DIARIO 2 - J.K - 4 DE OCTUBRE DE 1973

4, Octubre, 1973 

Cuando era un muchacho, acostumbraba él a sentarse bajo un gran árbol que estaba cerca de un estanque donde crecían flores de loto; éstas eran de color rosa y tenían un aroma muy intenso. 

Desde la sombra de ese espacioso árbol, observaba él las delgadas culebras verdes y los camaleones, las ranas y las serpientes acuáticas. 

Su hermano, junto con otros, solía venir para llevárselo a la casa.* 

Era un sitio agradable aquel bajo el árbol, con el río y el estanque. 

Parecia haber tanto espacio, y dentro de éste el árbol creaba su espacio propio. 

Todas las cosas necesitan espacio. 

Todos esos pájaros en los alambres del telégrafo, posándose tan igualmente separados en un tranquilo atardecer, formaban el espacioo para los cielos. 

* Al igual que en otras partes de este libro, Krishnamurti está describiendo su propia infância.

Los dos hermanos acostumbraban sentarse con muchos otros en la habitación de las pinturas; había un canto en sánscrito y después completo silencio; era la meditación del anochecer. 

El hermano más joven solía dormirse hecho un ovillo y despertaba solamente cuando los otros se levantaban para irse. 

La habitación no era demasiado grande, y encerradas entre sus paredes estaban las pinturas, las imãgenes sagradas. 

Dentro de los estrechos confines de un templo o una iglesia, el hombre da forma al vasto movimiento del espacio. 

Es igual en todas partes; en la mezquita ello es retenido en las elegantes líneas de las palabras. 

El amor tiene necesidad de un gran espacio. 

A ese estanque venían a veces culebras y, en ocasiones, la gente; había escalones de piedra por los que se descendia hacia el agua donde florecían los lotos. 

El espacio que crea el pensamiento es mensurable y, en consecuencia, es limitado; su producto son las culturas y las religiones. 

Pero la mente se halla repleta con el pensamiento y está hecha de pensamiento; su conciencia es la estructura dei pensamiento, y dentro de esa mente hay muy poco espacio. 

Pero este espacio es el movimiento del tiempo, de aqui hasta allá, desde su centro hacia sus limites exteriores de conciencia, estrechándose o expandiéndose. 

El espacio que el centro crea para si mismo, es su propia prisión. 

Sus relaciones provienen de este espacio reducido, pero para vivir es indispensable que haya espacio; el espacio de la mente niega el vivir. 

La vida dentro de los estrechos confines dei centro es conflicto, angustia y dolor -y eso no es vivir. 

El espacio, la distancia entre uno y el árbol, es la palabra, el conocimiento, que es tiempo. 

El tiempo es el observador; quien crea la distancia entre él mismo y los árboles, entre él y lo que es.

Sin el observador cesa la distancia. 

La identificación con los árboles, con otra persona o con una fórmula, es la acción del pensamiento en su deseo de protección, de seguridad. 

La distancia lo es desde un punto a otro, y para alcanzar ese punto es necesario el tiempo; la distancia existe solamente cuando hay una dirección, interna o externa. 

Él observador produce una separación, una distancia entre él y lo que es; de esta separación se desarrollan el conflicto y el dolor. 

La transformación de lo que es, ocurre solamente cuando no hay separación ni tiempo entre el que ve y lo visto. 

En el amor no hay distancia. 

El hermano murió, y no había movimiento en ninguna dirección que lo alejara del dolor. 

Este no-movimiento es el cese del tiempo. 

El río comenzaba entre los cerros y las verdes sombras, y con un bramido penetraba en el mar y los horizontes infinitos. 

Los hombres viven en compartimientos con gavetas, y carecen de espacio: son violentos, brutales, agresivos y dañinos; se separan y se destruyen unos a otros. 

El río es la tierra y la tierra es el rio; ninguno de ellos puede existir sin el otro. 

Las palabras no tienen fin, pero la comunicación es verbal y no verbal. 

Escuchar lo verbal, la palabra, es una cosa, y escuchar lo no verbal es otra; lo uno es irrelevante, superficial y conduce a la inacción; lo otro es acción no fragmentaria, es el florecimiento de la bondad.

 Las palabras nos han provisto de bellas paredes, pero no de espacio. 

Los recuerdos, la imaginación, son la agonía del placer, y el amor no es placer. 

La larga y delgada culebra verde estaba ahí esa mañana; era delicada y se hallaba ahí casi entre las hojas verdes; se quedaría allí, inmóvil, esperando y vigilando. 

Se veía la gran cabeza del camaleón; yacía a lo largo de una rama y cambiaba sus colores con bastante frecuencia. 

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