20, Septiembre, 1973
Esta mañana el río se veía particularmente hermoso; el sol acababa de asomarse sobre los árboles y el pueblo se encontraba oculto entre ellos.
El aire estaba muy quieto y no había una sola onda sobre el agua.
El día iba a ser muy caluroso pero ahora estaba más bien fresco, y un mono solitário se hallaba sentado al sol.
Estaba siempre ahí, solo, enorme y pesado.
Desaparecía durante el día y volvia a aparecer en las madrugadas sobre la copa del tamarindo; cuando comenzaba a hacer calor, el árbol parecia tragárselo.
Los papamoscas de color verde-oro se encontraban sobre el parapeto junto a las palomas, y los buitres todavia descansaban en las ramas más altas de otro tamarindo.
Había una inmensa quietud y uno estaba sentado en un banco, perdido para el mundo ...
Al regresar del aeropuerto por una sombreada carretera, con los papagayos roji-verdes chillando alrededor de los árboles, uno advirtió, atravesado en el camino, algo que parecia un gran envoltorio.
Cuando el auto llegó cerca, el envoltorio resulto ser un hombre que yacía casi desnudo cruzado en la carretera.
El automóvil se detuvo y nos bajamos.
Su cuerpo era grande y su cabeza muy pequeña.
Miraba fijamente por entre las hojas al cielo asombrosamente azul.
Nosotros también miramos para ver qué miraba él, y el cielo contemplado desde la carretera se veia realmente azul y las hojas eran realmente verdes.
El hombre era mal formado, y ellos me dijeron que se trataba de uno de los idiotas del pueblo.
Jamás se movia, y el auto hubo de avanzar esquivándolo muy cuidadosamente.
Los camellos con su carga y los niños con sus gritos pasaban junto a él sin prestarle la más mínima atención.
También pasó un perro describiendo un amplio círculo.
Los papagayos se hallaban atareados con su griterío.
Las granjas, los aldeanos, los árboles; las flores amarillas se ocupaban de su propia existência.
Esa parte del mundo está subdesarrollada y no hay ninguna organización que vele por tales personas.
Son llagas abiertas, humanidad sucia y apiñada, y el río sagrado prosigue su camino.
La tristeza de la vida estaba en todas partes, y bajo el cielo azul, muy alto en el aire volaban los buitres, volaban en círculos, por horas, sin mover sus pesadas alas, vigilandoy aguardando.
¿Qué es la cordura y qué es la locura?
¿Quién es cuerdo y quién está loco?
¿Son cuerdos los políticos?
¿Los sacerdotes, están locos?
Los que se comprometen con ideologias, ¿están cuerdos?
Somos controlados, moldeados, apremiados por todos ellos, ¿y estamos cuerdos?
¿Qué es la cordura?
Es ser íntegro, no fragmentado en la acción, en la vida, en toda clase de relaciones -ésa es la esencia misma de la cordura-.
Cuerdo significa total, sano y santo.
La locura es neurosis, psicosis, desequilibrio, esquizofrenia, cualquier nombre que uno quiera ponerle; implica estar fragmentado, dividido en la acción y en el movimiento de la relación que constituye la existencia.
Engendrar antagonismo y división, que es el oficio de los políticos que nos representan implica cultivar y sostener la locura, ya se trate de los dictadores o de los que ejercen el poder en el nombre de la paz o de alguna forma de ideologia.
No hay más que mirar lo que es el clero.
Se interpone entre uno y lo que ellos consideran que es la verdad, el salvador, dios, el cielo, el infierno.
El sacerdote es el intérprete, el representante; es el que tiene las llaves para el cielo; él es quien ha condicionado al hombre mediante la creencia, el dogma, el ritual; él es el verdadero propagandista.
Ha condicionado al hombre porque éste desea comodidad, seguridad y le tiene espanto al mañana.
Los artistas, los intelectuales, los científicos, tan admirados y lisonjeados, ¿están cuerdos? ¿O viven en dos mundos diferentes -el mundo de las ideas y la imaginación con su expresión compulsiva, totalmente separado de la vida cotidiana de placer y dolor que llevan?
El mundo que nos rodea está fragmentado y así somos cada uno de nosotros, y la expresión de ello es el conflicto, la confusión y la desdicha; uno es el mundo y el mundo es uno.
La cordura implica vivir una vida de acción sin conflicto.
La acción y la idea son contradictorias.
El ver es el hacer, y no la ideación primero y luego la acción de acuerdo con la conclusión.
Esto engendra conflicto.
El analizador mismo es lo analizado.
Cuando el analizador se separa como algo diferente de lo analizado, genera conflicto, y el conflicto es el área del desequilibrio.
El observador es lo observado y en eso radica la cordura, lo total, lo sagrado; y con lo sagrado está el amor.
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