PALABRAS DE ALDOUS HUXLEY

 ...¿Qué es precisamente lo que nos ofrece Krishnamurti? 

¿Qué es lo que podemos aceptar, si nos parece bien, pero con toda probabilidad preferiremos rechazar?

 No se trata, como hemos visto, de un sistema de creencias, de un catálogo de dogmas, ni de un repertorio de ideas o ideales. 

No se trata de ningún caudillaje, ni mediación, ni dirección espiritual, ni siquiera se trata de un ejemplo; ni de un ritual, ni de una iglesia, ni de un código, ni de una elevación o alguna forma de parloteo estimulador... 

El proceso liberador ha de comenzar con la comprensión sin opción de lo que queréis, y de vuestras reacciones ante cualquier sistema de símbolos que os diga que debéis o no debéis querer eso. 

Mediante esta comprensión sin opción, a medida que penetra en los estratos profundos del ‘ego’ y del subconsciente con él asociado, surgirán el amor y la mutua comprensión; pero éstos serán de naturaleza muy distinta al amor y la mutua comprensión que nosotros conocemos. 

Esta comprensión sin opción -en todo instante y en todas las circunstancias de la vida- es la única meditación eficaz. 

La autocomprensión sin opción nos lleva a la Realidad creadora, que está debajo de todas nuestras ilusiones destructivas, nos lleva a la serena sabiduría que siempre está allí a pesar de la ignorancia, a pesar del conocimiento, que es meramente otra forma de la ignorancia. 

El conocimiento es cuestión de símbolos, y es, con demasiada frecuencia, un estorbo a la sabiduría, al descubrimiento de uno mismo de instante en instante. 

La mente que ha llegado a la quietud de la sabiduría “comprenderá el ser, comprenderá lo que es amar.

 El amor no es personal ni impersonal. 

El amor es amor y la mente no puede definirlo ni describirlo como algo exclusivo ni inclusivo. 

El amor es su propia eternidad; es lo real, lo supremo, lo inconmensurable”. 


Aldous Huxley

PREGUNTAS Y RESPUESTAS - 38 - LA TRANSFORMACIÓN -

 38. LA TRANSFORMACIÓN 

Pregunta: ¿Qué entiende usted por transformación? 

KRISHNAMURTI: Es evidente que tiene que haber una revolución radical. 

La crisis mundial la exige. 

Nuestras vidas la exigen. 

Nuestros incidentes, empeños y ansiedades de todos los días la exigen. 

Nuestros problemas la exigen. 

Tiene que haber una revolución radical, fundamentad porque todo en torno nuestro se ha derrumbado.

 Aunque en apariencia haya orden, en realidad hay lenta descomposición y destrucción: la ola de destrucción está constantemente alcanzando a la ola de vida. 

Tiene, pues, que haber una revolución; pero no una revolución basada en una idea. 

Semejante revolución es tan sólo la continuación de la idea, no una transformación. 

Y una revolución basada en una idea trae derramamiento de sangre, destrucción. 

Del caos no se puede establecer el orden; no es posible que produzcáis deliberadamente el caos con la esperanza de que el orden surja de ese caos. 

No sois los elegidos de Dios para implantar un orden nacido de la confusión. 

Esa es la manera errónea de pensar de los que desean producir creciente confusión para luego establecer el orden. 

Por estar momentáneamente en posesión del poder, se figuran que conocen todos los medios de crear orden. 

Observando toda la catástrofe -la repetición constante de las guerras, los incesantes conflictos entre las clases sociales y entre los pueblos, la tremenda desigualdad económica y social, la diferencia de capacidades y dones naturales, el abismo entre los que disfrutan de extraordinaria dicha y tranquilidad, y los que viven prisioneros del odio, del conflicto y de la miseria-, observando todo eso, se ve que es necesaria una transformación completa, ¿no es cierto? 

Esta transformación, esta revolución radical ¿es una finalidad o es de momento a momento? Bien sé que nos agradaría que fuese la finalidad a alcanzar, ya que es tanto más fácil pensar en términos de lejanía, de futuro. 

Al final nos habremos transformado, al final seremos felices, al final hallaremos la verdad; pero, mientras tanto, continuemos como hasta ahora. 

Una mente que así piensa en términos de futuro, es incapaz de actuar en el presente; y por lo tanto una mente así no busca la transformación, simplemente la rehuye. ¿Qué entendemos por transformación?

La transformación no es en el futuro; jamás puede serlo. 

Sólo puede ser ahora, de momento en momento. 

¿Qué entendemos, pues, por transformación? 

Es, sin duda, algo muy sencillo: ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero. 

Ver también la verdad en lo falso, y ver lo falso en aquello que ha sido aceptado como la verdad; ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero es transformación. 

Porque cuando veis muy claramente que algo es la verdad, esa verdad es libertadora. 

Cuando veis que algo es falso, esa cosa falsa se desprende. 

Cuando veis que las ceremonias son simples y vanas repeticiones; cuando veis la verdad acerca de ellas y no las justificáis, prodúcese la transformación, porque otra atadura ha desaparecido.

Cuando veis que la división de la sociedad en clases es falsa, que ella engendra conflictos, miseria y desunión entre las personas; cuando veis la verdad al respecto, esa verdad resulta libertadora. 

La percepción misma de esa verdad es transformación. 

Y como estamos rodeados de tantas cosas falsas, el percibir de instante en instante esa falsedad, es transformación. 

La verdad no se acumula; ella es de momento en momento. 

Lo que se acumula, lo acumulado es la memoria; y mediante la memoria jamás podréis hallar la verdad.

 La memoria, en efecto, pertenece al tiempo; el tiempo es el pasado, el presente y el futuro. 

El tiempo, que es continuidad, jamás puede descubrir aquello que es eterno. 

La eternidad no es continuidad. 

Lo que perdura no es eterno. 

La eternidad está en el instante. 

La eternidad está en el “ahora”. 

El “ahora” no es reflejo del pasado, ni continuación del pasado hacia el futuro a través del presente.

 Una mente que está deseosa de una transformación futura, o que encara la transformación como objetivo final jamás podrá hallar la verdad. 

La verdad, en efecto, es algo que tiene que surgir de momento a momento, que debe ser descubierto cada vez de nuevo; y, por cierto, no puede haber descubrimiento alguno por medio de la acumulación. ¿Cómo podréis descubrir lo nuevo si estáis agobiados por lo viejo? 

Es tan sólo cuando desaparece esa carga que descubres lo nuevo. 

Para descubrir lo nuevo, lo eterno, en el presente y de momento a momento, se requiere una mente extraordinariamente alerta, una mente que no busque resultados, una mente que no trate de llegar a ser algo. 

Una mente que se esfuerce por llegar a ser algo no puede nunca conocer la plena beatitud del contentamiento; no del contento de la fácil satisfacción, ni del contento que trae el logro de un resultado, sino del contento que se produce cuando la mente ve la verdad en lo que es y lo falso en lo que es. 

La percepción de esa verdad es de instante en instante, y esa percepción se detiene al hablar de ese instante. 

La transformación no es una finalidad, un resultado. 

La transformación no es un resultado. El resultado implica residuo, una causa y un efecto. 

Donde hay causalidad, tiene forzosamente que haber efecto; el efecto es simplemente el resultado de vuestro deseo de transformación. 

Cuando deseáis veros transformados, seguís pensando en términos de devenir; y aquello que es devenir no puede nunca conocer aquello que es ser. 

La verdad es ser de momento en momento; y la felicidad que continúa no es felicidad. 

La dicha es el estado atemporal del ser. 

Ese estado atemporal puede producirse tan sólo cuando hay tremendo descontento; no el descontento que ha hallado una vía de escape, sino el descontento que no tiene salida ni escapatoria y que ya no busca realización. 

Sólo entonces, en ese estado de supremo descontento, puede surgir la realidad. 

Esa realidad no se compra, ni se vende, ni se repite; no puede ser captada en libros. 

Tiene que ser captada de momento a momento, en la sonrisa, en la lágrima, bajo la hoja muerta, en los pensamientos errabundos, en la plenitud del amor. 

El amor no es diferente de la verdad. 

El amor es ese estado en el cual el proceso del pensamiento en función del tiempo ha cesado completamente. 

Y donde hay amor hay transformación. 

Sin amor, la revolución carece de sentido pues en tal caso ella es mera destrucción, decadencia, una miseria, desgracia creciente y cada vez mayor. 

Donde hay amor hay revolución, porque el amor es transformación de instante en instante.


PREGUNTAS Y RESPUESTAS - 37 - LA CONFUSIÓN DE LA MENTE -

 37. LA CONFUSIÓN DE LA MENTE 

Pregunta: He escuchado todas las pláticas de usted y he leído todos sus libros. Con toda seriedad le pregunto: ¿Cuál puede ser el objeto de mi vida si como usted dice, todo pensamiento ha de cesar, todo conocimiento ha de ser suprimido, y todo recuerdo ha de perderse? ¿Cómo relaciona usted ese estado de ser -sea lo que él fuere según usted- con el mundo en que vivimos? ¿Qué relación tiene ese ser con nuestra triste y dolorosa existencia? 

KRISHNAMURTI: Queremos saber qué es ese estado que sólo puede surgir cuando todo conocimiento, cuando el reconocedor, no existe; queremos saber qué relación tiene ese estado con nuestro mundo de diarias actividades, diarios empeños. 

Sabemos qué es ahora nuestra vida: triste, penosa, constantemente temerosa, nada permanente. 

Eso lo sabemos muy bien. Y queremos saber qué relación hay entre este estado y aquél; y, si dejamos de lado el conocimiento, si nos liberamos de nuestros recuerdos y demás, cuál es el objeto de la existencia.

¿Qué objeto tiene la existencia tal como ahora la conocemos, no en teoría sino realmente? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia diaria? 

Nada más que el sobrevivir -¿no es así?-, con todas sus miserias, con todos sus pesares y confusión, sus guerras, destrucciones, y demás. 

Podemos inventar teorías, podemos decir: “Esto no debiera ser, sino alguna otra cosa”. Pero todas esas son teorías, no son hechos. 

Lo que conocemos es la confusión, el dolor, el sufrimiento, los antagonismos interminables. 

Y también, por poco que nos demos cuenta, sabemos cómo ocurre todo eso. 

Porque el objeto de la vida día tras días, de instante en instante, es destruirnos unos a otros, explotarnos unos a otros, ya sea como individuos o como seres humanos colectivos. 

En nuestra soledad, en nuestra miseria, tratamos de utilizar a otros, intentamos huir de nosotros mismos, por medio de la diversión, de dioses, del conocimiento, de toda forma de creencia, de la identificación.

 Tal es nuestro objeto, consciente o inconsciente, tal como ahora vivimos.

¿Y existe un propósito mas profundo, más amplio y trascendente, un fin que no sea de confusión, de adquisición? ¿Y ese estado espontáneo tiene alguna relación con nuestra vida diaria? 

Eso, por cierto, no tiene absolutamente ninguna relación con nuestra vida. 

¿Cómo puede tenerla? Si mi mente es confusa, angustiada, solitaria, ¿como puede ella estar en relación con algo que no pertenezca a la misma? ¿Cómo puede la verdad estar en relación con la falsedad, con la ilusión? 

Pero eso no lo queremos admitir. 

Porque nuestra esperanza, nuestra confusión, nos hace creer en algo más grande, más noble, que, según decimos, tiene relación con nosotros. 

En nuestra desesperación buscamos la verdad, esperando que en el descubrimiento de la misma nuestra desesperación habrá de desaparecer. 

Podemos ver, pues, que una mente confusa, una mente transida de dolor, una mente que capta su propio vacío, su soledad, jamás podrá encontrar aquello que está más allá de sí misma. 

Aquello que está más allá de la mente sólo puede surgir cuando las causas de confusión, de desdicha, han sido disipadas o comprendidas. 

Todo lo que he estado diciendo, de lo que he estado hablando, es cómo comprendernos a nosotros mismos. 

Porque, sin conocimiento propio, lo otro no adviene, lo otro es sólo una ilusión. 

Mas si comprendemos el proceso total de nosotros mismos, de instante en instante, entonces veremos que, al despejarse nuestra propia confusión, lo otro adviene. 

Entonces vivenciando aquello tendrá una relación con esto. 

Pero esto jamás tendrá relación con aquello. 

Estando de este lado de la cortina, estando en la oscuridad, ¿cómo puede uno tener la vivencia de la luz, de la libertad? 

Mas una vez que haya vivencia de la verdad, entonces podréis vosotros relacionarla con este mundo en que vivís. 

Si jamás hemos conocido lo que es el amor, sino tan sólo constantes reyertas, desdichas, angustias, conflictos, ¿cómo podemos vivenciar ese amor que nada tiene que ver con todo esto? 

Pero una vez que tengamos la vivencia de eso, entonces no necesitamos molestarnos en hallar la relación. 

Entonces el amor, la inteligencia, funcionan. 

Mas para vivenciar ese estado, todo conocimiento, recuerdos acumulados, actividades identificadas con uno mismo, tienen que cesar para que la mente sea incapaz de proyectar sensación alguna. 

Entonces, vivenciando eso, habrá acción en este mundo.

Ese es por cierto el objeto de la existencia: ir más allá de la actividad egocéntrica de la mente. 

Y, habiendo vivenciado ese estado -que la mente no puede medir-, entonces la vivencia misma de eso trae consigo una revolución íntima. 

Entonces, habiendo amor, no hay problema social; no hay problema de ninguna especie cuando hay amor. 

Es porque no sabemos amar que tenemos problemas sociales, y sistemas de filosofía sobre el modo de habérnoslas con nuestros problemas. 

Y yo digo que estos problemas jamás podrán resolverse por sistema alguno, ya sea de la izquierda, de la derecha o del centro. 

Ellos podrán ser resueltos -nuestra confusión, nuestras miserias, nuestra autodestrucción- tan sólo cuando podamos vivenciar aquel estado que no es autoproyectado.