27, Septiembre, 1973
Era un templo en ruinas, con sus largos corredores descubiertos, sus portones, las estatuas decapitadas y los átrios desiertos.
Se había convertido en santuario para pájaros, monos, loros y palomas. Algunas de aquellas estatuas eran todavia imponentes en su belleza; tenían una serena dignidad.
Todo el lugar se hallaba sorprendentemente limpio, y uno podia sentarse en el suelo para observar a los monos y a los pájaros parlanchines.
Alguna vez, hace muchísimos años. el templo debió haber sido un lugar floreciente con miles de adoradores, con guimaldas, incienso y plegarias,
La atmosfera de aquello aún persistia -las esperanzas de esas personas, sus temores y su reverencia-.
El santuario sagrado había muerto mucho tiempo atrás.
En estos momentos los monos se estaban perdiendo de vista a medida que aumentaba el calor, pero los loros y las palomas tenían sus nidos en los agujeros y grietas de los altos muros.
Este antiguo templo en ruinas se hallaba demasiado lejos de los pobladores de la aldea como para que ellos continuaran destruyéndolo.
De llegar hasta él, hubieran profanado el vacío.
La religión se ha convertido en superstición y adoración de imágenes, en creencia y ritual.
Ha perdido la belleza de la verdad; el incienso ha ocupado el sitio de la realidad.
En vez de la percepción directa, está en su lugar la imagen tallada por la mano o la mente.
El único y verdadero interés de la religión es la transformación total del hombre.
Y todo el circo que se desarrolla en torno a la religión es un desatino.
Por eso es que la verdad no puede encontrarse en ningún templo, iglesia ni mezquita, por hermosos que sean.
La belleza de la verdad y la belleza del mármol son dos cosas diferentes.
Una abre la puerta a lo inconmensurable, y la otra aprisiona al hombre; una conduce a la libertad, y la otra es la esclavitud del pensamiento.
El romanticismo y el sentimentalismo niegan la verdadera naturaleza de la religión, que tampoco es un juguete dei intelecto.
El conocimiento en el área de la acción, es necesario para que uno funcione con eficiencia y objetividad, pero el conocimiento no es el medio para la transformación del hombre; el conocimiento es la estructura dei pensamiento, y éste es la monótona repetición de lo conocido, por modificado y ampliado que esté.
No hay libertad por los caminos dei pensamiento, de lo conocido.
La larga serpiente yacía muy quieta, paralela al reborde seco de los arrozales, voluptuosamente verde y brillante bajo el sol matinal.
Tal vez se hallaba descansando o acechaba a alguna rana descuidada.
Las ranas se enviaban por entonces a Europa para ser comidas como una exquisitez.
La serpiente era larga, amarillenta y se mantenía inmóvil; tenía casi el color de la tierra reseca y resultaba difícil distinguiria, pero la luz del día se reflejaba en sus oscuros ojos.
La única cosa que se movia, hacia dentro y fuera, era su negra lengua.
La serpiente no podia advertir la presencia del observador que se hallaba un poco detrás de su cabeza.
La muerte estaba en todas partes esa mañana.
Uno podia escucharla en la aldea -los grandes llantos mientras el cuerpo era transportado envuelto en un lienzo; un milano se abatía velozmente sobre un pájaro; algún animal estaba siendo muerto y se oían sus lamentos agónicos-.
Ello era así día tras día; la muerte siempre está en todas partes, como el dolor.
La belleza de la verdad y sus sutilezas no se encuentran en las creencias ni en el dogma; nunca están donde el hombre pueda encontrarlas, porque no existe un sendero que conduzca a esa belleza, que no es un punto fijo, un refugio protector.
Ella tiene su propia delicadeza, y su amor no puede ser medido ni puedé uno retenerlo, experimentarlo.
No tiene un valor comercial que pueda usarse y descartarse.
Está ahí cuando la mente y el corazón se encuentran vacíos de las cosas del pensamiento.
El monje o el pobre no están cerca de la verdad, y tampoco lo está el rico; ni el intelectual ni el hombre talentoso pueden tocarla.
Quien dice que conoce la verdad, jamás se ha acercado a ella.
Estar muy lejos del mundo implica, tarde o temprano, vivirla.
Esa mañana los papagayos chillaban revoloteando en tomo al tamarindo; su inquieta actividad, el ir y venir, empiezan muy temprano.
Se veían como rayas brillantes de color verde con inertes picos rojos.
Nunca parecían volar en línea recta, siempre lo hacían zigzagueando y chillando mientras volaban.
Ocasionalmente, venían a detenerse en el parapeto del balcón; entonces uno podia observarlos, pero no por mucho tiempo porque volvían a ir se con su extravagante y ruidoso vuelo.
El único enemigo que tienen parece ser el hombre, que los encierra en jaulas.
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