21,Octuhre,1973
Era una noche sin luna y la Cruz dei Sur se distinguia nítida sobre las copas de las palmeras.
El sol tardaría aún muchas horas en levantarse; en esa tranquila oscuridad todas las estrellas estaban muy cerca de Ia tierra y brillaban centelleantes; nacían en el río y eran de un azul profundo.
La Cruz del Sur se encontraba sola sin ninguna otra estrella alrededor.
No corría una brisa y la tierra parecía hallarse inmóvil, fatigada por la actividad dei hombre.
Prometía ser una hermosa mañana después de las intensas lluvias, y en el cielo no había una sola nube.
Orión ya se había puesto y la estrella matutina asomaba a lo lejos en el horizonte.
En el bosquecillo, las ranas croaban desde el charco cercano; se quedaban calladas por un rato, despertaban y empezaban de nuevo.
El perfume del jazmín se percibía intenso en el aire, y a la distancia alguien estaban cantando.
Pero a esa hora había un silencio que suspendia el aliento, y su tiema y delicada belleza se exlendía por la tierra.
La meditación es el movimiento de ese silencio.
En el jardín rodeado de muros comenzaba el ruido del día.
Estaban bañando al pequenño bebé; con extrema solicitud pasaban aceite por cada parte de su cuerpo; un aceite especial para la cabeza y otro para el resto; cada uno de esos aceites tenía su fragancia propia y a ambos los entibiaban previamente.
Eso encantaba a la criatura; estaba arrullándose suavemente a si misma, y su robusto cuerpecillo brillaba con el aceite.
Después lo limpiaron con un polvo especial perfumado. El niño no lloró en ningún momento, tanto amor y cuidado parecía dedicársele.
Lo secaron y arroparon tiemamente en un lienzo blanco y limpio, luego lo alimentaron y, cuando lo pusieron en la cama, cayó instantâneamente dormido.
Crecería para ser educado, adiestrado en su trabajo, en la aceptación de las tradiciones, de las creencias nuevas o viejas, para tener hijos, para tolerar el sufrimiento y reírse del dolor.
La madre vino un día y preguntó: «¿Qué es el amor? ¿Es cariño, es confianza, es responsabilidad, es el placer entre el hombre y la mujer? ¿Es el dolor del apego y la soledad?».
Está usted criando a su hijo con tanto esmero, con energía infatigable, le entrega su tiempo y su vida.
Se siente responsable, quizá sin tener conciencia de ello.
Usted lo ama.
Pero comenzará el efecto limitador de la educación y lo hará adaptarse al castigo y a la recompensa, lo obligará a encajar en la estructura social.
La educación es el medio aceptado para condicionar la mente.
¿Para qué se nos educa? ¿Para trabajar interminablemente y morir?
Usted le ha dedicado tiempo, cuidados, afecto...
Su responsabilidad por el hijo, ¿se termina cuando comienza la educación?
¿Es el amor el que va a enviarlo a la guerra para que lo maten después de tanto cariño y generosidad?
Su responsabilidad no termina jamás, lo cual no significa interferir.
La libertad es responsabilidad total, no sólo por sus hijos sino por todos los hijos dela tierra.
El amor, ¿es apego y el dolor que lo acompaña?
El apego engendra sufrimiento, celos, odio.
El apego brota y se desarrolla a partir de la propia superficialidad, de la insuficiência y el aislamiento.
El apego brinda una sensación de pertenecer a algo, de idéntificarse con algo; da un sentimiento de realidad, de ser.
Cuando eso se ve amenazado, hay miedo, ira, envidia.
¿Es amor todo esto?
El amor, ¿es dolor y pesadumbre?
¿Es placer sensorio?
La mayoría de los seres humanos más o menos inteligentes, conocen verbalmente todo esto; que no es demasiado complejo.
Pero no se desprenden de ello; convierten estos hechos en ideas y después luchan con los conceptos abstractos.
Prefieren vivir con las abstracciones antes que con la realidad, con «lo que es».
El amor está en la negación de lo que no es amor.
No le tema a la palabra negación.
Niegue todo lo que no es amor; entonces, lo que es, es compasión.
Importa enormemente lo que es usted, porque usted es el mundo y el mundo es usted.
Esto es compasión.
Lentamente llegaba el amanecer; en el horizonte, hacia el este, asomaba una tenue luz que se iba expandiendo, y la Cruz dei Sur empezaba a desvanecerse.
Los árboles asumieron sus contornos familiares, las ranas callaron, la estrella matutina se perdió en medio de la gran luz y principio un nuevo día.
El vuelo de los cuervos y las voces del hombre habían empezado, pero las bendiciones de esa madrugada seguían allí.