LA MUTACIÓN PSICOLÓGICA - J.K. - CAPÍTULO 1

 La Mutación Psicológica 

Conversaciones en Saanen 1964 

Capítulo Primero 

Como sabéis, van a darse aquí diez charlas y habrá algunas discusiones después de que terminen, por lo cual tendremos mucho tiempo para hablar de estas cosas. 

Me gustaría empezar esta mañana señalando la extraordinaria importancia de la libertad. La mayoría de nosotros no queremos ser libres. Tenemos nuestra familia, responsabilidades, deberes, y a esas cosas nos atenemos. Estamos limitados por leyes sociales, por cierto código de moral, y estamos agobiados por diarias perturbaciones y problemas; si podemos encontrar alguna clase de consuelo, algún medio de escape de todo este conflicto y desdicha, muy fácilmente quedamos satisfechos. La mayoría de nosotros no queremos ser libres en modo alguno, en ninguna dirección, a ninguna profundidad; y, sin embargo, me parece que una de las cosas más esenciales de la vida, es el descubrir por si mismo como ser libre de manera completa y total. ¿Es posible que la mente humana estando tan fuertemente condicionada, tan estrechamente aprisionada en sus afanes cotidianos tan llena de miedos y ansiedades, tan insegura del futuro y en constante demanda de seguridad, es posible que una mente así produzca en si misma una radical mutación, que sólo puede realizarse en la libertad completa?.

Creo que cada uno de nosotros debería interesarse realmente por este problema, al menos durante las tres semanas que estaremos aquí. Deberíamos interesarnos, no sólo verbalmente, sino ahondar mucho más en nosotros mismos, a través del análisis verbal o lingüístico para descubrir si es posible ser libres. Sin libertad no puede uno descubrir lo que es verdadero y lo que es falso; sin libertad no hay profundidad en la vida; sin libertad somos esclavos de toda clase de influencias, de todas las presiones sociales, de las innumerables exigencias con las que constantemente nos encontramos. ¿Se puede, pues, como individuo, penetrar realmente en uno mismo, investigando mucho, implacablemente, y descubrir si es posible que cada uno de nosotros sea completamente libre? Desde luego que sólo en la libertad puede haber cambio. Y, en efecto tenemos que cambiar, no superficialmente, no en el sentido de recortar meramente, un poquito acá y allá, sino que tenemos que producir una mutación radical en la estructura misma de la propia mente. Por eso me parece que es tan importante hablar sobre el cambio, discutirlo y ver hasta donde puede llegar cada uno de nosotros en este problema. ¿Sabéis lo que entiendo por “cambio”?. Cambiar es pensar de una manera totalmente distinta. Es producir un estado mental en que no haya nunca ninguna ansiedad, ninguna sensación de conflicto, de pugna por lograr, por ser o llegar a ser algo. Es liberarse por completo del miedo. Para descubrir lo que significa estar libre de temor, creo que tiene uno que comprender esta cuestión del que enseña y el enseñado, y con ello descubrir lo que es el aprender. Aquí no hay maestro ni persona a la que se enseñe. Todos estamos aprendiendo. Tenéis pues, que libraros por completo de la idea de que alguien os va a instruir o deciros lo que hay que hacer, lo cual significa que la relación con el que habla es por completo distinta. Estamos aprendiendo, no se os está enseñando. Si realmente comprendéis que no estáis aquí para que alguien os enseñe, que no hay instructor que os instruya, ni salvador que os salve, ni gurú que os diga lo que hay que hacer, si en realidad comprendéis este hecho, entonces tenéis que hacerlo todo vosotros mismos; y eso requiere una enorme cantidad de energía. La energía se disipa, se degrada, se pierde del todo cuando existe la relación del que enseña y el enseñado; así que, durante estas charlas aquí y en las discusiones que van a seguir, espero que no haya una relación semejante. Sería en realidad maravilloso que pudiéramos eliminarla por completo, de modo que solo quedase el movimiento de aprender. Generalmente aprendemos por el estudio, por los libros, por la experiencia o por instrucción ajena. Estas son las formas usuales de aprender: Confiamos a la memoria lo que hay y lo que no hay que hacer, lo que hay y no hay que pensar, como sentir, como reaccionar. Por la experiencia, el estudio, el análisis, por la exploración, por el examen introspectivo, almacenamos conocimientos en forma de memoria, y esta entonces responde a ulteriores retos y exigencia, de lo cual surge más y más aprendizaje. Estamos bien familiarizados con este proceso, es nuestra única manera de aprender. Como no sé dirigir un avión, aprendo, se me instruye, adquiero experiencia, cuyo recuerdo retengo, y entonces vuelo. Este es el único proceso de aprender que conocemos la mayoría de nosotros. Aprendemos por el estudio, la experiencia, la instrucción. Lo que se aprende se confía a la memoria como conocimiento, y ese conocimiento funciona siempre que hay un reto o siempre que tenemos que hacer algo.

  Pues bien, yo creo que hay una manera de aprender enteramente distinta y voy a hablar un poquito sobre ello; mas, para comprenderlo y para aprender esta forma distinta, tenéis que estar por completo libres de autoridad, pues si no simplemente se os instruirá y repetiréis lo que hayáis oído. Por eso es muy importante comprender la naturaleza de la autoridad. La autoridad impide aprender, un aprender que no es la acumulación de conocimientos como memoria. La memoria siempre responde en modelos; no hay libertad. Un hombre que este cargado de conocimiento, de instrucciones, que este agobiado por las cosas que ha aprendido, nunca será libre. Puede ser sumamente erudito, de modo extraordinario, pero su acumulación de conocimientos le impide ser libre, y por lo tanto es incapaz de aprender. Acumulamos diversas formas de conocimiento: El científico, psicológico, el técnico etc., y este conocimiento es necesario para el bienestar físico del hombre. Pero también acumulamos conocimientos para estar seguros, para funcionar sin trastornos, para actuar siempre dentro de los límites de nuestra propia información, y por ello nos sentimos seguros. Siempre queremos estar seguros, nos da miedo la incertidumbre y por tanto, acumulamos conocimientos. De esta acumulación sicológica es de lo que estoy hablando, y esto es lo que obstaculiza por completo la libertad. Así es que, desde el momento en que empieza uno a inquirir sobre lo que es la libertad, tiene que poner en tela de juicio no sólo la autoridad sino el conocimiento. Si simplemente se os instruye, si os limitáis a escuchar lo que oís, lo que leéis, lo que experimentáis, entonces hallaréis que nunca podéis ser libres, porque siempre estáis funcionando dentro del patrón de lo conocido. Esto es lo que nos pasa efectivamente a la mayoría; ¿qué va uno pues a hacer? Uno ve como funciona la mente y el cerebro. El cerebro es una cosa del mundo animal, progresiva, evolutiva, que vive y funciona dentro de los muros de su propia experiencia, su propio conocimiento, sus esperanzas y temores. Está perpetuamente activo en salvaguardarse y protegerse y, en cierta medida, tiene que estarlo, porque de lo contrario pronto se destruiría. Tiene que tener cierto grado de seguridad, de modo que habitualmente se beneficia acumulando toda clase de información, obedeciendo toda clase de instrucción, creando un patrón al que se ajuste la vida propia, no siendo así nunca libre. Si uno ha observado su propio cerebro, todo el funcionamiento de si mismo, se da cuenta de este modo de existencia ajustando a un patrón, en el cual no hay espontaneidad alguna. ¿Qué es, pues, aprender? ¿Hay un aprender de distinta clase, un aprender que no sea acumulativo, que no llegue a ser sólo un trasfondo de memoria o conocimiento que crea modelos y obstaculiza la libertad? ¿Existe una manera de aprender que no llegue a ser una carga, que no paralice la mente, sino que, por el contrario le de libertad? Si os habéis formulado alguna vez esta pregunta no de modo superficial, sino profundamente, sabréis que uno tiene que descubrir porque se aferra la mente a la autoridad. Ya sea la autoridad del instructor, del salvador, del libro, o la del conocimiento y la experiencia propia, ¿por qué se aferra la mente a esa autoridad?

Como sabéis, la autoridad adopta muchas formas. Tenemos la autoridad de los libros, la de la iglesia, la del ideal, la de vuestra propia experiencia y la del conocimiento que habéis acumulado. ¿Por qué os aferráis a esas autoridades? Técnicamente hay necesidad de ellas. Esto es sencillo y evidente. Más nosotros hablamos del estado psicológico de la mente; y, prescindiendo del todo de la autoridad técnica, ¿por qué se aferra la mente a la autoridad en el sentido psicológico? Es evidente que la mente se aferra a la autoridad porque le da miedo la incertidumbre, la inseguridad; le da miedo lo desconocido, lo que puede pasar mañana. Y ¿podemos nosotros vivir sin ninguna autoridad en absoluto, autoridad en el sentido de dominación, aserción, dogmatismo, agresividad, querer tener éxito, querer ser famoso, querer llegar a ser alguien? ¿Podemos vivir en este mundo: ir a la oficina y todo lo demás, en un estado de completa humildad? Esa es una cosa muy difícil de descubrir, ¿no? Más yo creo que es sólo en ese estado de completa humildad (que es el estado de una mente que esta siempre dispuesta a no saber) en el que puede uno aprender. De lo contrario siempre estará uno acumulando y, por tanto, dejando de aprender. ¿Puede uno, pues, vivir de un día para otro, en ese estado? ¿Comprendéis mi pregunta? Seguramente una mente que en realidad esté aprendiendo no tendrá autoridad ni tampoco la buscará; porque se encuentra en un estado de constante aprender, no sólo las cosas exteriores, sino también las internas y no pertenece a ningún grupo, a ninguna sociedad, a ninguna raza o cultura. Si estas constantemente aprendiendo de todo sin acumulación, ¿cómo puede haber una autoridad, un instructor? ¿Cómo es posible que sigáis a alguien? Y esa es la única manera de vivir: no aprendiendo de los libros. Yo no me refiero a eso. Sino  aprendiendo de vuestras propias demandas, de los movimientos de vuestro propio pensar, de vuestro propio ser. Entonces vuestra mente siempre estará fresca, lo mirará todo como nuevo y no con la cansada mirada del conocimiento, de la experiencia, de lo que ha aprendido. Si uno comprende esto, real y profundamente, entonces cesa toda autoridad; entonces el que habla carece en absoluto de importancia. El extraordinario que la verdad revela, lo inmenso de la realidad, no os lo puede dar otro. No hay autoridad, no hay guía. Tenéis que descubrirlo por vosotros mismos y, con ello, traer algún sentido a este caos que llamamos vida. Es un viaje que hay que emprender completamente sólo, sin marido, sin esposa, sin libros. Sólo podéis partir para este viaje cuando realmente veis la verdad de que tenéis que caminar completamente solos. Entonces estáis solos; no por amargura, no por cinismo, ni por desesperación, sino porque veis el hecho de que la soledad es absolutamente necesaria. Este hecho y la percepción del mismo es lo que le libera a uno para caminar solo. Uno es el libro, el salvador, el maestro. Tenéis pues, que investigar, tenéis que aprender sobre vosotros mismos, lo cual no significa acumular conocimientos de un mismo y mirar los movimientos de vuestro propio pensar con ese conocimiento. ¿Comprendéis? Para aprender sobre uno mismo, para conoceros, debéis observaros con frescura, con libertad. No podéis aprender sobre vosotros mismos si os limitáis a aplicar conocimiento, es decir, a miraros en términos de lo que habéis aprendido de algún instructor, de algún libro o de vuestra propia experiencia. El “yo” es una extraordinaria entidad, es una cosa compleja, vital, enormemente viva en constante cambio, sufriendo toda clase de experiencias; es un torbellino de enorme energía, y no hay nadie que pueda enseñaros sobre él: ¿nadie? Esto es lo primero que hay que ver. Una vez que comprendéis esto, que realmente veis su verdad, ya estáis liberados de una pesada carga, habéis dejado de esperar que algún otro os diga lo que hay que hacer. Ya existe el principio de este extraordinario aire de libertad. Tengo, pues, que conocerme, porque sin conocerme a mi mismo el conflicto no puede terminar, no pueden acabar el miedo ni la desesperación, no puede haber comprensión de la muerte. Cuando me comprendo, comprendo también a todos los seres humanos, la totalidad de las relaciones humanas. Comprenderse a si mismo es aprender sobre el cuerpo físico y las varias respuestas de los nervios, es darse cuenta de todo el movimiento del pensar, es comprender los celos, la brutalidad, y descubrir lo que es el afecto, lo que es el amor; es comprender todo eso que es el “yo”, el “tu”. Aprender no es un proceso de sentar las bases del conocimiento. Aprender es de instante en instante, es un movimiento que os observáis infinitamente, sin condenar, interpretar ni evaluar nunca, sino meramente observando. En el momento en que condenáis, interpretáis o evaluáis, tendréis un patrón de conocimiento, de experiencia, y ese modelo os impide aprender. Sólo es posible una mutación en la raíz misma de la mente cuando os comprendéis, y tiene que haber tal mutación, tiene que haber un cambio. No uso la palabra “cambio” en el sentido de ser influido por la sociedad, por el clima, la experiencia o la presión en alguna otra forma. Presiones e influencias meramente os impulsaran en cierta dirección. Me refiero al cambio que se produce sin esfuerzo, porque os comprendéis. Desde luego que hay una que hay que hacer. Ya existe el principio de este extraordinario aire de libertad. Tengo, pues, que conocerme, porque sin conocerme a mi mismo el conflicto no puede terminar, no pueden acabar el miedo ni la desesperación, no puede haber comprensión de la muerte. Cuando me comprendo, comprendo también a todos los seres humanos, la totalidad de las relaciones humanas. Comprenderse a si mismo es aprender sobre el cuerpo físico y las varias respuestas de los nervios, es darse cuenta de todo el movimiento del pensar, es comprender los celos, la brutalidad, y descubrir lo que es el afecto, lo que es el amor; es comprender todo eso que es el “yo”, el “tu”. Aprender no es un proceso de sentar las bases del conocimiento. Aprender es de instante en instante, es un movimiento que os observáis infinitamente, sin condenar, interpretar ni evaluar nunca, sino meramente observando. En el momento en que condenáis, interpretáis o evaluáis, tendréis un patrón de conocimiento, de experiencia, y ese modelo os impide aprender. Sólo es posible una mutación en la raíz misma de la mente cuando os comprendéis, y tiene que haber tal mutación, tiene que haber un cambio. No uso la palabra “cambio” en el sentido de ser influido por la sociedad, por el clima, la experiencia o la presión en alguna otra forma. Presiones e influencias meramente os impulsaran en cierta dirección. Me refiero al cambio que se produce sin esfuerzo, porque os comprendéis. Desde luego que hay una basta diferencia entre los dos: entre el cambio producido por compulsión y el que viene de modo espontáneo, natural, libre. Pues bien, si sois serios (y creo que sería un poco absurdo haber recorrido todo el camino para asistir a estas charlas con este calor y aguantar una serie de incomodidades si no fuerais serios), entonces estas tres semanas aquí ofrecerán una buena oportunidad para aprender, para la observación real, para la indagación profunda. Porque, mirad, me parece que nuestra vida es tan superficial, sabemos y hemos experimentado mucho, podemos hablar muy inteligentemente, y en realidad no tenemos profundidad. Vivimos en la superficie y, al hacerlo, tratamos de conseguir que ese vivir superficial sea muy serio. Mas yo hablo de una seriedad que no está meramente al nivel superficial, una seriedad que penetra hasta las profundidades mismas del propio ser. La mayoría de nosotros no somos realmente libres; y creo que, a menos que seamos libres: libres de las preocupaciones, de los hábitos, de las incapacidades psicosomáticas, del miedo nuestra vida seguirá siendo terriblemente superficial y vacía, y en ese estado envejecemos y morimos.

Así que, durante estas tres semanas, descubramos si podemos abrirnos paso por esta superficial existencia que hemos cultivado tan cuidadosamente y sumergirnos en algo que está mucho más hondo. Y el proceso de ahondar no es por medio de la autoridad; no es cuestión de que nos diga otro como hay que hacerlo, porque no hay nadie que os lo pueda decir. Lo que vamos a hacer aquí es aprender juntos lo que hay de verdad en todo esto; y un vez que realmente comprendáis lo que es verdadero, entonces habrán terminado todas las esperanzas puestas en la autoridad; entonces no necesitáis ningún libro, no necesitáis ir a ninguna iglesia o templo, habéis dejado de ser seguidores. Hay gran belleza, gran profundidad, gran amor en la libertad, cosas de las cuales ahora no sabemos nada en absoluto, porque no somos libres. De modo que nuestro primer interés, me parece, es inquirir sobre esta libertad, no sólo a través del análisis verbal o lingüístico, sino también por el hecho de vernos libres de la palabra. Hace mucho calor, pero me parece que hemos hecho todo lo que podíamos para lograr que el interior de la tienda esté bastante fresco. No podemos celebrar estas reuniones más temprano, porque hay muchos que vienen desde lejos. Tendremos, pues, que soportar este calor como parte de las molestias. Como sabéis, uno tiene que ser disciplinado, no por imposición ni control rígido, sino por la comprensión de toda la cuestión de la disciplina, aprendiendo sobre ella. Tomad por ejemplo algo inmediato: el calor. Puede uno darse cuenta de este calor y no estar molesto por el, porque nuestro interés, nuestra indagación, que es el movimiento mismo del aprender, es mucho más importante que el calor y la incomodidad del cuerpo. El aprender requiere, pues, disciplina, y el acto mismo de aprender es disciplina; y, por tanto, no tiene que haber disciplina impuesta ni control artificial. Es decir, quiero escuchar, no sólo lo que se está diciendo, sino también todas las reacciones que despiertan en mi esas palabras.

 Quiero percibir todo movimiento del pensar, de todo sentimiento, de todo gesto. Esto, en si, es disciplina, y tal disciplina siempre es extraordinariamente flexible. Creo, pues, que lo primero que tenéis que descubrir es si, como seres humanos que viven en una cultura o comunidad determinada, reclamáis realmente libertad como reclamáis alimento, sexo, comodidad; y hasta que punto y que tan profundamente estáis dispuestos a llegar para ser libres. Creo que eso es lo único que podemos hacer en la primera charla o, más bien, lo único que podemos hacer durante estas tres semanas, porque es lo único que podemos compartir. Eso y ninguna otra cosa. Porque todo lo demás llega a ser mero sentimentalismo, devoción, emotividad, cosas que carecen grandemente de madurez. Mas si ustedes y yo estamos realmente buscando inquiriendo, aprendiendo lo que significa ser libres o estar libres, entonces esa abundancia la podemos compartir todos.

Como dije al principio, aquí no hay instructor, aquí no hay instruidos, cada uno de nosotros está aprendiendo, pero no sobre algún otro. No estáis aprendiendo sobre el que habla ni sobre vuestro prójimo; estáis aprendiendo sobre vosotros mismos, y si aprendéis así, entonces sois el que habla sois vuestro vecino. Si aprendemos sobre nosotros mismos, podéis amar a vuestro prójimo. De lo contrario, no podéis, y todo esto seguirán siendo meras palabras. No podéis amar a vuestro prójimo si sois competidores. Toda nuestra estructura social, económica, política, moral, religiosa, se basa en la competencia. Y al mismo tiempo, decimos que tenemos que amar al prójimo. Tal cosa es imposible, porque donde haya competencia no puede haber amor. Así es que, para comprender lo que es el amor, lo que es la verdad tiene que haber libertad. Y nadie puede daros eso, tenéis que descubrirla por vosotros mismos trabajando de firme. 

12 de julio de 1964.