PREGUNTAS Y RESPUESTAS - 31 - COMPRENSIÓN INSTANTÁNEA -

 31. COMPRENSIÓN INSTANTÁNEA 

Pregunta: ¿Podemos comprender instantáneamente, sin preparación previa, la verdad de que usted habla?

 KRISHNAMURTI: ¿Qué entendéis por verdad? No usemos una palabra cuyo sentido no conocemos; podemos, empero, servimos de una palabra más sencilla, más directa. ¿Podéis entender, podéis comprender un problema directamente? Eso es lo que implica la pregunta, ¿verdad? ¿Podéis comprender al instante, ahora, lo que es? 

Porque comprendiendo lo que es comprenderéis la significación de la verdad; pero decir que uno debe comprender la verdad tiene muy poco sentido. 

¿Podéis, pues, comprender un problema directamente, plenamente, y veros libres de él? 

Eso es lo que la pregunta implica, ¿no es cierto? ¿Podéis comprender al instante una crisis, un reto, ver todo su significado y quedar libres? 

Porque lo que comprendéis no deja huella; la comprensión -o la verdad- es por lo tanto lo libertador. 

¿Y podéis libertaros ahora de un problema, de un reto? 

La vida -¿no es así?- es una serie de retos y respuestas; y si vuestra respuesta a un reto es condicionada, limitada, incompleta, entonces ese reto deja su huella, su residuo, que resulta más fortalecido por otro nuevo reto. 

Hay, pues, constante memoria de esos residuos, acumulaciones, cicatrices; y, con todas esas cicatrices, intentáis hacer frente a lo nuevo, por lo cual jamás le hacéis frente. 

Nunca comprendéis, por consiguiente, nunca os libráis de ningún reto. 

El problema, la cuestión, consiste en saber si yo puedo comprender un reto completamente, directamente, sentir toda su significación, su perfume, su profundidad, su belleza y su fealdad, y así librarme de él. 

El reto es siempre nuevo, -¿verdad? El problema siempre es nuevo, ¿no es así? Un problema que teníais ayer, por ejemplo, ha sufrido tal modificación que, cuando hoy lo enfrentáis, ya es nuevo. 

Mas lo enfrentáis con lo viejo, porque lo enfrentáis sin que os transforméis; lo hacéis simplemente modificando vuestros propios pensamientos.

Permitidme que lo exprese de un modo diferente. 

Os encontré ayer. En el ínterin habéis cambiado. 

Habéis sufrido una modificación, pero todavía tengo la imagen de vosotros que tenía ayer. 

Os encuentro hoy con mi imagen de vosotros, y por lo tanto no os comprendo; sólo comprendo la imagen de vosotros que ayer adquirí. 

Si os quiero comprender a vosotros que estáis transformados, cambiados, tengo que librarme de la imagen de ayer, apartarla de mí. 

Es decir, para comprender un reto -que siempre es nuevo- también debo hacerle frente de un modo nuevo, no debe haber residuo de ayer; tengo, pues, que decir adiós al ayer. 

¿Qué es la vida, después de todo? Es algo nuevo en cada instante, ¿verdad? 

Es algo que está siempre sufriendo un cambio, creando un nuevo sentir. 

El día de hoy nunca es igual al de ayer, y esa es la belleza de la vida. 

¿Puedo yo, podéis vosotros, hacer frente a cualquier problema de un modo nuevo? ¿Podéis, cuando vais a vuestro hogar, encontraros con vuestra esposa y vuestro hijo de un modo nuevo, hacer frente al reto de un modo nuevo? 

No lo podréis si estáis cargados de los recuerdos de ayer. 

Por lo tanto, para comprender la verdad acerca de un problema, de una relación, debéis abordarla de un modo nuevo, no con “mente abierta”, pues eso carece de sentido. 

Debéis abordarla sin las cicatrices de los recuerdos de ayer, lo cual significa que, al surgir cada reto, os dais cuenta de todas las reacciones de ayer; y captando el residuo, los recuerdos de ayer, encontraréis que ellos se os desprenden sin lucha, y por lo tanto vuestra mente está fresca.

 ¿Puede uno, pues, darse cuenta de la verdad instantáneamente, sin preparación? 

Yo digo que sí, y no por alguna fantasía de mi parte, por alguna ilusión; haced con ello un experimento psicológico, y lo veréis. 

Tomad cualquier reto, cualquier pequeño incidente -no esperéis alguna gran crisis- y ved cómo reaccionáis ante él. 

Daos cuenta de ello, de vuestras respuestas, de vuestras intenciones, de vuestras actitudes, y las comprenderéis, comprenderéis el contenido de vuestra mente. 

Os aseguro que podéis hacerlo instantáneamente si dedicáis a ello toda vuestra atención. 

Es decir, si buscáis el pleno sentido de vuestro trasfondo, él rinde su significación; y entonces descubrís de un solo golpe la verdad, la comprensión del problema. 

La comprensión, por cierto, surge del “ahora”, del presente, que siempre es atemporal. 

Aunque pueda ser mañana, sigue siendo el “ahora”; y el no hacer más que diferir, que prepararos para  recibir mañana lo que es, es impediros a vosotros mismos de comprender lo que es, ahora. 

Podéis, por cierto comprender al instante lo que es ahora, ¿verdad? 

Mas para comprender lo que es, tenéis que estar libres de perturbación, de distracción; tenéis que dedicar a ello vuestra mente y corazón. 

Ello tiene que ser vuestro único interés en ese momento, completamente. 

Entonces lo que es, os brinda su plena hondura, su pleno significado, y así os libráis del problema. 

Si queréis conocer la verdad acerca de la propiedad, su significación psicológica, si en realidad deseáis comprenderla directamente ahora, ¿cómo enfocáis el problema? 

Es preciso, por cierto, que sintáis afinidad con el problema, que no le tengáis miedo, que no tengáis credo alguno, ninguna respuesta entre vosotros y el problema. 

Sólo cuando estéis en relación directa con el problema, hallaréis la respuesta. 

Pero si introducís una respuesta, si juzgáis, si tenéis una aversión psicológica, la aplazaréis y os prepararéis para comprender mañana lo que sólo puede comprenderse en el “ahora”. 

Por lo tanto, jamás comprenderéis. 

El percibir la verdad no requiere preparación alguna. 

La preparación implica tiempo y el tiempo no es el medio de comprender la verdad. 

El tiempo es continuidad, y la verdad es atemporal, “no continuar”. 

La comprensión es no continua, es de instante en instante, es sin residuo.

Temo estar haciendo todo esto muy difícil. ¿No es así? 

Es fácil y sencillo comprender, si sólo queréis experimentar con ello; pero si os ponéis a soñar, a meditar al respecto, ello se vuelve muy difícil. 

Cuando no existe barrera entre vosotros y yo, os comprendo. 

Si estoy abierto a vosotros, os comprendo directamente; y el estar abierto no es cuestión de tiempo.

 ¿Hará el tiempo que yo sea abierto? ¿La preparación, el sistema, la disciplina, harán que me abra a vosotros? No. 

Lo que hará que me abra a vosotros es mi intención de comprender. 

Quiero ser abierto porque nada tengo que ocultar, porque no tengo miedo; por lo tanto soy receptivo, y hay comunión inmediata, hay verdad. 

Para recibir la verdad, para captar su belleza y su júbilo, tiene que haber instantánea captación, no anublada por teorías, temores y respuestas.

 

PREGUNTAS Y RESPUESTAS - 30 - DIOS -

 30. DIOS 

Pregunta: Usted ha comprendido la realidad. ¿Puede decirnos qué es Dios? 

KRISHNAMURTI: ¿Cómo sabe usted que yo he realizado? Para saberlo, usted también tiene que haber realizado. Esta no es una simple respuesta hábil. 

Para saber algo, usted tiene que ser parte de ese algo. 

Usted mismo debe haber tenido también la vivencia, y por lo tanto el que usted diga qué yo he realizado carece aparentemente de sentido. 

¿Qué importa que yo haya o no realizado? ¿No es acaso verdad lo que estoy diciendo? 

Aunque yo sea el ser humano más perfecto, si lo que yo digo no es la verdad, ¿por qué habríais siquiera de escucharme? 

Mi realización, ciertamente, nada tiene que ver con lo que estoy diciendo, y el hombre que rinde culto a otro porque ese otro ha realizado, en realidad rinde culto a la autoridad y por lo tanto jamás podrá encontrar la verdad. 

El comprender aquello que ha sido realizado, y el conocer a quien ha realizado, no tiene importancia alguna, ¿verdad? 

Bien sé que toda la tradición dice: “estad con el hombre que ha realizado”. ¿Cómo podéis saber que él ha realizado? 

Todo lo que podéis hacer es estar en su compañía, y aun eso es muy difícil en nuestros días. 

Hay muy poca buena gente, en el verdadero sentido de la palabra -gente que no ande en busca de algo, en pos de algo. 

Aquellos que andan en busca o en pos de algo son explotadores, y por consiguiente, resulta muy difícil encontrar un compañero a quien amar.

Idealizamos a los que han realizado, y esperamos que nos den algo, lo cual es una relación falsa. 

¿Cómo puede comunicarse el hombre que ha realizado, no habiendo amor? 

Esa es nuestra dificultad. En todas nuestras discusiones no nos amamos realmente unos a otros; somos suspicaces. 

Deseáis algo de mí: conocimiento, realización, o queréis estar en mi compañía, todo lo cual indica que no amáis. 

Deseáis algo, y por lo tanto os ponéis a explotar. 

Si realmente nos amamos unos a otros, habrá comunión instantánea. 

Entonces no importa que hayáis realizado y yo no, o que vosotros seáis lo superior o lo inferior. 

Como nuestro corazón se ha marchitado, Dios ha adquirido enorme importancia. 

Esto es, deseáis conocer a Dios porque vuestro corazón ya no canta; y perseguís al cantor y le preguntáis si os puede enseñar a cantar. 

Él puede enseñaros la técnica, pero la técnica no os llevará a crear. 

No podéis ser músicos por el simple hecho de saber cantar. 

Puede que conozcáis todos los pasos de una danza, pero si en vuestro corazón no hay fuerza creadora, sólo funcionáis como una máquina. 

No podéis amar si vuestro objeto es simplemente lograr un resultado. 

No hay cosa alguna que sea un ideal, porque ello es solamente un logro. 

La belleza no es un logro; es la realidad, ahora, no mañana. 

Habiendo amor, comprenderéis lo desconocido; sabréis qué es Dios, y nadie necesitará decíroslo -y esa es la belleza del amor. 

Es la eternidad en sí misma. 

Es porque no hay amor, que deseamos que otra persona o Dios, nos lo dé. 

Si realmente amarais, ¿sabéis cuán diferente sería este mundo? Seríamos gente realmente feliz. 

Por lo tanto no debiéramos dejar que nuestra felicidad dependa de las cosas, de la familia, de los ideales.

 Debiéramos ser felices, y por lo tanto las cosas, las personas y los ideales no dominarían nuestra vida.

 Son cosas secundarias todas ellas. 

Como no amamos y no somos felices, nos interesamos en las cosas, creyendo que nos darán felicidad; y una de las cosas en las cuales nos interesamos es Dios.

Deseáis que os diga qué es la realidad. 

¿Lo indescriptible puede ser acaso expresado en palabras? ¿Podéis acaso medir algo inconmensurable? ¿Podéis atrapar la brisa en vuestro puño? 

Si lo hacéis, ¿es eso acaso la brisa? Si medís aquello que es inconmensurable, ¿es eso acaso lo real? 

Si lo formuláis, ¿es ello lo real? 

Por cierto que no, pues en cuanto describís algo que es indescriptible, ello deja de ser lo real. 

En el momento en que traducís lo incognoscible en términos de lo conocido, ello deja de ser lo incognoscible. 

Sin embargo, eso es lo que anhelamos. 

Constantemente deseamos saber, porque entonces podremos continuar, entonces, según lo imaginamos, podremos alcanzar la felicidad fundamental, la permanencia. 

Deseamos saber por qué no somos felices, por qué luchamos miserablemente, por qué estamos gastados, por qué nos hemos envilecido. 

Sin embargo, en vez de comprender el simple hecho de que nos hemos envilecido, de que somos torpes, de que estamos hastiados, agitados, deseamos alejarnos de aquello que es conocido hacia lo desconocido que vuelve a ser lo conocido; y por consiguiente no podemos nunca encontrar lo real. 

Por lo tanto, en vez de preguntar quién ha comprendido, o qué es Dios, ¿por qué no consagrar toda la atención y percepción a lo que uno es? Entonces encontraréis lo desconocido, o más bien, lo desconocido vendrá a vosotros. 

Si comprendéis qué es lo conocido, “vivenciaréis” ese extraordinario silencio que no es inducido, que no es forzado; y sólo en ese vacío creador puede advenir la realidad. 

Ella no puede venir hacia aquello que está tratando de llegar a ser algo, que está esforzándose; sólo puede venir a lo que es; que comprende lo que es. 

Entonces veréis que la realidad no se halla lejos; lo desconocido no está alejado; está en lo que es. 

Así como la respuesta a un problema está en el problema mismo, la realidad está en lo que es. 

Si eso lo podemos comprender, conoceremos la verdad.

Es en extremo difícil darse cuenta de la torpeza, de la codicia, de la mala voluntad, de la ambición, etc.

 El hecho mismo de darse cuenta de lo que uno es, es la verdad. 

Es la verdad que liberta, no vuestro esfuerzo por ser libres. 

De suerte que la realidad no está lejos; pero nosotros la situamos lejos porque procuramos utilizarla como medio de autoprolongación. 

Está aquí ahora en lo inmediato. 

Lo eterno, lo atemporal, es ahora; y el “ahora” no puede ser comprendido por el hombre que se halla atrapado en la red del tiempo. 

Libertar al pensamiento del tiempo, exige acción; pero la mente es perezosa lerda y por lo tanto crea siempre otros impedimentos. 

Ello sólo es posible por la verdadera meditación, la cual significa acción completa no una acción continua; y la acción integral sólo puede ser comprendida cuando la mente comprende el- proceso de la continuidad, que es la memoria, no la memoria “factual” sino la memoria psicológica. 

Mientras funciona la memoria, la mente no puede comprender lo que es. 

Pero la propia mente, la totalidad del propio ser, llega a ser en extremo creadora, a estar pasivamente alerta, cuando uno comprende la significación del terminar, porque en el terminar hay renovación, mientras en la continuidad está la muerte, la desintegración.