EL SEÑOR DE LA MESA 9

Llueve, sobre el tejado llueve y llueve, ese hechizo cantarín y las gotas que se deslizan mansas por los cristales nos hizo evocar al habitante de la mesa 9.
Tal vez en el bar le asignen otro número a esa mesa junto al ventanal, pero para quien escribe es la mesa 9. El 9 tiene connotaciones de final y de principio, precipitándose a cero y emergiendo como 1.
Aquel señor mayor de ochenta y tantos, era solo, y el bar es el living de su hipotética morada. Desayunaba todos los días allí, en la mesa 9 y pagaba sus consumiciones a fin de mes cuando cobraba su magra jubilación. Tenía sus rutinas...leer el periódico que el bar ofrecía gratis y conectar una notebook a wi fi. De tanto en tanto conversaba con alguien, en Capilla del Monte vive mucha gente sola, tanto hombres como mujeres. Y el bar era una especie de segundo hogar.
Un día cualquiera, la vida del señor de la mesa 9 tuvo un cambio substancial, se enamoró, aunque él a ese sentimiento le puso vestiduras paternales y de protección. Ella era una mujer joven, actriz y cantante....tenía una hermosa voz un tanto grave y seductora. Uno, que habitaba una mesa no muy lejana veía la escena...el señor de la mesa 9 con su perilla de barba al estilo chino parecía rejuvenecer veinte años, embelesado.
Ocurrió un hecho trágico, la cantante vivía en pareja con alguien de su edad y en una disputa no muy clara y violenta se disparó un arma que la hirió en la cabeza.
Quedó sin habla y con dificultades motoras.
Ya no se lo ve al señor de la mesa 9, viaja todos los días a ayudarla en un centro de rehabilitación en otra ciudad.
Hace unos días apareció.....ya camina y habla, nos dijo....y unas lágrimas rebeldes, como las que se deslizan ahora por los cristales, bañaban su rostro anciano.
¡Milagro de amor!