EL ARTE DE ESCUCHAR - 8 - J.K. -

 SEGUNDA PLÁTICA EN OMMEN 

Amigos: Para comprender el movimiento constante de la vida, la mente debe estar libre de la carga del conocimiento explicativo, libre del intento de retener las lecciones autoprotectoras de la experiencia. Tiene que afrontar la vida de nuevo cada día, y en ese afrontar está la comprensión. La mayoría de nosotros se da cuenta, consciente o inconscientemente, de que existe una vacuidad, una insuficiencia en nuestras vidas, y tratamos de escapar de esa insuficiencia, por medio de la sensación, del olvido o del trabajo. En la búsqueda de sensación vamos de una experiencia a otra; deseamos una mayor variedad en la sensación, y a este movimiento de la sensación lo llamamos experiencia. Sin embargo, ese vacío, esa soledad no cesa de existir. Simplemente tratamos de escapar de ella mediante la experiencia, y este intento de escapar, este esfuerzo por llenar el vacío con las experiencias, con el mero conocimiento, sólo crea una insuficiencia mayor. Donde hay vacuidad, siempre existen un anhelar y un codiciar. Donde hay deseo, jamás puede haber discernimiento. La opción, que se basa en el deseo, nunca puede generar discernimiento. La opción es el conflicto de los opuestos. Al optar, al elegir entre opuestos, creamos meramente más opuestos. Lo que se considera esencial se convierte en lo no esencial, y este movimiento no es progreso. La opción crea los opuestos. En tanto la mente esté presa en este sistema de opuestos, jamás puede haber discernimiento. Donde hay deseo, hay vacuidad. Uno no puede destruir el deseo, no puede librarse de él, sino que debe descubrir la causa que origina al deseo. Ahora bien, debido a que en nosotros mismos hay insuficiencia, tratamos de llenar esa vacuidad mediante diversas clases de sensación, desde las formas más groseras a las más sutiles. El deseo existe sólo cuando no hay una verdadera comprensión de los valores. Cuando se den cuenta de esto con la totalidad del ser, comenzarán a discernir el valor intrínseco de todas las cosas; entonces ya no percibirán los valores como meros resultados de los opuestos. Cuando hay deseo, la acción tiene que ser incompleta. Entonces, esa acción incompleta incrementa más aún la vacuidad de la mente y del corazón. En la percepción alerta hay discernimiento, en el cual no existe la opción. La opción es una lucha incesante, un incesante conflicto.

Pregunta: 

Explique, por favor, claramente, qué entiende usted por franqueza como algo distinto de la sinceridad. ¿Quiere decir que primero debemos ser absolutamente veraces en nosotros mismos, en lo que hacemos, sentimos y pensamos, a fin de comprender la vida en su totalidad? 

KRISHNAMURTI: Lo que entiendo por sinceridad es esto: Usted tiene en su mente un ideal, un preconcepto o un patrón, el cual moldea su pensamiento y su conducta. Trata de ser sincero respecto de ese ideal o principio. A una persona que moldea así su vida, que se atiene rígidamente a una idea o a un principio, ustedes la llaman “sincera”. Cuanto más estrechamente vive ella conforme a ese principio (y los principios e ideales tienen que ser limitados), más sincera es. Para mí, una persona semejante jamás comprende el fluir de la realidad. Ahora bien, la franqueza es apertura que revela, sin prejuicio alguno, la realidad, el presente. Sólo siendo usted inteligentemente franco puede descubrir su propia limitación. Esto no puede hacerlo siendo meramente sincero conforme a un ideal, a una esperanza. Puede descubrir sus propias pequeñas vanidades, sus trabas y sus presunciones, sólo a través de una absoluta franqueza. En primer lugar, tiene que averiguar lo que usted es; sólo entonces sabrá cómo actuar en relación con lo que descubra. La mayoría de la gente piensa conforme a cierto patrón o principio, o su pensamiento está influido o controlado por el medio, lo cual debe, naturalmente, impedir el flujo de la realidad. Para descubrir estos obstáculos, la mente debe darse cuenta de sus propios pensamientos y, permitiéndoles inteligentemente expresarse con libertad, uno comienza entonces a discernir los secretos temores, las secretas esperanzas que constantemente lanzan barreras contra la expresión plena de la vida, lo cual ocasiona sufrimiento. Esto requiere gran franqueza y una necesidad intensa de comprender, pero si hay deseo, se destruye la acción de la inteligencia que implica la comprensión del presente. Esta falta de discernimiento crea dualidad en la acción, y esta insuficiencia es la causa del sufrimiento. 

Pregunto:

 He encontrado que, en el proceso de librarse de las barreras personales, uno siente el impulso de la autodisciplina. Usted dice que no cree en la autodisciplina. ¿Qué es lo que entiende por autodisciplina?

KRISHNAMURTI:

 No sé si usted ha formulado esta pregunta para descubrir realmente lo que pienso, o si está fuertemente a favor de la autodisciplina que, en su sentir, usted posee, y entonces la contrapone a lo que yo tengo que decir al respecto. Si está resueltamente opuesto a lo que digo, entonces eso pone fin a la discusión. No piense que usted no debe tener autodisciplina porque yo hablo de la inutilidad de la autodisciplina. Casi todos los que se han reunido aquí, ya tienen sus mentes dispuestas en el sentido de que la autodisciplina es esencial. La han practicado durante años. El sistema y las creencias que tienen así lo exigen, sus religiones insisten en ello, sus libros sagrados lo proclaman en voz alta, y ustedes mismos sostienen que la autodisciplina es de gran valor. Pero si quieren averiguar qué es lo que yo pienso al respecto, deben tratar de comprender el significado total de la autodisciplina y no sólo una parte de él. Una persona que quiere ser consecuente, debe someterse a la autodisciplina. Ahora bien, ¿por qué tiene que ser consecuente? ¿No es, acaso, porque no puede comprender el movimiento rápido del presente? ¿No es porque no puede seguir el rápido cambio y el significado de la experiencia? A causa de que la mente no puede encarar la experiencia, afrontar la vida de una manera completa, total, recurre a un patrón de conducta, a una autoridad tras de la cual se refugia, temerosa de enfrentarse con lo desconocido. Para la comprensión de la experiencia, no hay precedente. La mente trata de vivir en la vibrante plenitud del hoy, con la carga de los reyes muertos. Así, la acción presente es forzada en los canales del pasado. De esto surge el dicho, nacido del temor: “debo” o “no debo”. Atienda a la falta de comprensión que exige autodisciplina, y no al mejor método de disciplina. Usted es una cosa hoy y otra cosa mañana. Es diferente hoy de lo que será mañana. No obstante, la mente se fuerza y se distorsiona para seguir cierta norma, con lo cual usted crea un conflicto. Por eso nunca hay integridad en la acción, nunca hay una realización plena y verdadera. La consecuencia con un principio involucra a la memoria, implica el recuerdo de cierto ideal, de cierto patrón predeterminado que se basa en el miedo y en la autoprotección. Lo que los disciplina es el recuerdo de aquello que ya está muerto. Ahora bien, si actúan constantemente conforme a ese recuerdo, ¿cómo pueden vivir espontáneamente o seguir los rápidos movimientos de la verdad? Tienen que comprender el significado del deseo de ser consecuentes -la causa-, antes de abandonar la autodisciplina -el resultado-.

Debido a que no afrontamos de manera total cada acontecimiento de la vida, surge el conflicto que da origen al recuerdo. La mente se identifica con este sufrimiento, a causa del cual crea para sí misma un principio autoprotector, y con esta medida son juzgadas y controladas todas las experiencias. Sólo cuando sufre, la mente procura escapar, consciente o inconscientemente, hacia el patrón preestablecido, y de esto surgen los defensivos “debo” y “no debo”. Si usted puede discernir la causa del temor, la cual produce estos ideales autoprotectores que exigen consecuencia y el rígido seguimiento de una disciplina, entonces, sin esfuerzo alguno para superar el temor, la mente se librará de él. Cuando hay una gran separación entre pensamiento y acción, tiene que haber conflicto, sufrimiento; y la autodisciplina se considera necesaria para tender un puente sobre este abismo, para realizar la integridad. Mediante la autodisciplina jamás puede haber integridad de acción. Ésta puede hacerse realidad cuando la mente se halla libre de las barreras autoprotectoras, de los prejuicios y temores. El mero ajuste a un patrón mediante la autodisciplina y el control, destruye el significado y la reveladora profundidad de la acción; de ese modo, la mente y el corazón se vuelven poco a poco estériles, insustanciales y vacuos. “He encontrado que en el proceso de librarnos de nuestras barreras personales, uno siente el impulso de la autodisciplina”. Lo que uno conquista no es perdurable. Sólo al comprender la causa de las limitaciones, éstas desaparecen realmente cediendo el lugar a la inteligencia. Donde hay conquista de algo, hay esclavitud. En el conquistar no hay inteligencia; sólo hay dominación y un oculto deterioro. Toda conquista indica el atractivo de algo ulterior, pero la causa de la limitación sigue ahí. Sólo en la inteligente comprensión de la causa de los obstáculos, hay libertad respecto del sufrimiento. Su intento de vencer las limitaciones está impulsado por el deseo de recompensa. De modo que no ha superado su barrera, en absoluto. Se ha disciplinado sólo con el fin de obtener alguna otra cosa. Y, debido a que piensa en lo que obtendrá a cambio de su acción, de su autodisciplina, su acción y su disciplina no tienen absolutamente ningún valor. 

Pregunta: 

¿Debe uno desembarazarse del anhelo, a fin de obtener la liberación? Si es así, ¿cómo puede la liberación ser alcanzada sin el ejercicio del autocontrol y la autodisciplina?

KRISHNAMURTI: 

El anhelo sin comprensión crea conflicto y, para escapar de este sufrimiento, hay una búsqueda de la verdad, de la felicidad, de la liberación. Así que, en vez de buscar la liberación, la verdad, ocupémonos de lo que es más familiar para nosotros, el conflicto y el sufrimiento, interesémonos en la realidad y no en las ilusiones que nos ofrecen escapes y refugios convenientes. Ocupémonos, pues, de la causa del sufrimiento. El deseo mismo, consciente o inconsciente, de evitar el sufrimiento, de encontrarle un sustituto y de cultivar su opuesto, genera falta de comprensión del presente. Los numerosos prejuicios, las múltiples limitaciones que la mente ha erigido en torno de sí misma en su búsqueda de autoprotección, originan dolor cuando entran en contacto con la siempre viviente cualidad de la experiencia. Este sufrimiento no es para ser superado mediante la autodisciplina y el autocontrol, pero cuando la mente se libera de las limitaciones e ilusiones autoprotectoras, existe el éxtasis de la vida. Esta liberación respecto de lo falso, de lo estúpido, no puede ser realizada por medio del autoanálisis, sino en la percepción plena de la acción misma. La autodisciplina no es sino ajuste a una forma establecida de escape, a un ideal, y en esto no hay inteligencia. La percepción alerta, ese discernimiento en el que no hay ajuste ni compulsión, revela las ilusiones y los obstáculos que se ocultan, impidiendo que la mente actúe con plenitud; sólo esa plenitud de acción hace de la vida un devenir eterno. 

Pregunta: 

En la reunión dedicada a las discusiones, se afirmó que un hombre podía librarse de sus obstáculos, comprendiéndolos. En consecuencia, debemos presumir, que, si sentimos que nuestros obstáculos aún no han desaparecido, es porque todavía no los hemos comprendido totalmente, Muchos de nosotros sentimos que los obstáculos aumentan cuando nos esforzamos en comprenderlos. 

KRISHNAMURTI: 

Es natural que aumenten, porque usted hace un esfuerzo para librarse de los numerosos obstáculos a fin de obtener la verdad, la felicidad o la liberación. Pone énfasis en la liberación, en la verdad, porque le ofrecen un escape, y así los obstáculos aumentan y florecen. ¿Por qué hace un esfuerzo para comprender sus obstáculos? Si uno está profundamente deseoso de descubrir sus obstáculos, no hace un esfuerzo, ¿verdad? Pero usted se esfuerza, ejerce coerción sobre sí mismo porque no existe este deseo devorador.

El anhelo mutila el discernimiento, causando desdicha y angustia. El esfuerzo se hace para superar esto, pero sin conocer la causa. El anhelo es el resultado de los valores falsos. Usted no puede comprender los valores genuinos, cuando la mente se halla obstruida por prejuicios y temores. Debe tomar conciencia de estos prejuicios y temores. Pero esta toma de conciencia, esta percepción inteligente, no nace del esfuerzo, sino del intenso, deliberado deseo de comprender la causa que obstruye la pureza del discernimiento. El deseo de seguridad es un obstáculo para el discernimiento, pero si usted busca el discernimiento inteligentemente, descubrirá por sí mismo su verdadera significación. Es posible que su mente perciba la naturaleza ilusoria de la seguridad; no obstante, la desea intensamente. De esta contradicción surgen el conflicto y el sufrimiento, la insuficiencia en la acción. Para vencer esta insuficiencia, comienza usted a controlarse, a disciplinarse. Pero esto no elimina, en modo alguno, el conflicto. Esta contradicción existe porque usted no desea profundamente discernir el verdadero significado de la seguridad con sus consoladores ideales y sus ilusiones. Hasta que no exista este deseo ardiente de comprender, debe usted continuar sufriendo, soportando todas las innumerables estupideces y explotaciones.

28 de julio de 1933



 


EL ARTE DE ESCUCHAR - 7 - J.K. -

 

Ommen, Holanda, 1933 

PRIMERA PLÁTICA EN OMMEN 

Si es posible, quisiera que durante las tres semanas que va a durar, este campamento sea diferente de los otros campamentos que tuvimos hasta ahora. Durante estas tres semanas procuraré expresar con claridad mis ideas. Por favor, traten de comprender su plena significación; no se vayan, cuando termine el campamento, con sólo una nueva serie de ilusiones encubriendo las ilusiones viejas. Si lo que digo no está claro, formulen preguntas y lo explicaré una y otra vez, no importa cuán a menudo tenga que hacerlo. Si todos pensáramos de la misma manera, ustedes no estarían aquí en esta reunión. Pero durante estas pláticas voy a tratar de explicar las diferencias, de modo que nos comprendamos el uno al otro. Seamos francos, no tratemos de asentir a cosas que no comprendemos. Al presente, siento que ustedes no están seguros acerca de lo que pienso. Durante los numerosos campamentos anteriores, hasta el de hoy, siento que jamás hemos tratado de averiguar lo que cada uno piensa realmente. Ustedes nunca han estado muy seguros de lo que pienso ni de lo que ustedes mismos piensan. El punto importante no es si ustedes están atados por antiguas tradiciones o viejos sistemas de pensamiento, sino que se den cuenta realmente de lo que piensan, que estén totalmente seguros del propio pensar. Entonces, si yo digo algo que se opone a lo que ustedes piensan, no hay arreglo posible. Porque todo arreglo destruye la plenitud de acción. Esto no quiere decir que ustedes deban adoptar mis ideas y forzarse a considerar la vida como yo lo hago. Por favor, no piensen que al combinar sus ideas con las mías van a realizar un todo unificado. Es en la plena realización de un recto pensar que puede haber integridad. Me temo que la mayoría de ustedes procura llegar a un arreglo interno. Esto, entre otras cosas, trataré de explicarlo durante estas tres semanas.

Si estuvieran contentos y felices con la vida, no vendrían aquí. Casi todos están aquí porque perciben que hay mucha crueldad, mucho sufrimiento en el mundo, y como ustedes mismos forman parte de él, quieren averiguar si es posible una comprensión verdadera y perdurable respecto de este caos aterrador. Porque, sin esta comprensión, existe un temor constante a la absoluta vacuidad de la mente y el corazón. Esto podemos discutirlo simple y francamente, sólo cuando ustedes saben por sí mismos lo que realmente piensan; pero si no saben lo que piensan, entonces me temo que no van a comprender lo que trato de decir. Muchos de ustedes vienen a estas reuniones con el deseo de encontrar un nuevo conjunto de creencias y sistemas en los cuales puedan refugiarse confortablemente. Pero yo no puedo ofrecérselos, puesto que no hay refugios ni escapes respecto de la vida. Estas creencias son trampas e ilusiones que destruyen por completo la comprensión. Inconscientemente, ustedes anhelan siempre estas ilusiones consoladoras; es natural, pues, que lo que digo les cause decepción, perplejidad. Escuchan lo que digo, pero mis palabras los dejan en una gran confusión. Ahora, antes de continuar con lo que quiero decir, por favor, déjenme aclarar uno o dos puntos. Yo no estoy hablando a un auditorio con una sola mente, un corazón, una creencia; no hablo a un grupo de personas que vienen aquí por placer o a causa del hábito, o a un núcleo de oyentes con espíritu sectario. No hablo a una asamblea de meros reformadores. No me dirijo a un grupo; estoy hablando a individuos. Porque únicamente cuando estamos por completo solos en lo interno, somos capaces de discernir lo verdadero. Permítanme repetir que no soy un reformador. No estoy aquí para reformarlos, para forzarlos a seguir un nuevo conjunto de creencias. Por favor, comprendan lo que esto significa. La mayoría de ustedes quiere moldearse conforme a cierto patrón, ajustarse a una serie de ideas, de creencias. Ahora bien, este intento de forzar a la mente y al corazón según una creencia, un modelo, debe crear inevitablemente conflicto y sufrimiento. Por lo tanto, no estoy creando un nuevo sistema para que ustedes lo sigan, no les estoy ofreciendo una nueva serie de creencias que les sirvan como guía. Las personas quieren encajar en un molde, porque piensan que vivir de acuerdo con un patrón puede ser más fácil, más seguro y más libre de sufrimiento que vivir sin tal patrón. Luchan para hacer que sus vidas mentales y emocionales encajen a la fuerza en los surcos de un sistema establecido. Entonces, habiéndose amoldado, tratan de forzar a otros para que reformen sus vidas. Y a esto lo llaman ayudar y reformar al mundo, servir a la humanidad y otras frases que suenan muy bien.

Pues bien, yo no deseo reformarlos. Lo que quiero hacer es ayudarlos a que perciban las barreras que los rodean; cuando las hayan discernido, podrán librarse de ellas por sí mismos, y no reformarse para encajar en algún otro patrón. Cuando ustedes mismos se abran paso por estos patrones y sistemas, su acción se torna espontánea. Entonces ya no está atada por la mera costumbre, ya no nace del mero hábito. Cuando se liberan de las numerosas barreras que encierran a la mente y al corazón, la realidad puede fluir sin obstáculos. Tal vez ahora la existencia de ustedes sea muy plácida y satisfactoria, lo cual quizá sea tomado por una vida de comprensión, pero en realidad pueden haberse protegido meramente contra problemas y conflictos acudiendo a creencias, ideales y explicaciones. Pero están conscientes de la existencia, únicamente cuando hay conflicto, pena y sufrimiento; gracias a eso adviene la verdadera comprensión de la vida. Por ejemplo, un tobillo luxado: en tanto esté cuidadosamente vendado y no se use, puede que no duela, pero cuando se usa, la sangre bulle a través de él y ocasiona dolor. De igual modo, tienen ustedes muchas ideas tergiversadas y juicios extraviados, de los cuales son por completo inconscientes. Se revelan sólo a causa del conflicto y el sufrimiento, siempre que no los evadan. Cuando toman conciencia, mental y emocionalmente, de estas barreras, sin volver a moldearse conforme a otro patrón, la libertad respecto de estas limitaciones es un avance inteligente, sin que haya una disciplina y un control autoimpuestos.

Casi todos piensan sólo en términos de reforma, pero no en un cambio completo, revolucionario. Insisten, por ejemplo, en el valor de la disciplina. Creen que pueden reformarse sólo mediante un rígido autocontrol. Creen, o bien en una disciplina artificial impuesta externamente tal como la que imponen la sociedad, la religión y las condiciones económicas, o en una disciplina interna conforme a la cual se gobiernan a sí mismos. Un hombre adopta ya sea un patrón externo a modo de faro por el cual guía sus pensamientos, o crea un patrón interno que guía sus acciones. Ése es el caso con la mayoría de la gente. Yo no creo en la disciplina reformadora. Para mí, la disciplina es meramente destructiva, limita el corazón y la mente. Más adelante volveremos a esta cuestión. Hablo de ella aquí sólo para señalar que, desde mi punto de vista, no puede haber reforma en cuanto a la disciplina. Puesto que ustedes creen en ella, puesto que su estructura de pensamiento se basa en la disciplina, en el control, en la autoridad, surge naturalmente una confusión entre lo que yo digo y las convicciones de ustedes. Al descubrir que las antiguas creencias, tradiciones e ideales ya no tienen ningún significado profundo, buscan ustedes nuevos ideales, una nueva ética y nuevos conceptos para reemplazar a los viejos. Así, van de un maestro a otro, de una secta o religión a otra, esperando que, al juntar muchos finitos, tendrán el infinito, como la abeja que junta miel. O bien buscan un cambio que redituará una sensación nueva y más intensa, o en lugar de eso existe el deseo de una profunda seguridad interna por medio de un nuevo sistema de creencias e ideales y de sus exponentes. ¿Cuál de estas cosas están buscando? Si no buscan ninguna de estas cosas, ni sensación ni seguridad, entonces hay en ustedes un profundo anhelo de comprender la vida misma, porque se dan cuenta de que únicamente desde esta comprensión puede haber un nuevo concepto de moralidad y acción. Pero para captar plenamente el significado de esto, la mente debe estar libre del deseo de seguridad y de sensación. Ésta es una de las tareas más difíciles: preservar la mente y el corazón de la conformidad y del conocimiento acumulativo, que se vuelven meramente una garantía contra el presente siempre cambiante o contra el futuro. El fondo de reserva de estas garantías crea la conciencia limitada del “yo”. Entre estas garantías protectoras y el movimiento de la vida, tiene que surgir inevitablemente el conflicto. Para escapar de este conflicto, la mente crea más seguridad e ilusiones, volviéndose más y más intrincada y limitada. Tomen el caso de un hombre rico; siente temor al vacío que existiría en su vida si perdiera sus posesiones. Como teme esto, trata de asegurarse cada vez más, mediante el continuo intento de aumentar esas posesiones.

Para librarse de esta búsqueda de seguridad y poder, ustedes crean mentalmente su opuesto. Pero, al hacerlo, están creando meramente otro conjunto de seguridades, sólo que las llaman con nombres diferentes. Este opuesto es nada más que otra forma de seguridad, aun cuando la llamen amor, humildad, servicio, seguimiento de la verdad. Tratan de ser sinceros respecto de este nuevo opuesto, glorificándolo con los nombres de paz, humildad, servicio, como opuestos a la seguridad, al poder. Abandonan cierto grupo de ideas, de conceptos y crean unos nuevos que se convierten en la seguridad que buscan. Y los protegen tan cuidadosamente como el rico guarda su tesoro, tanto por parte del grupo como del individuo. Por lo tanto, han cambiado -si a esto se le puede llamar cambio en absoluto- meramente de un grupo de ideas a otro con nombres diferentes, pero bajo la nueva envoltura son los mismos deseos, las mismas esperanzas de seguridad. Para mí, no hay tal cosa como la seguridad; sin embargo, es lo que casi todos buscan constantemente, aun cuando cada cual pueda disfrazarla con una palabra distinta. Con el deseo consciente o inconsciente de alguna clase de seguridad, vienen ustedes a escucharme; toman mis palabras y fabrican con ellas la estructura de lo que anhelan. De esta contradicción surgen la confusión y la apariencia de una cualidad negativa en aquello que digo. Por esta razón, descubran qué es lo que están buscando. Si encuentran que realmente desean seguridad, entonces investiguen eso profundamente, completamente, con la totalidad del ser. Así comprenderán que la seguridad no existe. Cuando descubran eso, puede que se vuelvan hacia lo opuesto, puede que traten deliberadamente de adquirir inseguridad, la cual será sólo otra forma de seguridad. Cuanto más ahondan en la investigación de su seguridad, tanto más floja se vuelve ésta. Carece de consistencia. Perdería todo su asidero en ustedes, pero tienen miedo de soltarla porque temen al vacío que entonces podría sobrevenir a la mente y al corazón. Para descubrir por ustedes mismos qué es lo que están buscando, tiene que haber franqueza; franqueza, no sinceridad. Uno puede ser sincero respecto de una idea, pero la idea puede ser una ilusión, puede ser totalmente falsa. Los tontos son sinceros respecto de una idea o de alguna cosa. Después de todo, no hay una gran diferencia entre el tonto que es sincero respecto de una sola idea y aquéllos que tratan de ser sinceros respecto de muchas ideas. La sinceridad implica dualidad. Implica al actor y la cosa o persona o idea respecto de la cual él trata de ser sincero. De esta dualidad surge una contradicción hipócrita. La franqueza no admite dualidad y, en consecuencia, no existe ese permanente esfuerzo por ser alguna cosa, el cual, otra vez, engendra hipocresía. La sinceridad encubre a menudo la trivialidad, pero la franqueza, ese abierto reconocimiento de lo que es, revela una gran riqueza. Ahora bien, en el intento de descubrir cuáles son sus deseos, no traten de controlar su pensamiento y su emoción. Más bien, permitan a la mente estar despierta de tal manera, que todos los impedimentos, las trabas que ahora abruman al pensamiento, se revelen a sí mismos. En el descubrimiento de estos obstáculos, comprenderán la actividad de sus deseos ocultos. El hombre mantenido en la esclavitud puede liberarse sólo si destruye sus cadenas. De modo que la comprensión de aquello que es, puede darse sólo cuando la mente se halla libre por completo de los impedimentos que ha creado y está creando para sí misma. Siendo francos, pueden ustedes descubrir sus propias limitaciones, sus propias ilusiones complicadas. Pero si son meramente sinceros, jamás podrán descubrirlas, porque tratan constantemente de actuar conforme a un ideal, lo cual les impide la comprensión de lo verdadero. Sólo cuando la mente se ha desenredado de la ilusión, existe el éxtasis de la vida perdurable. 

27 de julio de 1933