DIARIO 2 - J.K - 28 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 28, Septiernbre, 1973 

El enorme perro acababa de matar una cabra; lo habían castigado severamente y lo habían atado, y ahora estaba gimiendo y ladrando. 

La casa se encontraba rodeada por un alto muro, pero de algún modo la cabra había logrado penetrar y el perro la cazó y la mató. 

El dueño de la casa indemnizó al de la cabra con palabras y dinero. 

Era una casa grande rodeada de árboles, y el césped nunca estaba completamente verde por más que lo regaran. 

El sol era cruelmente intenso y todas las flores y arbustos tenían que ser regados dos veces al día; la tierra era pobre y el calor diurno casi marchitaba la vegetación. 

Pero los árboles se habían desarrollado alcanzando un gran tamaño, y daban una sombra confortable a la cual podia uno sentarse temprano en la mañana cuando el sol se encontraba todavia detrás de los árboles. 

Era un buen lugar si uno quería sentarse quietamente y abandonarse a la meditación, pero no si uno deseaba soñar despierto o perderse en alguna ilusión satisfactoria. 

Esas sombras eran demasiado severas, demasiado exigentes, porque todo el lugar estaba entregado a esa clase de quieta contemplación. 

Uno podría complacerse en amables fantasias, pero pronto habría de descubrir que el lugar no invítaba a las imágenes del pensamiento. 

Sentado, con un lienzo que le cubría la cabeza, sollozaba; su mujer acababa de morir. 

Él no deseaba que sus hijos vieran sus lágrimas; ellos también estaban llorando, sin comprender en absoluto lo que había sucedido. 

Madre de muchos hijos, había estado sintiéndose mal, y últimamente había caído muy enferma; el padre, se sentaba a la cabecera de la cama y parecia no moverse de ahí. 

Y un día, después de algunas ceremonias, se llevaron a la madre. 

La casa había quedado extrañamente vacía sin el perfume que la madre le había dado, y ya nunca fue la misma casa, porque ahora reinaba en ella el dolor. 

El padre lo sabía; los niños habían perdido a alguien para siempre, pero hasta ahora no habían conocido el significado del dolor. 

El dolor está siempre ahí, no podemos meramente olvidarlo, no podemos encubrirlo mediante alguna forma de entretenimiento -religioso o de otra clase-. 

Podremos escapar de él, pero siempre estará ahí para encontramos nuevamente. 

Uno podrá entregarse a alguna clase de culto, o abandonarse a alguna creencia consoladora, pero el dolor aparecerá otra vez sin que se le invite. 

El florecimiento del dolor es amargura, cinismo o algún comportamiento neurótico. 

Puede volverlo a uno agresivo, violento y desagradable en el modo de conducirse, pero el dolor estará ahí en nuestro corazón, esperando y acechando. 

Hagamos lo que hagamos, no podemos escapar de él. 

El amor que conocemos, termina en el dolor; el dolor es tiempo, el dolor es pensamiento. 

Derriban el árbol y no derramamos una lágrima; matan un animal para nuestro gusto; la tierra es destruida para nuestro placer; nos educan para matar, destruir -el hombre contra el hombre-. 

La nueva tecnologia y las máquinas están reemplazando los pesados trabajos del hombre, pero no podemos acabar con el dolor mediante las cosas que ha producido el pensamiento. 

El amor no es placer. 

Ella vino desesperada en su dolor; hablaba expresando a borbotones todas las cosas por las que había pasado, la muerte, las insensateces de los hijos con su dedicación a la política, con sus divorcios, sus frustraciones y su amargura, y la completa inutilidad de una vida carente de sentido. 

Ella ya no era joven; en su juventud se había divertido, había tenido un interés pasajero por la política, un poco por la economia y, más o menos, había llevado la clase de vida que casi todos llevan. 

Su marido había muerto recientemente y todo el dolor parecia abatirse sobre ella. 

Se tranquilizó mientras hablábamos. 

Cualquier movimiento del pensar es la profundización del dolor.

<<El pensamiento con sus recuerdos, con sus imágenes de placer y dolor, con su soledad y sus lágrimas, con su autocompasión y sus remordimientos, es el terreno donde arraiga el dolor. 

Escuche lo que se está diciendo. 

Simplemente preste atención -no a los ecos del pasado, no a la superación del dolor o al modo de escapar de su tortura- escuche con el corazón, con todo su ser lo que ahora se está diciendo. 

Su dependencia y apego han preparado el suelo para su dolor. 

Al descuidar el estudio de sí misma y la belleza que ello trae consigo, ha estado alimentando su dolor; todas sus actividades egocêntricas la han conducido a este dolor. 

Simplemente escuche lo que se está diciendo; permanezca con el dolor, no se aleje de él. 

Cualquier movimiento dei pensar es el fortalecimiento del dolor. 

El pensamiento no es amor. 

En el amor no existe el dolor.»

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