CAPÍTULO XII
El Observador y lo Observado
Por favor, siga conmigo un poco más adelante. Puede que este asunto sea más bien complejo, más bien sutil, pero, por favor, continúe examinándolo. Cuando yo construyo una imagen de usted o de alguna otra cosa, soy capaz de observar esa imagen; por lo tanto, está la imagen y el observador de ella. Digamos que veo a alguien con una camisa roja, y mi reacción inmediata es que me gusta o que no me gusta. El que me guste o no, es resultado de mi cultura, mi adiestramiento, mis asociaciones, mis inclinaciones, mis características adquiridas o heredadas. Es desde este centro que observo y juzgo, y así el observador está separado de la cosa observada. Pero el observador se da cuenta de más de una imagen; él crea miles de imágenes. Sin embargo, ¿es el observador diferente de esas imágenes? ¿No es él simplemente otra imagen? Siempre esta sumando y restando de lo que es él. Es algo viviente que continuamente esta pesando, comparando, juzgando, modificando y cambiando, como resultado de presiones tanto de afuera como de su interior, vive en el campo de la conciencia, que es su propio conocimiento, influencia, he innumerables conjeturas. Al mismo tiempo, cuando usted mira al observador que es usted mismo, ve que está hecho de recuerdos, experiencias, accidentes, influencias, tradiciones y de una infinita variedad de sufrimientos, todo lo cual es el pasado. Así, el observador es ambas cosas: el pasado y el presente, y el mañana que está por llegar, es también parte de él mismo. Está medio vivo y medio muerto, y con esta vida y muerte está mirando, con la hoja viva y muerta. Y en ese estado mental que esta dentro del campo del tiempo, usted (el observador), mira el temor, los celos, la guerra, la familia (esa fea entidad encerrada en sí misma, que se llama familia) y trata de resolver el problema de lo observado que es el reto, lo nuevo. Usted está siempre interpretando lo nuevo en términos de lo viejo y por ese motivo se halla en conflicto eternamente.
Una imagen, el observador, observa docenas de otras imágenes a su alrededor y dentro de sí mismo, y dice: “Me gusta esta imagen, la conservaré”; o “no me gusta esa imagen, la desecharé”. Pero el observador mismo esta compuesto de las varias imágenes que han surgido como reacción a otras diversas imágenes. Y así llegamos a un punto en que podemos decir: “El observador es también la imagen, sólo que se ha separado de ella y observa”. Este observador nacido de otras imágenes diversas, se considera permanente y hay una división, un intervalo de tiempo, entre él mismo y las imágenes que ha creado. De aquí surge el conflicto entre él y las imágenes que, según piensa, son la causa de sus dificultades. Entonces dice: “Debo deshacerme de este conflicto”, pero el mismo deseo de desembarazarse del conflicto crea otra imagen. El ser consciente (to be aware) de este hecho, que es la verdadera meditación, ha revelado la existencia de una imagen central, compuesta de todas las otras imágenes, y esta imagen central, el observador, es el censor, el experimentador, el evaluador, el juez que quiere conquistar o subyugar las otras imágenes o destruirlas por completo. Las otras imágenes son el resultado de los juicios, opiniones y conclusiones del observador, y éste es el resultado de todas las otras imágenes -por lo tanto, el observador es lo observado-. Así, pues, el ser consciente (awareness) ha revelado estados mentales diferentes; ha descubierto las diversas imágenes y la contradicción entre ellas; ha puesto de manifiesto el conflicto resultante y la desesperación de no poder hacer algo con éste, también los varios intentos por escapar de él. Todo ello se ha revelado por medio de un estado de ser consciente, pero cauteloso y titubeante. Luego viene un estado en que se es consciente de que el observador es lo observado. No es una entidad superior la que llega a darse cuenta de esto; no es un ser superior (la entidad superior, el yo superior son simples invenciones, que son también imágenes); es el mismo estado de ser consciente (awareness) lo que había revelado que el observador es lo observado. Si usted se hace una pregunta, ¿quién es la entidad que va a recibir la respuesta? ¿Y quién es la entidad que va a investigar? Si la entidad es parte de la conciencia, parte del pensamiento, entonces es incapaz de descubrirlo. Lo único que puede descubrirlo es un estado de ser consciente (awareness). Pero si en ese estado hay aun una entidad que dice: “Debo darme cuenta, debo practicar para estar alerta”, esa es también otra imagen.
El darse cuenta de que el observador es lo observado no es un proceso de identificación con lo observado. Identificarnos con alguna cosa es demasiado fácil. La mayoría de nosotros nos identificamos con algo -con nuestra familia, nuestro esposo o esposa, nuestra nación- y eso causa gran aflicción y grandes guerras. Estamos examinando algo enteramente distinto, y debemos comprenderlo no verbalmente, sino corazón adentro, directamente en la raíz de nuestro ser. En la antigua China, antes que un artista empezara a pintar cualquier cosa -un árbol, por ejemplo- se sentaba frente a él por días, meses, años, no importaba cuánto tiempo, hasta que él era el árbol. No se identificaba con el árbol sino que era el árbol. Esto significa que no había espacio entre él y el árbol, ningún espacio entre el observador y lo observado, no había experimentador percibiendo la belleza, el movimiento, las sombras, la profundidad de una hoja, la calidad del color. Él era totalmente el árbol, y solo en ese estado podía pintar.
Cualquier movimiento de parte del observador, si no se ha dado cuenta de que el observador es lo observado, crea solamente otra serie de imágenes, y de nuevo se ve cogido en ellas. Pero ¿qué ocurre cuando el observador se da cuenta de que el observador es lo observado? Vaya lentamente, siga bien despacio, porque ahora tratamos de penetrar en algo muy complejo. ¿Qué ocurre? El observador no actúa en absoluto. El observador ha dicho siempre: “Debo hacer algo con estas imágenes, debo suprimirlas o darle una forma diferente”. Siempre está activo respecto de lo observado, actuando o reaccionando de manera apasionada o casual, y esta acción de agrado o desagrado la llaman acción positiva. “Me gusta; por lo tanto, debo conservarla. Me disgusta; por lo tanto, debo desecharla”. Pero cuando el observador se da cuenta de que la cosa con respecto a la cual está actuando es él mismo, entonces ya no hay conflicto entre él y la imagen. Él es eso. No están separados. Cuando había separación entre ambos, actuaba o trataba de actuar, de hacer algo al respecto, pero cuando el observador se da cuenta de que él es eso, ya no hay agrado ni desagrado, y el conflicto cesa. ¿Para qué actuar? Si algo es usted mismo, ¿qué puede hacer con ello? No puede revelarse, ni huir, ni siquiera aceptar. Está ahí. Por lo tanto, termina toda acción que sea consecuencia de reacción al agrado o desagrado. Entonces descubrirá que hay un estado de ser consciente (awareness) que se ha vuelto tremendamente vital. No está sujeto a ningún problema central o a ninguna imagen, y de la intensidad de ese estado de ser consciente surge una calidad diferente de atención y, por lo tanto, la mente -por ser ella ese estado de ser consciente- se ha vuelto extraordinariamente sensible e inteligente en grado sumo.