DIARIO 2 - J.K. - 2 DE OCTUBRE DE 1973

 2 de Octubre, 1973 

La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia. 

Toda acción es fragmentaria cuando está fragmentado el contenido de la conciencia. 

Esta actividad engendra conflicto, desdicha y confusión; entonces el dolor es inevitable. 

A esa altura, uno podía ver desde el aire los verdes campos, cada uno por separado del otro en forma, tamaño y color. 

Un torrente bajaba para encontrarse con el mar; mucho más allá estaban las montañas cubiertas de espesa nieve. 

Por todo el país se veían desparramadas grandes ciudades y pueblos; sobre las colinas había castillos, iglesias y casas, y más lejos estaban los vastos desiertos de color pardo, dorado y blanco. 

Después aparecía nuevamente el mar azul y más tierras con densos bosques. 

El país entero era rico y bello. 

É1 paseaba por ahí esperando poder encontrarse con un tigre, y lo encontró. 

Los lugareños habían venido a contarle a su posadero que en la noche pasada un tigre había matado a una ternera, y que regresaría esa noche para matar otra vez.

 ¿Querrían ellos verlo? 

Construirían una plataforma en lo alto de un árbol y desde ahí podría uno ver al gran asesino; atarían también una cabra al árbol para estar seguros de que el tigre vendría. 

Él les explicó que no le agradaría ver que mataran a una cabra para su placer. Así que el asunto fue abandonado. 

Pero en ese mismo anochecer, cuando el sol descendía tras de una ondulada colina, el posadero quiso dar un paseo en automóvil con la esperanza de que, por casualidad, pudieran ver al tigre que había matado a la ternera. 

Viajaron adentrándose unas cuantas millas en el bosque; oscureció totalmente y, con los faros delanteros encendidos, iniciaron el regreso. 

Habían perdido toda esperanza de ver al tigre mientras regresaban. 

Pero justo cuando tomaban una curva, ahí estaba el tigre, sentado sobre sus cuartos traseros en medio del camino, enorme, rayado; con los ojos brillantes ala luz de los faros. 

El automóvil se detuvo y el animal vino hacia ellos gruñendo, y los gruñidos estremecían el auto; era sorprendentemente grande y su larga cola, negra en la punta, se movia lentamente de un lado a otro. 

Se le veía fascinado. 

La ventanilla fue abierta y el tigre pasó gruñendo; él sacó la mano para acariciar esa inmensa energia selvática, pero el posadero tiró apresuradamente de su brazo; más tarde le explicó que el tigre pudo habérselo arrancado. 

Era un animal magnífico, pleno de majestad y poder. 

Por todo ese país había tiranos que le negaban al hombre la libertad, ideólogos que moldeaban su mente, sacerdotes con sus siglos de tradición y creencia esclavizando al hombre; políticos que con sus inacabables promesas estaban generando corrupción y divisiones. 

Por todas partes el hombre está atrapado en el conflicto incesante, en el dolor y en las deslumbradoras luces del placer. 

Todo es tan completamente insensato: el dolor, los esfuerzos y las palabras de los filósofos. 

Muerte, infelicidad, afán, lucha permanente del hombre contra el hombre. 

Esta compleja variedad, modificada por cambios dentro del patrón placer-dolor, constituye el contenido de la conciencia humana, moldeado y condicionado por la cultura en la que ésta se ha nutrido, con sus presiones religiosas y económicas. 

La libertad no se encuentra dentro de los límites de una conciencia semejante; lo que se acepta como libertad es, en realidad, una prisión que se ha hecho soportable en cierto modo gracias al avance de la tecnología. 

En esta prisión hay guerras, guerras que la ciencia y el lucro han hecho cada vez más destructivas. 

La libertad no se halla en el cambio de unas prisiones por otras, ni en el cambio de gurús con su absurda autoridad. 

La autoridad no trae consigo la cordura del orden. 

Por el contrario, engendra desorden, y en este suelo es donde crece y prospera la autoridad. 

La libertad no está fragmentada. 

Una mente no-fragmentada, una mente total, es una mente en libertad. 

Ella «no sabe» que es libre; lo sabido, lo conocido está dentro del área del tiempo -el pasado, a través del presente, hacia el futuro-. 

Todo movimiento es tiempo, y el tiempo no es un factor de libertad. 

La libertad de optar es negación de la libertad; la opción existe solamente donde hay confusión. 

La claridad de percepción, el discernimiento directo, es libertad con respecto al dolor de la opción. 

La luz de la libertad es el orden total. 

Este órden no es hijo del pensamiento, porque toda actividad del pensamiento implica el cultivo de la fragmentación. 

El amor no es un fragmento del pensamiento del placer. 

La percepción de este hecho es inteligencia. 

El amor y la inteligencia son inseparables, y de ello fluye la acción que no engendra dolor. 

El orden es la base fundamental de esa acción.

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