DIARIO 2 - J.K. - 3 DE OCTUBRE DE 1973

 3 de Octubre,1973 

Tan temprano en la mañana hacía bastante frío en el aeropuerto; el sol acababa de asomar. 

Todos estaban muy arropados y los pobres cargadores tiritaban; se oía el ruido habitual en un aeropuerto, el rugido de los jets, las charlas estridentes, las despedidas y el despegue. 

El avión estaba atestado de turistas, hombres de negocios y otros que se dirigían a la ciudad santa, a la suciedad y apiñamiento humano. 

Pronto la inmensa cadena de los Himalayas se puso rosada al sol de la mañana; estuvimos volando hacia el sudeste y por centenares de millas estos inmensos picos parecían colgar en el aire, bellos y majestuosos. 

El pasajero del asiento contiguo estaba sumergido en un periódico; al otro lado del pasillo había una mujer que se concentraba en su rosario; los turistas hablaban ruidosamente tomándose fotos entre ellos y fotografiando las montañas distantes; todos estaban ocupados en sus cosas y no tenían tiempo para observar la maravilla de la tierra y su serpenteante río sagrado, en la sutil belleza de esas inmensas cumbres que se estaban tornando rosadas. 

Más lejos, al fondo del pasillo, había un hombre a quien se le estaban rindiendo considerables muestras de respeto; no era joven, parecía tener el rostro de una persona instruida, era rápido de movimientos y estaba pulcramente vestido. 

Uno se preguntaba si alguna vez habría visto la verdadera gloria de esas montañas. 

Pronto se levantó y vino hacia el pasajero del asiento contiguo; le pidió cortésmente cambiar de lugar con él. 

Se sentó, presentándose, y preguntó si podia mantener una conversación con nosotros. 

Hablaba en inglés con cierta vacilación, eligiendo las palabras cuidadosamente porque este idioma no le era demasiado familiar; tenía una voz suave y clara y sus maneras eran agradables. 

Comenzó diciendo que se sentía muy afortunado por estar viajando en el mismo avión y por tener esta conversación. 

«Por supuesto, he oído hablar de usted desde mi juventud y solo el otro día escuché su última plática acerca de la meditación y el observador. 

Soy un estudioso, un pandit, y practico mi propio tipo de meditación y disciplina.» 

Las montañas se alejaban hacia el este y debajo de nosotros el río trazaba diseños amplios y acogedores.

 «Usted dijo que el observador es lo observado, que el meditador es la meditación, y que solo hay meditación cuando el observador está ausente. 

Me gustaría ser instruido al respecto. 

Para mí, la meditación ha consistido en el control del pensamiento fijando la mente en lo absoluto.» 

El controlador es lo controlado, ¿no es así? 

El pensamiento es su pensamiento; sin las palabras, sin imágenes ni pensamientos, ¿hay un pensador?

El experimentador es la experiencia; sin experiencia no existe el experimentador. 

El controlador dei pensamiento está hecho de pensamiento; es uno de los fragmentos del pensamiento, llámelo como quiera llamarlo; el agente externo, por sublime que sea, sigue siendo un producto del pensamiento; la actividad del pensamiento es siempre exterior y origina fragmentación.

 «¿Puede la vida vivirse de algún modo sin control? 

¿Ésta es la esencia de la disciplina?.» 

Cuando se ve como un hecho absoluto , como una verdad, que el controlador es lo controlado,surge entonces una clase por completo diferente de energía que transforma lo que es. 

El controlador jamás puede transformar lo que es; puede controlarlo, reprimirlo, modificarlo o escapar de ello, pero nunca puede ir más allá y por encima de ello. 

La vida puede y debe ser vivida sin control alguno. 

Una vida controlada nunca es cuerda, sana; engendra inacabable conflicto, desdicha y confusión.

«Éste es un concepto totalmente nuevo.» 

Si se me permite señalarlo, esto no es una abstracción, una fórmula. 

Solamente existe lo que es. 

El dolor no es una abstracción; uno puede extraer de él una conclusión, un concepto, una estructura verbal, pero eso no será «lo que es», el dolor. 

Las ideologías carecen de realidad; sólo existe lo que es. 

Jamás puede transformarse lo que es, cuando el observador se separa de lo observado. 

«¿Es ésta su experiencia directa?» 

Sería algo completamente vano y estúpido si se tratara meramente de estructuras verbales del pensamiento; hablar de cosas así seria hipocresía. 

«Me hubiera gustado descubrir gracias a usted, qué es la meditación, pero ahora no hay tiempo, ya que vamos a aterrizar.» 

Había guirnaldas cuando llegamos, y el cielo invernal era intensamente azul.

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