RESEÑA

 RESEÑA

 Este libro conmemora las últimas pláticas de Krishnamurti en Saanen, Suiza, donde por veinticinco años sostuvo reuniones internacionales todos los veranos. En estas cinco pláticas y en las tres sesiones de preguntas y respuestas, Krishnamurti recalca una y otra vez que él no es un gurú ni un líder, sino que juntos él y su auditorio, están investigando como amigos la difícil situación que atraviesa el ser humano; juntos investigan profundamente por qué el hombre, a pesar de su asombroso avance tecnológico, ha seguido siendo internamente un bárbaro; juntos sondean en cuestiones tan vitales como el conflicto, el desorden, la culpa, el deseo, el miedo, el dolor, el arte de vivir, la belleza, el pensamiento, la meditación, el tiempo, el amor y la muerte. Cada uno de nosotros, sostiene Krishnamurti, es responsable por la espantosa violencia que hoy impera en el mundo, puesto que éste es lo que somos nosotros -nacionalista, egocéntrico, codicioso, ambicioso, lleno de prejuicios- y ello ha creado la ansiedad en que vivimos. Unicamente mediante una completa transformación en nosotros mismos, podemos ayudar a producir un cambio en la condición del mundo. Y esa transformación sólo puede ser instantánea, porque lo que somos ahora es lo que seguiremos siendo mañana. El cambio gradual es inútil. Krishnamurti se había propuesto que la reunión de Saanen en el verano de 1985 fuera la última. Sentía que, a los noventa años, tenía que reducir sus viajes. Falleció el 17 de febrero de 1986. Para quienes han visitado Saanen y para aquellos que han leído sus libros pero nunca han estado allá, este volumen se yergue como un monumento a un gran maestro religioso.

SAANEN - Tercera sesión depreguntas y respuestas - Jueves, 25 de julio.

 Tercera sesión de preguntas y respuestas

 Jueves, 25 de julio 

Hay demasiadas preguntas para poder contestarlas todas, pero se han escogido algunas. Repito, quien les habla no las ha visto. Antes de que examinemos esas preguntas, ¿puedo contar algo? Se ha estado hablando muchísimo acerca del arte, de lo que es el arte. Yo creo que el significado etimológico de esa palabra es: ponerlo todo en su lugar exacto. ¿Podemos primero hablar un poco de eso? ¿Cuál creen ustedes que sea el más grande de los artes, el arte supremo? ¿Es acaso, el arte de escuchar, de oír, ver, observar, percibir y aprender? Por favor, estamos investigando juntos esta cuestión, quien les habla no está haciéndolo para sí mismo. Comencemos con el arte de escuchar. Nosotros no escuchamos solamente con los oídos -las palabras que vibran y se transmiten al cerebro. Ciertamente, es mucho más que eso. ¿Escuchamos alguna vez a alguien? ¿Escucha uno a su esposa, a su marido, a su novia, escucha realmente lo que ellos comunican, lo que tratan de decir? ¿O lo que dicen uno lo traduce a su propia terminología, comparándolo con lo que uno ya conoce, evaluándolo, juzgándolo, aceptándolo o discrepando con ello? ¿Es eso escuchar? Ahora les estoy hablando (infortunadamente); ¿escuchan ustedes, prestan realmente atención al significado de las palabras, al contenido de las palabras, no traduciendo, no comparando ni juzgando ni concordando ni discrepando -sino sólo escuchando? ¿Están haciendo eso ahora? ¿Acaso no es una de las cosas más importantes que hay el modo en que escuchamos a otro? El otro puede estar usando un perfume demasiado fuerte que a uno le repele, o le agrada, y este agrado y desagrado con respecto a un perfume, o a otros factores, pueden impedirle a uno escuchar lo que la otra persona tiene que decir. Si ustedes han investigado a bastante profundidad este problema, habrán encontrado que una de las cosas más difíciles que hay, es saber escuchar a otro completamente. ¿Lo están haciendo ahora? ¿O están impacientes y cosas así? Existe, pues, un arte de oír, de escuchar -¿correcto? Y hay un arte de ver -ver las cosas como son. Cuando miran un árbol, ¿traducen eso inmediatamente en palabras y dicen ‘árbol’? ¿O lo miran, lo perciben, ven su forma, ven la belleza de la luz sobre una hoja, ven la calidad de ese árbol? El árbol, afortunadamente, no está hecho por el hombre; está ahí. De igual modo, ¿nos vemos a nosotros mismos tal como somos, sin condenar, sin juzgar, sin evaluar, etc.? Sólo ver lo que somos, nuestras reacciones y respuestas, nuestros prejuicios y opiniones -ver todo eso, no hacer nada al respecto sino solamente observar. ¿Podemos hacerlo? Existe, pues, un arte de ver las cosas como son, sin nombrarlas, sin quedarnos atrapados en la red de las palabras sin toda la operación del pensar interfiriendo con la percepción. Ese es un gran arte. Y también hay un arte de aprender, ¿no es así? ¿Qué entendemos por aprender? Generalmente se entiende que el aprender implica memorizar, acumular, atesorar conocimientos para usarlos con o sin destreza -aprender un idioma, aprender a leer, a escribir, a comunicarnos, etcétera. Las computadoras modernas pueden hacer la mayoría de esas cosas mejor que nosotros. Son extraordinariamente rápidas. ¿Cuál es, entonces, la diferencia que hay entre nosotros y la computadora? La computadora tiene que ser programada. Nosotros también hemos sido programados de distintas maneras: la tradición, la llamada cultura, el conocimiento. Y también se nos ha programado para ser hindúes, budistas, cristianos, comunistas, etcétera, etcétera. ¿Es solamente todo esto lo que hay que aprender? Estamos inquiriendo. No decimos que no lo sea. Es necesario aprender el modo de manejar un automóvil, aprender un idioma, etcétera. Pero nos preguntamos: ¿Es algo más el aprender? ¿Estamos juntos en esto? No se limiten a mirarme, por favor -la persona no es muy interesante. Estamos formulando una pregunta: El aprender, ¿consiste meramente en memorizar? Porque si eso es todo, entonces la computadora puede hacerlo mejor que nosotros. ¿Pero no es mucho más que eso el aprender? Aprender significa aprender constantemente, no acumular, no recoger lo que uno ha visto, lo que ha observado, escuchado, aprendido, y atesorarlo. Para quien les habla, aprender significa observación constante, un constante escuchar, un moverse sin detenerse jamás, sin tomar jamás una posición, sin retroceder hacia la memoria, y sin dejar que sea la memoria la que actúe. Ése es un gran arte. Luego está el arte de la disciplina. Esa palabra se deriva de ‘discípulo’, uno que aprende de algún otro, no necesariamente del maestro, del gurú -generalmente son más bien tontos- sino que se disciplina a sí mismo conforme a un patrón, como un soldado, como un monje, como una persona que quiere ser muy austera y disciplina su cuerpo -todo el proceso de control, dirección, obediencia, subordinación y adiestramiento. Para mí, para quien les habla, esa disciplina es una cosa terrible. Pero si hay un escuchar agudo, no sólo con el oído sino también un escucharnos a nosotros mismos, y escuchar todo lo que sucede alrededor de nosotros, escuchar los pájaros, el río, el bosque, la montaña, y observar al minúsculo insecto sobre la flor (si uno tiene ojos bastante buenos para hacerlo) -todo ello constituye una forma de vivir que en sí misma se vuelve la disciplina, hay un movimiento constante. Volveré a las preguntas... ¡Uff! ¡Hace bastante calor aquí! Hemos tenido los días más maravillosos durante tres semanas, mañanas hermosas, bellos atardeceres, largas sombras, profundos valles azules, un claro cielo celeste y la nieve. Han sido tres semanas maravillosas. Jamás ha habido todo un verano como éste. Así es como las montañas, los valles, los árboles y el río nos dicen adiós. ¿Podemos proseguir con nuestras preguntas? Yo veo que el pensamiento es el responsable de mi confusión. Y no obstante, al investigar eso se generan más pensamientos, y es algo que no tiene fin. Tenga la bondad de comentar sobre esto. El pensamiento se asocia con otros pensamientos -¿correcto? No hay un pensamiento aislado. Es una serie de movimientos a los que llamamos el pensar. Yo pienso en mis zapatos, luego cómo conservarlos limpios; los lustro (cosa que hago). Así que el pensamiento no puede existir por sí mismo -o sea, que no existe un pensamiento sin todas las asociaciones que se conectan con él. Y el pensar es nuestra vida misma. Eso es muy obvio. Ustedes no podrían estar ahí y quien les habla no podría estar aquí si no hubiéramos pensado al respecto. Y pensamos al respecto porque ha habido asociaciones previas -la reputación, los libros, y todo el ‘bla bla’, y ustedes vienen aquí y vengo yo, viene quien les habla. No existe, pues, un pensamiento aislado en sí mismo. Es importante que se descubra esto. El pensamiento se relaciona siempre con alguna otra cosa; y en la persecución de un pensamiento surgen otros pensamientos. Quien les habla está lustrando sus zapatos, y al mirar hacia afuera por la ventana ve aquellas montañas, ¡y ya se ha ido allá lejos! Y tiene que regresar y lustrar sus zapatos. Quiero concentrarme en algo y el pensamiento se dispersa en otra dirección. Lo traigo de vuelta y trato de concentrarme. Esto prosigue todo el tiempo, desde la infancia hasta que morimos. Y cuanto más pienso acerca del pensamiento, tanto más está ahí el pensamiento: «No debo seguir ese curso de pensamiento, tengo que pensar correctamente; ¿existe un pensar correcto?, ¿existe un pensar incorrecto?, ¿existe un pensar deliberado?, ¿cuál es el propósito de mi vida?, etcétera, etcétera». Todo el proceso del pensar empieza y ya no termina. El pensamiento ha hecho las cosas más extraordinarias. Tecnológicamente ha hecho cosas terribles, cosas que espantan. Y ha fabricado los rituales de todas las religiones. Y ha torturado a los seres humanos. Y los ha expulsado arrojándolos de una parte del mundo a otra. Etc., etc. El pensamiento, ya sea oriental u occidental, sigue siendo el proceso del pensar. No es el pensar oriental u occidental, dos cosas separadas. Porque el hilo de conexión es el pensamiento -¿correcto? ¿Estamos de acuerdo? De modo que la pregunta es: ¿Existe un final para el pensamiento? No el modo de pensar de ustedes, o mi modo de pensar, o el afirmar que todos estamos pensando en conjunto, que estamos moviéndonos en la misma dirección. Lo que preguntamos es si el pensamiento puede detenerse alguna vez. O sea, ¿existe un final para el tiempo? El pensar es el resultado del conocimiento, de la memoria. Para adquirir conocimientos uno necesita tiempo. Aun la computadora, que es tan extraordinaria, requiere una fracción de segundo antes de lanzar vertiginosamente lo que tiene que decir. Cuando preguntamos, pues, si el pensamiento puede alguna vez terminar, también estamos preguntando si existe un final para el tiempo. Es una pregunta bastante interesante si la investigan. ¿Qué significa el tiempo para nosotros, no sólo psicológicamente, sino externamente -la salida y puesta del sol, el aprender un idioma, etc., etc., etc.? Uno necesita tiempo para ir de aquí hasta allá. Aun el tren o el avión más veloz necesitan tiempo para llegar a alguna parte. De modo que... Por favor, sigan esto: mientras haya una distancia entre ‘lo que es’ y ‘lo que podría ser’, entre ‘lo que soy’ y ‘lo que seré’ -puede ser una distancia muy corta o pueden ser siglos de distancia- esa distancia solamente puede ser cubierta por el tiempo. Así que el tiempo implica evolución, ¿verdad? Ustedes plantan la semilla en la tierra, y la semilla toma toda una estación para madurar, para desarrollarse, o toma un millar de años para llegar a ser un árbol completo. Todo lo que crece o deviene necesita tiempo. Todo. Por lo tanto, el tiempo y el pensamiento no son dos movimientos separados. Son un solo movimiento compacto. Y nosotros estamos preguntándonos si el pensamiento y el tiempo pueden detenerse, terminar. ¿Cómo lo averiguarán? Éste ha sido uno de los problemas a que el ser humano ha estado enfrentándose desde el principio del hombre. Este movimiento del tiempo es un círculo; el tiempo es una esclavitud. La esperanza ‘yo espero’ implica tiempo. De modo que el hombre se ha preguntado no si existe la intemporalidad más bien se ha preguntado si existe un final para el tiempo. ¿Comprenden la diferencia? Ésta es realmente una pregunta muy seria. No estamos investigando lo intemporal. Investigamos si el tiempo, que es pensamiento, puede terminar. Ahora bien, ¿cómo lo descubrirán ustedes? ¿Por medio del análisis? ¿Por medio de la llamada intuición? Esa palabra intuición, que tanto se ha usado, puede ser muy peligrosa, puede ser nuestro deseo oculto. Puede ser nuestro motivo profundamente arraigado del cual no somos conscientes. Puede ser una insinuación de nuestra tendencia, de nuestra propia idiosincrasia, de nuestra particular acumulación de conocimientos. Nos preguntamos, pues: Si uno desecha todo eso, ¿hay un final para el tiempo? Y hemos preguntado: ¿Cómo lo descubrirán ustedes? Ustedes, no quien les habla o algún otro, porque lo que otros dicen carece de importancia. Tenemos que investigar, pues, muy, muy profundamente la naturaleza del tiempo, cosa que hicimos durante las últimas semanas. También investigamos profundamente la naturaleza del pensar. ¿Puede todo eso -el tiempo, el pensar- llegar a su fin? ¿O es un proceso gradual? Si es un proceso gradual, su mismo carácter gradual es tiempo, de modo que esa terminación no puede ser gradual -¿correcto? No puede llegar ‘con el tiempo’. No puede ser en el próximo fin de semana o mañana o unos minutos más tarde. Tampoco puede ser en el segundo siguiente. Todo eso admite la presencia del tiempo. Si uno capta realmente todo esto, si comprende profundamente la naturaleza del pensamiento, la naturaleza del tiempo, la disciplina, el arte de vivir -y permanece con ello quietamente, no lo cubre con toda clase de movimientos sino que permanece con ello- entonces hay una vislumbre, una percepción de su naturaleza que no se relaciona con la memoria, con nada. ¡Descúbranlo! Quien les habla puede fácilmente decir: sí, así es. Eso sería demasiado infantil. A menos que experimentemos -sin decir meramente ‘sí, sí’, o aceptarlo- a menos que lo investiguemos verdaderamente, experimentando, impulsando profundamente nuestra exploración, no podremos dar con un extraño sentido de intemporalidad. La segunda pregunta dice: Por favor, háblenos más del tiempo y de la muerte. Hemos hablado muchísimo acerca del tiempo, del pensamiento y de la relación que el tiempo tiene con la muerte. ¿Qué relación tiene el pensamiento, el pensar, con esta cosa extraordinaria llamada muerte? Si uno le tiene miedo a la muerte, entonces jamás verá la dignidad, la belleza y profundidad de la muerte. El miedo es causado por el pensamiento y el tiempo. Eso ya lo hemos investigado muy detenidamente. El miedo no existe por sí mismo. Existe cuando hay exigencia de seguridad, no sólo seguridad biológica, física, sino mucho más. Al parecer, los seres humanos exigen, requieren, insisten en estar psicológicamente seguros. Por lo tanto, tenemos que investigar la seguridad, que consiste en sentirse a salvo, protegido. La seguridad significa protección, ¿no es así? Yo tengo que proteger aquello que me ofrece seguridad, ya sea la seguridad de la posición social la seguridad del poder, o la seguridad de muchas posesiones. Tener millones en el banco nos da una gran sensación de seguridad. Poseer un buen chalet nos da seguridad. La seguridad implica también tener una compañera o un compañero que estará junto a uno, que lo ayudará, que lo confortará, que le dará lo que él o ella necesitan. Así es como buscamos seguridad en la familia. La buscamos en la comunidad, en la nación, en la tribu; y esa misma condición tribal, nacionalista, impide esa seguridad, porque hay guerra, porque una tribu mata a otra tribu, porque un grupo destruye a otro grupo. De modo que físicamente se está volviendo más y más difícil estar seguro. Los terroristas pueden penetrar en esta carpa y volarnos a todos. Nosotros no sólo necesitamos seguridad física, sino que también buscamos la seguridad psicológica. La seguridad psicológica es nuestra mayor exigencia. Pero nos preguntamos: ¿Existe en absoluto la seguridad psicológica? Tengan la bondad de formularse a sí mismos esta pregunta que es realmente muy seria: Internamente, subjetivamente, como si dijéramos dentro de la piel, ¿existe en absoluto seguridad alguna? Yo puedo depender de ustedes como auditorio, y ustedes pueden depender de mí como orador. Si quien les habla buscara seguridad en ustedes y no tuviera a nadie a quien hablarle, entonces se sentiría terriblemente inseguro. ¿Existe, pues, en absoluto la seguridad psicológica? El mundo está cambiando constantemente de día en día; es un fluir tremendo. ¡Es algo tan obvio! Físicamente uno necesita un poco de seguridad para sentarse aquí, para que discutamos juntos, pero eso se está restringiendo gradualmente. Uno no puede hacerlo en los países comunistas. De modo que uno reconoce el hecho de que psicológicamente no existe la seguridad. Ésa es la verdad: psicológicamente, la seguridad no existe. Yo puedo tener una creencia, puedo tener fe, pero viene alguien y destroza todo eso. Cuando más me fortalezco en una creencia, más puede esa creencia ser despedazada. Puedo tener fe en algo, en un símbolo, en una persona, pero eso puede ser destrozado por los argumentos, por la lógica. De manera que no existe en absoluto la seguridad psicológica. Aunque la hayamos buscado, aunque hayamos tratado de realizarnos, de hacerlo todo para sentirnos psicológicamente seguros, al final de ello está la muerte. Está la muerte. Y la muerte es la cosa más extraordinaria. Pone fin a la larga continuidad. En esa continuidad esperamos encontrar la seguridad, porque el cerebro puede funcionar excelentemente sólo cuando está completamente seguro -seguro con respecto al terrorismo, seguro en una creencia, seguro en el conocimiento, etc., etc. Todo eso toca a su fin cuando llega la muerte. Yo puedo tener esperanzas en la próxima vida y toda esa tontería, pero la muerte es realmente el final de una larga continuidad. Yo me he identificado con esa continuidad. Esa continuidad soy yo. Y la muerte dice: «Lo lamento, viejo, ése es el final». Y uno no está asustado de la muerte, realmente no lo está, porque uno está viviendo constantemente con la muerte -o sea que está muriendo constantemente. No continuando y muriendo, sino muriendo cada día para todo cuanto uno ha acumulado, memorizado, experimentado. El tiempo nos da la esperanza, el pensamiento nos brinda consuelo, nos asegura una continuidad, y decimos: «Bueno, en la próxima vida...» Pero si no termino con esta tontería ahora, con la estupidez, con las ilusiones y todo eso, esas cosas estarán ahí en la próxima vida -si es que existe una próxima vida. De modo que el tiempo, el pensamiento, dan continuidad, y nosotros nos aferramos a esa continuidad, por lo cual hay miedo. Y el miedo destruye el amor. Amor, compasión y muerte. No son movimientos separados. Nos preguntamos, pues: ¿Podemos vivir con la muerte, y pueden terminar el pensamiento y el tiempo? Está todo relacionado. No separen el tiempo, el pensamiento y la muerte. Es todo una sola cosa. ¿Acaso no es violencia y corrupción tener seguridad física mientras otros se mueren de hambre? ¿Quién formula esta pregunta? Por favor, quien les habla se lo está preguntando a ustedes: ¿Quién ha formulado esta pregunta? ¿Es el hombre que está físicamente seguro y tiene consideración del pobre, por el que padece hambre, o es el que padece hambre el que pregunta esto? Si usted y yo estamos bien acomodados, podemos formular esta pregunta. Si usted y yo fuéramos realmente muy pobres, ¿formularíamos esta pregunta? Vea, hay demasiados reformadores sociales en el mundo, los ‘benefactores’. No examinaré eso ahora porque no tenemos tiempo para ello. Considérenlo cuidadosamente. Haciendo algo por el pobre, ¿no se están realizando ellos mismos en el trabajo social? Cuando quien les habla estuvo en la India se le formuló esta pregunta: «¿Qué hace usted por los pobres? Ellos se están muriendo de hambre, usted se ve bien alimentado; ¿qué hace usted?» Por lo tanto, digo: ¿Quién formula esta pregunta? Quien les habla no la está eludiendo. Él ha sido criado en la pobreza. ¿Es, entonces, él cuando era joven y vivía en la pobreza, el que formula esta pregunta? En el mundo hay mucha miseria; están los barrios pobres y superpoblados donde se vive en condiciones espantosas (En Suiza, aparentemente, no existen esos barrios. ¡Gracias a Dios!) Y también hay ghetos, hay gente muy, muy, muy pobre que sólo puede tener una comida diaria, etc., etc. ¿Qué hacemos al respecto? Ésa es realmente la pregunta, ¿verdad? Usted tal vez sea rico, y puede que yo no sea tan rico, pero la pregunta es: Nosotros, seres humanos que vemos todo esto, ¿qué hacemos al respecto? ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿Estamos preocupados -por favor, no estoy evadiendo la pregunta- estamos preocupados por la pobreza? Pobreza. ¿Qué significa eso? ¿Pobreza física? ¿O pobreza psicológica? ¿Comprenden? Ser pobre psicológicamente, en el sentido de que uno puede poseer muchísimos conocimientos acerca de la psiquis pero sigue siendo pobre. El psicoanalista es pobre, y trata de corregir a la otra persona que también es pobre. ¿Qué es, entonces, la pobreza? Ser pobre, carecer de refinamiento, ser un ignorante... Entonces, ¿qué es la ignorancia? ¿No haber leído libros, no saber escribir, tener una comida diaria, vestir un taparrabo? ¿O la pobreza comienza en lo psicológico? Si soy rico internamente, puedo hacer algo. Si yo mismo soy pobre internamente, la pobreza externa nada significa. Tenemos que comprender, pues, no sólo qué es la pobreza, sino también todo lo que esa comprensión implica: simpatía, generosidad. Si uno posee una camisa, la da. Una vez, quien les habla estaba caminando bajo la lluvia en la India cuando se le acercó un niño diciendo: «Dame tu camisa». Yo dije: «Muy bien». Y se la di. Entonces dijo: «Dame tu camiseta». Yo le contesté: «Un momento. Ven conmigo a la casa. Podrás tener cualquier cosa que quieras, alimento, ropa, lo que gustes -dentro de ciertos limites, desde luego». Así que vino conmigo tomado de mi mano; era muy pobre, estaba sucio. Llovía a cántaros y caminamos juntos hasta la casa. Lo dejé solo y subí al piso de arriba para conseguirle algunas ropas. Y el niño se puso a recorrer la casa examinando cada aparador, curioseándolo todo. La persona con la que se hospedaba quien les habla, atrapó al niño y le preguntó: «¿Qué estás haciendo en esta parte de la casa?» «Él me pidió que entrara», contestó el niño. «Pero no te pidió que subieras al piso de arriba y lo examinaras todo. ¿Por qué lo estás haciendo, entonces?» Y el niño se asustó bastante y dijo: «Mi padre es un ladrón». Él estaba inspeccionando la casa. De modo que tenemos que habérnoslas con la pobreza no sólo externamente, sino también internamente. Tal vez no habría pobreza en el mundo si las naciones se reunieran y dijeran: «Tenemos que resolver este problema». Podrían hacerlo. Pero las nacionalidades las dividen, las comunidades las dividen, las religiones las dividen. Y así es como todo el mundo se opone a una clase de acción que deseche todas nuestras nacionalidades, nuestras creencias, nuestras religiones, y realmente ayude a que, trabajando en conjunto, solucionemos este problema externo de la pobreza. Nadie hará esto. Hemos hablado con los políticos, con personas que ocupan las más altas posiciones, pero ellas no se interesan en esto. De modo que comencemos con nosotros mismos. ¿Cómo puede nuestro limitado cerebro captar lo ilimitado, que es belleza y verdad? ¿Cuál es la base de la compasión, de la inteligencia, y cómo puede ello dar realmente con cada uno de nosotros? ¿Correcto? ¿Está clara la pregunta? ¿Cómo puede nuestro limitado cerebro captar lo ilimitado? No puede, porque es limitado. ¿Podemos captar la significación, la profundidad de la característica del cerebro y reconocer el hecho -el hecho, no la idea- de que nuestros cerebros están limitados por el conocimiento, por las especialidades, por las disciplinas particulares, por pertenecer a un grupo, a una nacionalidad y todo eso, lo cual es básicamente el interés propio disimulado, oculto por toda clase de cosas -túnicas, guirnaldas, rituales? Esencialmente, esta limitación aparece cuando hay interés propio. ¡Es tan obvio! Cuando yo me intereso en mi propia felicidad, en mi propia realización, en mi propio éxito, ese mismo interés propio limita la calidad del cerebro y la energía del cerebro -como lo explicamos, quien les habla no es un especialista en cerebros, aunque ha hablado al respecto con algunos profesionales. Ese cerebro, por millones de años, ha evolucionado con el tiempo, la muerte y el pensamiento. La evolución implica toda una serie de acontecimientos temporales, ¿no es así? Para elaborar todos los rituales religiosos se necesitó tiempo. Así, el cerebro se ha condicionado, se ha limitado por su propia voluntad, buscando su seguridad propia, manteniéndose dentro de su propio corral, diciendo: «Yo creo», «yo no creo», «estoy de acuerdo», «no estoy de acuerdo», «ésta es mi opinión», «éste es mi juicio» -interés propio. Ya sea en las jerarquías religiosas, o entre los diversos políticos notables, o en el hombre que busca el poder a través del dinero, o en el profesor con sus tremendos conocimientos académicos, o en los gurús -todos los cuales hablan de bondad, de paz y esas cosas- ello forma parte del interés propio. Enfréntense a todo esto. De este modo nuestro cerebro se ha vuelto muy, muy, muy pequeño -no en su forma o tamaño, sino que se ha reducido en su calidad, la cual posee una capacidad inmensa. Inmensa. El cerebro ha progresado tecnológicamente, y también tiene una capacidad inmensa para penetrar muy, muy, muy profundamente en lo interno, pero el interés propio lo limita. Es algo muy sutil poder descubrir dónde se oculta el interés propio. Puede ocultarse detrás de una ilusión, en la neurosis, en el fingimiento, en algún nombre de familia. Para descubrirlo, hay que mirar debajo de cada piedra, de cada brizna de hierba. O uno se toma tiempo para descubrirlo -lo cual nuevamente se vuelve una esclavitud- o uno ve la cosa, la capta, la percibe instantáneamente. Cuando la percepción es completa, abarca la totalidad del campo. El interlocutor pregunta, pues, cómo puede el cerebro, que está condicionado, captar lo ilimitado que es belleza, amor y verdad. Pregunta cuál es la base de la compasión y la inteligencia, y si ello puede dar con nosotros -con cada uno de nosotros. ¿Invita usted a la compasión? ¿Invita a la inteligencia? ¿Invita a la belleza, al amor, a la verdad? ¿Trata usted de captarlos? Se lo pregunto. ¿Trata usted de captar la calidad de la inteligencia y la compasión, el inmenso sentido de la belleza, el perfume del amor, y esa verdad hacia la cual no hay sendero alguno? ¿Es eso lo que usted está tratando de captar -desea descubrir la tierra donde ello reside? ¿Puede captar esto el limitado cerebro? Usted no puede captarlo, no puede asirlo, aunque practique toda clase de meditaciones, aunque ayune y se torture a sí mismo y se vuelva terriblemente austero y vista un taparrabo o una túnica. El rico no puede dar con la verdad, ni lo puede el pobre, ni las personas que han tomado votos de castidad, de silencio, de austeridad. Todo eso lo determina el pensamiento, lo produce consecuentemente el pensamiento; todo es el cultivo de un pensamiento deliberado, de un propósito deliberado. Como una persona que le dijo a quien les habla: «Denme doce años y haré que vean ustedes a Dios». Por eso, como el cerebro es limitado, haga usted lo que haga, se siente con las piernas cruzadas en la postura del loto, entre en trance, medite, se pare sobre la cabeza o en una sola pierna, haga lo que haga, jamás dará con ello. La compasión no llega de ese modo. Por lo tanto, uno tiene que comprender qué es el amor. El amor no es sensación. El amor no es placer, deseo, realización. El amor no es celos, no es odio. El amor contiene simpatía, generosidad y tacto, pero estas cualidades no son el amor. Comprender eso, dar con eso, requiere un gran sentido de apreciación de la belleza. No la belleza de una mujer o de un hombre o de una estrella de cine. La belleza no está en la montaña, en los cielos, en los valles o en el ondeante río. La belleza existe sólo donde hay amor. Y la belleza como el amor, es compasión. No hay suelo en que la compasión se asiente para nuestra conveniencia. Esa belleza, ese amor, esa verdad es la más elevada forma de inteligencia. Cuando esa inteligencia existe, hay acción, claridad, un extraordinario sentido de dignidad. Es algo inimaginable. Y lo que no puede imaginarse, lo ilimitado, no puede ser puesto en palabras. Puede describirse, los filósofos lo han descrito, pero los filósofos que lo han descrito no son aquello que han descrito. Para dar, pues, con este gran sentido de la belleza, el yo, el ego, la actividad egocéntrica, el devenir, han de estar ausentes. Tiene que haber en uno un gran silencio. Silencio implica vacío de todo. En ese vacío hay un vasto espacio. Donde existe ese vasto espacio, hay una energía inmensa, no la energía del interés propio -una energía ilimitada.

SAANEN - Segunda sesión de preguntas y respuestas. Miercoles, 24 de julio

Segunda sesión de preguntas y respuestas

Miércoles, 24 de julio 

Olvidemos por el momento las preguntas. Ya volveremos a ellas. ¿Qué nos está ocurriendo a todos nosotros que vivimos en este mundo tan terrible? Si ustedes han viajado algo, habrán visto los peligros -explosiones en los aeropuertos, terroristas, etcétera. Cuando miran todo eso, ¿cómo se enfrentan al mundo? Podemos ser viejos, pero la próxima generación, los hijos, los nietos, etc., ¿qué les va a suceder a ellos? ¿Consideran eso alguna vez? ¿Qué futuro tiene la próxima generación de la que ustedes forman parte? ¿Cómo educamos a nuestros hijos, cuál es el propósito de la educación? Presumiblemente, todos hemos recibido educación. Si somos afortunados, hemos ido a la escuela, al colegio a la universidad, o nos hemos educado nosotros mismos observando todos estos acontecimientos que ocurren en el mundo y aprendiendo de ellos. Pero ese aprender es muy limitado, muy estrecho y pequeño. Y si uno tiene hijos y nietos, ¿cómo los trata? ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Acaso no nos interesan en absoluto? Creo que hay cerca de 500.000 niños que en los EE.UU. escapan de sus hogares y van a parar a Nueva York, con la prostitución y todo eso -¿comprenden lo que eso significa? En un país como éste, que forma parte del resto del mundo, no hay pobreza, no hay barrios pobres literalmente no hay nadie que padezca hambre. En los EE.UU., en Inglaterra, en Francia, sí que hay barrios pobres, y están todas esas personas que mueren de hambre en la India y en Asia; eso es completamente espantoso, degradante. Y cuando nos miramos a nosotros mismos y a la generación futura, uno se pregunta: ¿Qué va a suceder? ¿Va a repetirse el mismo patrón? ¿La misma insensibilidad? ¿La irresponsabilidad de ser adiestrados para matar a miles y miles de seres humanos y ser muerto? ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿O es que ustedes no quieren pensar en ello para nada? ¿Es que solamente se interesan en el propio placer, en sus propios problemas, en su propia actividad egoísta, egocéntrica? Éste es realmente un problema muy serio, atemorizador, angustioso. Cuando miramos todo esto, ¿qué hacemos? ¿Tenemos escuelas apropiadas? ¿Qué lugar ocupa el conocimiento en todo esto, ya sea el conocimiento teórico o el conocimiento físico? ¿Qué relación tenemos nosotros con todo eso? Están las torturas. Todos los países han consentido que unos seres humanos torturen a otros. Mi madre, mi hijo pueden ser torturados para sacarles alguna información, por alguna razón nacionalista, comunista o democrática. ¿Derramamos lágrimas? ¿O, siendo incapaces de hacer algo al respecto, nos volvemos cínicos, amargados y nos despreocupamos de todo? Tenemos, pues, que considerar todas estas cosas, no meramente nuestro propio progreso, nuestra propia felicidad, nuestras propias actividades egocéntricas. ¿Podemos proseguir con las preguntas? Tal vez eso sea más agradable, tal vez no nos rete tanto, no nos exija tanto de nuestras energías y de las capacidades del cerebro. Si ustedes han observado todo el progreso habido en los campos de la medicina y la cirugía, de la tecnología, de las computadoras -avances tremendos, incalculables- habrán visto que el cerebro posee una capacidad y una energía extraordinarias. Y eso va a continuar y continuar. En otras direcciones el cerebro es muy limitado, y esa limitación es utilizada por el mundo tecnológico -se nos explota despiadadamente. Los comunistas siguen teniendo sus campos de concentración, y no sólo existen los campos de concentración propios de las tiranías, sino que también están los campos de concentración de los gurús. ¿No les molesta que diga eso? Y están los campos de concentración de todos los monjes en el mundo. Este es realmente un problema tremendo. Cuando uno comprende algo, ¿debe actuar de acuerdo con esta comprensión, o la comprensión actúa por sí misma? ¿Correcto? ¿Está clara la pregunta? Ahora bien, ¿qué entendemos por comprensión? Usamos esa palabra con mucha facilidad. Debemos, pues, investigar, explorar el significado de la palabra. Estamos discutiendo, explorando juntos; quien les habla no está contestando la pregunta. Juntos la estamos considerando; juntos investigamos, ahondamos primeramente en el significado de las palabras según el diccionario, significado que constituye el uso corriente del idioma. ¿Qué entendemos por comprensión, por comprender algo? Comprendernos a nosotros mismos, comprender cómo trabaja la computadora, que es tan maravillosa, comprender todo el proceso quirúrgico. ¿Qué significado le asignamos a esa palabra ‘comprensión’? ¿Una comprensión puramente intelectual, que implica una comunicación rápida entre dos personas, o entre media docena o un centenar de personas, una comprensión del significado de la palabra rápidamente traducido en el cerebro, y con el intelecto que dice: «Sí, comprendo»? Esto es, tengo un problema, lo he analizado, he llegado a una conclusión y lo comprendo. O comprendo cómo hay que desarmar un automóvil, etcétera. ¿Es, entonces, la comprensión un asunto puramente intelectual, un asunto teórico sobre el cual puedo hablar interminablemente, añadiéndole más ideas y pensando que con ello estoy expandiéndome, creciendo interiormente? En esa comprensión, ¿hay alguna cualidad emocional? ¿Hay algo que dice: «Eso no está muy, muy completo, tienes que añadirle más»? Está el intelecto, está la emoción, está la acción -¿correcto? Las emociones existen naturalmente -así lo espera uno- pero cuando esas emociones se han vuelto románticas, sentimentales y muy, muy superficiales, tienen que ser reconocidas por el cerebro; en consecuencia, forman parte del cerebro -parte de la sensación de experimentar, de la sensación de imaginar, de contemplar una montaña, su belleza, su silencio, su dignidad, su majestad, y trasladar eso al lienzo o escribir un poema al respecto. Todo eso sigue formando parte de la actividad del cerebro. ¿Es, entonces, el intelecto que dice, «Yo comprendo», es la capacidad de discernir, de distinguir, de determinar y emprender una acción y, por consiguiente, de dominar toda otra cosa? Ahora nos preguntamos: ¿Es la comprensión un movimiento total, no solamente un acto del cerebro, un acto del intelecto? ¿Comprenden mi pregunta? ¿Tendremos que examinar ahora qué es la acción? ¿Qué es lo que uno ha de hacer? ¿Qué determina la acción? ¿Qué origina la acción? ¿Qué entendemos por acción? Actuar. Hacer. ¿Se basa esa acción en un ideal, en una teoría, en una conclusión dialéctica o imaginativa? Esto es, yo actúo a base de una idea, ¿verdad? ¿Qué es, entonces, una idea? ¿Por qué tenemos tantas ideas? Estamos investigando la palabra idea, no si está bien o mal tener ideas. Los científicos, los físicos y los filósofos teóricos necesitan tener ideas, de lo contrario se sienten perdidos. Necesitan ideas nuevas todo el tiempo. Tenemos que examinar entonces lo que entendemos por idea. Existe un hecho. Hay un reloj ahí, dice que son las once menos diez; y ése es un hecho. Y están los ‘no hechos’. Los ‘no hechos’ se hallan totalmente alejados del hecho. Hay una distancia. Existe, entonces, el hecho y la idea acerca del hecho. Y nosotros perseguimos la idea, no la investigación del hecho. Una idea se vuelve mucho más importante que el hecho. Los socialistas, los comunistas y otros, de la derecha, de la izquierda, del centro, todos tienen ideas, teorías, conclusiones, y tratan de encajar al hombre dentro de esas ideas. Y para que los hombres encajen, los torturan, les dicen: «Tú no puedes hacer esto, tú no puedes hacer aquello». De modo que para ellos las ideas se vuelven mucho más importantes que lo humano -y lo humano es el hecho. ¿Estamos, entonces, nosotros, cada uno de nosotros, alejándonos siempre del hecho, persiguiendo una idea y actuando conforme a esa idea, la cual probablemente nada tiene que ver con el hecho? ¿Qué entendemos, entonces, por actuar? Si uno actúa conforme a sus recuerdos, a sus experiencias del pasado, o conforme a alguna conclusión ideológica acerca del futuro, esa acción basada en el pasado o en el futuro, no es un hecho. ¿Estamos poniendo esto en claro? Si actuamos conforme a ciertos recuerdos, conclusiones, experiencias o conocimientos, entonces estamos actuando desde el pasado. La palabra actuar significa hacer algo, no de acuerdo con el pasado o de acuerdo con el futuro. Así que la pregunta es -investiguen esto, es muy serio- ¿existe una acción que no se base en el tiempo? No se sientan desconcertados. ¿Puede uno captar la significación, el contenido, el sentido profundo del pasado, cómo el pasado, modificándose, se proyecta en el futuro, y cómo si uno actúa conforme a ese pasado o conforme a algún concepto del futuro, eso no es acción? Es meramente memoria, es haber llegado a ciertas conclusiones y obrar de acuerdo con ellas. Por lo tanto, ese obrar está siempre preso en el campo del tiempo, en el ciclo del tiempo -¿de acuerdo? Ahora preguntamos: ¿Existe una acción que no se base en el tiempo? Considérenlo cuidadosamente, señores. Considérenlo, no esperen que lo explique quien les habla; considérenlo. Es una pregunta muy sencilla, pero tras ella hay un significado tremendo. Esto es, yo he actuado siempre de acuerdo con mi tradición. La tradición puede tener un año o cinco mil años de antigüedad. Ustedes saben qué quiere decir tradición -del latín tradere, entregar. Así, mis padres, mis abuelos, un millar de ascendientes, han entregado ciertas tradiciones, las consecuencias de su pensar, de su sentir, que han ido filtrándose gradualmente a través de múltiples generaciones; y yo soy eso, soy parte de eso. Ese es mi trasfondo y de acuerdo con él actúo. O rechazo todo eso diciendo: «¡Qué estúpido!» y miro hacia el futuro: «Debo hacer esto, no debo hacerlo», de acuerdo con algún líder al que sigo. Y a ambas cosas las llamo ‘acción’. Pero quien les habla pregunta: ¿Existe una acción que no se base en esto, una acción que no sea el proceso del tiempo? Lo siento, tienen ustedes que usar sus cerebros. ¿Qué ha de hacer uno cuando se le formula esa pregunta: Existe una acción que no esté presa en la rueda del tiempo? ¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante esa pregunta -el cerebro que se ha condicionado, moldeado conforme al pasado y al futuro, o sea, que está preso en el campo del tiempo, en la red del tiempo? Por el momento, el cerebro se retrae, no puede responder; dice: «Hay demasiados problemas, ¡por Dios!, déjeme tranquilo. Estoy habituado a este patrón, que ha traído su desdicha, su sufrimiento, pero también está la otra parte que compensa esto. No haga estas preguntas tan difíciles». No son difíciles. La palabra ‘difícil’ lo hace difícil. De modo que no usaré esa palabra. Pero tengo que descubrir si existe una acción que no sea del tiempo. ¿Puedo investigarlo? ¿Quieren que lo investigue? La acción se relaciona con el amor, no con la memoria. La memoria, el rememorar imágenes, no es amor; es sensación a través de la cual actuamos, y la sensación no es amor. Por lo tanto, ¿qué relación tiene el amor con la acción? ¿Entienden? ¿Es memoria el amor? Hemos estado juntos, hemos dormido juntos, hemos hecho juntos toda clase de cosas, escalar la montaña, descender al valle, pasear por las colinas; hemos sido compañeros, nos hemos tomado de las manos, hemos reñido -y a eso lo llamamos afecto, amor, pero casi todo eso se basa en la sensación, en la imagen y el apego. Sin el apego estoy perdido, me siento terriblemente solo. Sintiéndome solo estoy desesperado, me lleno de amargura, etcétera. Todo eso, ¿es amor? Obviamente, no lo es. Ya lo hemos investigado. ¿Cuál es, entonces, la relación que hay entre el amor y la acción? ¡Vamos, señores! Si el amor está en el campo del tiempo, entonces eso no es amor. Por consiguiente, el amor es acción -me pregunto si ustedes captan esto. No existe el amor primero y la acción después. Para quien les habla -no lo acepten- para quien les habla no hay división alguna entre la percepción, la calidad de ese amor y la acción. Cuando existe esa calidad, ella es acción. No es un proceso intelectual de determinación u opción. Es una acción de percepción inmediata. Ahora tenemos que proseguir. Ayer sólo contestamos tres preguntas y hay muchas más. Usted ha dicho muchas cosas sobre la violencia. ¿Permitiría que atacaran delante de usted a uno de sus amigos? Es una muy vieja pregunta. ¿Qué haría si atacaran delante de usted a su propia hermana? Es la misma pregunta. ¿Qué es lo que haría usted -usted? ¿Golpear a esa persona? ¿Matarla a tiros? ¿Karate? ¿Sabe lo que significa esa palabra ‘karate’? Me lo explicaron. Significa ‘no yo’. No quiere decir el arte marcial de defenderse uno mismo. ¿Qué es, entonces, lo que usted haría? Averígüelo, señor. Usted está ahí con su esposa o su novia, y viene alguien y descarga su violencia contra ella. ¿Qué haría usted instintivamente? Atacaría a esa persona, ¿no es así? Naturalmente. La golpearía. Si conociera el karate o alguna clase de trucos yoga, le echaría una zancadilla o algo por el estilo. De modo que esta pregunta se me formula a mí, a quien les habla -¿correcto? Conocemos la reacción normal de la gente, que es la violencia. Si usted es violento conmigo, yo seré violento. Si usted se enoja conmigo, yo me enojaré doblemente con usted. Si usted me llama idiota, yo diré que usted es un idiota mayor. Ha sido siempre una vieja pregunta, pero yo trato todas las preguntas como algo nuevo. ¿Qué haría yo? ¿Esperan que les conteste? Si durante toda mi vida he vivido una existencia violenta, entonces mi respuesta será naturalmente violenta. Pero si he vivido, como lo he hecho, sin violencia, no sólo sin violencia física sino también sin violencia psicológica, que es agresión, competencia, comparación, imitación, conformidad (todo eso forma parte de la violencia) -si he vivido como K ha vivido- entonces cuando atacan a mi amigo, a mi hermano, o a mi esposa, actuaré como he vivido. Una respuesta sencilla. Esto no los confunde, ¿verdad? No. Otra pregunta: ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué piensan ustedes que sea la inteligencia? Si buscaran en un buen diccionario etimológico, verían que uno de los significados de esa palabra es interlegere: leer entre líneas. Otro significado es el de reunir información de toda clase y discernir entre las distintas clases de información cuál es la correcta. Eso depende de la opción, de la educación que uno ha recibido, del modo en que vive la vida, etcétera. Después está la inteligencia del cuerpo -si es que uno no lo molesta. El cuerpo es un instrumento extraordinario -en el modo como todos los nervios están conectados al cerebro, como trabaja el hígado, el corazón. Desde el momento en que nace hasta que muere, el corazón se mantiene latiendo. Es una máquina extraordinaria. ¿Han visto algunas de las fotografías que en la televisión muestran el cuerpo humano? Es asombroso lo que la naturaleza ha hecho en uno o dos millones de años. Pero nosotros destruimos la inteligencia natural del cuerpo haciendo toda clase de cosas extravagantes -bebida, drogas, sexo (si bien el sexo tiene su lugar)- ustedes ya conocen toda la secuela de ello, la ambición, la codicia, el pelear, el esforzarse, una tensión tremenda que ejercemos sobre el cuerpo; y el corazón falla. Todo eso afecta el cerebro, los nervios, el organismo. Y así, el instrumento físico, biológico, se va destruyendo gradualmente; poco a poco se marchita, pierde su vitalidad, su energía. Si uno lo deja en paz, el cuerpo cuida de sí mismo, uno no tiene que hacer absolutamente nada -excepto para una persona como K, que a los noventa años tiene que cuidarse un poco. Luego está la inteligencia de un físico ingenioso, o la de un tecnólogo, o la de un hombre que construye una máquina muy, muy compleja, y la inteligencia de las miles de personas que se unieron para enviar un cohete a la luna -eso requiere una gran inteligencia y cooperación -un cierto tipo de inteligencia. También está la muy aguda, calculada inteligencia que ha inventado todos los rituales del mundo -los templos, las mezquitas, las iglesias- controlando a la gente mediante la sucesión apostólica -lo siento, si ustedes son católicos, perdónenme por lo que estoy diciendo. (También en la India hay para eso, para ese transmitir de arriba hacia abajo, una palabra en sánscrito). Se requiere una gran inteligencia para controlar a la gente, para hacer que crea en algo que puede existir o no, para hacer que tenga fe, que se bautice. Eso, si ustedes lo han observado, es muy ingenioso, muy inteligente. Los comunistas lo están haciendo; ellos tienen su dios, Lenin, y después de él Stalin, y todo el camino recorrido hasta llegar a los señores actuales. De modo que es el mismo movimiento. Todo eso es muy inteligente sólo de una manera parcial. Y los científicos, los físicos teóricos, también son parcialmente muy inteligentes. ¿Qué es, entonces, una inteligencia holística? ¿Comprenden? La inteligencia total, no fragmentada. Soy inteligente en una dirección, pero en otras direcciones soy torpe. Existe la inteligencia parcial en distintas fases de la vida. Pero nosotros nos preguntamos: ¿Hay una inteligencia que sea completa, que no esté fragmentada? ¿Van ustedes a averiguarlo? ¿O voy a averiguarlo yo y se lo diré a ustedes? Por favor, ¿voy a contestar yo esa pregunta, o la contestarán ustedes? ¿Hay una inteligencia que sea incorruptible, que no se base en las circunstancias, que no sea pragmática ni egocéntrica y, por lo tanto, que no esté fragmentada, que sea total? ¿Existe una inteligencia impecable, que no contenga huecos, que cubra el campo total del hombre? Para investigar eso, el cerebro tiene que estar completamente libre de toda conclusión, de cualquier clase de apego, de cualquier clase de movimiento egocéntrico, libre del interés propio; por lo tanto, ha de ser un cerebro totalmente libre del miedo, del dolor. Cuando el dolor toca a su fin, tras ello hay pasión. La palabra dolor tiene, etimológicamente, un significado más profundo que el mero derramar lágrimas, que la pena, la angustia y la ansiedad. La pasión no es por algo. La pasión es per se, por sí misma. Una creencia puede invocar la pasión en mí, o puede hacerlo la devoción a un símbolo, a una comunidad, a algo que imagino, pero todo eso sigue siendo muy limitado. Uno ha de descubrir, pues, ha de dar con esta pasión que no es lujuria ni tiene tras sí motivo alguno. ¿Existe una pasión así? Existe cuando el dolor llega a su fin. Cuando el dolor termina, hay amor y compasión. Y cuando hay compasión -no por esto o por aquello- entonces esa compasión tiene su propia quintaesencia suprema de inteligencia. Es decir, que esa inteligencia no es del tiempo, no pertenece a ninguna teoría, a ninguna tecnología, a nadie; esa inteligencia no es personal o universal, ni está cercada por las palabras. ¿Hay algún beneficio para el ser humano en la enfermedad física? ¿Hay algún beneficio, recompensa, provecho para el ser humano en la enfermedad física, en estar enfermo? Ahora les formulo esa pregunta a ustedes. Estoy seguro de que casi todos nosotros hemos estado enfermos una u otra vez, ya sea mentalmente enfermos -ésa es una enfermedad del cerebro que se vuelve neurótico, psicopático, etc.- o físicamente enfermos, cuando algún órgano no funciona adecuadamente. Ahora sólo escuchen: ¿Cuál es la diferencia entre la enfermedad y la salud? Qué es la salud? ¿Qué implica sentirse extraordinariamente bien? La pregunta dice: ¿Hay algún provecho, algún beneficio que se derive de la enfermedad? ¿Qué piensan ustedes? A esa pregunta, quien les habla contestaría que sí, que lo hay -¡lo siento! Cuando uno está enfermo, ¿cuáles son sus reacciones, sus respuestas? Cuando estamos enfermos el deseo es evitar el dolor, tomar rápidamente una píldora o acudir enseguida al médico, y él nos dice qué tenemos que hacer. Queremos superar rápidamente la enfermedad porque podríamos perder el trabajo, etcétera, etcétera. Pero si no le tememos a la enfermedad, ésta tiene un significado por completo diferente. Quien les habla, si puedo ser un poco personal, estuvo paralizado durante un mes en Cachemira por diversas razones; al pobre tipo le dieron dosis excesivas de antibióticos, y pocos días más tarde quedó paralizado por un mes. Pensé que era el final. Me dije: Es esto entonces. Quien les habla no tuvo miedo. Dijo: «Muy bien estoy paralizado por el resto de mi vida». Esto ocurrió realmente, no exagero. Estuvieron trasladándome de aquí para allá, bañándome y todas esas cosas durante todo un mes. ¿Saben ustedes lo que eso significa? Afortunadamente no. Pero si yo hubiera luchado contra ello diciendo: «Qué médicos estúpidos, lo que me pasa es por culpa de los antibióticos», lo hubiera empeorado y no habría aprendido nada de ello; ello no habría limpiado mi cuerpo, no me habría beneficiado. Quien les habla ha estado varias veces muy, muy enfermo. No voy a entrar en eso. Pero si uno no tiene miedo de permanecer con la enfermedad, si no corre de inmediato a ver al médico ni toma una píldora, la enfermedad física tiene cierto provecho natural, cierto beneficio. Pueden tomar una píldora más tarde, pero enfrentándose a la enfermedad lentamente, pacientemente, observando cuáles son las propias reacciones, por qué existe esta manía de estar sanos, de no experimentar dolor -la cual hace que uno resista a la enfermedad. Puede que sea ésta la verdadera razón de la enfermedad. ¿Comprenden todo esto? ¿Está claro? Muy bien. ¿Por qué diferencia usted entre el cerebro y la mente? Me temo que ésta ha de ser la última pregunta. Quedan varias, pero ésta ha de ser la última. En primer lugar, ¿qué es el cerebro? Recuerden que nosotros no somos profesionales; somos personas comunes, no especialistas del cerebro. Aunque he hablado con especialistas del cerebro, no lo soy -subrayo el ‘no’. De manera que nos preguntamos el uno al otro qué es el cerebro, no la estructura físico-biológica del cerebro -no conozco nada al respecto. Pero, ¿qué es esta cosa con la cual vivimos y que opera en nuestra existencia cotidiana? No la conciencia superior o la conciencia inferior. Ustedes conocen ese juego. Es el que juegan los gurús. Ellos les ayudan a ustedes a bajar la conciencia superior y traerla hasta la conciencia inferior, o a alcanzar el más alto grado de conciencia mediante la meditación, mediante la repetición de ciertas prácticas, o mediante el acto de seguirlos a ellos. Nosotros no hacemos ninguna de esas cosas. Pronto llegaremos a lo que es la conciencia. ¿No tienen inconveniente en que examinemos todo esto? ¿Cuál es, entonces, la función, la función cotidiana del cerebro? -el cerebro de ustedes, no mi cerebro, el cerebro de ustedes, el cerebro humano, sea que vivan en Suiza, en América, en Rusia o en el Lejano Oriente. ¿Qué ocurre en nuestra vida cotidiana que es el ejercicio del cerebro, el ejercicio del pensamiento, el ejercicio de la opción, de la decisión y de la acción? Dondequiera que vivamos, la actividad del cerebro juega un gran papel en nuestra vida. ¿Qué es, entonces, este cerebro? Somos aficionados que estamos aprendiendo. Observemos nuestro propio cerebro. Acción y reacción. Sensación. Condicionamiento desde el pasado -yo soy hindú usted es cristiano, yo soy budista, usted es musulmán, etcétera, etcétera; yo pertenezco a este país y usted pertenece a aquel otro país; yo tengo creencias muy arraigadas, he llegado a ciertas conclusiones y permanezco fijo en ellas; me apego a mis prejuicios y opiniones que son muy fuertes, quiero realizarme personalmente, quiero llegar a ser algo o alguien -¿entienden? Ésta es nuestra rutina diaria, esto y mucho más: la angustia de la ansiedad, el tremendamente depresivo sentimiento de soledad, y el escapar de esa soledad mediante la televisión, los libros, los rituales, el templo, la mezquita, la iglesia, Dios. Conflicto, conflicto y conflicto. En eso está preso el cerebro todo el tiempo. Esto no es una exageración. Estamos enfrentándonos a hechos. Es así. El cerebro es el centro de todo esto -los recuerdos, las reacciones nerviosas, los agrados y desagrados- es el centro mismo de toda nuestra existencia, en lo emocional, en lo imaginativo, en el arte, en la ciencia, en el conocimiento. Por lo tanto, el cerebro es muy, muy limitado y, no obstante, tiene una capacidad extraordinaria. Tecnológicamente ha hecho cosas increíbles, inimaginables cincuenta años atrás. Todo eso es la actividad del condicionado cerebro. Y al vivir dentro de este condicionamiento -religioso, político, comercial, etc.- el cerebro es muy limitado, se interesa en sí mismo, está al servicio de sí mismo. Eso es obvio. El cerebro dice: «Yo soy materialista», y también dice: «No, no, soy mejor que eso. Existe un alma». O usa la palabra en sánscrito: «Existe un atman», etc., etc., etc. De modo que la conciencia es todo eso -¿correcto? Se han escrito libros y libros sobre la conciencia -profesionales y no profesionales. Pero nosotros no somos profesionales, estamos tratando con ‘lo que es’. La conciencia es su contenido. Está compuesta por lo que contiene. Contiene ansiedad, creencia, fe, amargura, soledad, odio, violencia -ustedes saben, todas las cualidades, las experiencias de los seres humanos. O sea, que nuestra conciencia no es ‘nuestra’, porque todos los seres humanos en esta tierra -ya sea el más pobre, el más degradado, o el más altamente refinado, el más educado- todos tienen estos problemas. Pueden ponerse túnicas y guirnaldas y todo ese circo, pero quítenles todo eso y son como ustedes y yo. Por lo tanto, compartimos la conciencia de todos los seres humanos del mundo. Yo sé que no aceptarán esto, pero no importa; éste es un hecho, porque ustedes sufren y ese aldeano de la India que vive con una sola comida al día, también sufre, no del modo en que sufren ustedes, pero igualmente sufre. Los recuerdos de uno pueden ser diferentes de los de otro, pero siguen siendo memoria. La experiencia de uno puede ser diferente, pero sigue siendo experiencia. De modo que nuestra conciencia no es ‘nuestra’. Psicológicamente, es la conciencia de toda la humanidad. Usted puede ser alto, puede ser rubio, yo puedo ser negro, puedo ser pelirrojo, pero no obstante, esa conciencia es común a todos nosotros -psicológicamente. Por lo tanto, uno es toda la humanidad. ¿Saben lo que eso significa? Si lo aceptan como una idea, entonces se alejan del hecho, de la verdad de ese hecho, de su realidad de su sustancia. Cuando existe esa realidad, esa verdad de que uno es los demás seres humanos, entonces todo el movimiento de la vida experimenta un cambio. Uno no matará a otro, porque entonces se está matando a sí mismo. Habla un general norteamericano... ¡Oh!, he olvidado su nombre... Él va a la guerra y se enfrenta al enemigo. E informa al superior: «Nos hemos encontrado con el enemigo. Nosotros somos el enemigo». ¿Comprenden? Nos hemos enfrentado al enemigo en el campo de batalla, pero el enemigo somos nosotros, el enemigo es uno mismo. Cuando existe, pues, en ustedes esta verdad de que uno es toda la humanidad, descansen en esa verdad, examínenla, tanteen el camino en ella, no la nieguen ni la acepten, entréguense a ella, como el río que fluye. Verán qué transformación profunda ocurre en ustedes, una transformación que no es intelectual ni imaginativa ni romántica. En ella hay un sentido inmenso de compasión, de amor. Y cuando eso existe, uno actúa de acuerdo con la inteligencia suprema.

SAANEN. Primera sesión depreguntas y respuestas, Martes, 23 de julio

 Primera sesión de preguntas y respuestas 

Martes, 23 de julio 

Se me ha dicho que hay muchas personas que se sienten tristes por dejar definitivamente Saanen. ¡Si uno está triste, es por el tiempo que hemos desaprovechado! Y, como se ha anunciado, nos vamos. Ésta es la última sesión en Saanen. Se han formulado diversas preguntas. Ustedes no pueden esperar que las conteste todas, son demasiadas. Tomaría probablemente varios días contestarlas. Quien les habla no ha visto estas preguntas, prefiere llegar a ellas espontáneamente; pero han sido cuidadosamente seleccionadas. Antes de entrar en estas preguntas que ustedes han formulado, ¿puedo yo formularles algunas? ¿Puedo? ¿Están completamente seguros? ¿Por qué vienen aquí? Ésa es una buena pregunta. ¿Cuál es la raison d’être (la razón de ser) o la causa de que vengan? ¿Es por curiosidad? ¿Es por la reputación que el hombre, quien les habla, ha adquirido por los últimos setenta años? ¿Es por la belleza de este valle -por las maravillosas montañas, el ondeante río, las grandes sombras y la hermosa ladera de la colina? ¿Qué los ha traído aquí? ¿Es porque se interesan en la existencia de cada día, en el modo como la están viviendo, con los problemas que tienen, probablemente de todas clases: vejez, muerte, sexo -ustedes saben, toda la invasión de problemas a que está tan habituado nuestro cerebro- y esperan que alguien les diga cómo vivir, cómo examinar esos problemas, qué hacer? ¿Es ésa la razón de que se encuentren aquí? ¿O mientras estamos sentados aquí queremos ver lo que somos realmente, queremos examinarlo todo con mucho detenimiento y ver si podemos ir más allá de ello -es ésa la razón? Por lo tanto, como ustedes no pueden responder a todos esos interrogantes, yo les pregunto, quien les habla les pregunta: ¿Qué hay respecto a todo ello? Estas reuniones se han venido sucediendo en Saanen por veinticinco años. Una gran parte de nuestra vida. Y, si uno puede preguntarlo, ¿qué es lo que queda al final de todo ello, cuál es el contenido de nuestra vida? ¿Ha habido alguna ruptura del patrón? ¿O el patrón, el molde se está repitiendo una y otra y otra vez? Nuestros constantes hábitos concentrados parecen muy difíciles de romper -el hábito del pensamiento, el hábito de la propia existencia cotidiana. Cuando miramos todo esto después de veinticinco años, ¿vemos una ruptura de ese patrón en que vivimos? ¿O sólo seguimos adelante día tras día, añadiendo un poco más, quitando un poco más y lamentándonos, al final de nuestra existencia, por no haber vivido de una manera diferente? ¿Es éste el proceso que experimentamos? Les pregunto: ¿Qué hay con respecto a todo ello? ¿Qué hay con respecto a nuestra vida, a todas las cosas terribles que están sucediendo alrededor de nosotros, lejos de este bello país? ¿Dónde nos encontramos, como individuos, en todo este patrón de la existencia? ¿Cuál es el residuo que queda en el tamiz? ¿Qué es lo que permanece en nosotros? ¿Nos damos cuenta de lo que nos ocurre en nuestro pensamiento de todos los días, nos damos cuenta de cada emoción, de cada reacción, de cada respuesta, de cada hábito? ¿O es que meramente nos dejamos fluir, como un río? ¿A cuál de estas preguntas les gustaría que respondiera primero? [K las lee en voz alta] ¿Qué entiende usted por la creación? Diversos maestros, gurús, dicen que ellos imparten esencialmente la misma enseñanza que usted. ¿Qué dice usted? ¿Qué es la culpa? Uno está desesperado porque las acciones que causaron el sentimiento de culpa no pueden ser erradicadas. ¿Podemos empezar con lo de los diversos maestros? ¿De acuerdo? 

Diversos maestros, gurús, dicen que ellos imparten esencialmente la misma enseñanza que usted. ¿Qué dice usted? 

No sé por qué se comparan ellos con quien les habla. No sé por qué deberían siquiera considerar que lo que uno dice es lo que ellos también dicen. ¿Por qué afirman estas cosas? Sé que éste es un hecho, que en la India, en Europa y en los EE.UU., diversos gurús fraudulentos, diversos grupos afirman: «Nosotros también vamos hacia lo mismo, recorremos el mismo río que usted recorre». Esto me lo manifestaron, se lo manifestaron personalmente a quien les habla, y hemos discutido este asunto con los gurús, con estos -¿cómo los llaman ustedes?- líderes, locales o extranjeros. Hemos examinado esta cuestión. En primer lugar, ¿por qué comparan ellos lo que dicen con K? ¿Qué intención hay detrás de eso? ¿La de viajar en el mismo carro? ¿Es porque piensan que no son ‘muy muy’, pero que al compararse con K podrían llegar a ser ‘muy muy’? Al hablar, pues, de esto con algunos de ellos, lo investigamos. Ante todo, dudo de lo que ellos dicen, y dudo de las propias experiencias de quien les habla. Hay duda, hay descreimiento, no un decir: «Estamos en el mismo bote». ¿Podríamos, pues, abordar esta cuestión con duda, con cierto sentido de escepticismo por ambas partes? Están aquellos que afirman que estamos remando en el mismo bote y por el mismo río; o tal vez ellos van muy adelante y quien les habla va muy atrás, pero siempre en el mismo río. De modo que al hablar con ellos uno duda, cuestiona, apremia, impele más y más, a una profundidad cada vez mayor, y finalmente, quien les habla ha escuchado a muchos de ellos afirmar: «Lo que usted dice es perfecto, es la verdad, Usted encarna la verdad», y todas esas cosas. Así que saludan y se van diciendo: «Nosotros tenemos que tratar con gente común, y esto es sólo para la elite». Yo digo: «¡Doble tontería!» ¿Comprenden? ¿Por qué, entonces, comparan en absoluto -«mi gurú es mejor que su gurú»? ¿Por qué no pueden mirar las cosas y verlas como son? Cuestionando, dudando, preguntando, exigiendo, explorando, sin decir nunca, «nuestro punto de vista es mejor que el Suyo», o «este punto de vista es mejor que el otro», o «todos estamos haciendo lo mismo». El otro día escuché: «Usted dice lo mismo que yo estoy diciendo, ¿cuál es la diferencia?» Contesté: «Ninguna en absoluto». Usamos el mismo idioma, inglés o francés, un poco de italiano, pero el contenido, la profundidad que existe detrás de las palabras, puede ser por completo diferente. Nos satisfacemos tan fácilmente con las explicaciones, con las descripciones, con la sensación que nos produce todo el aplauso, toda la gloria, toda la ostentación. Nuestros cerebros no trabajan muy sencillamente. ¿Alguna vez han observado, han visto cómo trabaja el cerebro de ustedes? Ésa es una de las preguntas que me gustaría formularles. ¿Han observado el cerebro en acción, del mismo modo que podría observarlo un extraño? ¿Comprenden? ¿Alguna vez lo han hecho? ¿O el cerebro sigue y sigue con sus viejos hábitos, sus creencias, sus dogmas, sus rituales, sus asuntos, etc. -continuando sólo mecánicamente con todo ello? Si se me permite preguntarlo: ¿Es así el cerebro de ustedes? ¡Silencio...! ¿Han observado alguna vez cómo un pensamiento persigue a otro pensamiento, cómo una serie de asociaciones, una serie de recuerdos se aferran a la propia experiencia de uno? El otro día, en Norteamérica, una persona a la que conocíamos desde hace algún tiempo, nos dijo que vivía de acuerdo con su experiencia, con lo que su propia experiencia le había indicado. Su experiencia era verdadera, real, muy profunda, y para esa persona tal experiencia era sumamente importante. Y nosotros dijimos: «¿Por qué no duda usted de su experiencia? Podría no ser real, podría ser imaginaria, romántica o sentimental y todo eso. ¿Por qué no pone en duda eso mismo que usted afirma: “Mi experiencia me lo indica”?» No hemos vuelto a ver a esa persona. ¿Comprenden esto? ¿No es necesario, entonces, darse cuenta de todas estas cosas: por qué comparan ellos, por qué dicen que estamos todos en el mismo bote? Quizá lo estamos, es probable que todos nosotros estemos en el mismo bote. ¿Pero por qué dan ellos por sentado que lo estamos? ¿Acaso no podemos negarnos a aceptar a todo gurú, a todo líder -especialmente a quien les habla? Psicológicamente, no aceptar nunca nada, excepto lo que hemos observado en nosotros mismos, en nuestras relaciones, en nuestro modo de hablar -el tono de la voz, las palabras que usamos, etcétera. ¿Puede uno estar alerta a eso durante el día, o durante una parte del día? Tal vez entonces no necesitaran ustedes de ningún gurú, de ningún líder, de ningún libro, incluyendo los de quien les habla. Entonces, cuando uno está realmente atento, tiene lugar algo por completo diferente. ¿Podemos pasar a la siguiente pregunta? ¡Dios mío! La culpa... No tengo que leer la pregunta; está todo bastante confuso aquí.

 ¿Por qué nos sentimos culpables?

 Muchas personas se sienten así. Eso les tortura la vida. Y entonces se vuelve un problema enorme; y ése es el trasfondo de culpa para mucha, mucha gente. Culpa por no creer en algo, culpa de no estar con el resto del grupo. Ustedes conocen el sentimiento de culpa, no la palabra sino el sentimiento que hay detrás de la palabra -el de haber hecho algo malo, lo cual nos llena de remordimiento, de ansiedad y, por tanto, de temor, de incertidumbre. Esta culpa es un factor muy deformante en nuestra vida. Es obvio. ¿Por qué, entonces, tenemos ese sentimiento? ¿Es por haber hecho algo incorrecto, algo poco práctico que va contra lo que ha establecido el medio en que vivimos? Está la culpa que experimentan un hombre o una mujer por sentir que no han apoyado la guerra de su propio país. Ustedes ya conocen las diversas formas de culpa y las causas de la misma. Nos preguntamos: ¿Por qué existe este sentimiento? ¿Es porque no somos responsables, porque no nos exigimos excelencia para nosotros mismos? Esperen un momento; quien les habla está preguntando: ¿Es porque somos perezosos, indolentes, inatentos y, por lo tanto, un poco irresponsables? ¿Y al enfrentarnos a esa irresponsabilidad nos sentimos culpables? Supongamos que he seguido a alguien, a mi gurú, el cual se ha entregado a toda clase de cosas, el sexo, etc., y yo he hecho lo mismo que él; entonces él cambia su mente, envejece y dice: «No más», y sus discípulos dicen: «No más», y uno siente que no debería haber hecho esas cosas, que eso ha estado mal. ¿Entienden? Toda la secuela de la culpa. ¿Cómo lo abordamos? Eso es lo más importante. Averigüemos, pues, qué hacer al respecto, ¿de acuerdo? No investigaremos las causas de la culpa, ésas las conocemos. He hecho algo inapropiado, algo incorrecto, algo que no es verdadero, y más tarde me doy cuenta de que esa reacción ha sido desafortunada, que me ha ocasionado perjuicio a mí mismo y desdicha a otros, por lo cual me siento culpable. ¿Qué hacer, pues, cuando tenemos ese sentimiento de culpa? ¿Cómo lo tratarían ustedes, cómo lo abordarían? ¿De qué modo van a aproximarse al problema? ¿Es que desean verlo resuelto, desean que desaparezca para que el cerebro deje de estar atrapado en el problema? ¿Cómo lo abordan -con el deseo de solucionarlo, de librarse de él? La manera en que abordan un problema es muy importante, ¿verdad? Si lo abordan con una dirección, el problema debe ser resuelto de este modo o de aquel modo. O si tienen un motivo, entonces ese motivo dirige las cosas. Entonces, ¿abordan ustedes un problema como la culpa sin tener para ello un motivo? ¿Comprenden mi pregunta? ¿O siempre tenemos un motivo cuando abordamos un problema? Me pregunto si nos enfrentamos a esto juntos. ¿Es posible abordar un problema sin el trasfondo de conocimiento que es el motivo, y mirarlo como si fuera por la primera vez? ¿Podemos hacer eso? Hay, pues, dos cosas involucradas: cómo aborda uno un problema, y qué es un problema. Ustedes tienen problemas, ¿no es así?, muchos, muchos problemas. ¿Por qué? No estamos condenando el problema ni decimos que debe resolverse de este modo o del otro modo; es un reto, algo a lo que tenemos que responder, ya sea un problema de negocios, un problema familiar, un problema sexual, un problema espiritual -lo siento, ‘espiritual’ debería ir entre comillas- o el problema de cuál es el líder que hemos de seguir. ¿Por qué tenemos problemas? Examinemos primero la palabra problema. Según el diccionario, un problema significa algo que a uno le arrojan, algo que es impulsado contra uno, un reto, una cosa a la que uno tiene que responder. Algo que a uno le arrojan -y a eso lo llamamos problema. ¿Por qué tiene problemas nuestro cerebro? ¿Podemos investigarlo un poquito? Por favor, no acepten nada de lo que dice quien les habla, nada. Examinémoslo todo juntos. Cuando uno manda al hijo a la escuela, él tiene que aprender a leer y escribir. Jamás antes ha leído ni escrito, de modo que el escribir y el leer se vuelven para él un problema. Y, a medida que crece, su cerebro se va adiestrando para los problemas. Es obvio. Todo el proceso de aprendizaje es un problema, y así el cerebro se condiciona con los problemas. Éste es un hecho. Mi esposa se vuelve un problema, se vuelve un problema cómo vivir, qué hacer, etc., etc., etc. Nuestro cerebro, el cerebro de cada uno de ustedes, está condicionado, ha sido educado para vivir con problemas. Este es un hecho, no una invención de quien les habla. Es así. De modo que toda nuestra vida se convierte en un problema. ¿Podemos mirar esto como un hecho?, no como una idea o una teoría, sino como un hecho, y entonces ver qué podemos hacer -si el cerebro puede estar libre para resolver los problemas y no abordarlos con una mente que ya está abarrotada de problemas? ¿Comprenden mi pregunta? ¿No? He estado en la escuela, donde no me interesa nada de lo que el maestro está diciendo. Miro hacia afuera por la ventana, deleitándome en ello; él me golpea en la cabeza. Vuelvo en mí y él me dice: «Escribe». Yo digo: «Dios mío, tengo que aprender», y ello se vuelve un problema para mi. Toda mi educación -no estoy contra la educación sino que estoy señalando algo- toda mi educación llega a ser un problema tremendo. Así que el cerebro se condiciona desde la infancia para vivir con problemas -¿correcto? Ahora nos preguntamos: ¿Puede uno estar libre de problemas y entonces atacar los problemas? -porque no es posible resolverlos a menos que el cerebro esté libre. Si no está libre, en la solución de un problema se crean otros problemas. De modo que quien les habla pregunta: ¿Podemos primeramente estar libres de problemas -librar de su condicionamiento al cerebro que ha sido educado para vivir con problemas? ¿Está claro? ¡Al fin! Entonces prosigamos. ¿Es posible estar libres y entonces abordar los problemas? ¿Cómo responden ustedes a esta pregunta? ¿Dicen que es posible o dicen que es imposible? Cuando dicen que es posible o que es imposible, ya se han bloqueado a sí mismos; han cerrado ya la puerta impidiendo el examen, la investigación del problema. Aquí está, pues, nuevamente la pregunta: ¿Es posible liberar al cerebro del condicionamiento que implica su educación? Quien les habla va a examinar esto no para convencerlos de nada, sino simplemente para mostrarles algo. Ustedes no tienen que hacer nada. Sólo escuchar lo que él dice; no aceptar ni rechazar, sólo mirar, escuchar. El cerebro está condicionado para toda esta cultura de los problemas. Ésa es una expresión exacta: cultura de los problemas. Y el cerebro condicionado, ¿es diferente del observador? El cerebro, mi cerebro, ¿es diferente de quien está analizando las cosas, separándolas, mirándolas, examinándolas, aceptándolas, no aceptándolas -ese observador, esa persona que dice, «Estoy mirando eso», es en modo alguno diferente del cerebro? Ésta es una pregunta muy sencilla, no la compliquen. La ira, la codicia, la envidia, ¿son diferentes de mí mismo? ¿O yo soy la ira? La ira soy yo. La codicia soy yo. La cualidad soy yo mismo. No hay diferencia. Pero la cultura, la educación, han hecho que las separemos. Está la envidia. Si digo que soy diferente de la envidia que debo controlarla, o que debo ceder a ella, hay conflicto. No sé si están siguiendo todo esto. ¿Soy yo la envidia? ¿Soy yo la violencia? La violencia no es algo diferente de mí, del yo; el yo es violento. ¿Ustedes ven esto? Una vez que nos damos cuenta de este hecho -que no hay diferencia entre la cualidad y yo- entonces tiene lugar un movimiento por completo diferente. No hay conflicto. ¿Comprenden? No hay conflicto. Mientras exista la separación, habrá conflicto en mí. Ahora me doy cuenta de esto, de que yo soy la cualidad. Yo soy la violencia. Yo, el yo, es codicioso, envidioso, celoso, etcétera; me doy cuenta de esto y, por lo tanto, he abolido por completo esta división en mí. Yo soy eso. Yo soy esa cualidad. ¿Puede, entonces, mi cerebro quedarse con ese hecho permanecer con ese hecho? ¿Puede mi cerebro, que es tan activo, tan vital, que está observando, pensando, escuchando, esforzándose, tratando de lograr esto o aquello -puede ese cerebro permanecer con el hecho de que yo soy eso? Permanecer con ello, no escapar, no tratar de controlarlo -porque en el momento en que uno controla, existen un controlador y lo controlado; por lo tanto, ello se vuelve un esfuerzo. Por favor, estoy exponiéndolo muy sencillamente. Si ustedes captan realmente esta verdad, este hecho, eliminan por completo el esfuerzo. El esfuerzo implica contradicción. Implica que yo soy diferente de eso. ¿Pueden ustedes ver el hecho real, no la idea sino la realidad de que uno es su cualidad -su ira, su envidia, sus celos, su odio, su incertidumbre, su confusión? ¿Pueden ver que uno es eso? No reconocerlo verbalmente -porque entonces no estamos juntos en esto- sino ver realmente este hecho y permanecer con él. ¿Pueden hacerlo? Cuando uno permanece con el hecho, ¿qué implica eso? Atención, ¿verdad? Ningún movimiento fuera del hecho. Sólo permanecer con él. Si uno tiene un dolor agudo no puede permanecer con él, pero si permanece con ese dolor psicológicamente, si internamente dice: «Sí, así es» -lo cual significa que no hay movimiento alguno fuera del hecho- entonces la esencia es no conflicto, entonces uno ha roto el patrón del cerebro. El patrón del cerebro dice: «Yo debo hacer algo. ¿Qué es lo correcto que hay que hacer? ¿Quién me lo dirá? Tengo que visitar a un psiquiatra» -ustedes ya conocen todo lo que ocurre entonces. Pero una vez que he visto el hecho, es como tener una joya maravillosamente tallada; uno la mira, la ve toda por dentro, por fuera, cómo está hecha, el platino, el oro, los diamantes. Uno la mira porque uno es la joya, uno es el centro de esta muy intrincada, sutil joya que es uno mismo. En el momento en que uno ve el hecho, toda la cosa es diferente. Así que la culpa... Lo siento, me he alejado de eso. Teníamos que hacerlo. La culpa. No es un problema, ahora lo comprenden. Es un hecho. No es algo que deba resolverse, algo que deba superarse. Uno ha hecho algo y se siente culpable por ello; éste es un hecho y uno permanece con él. Cuando uno permanece con el hecho, éste comienza -escuchen, por favor- comienza a florecer y se marchita. ¿Comprende, señor? Como una flor; si usted tira y tira de ella para ver si las raíces trabajan adecuadamente, la flor jamás florecerá. Pero una vez que usted ve el hecho, que es la semilla, y permanece con él, el hecho se revela plenamente a sí mismo. Todas las implicaciones de la culpa, todas las implicaciones de su sutileza, dónde se oculta, son como una flor que se abre. Y si uno la deja abrirse, florecer, si no actúa, si no dice: «Tengo que hacer estos o, «no tengo que hacerlo», entonces la flor empieza a marchitarse y muere. Por favor, entiendan esto. Pueden hacerlo con todas las cosas que deban afrontar. Pueden hacerlo con respecto a Dios, con respecto a todo. Eso es discernimiento, no un mero recordar o añadir. ¿Está claro? Si uno lo descubre ve que es así entonces, psicológicamente ése es un factor inmenso que lo libera a uno de todo el pasado y de las luchas y esfuerzos presentes. Ahora vayamos a la primera pregunta: ¿Qué entiende usted por la creación? ¿Examinaremos eso? Es una pregunta más bien compleja. ¿Qué entiende usted por la creación? ¿Qué entiende por la creación quien les habla...? Me gustaría formularles esa pregunta a ustedes. Muchísima gente habla de la creación -los astrofísicos y los filósofos teóricos. «Dios creó... etc.» Es una pregunta muy seria que se han formulado los antiguos hindúes y los hebreos, no solamente los científicos modernos. Ha sido éste un problema tremendo que ellos querían comprender ¿Podemos investigarlo? ¿Qué es la creación? Cuando uno formula esa pregunta, también debe preguntar qué es la invención. ¿Es creación la invención? Inventar algo nuevo, ¿es creación? Con cuidado, por favor, no asientan ni disientan, sólo considérenlo. La invención se basa en el conocimiento, ¿verdad? Se basa en los experimentos anteriores de alguna otra persona, todos aquellos experimentos son conocimiento en la actualidad, y a eso uno le añade más. Es así. El hombre que inventó el avión a propulsión, previamente lo conocía todo acerca de la hélice y el motor de combustión interna; entonces tuvo una idea a partir de ese conocimiento. Puedo estar planteándolo incorrectamente o exageradamente, pero es así: de una gran cantidad de conocimientos se deriva una nueva inspiración, y esa inspiración es una invención. De modo que todo el tiempo estamos añadiendo. Y, ¿es creación eso -algo que se basa en el conocimiento y en las consecuencias del conocimiento? ¿O la creación no tiene nada que ver con el conocimiento? ¿Es la creación una serie de invenciones en el universo? Obviamente cuando los científicos estudian a Marte, Mercurio, Venus Saturno y más allá, saben de qué está compuesto Venus -diversos gases, etc., etcétera, etcétera- pero lo que ellos han traducido como gases, no es Venus. ¿Comprenden? ¡Vamos, señores! La palabra Venus no es Venus. Los gases que componen Venus no son la belleza que uno contempla temprano en la mañana o más tarde en el anochecer. Preguntamos, pues: ¿Es la invención por completo diferente de la creación? Lo cual significa que la creación no tiene nada que ver con el conocimiento. Ustedes van a encontrar esto más bien difícil. Si no tienen inconveniente, si no están demasiado cansados, si todavía tienen la energía para investigar, examinaremos esto. No acepten lo que uno dice, eso sería terrible, los destruiría. No digan meramente: sí, sí, sí. Eso les destruiría el cerebro, tal como ha sido destruido por otros. Quien les habla no tiene la intención de destruir el cerebro de ustedes, o añadir más destrucción al ya estropeado cerebro. Por eso les dice que sean escépticos, que cuestionen, que no acepten ni rechacen; sólo descubran. Nosotros sabemos qué es la invención -al menos para quien les habla eso está muy claro. Lo cual no significa que esté claro para ustedes. Nos preguntamos: ¿Qué es la creación? ¿Está la creación relacionada con el empeño humano? ¿Se relaciona con todas las experiencias? ¿Con la duración del tiempo? Tengan la bondad de examinar todo esto. Lo cual significa: ¿Se relaciona la creación con la guerra, con el matar, con los negocios, con todos los recuerdos que el hombre ha acumulado, adquirido, reunido? Si es así, entonces sigue siendo parte del conocimiento. Por lo tanto, no puede ser creación. ¿Correcto? Entonces, ¿qué es la creación? ¿Se relaciona -por favor, escuchen, sólo escuchen, no hagan nada al respecto- se relaciona con el amor? Es decir: el amor no es odio, no es ansiedad, celos, incertidumbre; no es el amor por nuestra esposa -que es el amor a la imagen que nos hemos formado de ella- o el amor por el esposo o por la novia, ni la imagen que hemos construido de nuestro gurú por el que sentimos una gran devoción, ni la imagen de un templo, de una mezquita o de una iglesia. De modo que nos preguntamos: ¿Es necesario el amor para la creación? ¿O el amor, que también es compasión, es creación? Y la creación, el amor, ¿se relaciona con la muerte? ¿Comprenden todas estas preguntas? Perdón por preguntar si comprenden -retiro eso. Sólo escuchen. ¿Está, pues, el amor libre del significado específico que todos los seres humanos han dado a esa palabra? Libre de todo eso. ¿Se relaciona el amor con la muerte? ¿Y es compasión y muerte el amor? ¿Es creación todo eso? ¿Puede haber creación sin muerte? Vale decir, ¿sin una terminación? Terminar con todo conocimiento -Vedanta. Ustedes han oído esa palabra, estoy seguro. La palabra Vedanta significa que todo conocimiento ha llegado a su fin -lo cual es la muerte, lo cual implica no tiempo, intemporalidad, amor. ¿Comprenden? Lo siento, no repetiré eso. ¡Estúpido de mí si lo repitiera! Amor, muerte. Amor implica compasión. Amor, compasión implica suprema inteligencia, no la inteligencia de los libros, de los eruditos y de la experiencia. Esa inteligencia es necesaria en cierto nivel; pero cuando hay amor, compasión, lo que existe es la quintaesencia de toda inteligencia. No puede haber compasión y amor sin muerte, la cual implica el final de todas las cosas. Entonces hay creación. O sea, que el universo -no según los astrofísicos y los científicos- es orden supremo. Por supuesto. La salida y puesta del sol. Orden supremo. Y ese orden sólo puede existir cuando hay suprema inteligencia. Y esa inteligencia no puede existir sin la compasión, el amor y la muerte. Esto no es un proceso de meditación sino una investigación honda profunda. Una investigación llena de un gran silencio, no ‘yo estoy investigando’. Un gran silencio, un gran espacio. Aquello que es esencialmente amor y compasión y muerte es esa inteligencia, la cual es creación. La creación existe cuando están presentes la muerte y el amor. Todo lo demás es invención.

ÚLTIMAS PLÁTICAS EN SAANEN - Domingo, 21 de julio

Quinta plática

Domingo, 21 de julio 

Ésta será la última plática en Saanen. ¿Podemos proseguir con lo que estuvimos hablando la última vez que nos reunimos aquí? Dijimos, entre otras cosas, que ésta no es una conferencia; una conferencia se propone informar, instruir sobre un tema en particular. Tampoco es un entretenimiento. El entretenimiento implica divertirse, ir a un cine o asistir a un ritual en una iglesia, un templo o una mezquita. Ni es ésta una mera cuestión de búsqueda intelectual, teórica -¿qué palabra usaremos?- psicológica. Es más bien una búsqueda filosófica, porque filosofía significa amor por la verdad, no hablar acerca de lo que ya se ha dicho; y nosotros no estamos discutiendo ni nos interesa lo que otros hayan dicho. Estamos juntos ustedes y quien les habla, como dos seres humanos -no este gran auditorio, sino que ustedes como una sola persona, y quien les está hablando, conversan uno con el otro acerca de su vida, de sus problemas, de todo el afán del diario vivir. Hablan de su confusión, de sus temores, de sus aspiraciones, de sus deseos de lograr el éxito, ya sea en el mundo de los negocios o en el llamado mundo religioso, espiritual -el éxito en alcanzar el nirvana, el cielo o la iluminación, es igual al éxito en el mundo de los negocios. Espero que nos estemos entendiendo el uno al otro. Un hombre que tiene éxito en la vida, que gana montones de dinero, crece, se expande, cambia y continúa en la línea del éxito. No hay mucha diferencia entre esa persona y el hombre que anda en busca de la verdad. Ambos están buscando el éxito. A uno lo llamamos mundano, al otro no mundano, sino espiritual, religioso. No estamos tratando acerca de ninguno de ellos. Nos interesa cada uno de nosotros como ser humano. Ustedes y quien les habla sostienen juntos una conversación. Y él quiere decir juntos, aunque ustedes estén sentados ahí y él, desafortunadamente, esté sentado aquí arriba. Hemos estado hablando acerca de la relación -entre el hombre y la mujer, entre el muchacho y la muchacha, etc. También hemos hablado del temor, si es de algún modo posible, viviendo en este mundo moderno, estar psicológicamente libres por completo del temor. Eso lo investigamos muy, muy detenidamente. Y también hemos hablado acerca del tiempo, el tiempo a base del cual vivimos, el ciclo del tiempo, o sea, el pasado que se procesa en el presente y continúa en el futuro, el pasado que es todo nuestro trasfondo racial, comunal, religioso, todas nuestras experiencias y recuerdos. Éste es el trasfondo de todos nosotros, ya sea que hayamos nacido en el Lejano Oriente, en Europa o en América. Ese trasfondo experimenta cambios, se procesa en el presente y continúa en el futuro. Los seres humanos, ustedes y otros, están atrapados en este ciclo. Ello ha estado ocurriendo por millones y millones de años. De modo que el pasado, atravesando el presente y modificándose, es el futuro. Y ésa ha sido nuestra evolución. Aunque biológicamente hayamos cambiado de un millón de años a esta parte, psicológicamente, internamente, subjetivamente somos más o menos lo que fuimos hace un millón de años: bárbaros, crueles, violentos, competidores, egocéntricos. Ése es un hecho. Así que el futuro es el presente. ¿Está claro esto para ustedes y quien les habla? El pasado, al modificarse, se convierte en el futuro; de manera que el futuro es ahora a menos que haya un cambio psicológico fundamental. Y eso es lo que nos interesa: averiguar si es posible para nosotros, seres humanos, producir una mutación psicológica, una revolución psicológica total en nosotros mismos -sabiendo que si estamos lastimados, psicológicamente heridos ahora, como lo está la mayoría de la gente, la herida futura es ahora. ¿Está claro eso? ¿Es posible, entonces, para los seres humanos, para ustedes, producir una mutación completa? Esa mutación cambia las células cerebrales mismas. Es decir, que uno ha estado yendo hacia el norte durante toda su vida, y viene alguien y dice: «Ir hacia el norte no tiene en absoluto ninguna importancia, no tiene valor, allá no hay nada. Dirígete al este, al oeste o al sur». Y debido a que uno escucha, porque se interesa, porque es reflexivo, uno va hacia el este. En ese mismo instante, cuando uno se vuelve y va hacia el este, hay una mutación en las células cerebrales, porque ir hacia el norte se ha convertido en el patrón, en la costumbre, y cuando uno se dirige al este rompe el patrón -¿de acuerdo? Es tan sencillo como eso. Pero requiere que uno escuche, no meramente las palabras, no meramente con el escuchar de los oídos, sino que escuche sin ninguna interpretación ni comparación, sin introducir en ello todas sus tradiciones, todo su trasfondo. Entonces, ese escuchar mismo termina con nuestro condicionamiento. Y también hemos hablado del ver -ver muy, muy claramente lo que ocurre en el mundo actual: las guerras y las cosas más terribles que están sucediendo en todas partes. Un millón o dos millones de años atrás, el hombre mataba con una maza, después inventó la flecha. Pensaba que eso acabaría con todas las guerras. Ahora pueden ustedes vaporizar a millones y millones de personas con una sola bomba. En lo externo, en lo tecnológico hemos progresado tremendamente. Es probable que la computadora se haga cargo de todo nuestro pensar. En un segundo lo hará mejor de lo que nosotros podemos hacerlo. No sé si ustedes han investigado esta cuestión, pero deberían hacerlo. ¿Qué va a sucederle al cerebro humano cuando la computadora pueda hacer casi todo lo que ustedes pueden hacer -excepto, desde luego, el sexo? Tampoco puede contemplar las estrellas y decir: «¡Qué noche maravillosa!»; no puede apreciar qué es la belleza. ¿Qué le va a suceder, entonces, al cerebro humano? ¿Se marchitará cuando la computadora láser pueda encargarse de todo nuestro pensar? Nos evitará una cantidad enorme de tareas. Entonces, o nos volveremos a los entretenimientos, o lo haremos en una dirección por completo distinta, porque en lo interno, en lo psicológico, podemos avanzar infinitamente. El cerebro, el cerebro de cada uno de nosotros, tiene una capacidad extraordinaria. Vean lo que ha hecho la tecnología. Pero psicológicamente, subjetivamente seguimos siendo lo que somos, año tras año, siglo tras siglo. Seguimos en el conflicto, en la lucha, sufriendo pena, ansiedad y todo lo demás. Es de eso que hemos hablado en las cuatro pláticas anteriores. Y también hablamos sobre el pensamiento, preguntándonos cuál es la naturaleza del pensar, qué es el pensar. Investigamos eso muy cuidadosamente. Todo pensamiento es memoria, la cual se basa en el conocimiento; y el conocimiento es siempre limitado, ya sea ahora, en el pasado o en el futuro. El conocimiento es perpetuamente, eternamente limitado porque se basa en la experiencia, que también es siempre limitada. Esta mañana debemos considerar juntos, ustedes y quien les habla, no el auditorio en general (no existe el auditorio en general, sólo existen ustedes, cada uno de ustedes, y quien les habla), debemos considerar juntos el amor, la muerte, qué es la religión, qué es la meditación, y si existe algo más allá de todo el empeño humano -¿o es el hombre la única medida? ¿Hay algo más allá de la estructura del pensamiento, algo que sea intemporal? De eso tenemos que ocuparnos, ustedes y quien les habla, durante esta mañana. ¿De acuerdo? Vivimos a base de sensaciones. Ya hablamos de eso. Toda nuestra estructura se basa en la sensación -sensación sexual, imaginativa, romántica, fantasiosa, etcétera. Y también, como dijimos, está el interés propio como la mayor corrupción. La sensación, o sea, la estimulación de los sentidos, ¿es amor? Esto lo estamos investigando juntos ustedes y quien les habla. Es un largo sendero que recorremos juntos -no que uno va adelante y los demás lo siguen, sino que marchamos juntos, al mismo paso, quizá tomados de la mano, amigablemente, ninguno dominando al otro, ninguno tratando de impresionar al otro. De ese modo, ustedes y quien les habla caminan tranquilamente, explorando, investigando, vigilando, escuchando, observando. Nos preguntamos, pues, el uno al otro: ¿Qué es el amor? Hemos estropeado esa palabra, la hemos despreciado, degradado; por lo tanto, debemos estar muy alertas en cuanto al abuso de esa palabra. ¿Qué es el amor? ¿Es mera sensación? Yo le amo y dependo de usted, usted depende de mí; tal vez yo le traicionaré y usted me traicionará; yo lo utilizo y usted me utiliza. Si quien les habla dice: «Yo les amo», porque ustedes constituyen un gran auditorio y alimentan su vanidad y hacen que se sienta feliz, satisfecho, gratificado -¿es eso amor? El amor, ¿es gratificación, realización, apego? ¿El amor es producto del pensamiento? Ustedes y quien les habla están investigando juntos, de modo que no se duerman en esta mañana tan hermosa. ¿Es sensación el amor? ¿Es gratificación, realización? ¿Es dependencia? ¿Es deseo el amor? Por favor, no concuerden ni discrepen con lo que se dice. Hemos investigado eso -cómo abordamos siempre las cosas, ya sea concordando o discrepando con ellas. ¿Podemos desterrar por completo de nuestro vocabulario, de nuestro cerebro, el ‘estoy de acuerdo’ o el ‘no estoy de acuerdo’, y simplemente enfrentarnos a los hechos tal como son, no sólo en el mundo sino también dentro de nosotros mismos? Eso exige una gran honestidad, una urgencia de honestidad. ¿Podemos hacer eso esta mañana -afrontar las cosas como son? Entonces podemos comenzar a inquirir, a investigar qué es el amor. El amor, ¿es deseo? Anteriormente, en estas pláticas investigamos muy profundamente toda la estructura del deseo. No tenemos tiempo para investigar eso otra vez. Muy brevemente, el deseo es el resultado de la sensación, y el pensamiento da una forma, una imagen a esa sensación; y en ese segundo, cuando el pensamiento moldea la sensación, ha nacido el deseo. Nos preguntamos, pues: ¿Es deseo el amor? ¿Es pensamiento el amor? Por favor, investíguenlo. Es de la vida de ustedes que nos ocupamos -de nuestras vidas, de nuestras vidas cotidianas, no de alguna vida espiritual, no de seguir a algún gurú con sus insensateces, o de vestir túnicas especiales (ya sean las túnicas de la edad media o las de las iglesias o las que se ponen los gurús de moda). El amor, ¿es meramente la estructura del pensamiento? En nuestras relaciones mutuas -hombre, mujer, muchacho, muchacha, etc.- cuando uno dice: «Yo te amo», ¿es eso dependencia? Uno se está realizando en el otro y, por consiguiente, en esa relación interviene el pensamiento, y entonces el pensamiento crea la imagen; y a esa imagen la llamamos amor. De modo que nos preguntamos: El amor -es desafortunado tener que usar esa palabra- el amor, ¿es producto del pensamiento? ¿Puede haber amor cuando hay ambición, cuando estamos compitiendo unos con otros? ¿Hay amor cuando hay interés propio? Tengan la bondad de no escuchar meramente a quien les habla. Escúchense a sí mismos. Descubran por sí mismos. Cuando descubren algo a través de lo que realmente es, pueden ir muy lejos, pero si meramente dependen de otro, de sus palabras, de sus libros, de su reputación, ello no tiene ningún sentido. Desechen todo eso y mírense a sí mismos. Uno ha de tener pasión. Como dijimos el otro día, la pasión sólo puede existir cuando termina el sufrimiento. La pasión sin fanatismo, porque si uno es fanático, la pasión se convierte en terrorismo. Todos los movimientos fanáticos del mundo contienen una pasión tremenda. El fanatismo engendra pasión. Esa pasión no es la pasión que nace con la terminación del dolor. Ya hemos investigado eso. Nos preguntamos, pues: ¿Es amor todo esto? ¿Son amor los celos -que implican odio, ira, deseo, placer, etc.? ¿Nos atrevemos a afrontar todo esto? ¿Somos, ustedes y quien les habla, lo bastante honestos como para descubrir por nosotros mismos el perfume de esa palabra? Por eso debemos considerar qué lugar ocupa la muerte en nuestra vida. No es morboso hablar de la muerte. Ella forma parte de nuestra vida. Desde la infancia y tal vez hasta que realmente morimos, está siempre este terrible miedo a morir. ¿Acaso no temen ustedes a la muerte? La hemos puesto lo más lejos posible. Investiguemos, pues, qué es esta cosa extraordinaria que llamamos muerte. Tiene que ser extraordinaria. Investiguemos, sin ninguna clase de creencia romántica o consoladora en la reencarnación o en la vida después de la muerte. La reencarnación es una idea maravillosamente consoladora. Si uno cree en ella sinceramente profundamente, entonces importa lo que uno hace ahora, lo que uno es ahora, lo que es su conducta, su vida cotidiana ahora. Pero lo que millones creen es que si existe una continuidad, entonces en la próxima vida uno tendrá un castillo mejor, un refrigerador mejor, un automóvil mejor, una esposa o un esposo mejores. ¿Podríamos, pues, descartar esa consoladora idea? ¿Qué es, entonces, la muerte? Primero debemos investigar qué es el vivir -qué entendemos por vivir. ¿Qué es para nosotros una vida buena? ¿Es una vida buena tener muchísimo dinero, automóviles, cambiar de esposas o amigas, o ir de un gurú a otro y estar presos en sus campos de concentración? No se rían, por favor, esto es lo que realmente sucede. ¿Es una vida buena tener diversiones, placeres tremendos, mucha excitación, una serie de sensaciones, ir a la oficina de la mañana a la noche durante cuarenta años? ¡Por Dios, enfréntense con todo esto! Trabajar, trabajar y después morir. ¿Es eso lo que llamamos vivir -conflicto constante, problemas constantes uno tras otro? En esta vida a la que nos aferramos, hemos adquirido cantidades enormes de información y conocimiento prácticamente acerca de todas las cosas, y nos apegamos a ese conocimiento. Estamos profundamente apegados a esos recuerdos que poseemos. A todo esto lo llamamos vivir -pena, ansiedad, incertidumbre e interminable dolor y conflicto. Y llega la muerte por accidente, vejez, senilidad. Ésa es una buena palabra. ¿Qué es la senilidad? ¿Por qué la atribuimos a la vejez? ¿Por qué decimos: «es un viejo senil»? Puede que yo lo sea. ¿Son ustedes seniles? La senilidad es falta de memoria, repetición, volverse a los viejos recuerdos, estar vivo a medias -¿correcto? Eso es lo que generalmente se llama senilidad. Muy a menudo, quien les habla se ha formulado esta pregunta: ¿Es la senilidad un problema de vejez? ¿O la senilidad empieza cuando uno está repitiendo y repitiendo? ¿Entienden? Cuando uno es tradicionalista continúa yendo a las iglesias, templos o mezquitas, y repite, repite, repite. Los cristianos se arrodillan, otros tocan el suelo con la frente, y los hindúes se prosternan... De modo que la senilidad puede existir a cualquier edad, ¿no es así? Formúlense esta pregunta a sí mismos. La muerte puede ocurrir por vejez, por un accidente, por un padecimiento terrible, por enfermedad; y cuando llega, hay un final para toda nuestra continuidad, para todos nuestros recuerdos, nuestros apegos, nuestra cuenta bancaria, nuestra fama. Tenemos que considerar, pues, qué es la continuidad y qué es el final. ¿Podemos investigar eso? ¿Qué es lo que continúa y qué es lo que termina? ¿Por qué tenemos tanto miedo de terminar con algo, ya sea la tradición, un hábito, un recuerdo o una experiencia? No un terminar calculado, no el terminar con algo para obtener alguna otra cosa. Uno no puede argumentar con la muerte. Hay un relato maravilloso de la India antigua. No sé si disponemos de tiempo para ello, porque tenemos que hablar de la religión, de la meditación, y ver si existe algo más allá de todo este empeño humano. Muy bien, repetiré esta historia muy brevemente. Un brahmán -un brahmán, ustedes entienden, un brahmán de la antigua India- ha acumulado muchísimas cosas, vacas y todo lo demás, y un día decide regalarlas una por una. Y viene su hijo y le pregunta: «¿Por qué estás regalando todo esto?» Él le explica que cuando uno acumula muchas cosas debe desprenderse de ellas y empezar de nuevo. ¿Comprenden ustedes el sentido de eso, su significación? Uno acumula y después se desprende de todo lo que ha acumulado. (Yo no les estoy pidiendo a ustedes que hagan esto). El muchacho continúa, pues, preguntando acerca de eso al padre. Y éste se enoja con él y le dice: «Te enviaré a la Muerte si me formulas más preguntas». Y el muchacho responde: «¿Por qué me envías a la Muerte?» Cuando un brahmán dice que hará algo, debe atenerse a ello, y entonces envía al muchacho a la Muerte. Después de hablar con todos los maestros, filósofos, gurús, etc., el muchacho llega a la casa de la Muerte (lo estoy resumiendo muchísimo). Y allí espera durante tres días. Entiendan el significado, la sutileza de todo esto. Él espera allí durante tres días. Entonces viene la Muerte y se disculpa por haberlo tenido esperando, porque después de todo él es un brahmán. Así que se disculpa y le dice: «Te daré cualquier cosa que desees, riquezas, mujeres, vacas, propiedades; todo lo que desees». Y el muchacho responde: «Pero al final de ello estarás tú. Tú siempre estarás al final de todo». Y la Muerte habla entonces de diversas cosas que el muchacho no puede comprender. Es realmente una historia maravillosa. Volvamos entonces a las realidades. ¿Qué es la muerte? ¿Está el tiempo involucrado en ella? El tiempo ¿es muerte? Se lo estoy preguntando a ustedes, tengan la bondad de considerarlo. El tiempo -no sólo el del reloj, el de la salida y puesta del sol, sino también el tiempo psicológico, interno. Mientras exista el interés propio, que es la rueda del tiempo, tiene que existir la muerte. ¿Está, pues, el tiempo relacionado con la muerte? ¡Oh, vamos, señores! Si no existe el tiempo, ¿hay muerte? Por favor, esto es verdadera meditación, no toda esa falsa fruslería que llaman meditación. El tiempo es muy importante para nosotros -tiempo para lograr el éxito en la vida, tiempo para prosperar en ese éxito y producir un cambio en ese éxito. El tiempo implica continuidad. He sido, soy, seré. Existe entre nosotros esta constante continuidad, que es tiempo. Si no hubiera un mañana, ¿le tendrían miedo a la muerte? Si la muerte es ahora, en el instante, no hay temor, ¿verdad? No hay tiempo. ¿Captan lo que estoy diciendo? Así, mientras el pensamiento funciona en el campo del tiempo -cosa que hace todo el día- existe inevitablemente la sensación de que la vida podría terminarse y, por lo tanto, tengo miedo. De modo que el tiempo puede ser el enemigo de la muerte. O el tiempo es muerte. Por ejemplo, si quien les habla está apegado a su auditorio porque de ese apego él obtiene muchísima excitación sensaciones, importancia, interés propio, o si envidia a alguna persona que tiene un auditorio mayor -si quien les habla experimenta apego, sea a un auditorio, sea a un libro, a una experiencia, a un título, a una fama, etc., entonces él le tiene miedo a la muerte. El apego implica tiempo. Por lo tanto, ¿puedo yo, pueden ustedes estar completamente libres del apego ahora? ¿No esperar a la muerte, sino estar completamente libres de ese apego ahora? Sí, señor. Enfréntese a ese hecho. De modo que vivir es morir y, por consiguiente, el vivir es muerte. ¿Comprenden lo que digo? ¡Oh, vamos, señores! Es por eso que uno tiene que echar los cimientos de la comprensión propia, no conforme a filósofos, psiquiatras, libros, etc., sino que uno tiene que comprenderse a sí mismo, observar el propio comportamiento, la propia conducta, los propios hábitos -la acumulación racial, comunal, tradicional y personal que hemos reunido a través de milenios y milenios- conocer todo lo que hay dentro de uno mismo. El conocimiento, la percepción inteligente de eso no pertenece al tiempo; puede ser instantánea. Y el espejo donde vemos esto es la relación entre uno mismo y el otro -ver en esa relación todo el pasado, los hábitos presentes, el futuro; todo está ahí. Saber cómo mirar, cómo observar, cómo escuchar cada palabra, cada movimiento del pensar, requiere gran atención, gran vigilancia. La muerte, pues, no se encuentra en el futuro. La muerte es ahora cuando no existe el tiempo, cuando el yo no está deviniendo, cuando no hay interés propio, ni actividad egotista -todo lo cual es el proceso del tiempo Así que el vivir y el morir marchan siempre Juntos. Ustedes no conocen la belleza de ello. Hay en ello una gran energía. Nosotros vivimos a base de energía. Uno se alimenta lo suficiente, tiene una dieta apropiada, etc., y eso proporciona una cierta calidad de energía. Esa energía se pervierte cuando uno fuma, bebe y todas esas cosas. El cerebro posee una energía extraordinaria. Y se requiere esa energía extraordinaria para averiguar, para descubrir algo por uno mismo y no ser dirigido por otros. De modo que ahora vamos a investigar qué es la religión. Hemos hablado del miedo, hemos hablado de las heridas psicológicas, de no cargar con ellas por el resto de nuestra vida. Hemos hablado acerca del significado que tiene la relación. Nada puede existir en la tierra sin la relación, y esa relación se destruye cuando cada uno de nosotros persigue su propia ambición, su propia codicia, su propia realización, etcétera. Hemos investigado juntos la cuestión del pensamiento, del tiempo, del dolor y de la terminación del dolor. Y esta mañana hemos hablado acerca de la muerte. Ahora, nos animamos a descubrir qué es la religión, puesto que tenemos la energía necesaria y por eso somos capaces de hacerlo. ¿Comprenden? Podemos hacerlo porque hemos desechado todo el conflicto humano y todo interés propio. Si lo hemos hecho, ello nos da una inmensa pasión y energía, una energía incalculable. ¿Qué es, entonces, la religión? ¿Son religión todas las cosas que ha producido el pensamiento? Los rituales, las vestiduras, los gurús, la perpetua repetición, las plegarias -¿es religión eso? ¿O es un gran negocio? En el sur de la India hay un templo que reúne un millón de dólares cada tres días. ¿Entienden lo que estoy diciendo? Cada tres días el templo recoge un millón de dólares. Y a eso lo llaman religión. ¿Es religión eso? ¿Es ritual? ¿O la religión no tiene nada que ver con todo ese negocio? Ustedes sólo pueden formularse esa pregunta cuando están libres de todo eso, no presos en la maraña de la realización personal, del poder, de la posición, de la jerarquía que todo eso implica. Sólo entonces pueden formularse la pregunta: ¿Qué es la religión? Dios, ¿es creado por el pensamiento, por el miedo? ¿Es el hombre la imagen de Dios? ¿O es Dios la imagen del hombre? ¿Puede uno descartar todo eso a fin de descubrir aquello que no es producto del pensamiento, ni de la sensación, ni de la repetición, ni de los rituales? Porque todo eso no es religión -al menos no para quien les habla. Todo eso nada tiene que ver con aquello que es sagrado. ¿Qué es, entonces, la verdad? ¿Existe algo como la verdad? ¿Existe tal cosa -una verdad absoluta, irrevocable que no dependa del tiempo, del ambiente, de la tradición, del conocimiento o de lo que el Buda o algún otro hayan dicho? La palabra no es la verdad. Por lo tanto, no hay un culto de la persona -K no es importante en absoluto. Estamos investigando qué es la verdad. Si es que existe alguna. Y si hay algo que esté más allá del tiempo. La terminación de todo tiempo. Se ha dicho que para dar con esto son necesarias la meditación y una mente rápida. Vamos a investigarlo, si ustedes me lo permiten. ¿Qué es la meditación? La palabra significa, según el diccionario, pensar, reflexionar sobre algo. También tiene un significado diferente en sánscrito y en latín, donde significa ‘medir’. Y medir significa, desde luego, comparar. No hay medida sin comparación. ¿Puede, pues, el cerebro librarse de la medida? No la medida en yardas, en kilómetros, en millas, sino la medida del devenir y no devenir, del comparar y no comparar. ¿Comprenden? ¿Puede el cerebro estar libre de este sistema de medida? Necesito medir para confeccionar un traje. Necesito medir para ir de aquí a otro lugar. El tiempo es medida, la distancia es medida. ¡Oh, vamos, señores! ¿Puede el cerebro librarse de la medida? Es decir, de la comparación -no tener ninguna clase de comparación, de modo que el cerebro esté totalmente libre. Esto es verdadera meditación. ¿Es eso posible, viviendo en el mundo moderno, ganando dinero, engendrando hijos -con el sexo, con todo el ruido, la vulgaridad, el circo que tiene lugar en nombre de la religión? ¿Puede uno estar libre de todo eso? No con el fin de obtener algo. Estar libre. De modo que la meditación no es meditación consciente. ¿Comprenden esto? No puede haber meditación consciente siguiendo un sistema, siguiendo a un gurú -meditación colectiva, meditación de grupo, meditación individual de acuerdo con el Zen o con algún otro sistema. No puede haber un sistema, porque entonces ustedes practican, practican y practican, y el cerebro se embota cada vez más, se vuelve más y más mecánico. ¿Existe, pues, una meditación que no tenga dirección alguna, que no sea consciente, deliberada? Averígüenlo. Eso requiere una gran energía, atención, pasión. Entonces esa pasión misma, esa energía, la intensidad de ello, es silencio. No un silencio ideado. Es el inmenso silencio en que el tiempo y el espacio no existen. Entonces existe aquello que es innominable, que es sagrado, eterno.