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¿Pueden ser resueltos los problemas personales, y terminar la fragmentación?
KRISHNAMURTI: Hemos cultivado una mente que puede resolver casi cualquier problema tecnológico.
Pero, al parecer, los problemas humanos nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus
problemas: los problemas de la comunicación, del conocimiento, de las relaciones, los problemas del cielo y
del infierno; todo el problema de la existencia humana se ha vuelto un inmenso y complejo problema. Y,
aparentemente, ha sido igual a lo largo de toda la historia, a pesar de su conocimiento, a pesar de sus siglos de
evolución, el hombre jamás ha estado libre de problemas.
DAVID BOHM: Sí, de problemas insolubles.
K: Yo pongo en duda que los problemas humanos sean insolubles.
DB: Quiero decir, tal como están planteados ahora.
K: Por supuesto, tal como son ahora, estos problemas se han vuelto increíblemente complejos e insolubles.
Ningún político, científico o filósofo va a resolverlos, ¡ni aun por medio de guerras y todo eso! ¿Por qué,
entonces, en ninguna parte del mundo los seres humanos han sido capaces de resolver los problemas
cotidianos de la existencia? ¿Qué cosas impiden la solución completa de estos problemas? ¿Es que jamás
hemos pensado seriamente en ello? ¿Es porque pasamos todos nuestros días, y probablemente la mitad de las
noches, pensando en problemas tecnológicos, de modo que no tenemos tiempo para lo otro?
DB: En parte es eso. Muchas personas sienten que lo otro debería cuidar de sí mismo.
K: ¿Pero por qué? Pregunto, en este diálogo que estamos sosteniendo, si es posible no tener problemas
humanos en absoluto, sólo problemas tecnológicos que pueden ser resueltos. Pero los problemas humanos
parecen insolubles. ¿Es a causa de nuestra educación, de nuestras tradiciones tan profundamente arraigadas,
que aceptamos las cosas como son?
DB: Esa es, ciertamente, una parte de ello. Estos problemas se acumulan a medida que la civilización envejece
y la gente continúa aceptando cosas que generan problemas. Por ejemplo, existen ahora muchas más naciones
en el mundo que las que solía haber, y cada una crea nuevos problemas.
K: Por supuesto.
DB: Si uno retrocede en el tiempo...
K: ...una tribu se convierte en nación...
DB: ...y luego el grupo debe combatir a su vecino.
K: Los hombres utilizan esta maravillosa tecnología para matarse unos a otros. Pero nosotros estamos
hablando de los problemas de relación, problemas de falta de libertad; este sentimiento de constante
incertidumbre y temor, el esfuerzo del trabajo para ganarnos la subsistencia por el resto de nuestra vida...
¡Toda la cosa parece tan extraordinariamente errónea!
DB: Pienso que la gente ha perdido de vista eso. Hablando en general, todos aceptan la situación en que se
encuentran, y tratan de hacer con ella lo mejor que pueden, intentando resolver pequeños problemas para
aliviar sus circunstancias. Ellos ni siquiera considerarían seriamente toda esta situación.
K: Pero las personas religiosas han creado un problema tremendo para el hombre.
DB: Sí. Ellas también están tratando de resolver problemas. Entiendo que cada cual se encuentra atrapado en
su propio pequeño fragmento, resolviendo cualquier cosa que supone poder resolver, pero todo eso
incrementa el caos.
K: ¡El caos y las guerras! Es lo que estamos diciendo. Vivimos en el caos. Pero yo quiero descubrir si puedo
vivir sin un solo problema por el resto de mi vida. ¿Es eso posible?
DB: Vea, yo no sé si deberíamos siquiera llamar problemas a estas cosas. Un problema sería algo
razonablemente solucionable. Si planteo el problema de cómo lograr cierto resultado, entonces eso presupone
que razonablemente puedo encontrar un medio de obtener ese resultado tecnológicamente. Pero en lo
psicológico, el problema no puede considerarse de ese modo: el de proponer un resultado que habré de
obtener, y después encontrar la manera de hacerlo.
K: ¿Cuál esa la raíz de todo esto? ¿Cuál es la causa de todo este caos humano? Estoy tratando de llegar a ello
desde un ángulo diferente, descubrir si los problemas pueden terminar por completo. Mire, personalmente, me
niego a tener problemas.
DB: Alguien podría argüir con usted acerca de eso, y decir que usted quizá no tiene que enfrentarse a ningún
reto.
K: Fui retado el otro día por algo muy, muy serio. Eso no es un problema.
DB: Entonces es materia de esclarecimiento. Parte de la dificultad es el esclarecimiento del lenguaje.
K: Esclarecimiento, no sólo del lenguaje, sino de la relación y la acción. El otro día surgió un problema que
involucraba a una gran cantidad de personas y a cierta acción que tenía que emprenderse. Pero en lo personal,
eso no era un problema para mí.
DB: Tenemos que poner en claro lo que usted quiere decir, porque sin un ejemplo yo no puedo saberlo.
K: Entiendo por un problema, algo que ha de ser resuelto, algo que a uno lo preocupa; algo que uno está
cuestionando y de lo cual se ocupa continuamente. También a las dudas e incertidumbres, y a tener que
decidir alguna clase de acción que uno finalmente lamentará.
DB: Comencemos por el problema técnico, donde la idea surgió inicialmente. Hay un reto, algo que necesita
ser realizado, y uno dice que es un problema.
K: Sí, a eso se le llama generalmente un problema.
DB: Entonces la palabra “problema” se basa en la idea de proponer algo -una posible solución- y después
tratar de lograrlo.
K: O bien, tengo un problema pero no sé cómo habérmelas con él.
DB: Si usted tiene un problema y no tiene idea de cómo habérselas con él...
K: ...entonces doy vueltas por ahí, pidiendo consejos a la gente y confundiéndome más y más.
DB: Esto ya sería un cambio respecto de la simple idea de un problema técnico, donde por lo general uno
tiene cierta noción de lo que hay que hacer.
K: Me pregunto si la tenemos. Seguramente, los problemas técnicos son bastante simples.
DB: A menudo traen consigo desafíos que nos exigen profundizar mucho y cambiar nuestras ideas. Con un
problema técnico, generalmente sabemos lo que tenemos que hacer para resolverlo. Por ejemplo, si hay falta
de alimentos, lo que tenemos que hacer es encontrar maneras y medios de producir más. Pero con un
problema psicológico, ¿podemos hacer lo mismo?
K: Ése es el punto. ¿Cómo abordamos esto?
DB: Bueno, ¿qué clase de problema discutiremos?
K: Cualquier problema de los que surgen en las relaciones humanas.
DB: Digamos que la gente no puede ponerse de acuerdo; todos disputan constantemente unos con otros.
K: Sí, tomemos eso como un ejemplo simple. Parece casi imposible que un grupo de personas piensen en
conjunto, que tengan la misma perspectiva y actitud. No quiero decir que se copien unas de otras, por
supuesto. Pero cada persona expone su opinión, que contradice otra persona, lo cual ocurre todo el tiempo y
en todas partes.
DB: Muy bien. ¿Podemos decir, entonces, que nuestro problema es trabajar juntos, pensar juntos?
K: Trabajar juntos, pensar juntos, cooperar sin que en ello estén involucradas utilidades monetarias.
DB: Ése es otro problema: si la gente bien remunerada trabajará en conjunto.
K: ¿Cómo resolvemos, entonces, este problema? En un grupo, todos estamos emitiendo opiniones diferentes,
y no nos aceptamos en absoluto el uno al otro. Y parece casi imposible renunciar a las propias opiniones.
DB: Sí, ésa es una de las dificultades, pero no estoy seguro de que pueda considerarse un problema que nos
lleve a preguntarnos qué podemos hacer para renunciar a las opiniones.
K: No, por supuesto. Pero ése es un hecho. Observando, pues, eso, y viendo la necesidad de que todos nos
reunamos, la gente sigue sin poder abandonar sus opiniones, sus ideas, sus propias experiencias y
conclusiones.
DB: A menudo eso puede no parecerles una opinión, sino la verdad.
K: Sí, lo llamarían un hecho. ¿Pero qué puede hacer el hombre con respecto a estas divisiones? Vemos la
necesidad de trabajar juntos, no por algún ideal, alguna creencia, algún principio o algún dios. En diversos
países del mundo, y aun en las Naciones Unidas, la gente no trabaja en conjunto.
DB: Algunas personas podrían decir que no sólo tenemos opiniones, sino intereses personales. Si dos
personas tienen intereses particulares en conflicto, no hay modo, mientras mantengan su apego a estos
intereses, de que puedan trabajar juntas. ¿Cómo irrumpimos en esto, entonces?
K: Si usted me señala que debemos trabajar juntos, y me muestra la importancia de ello, entonces también yo
veo que es importante. ¡Pero no puedo hacerlo!
DB: Ése es el punto. Ni siquiera basta con ver que la cooperación es importante, y tener la intención de
cooperar. Con esta incapacidad, se introduce un nuevo factor. ¿Por qué no podemos llevar a cabo nuestras
intenciones?
K: Uno puede dar muchas razones para ello, pero esas causas y razones y explicaciones, no resuelven el
problema. Volvemos a lo mismo: ¿qué hará que la mente humana cambie? Vemos que el cambio es necesario
y, a pesar de eso, no estamos dispuestos a cambiar o somos incapaces de hacerlo. ¿Qué factor -qué nuevo
factor- se necesita para esto?
DB: Pienso que es la capacidad que una persona pueda tener para observar profundamente qué es lo que la
retiene impidiéndole cambiar.
K: ¿El nuevo factor es, entonces, la atención?
DB: Sí, eso es lo que quise decir. Pero también tenemos que considerar qué clase de atención.
K: Discutamos primero qué es la atención.
DB: Puede tener muchos significados para diferentes personas.
K: Por supuesto, como de costumbre, ¡hay tantas opiniones!
Donde hay atención, no hay problema. Donde hay inatención, surgen todas las dificultades. Entonces, sin
hacer de la atención misma un problema, ¿qué entendemos por atención? ¿Podemos comprender lo que
significa, no verbalmente, no intelectualmente, sino profundamente, en nuestra propia sangre? Es obvio que la
atención no es concentración. No es un esfuerzo, una experiencia, una lucha por estar atento. Usted debe
revelarme la naturaleza de la atención, la cual consiste en que, cuando hay atención, no hay un centro desde el
cual “yo” esté atento.
DB: Sí, pero ésa es la dificultad.
K: No hagamos de ello un problema.
DB: Quiero decir que la gente ha estado intentando esto por mucho tiempo. Pienso que, en primer lugar, hay
alguna dificultad en comprender qué se entiende por atención, dificultad que se debe al contenido del
pensamiento mismo. Cuando una persona está considerando ese contenido, puede pensar que está atenta.
K: No, en ese estado de atención no hay pensamientos.
DB: ¿Pero cómo detiene usted el pensamiento, entonces? Vea, mientras el pensamiento está en marcha, se
tiene cierta impresión de estar atento, lo que no es atención. Pero uno cree, uno supone que está prestando
atención.
K: Cuando uno supone que está prestando atención, eso no es atención.
DB: ¿Cómo comunicamos, entonces, el verdadero significado de “atención”?
K: ¿O diría usted, más bien, que para descubrir lo que es la atención, deberíamos discutir lo que es la
inatención?
DB: Sí.
K: Y a través de la negación, llegar a lo positivo. ¿Qué ocurre cuando estoy inatento? En mi inatención, me
siento solo, deprimido, ansioso, etcétera.
DB: La mente comienza a dividirse y entra en confusión.
K: Se produce la fragmentación. Y, en mi falta de atención, me identifico con muchas otras cosas.
DB: Sí, y ello puede ser placentero, pero también puede ser doloroso.
K: Descubro, más tarde, que lo que era placentero, se convierte en dolor.
Todo eso es, por lo tanto, un movimiento en que no hay atención. ¿Correcto? ¿Estamos llegando a alguna
parte?
DB: No lo sé.
K: Yo siento que la atención es la solución verdadera para todo esto: ¡Una mente que está en verdad atenta,
que ha comprendido la naturaleza de la inatención y se ha alejado de ésta!
DB: Pero en primer lugar, ¿cuál es la naturaleza de la inatención?
K: Indolencia, negligencia, interés en uno mismo, contradicción interna; todo eso es la naturaleza de la
inatención.
DB: Sí. Vea, una persona que sólo se interesa en sí misma, puede sentir que está atendiendo, pero está
meramente ocupándose de sí misma.
K: Sí. Si en mi existe una contradicción interna y presto atención con el fin de no ser contradictorio conmigo
mismo, eso no es atención.
DB: ¿Podemos aclarar esto? Porque comúnmente uno podría pensar que esto es atención.
K: No, no lo es. Es meramente un proceso de pensamiento, que dice: “Soy tal cosa, no debo ser tal otra”.
DB: Entonces, lo que usted dice es que este intento de llegar a ser algo, este devenir, no es atención.
K: Sí, correcto. Porque el devenir psicológico genera inatención.
DB: Sí.
K: ¿No es muy difícil, señor, estar libre del devenir? Ésa es la raíz del problema: terminar con el devenir
psicológico, con ese querer llegar a ser esto o aquello.
DB: Sí. No hay atención, y por eso existen estos problemas.
K: Sí, y cuando usted señala eso, el prestar atención también se vuelve un problema.
DB: La dificultad está en que la mente juega tretas, y al tratar de habérselas con esto, vuelve otra vez a hacer
lo mismo.
K: Por supuesto. ¿Puede la mente, que está tan repleta de conocimientos, de vanidad, de contradicción interna
y todo lo demás, llegar a un punto en que, psicológicamente, se sienta incapaz de moverse?
DB: No hay parte alguna hacia la cual moverse.
K: ¿Qué le diría usted a una persona que ha llegado a ese punto? Yo acudo a usted; estoy lleno de esta
confusión, de esta ansiedad y de un sentimiento de desesperación, no sólo por mí mismo, sino por el mundo.
Llego a ese punto y quiero abrirme paso a través de eso. Por lo tanto, ello se vuelve un problema para mí.
DB: Entonces estamos de vuelta en lo mismo; es otra vez un intento de llegar a ser otra cosa.
K: Sí. Eso es lo que quiero averiguar. ¿Es ése, pues, el origen de todo esto? ¿El deseo de “llegar a ser”?
DB: Debe tratarse de algo muy próximo a eso.
K: ¿Cómo examino, entonces, sin ese movimiento del devenir, del llegar a ser, todo este complejo problema
de mí mismo?
DB: Parece como si uno no hubiera tomado en cuenta lo total. No hemos considerado la totalidad del devenir
cuando usted dijo: “¿Cómo puedo prestar atención?”. Una parte de ello pareció desprenderse
inadvertidamente, convirtiéndose en el observador. ¿Correcto?
K: El devenir psicológico ha sido la maldición en todo esto. Un hombre pobre anhela ser rico, y el rico anhela
ser más rico; ése es, todo el tiempo, el movimiento del devenir, tanto externa como internamente. Y aunque
ello trae consigo muchísimo dolor, y a veces placer, este sentimiento de “llegar a ser”, de realizarse, de lograr
algo psicológicamente ha convertido mi vida en todo eso que es. Ahora me doy cuenta de ello, pero no puedo
detenerlo.
DB: ¿Por qué no puede detenerlo?
K: Investiguemos eso. En parte, el llegar a algo me interesa porque al final de ello hay una recompensa;
también estoy eludiendo de ese modo el dolor o el castigo. Y en ese circuito estoy atrapado. Ésa es,
probablemente, una de las razones por las que la mente continúa tratando de llegar a algo, de devenir
internamente. Y la otra razón tal vez sea una ansiedad o un temor profundamente arraigado, de que si no llego
a esto o a aquello, estoy perdido. Me siento perplejo, inseguro, y por eso la mente ha aceptado estas ilusiones
y dice: “No puedo poner fin a este proceso del devenir”.
DB: ¿Pero por qué la mente no termina con eso? También tenemos que investigar el problema que implica
estar atrapado en estas ilusiones.
K: ¿Cómo me convence usted de que estoy preso en una ilusión? No puede, a menos que yo lo vea por mí
mismo. Y no puedo verlo debido a que mi ilusión es muy fuerte. Esa ilusión ha sido alimentada, cultivada por
la religión, por la familia, etc. Está tan profundamente arraigada, que me niego a desprenderme de ella. Eso es
lo que ocurre con un gran número de personas. Dicen: “Quiero hacer esto, pero no puedo”. Dada, pues, esa
situación, ¿qué pueden hacer? ¿Les ayudarán las explicaciones, la lógica y todas las diversas teorías
contradictorias? Obviamente, no.
DB: Porque todo eso es absorbido dentro de la estructura.
K: ¿Qué es lo que sigue, entonces?
DB: Vea, si alguien dice: “Quiero cambiar”, también está ahí el deseo de no cambiar.
K: Desde luego. El hombre que dice; “Quiero cambiar”, también tiene en el fondo de su mente: “En realidad,
¿por qué debería yo cambiar?”. Ambas cosas marchan juntas.
DB: Tenemos, pues, una contradicción.
K: Hemos vivido en esta contradicción. La hemos aceptado.
DB: ¿Pero por qué deberíamos haberla aceptado?
K: Porque es un hábito.
DB: Pero cuando la mente es sana, no aceptará una contradicción.
K: Pero nuestra mente no es sana. La mente está tan enferma, es tan corrupta, tan confusa, que aun cuando
usted señala todos los peligros que hay en esto, ella se niega a verlos.
¿Cómo, pues, ayudamos a un hombre que está preso en esto, a que vea claramente el peligro del devenir
psicológico? Expresémoslo de ese modo. El devenir psicológico implica identificación con una nación, un
grupo y todas esas cosas.
DB: Sí, aferrarse a opiniones.
K: Opiniones y creencias; he tenido una experiencia que me brinda satisfacción y voy a aferrarme a eso.
¿Cómo me ayuda usted a liberarme de todo esto? Yo escucho sus palabras -parecen completamente ciertas pero no puedo salir de todo eso.
Me pregunto si hay otro factor, otro modo de comunicación que no se base en las palabras, en el
conocimiento, en las explicaciones, en la recompensa y el castigo. ¿Existe otro modo de comunicarse? Mire,
en eso también hay peligro. Yo estoy seguro de que existe un modo que no es verbal, analítico o lógico, lo
cual no significa falta de sensatez.
DB: Tal vez exista.
K: Mi mente siempre se ha comunicado con otra mediante palabras, explicaciones, lógica o sugestión. Debe
haber otro elemento que se abra paso a través de todo eso...
DB: A través de la incapacidad de escuchar.
K: Sí, la incapacidad de escuchar, la incapacidad de observar, de oír, etc. Debe haber un modo diferente. He
conocido a algunos hombres que han estado con cierto santo, y dicen que en su compañía se resuelven todos
los problemas. Pero cuando esos hombres vuelven a su vida cotidiana, están otra vez en el viejo juego.
DB: No había inteligencia en eso, ya lo ve.
K: Ése es el peligro. En presencia de aquel hombre -el santo- que está tranquilo y sin pronunciar palabra, ellos
se sienten tranquilos y piensan que sus problemas se han resuelto.
DB: Pero esto proviene aun del exterior.
K: Por supuesto. Es como ir a la iglesia. En una iglesia antigua o en una catedral, uno se siente
extraordinariamente tranquilo. Es la atmósfera, la estructura, usted sabe; la atmósfera misma hace que uno se
sienta tranquilo.
DB: Sí, comunica lo que entendemos por quietud; lo comunica de manera no-verbal.
K: Eso no es nada. ¡Es como el incienso!
DB: Es superficial.
K: Totalmente superficial; ¡se evapora como el incienso! De modo que dejemos de lado todo eso. Y entonces,
¿qué nos queda? Ningún agente externo, ningún dios, ningún salvador. ¿Qué me ha quedado? ¿Qué hay ahí
que pueda ser comunicado, que pueda abrirse paso a través del muro que han levantado los propios serse
humanos?
¿Es amor? Esa palabra se ha corrompido, está cargada, sucia. Pero purificando esa palabra, ¿es amor el
factor que irrumpirá a través de este enfoque ingenioso y analítico? ¿Es amor el elemento que está faltando?
DB: Bueno, tenemos que discutirlo; tal vez la gente desconfíe algo de esa palabra.
K: ¡Yo desconfío más allá de las palabras!
DB: Y, por lo tanto, como la gente se resiste a escuchar, también resistirá al amor.
K: Por eso dije que es una palabra peligrosa.
DB: El otro día estuvimos diciendo que el amor contiene inteligencia.
K: Por supuesto.
DB: Que es afecto también; entendemos por amor esa energía que también contiene inteligencia y afecto; todo
eso...
K: ¡Ahora espere un momento! Usted tiene esa cualidad y yo estoy atrapado en mi desdicha, en mi ansiedad,
etc.; usted, con esa inteligencia, está tratando de penetrar esta masa de oscuridad. ¿Cómo lo hará? ¿Actuará
eso? Si no, los seres humanos están perdidos. ¿Entiende, señor? Por lo tanto, hemos inventado a Jesús, Buda,
Krishna, imágenes que se han vuelto absurdas, superficiales y carentes de sentido.
¿Qué haré, entonces? Pienso que ése es el otro factor. Atención, percepción, inteligencia y amor; usted
me trae todo esto y yo soy incapaz de recibirlo. Digo: “Suena atractivo; lo percibo, pero no puedo retenerlo en
mí”. No puedo retenerlo, porque en el momento que salgo de esta habitación, ¡estoy perdido!
DB: Ése es realmente el problema.
K: Sí, ése es el verdadero problema. ¿Es el amor algo externo, como el cielo?; todas esas cosas son externas.
¿Es el amor algo externo que usted me trae, que usted despierta en mí, que usted me da como un obsequio? ¿O
en mi oscuridad, en mi ilusión y sufrimiento, existe esa cualidad? Obviamente no, no puede existir.
DB: Entonces, ¿dónde está?
K: De eso se trata, justamente. El amor no es suyo ni mío; no es personal, no es una cosa que pertenezca a
alguien; el amor no es eso.
DB: Ése es un punto importante. De manera similar, usted estuvo diciendo que el aislamiento no pertenece a
ninguna persona en particular, aunque tendemos a pensar que el aislamiento es un problema personal.
K: Por supuesto. Eso es común a todos nosotros. Tampoco la inteligencia es personal.
DB: Pero eso va otra vez contra todo nuestro pensar.
K: Lo sé.
DB: Todos dicen que tal persona es inteligente y tal otra no. Ésta puede ser, entonces, una de las barreras para
toda la cosa: que detrás del pensamiento normal de cada día, está el pensamiento más profundo de la
humanidad; pero nosotros generalmente nos sentimos separados, y decimos que estas diversas cualidades nos
pertenecen o que no nos pertenecen.
K: De acuerdo. Es la mente fragmentaria la que inventa todo esto.
DB: Ha sido inventado, Sí, pero nosotros lo hemos recogido e incorporado verbalmente y no verbalmente, por
deducción, desde la infancia. En consecuencia, ello nos penetra, es el fundamento mismo de todos nuestros
pensamientos, de todas nuestras percepciones. Tenemos, pues, que cuestionarlo.
K: Lo hemos cuestionado: hemos dicho que la pena no es “mi” pena, que la pena es humana, etc., etc.
DB: ¿Pero cómo puede la gente ver eso, si una persona que experimenta pena siente que ésa es su pena
personal?
K: Pienso que ello se debe en parte a nuestra educación, y en parte a nuestra sociedad y a las tradiciones.
DB: Pero es algo que está implícito en todo nuestro modo de pensar. ¡Tenemos que saltar fuera de eso!
K: Sí. Saltar fuera de eso se vuelve un problema, y entonces, ¿qué he de hacer?
DB: Tal vez podamos ver que el amor no es personal.
K: La tierra no es la tierra inglesa ni es la tierra francesa, ¡la tierra es la tierra!
DB: Estaba pensando en un ejemplo que tenemos en Física: si el científico o el químico está estudiando un
elemento como el sodio, no dice que es su sodio, o que algún otro estudia “su” sodio. Y, desde luego, ellos
comparan notas, etcétera.
K: De acuerdo. El sodio es el sodio.
DB: El sodio es el socio, universalmente. Del mismo modo, tenemos que decir que el amor es el amor,
universalmente.
K: Sí. Pero mi mente rehusa ver eso debido a que soy terriblemente personal, y me intereso terriblemente “en
mi y mis problemas”. Me niego a desprenderme de eso. Cuando usted dice que el sodio es el sodio, eso es
muy simple, puedo verlo. Pero cuando me dice que la pena es común a todos nosotros, esto es difícil de ver.
DB: Es algo que no puede lograrse con el tiempo, pero ya lo ve, le tomó bastante tiempo a la humanidad
comprender que el sodio es el sodio.
K: ¿Es el amor algo común a todos nosotros?
DB: Bueno, en cuanto que existe, tiene que ser común.
K: Por supuesto.
DB: Puede no existir, pero si existe, tiene que ser común.
K: No estoy seguro de que no exista. La compasión no es “yo soy compasivo”. La compasión está ahí, es algo
que no pertenece al “yo”.
DB: Si decimos que la compasión es lo mismo que el sodio, ésta es universal. Entonces la compasión de una
persona es igual a la de otra persona.
K: Compasión, amor e inteligencia. Usted no puede tener compasión sin inteligencia.
DB: ¡Entonces digamos que la inteligencia también es universal!
K: Obviamente.
DB: Pero nosotros tenemos métodos para probar el nivel de inteligencia en personas particulares.
K: Oh, no.
DB: Tal vez todo eso forme parte de la cosa que nos está obstaculizando.
K: Parte de esta divisiva, fragmentaria forma de pensar.
DB: Bueno, puede haber un pensar holístico, aunque no estemos en eso todavía.
K: Entonces el pensar holístico no es pensar; es algún otro factor.
DB: Algún otro factor que aún no hemos investigado.
K: Si el amor es común a todos nosotros, ¿por qué estoy ciego a él?
DB: Pienso que en parte es porque la mente se intimida; se niega completamente a considerar un cambio tan
fantástico de concepción en la manera de mirar las cosas.
K: Pero usted acaba de decir que el sodio es el sodio.
DB: Vea, tenemos muchísimas evidencias de eso en toda clase de experimentos, desarrollados mediante una
gran cantidad de trabajo y experiencia. No podemos hacer eso con el amor. No podemos entrar en el
laboratorio y comprobar que el amor es amor.
K: Oh, no. El amor no es conocimiento. ¿Por qué la mente se niega a aceptar un factor muy obvio? ¿Es el
temor de abandonar mis viejos valores, patrones y opiniones?
DB: Pienso que probablemente se trate de algo más profundo. Es difícil de determinar, pero no es algo simple,
aunque lo que usted sugiere es una explicación parcial.
K: Es una explicación parcial, lo sé. ¿Será la profundamente arraigada ansiedad, el anhelo de estar totalmente
seguros?
DB: Pero eso se basa otra vez en la fragmentación.
K: Por supuesto.
DB: Si aceptamos que estamos fragmentados, es inevitable que necesitemos sentirnos totalmente seguros,
porque al estar fragmentados estamos siempre en peligro.
K: ¿Es ésa la raíz de ello? ¿Es este impulso, esta exigencia interna, este deseo de estar totalmente seguros en
nuestras relaciones con todas las cosas? ¿Es el anhelo de seguridad?
Por supuesto, ¡la seguridad completa sólo existe en la nada!
DB: No es la exigencia de seguridad lo que está mal, sino las fragmentaciones. El fragmento no puede estar
seguro.
K: Eso es cierto. De igual modo que cada país, al tratar de estar seguro, no está seguro.
DB: Pero la completa seguridad podría alcanzarse si todos los países se unieran. El modo en que usted lo ha
expuesto, suena como si debiéramos vivir eternamente en la inseguridad.
K: No, eso lo hemos aclarado bien.
DB: Requerir seguridad tiene sentido, pero nosotros lo intentamos de un modo incorrecto. ¿Cómo le
comunicamos que el amor es universal, no personal, a un hombre que ha vivido completamente en el angosto
surco del logro personal? Parece que el primer punto es: ¿Cuestionará él su estrecha personalidad “única”?
K: La gente la cuestiona; todos ven la lógica de lo que estamos discutiendo y, sin embargo, curiosamente, los
que son muy serios en estos asuntos, han tratado de encontrar la totalidad de la vida por medio del hambre, de
la tortura, usted sabe, toda clase de métodos. Pero uno no puede aprehender o percibir o ser lo total, por medio
de la tortura. ¿Qué haremos, entonces? Digamos que tengo un hermano que se niega a ver todo esto. Y como
yo siento un gran afecto por él, quiero que salga de la fragmentación. Y he tratado de comunicarme con él
verbalmente, y a veces no verbalmente, con un gesto o una mirada; pero todo eso pertenece aún a lo externo.
Y quizá sea ésa la razón de que él se resista. ¿Puedo hacerle notar a mi hermano que esta llama puede
despertarse en él mismo? Eso significa que él debe escucharme, pero mi hermano se niega a escuchar.
DB: Parece que hay algunas acciones que no son posibles. Si una persona está presa en cierto pensamiento,
como la fragmentación, entonces no puede cambiarlo, porque hay una gran cantidad de pensamientos detrás
de ése.
K: Por supuesto.
DB: Pensamientos que esa persona no conoce. Por lo tanto, no está realmente libre para emprender esta
acción, debido a toda la estructura de pensamientos que se lo impide.
K: ¿Cómo, entonces, ayudo -uso esa palabra con gran precaución- a mi hermano? ¿Cuál es la raíz de todo
esto? Hablamos de la posibilidad que él tiene de percibirlo, pero todo eso es verbal, puede ser explicado de
diferentes maneras: la causa, el efecto y todas esas cosas. Después de que he explicado todo esto, él dice: “Tú
me has dejado donde estoy”. Y mi inteligencia, mi afecto, responden: “Yo no puedo abandonarlo”. ¿Significa
eso que estoy ejerciendo presión sobre él?
No estoy usando ninguna clase de presión, o de recompensa; mi responsabilidad es que no puedo
abandonar a otro ser humano. No es la responsabilidad del deber y toda esa pesada carga, sino que es la
responsabilidad de la inteligencia para decirle a él todo eso. Existe en la India una tradición de que uno a
quien llaman el Buda Maitreya, juró que no llegaría a ser el supremo Buda hasta que hubiera liberado también
a los otros seres humanos.
DB: ¿A todos?
K: Sí. Ya ve, la tradición no ha cambiado nada. ¿Cómo puede uno, si tiene esa inteligencia, esa compasión,
ese amor -que no pertenecen a un país, a una persona, a un ideal o a un salvador- transmitir esa pureza a otro?
¿Viviendo con él, hablándole? Uno ve que todo eso puede volverse mecánico.
DB: ¿Diría usted que esta cuestión jamás ha sido verdaderamente resuelta?
K: Así lo pienso. Pero nosotros tenemos que resolverla, ¿entiende? No ha sido resuelta, pero nuestra
inteligencia dice: Resuélvela. No, pienso que la inteligencia no dice, resuélvela; la inteligencia dice que éstos
son los hechos, y que tal vez algunas personas lo captarán.
DB: A mí me parece que, en realidad, hay dos factores: uno es la preparación, por medio del razonamiento,
para demostrar que todo eso tiene sentido; y entonces, a partir de ahí, es posible que algunos lleguen a
captarlo.
K: Hemos hecho eso, señor. Uno ha desplegado el mapa, y él ha visto todo muy claramente: los conflictos, la
desdicha, la confusión, la inseguridad, el devenir. Todo eso es sumamente claro. Pero al final del capítulo, él
está de vuelta en el comienzo. O tal vez tiene una vislumbre de ello, y su anhelo de aprehender esa visión
fugaz y de aferrarse a ella, la convierte en un recuerdo. ¿Entiende? ¡Y toda la pesadilla empieza!
Al enseñarle el mapa muy claramente, ¿podemos también hacerle ver algo mucho más profundo que eso,
algo que es amor? Después de todo esto, él anda a tientas. Pero el peso del cuerpo, del cerebro, de la tradición;
todo eso lo hace retroceder. De modo que hay una constante batalla; y pienso que toda la cosa es un gran
error.
DB: ¿Cuál es el error?
K: El modo en que estamos viviendo.
DB: Ahora ya hay mucha gente que debe ver eso.
K: Nos hemos preguntado si el hombre ha torcido el rumbo y penetró en un valle del que no hay modo de
escapar. No puede ser así; eso es demasiado deprimente, demasiado aterrador.
DB: Pienso que algunas personas podrían objetar tal cosa. El mero hecho de que eso sea aterrador, no lo
convierte en falso. Pienso que usted tendría que dar alguna razón más firme para explicar por qué siente que
eso es falso.
K: Oh, sí.
DB: ¿Percibe usted en la naturaleza humana alguna posibilidad de un cambio real?
K: Por supuesto. De lo contrario, todo carecería de sentido; seríamos monos, máquinas. La facultad de un
cambio radical es atribuida a algún agente externo; por consiguiente, acudimos a eso y en eso nos perdemos.
Si no acudimos a nadie y estamos completamente libres de toda dependencia, entonces la soledad es común a
todos nosotros. Eso no es aislamiento. Es un hecho obvio que cuando uno ve todo esto -la estupidez e
irrealidad de la fragmentación y la división- uno está naturalmente solo. Ese sentimiento de madura soledad,
es común a todos los seres humanos, no es personal.
DB: Sí, pero el sentimiento corriente de soledad es personal, en el sentido de que cada persona lo experimenta
como propio.
K: El aislamiento (loneliness) no es soledad; no es la soledad creativa del hombre libre de toda dependencia
(aloneness).
DB: Yo pienso que todas las cosas fundamentales son de carácter universal; lo que usted dice, por tanto, es
que cuando la mente profundiza en sí misma, penetra en algo universal.
K: Correcto.
DB: Lo llamemos o no absoluto.
K: El problema es hacer que la mente penetre a una gran, gran profundidad dentro de sí misma.
DB: Sí. Ahora se me ha ocurrido algo. Cuando empezamos por considerar un problema particular, nuestra
mente es muy poco profunda; después pasamos a algo más general. La palabra “general” tiene la misma raíz
etimológica que “generar”; el género es la generación común...
K: Generar, por supuesto.
DB: Cuando pasamos a algo más general, se genera una profundidad. Pero avanzando más todavía, lo general
sigue estando limitado, porque es pensamiento.
K: Completamente de acuerdo. Pero para penetrar profundamente, se requiere no sólo un valor tremendo, sino
el sentimiento de estar siguiendo constantemente el mismo curso.
DB: Bueno, eso no es realmente diligencia; sigue siendo limitado, ¿verdad?
K: Sí, la diligencia es demasiado limitada. Acompaña a una mente religiosa en el sentido de que en la acción
de esa mente, en sus pensamientos, etc., hay diligencia, pero ésta es aun limitada. Si la mente puede ir de lo
particular a lo general, y de lo general...
DB: ...a lo absoluto, a lo universal. Pero muchas personas dirían que eso es muy abstracto y nada tiene que ver
con la vida cotidiana.
K: Lo sé. Sin embargo, es una cosa muy práctica, no es una abstracción.
DB: De hecho, la abstracción es lo particular.
K: Absolutamente. Lo particular es sumamente peligroso.
DB: También es sumamente abstracto, porque uno sólo puede llegar a lo particular mediante una abstracción.
K: Por supuesto, por supuesto.
DB: Pienso que esto puede ser parte del problema. Casi todos sienten que desean algo que realmente les
afecte en su vida cotidiana. No quieren perderse meramente en palabras; por lo tanto, dicen: “Todas estas
insípidas generalidades no nos interesan”.
Es verdad que lo que estamos discutiendo debe operar en la vida cotidiana, pero la vida cotidiana no
contiene la solución de sus propios problemas.
K: No. La vida cotidiana es lo general y lo particular.
DB: Los problemas humanos que surgen en la vida cotidiana, no pueden resolverse ahí.
K: De lo particular, es preciso moverse hacia lo general; de lo general, moverse a mayor profundidad aún, y
allí tal vez se encuentre la pureza de lo que llamamos compasión, amor e inteligencia. Pero eso implica
entregar nuestra mente, nuestro corazón, todo nuestro ser a esta investigación.
Esta vez hemos hablado durante mucho tiempo; creo que hemos llegado a alguna parte.
27 de septiembre de 1980, Brockwood Park, HAMPSHIRE