DIARIO 2 -J.K. - 25 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 25, Septiembre, 1973 

Él miraba por la ventana las verdes colinas onduladas y el oscuro bosque, iluminados por el sol matinal.

 Era una bellay agradable mañana, había nubes magníficas más allá del bosque, nubes blancas con perfiles ondulantes. 

No es extraño que los antiguos dijeran que los dioses tenían su morada entre las nubes y las montañ

as. 

Por todas partes se veían estas nubes enormes contra un cielo azul y deslumbrante. 

Él no tenía un solo pensamiento y solo estaba contemplando la belleza del mundo. 

Debe de haber estado junto a esa ventana por un tiempo, y entonces ocurrió algo; ocurrió inesperadamente, sin invitación. 

Uno no puede invitar ni desear tales cosas, sea consciente o inconscientemente. 

Todo pareció replegarse y dejar espacio solamente a aquello, lo innominable, lo que no puede encontrarse en ningún templo, iglesia o mezquita, ni en página impresa alguna. 

Uno no lo encontrará en ninguna parte, y cualquier cosa que pueda encontrar, no será aquello. 

Con muchas personas en esa inmensa estructura que está cerca del Golden Hom (Estambul), él se hallaba sentado junto a un mendigo que vestia harapos desgarrados. 

Con la cabeza agachada, éste musitaba alguna plegaria. 

Un hombre comenzó a cantar en árabe. 

Tenía una voz esplêndida; toda la cúpula y el gran edifício se llenaban con esa voz que parecia estremecer la construcción. 

Tenía un efecto extraño sobre todos los que allí se encontraban; ellos escuchaban las palabras y la voz con un gran respeto, y al propio tiempo estaban hechizados. 

Él era un extraño entre todos ellos; lo miraban y luego lo olvidaban. 

La inmensa sala estaba llena y pronto se produjo un silencio; ellos ejecutaron su ritual y, uno a uno, fueron saliendo. 

Sólo quedaron êl y el mendigo; luego, el mendigo también se fue. 

La gran cúpula estaba silenciosa y el edifício quedo vacío, el ruido de la vida estaba muy lejos. 

Si uno pasea alguna vez solo en lo alto de las montañas, entre las rocas y los pinos, habiéndolo dejado todo muy abajo en el valle, cuando no se escucha un solo susurro entre los árboles y todo pensamiento se ha ido marchitando, entonces es posible que «lo otro» (the otherness) venga a uno.

 Si lo retenemos, ello jamás volverá; lo que uno retiene es el recuerdo de algo que ha muerto y desaparecido. 

Lo que se retiene no es lo real; el corazón y la mente son demasiado pequeños, sólo pueden contener las vanas cosas del pensamiento. 

Y uno se aleja más del valle, mucho más, dejándolo todo allá abajo. Después puede volver y recobrarlo si lo desea, pero esas cosas habrán perdido ya su importancia. 

Uno jamás volverá a ser el mismo.

Después de un largo ascenso de varias horas que lo llevó más alla de la línea que demarcan los ârboles, él se encontraba ahi, entre las rocas y el silencio que solo tienen las montañas; se veian unos pocos pinos deformados.

No había viento y todo estaba completamente quieto. 

Mientras regresaba, avanzando de roca en roca, oyô de pronto el sonido de una cascabel, y saltó. 

La serpiente, corpulenta y casi negra, estaba a unos pocos pasos de distancia; enroscada, con el cascabel en medio de la espiral se hallaba lista para atacar. 

La cabeza triangular, la lengua bífida oscilando hacia dentro y fuera, con sus agudos y oscuros ojos vigilantes y se la veía dispuesta para el ataque si él se hubiera aproximado. 

Durante toda esa media hora o más, sin hacer un solo guiño, lo miraba fijamente con sus ojos sin párpados. 

Desenroscándose lentamente, mientras mantenia la cabeza y la cola dirigidas hacia él, comenzo a alejarse tomando la forma de una «U», y cuando él hizo un movimento de aproximación, se enrosco al instante lista para atacar. 

Jugaron este juego durante un rato; la serpiente se estaba cansando y él dejô que ella prosiguiera su camino. 

Era una cosa realmente aterradora, corpulenta y mortífera. 

Uno debe estar solo con los ârboles, las praderas y los torrentes. 

Jamás está uno solo si carga con las cosas del pensamiento, con sus imâgenes y problemas. 

La mente no debe estar llena con las rocas y nubes de la tierra; tiene que hallarse vacía, como el vaso nuevo recién hecho. 

Entonces podrá uno ver algo en su totalidad, algo que nunca ha sido. 

Si «uno» está ahi, no puede verlo ; para verlo debe uno morir. 

Uno puede pensar que es la cosa más importante del mundo, pero no lo es; puede tener todas las cosas que el pensamiento ha producido, pero son cosas  viejas, usadas y empiezan a desmoronarse. 

El valle estaba inesperadamente fresco y, cerca de las chozas, las ardillas se hallaban aguardando sus nueces. 

Estaban habituadas a que se las alimentara diariamente en la mesa dentro de la cabaña. 

Eran muy amigables, y si uno no llégaba a tiempo comenzaban con su regaño mientras los grajos esperaban afuera ruidosamente.

DIARIO 2 - J.K - 24 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 24, Septiembre, 1973  

Una nueva conciencia y una moralidad totalmente nueva son indispensables para producir un cambio radical en la actual cultura y en la estructura social. 

Esto es obvio; sin embargo, las izquierdas y las derechas y los revolucionários parecen pasarlo por alto.

 Cualquier dogma, cualquier fórmula, cualquier ideología forma parte de la vieja conciencia; son las fabricaciones dei pensamiento, cuya actividad implica fragmentación -la izquierda, la derecha, el centro-.

 Esta actividad conducirá inevitablemente a matanzas de derecha o de izquierda, o al totalitarismo. 

Esto es lo que ocurre alrededor de nosotros. 

Uno ve la necesidad dei cambio social, económico y moral, pero las respuestas provienen de la vieja conciencia donde el pensamiento es el actor principal. 

La confusión, el desorden y la desdicha que los seres humanos llevan en sí, están dentro del área de la vieja conciencia y, sin cambiar eso profundamente, toda actividad humana, política, económica o religiosa, sólo nos conducirá a destruirnos unos a otros y a la destrucción de la tierra. 

Esto es igualmente obvio para toda persona cuerda y razonable. 

Uno debe ser luz para sí mismo; esa luz es la ley. 

No existe otra ley. 

Todas las otras leyes son hechas por el pensamiento y, en consecuencia, son fragmentarias y contradictorias. 

Ser luz para uno mismo es no seguir la luz de otro, por razonable, lógica, histórica o convincente que sea. 

Uno no puede ser luz para sí mismo si se encuentra en la oscura sombra de la autoridad, del dogma, de la conclusión. 

La moralidad no la produce el pensamiento; no es el resultado de presiones ambientales; no pertenece al ayer, a la tradición. 

La moralidad es hija del amor, y el amor no es deseo y placer. 

El goce sexual o sensorio no es amor. 

Alto en las montañas era difícil que hubiera pájaros; se veia algunos cuervos, uno que otro venado y, ocasionalmente, algún oso. 

Las enormes sequoias, silenciosas, estaban en todas partes y convertían en enanos a los demás árboles.

 Era una región magnífica y completamente apacible porque la caza estaba prohibida. 

Cada animal, cada árbol, cada flor estaban protegidos. 

Sentado bajo una de esas macizas sequoias, uno percibía intensamente la historia del hombre y la belleza de la tierra. 

Una ardilla roja con aspecto de bien alimentada, pasó elegantemente junto a uno y se detuvo a pocos pies de distancia, vigilando y preguntándose qué hacía uno allí. 

La tierra estaba reseca pese a que cerca había un arroyo. 

No se movía una hoja, y entre los árboles reinaba la belleza del silencio y al avanzar lentamente por el estrecho sendero, a la vuelta de un recodo había una osa con cuatro cachorros que tenían el tamaño de gatos grandes . 

Corrieron presurosos para trepar a los árboles mientras la madre se enfrentaba con uno sin hacer un solo movimiento, sin un solo sonido. 

Nos separaban unos cincuenta pies; era un animal enorme, de color pardo, y se hallaba preparado. 

Uno le volvió inmediatamente la espalda y se alejó. 

Cada cual comprendió que no había temor ni intención de hacer daño, pero igualmente se alegró uno de encontrarse entre los protectores árboles, con las ardillas y los reñidores grajos. 

La libertad consiste en ser luz para uno mismo; entonces la libertad no es una abstracción, una cosa invocada por el pensamiento. 

La verdadera libertad lo es con respecto a la dependencia, al apego, al anhelo de experiencias. 

Ser luz para uno es estar libre de toda la estructura dei pensamiento. 

Es en esta luz que toda acción tiene lugar, y por eso la acción jamás es contradictoria. 

La contradicción existe cuando esa ley -la luz- se separa de la acción, cuando el actor está separado de la acción. 

El ideal, el principio, es el estéril movimiento deí pensar, el cual no puede coexistir con esta luz; el uno niega a la otra. 

Esta luz, esta ley, está separada de uno mismo; donde hay un observador, esta luz, este amor no existe.

 La estructura del observador está construida por el pensamiento, que nunca es nuevo, que nunca es libre. 

No hay un «cómo», no hay sistema ni práctica alguna. 

Sólo existe el ver -que es el hacer-. 

Uno tiene que ver, no a través de los ojos de otra persona 

Esta luz, esta ley, no es pertenencia de nadie, ni de uno mismo ni de algún otro. 

Sólo existe la luz. 

Esta luz es amor.

DIARIO 2 - J.K. - 23 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 23, Septiembre, 1973 

Estaba de pie, solo, en la margen baja deL río; no era un río muy ancho y él podia ver algunas personas en la otra orilla. 

Si éstas hubieran hablado en voz más alta, casi habría alcanzado a escucharlas. 

En la estación de las lluvias el río se encuentra con las aguas abiertas del mar. 

Había estado lloviendo por vários dias, y el no se había abierto paso entre las arenas hacia el mar que lo esperaba. 

Con las lluvias copiosas estaría otra vez limpio y uno podría nadar seguro en él. 

El río era lo suficientemente ancho como para contener una isla larga y estrecha, con verdes arbustos, unos pocos árboles bajos y una pequeña palmera. 

Cuando las aguas no eran demasiado profundas, el ganado las cruzaba para apacentar en la isla. Era un río agradable y amistoso, especialmente en esa mañana. 

Estaba de pie ahí sin nadie en los alrededores, solo, libre y distante, tendría catorce años o menos . 

Ellos lo habían encontrado a él y a su hermano muy recientemente, y ya lo rodeaba toda la agitación y la súbita importancia que le habían asignado


 (Krishnamurti escribe aquí acerca de su propia niñez en Adyar, cerca de Madras.)


 " Era" el centro del respeto y la devoción, y en los años venideros estaría a la cabeza de organízaciones y grandes propiedades. 

Todo eso y la disolución de esas organízaciones, todavia estaba por venir. 

De pie ahí, solo, perdido y extrañamente lejano, era su primer y perdurable recuerdo de aquellos dias con sus acontecimientos. 

Él no recuerda su infancia, las escuelas y los castigos. 

Años más tarde, el mismo maestro que lo lastimaba, le contó que acostumbraba a apalearlo prácticamente todos los días; él solía llorar y lo dejaban afuera, en el balcón, hasta que la escuela se cerraba y el maestro venia a pedirle que se fuera su casa; de lo contrario, hubiera seguido ahí olvidado en el balcón. 

Según le dijo este hombre, lo apaleaba porque él no podia escuchar ni recordar nada de lo que había leído o le habían enseñado. 

Más tarde, el maestro no podia creer que ese niño fuera el hombre que había pronunciado la plática que acababa de escuchar. 

Estaba sumamente sorprendido e innecesariamente respetuoso. 

Todos aquellos años pasaron sin dejar cicatrices ni recuerdos en su mente; sus amistades, sus afectos, aun esos años con quienes lo habían maltratado -de algún modo ninguno de estos eventos, amable o brutal, ha dejado huellas en él-. 

En años recientes, un escritor le preguntó si podia rememorar todos aquellos sucesos más bien extraños, y el modo en que él y su hermano fueron descubiertos y los otros acontecimientos, y cuando él contestó que no podía recordardos y sólo podia repetir lo que otros le habían contado, el hombre, con un ademán despectivo, declaro que eso era pretexto y simulación. 

Pero él nunca había bloqueado conscientemente ningún suceso, agradable o desagradable, impidiendo que penetrara en su mente. 

Los acontecimientos venían, no dejaban huella alguna y morían. 

La conciencia es su contenido; el contenido constituye la conciencia. 

Ambos son indivisibles. 

No existen el yo y el tú, sólo el contenido que estructura la conciencia como el «yo» y el «noyo». 

Los contenidos varían según la cultura, las acumulaciones raciales, las técnicas y capacidades adquiridas. 

Éstas se fragmentan como «el artista», «el científico», y así sucesivamente. 

Las idiosincrasias son las respuestas del condicionamiento, y el condicionamiento es el factor común del hombre. 

Este condicionamiento es el contenido, la conciencia. 

Ésta, a su vez, es dividida como lo consciente y lo oculto. 

Lo oculto se vuelve importante porque nunca hemos mirado la conciencia como un todo. 

Esta fragmentación se produce cuando el observador no es lo observado, cuando el experimentador es visto como diferente de la experiencia. 

Lo oculto es como lo manifiesto. 

La observación -escuchar lo manifiesto- es ver lo oculto. 

Ver no es analizar. 

En el análisis están el analizador y lo analizado, una fragmentación que conduce a la inacción, a la parálisis. 

En el ver no existe el observador, y así la acción es instantánea; no hay intervalo alguno entre la idea y la acción. 

La idea, la conclusión, es el observador -el veedor separado de la cosa que es vista-. 

La identificación es un acto del pensamiento, y el pensamiento es fragmentación. 

La isla, el río y el mar siguen todavia ahí, y también las palmeras y los edificios. 

El sol surge por entre las masas de nubes apretadas que se remontan a los cielos. 

Con sólo un taparrabo los pescadores estaban arrojando sus redes para pescar algunos míseros pececillos. 

La pobreza que se acepta de mala gana, es una degradación. 

Tarde en el anochecer era agradable estar entre los mangos y las flores perfumadas.

 ¡Qué bella es la tierra!

DIARIO 2 - J.K. - 22 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 22, Septiembre, 1973 

Una mujer estaba cantando en la casa vecina; tenía una voz maravillosa y los pocos que la escuchaban se hallaban fascinados. 

El sol se ponía entre los mangos y las palmeras, intenso en verdes y dorados. 

Ella cantaba ciertos cantos devocionales y la voz se volvia cada vez más exquisita y dulce. 

Escuchar es un arte. 

Cuando escuchamos alguna música clásica occidental o a esta mujer sentada en el piso, puede ocurrir que nos sintamos románticos o que haya recuerdos de cosas pasadas o que el pensamiento con sus asociaciones cambie nuestra disposición de ánimo o que haya insinuaciones del futuro. 

O puede ser que uno escuche sin ningún movimiento del pensar, desde la quietud completa, desde el silencio total. 

Escuchar al propio pensamiento, o al mirlo posado en una rama, o escuchar lo que se está diciendo sin que haya una sola respuesta del pensamiento, da origen a una signifícación por completo diferente de la que produce el movimiento del pensar. 

Este es el arte de escuchar, de escuchar con atención total; entonces no existe un centro que esté escuchando. 

El silencio de las montañas tiene una profundidad que nó tienen los valles. 

Cada uno posee su propio silencio; el silencio que hay entre las nubes y que existe entre los árboles, tienen una diferencia inmensa. 

El silencio entre dos pensamientos es intemporal; el silencio del placer y el del miedo son tangibles. 

El silencio artificial que puede fabricar el pensamiento, es muerte; el silencio entre ruidos es ausencia de ruido pero no es el silencio, tal como la ausencia de guerra no es la paz. 

El sombrio silencio de una catedral, del templo, es un silencio de siglos y belleza especialmente construido por el hombre. 

Está el silencio del pasado y el del futuro, el silencio del museo y el del cementerio. 

Pero todo esto no es el silencio. 

El hombre había permanecido sentado, inmóvil, a la orilla del hermoso río; estuvo ahí por más de una hora. 

Vendría al mismo lugar todas las mañanas, recién bañado, y cantaria en sánscrito por algún tiempo, y al cabo de un rato quedaria perdido en sus pensamientos sin que pareciera importarle el sol, al menos no el sol de la mañana. 

Un dia vino y empezó a hablar acerca de la meditación. 

No pertenecía a ninguna escuela de meditación; las consideraba inservibles, sin ninguna significación real. 

El hombre estaba solo, era célibe y hacía mucho tiempo que había desechado las costumbres del mundo. 

Había controlado sus deseos y moldeado sus pensamientos; vivia una vida solitaria. 

No era áspero ni presumido ni indiferente. 

Estas cosas estaban olvidadas desde hacía ya algunos años. 

La meditación y la realidad constituían su vida. 

Mientras él hablaba y buscaba a tientas las palabras correctas, el sol se iba poniendo y un profundo silencio descendia sobre nosotros. 

El hombre cesó de hablar. 

Después de un rato, cuando las estrellas se encontraban muy cerca de la tierra, dijo: «Éste es el silencio que yo he estado buscando en todas partes, en los libros, entre los maestros y dentro de mi mismo.>>

He encontrado muchas cosas, pero no esto. 

Vino sin que lo buscara, sin que lo invitara.

 ¿He desperdiciado mi vida en cosas que carecen de importância? 

Usted no se imagina por las que he pasado, los ayunos, los sacrifícios y las prácticas. 

Llegué a ver la futilidad de eso hace mucho tiempo, pero jamás di con este silencio.

 ¿Qué debo hacer para permanecer en él, para conservarlo, para retenerlo en mi corazón? 

Supongo que usted dirá, “no haga nada ya que uno no puede invitarlo” . 

Pero, ¿he de seguir vagando por este país, con esta repetición, con este control? 

Sentado aqui soy consciente de este silencio sagrado; a través de él contemplo las estrellas, aquellos árboles, el rio. 

Aunque veo y siento todo esto, no estoy realmente ahí. 

Como dijo usted el otro día, el observador es lo observado. 

Ahora veo lo que eso significa. 

La bendición que buscaba no es para que uno la encuentre mediante búsqueda alguna. 

Ya es tiempo de que me vaya. El rio se tomo oscuro y las estrellas se reflejaban en sus aguas cerca de las márgenes. Poco a poco los ruidos del día iban llegando a su fin y comenzaban los suaves sonidos de la noche. 

Uno observaba las estrellas y la tierra en sombras, y el mundo estaba muy lejos. 

La belleza, que es amor, parecia descender sobre la tierra y todas sus cosas.

DIARIO 2 -J.K - 21 DE SEPTIEMBRE DE 1973

21, Septiembre, 1973 

Es bueno despertarse sin mi solo pensamiento con sus problemas . 

La mente ha descansado al producir orden dentro de sí misma; por eso el sueño es tan importante.

O la mente genera orden en su relación y acción durante las horas de vigilia -lo cual le da completo descanso mientras duerme- o durante el sueño ella procurará arreglar sus asuntos a su propia satisfacción. 

A lo largo del día habrá nuevamente desorden causado por múltiples factores,y durante las horas de sueño la mente tratará de desenredarse de esta confusión. 

La mente, el cerebro, sólo puede funcionar còn eficiencia, objetivamente, cuando hay orden. 

El conflicto, en cualquiera de sus formas, es desorden. 

Basta considerar por todo Io que la mente pasa en cada día de su vida: el intento de poner orden mientras duerme y el desorden que impera durante las horas de vigilia. 

Éste es el conflicto de la vida que se desarrolla día tras día. 

El cerebro puede funcionar unicamente cuando está seguro, no en medio de la contradicción y la confusión. 

Por eso trata de encontrar esa seguridad en alguna fórmula neurótica, pero el conflicto empeora. 

El orden es la transformación de todo este enredo. 

Cuando el observador es lo observado hay orden completo. 

En la pequeña senda que corre junto a la casa, sombreada y tranquila, una niñita estaba sollozando desgarradoramente, como sólo los niños pueden hacerlo. 

Tendría cinco o seis años y era pequena para su edad. 

Estaba sentada en el suelo, con las lágrimas derramándose por sus mejillas. 

É1 se sentó a su lado y le preguntó qué le había sucedido, pero ella no podia hablar, el llanto le quitaba toda la respiración. 

Debían haberla golpeado, o tal vez  se había roto su juguete favorito o le habían negado, mediante palabras duras, algo que deseaba. 

Apareció la madre, sacudió a la niña y la introdujo en la casa. 

A él apenas si lo miró, porque eran extraños el uno para el otro. 

Unos días después, mientras él paseaba por la misma senda, la niña salió de la casa y, toda sonriente, caminó con él por un corto trecho. 

La madre debió seguramente haberle dado permiso para acompañar a un desconocido. 

É1 paseaba frecuentemente por esa senda sombreada, y la niña saldría a saludarlo junto con su hermano y una hermanita. 

¿Olvidarán ellos alguna vez sus heridas y sus pesares, o poco a poco se fabricarán escapes y resistencias? 

La conservación de esas heridas psicológicas parece constituir la naturaleza de los seres humanos, y es por esto que sus acciones resultan distorsionadas. 

¿Puede la mente humana no ser lastimada ni herida jamás? 

No ser lastimado es ser inocente. 

Si uno no está lastimado, naturalmente no lastimará a otro. 

¿Es esto posible? 

La cultura en que vivimos, de hecho ocasiona heridas profundas en la mente y el corazón. 

El ruido y la polución, la agresión y la competencia, la violencia y la educación -todas estas cosas y muchas otras contribuyen a la agonia humana-. 

Sin embargo, tenemos que vivir en este mundo de brutalidad y resistência: somos el mundo y el mundo es lo que somos. 

¿Qué cosa es la que se siente lastimada? 

La imagen que cada uno se ha fabricado de sí mismo, eso es lo que se siente lastimado. 

Extrañamente, estas imágenes son las mismas en todo el mundo, con algunas modificaciones. 

La esencia de la imagen que uno tiene, es la misma que la del hombre que se encuentra a miles de kilometros de distancia. 

De modo que uno es ese hombre o mujer. 

Las heridas propias son las heridas de otros miles: uno es el otro. 

¿Es posible no ser lastimados jamás? 

Donde existe una herida, no hay amor. 

Si uno se halla lastimado, el amor es entonces mero placer. 

Cuando uno descubre por sí mismo la belleza de no ser lastimado jamás, sólo entonces desaparecen realmente las heridas pasadas. 

En la plenitud del presente, el pasado ha perdido su carga. 

É1 nunca ha sido lastimado pese a las muchas cosas que le sucedieron, halagos e injurias, amenazas y seguridad. 

No es que él fuera insensible o inconsciente; no tenía una imagen de sí mismo, ni conclusión ni ideologia alguna, 

La imagen es resistencia, y cuando ésta no existe hay vulnerabilidad pero no hay heridas psicológicas.

Uno no puede buscar ser vulnerable, altamente sensible, porque aquello que se busca y encuentra, es otra forma de la misma imagen. 

Se trata de comprender este movimiento total, no sólo verbalmente, sino que es necesario hacerlo con un discemimiento directo e instantáneo. 

Darse cuenta de su estructura íntegra sin reserva alguna. 

Ver la verdad de todo ello es el fin dei constructor de la imagen. 

La laguna estaba desbordándose y mostraba miles de reflejos. 

Se tornó oscura y los cielos se abrieron.

DIARIO 2 -J.K. - 20 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 20, Septiembre, 1973 

Esta mañana el río se veía particularmente hermoso; el sol acababa de asomarse sobre los árboles y el pueblo se encontraba oculto entre ellos. 

El aire estaba muy quieto y no había una sola onda sobre el agua. 

El día iba a ser muy caluroso pero ahora estaba más bien fresco, y un mono solitário se hallaba sentado al sol. 

Estaba siempre ahí, solo, enorme y pesado. 

Desaparecía durante el día y volvia a aparecer en las madrugadas sobre la copa del tamarindo; cuando comenzaba a hacer calor, el árbol parecia tragárselo. 

Los papamoscas de color verde-oro se encontraban sobre el parapeto junto a las palomas, y los buitres todavia descansaban en las ramas más altas de otro tamarindo. 

Había una inmensa quietud y uno estaba sentado en un banco, perdido para el mundo ... 

Al regresar del aeropuerto por una sombreada carretera, con los papagayos roji-verdes chillando alrededor de los árboles, uno advirtió, atravesado en el camino, algo que parecia un gran envoltorio.

Cuando el auto llegó cerca, el envoltorio resulto ser un hombre que yacía casi desnudo cruzado en la carretera. 

El automóvil se detuvo y nos bajamos. 

Su cuerpo era grande y su cabeza muy pequeña. 

Miraba fijamente por entre las hojas al cielo asombrosamente azul. 

Nosotros también miramos para ver qué miraba él, y el cielo contemplado desde la carretera se veia realmente azul y las hojas eran realmente verdes. 

El hombre era mal formado, y ellos me dijeron que se trataba de uno de los idiotas del pueblo. 

Jamás se movia, y el auto hubo de avanzar esquivándolo muy cuidadosamente. 

Los camellos con su carga y los niños con sus gritos pasaban junto a él sin prestarle la más mínima atención. 

También pasó un perro describiendo un amplio círculo. 

Los papagayos se hallaban atareados con su griterío. 

Las granjas, los aldeanos, los árboles; las flores amarillas se ocupaban de su propia existência. 

Esa parte del mundo está subdesarrollada y no hay ninguna organización que vele por tales personas.

Son llagas abiertas, humanidad sucia y apiñada, y el río sagrado prosigue su camino. 

La tristeza de la vida estaba en todas partes, y bajo el cielo azul, muy alto en el aire volaban los buitres, volaban en círculos, por horas, sin mover sus pesadas alas, vigilandoy aguardando. 

¿Qué es la cordura y qué es la locura? 

¿Quién es cuerdo y quién está loco?

¿Son cuerdos los políticos? 

¿Los sacerdotes, están locos? 

Los que se comprometen con ideologias, ¿están cuerdos? 

Somos controlados, moldeados, apremiados por todos ellos, ¿y estamos cuerdos?

¿Qué es la cordura? 

Es ser íntegro, no fragmentado en la acción, en la vida, en toda clase de relaciones -ésa es la esencia misma de la cordura-. 

Cuerdo significa total, sano y santo. 

La locura es neurosis, psicosis, desequilibrio, esquizofrenia, cualquier nombre que uno quiera ponerle; implica estar fragmentado, dividido en la acción y en el movimiento de la relación que constituye la existencia. 

Engendrar antagonismo y división, que es el oficio de los políticos que nos representan implica cultivar y sostener la locura, ya se trate de los dictadores o de los que ejercen el poder en el nombre de la paz o de alguna forma de ideologia.  

No hay más que mirar lo que es el clero. 

Se interpone entre uno y lo que ellos consideran que es la verdad, el salvador, dios, el cielo, el infierno.

El sacerdote es el intérprete, el representante; es el que tiene las llaves para el cielo; él es quien ha condicionado al hombre mediante la creencia, el dogma, el ritual; él es el verdadero propagandista. 

Ha condicionado al hombre porque éste desea comodidad, seguridad y le tiene espanto al mañana. 

Los artistas, los intelectuales, los científicos, tan admirados y lisonjeados, ¿están cuerdos? ¿O viven en dos mundos diferentes -el mundo de las ideas y la imaginación con su expresión compulsiva, totalmente separado de la vida cotidiana de placer y dolor que llevan? 

El mundo que nos rodea está fragmentado y así somos cada uno de nosotros, y la expresión de ello es el conflicto, la confusión y la desdicha; uno es el mundo y el mundo es uno. 

La cordura implica vivir una vida de acción sin conflicto. 

La acción y la idea son contradictorias. 

El ver es el hacer, y no la ideación primero y luego la acción de acuerdo con la conclusión. 

Esto engendra conflicto. 

El analizador mismo es lo analizado. 

Cuando el analizador se separa como algo diferente de lo analizado, genera conflicto, y el conflicto es el área del desequilibrio. 

El observador es lo observado y en eso radica la cordura, lo total, lo sagrado; y con lo sagrado está el amor.

DIARIO 2 - J.K. - 19 DE SEPTIEMBRE DE 1973

  19, Septiembre, 1973 

El monzón había llegado. 

El mar se veia casi negro bajo las densas nubes oscuras, y el viento desgarraba los árboles.

Lo vería por unos cuantos días con lluvias torrenciales; luego éstas se detendrían durante un día o algo así, para comenzar nuevamente. 

Las ranas croaban en todas las charcas y el aire estaba impregnado con el delicioso aroma que traen las lluvias. 

La tierra se hallaba limpia otra vez y en pocos dias más estaria asombrosamente verde. 

Las cosas crecían casi a la vista de uno; saldría el sol y todas las cosas de la tierra resplandecerían.

Habría cantos en la madrugada y las pequeñas ardillas llenarían toda la región. 

En todas partes brotarían las flores, las silvestres y las cultivadas, el jazmín, la rosa y la caléndula.

Cierto día, en la carretera que conduce al mar, mientras uno paseaba bajo las palmeras y los árboles cargados de lluvia, mirando miles de cosas, un grupo de niños estaba cantando. ¡Parecían tan felices, tan inocentes y tan por completo ajenos al mundo! 

Uno de ellos, una niña, nos reconoció y se acerco sonriendo, y caminamos por un rato tomados de la mano. Ninguno dijo una palabra y cuando llegamos cerca de su casa, ella saludó y desapareció en el interior. 

El mundo y la familia van a destruirla, y ella también tendrá hijos y llorará por ellos, y el mundo también los destruirá con sus arteros recursos. 

Pero esta tarde, estaba ella feliz y ansiosa por compartir su felicidad tomada de la mano de alguien. 

Una tarde, cuando habían cesado las lluvias y el cielo del oeste se veia dorado, al volver por la misma carretera, dejamos atrás a un joven que portaba un fuego en un pote de barro. 

Excepto por el limpio taparrabo se hallaba completamente desnudo, y detrás de él dos hombres llevaban un cuerpo muerto. 

Eran dos brahamines, estaban recientemente lavados, limpios y caminaban manteniéndose bien derechos. 

El joven que sostenía el fuego debía de haber sido el hijo dei hombre muerto; todos avanzaban muy rápidamente. 

El cuerpo iba a ser incinerado en alguna playa apartada, 

Era todo tan simple, tan distinto de los féretros elaborados cargados de flores y seguidos por una larga fila de bruñidos automóviles o de plañideras que caminaban tras dei ataúd -la tenebrosa oscuridad que hay en todo eso-. 

Aquí veía uno un cadáver decentemente cubierto que, en la parte trasera de una bicicleta, era conducido hacia el rio sagrado donde irían a quemarlo. 

La muerte está en todas partes, y nosotros jamás parecemos capaces de vivir con ella. 

Es algo oscuro, atemorizador, que debe ser eludido, algo de lo que nunca hay que hablar. 

A la muerte hay que mantenerla lejos de la puerta cerrada. 

Pero ella está siempre ahí. 

La belleza del amor es muerte, y uno no conoce ni lo uno ni lo otro. 

La muerte es dolor y el amor es placer, y ambos no pueden encontrarse nunca; deben mantenerse apartados, y la división es angustia y agonía. 

Esto ha sido así desde el principio del tiempo, esta división y el conflicto interminable. 

Siempre existirá la muerte para aquellos que no ven que el observador es lo observado, que el experimentador es lo experimentado. 

Esto es como un vasto rio en que se halla atrapado el hombre con todos sus dioses mundanos, sus vanidades, sus penas y su conocimiento. 

A menos que abandone en el río todas las cosas que ha acumulado y nade hacia la costa, la muerte estará siempre junto a su puerta, esperando y vigilando. 

Cuando él deja el río, no hay costa alguna, la ribera es la palabra, el observador. 

Él lo ha abandonado todo, el rio y la ribera. 

Porque el río es tiempo y las orillas son los pensamientos del tiempo; el río es el movimiento del tiempo y a él pertenece el pensamiento. 

Cuando el observador abandona todo lo que él es, entonces el observador no existe. 

Esto no es muerte. 

Es lo intemporal. 

Uno no puede conocerlo, porque aquello que se conoce pertenece al tiempo; uno no puede experimentarlo; el reconocimiento es producido por el tiempo. 

Liberarse de lo conocido es liberarse del tiempo. 

La inmortalidad no es la palabra, el libro, la imagen que uno ha fabricado. 

El alma, el yo, el atman, es hijo del pensamiento, el cual es tiempo.

Cuando el tiempo no existe, no existe la muerte. 

Hay amor. 

El cielo del oeste había perdido su color, y asomando en el horizonte estaba la luna, joven, tímida y tierna. 

Todo parecia estar pasando por la carretera: el casamiento, la muerte, la risa de los niños y alguien que sollozaba. 

Cerca de la luna había una estrella solitaria.