24,Abril,l975
Toda cosa viviente tiene su propia sensibilidad, su propio modo de vida, su propia conciencia, pero el hombre presume que la suya es muy superior y, debido a la presunción, pierde su amor, su dignidad, y se vuelve insensible, duro y destructivo.
En el valle de los naranjos, con sus frutos y flores primaverales, la mañana era hermosa y transparente.
Hacia el norte, las montañas aparecían rociadas de nieve, desnudas, inclementes y distantes, pero contra el delicado cielo azul del amanecer se hallaban muy cerca, uno podia casi tocarlas.
Tenían ese sentimiento inmenso de los siglos y de la majestad indestructible, y esa belleza que acompaña a la magnificência intemporal.
Era una mañana muy apacible; el aire estaba lleno con el perfume de los azahares y con el prodígio y belleza de la luz.
La luz tiene en esta parte del mundo una cualidad especial, penetrante, vívida que llena los ojos; parece introducirse en la totalidad de la conciencia despejando de sombras todos los rincones oscuros.
Había en esa luz un júbilo inmenso, y cada hoja y cada brizna de hierba se regocijaban en ella.
Y el grajo azul saltaba de rama en rama y, para variar, no aturdia con sus chillidos.
Era una bella mañana de luz, una mañana de gran profundidad.
El tiempo ha engendrado la conciencia con su contenido. Esta conciencia es la cultura dei tiempo. Su contenido compone la conciencia; sin él, la conciencia tal como la conocemos, no existe.
Entonces nada hay.
Nosotros movemos las pequeñas piezas en esta conciencia, de un área a otra, conforme a las presiones de la razón y a las circunstancias, pero siempre en el mismo campo de la angustia, el dolor y el conocimiento.
Este movimiento es tiempo, es el pensamiento y la medida.
Es un absurdo jugar a las escondidas con uno mismo, es la sombra y sustancia del pensamiento, es el pasado y futuro del pensamiento.
El pensamiento no puede retener este instante, porque este instante no es del tiempo.
Este instante es la cesación dei tiempo; el tiempo se ha detenido en ese instante, en él no hay movimiento y, por tanto, ese instante no está relacionado con ningún otro instante.
No tiene causa y, en consecuencia, no tiene comienzo ni fin.
La conciencia no puede contenerlo.
En ese instante de la nada, todo es.
La meditaçión consiste en vaciar la conciencia de su contenido.