oía el ruido habitual en un aeropuerto, el rugido de los jets, las charlas estridentes, las despedidas y el despegue. 

El avión estaba atestado de turistas, hombres de negocios y otros que se dirigían a la ciudad santa, a la suciedad y apiñamiento humano. 

Pronto la inmensa cadena de los Himalayas se puso rosada al sol de la mañana; estuvimos volando hacia el sudeste y por centenares de millas estos inmensos picos parecían colgar en el aire, bellos y majestuosos. 

El pasajero del asiento contiguo estaba sumergido en un periódico; al otro lado del pasillo había una mujer que se concentraba en su rosario; los turistas hablaban ruidosamente tomándose fotos entre ellos y fotografiando las montañas distantes; todos estaban ocupados en sus cosas y no tenían tiempo para observar la maravilla de la tierra y su serpenteante río sagrado, en la sutil belleza de esas inmensas cumbres que se estaban tornando rosadas. 

Más lejos, al fondo del pasillo, había un hombre a quien se le estaban rindiendo considerables muestras de respeto; no era joven, parecía tener el rostro de una persona instruida, era rápido de movimientos y estaba pulcramente vestido. 

Uno se preguntaba si alguna vez habría visto la verdadera gloria de esas montañas. 

Pronto se levantó y vino hacia el pasajero del asiento contiguo; le pidió cortésmente cambiar de lugar con él. 

Se sentó, presentándose, y preguntó si podia mantener una conversación con nosotros. 

Hablaba en inglés con cierta vacilación, eligiendo las palabras cuidadosamente porque este idioma no le era demasiado familiar; tenía una voz suave y clara y sus maneras eran agradables. 

Comenzó diciendo que se sentía muy afortunado por estar viajando en el mismo avión y por tener esta conversación. 

«Por supuesto, he oído hablar de usted desde mi juventud y solo el otro día escuché su última plática acerca de la meditación y el observador. 

Soy un estudioso, un pandit, y practico mi propio tipo de meditación y disciplina.» 

Las montañas se alejaban hacia el este y debajo de nosotros el río trazaba diseños amplios y acogedores.

 «Usted dijo que el observador es lo observado, que el meditador es la meditación, y que solo hay meditación cuando el observador está ausente. 

Me gustaría ser instruido al respecto. 

Para mí, la meditación ha consistido en el control del pensamiento fijando la mente en lo absoluto.» 

El controlador es lo controlado, ¿no es así? 

El pensamiento es su pensamiento; sin las palabras, sin imágenes ni pensamientos, ¿hay un pensador?

El experimentador es la experiencia; sin experiencia no existe el experimentador. 

El controlador dei pensamiento está hecho de pensamiento; es uno de los fragmentos del pensamiento, llámelo como quiera llamarlo; el agente externo, por sublime que sea, sigue siendo un producto del pensamiento; la actividad del pensamiento es siempre exterior y origina fragmentación.

 «¿Puede la vida vivirse de algún modo sin control? 

¿Ésta es la esencia de la disciplina?.» 

Cuando se ve como un hecho absoluto , como una verdad, que el controlador es lo controlado,surge entonces una clase por completo diferente de energía que transforma lo que es. 

El controlador jamás puede transformar lo que es; puede controlarlo, reprimirlo, modificarlo o escapar de ello, pero nunca puede ir más allá y por encima de ello. 

La vida puede y debe ser vivida sin control alguno. 

Una vida controlada nunca es cuerda, sana; engendra inacabable conflicto, desdicha y confusión.

«Éste es un concepto totalmente nuevo.» 

Si se me permite señalarlo, esto no es una abstracción, una fórmula. 

Solamente existe lo que es. 

El dolor no es una abstracción; uno puede extraer de él una conclusión, un concepto, una estructura verbal, pero eso no será «lo que es», el dolor. 

Las ideologías carecen de realidad; sólo existe lo que es. 

Jamás puede transformarse lo que es, cuando el observador se separa de lo observado. 

«¿Es ésta su experiencia directa?» 

Sería algo completamente vano y estúpido si se tratara meramente de estructuras verbales del pensamiento; hablar de cosas así seria hipocresía. 

«Me hubiera gustado descubrir gracias a usted, qué es la meditación, pero ahora no hay tiempo, ya que vamos a aterrizar.» 

Había guirnaldas cuando llegamos, y el cielo invernal era intensamente azul.

DIARIO 2 - J.K. - 2 DE OCTUBRE DE 1973

 2 de Octubre, 1973 

La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia. 

Toda acción es fragmentaria cuando está fragmentado el contenido de la conciencia. 

Esta actividad engendra conflicto, desdicha y confusión; entonces el dolor es inevitable. 

A esa altura, uno podía ver desde el aire los verdes campos, cada uno por separado del otro en forma, tamaño y color. 

Un torrente bajaba para encontrarse con el mar; mucho más allá estaban las montañas cubiertas de espesa nieve. 

Por todo el país se veían desparramadas grandes ciudades y pueblos; sobre las colinas había castillos, iglesias y casas, y más lejos estaban los vastos desiertos de color pardo, dorado y blanco. 

Después aparecía nuevamente el mar azul y más tierras con densos bosques. 

El país entero era rico y bello. 

É1 paseaba por ahí esperando poder encontrarse con un tigre, y lo encontró. 

Los lugareños habían venido a contarle a su posadero que en la noche pasada un tigre había matado a una ternera, y que regresaría esa noche para matar otra vez.

 ¿Querrían ellos verlo? 

Construirían una plataforma en lo alto de un árbol y desde ahí podría uno ver al gran asesino; atarían también una cabra al árbol para estar seguros de que el tigre vendría. 

Él les explicó que no le agradaría ver que mataran a una cabra para su placer. Así que el asunto fue abandonado. 

Pero en ese mismo anochecer, cuando el sol descendía tras de una ondulada colina, el posadero quiso dar un paseo en automóvil con la esperanza de que, por casualidad, pudieran ver al tigre que había matado a la ternera. 

Viajaron adentrándose unas cuantas millas en el bosque; oscureció totalmente y, con los faros delanteros encendidos, iniciaron el regreso. 

Habían perdido toda esperanza de ver al tigre mientras regresaban. 

Pero justo cuando tomaban una curva, ahí estaba el tigre, sentado sobre sus cuartos traseros en medio del camino, enorme, rayado; con los ojos brillantes ala luz de los faros. 

El automóvil se detuvo y el animal vino hacia ellos gruñendo, y los gruñidos estremecían el auto; era sorprendentemente grande y su larga cola, negra en la punta, se movia lentamente de un lado a otro. 

Se le veía fascinado. 

La ventanilla fue abierta y el tigre pasó gruñendo; él sacó la mano para acariciar esa inmensa energia selvática, pero el posadero tiró apresuradamente de su brazo; más tarde le explicó que el tigre pudo habérselo arrancado. 

Era un animal magnífico, pleno de majestad y poder. 

Por todo ese país había tiranos que le negaban al hombre la libertad, ideólogos que moldeaban su mente, sacerdotes con sus siglos de tradición y creencia esclavizando al hombre; políticos que con sus inacabables promesas estaban generando corrupción y divisiones. 

Por todas partes el hombre está atrapado en el conflicto incesante, en el dolor y en las deslumbradoras luces del placer. 

Todo es tan completamente insensato: el dolor, los esfuerzos y las palabras de los filósofos. 

Muerte, infelicidad, afán, lucha permanente del hombre contra el hombre. 

Esta compleja variedad, modificada por cambios dentro del patrón placer-dolor, constituye el contenido de la conciencia humana, moldeado y condicionado por la cultura en la que ésta se ha nutrido, con sus presiones religiosas y económicas. 

La libertad no se encuentra dentro de los límites de una conciencia semejante; lo que se acepta como libertad es, en realidad, una prisión que se ha hecho soportable en cierto modo gracias al avance de la tecnología. 

En esta prisión hay guerras, guerras que la ciencia y el lucro han hecho cada vez más destructivas. 

La libertad no se halla en el cambio de unas prisiones por otras, ni en el cambio de gurús con su absurda autoridad. 

La autoridad no trae consigo la cordura del orden. 

Por el contrario, engendra desorden, y en este suelo es donde crece y prospera la autoridad. 

La libertad no está fragmentada. 

Una mente no-fragmentada, una mente total, es una mente en libertad. 

Ella «no sabe» que es libre; lo sabido, lo conocido está dentro del área del tiempo -el pasado, a través del presente, hacia el futuro-. 

Todo movimiento es tiempo, y el tiempo no es un factor de libertad. 

La libertad de optar es negación de la libertad; la opción existe solamente donde hay confusión. 

La claridad de percepción, el discernimiento directo, es libertad con respecto al dolor de la opción. 

La luz de la libertad es el orden total. 

Este órden no es hijo del pensamiento, porque toda actividad del pensamiento implica el cultivo de la fragmentación. 

El amor no es un fragmento del pensamiento del placer. 

La percepción de este hecho es inteligencia. 

El amor y la inteligencia son inseparables, y de ello fluye la acción que no engendra dolor. 

El orden es la base fundamental de esa acción.

DIARIO 2 - J.K - 30 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 30, Septiembre, 1973 

Era una larga serpiente amarillenta que cruzaba el camino bajo una higuera de Bengala. 

Él volvía de un prolongado paseo cuando vio a la serpiente. 

La siguió desde muy cerca hasta un montículo de tierra; vió como escudriñaba el interior de cada agujero, completamente ajena a la presencia de él, aunque estaba casi encima de ella. 

Era más bien gruesa y tenía un gran bulto en medio de su largo cuerpo. 

Los aldeanos, de cámino a sus casas, habían cesado de hablar y observaban; uno de ellos nos advirtió que se trataba de una cobra y que sería mejor andarse con cuidado. 

La cobra desapareció dentro de un agujero y él reanudó su camino. 

Retomó al otro día intentando ver a la cobra nuevamente en el mismo sitio. 

No había ninguna serpiente ahí, pero los aldeanos habían puesto un pote chato de leche, algunas caléndulas, una piedra grande con unas cuantas cenizas encima y unas pocas flores más.

Ese lugar se había vuelto sagrado, y ya todos los dias habría flores nuevas; todos los aldeanos de los alrededores sabían que ese sitio se había vuelto sagrado. 

Unos meses más tarde él regresó a aquel lugar; había leche, flores recién cortadas, y la piedra había sido decorada nuevamente. 

Y la higuera de Bengala estaba un poco más vieja. 

El templo dominaba el Mediterrâneo azul; se hallaba en ruinas y solo quedaban las columnas de mármol. 

Fue destruido en una guerra pero seguia siendo un santuario sagrado. 

Una tarde, con el sol iluminando los mármoles, mientras se encontraba uno solo, percibió la atmosfera sagrada; no había alrededor visitantes que perturbaran con su charla interminable. 

Las columnas se estaban tornando de oro puro y el mar lejano se veía intensamente azul. 

Preservada y guardada bajo llave estaba ahí la estatua de la diosa; era permitido verla solamente a horas determinadas y así estaba perdiendo ella la belleza de lo sagrado. 

El mar azul permanecia inmutable. 

Era una encantadora cãsita de campo con un césped que había sido apisonado, segado y escardado por más de un año. 

Todo el lugar se hallaba bien cuidado, era próspero y alegre; detrás de la casa había un pequeño huerto; era un bello lugar, con un arroyo apacible y silencioso que corría junto a él . 

La puerta se abrió y la sujetaron con una escultura del Buda que fue colocada en su sitio de un puntapié.

 El dueño de casa no tenía conciencia alguna de lo que estaba haciendo; para él, era un tope de puerta.

 Uno se preguntó si aquel hombre hubiera hecho lo mismo con una estatua que reverenciara él, porque se trataba de un cristiano. 

La gente niega las cosas sagradas de los otros, pero conserva las propias; las creencias de otro son supersticiones, pero las de uno mismo son razonables y reales.

 ¿Qué es lo sagrado? 

Según dijo, había recogido el objeto en una playa; era una pieza de madera lavada por el mar, con la forma de una cabeza humana. 

Estaba hecha de madera dura y había sido moldeada por las aguas y pulida por muchas estaciones. 

Él la había traído a la casa colocándola sobre la repisa de la chimenea,; la contemplaba de cuando en cuando y admiraba lo que había hecho. 

Un día le puso alrededor algunas flores, y después eso se repitió cotidianamente. 

Se sentia incómodo si no había flores frescas todos los dias; y, poco a poco, ese trozo de madera moldeada se volvió una cosa importante en su vida. 

No habría permitido que nadie la tocara excepto él mismo (los demás podrían profanarla); antes de tocarla, se lavaba las manos. 

La cosa se había convertido en algo santo, sagrado, y solamente él era el alto sacerdote de ella; la representaba; ella le enseñaba cosas que él jamás hubiera sabido por sí mismo. 

Su vida se había llenado con eso y, según decía, era inexpresablemente feliz.

 ¿Qué es lo sagrado?

 No las cosas hechas por la mente o por la mano o por el mar. 

El símbolo nunca es lo real; la palabra hierba no es la hierba del campo; la palabra dios no es dios. 

La palabra jamás contiene lo total, por ingeniosa que sea la descripción. 

La palabra «sagrado» no tiene por sí misma significado alguno; se vuelve sagrada únicamente en su relación con algo, ilusorio o real. 

Lo real no son las palabras de la mente; la realidad, la verdad no puede ser tocada por el pensamiento.

 Donde está el percibir, no está la verdad. 

El pensador y el pensamiento deben llegar a su fin para que la verdad sea. 

Entonçes, «lo que es», es lo sagrado -ese antiguo mármol con el sol dorado sobre él, esa serpiente y el aldeano-. 

Donde no hay amor nada es sagrado. 

El amor es totalidad; en el amor no existe la fragmentación.

DIARIO 2 - J.K. - 29 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 29 de Septiembre, 1973 

Las lluvias estaban llegando a su término y el horizonte ondulaba con nubes doradas y blancas; hinchadas por el viento, se remontaban al cielo verdeazul. 

Todas las hojas de todos los arbustos lucían lavadas y limpias, relumbrantes bajo el sol mañanero. 

Era una mañana deliciosa, la tierra se regocijaba y parecia haber una bendición en el aire.

 Desde esa habitación situada en los altos, podia verse el mar azul, el río que fluía hacia su interior, las palmeras y los mangos. 

La respiración se detenía ante la maravilla de la tierra y la inmensa configuración de las nubes. 

Era muy temprano, había mucha quietud y el ruido aún no había comenzado; escaso tráfico cruzaba el puente, tan sólo una larga fila de carretas de bueyes cargadas con heno. 

Años después llegarían los autobuses con su bullicio y su polución de la atmósfera. 

Era una bella mañana, una mañana plena de dicha y poesía. 

Los dos hermanos eran conducidos en un automóvil hacia un pueblo próximo para que visitarán al padre, a quien no habían visto por cerca de quince años o más. 

Debían marchar a pie una corta distancia por un camino muy mal conservado. 

Llegaron hasta un estanque, un depósito de agua que tenía en todos sus costados escalones de piedra, los que conducían hacia abajo, donde estaba el agua pura. 

En un extremo había un templete que tenía en su cúspide una pequeña torre cuadrada y más bien angosta; alrededor de la misma se veían muchas imágenes de piedra. 

En la galeria del templo que dominaba el gran estanque, había unas cuantas personas absolutamente inmóviles como esas imágenes de la torre, y se hallaban entregadas a la meditación. 

Más allá del agua, justo detrás de algunas casas, se encontraba la casa donde vivía el padre. 

Este salió cuando los dos hermanos se aproximaron, y ellos lo saludaron prostemándose completamente y tocando sus pies. 

Eran tímidos y esperaron que él hablara, como era la costumbre. 

Antes de pronunciar una palabra, entró él en casa para lavarse los pies, porque los muchachos los habían tocado. 

Era un brahmín muy ortodoxo, y nadie podia tocarlo excepto otro brahmín, y sus dos hijos se habían contaminado por haberse mezclado con otros que no eran de su clase y por haber comido alimentos cocinados por no-brahmines. 

Por lo tanto, él lavó sus pies y se sentó en el piso, no demasiado cerca de sus contaminados hijos.

Hablaron por un tiempo, y se acercaba la hora de la comida. 

El los despidió porque no podia comer con ellos ya que habían dejado de ser brahamines. 

El debía de sentir afecto por ellos, porque después de todo eran sus hijos a quienes no había visto por tantos años. 

Si la madre de ellos hubiera estado viva, podría haberles servido de comer, pero seguramente no habría comido con sus hijos. 

Ambos; padre y madre, deben de haber sentido un afecto profundo por sus hijos, pero la ortodoxia y la tradición prohíben cualquier contacto físico con los mismos. 

La tradición es muy fuerte, más fuerte que el amor. 

La tradición de la guerra es más fuerte que el amor; la tradición de matar para comer y matar al que llamamos enemigo, niega la sensibilidad y el afecto humano; la tradición de largas jornadas de trabajo engendra una eficiente crueldad; la tradición del matrimonio pronto se convierte en esclavitud; las tradiciones de rico y del pobre los mantienen apartados uno de otro. 

Cada profesión tiene su tradición propia, su propia élite que genera envidia y enemistad. 

Las ceremonias tradicionales y los rituales que, por todo el mundo, se profesan en los lugares del culto, han separado al hombre del hombre, y las palabras y los gestos no tienen ningún sentido. 

Un millar.de ayeres, por plenos y hermosos que puedan ser, niegan el amor. 

Se cruza por un raquítico puente, al otro lado de una corriente fangosa que se une al rio grande y ancho; y se llega entonces a un villorio de casas de adobe. 

Hay gran cantidad de niños gritando y jugando; las personas mayores se encuentran en los campos o se dedican a la pesca o al trabajo en la ciudad cercana. 

En una pequeña habitación oscura, la ventana es una abertura en el muro; las moscas no penetraban en esta oscuridad. 

Hacía fresco ahí adentro. 

En ese pequeño espacio había un tejedor con un gran telar; no sabia leer pero, habiendo sido educado a su manera, era cortês y estaba totalmente absorto en sus labores. 

Sacó del telar una tela exquisita, con bellos diseños en oro y plata. 

Cualquiera fuera el color del lienzo o de la seda, él podia tejer, dentro de los dibujos tradicionales, lo más fino y mejor. 

Había nacido para esa tradición; era pequeño, gentil y estaba ansioso por demostrar su maravilloso talento. 

Uno lo contemplaba, veia asombrado y con amor en el corazón, cómo de los hilos de seda producía la más fina de las telas. 

La pieza tejida tenía una gran belleza, nacida de la tradición.

DIARIO 2 - J.K - 28 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 28, Septiernbre, 1973 

El enorme perro acababa de matar una cabra; lo habían castigado severamente y lo habían atado, y ahora estaba gimiendo y ladrando. 

La casa se encontraba rodeada por un alto muro, pero de algún modo la cabra había logrado penetrar y el perro la cazó y la mató. 

El dueño de la casa indemnizó al de la cabra con palabras y dinero. 

Era una casa grande rodeada de árboles, y el césped nunca estaba completamente verde por más que lo regaran. 

El sol era cruelmente intenso y todas las flores y arbustos tenían que ser regados dos veces al día; la tierra era pobre y el calor diurno casi marchitaba la vegetación. 

Pero los árboles se habían desarrollado alcanzando un gran tamaño, y daban una sombra confortable a la cual podia uno sentarse temprano en la mañana cuando el sol se encontraba todavia detrás de los árboles. 

Era un buen lugar si uno quería sentarse quietamente y abandonarse a la meditación, pero no si uno deseaba soñar despierto o perderse en alguna ilusión satisfactoria. 

Esas sombras eran demasiado severas, demasiado exigentes, porque todo el lugar estaba entregado a esa clase de quieta contemplación. 

Uno podría complacerse en amables fantasias, pero pronto habría de descubrir que el lugar no invítaba a las imágenes del pensamiento. 

Sentado, con un lienzo que le cubría la cabeza, sollozaba; su mujer acababa de morir. 

Él no deseaba que sus hijos vieran sus lágrimas; ellos también estaban llorando, sin comprender en absoluto lo que había sucedido. 

Madre de muchos hijos, había estado sintiéndose mal, y últimamente había caído muy enferma; el padre, se sentaba a la cabecera de la cama y parecia no moverse de ahí. 

Y un día, después de algunas ceremonias, se llevaron a la madre. 

La casa había quedado extrañamente vacía sin el perfume que la madre le había dado, y ya nunca fue la misma casa, porque ahora reinaba en ella el dolor. 

El padre lo sabía; los niños habían perdido a alguien para siempre, pero hasta ahora no habían conocido el significado del dolor. 

El dolor está siempre ahí, no podemos meramente olvidarlo, no podemos encubrirlo mediante alguna forma de entretenimiento -religioso o de otra clase-. 

Podremos escapar de él, pero siempre estará ahí para encontramos nuevamente. 

Uno podrá entregarse a alguna clase de culto, o abandonarse a alguna creencia consoladora, pero el dolor aparecerá otra vez sin que se le invite. 

El florecimiento del dolor es amargura, cinismo o algún comportamiento neurótico. 

Puede volverlo a uno agresivo, violento y desagradable en el modo de conducirse, pero el dolor estará ahí en nuestro corazón, esperando y acechando. 

Hagamos lo que hagamos, no podemos escapar de él. 

El amor que conocemos, termina en el dolor; el dolor es tiempo, el dolor es pensamiento. 

Derriban el árbol y no derramamos una lágrima; matan un animal para nuestro gusto; la tierra es destruida para nuestro placer; nos educan para matar, destruir -el hombre contra el hombre-. 

La nueva tecnologia y las máquinas están reemplazando los pesados trabajos del hombre, pero no podemos acabar con el dolor mediante las cosas que ha producido el pensamiento. 

El amor no es placer. 

Ella vino desesperada en su dolor; hablaba expresando a borbotones todas las cosas por las que había pasado, la muerte, las insensateces de los hijos con su dedicación a la política, con sus divorcios, sus frustraciones y su amargura, y la completa inutilidad de una vida carente de sentido. 

Ella ya no era joven; en su juventud se había divertido, había tenido un interés pasajero por la política, un poco por la economia y, más o menos, había llevado la clase de vida que casi todos llevan. 

Su marido había muerto recientemente y todo el dolor parecia abatirse sobre ella. 

Se tranquilizó mientras hablábamos. 

Cualquier movimiento del pensar es la profundización del dolor.

<<El pensamiento con sus recuerdos, con sus imágenes de placer y dolor, con su soledad y sus lágrimas, con su autocompasión y sus remordimientos, es el terreno donde arraiga el dolor. 

Escuche lo que se está diciendo. 

Simplemente preste atención -no a los ecos del pasado, no a la superación del dolor o al modo de escapar de su tortura- escuche con el corazón, con todo su ser lo que ahora se está diciendo. 

Su dependencia y apego han preparado el suelo para su dolor. 

Al descuidar el estudio de sí misma y la belleza que ello trae consigo, ha estado alimentando su dolor; todas sus actividades egocêntricas la han conducido a este dolor. 

Simplemente escuche lo que se está diciendo; permanezca con el dolor, no se aleje de él. 

Cualquier movimiento dei pensar es el fortalecimiento del dolor. 

El pensamiento no es amor. 

En el amor no existe el dolor.»

DIARIO 2 -J.K. - 27 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 27, Septiembre, 1973 

Era un templo en ruinas, con sus largos corredores descubiertos, sus portones, las estatuas decapitadas y los átrios desiertos. 

Se había convertido en santuario para pájaros, monos, loros y palomas. Algunas de aquellas estatuas eran todavia imponentes en su belleza; tenían una serena dignidad. 

Todo el lugar se hallaba sorprendentemente limpio, y uno podia sentarse en el suelo para observar a los monos y a los pájaros parlanchines. 

Alguna vez, hace muchísimos años. el templo debió haber sido un lugar floreciente con miles de adoradores, con guimaldas, incienso y plegarias, 

La atmosfera de aquello aún persistia -las esperanzas de esas personas, sus temores y su reverencia-. 

El santuario sagrado había muerto mucho tiempo atrás. 

En estos momentos los monos se estaban perdiendo de vista a medida que aumentaba el calor, pero los loros y las palomas tenían sus nidos en los agujeros y grietas de los altos muros. 

Este antiguo templo en ruinas se hallaba demasiado lejos de los pobladores de la aldea como para que ellos continuaran destruyéndolo. 

De llegar hasta él, hubieran profanado el vacío. 

La religión se ha convertido en superstición y adoración de imágenes, en creencia y ritual. 

Ha perdido la belleza de la verdad; el incienso ha ocupado el sitio de la realidad. 

En vez de la percepción directa, está en su lugar la imagen tallada por la mano o la mente. 

El único y verdadero interés de la religión es la transformación total del hombre. 

Y todo el circo que se desarrolla en torno a la religión es un desatino. 

Por eso es que la verdad no puede encontrarse en ningún templo, iglesia ni mezquita, por hermosos que sean. 

La belleza de la verdad y la belleza del mármol son dos cosas diferentes. 

Una abre la puerta a lo inconmensurable, y la otra aprisiona al hombre; una conduce a la libertad, y la otra es la esclavitud del pensamiento. 

El romanticismo y el sentimentalismo niegan la verdadera naturaleza de la religión, que tampoco es un juguete dei intelecto. 

El conocimiento en el área de la acción, es necesario para que uno funcione con eficiencia y objetividad, pero el conocimiento no es el medio para la transformación del hombre; el conocimiento es la estructura dei pensamiento, y éste es la monótona repetición de lo conocido, por modificado y ampliado que esté. 

No hay libertad por los caminos dei pensamiento, de lo conocido. 

La larga serpiente yacía muy quieta, paralela al reborde seco de los arrozales, voluptuosamente verde y brillante bajo el sol matinal. 

Tal vez se hallaba descansando o acechaba a alguna rana descuidada. 

Las ranas se enviaban por entonces a Europa para ser comidas como una exquisitez. 

La serpiente era larga, amarillenta y se mantenía inmóvil; tenía casi el color de la tierra reseca y resultaba difícil distinguiria, pero la luz del día se reflejaba en sus oscuros ojos. 

La única cosa que se movia, hacia dentro y fuera, era su negra lengua. 

La serpiente no podia advertir la presencia del observador que se hallaba un poco detrás de su cabeza. 

La muerte estaba en todas partes esa mañana. 

Uno podia escucharla en la aldea -los grandes llantos mientras el cuerpo era transportado envuelto en un lienzo; un milano se abatía velozmente sobre un pájaro; algún animal estaba siendo muerto y se oían sus lamentos agónicos-. 

Ello era así día tras día; la muerte siempre está en todas partes, como el dolor. 

La belleza de la verdad y sus sutilezas no se encuentran en las creencias ni en el dogma; nunca están donde el hombre pueda encontrarlas, porque no existe un sendero que conduzca a esa belleza, que no es un punto fijo, un refugio protector. 

Ella tiene su propia delicadeza, y su amor no puede ser medido ni puedé uno retenerlo, experimentarlo.

No tiene un valor comercial que pueda usarse y descartarse. 

Está ahí cuando la mente y el corazón se encuentran vacíos de las cosas del pensamiento. 

El monje o el pobre no están cerca de la verdad, y tampoco lo está el rico; ni el intelectual ni el hombre talentoso pueden tocarla. 

Quien dice que conoce la verdad, jamás se ha acercado a ella. 

Estar muy lejos del mundo implica, tarde o temprano, vivirla. 

Esa mañana los papagayos chillaban revoloteando en tomo al tamarindo; su inquieta actividad, el ir y venir, empiezan muy temprano. 

Se veían como rayas brillantes de color verde con inertes picos rojos. 

Nunca parecían volar en línea recta, siempre lo hacían zigzagueando y chillando mientras volaban.

Ocasionalmente, venían a detenerse en el parapeto del balcón; entonces uno podia observarlos, pero no por mucho tiempo porque volvían a ir se con su extravagante y ruidoso vuelo. 

El único enemigo que tienen parece ser el hombre, que los encierra en jaulas.