OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 Ojai, California, 1934


PRIMERA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


Durante estas pláticas, mi propósito no es ofrecerles un sistema de pensamiento, sino más bien despertar el pensamiento, y para eso voy a hacer ciertas declaraciones, no dogmáticas, naturalmente, y espero que ustedes las consideren. Al considerarlas, surgirán muchas preguntas; si tienen la bondad de formulármelas, procuraré contestarlas y, de este modo, podremos discutir más ampliamente lo que tengo que decir.

Me pregunto por qué viene aquí la mayoría de ustedes. Presumiblemente, están buscando algo. ¿Qué están buscando? Es natural, no pueden contestar esta pregunta porque la búsqueda de ustedes varía, varía el objeto de esa búsqueda; el objeto está cambiando constantemente, de manera que no saben con claridad lo que buscan, lo que desean. Pero, desafortunadamente, han establecido el hábito de ir de un supuesto maestro espiritual a otro, de ingresar en diversas organizaciones y sociedades, de seguir sistemas; en otras palabras, tratan de averiguar qué es lo que les proporciona más y más satisfacción, excitación.

A este proceso de ir de una escuela de pensamiento a otra, de un sistema de pensamiento a otro, de un Maestro a otro, lo llaman “búsqueda de la verdad”. En otras palabras, van de una idea a otra idea, de un sistema de pensamiento a otro, acumulando, esperando comprender la vida, desentrañar su significado, sus luchas; y cada vez declaran que han encontrado algo.

Y bien, espero que a final de mis pláticas no dirán que han encontrado algo, porque tan pronto han encontrado algo ya están perdidos; es un ancla a la que la mente se aferra. Por lo tanto, cesa ese movimiento eterno, esa búsqueda de la cual voy a hablar. Casi todas las mentes buscan con un fin definido, se mueven con este definido deseo de encontrar y, una vez establecido este deseo, ustedes encontrarán algo. Pero no será algo vivo, será una cosa muerta la que encontrarán; por consiguiente, la desecharán para volverse hacia otra. Y a este proceso de escoger continuamente, de descartar continuamente, ustedes lo llaman adquisición de sabiduría, de experiencia, o búsqueda de la verdad.

Es probable que casi todos hayan venido aquí con esta actitud, consciente o inconscientemente; por eso dedican su pensamiento a la mera búsqueda de esquemas y confirmaciones, al deseo de afiliarse a un movimiento o formar grupos, sin la claridad de lo que es fundamental, sin tratar de comprender qué significan estas cosas esenciales de la vida. Por lo tanto, como dije, no estoy exponiendo un ideal para que lo imiten, una meta que deban encontrar, sino que mi propósito es más bien el de despertar ese pensamiento mediante el cual la mente pueda liberarse de estas cosas que hemos establecido, que hemos dado por hecho que son verdaderas.

Ahora bien, cada uno trata de inmortalizar el producto del medio; tratamos de hacer eterna esa cosa que es el resultado del medio en que vivimos. Es decir, los distintos temores, las esperanzas, los anhelos, los prejuicios, las preferencias, los puntos de vista personales que glorificamos como nuestro temperamento, estas cosas son, después de todo, el resultado, el producto del medio; y el manojo de estos recuerdos que son el resultado de las condiciones ambientales, que son el producto de nuestra reacción a estas condiciones, se convierte en esa conciencia que llamamos el “yo”. ¿No es así? Toda la lucha es entre el resultado del medio con el que la mente se identifica y que se convierte en el “yo”, y el medio mismo. Al fin y al cabo, el “yo”, la conciencia con la cual la mente se identifica, es el resultado del medio. La lucha tiene lugar entre ese “yo” y el medio que cambia constantemente.

Uno está buscando todo el tiempo la inmortalidad para este “yo”. En otras palabras, la falsedad trata de convertirse en lo real, en lo eterno. Cuando comprendemos el significado del medio, no hay reacción y, por ende, no hay conflicto entre la reacción, o sea, entre lo que llamamos el “yo” y el creador de la reacción, es decir, el medio. Esta búsqueda de inmortalidad, este anhelo de certidumbre, de perdurabilidad, es llamado el proceso de la evolución, el proceso de alcanzar a Dios o la verdad o la comprensión de la vida. Y a cualquiera que nos ayuda en esto, que nos ayuda a inmortalizar la reacción que llamamos el “yo”, lo convertimos en nuestro redentor, nuestro salvador, nuestro Maestro, nuestro instructor, y seguimos su sistema. Lo seguimos con toda la intención o sin una intención definida; con toda la intención cuando pensamos que lo seguimos inteligentemente porque va a conducimos a la inmortalidad, a la realización de ese éxtasis. Es decir, deseamos que otro inmortalice para nosotros esa reacción que es el resultado del medio, que en sí misma, inherentemente, es falsa. Debido a este deseo de inmortalizar eso que es falso, creamos las religiones, los sistemas sociológicos con sus divisiones, los métodos políticos, las panaceas económicas y las normas morales. Así, gradualmente, en este proceso de desarrollar sistemas para hacer que el individuo sea inmortal, perdurable, que esté seguro, el individuo se pierde por completo y entra en conflicto con las creaciones de su propia búsqueda, con las creaciones nacidas de este anhelo de certidumbre al que él llama inmortalidad.

Al fin y al cabo, ¿por qué deberían existir las religiones? Las religiones, como divisiones del pensamiento, se han desarrollado, han sido glorificadas y alimentadas por conjuntos de creencias, a causa de que existe este deseo de realizar, de lograr la inmortalidad.

Por otra parte, las normas morales son tan sólo creaciones de la sociedad, establecidas a fin de que el individuo pueda permanecer sujeto dentro de su cautiverio. Para mí, la moralidad no puede estar sujeta a normas. No puede haber, al mismo tiempo, moralidad y normas. Sólo puede haber inteligencia que no es ni puede ser sometida a normas. Pero investigaremos eso en mis pláticas posteriores.

Por eso existe esta continua búsqueda en la que está atrapado cada uno de nosotros, esta búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la realidad, del bienestar -este continuo deseo de seguridad, de permanencia, que todos cultivamos-, Y a causa de esa búsqueda de permanencia, tiene que haber conflicto, conflicto entre el resultado del medio, que es el “yo”, y el medio mismo.

Entonces, si reflexionan sobre ello, ¿qué es el “yo”? Cuando ustedes hablan acerca del “yo”, de “lo mío”, mi casa, mi disfrute, mi esposa, mi hijo, mi amor, mi temperamento, ¿qué es eso? No es otra cosa que el resultado del medio, y hay conflicto entre ese resultado, el “yo”, y el medio mismo. El conflicto sólo puede existir, y existe inevitablemente, entre lo falso y lo falso, no entre la verdad y lo falso. Pero puede haberlo y tiene que haberlo entre dos cosas falsas, entre grados de falsedad, entre opuestos.

No piensen, pues, que esta lucha entre uno mismo y el medio, que ustedes consideran verdadera, es verdadera. ¿Acaso no hay una lucha que tiene lugar, en cada uno, entre ustedes mismos y el medio en que viven, las circunstancias ambientales, la propia esposa, el marido, el hijo, el vecino, la sociedad, las organizaciones políticas? ¿No hay en marcha una constante batalla? Consideran que esa batalla es necesaria para que les ayude a realizar la felicidad, la verdad, la inmortalidad o el éxtasis. Para expresarlo de una manera diferente: lo que ustedes consideran verdadero no es sino la conciencia egocéntrica, el “yo” -el cual está todo el tiempo procurando volverse inmortal-, y el medio, que es, a mi entender, el continuo movimiento de lo falso. Este movimiento de lo falso se convierte en el medio siempre cambiante que los rodea, y a eso lo llaman ustedes progreso, evolución. Por lo tanto, considero que la felicidad, o la verdad, o Dios, no puede encontrarse como consecuencia del resultado del medio, o sea, del “yo”, de las condiciones continuamente cambiantes.

Trataré de exponerlo otra vez de un modo diferente. Hay conflicto, del cual cada uno de nosotros es consciente, conflicto entre uno mismo y el medio, las condiciones ambientales. Entonces, uno dice: “Si puedo conquistar el medio, superarlo, dominarlo, descubriré, comprenderé”; por lo tanto, tiene lugar esta continua batalla entre uno mismo y el medio.

Ahora bien, ¿qué es el “uno mismo”? No es sino el resultado, el producto del medio. ¿Qué es, entonces, lo que estamos haciendo? Combatimos una cosa falsa con otra cosa falsa, y el medio será falso hasta tanto no lo comprendamos. Por consiguiente, el medio está produciendo esa conciencia que ustedes llaman el “yo”, la que continuamente trata de volverse inmortal. Y para hacerla inmortal, es preciso que haya muchos modos, que haya métodos; en consecuencia, tienen ustedes religiones, sistemas, filosofías, todos los estorbos y las barreras que han creado. Por esto, tiene que haber conflicto entre el resultado del medio y el medio mismo; y, como dije, sólo puede haber conflicto entre lo falso y lo falso, jamás entre la verdad y lo falso. Pero en sus mentes existe esta idea firmemente establecida de que en esta lucha entre el resultado del medio, o sea, el “ yo” y el medio mismo, residen el poder, la sabiduría, el sendero hacia la eternidad, hacia la realidad, hacia la verdad y la felicidad.

Nuestro interés vital debería estar puesto en este medio que nos rodea, no en el conflicto, no en cómo superarlo, no en cómo escapar de él. Cuestionando el medio y procurando comprender su significado, descubriremos su verdadero valor. ¿No es así? Casi todos estamos enredados, atrapados en este proceso de tratar de superar las circunstancias ambientales, el medio, de escapar de él; no tratamos de averiguar lo que significa, cuál es su causa, su sentido, su valor. Cuando vemos el significado del medio, ello implica una acción drástica, un cataclismo tremendo en nuestra vida, un cambio completo, revolucionario de ideas, en el cual no hay autoridad ni imitación alguna. Pero muy pocos están dispuestos a ver el significado del medio, porque ello implica un cambio, un cambio radical, revolucionario, y son poquísimos los que quieren eso. Por lo tanto, la mayoría, un vasto número de personas, se interesa en evadirse del medio; encubren eso o tratan de hallar nuevas sustituciones librándose de Jesucristo y erigiendo a un nuevo salvador, buscando nuevos maestros en lugar de los viejos, pero ni siquiera investigan si necesitan en absoluto guía alguno. Sólo esto ayudaría, sólo esto revelaría el verdadero significado de esa exigencia particular.

Así, donde hay una búsqueda de sustitución, tiene que haber autoridad, seguimiento de líderes; en consecuencia, el individuo llega a ser nada más que una pieza en la maquinaria social y religiosa de la vida. Si observan con mucha atención, verán que su búsqueda es tan sólo una búsqueda de bienestar, seguridad y escape; no es una búsqueda de comprensión, sino más bien de evasión y, por lo tanto, es una búsqueda para vencer todos los obstáculos; al fin y a cabo, toda conquista no es sino una sustitución, y en la sustitución no hay comprensión alguna.

Están los escapes por medio de las religiones con sus mandatos, sus normas morales, sus temores, sus autoridades, y están los escapes por medio de la expresión propia -lo que ustedes llaman expresión propia, lo que la inmensa mayoría de la gente llama expresión propia, no es sino la reacción contra el medio, el esfuerzo para expresarse uno mismo mediante la reacción contra ese medio-, expresión propia por medio del arte, de la ciencia, de múltiples formas de acción. No estoy incluyendo aquí las genuinas, espontáneas expresiones de la belleza, del arte, de la ciencia; éstas son completas en sí mismas. Hablo del hombre que busca estas cosas como un medio de expresarse a sí mismo. Un verdadero artista no habla de expresarse a sí mismo, él expresa aquello que siente intensamente; pero hay tantos artistas espurios, igual que esas personas de espiritualidad espuria que están buscando todo el tiempo su expresión propia como un medio de obtener alguna cosa, alguna satisfacción que no pueden encontrar en el medio en que viven.

A causa de esta búsqueda de seguridad y permanencia, hemos establecido las religiones -con todas sus insensateces, sus divisiones y explotaciones- como medios de escape; y estos medios de escape se han vuelto tan vitales, tan importantes porque abordar el medio en que vivimos, o sea, las condiciones que nos rodean, exige una acción tremenda, voluntaria, dinámica, y muy pocos están dispuestos a emprender esa acción. Por el contrario, ustedes están dispuestos a que el medio, las circunstancias los fuercen a actuar; es decir, si un hombre se vuelve sumamente moral y virtuoso a causa de la depresión, ustedes dicen: “¡Qué hombre tan fino es, cómo ha cambiado!”. Para ese cambio dependen del medio, y mientras dependan del medio para una acción correcta, tiene que haber formas de escape, sustituciones, llámenlas religión o como quieran llamarlas. Mientras que, para el artista genuino que también es genuinamente espiritual, hay una expresión espontánea que en sí misma es suficiente, completa, total.

Entonces, ¿qué es lo que ustedes hacen? ¿Qué está sucediendo con cada uno de ustedes? ¿Qué están tratando de hacer en sus vidas? Están buscando. Y ¿qué es lo que buscan? Hay un conflicto entre ustedes mismos y el constante movimiento del medio en que viven. Están buscando una forma de superar ese medio, como la de perpetuar el propio yo, el cual no es sino el resultado del medio; o, a causa de que tan a menudo han sido contrariados por el medio -lo cual les impide la expresión propia, como ustedes la llaman- buscan un nuevo modo de expresarse a sí mismos mediante el servicio a la humanidad, mediante los ajustes económicos y todas esas cosas.

Cada uno tiene que averiguar qué es lo que está buscando; si no está buscando nada, entonces hay satisfacción y deterioro. Si hay conflicto, está el deseo de superar ese conflicto, de escapar de él, de dominarlo. Como he dicho, el conflicto puede existir solamente entre dos cosas falsas, entre esa supuesta realidad que ustedes llaman el “yo”, que para mí es nada más que el resultado del medio, y el medio mismo. En consecuencia, si nuestra mente se interesa tan sólo en superar esa lucha, entonces estamos perpetuando la falsedad y, por esto, hay más conflicto, más dolor. Pero si comprendemos el significado del medio, es decir, la riqueza, la pobreza, la explotación, la opresión, las nacionalidades, las religiones y todas las insensateces de la vida social en la existencia moderna, no tratando de superar esas cosas, sino viendo su significado, entonces tiene que haber una acción individual y una revolución completa en las ideas y en el pensamiento. Entonces ya no hay una lucha, sino más bien una luz que disipa la oscuridad. No hay conflicto entre la luz y la oscuridad. No hay conflicto entre la verdad y aquello que es falso. El conflicto existe sólo donde hay opuestos.

16 de junio de 1934




A este proceso de ir de una escuela de pensamiento a otra, de un sistema de pensamiento a otro, de un Maestro a otro, lo llaman “búsqueda de la verdad”. En otras palabras, van de una idea a otra idea, de un sistema de pensamiento a otro, acumulando, esperando comprender la vida, desentrañar su significado, sus luchas; y cada vez declaran que han encontrado algo.

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 PLÁTICA A HOMBRES DE NEGOCIOS EN AUCKLAND


Amigos:

Creo que la mayoría de nosotros piensa que éste sería un mundo maravilloso si no hubiera explotación, y que sería un mundo espléndido si todos los seres humanos tuvieran la capacidad de vivir de manera natural, plena y verdaderamente humana. Pero son muy pocos los que quieren hacer algo al respecto. Todos se complacen en ese pensamiento como en un ideal, una utopía, un hermoso sueño, pero muy pocos desean actuar. Sin acción, una utopía no puede realizarse ni la explotación puede tocar a su fin.

Ahora bien, puede haber una acción, acción colectiva, sólo si, en primer lugar, hay una consideración individual de ese problema. Todo ser humano, en momentos de cordura, siente el horror de la verdadera explotación que existe, ya sea por parte del sacerdote, del hombre de negocios, del médico, del político o de quien fuere. Todos, si es que hemos dedicado a ello un solo instante de reflexión, sentimos realmente, en nuestros corazones, la espantosa crueldad de la explotación. Sin embargo, cada uno de nosotros está atrapado en esta rueda, en este sistema de explotación, y aguarda con la esperanza de que, por algún milagro, surgirá a la existencia un sistema nuevo. Y así, individualmente, sentimos que sólo tenemos que esperar, dejar que las cosas tomen su curso natural y que, por algún medio extraordinario, vendrá un mundo nuevo. Por cierto, la creación de una cosa nueva, de un mundo nuevo, de un nuevo concepto de organización, tiene que comenzar con los individuos. O sea, los hombres de negocios -o cualquiera en particular- tienen que empezar a averiguar si la acción que desarrollan se basa realmente en la explotación.

Ahora bien, como dije, está la explotación del sacerdote basada en el temor, está la explotación del hombre de negocios basada en su engrandecimiento propio, en la acumulación de riqueza, en la codicia, en sutiles formas de egoísmo y seguridad; y como se supone que todos los que están aquí son hombres de negocios, ello demuestra que no pueden dejar de lado todo otro problema humano e interesarse exclusivamente en los negocios. Después de todo, los hombres de negocios son seres humanos, y los seres humanos, siempre que son explotados, deben tener continuamente dentro de sí este espíritu rebelde. Sólo cuando uno ha alcanzado cierto nivel donde se siente completamente seguro, lo olvida todo respecto de esta condición, respecto de cambiar al mundo o de dar origen a cierta actitud de acción, espontánea hacia la vida. A causa de que hemos alcanzado cierta etapa de seguridad, olvidamos y sentimos que todo está muy bien; pero uno puede percibir, detrás de todo eso, que no puede haber felicidad, felicidad humana, mientras exista lo que es una verdadera explotación.

La explotación, a mi entender, surge cuando los individuos buscan más que sus necesidades esenciales. Descubrir nuestras necesidades esenciales requiere muchísima inteligencia, y no podemos ser inteligentes mientras nuestras necesidades sean el resultado de la persecución de seguridad, de comodidades. Naturalmente, uno debe tener comida, ropas, vivienda y esas cosas, pero a fin de que esto sea posible para todos, los individuos deben comenzar a comprender sus propias necesidades, las necesidades que son humanas, y organizar sobre eso todo el sistema de pensamiento y acción; sólo entonces podrá haber una verdadera felicidad creativa en el mundo.

Pero, ¿qué es lo que sucede ahora? Peleamos uno contra otro todo el tiempo, empujándonos y sacándonos del camino a codazos, hay constante competencia, donde cada uno de nosotros se siente inseguro; sin embargo, seguimos a la deriva, sin encarar una acción definida. Es decir, que en vez de esperar que tenga lugar un milagro que modifique este sistema, se necesita un cambio revolucionario completo, cosa que todos reconocemos.

Aunque podamos tener un ligero temor de una revolución mundial, todos reconocemos la inmensa necesidad de un cambio. No obstante, individualmente, somos incapaces de producir ese cambio, porque individualmente no hemos prestado atención, individualmente no hemos tratado de descubrir por qué debe existir este proceso continuo de explotación. Cuando los individuos sean de verdad inteligentes, crearán una organización que proveerá a las necesidades esenciales de la humanidad y no estará basada en la explotación. Individualmente, no podemos vivir aparte de la sociedad. La sociedad es el individuo, y mientras los individuos estén buscando tan sólo su propia seguridad para ellos y para sus familias, tendrá que haber un sistema de explotación.

Y no puede haber verdadera felicidad en el mundo si los individuos, ustedes, tratan los asuntos del mundo, los asuntos humanos, separadamente de los negocios. O sea, no pueden ser, si se me permite decirlo, proclives al nacionalismo y, aun así, hablar de libertad de comercio. No pueden considerar a Nueva Zelanda como el país más importante, y entonces rechazar a todos los otros países porque sienten, individualmente, la necesidad esencial de la propia seguridad. Es decir, señores, si es que puedo expresarlo de este modo, que podrá haber verdadera libertad de comercio, desarrollo de las industrias, etc., sólo cuando no haya nacionalidades en el mundo. Creo que eso es obvio. Mientras existan barreras arancelarias protegiendo a cada país, tendrá que haber guerras, confusión y caos. Pero si fuéramos capaces de considerar el mundo como algo total, no como dividido en nacionalidades, en clases, sino como una entidad humana, un mundo no dividido por sectas religiosas, por la clase capitalista y la clase obrera, etc., sólo entonces habría una posibilidad de verdadera libertad en el comercio, en la cooperación.

Para producir esto, no pueden simplemente predicar o asistir a reuniones. No puede haber un mero disfrute intelectual de estas ideas; tiene que haber acción. Y para dar origen a esa acción, debemos empezar individualmente, aun cuando podamos sufrir por ello. Debemos empezar a crear una opinión inteligente y, de tal modo, tendremos un mundo donde la individualidad no estará aplastada, metida a golpes en un determinado patrón, sino convertida en un medio de expresión de la vida; no la estropeada, condicionada forma que llamamos “seres humanos”. Mucha gente desea y comprende que debe haber un cambio completo. No puedo ver ningún otro modo que comenzar como individuos, y entonces la opinión individual se convertirá en la realización de la humanidad.

Pregunta: ¿Qué significado inteligible, si puedo preguntarlo, lo ata a usted a la idea de un Dios masculino, idea postulada prácticamente por la totalidad del clero cristiano y arbitrariamente impuesta sobre las masas durante las edades oscuras del pasado y hasta el momento presente? Un Dios concebido en términos del género masculino debe, conforme a los cánones de la lógica sana y firme, ser imaginado, implorado, importunado y adorado desde el punto de vista de la personalidad. Un Dios personal -personal como somos necesariamente los seres humanos- tiene que estar limitado en tiempo, espacio, poder y propósito, y un Dios así de limitado no puede ser Dios en absoluto. Frente a esta colosal impostura, arbitrariamente impuesta sobre las masas, ¿es de extrañarse que encontremos al mundo en su actual condición catastrófica? Dios, para ser Dios debe, de acuerdo con la lógica más sensata y equilibrada, ser la absoluta e infinita totalidad de toda existencia, tanto negativa como positiva. ¿No es así?


KRISHNAMURTI: Señor, ¿por qué quiere usted saber si Dios es masculino o femenino? ¿Por qué lo preguntamos? ¿Por qué tratamos de averiguar si hay un Dios, si es personal, si es masculino? ¿Acaso no es porque sentimos la insuficiencia del vivir? Sentimos que si fuéramos capaces de descubrir qué es esta realidad inmensa, podríamos moldear nuestras vidas conforme a ella; así, comenzamos a preconcebir qué debe o debería ser esa realidad, y lo formulamos de acuerdo con nuestras fantasías, con nuestros caprichos, prejuicios y temperamentos. De este modo, a causa de una serie de contradicciones y oposiciones, comenzamos a elaborar una idea de lo que creemos que Dios debería ser; y, para mí, un Dios semejante no es un Dios en absoluto. Es un recurso humano para escapar de las constantes batallas de la vida, de esta cosa que llamamos explotación, de las insensateces del vivir, de la soledad, de los sufrimientos. Nuestro Dios es tan sólo un medio para escapar de estas cosas; mientras que, para mí, existe algo mucho más fundamental, más real. Sostengo que existe algo como Dios; no indaguemos qué es. Lo descubrirán si comienzan realmente a comprender el conflicto mismo que está mutilando a la mente y al corazón, esta continua lucha por la seguridad propia, este horror de la explotación, de las guerras y las nacionalidades, y los absurdos da la religión organizada. Si podemos afrontar estas cosas y comprenderlas, en vez de especular descubriremos su verdadero significado, el verdadero significado de la vida, el verdadero significado de Dios.

Pregunta: ¿Sigue usted a Mahoma o a Cristo?

KRISHNAMURTI: ¿Puedo preguntar por qué alguien tiene que seguir a otro? Después de todo, la verdad o Dios no se encuentra imitando a otro; así sólo nos convertiremos en máquinas. Por cierto, ¿.necesitamos, como seres humanos, pertenecer a alguna secta, ya sea el mahometismo, el cristianismo, el hinduismo o el budismo? Si erigimos a una persona como nuestro salvador, nuestro guía, entonces tiene que existir la explotación, el intento de moldear al mundo conforme a una estrecha secta particular. Mientras que, si no erigimos a nadie en autoridad, sino que descubrimos el valor de lo que fuere que ellos digan o que diga cualquier otro ser humano, entonces realizaremos algo que es perdurable; pero el seguir meramente a otro no nos lleva a ninguna parte. Tengo entendido que ustedes son todos cristianos y dicen que siguen a Cristo. ¿Es así? Los seres humanos, ya sean cristianos o mahometanos o budistas, ¿siguen realmente a sus líderes? Es imposible, no los siguen. Entonces, ¿por qué se aplican ustedes a sí mismos rótulos y se separan unos de otros? Mientras que, si de verdad transformáramos el medio al que nos hemos esclavizado tanto, seríamos realmente dioses dentro de nosotros mismos, no seguiríamos a nadie. Personalmente, no pertenezco a ninguna secta, grande o pequeña. He encontrado la verdad, he encontrado a Dios o como gusten llamarlo, pero no puedo transmitir eso a otro. Uno puede descubrirlo sólo mediante una consumada inteligencia y no imitando ciertos principios, ciertas creencias o a ciertos personajes.

Pregunta: ¿Existe una fuerza externa, una influencia conocida como mal organizado?

KRISHNAMURTI: ¿Existe? El moderno hombre de negocios, el nacionalista, el seguidor de alguna religión... a estas personas yo las llamo males, males organizados; porque, señores, individualmente hemos creado estos horrores en el mundo. ¿Cómo es que han surgido las religiones con su poder para explotar de manera despiadada a la gente mediante el temor? ¿Cómo han crecido hasta convertirse en máquinas tan formidables? Las hemos creado individualmente, por nuestro miedo al más allá. No es que no haya un más allá; ésa es una cosa por completo diferente. Hemos creado esa máquina en la que estamos atrapados; sólo muy pocos seres excepcionales han roto con ella, y a esos seres los llaman ustedes Cristo, Buda, Lenín, X, Y o Z.

Luego está el mal de la sociedad tal como es. Es una máquina opresora, organizada para controlar a los seres humanos. Ustedes piensan que si se liberara a los seres humanos, se volverían peligrosos, harían toda clase de horrores; por consiguiente, dicen: “Controlémoslos socialmente, mediante la tradición, la opinión, la limitación de la moralidad”; y lo mismo ocurre económicamente. Así, poco a poco, estos males son aceptados como algo normal, sano. Por cierto, es obvio que por medio de la educación nos hacen encajar en un sistema donde jamás se toma en cuenta la vocación individual. Nos encajan en algún trabajo, y así creamos, durante toda nuestra existencia, una vida dual: negocios, o lo que fuere, de 10 a 5, lo cual nada tiene que ver con lo otro, con nuestra vida privada, social, hogareña. De este modo vivimos continuamente en contradicción, yendo ocasionalmente, si es que eso nos interesa, a la iglesia para mantener la costumbre, el espectáculo. Inquirimos acerca de la realidad de Dios cuando hay momentos de conflicto, de opresión, momentos en que todo se nos hace pedazos. Decimos: “Tiene que haber alguna realidad. ¿Para qué estamos viviendo?”. Así, creamos gradualmente una dualidad de nuestras vidas y, debido a eso, nos convertimos en los hipócritas que somos.

Así que, para mí, existe un mal. Es el mal de la explotación engendrada por los individuos en su anhelo de seguridad, de autoprotección a toda costa, sin tomar en cuenta a la totalidad de los seres humanos; y en eso no hay afecto, no hay amor, sino tan sólo este espíritu posesivo al que calificamos de amor.

Pregunta: ¿Puede usted decirnos cómo ha llegado a este grado de comprensión?

KRISHNAMURTI: Me temo que tomaría mucho tiempo y puede resultar muy personal. Primero que nada, señores, yo no soy un filósofo, no soy un estudiante de filosofía. Pienso que uno que es meramente un estudiante de filosofía, ya está muerto. Pero he vivido con toda clase de personas y he sido educado, como tal vez sepan, para desempeñar cierta función, cierto cargo. Y eso, nuevamente, significa “explotador”. También fui el jefe de una organización tremenda creada en todo el mundo para propósitos espirituales; y vi la falsedad de eso, porque uno no puede guiar a los hombres hacia la verdad. Sólo puede tomarlos inteligentes por medio de la educación, lo cual nada tiene que ver con los sacerdotes y sus medios de explotación, las ceremonias. De modo que disolví esa organización; y, viviendo con la gente y no teniendo una idea fija acerca de la vida ni una mente atada a un trasfondo tradicional, empecé a descubrir lo que, para mí, es la verdad y es la verdad para todos: una vida que uno pueda vivir sanamente, cuerdamente, humanamente; una vida no basada en la explotación, sino en las necesidades. Sé lo que necesito, y eso no es mucho; por lo tanto, si para ello trabajo cavando en un jardín o hablando o escribiendo, eso no tiene gran importancia.

Primero que nada, tiene que haber un gran descontento, un gran cuestionamiento, infelicidad; y muy pocas personas en el mundo, cuando están descontentas, desean acentuar ese descontento, pasar por él a fin de descubrir. Por lo general, desean lo opuesto. Si están descontentas, desean la felicidad, mientras que yo -si se me permite ser personal- no deseaba lo opuesto. Deseaba descubrir; y así, paulatinamente, a través de diversos cuestionamientos y de una continua fricción, llegué a realizar eso que uno puede llamar la verdad o Dios. Espero haber contestado la pregunta.

Pregunta: Díganos algo sobre su idea acerca del más allá.

KRISHNAMURTI: ¿No es extraordinario? Se supone que ésta es una reunión para hombres de negocios, y estamos hablando sobre el más allá, Dios y todas esas cosas. Eso indica que no estamos interesados para nada en nuestros negocios; sólo nos interesan como un medio de ganar dinero para existir, pero nuestros intereses humanos están divorciados de nuestra vida cotidiana.

Ahora bien, con respecto a lo que hay en el más allá. Quizás ustedes hayan leído lo que algunos de los grandes científicos de Europa dicen sobre la continuación después de la muerte. Algunos de ellos sostienen que hay una continuación individual; otros, con igual énfasis, la niegan. Es bastante obvio que existe alguna clase de continuidad, ya sea la forma de pensamiento de la entidad que muere, o la expresión del pensamiento del mundo, etcétera.

Averigüemos, entonces, a qué llamamos individualidad, examinémoslo. Cuando formulamos la pregunta: “¿Existe un más allá?”, ¿por qué la formulamos? Porque deseamos saber si continuaremos como el señor X una vez que muramos; o queremos saberlo porque amamos tremendamente a alguien y esa persona ha muerto. Averigüemos, pues, qué es esta cosa que llamamos individualidad, o sea, mi hermano, mi esposa, mi hijo, yo mismo, ¿qué somos? Cuando uno habla del señor X, ¿qué es ese señor X? ¿Acaso no es la forma, no son ciertos prejuicios, cierta cuenta bancaria, ciertas diferencias de clase? Es decir, el señor X se ha convertido en el punto focal de esta condición de la sociedad.

Espero estar explicándolo. Lo pondré de este modo: un hombre corriente, tal como es ahora, es nada más que el punto focal del medio en que vive, de la sociedad, de la religión, de los mandatos morales y las condiciones económicas; el individuo corriente es eso ¿verdad? Ese punto focal, con sus contradicciones, prejuicios, esperanzas, anhelos, temores, agrados y desagrados, constituye ese manojo que llamamos un individuo, el señor X. Ahora bien, queremos saber si ese señor X vivirá en el más allá. Existe la posibilidad de que pueda vivir, tal como ahora vive. ¡Espere un momento! Eso no es importante, ¿verdad? Porque lo que llamamos individuos no son sino el resultado del medio falso en que vivimos. Este punto focal del presente estado de individualidad es realmente falso, ¿no es así? Un hombre corriente, para poder siquiera vivir en este mundo, tiene que luchar. Tiene que ser competitivo, despiadado, tiene que pertenecer a cierta clase social, burguesa, proletaria, capitalista; o pertenecer a determinadas sectas religiosas llamadas con distintos nombres: cristianismo, hinduismo, budismo y demás. Por cierto, estas condiciones externas son falsas cuando tengo que luchar despiadadamente contra mi vecino para poder siquiera existir. ¿No hay algo putrefacto en un estado semejante? ¿No hay algo anormal en el hecho de dividimos en diferencias de clase? ¿No es algo brutal que tengan los que llamamos cristianos, hindúes, mahometanos o budistas?

Por consiguiente, estos medios falsos que hemos creado producen fricción en la mente y la mente se identifica con ese conflicto, se identifica como el señor X. Y entonces se suscita la pregunta: “¿Qué ocurre? ¿Viviré o no viviré?”. Como dije, hay una posibilidad de que vivan; pero en ese vivir no hay felicidad, no hay inteligencia creativa, no hay júbilo; es una continua batalla. Mientras que, si comprendemos el verdadero significado de todas estas condiciones extemas impuestas a la mente -condiciones religiosas, sociales y económicas-, entonces liberando a la mente del conflicto, descubriremos que hay una unidad focal diferente, una individualidad absolutamente distinta; y yo digo que esa individualidad es ininterrumpida, no es “suya” y “mía”. Esa individualidad es la eterna expresión de la vida misma, y en esa individualidad no hay muerte, no hay comienzo y final; hay una concepción más ampliada de la vida. Mientras que en esta individualidad falsa tiene que haber muerte, una continua indagación para saber si viviré o no viviré, un miedo constante que nos persigue y obsesiona.

Pregunta: ¿Cree usted que los sistemas sociales del mundo evolucionarán hacia un estado de hermandad internacional, o que ello se producirá por intermedio de la institución parlamentaria o de la educación?

KRISHNAMURTE Tal como la sociedad está organizada, no podemos tener hermandad internacional. No podemos permanecer siendo usted neocelandés, yo hindú, y hablar de hermandad. ¿Cómo puede haber verdadera hermandad si están los limitados por las condiciones económicas, por este patriotismo que es una cosa tan falsa? Es decir, ¿cómo puede haber hermandad si usted permanece siendo un neocelandés aferrado a sus prejuicios particulares, a sus vallas arancelarias, a su patriotismo y demás, y yo un hindú que vivo en la India con mis propios prejuicios? Podemos hablar de tolerancia, dejarnos mutuamente tranquilos, o yo enviándole misioneros y usted enviándome misioneros, pero no puede haber hermandad. ¿Cómo podría haberla cuando usted es cristiano y yo soy hindú, cuando usted está dominado por los sacerdotes y yo también estoy dominado por los sacerdotes, cuando usted tiene una forma de adoración y yo tengo otra?, -lo cual no quiere decir que usted deba adoptar mi forma de adoración o que yo deba adoptar la suya-.

Por lo tanto, así como están las cosas, no darán por resultado la hermandad. Al contrario, lo que hay es nacionalismo, más gobiernos soberanos que no son sino instrumentos de guerra. En consecuencia, las instituciones sociales, así como existen, no pueden desarrollarse para convertirse en algo magnífico, porque su base misma, sus cimientos son falsos; y los parlamentos de ustedes, su educación, todo lo cual se basa en estas ideas, no producirán hermandad. Mire todas nuestras naciones, ¿qué son? Nada más que instrumentos de guerra. Cada país mejor que el otro, cada país queriendo vencer al otro, inflamando esta cosa falsa llamada patriotismo.

Por favor, a uno le gustan ciertos países, ciertos países son más hermosos que otros y uno los aprecia. Aprecia su belleza, tal como discuta de una puesta del Sol, ya sea aquí, en Europa o en América. No hay nada nacionalista, ningún sentimiento patriótico detrás de eso -uno lo disfruta-. El patriotismo surge sólo cuando la gente empieza a usar su discute para un propósito. Y ¿cómo puede haber verdadera hermandad cuando hay patriotismo, cuando toda forma de gobierno se basa en las discriminaciones de clase, cuando una clase que lo tiene todo rige a la otra que no tiene nada o que envía al parlamento representantes que no tienen nada? Por cierto, con esta manera de abordar el estado humano, es imposible la unidad humana. ¡Es tan obvio!, ni siquiera necesita discusión.

Mientras haya diferencias de clase desarrollándose en nacionalidades, diferencias basadas en la explotación que ejerce la clase poseedora, la clase que tiene en sus manos los medios de producción, tendrá que haber guerras; y por medio de las guerras no van a alcanzar ustedes la hermandad, es evidente. Pueden ver lo que pasa en Europa, desde la guerra: más sentimiento nacional, mayor agitación de banderas, mayores barreras arancelarias. Eso, por cierto, no va a producir hermandad. Podrá producirla en el sentido de que habrá una gran catástrofe y la gente se despabilará y dirá: “¡Por Dios, despertemos y seamos sensibles!”. Finalmente, puede que eso produzca hermandad; pero no van a producirla las nacionalidades, no más que las diferencias religiosas, las cuales, si lo piensan bien, se basan en un refinado egocentrismo. Todos queremos estar seguros en el cielo -sea lo que fuere ese sitio-, queremos estar a salvo, y por eso creamos instituciones, organizaciones, para que generen la certidumbre; llamamos a eso religiones y, de tal modo, aumenta la explotación. Mientras que, si vemos realmente la falsedad de todas estas cosas, no sólo percibiéndolas con el intelecto, sino sintiéndolas en totalidad, con la mente y el corazón, entonces la hermandad es posible. Si las percibimos y actuamos, entonces hay una acción espontánea, genuina, moral. Yo llamo a eso una acción verdaderamente moral, cuando percibimos una cosa totalmente y actuamos, no cuando lo hacemos obligados por las circunstancias o cuando hay una hermandad forzada por la pura y brutal necesidad de la vida. O sea, cuando los hombres de negocios, los capitalistas, los financistas, vean que esta discriminación no rinde beneficios, que ellos no pueden hacer más dinero, que no pueden permanecer en la misma posición social, entonces producirán un cambio en las condiciones externas, forzando a ser fraternal al individuo; tal como ahora somos forzados por las condiciones externas a ser no fraternales, a explotar, así seremos también forzados a cooperar. Por cierto, eso no es hermandad, es meramente una acción producida por conveniencia, sin inteligencia ni comprensión humana.

Por lo tanto, para poner realmente en acción la inteligencia humana, los individuos deben actuar de manera espontáneamente moral, y entonces crearán una organización en la que habrá verdaderos luchadores contra la explotación, Pero eso requiere muchísima percepción, mucha acción inteligente, y ustedes sólo pueden comenzar consigo mismos; sólo pueden atender el propio jardín, no pueden cuidar el del vecino.

Pregunta: Por favor, sea franco. ¿Podemos nosotros conocer la verdad tal como usted la conoce?¿Podemos dejar de explotar y seguir estando en los negocios, o sugiere que debemos liquidar todo?¿Podría usted entrar en los negocios y permanecer siendo lo que es?

KRISHNAMURTE Señor, por favor, no esquivo la cuestión. Seré perfectamente franco. Tal como está organizado el sistema, a menos que ustedes se retiren a una isla desierta donde cocinen y hagan todo por sí mismos, tiene que haber explotación. ¿No es así? Es obvio. Mientras el sistema se base en la competencia individual, en la seguridad, en el ansia de poseer, mientras ésos sean sus cimientos, tendrá que haber explotación. Pero ¿no pueden ustedes librarse de esos cimientos desembarazándose del miedo, descubriendo cuáles son sus necesidades esenciales, siendo ricos en sí mismos? Entonces, aunque permanezcan en los negocios, encontrarán que sus necesidades son muy pocas; mientras que si hay pobreza de la mente y el corazón, sus necesidades se vuelven colosales. Pero, a menos que uno sea realmente honesto, absolutamente franco y no se engañe sutilmente a sí mismo, lo que digo puede ser utilizado para más explotación. No me importaría personalmente entrar en los negocios, pero para mí carecería de valor, porque no tengo necesidad de entrar en los negocios. Por lo tanto, ¿de qué sirve que hable teóricamente? No es que tenga dinero; pero habría algo razonable, sensato, porque mis necesidades son muy pocas y no tengo miedo de ser aplastado. Sólo cuando hay miedo de perder -miedo de perder la seguridad, la protección-, peleamos. Pero si estamos dispuestos a perderlo todo porque no tenemos nada... bueno, no hay explotación. Esto suena ridículo, absurdo, salvaje, primitivo, pero si reflexionan sensatamente sobre ello, si le conceden unos minutos de su pensar verdaderamente creativo, verán que no es tan absurdo como todo eso. Es el salvaje el que se mueve continuamente a instancias de sus deseos, no el hombre de inteligencia. Este no se aferra a las cosas, porque en lo interno es supremamente rico; por lo tanto, sus necesidades externas son muy pocas. Podemos, por cierto, organizar una sociedad basada en las necesidades, no en esta explotación por medio de la propaganda. Espero haber contestado su pregunta, señor.

Pregunta: Sin deseo de explotar al orador -lo considero como uno de los más grandes de todos los ejemplos de altruismo filosófico-, me gustaría mucho que él le dijera a su auditorio, aquí, esta tarde, qué cree acerca del último milenio al que, sin duda, él y toda la raza humana aspiran.


KRISHNAMURTI: Señor, tener un milenio humano perfecto significa que el salvaje debe ser tan inteligente como cualquier otro, poseer condiciones tan perfectas como las de todos los demás. Es decir, que todos los seres humanos que viven en este mundo, en el momento preciso y al mismo tiempo, deben ser todos felices. Por cierto, eso es el milenio, ¿no es así? Es lo que queremos decir cuando hablamos al respecto. Muy bien, señor. Espere un momento. ¿Es posible tal cosa? Obviamente, no es posible. Pensamos que el milenio es un período en que el ideal ha tomado existencia, en que la civilización ha alcanzado su pináculo más alto. Es como un ser humano que ajusta su vida a un ideal y alcanza la cima. ¿Qué ocurre con un ser humano semejante? Anhela algo más, hay un ideal ulterior. Por lo tanto, jamás alcanza la culminación. Pero cuando un ser humano vive sin tratar de lograr algo, de triunfar, de llegar a una cima, sino que todo el tiempo vive plenamente, humanamente, entonces toda su acción, que debe reflejarse en la sociedad, no alcanzará un pináculo. Estará en constante movimiento y, por lo tanto, creciendo, sin esforzarse jamás por una culminación.

6 de abril de 1934





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 TERCERA PLÁTICA EN LOS JARDINES DE LA ESCUELA VASANTA


Amigos:

Esta mañana, trataré primero de contestar algunas de las preguntas, y después, al terminar mis respuesta, intentaré hacer un resumen de lo que he estado diciendo.

Pregunta: ¿Es necesaria la meditación a fin de descubrir los valores perdurables? En tal caso, ¿cuál es el método correcto de meditación?

KRISHNAMURTI: Me pregunto qué es lo que, en general, entiende la gente por meditación. Hasta donde alcanzo a verlo, la así llamada meditación no es meditación en absoluto, sino concentración. Estamos habituados a esta idea de que concentrándonos, haciendo un esfuerzo tremendo para controlar la mente y fijarla en cierta idea o concepto, en cierta representación o imagen, enfocándola en un punto determinado, estamos meditando.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando tratamos de hacer eso? Procuramos concentrar la mente en cierta idea y expulsamos todas las demás ideas, los demás conceptos; tratamos de fijar la mente en esa idea, la forzamos a limitarse a eso, que puede ser un gran pensamiento, una imagen o un concepto recogido de un libro. ¿Qué ocurre cuando lo hacemos? Se introducen furtivamente otra ideas que intentamos expulsar, y así se mantiene ese continuo conflicto. En el intento de fijar la mente sobre una idea en particular, se introducen de manera subrepticia otras ideas no deseadas. No hacemos sino crear conflicto, empequeñecemos la mente, la contraemos, la forzamos a fijarse sobre una idea determinada. Mientras que, para mí, el júbilo de la meditación consiste no en forzar la mente, sino en descubrir el pleno significado de cada pensamiento apenas surge. ¿Cómo puede uno decir cuál es una idea mejor y cuál es una idea peor, cuál es noble y cuál es innoble? Uno puede decirlo sólo cuando la mente ha descubierto los valores genuinos. Así que, para mí, el gozo de la meditación está en este proceso de descubrir el verdadero valor de cada pensamiento. Uno descubre de manera natural el significado de cada pensamiento y, debido a eso, la mente se libera de este continuo conflicto.

Supongamos que usted trata de concentrarse en una idea; entonces se introduce en su mente otra idea, piensa en lo que va a vestir o a quién va a visitar o qué va a comer en el almuerzo. Complete cada pensamiento, no trate de expulsarlo; entonces verá que la mente ya no es un campo de batalla con ideas que compiten entre sí. Así, su meditación no está limitada a unas cuantas horas o a unos cuantos momentos durante el día, sino que es un continuo alerta de la mente y del corazón a lo largo de todo el día. Eso es, a mi entender, la verdadera meditación. En eso hay paz. En eso hay júbilo. Pero la así llamada meditación que ustedes practican para disciplinarse a fin de obtener algo a cambio es, en mi sentir, una cosa nociva, destruye realmente el pensamiento. ¿Por qué nos obligamos a hacer eso? ¿Por qué nos obligamos a pensar de manera concentrada por unos cuantos momentos durante el día, en cosas que creemos que nos agradan? Porque durante el resto del día estamos haciendo algo que no nos agrada, que no es placentero. Por lo tanto, decimos: “Para pensar acerca de algo que me agrada, debo meditar”. De este modo, estamos dando una respuesta falsa a una causa falsa. Es decir, el medio -económico, social, religioso- nos impide realizar lo que deseamos; y como nos lo impide, tenemos que encontrar momentos, una hora o dos, en las cuales vivir. Entonces es necesario disciplinar la mente, forzarla dentro de un patrón particular; de aquí surge toda la idea de la disciplina. Mientras que, si comprendiéramos realmente la limitación del medio y nos abriéramos paso a través de ella mediante la acción, entonces se volvería totalmente innecesario este proceso de disciplinar la mente para que actúe de cierta manera.

Por favor, si quieren ver el significado de todo esto, deben reflexionar al respecto con bastante cuidado; porque una mente disciplinada -no tan sólo disciplinada para desarrollar una técnica- es una mente que ha sido educada conforme a cierto patrón particular, y ese patrón es el resultado de una sociedad falsa, de falsas ideas y falsos conceptos. Mientras que, si son capaces de profundizar y ver cuáles son las cosas falsas, entonces la mente ya no será un campo de batalla para ideas contradictorias, y así descubrirán que en eso radica la verdadera contemplación. Se ha despertado, entonces, el júbilo del pensar.

Pregunta: ¿Qué es el estado de percepción alerta del que usted habla? ¿Querría tratarlo un poco más a fondo?

KRISHNAMURTI: Señores, estamos acostumbrados a un esfuerzo continuo para hacer cualquier cosa; pensar es hacer un esfuerzo tremendo. Tenemos el hábito de este esfuerzo incesante. Ahora bien, quiero exponer lo que, para mí, no es esfuerzo sino una nueva manera de vivir. Cuando ustedes saben que algo es un obstáculo, que algo es un veneno, cuando todo su ser se vuelve consciente de que algo es venenoso, no hay esfuerzo alguno para desecharlo. Cuando saben que algo es peligroso, venenoso, y toman plena conciencia de ello con la mente y el corazón, ya se han librado de eso. Sólo cuando no saben que se trata de un veneno, o cuando ese veneno les da placer y, al mismo tiempo, dolor, sólo entonces juegan con ello.

Ahora bien, hemos creado muchos obstáculos, tales como el nacionalismo, el patriotismo, el seguimiento imitativo de la autoridad, el sometimiento a la tradición, la continua búsqueda de comodidad. Hemos creado todas estas cosas a causa del temor. Pero, si sabemos con todo nuestro ser que el patriotismo es realmente una cosa falsa, venenosa, entonces no tenemos que luchar contra él. No tenemos que libramos de él. En el momento en que sabemos que se trata de algo venenoso, se ha terminado. ¿Cómo vamos a descubrir que es algo venenoso? No identificándonos con el patriotismo ni con el antipatriotismo. Es decir, uno quiere descubrir si el patriotismo es un veneno, pero si se identifica ya sea con el patriotismo o con el sentimiento de antipatriotismo, no puede descubrir lo que es verdadero. ¿No es así? Usted quiere descubrir si el patriotismo es un veneno. Por lo tanto, lo primero es darse cuenta, volverse consciente del hecho de la no identificación con lo uno o con lo otro. Así, cuando no trata de identificarse ni con el patriotismo ni con el sentimiento contrario al patriotismo, comienza a ver el verdadero significado del patriotismo. Entonces se da cuenta del verdadero valor que tiene.

Después de todo, ¿qué es el patriotismo? Estoy tratando de ayudarles a que se den cuenta ya de ese veneno. Eso no quiere decir que deban aceptar o rechazar lo que estoy diciendo. Considerémoslo juntos y veamos si no es un veneno. En el momento en que ven que es un veneno, no necesitan luchar contra él. Se ha terminado. Si ven una serpiente venenosa, se alejan de ella. No luchan contra ella. Mientras que, si no están seguros de que es una serpiente venenosa, puede ser que vayan y jueguen con ella. Descubramos, del mismo modo, sin aceptar el patriotismo y sin oponemos a él, si es o no un veneno.

Primero que nada, ¿cuándo son ustedes patrióticos? No son patrióticos todos los días. No sostienen permanentemente ese sentimiento patriótico. En la escuela son educados esmeradamente para el patriotismo, por medio de los libros de historia que dicen que el país de ustedes ha derrotado a algún otro país, que es mejor que otros países. ¿Por qué ha habido esta preparación de la mente para el patriotismo, el cual, a mi entender, es una cosa antinatural? No es que no tengan que apreciar la belleza de un país más tal vez que la de otros países; pero esa apreciación no tiene nada que ver con el patriotismo, es apreciación de la belleza. Por ejemplo, hay ciertas partes del mundo donde no crece un solo árbol, donde el Sol es deslumbrante y abrasador; pero eso tiene su propia belleza. Por cierto, un hombre que gusta de la sombra, de las hojas que danzan, no por eso es patriótico. El patriotismo ha sido cultivado, ejercitado como un medio de explotación. No es una cosa instintiva en el hombre. Lo instintivo en el hombre es la apreciación de la belleza, no el decir “mi país”. Pero eso ha sido cultivado por aquéllos que desean buscar mercados extranjeros para sus mercancías. O sea, si tengo en mis manos los medios de producción y he saturado este país con mis productos y, entonces, quiero expandirme, tengo que ir a otros países, tengo que conquistar mercados en otros países. Por lo tanto, debo disponer d e medios de conquista. Así que digo “nuestro país” y estimulo toda esta cosa a través de la prensa, de la propaganda, de la educación, de los libros de historia, etc., estimulo este sentimiento de patriotismo; de esta manera, en un momento de crisis, todos nos lanzamos a combatir a otro país. Y los explotadores juegan con este sentimiento de patriotismo hasta que todos hemos sido tan embaucados que estamos dispuestos a pelear por nuestro país, llamando bárbaros a los otros y todo lo demás.

Esto es algo obvio, no lo invento. Ustedes pueden estudiarlo. Es obvio si lo consideran con una mente libre de prejuicios, una mente que no quiere identificarse ni con el patriotismo ni con el antipatriotismo, sino que trata de descubrir. ¿Qué ocurre cuando descubren que el patriotismo es realmente un obstáculo para una vida completa, plena, verdadera? No tienen que luchar contra él. Ha desaparecido completamente.

Comentario: Uno tendría que hacer frente a la ley del país.

KRISHNAMURTI: ¡La ley del país! ¿Por qué no? Por cierto, si usted está libre de patriotismo y la ley del país interfiere con usted y lo envía a la guerra y usted no se siente patriótico, entonces puede volverse objetor de conciencia, o ir a prisión, entonces tiene que oponerse a la ley. La ley está hecha por seres humanos y, ciertamente, puede ser quebrantada por seres humanos. ( Aplausos ) Por favor, no se molesten en aplaudir, es una pérdida de tiempo.

¿Qué sucede, pues? El patriotismo, sea del tipo occidental o del tipo oriental, es la misma cosa, es un veneno que deforma realmente el pensar en los seres humanos. Por consiguiente, es una enfermedad, y cuando usted comience a comprender, a darse cuenta de que es una enfermedad, verá que su mente reacciona contra esa enfermedad. Cuando en tiempo de guerra todo el mundo hable de patriotismo, usted conocerá la falsedad que implica y, en consecuencia, actuará como un ser humano.

Del mismo modo, por ejemplo, la creencia es un obstáculo. Esto es, la mente no puede pensar de manera completa, plena, si está amarrada a una creencia. Es como un animal atado a un poste por una cuerda. No importa si la cuerda es larga o corta; está atado, así que no puede corretear libremente, de manera plena, completa y amplia; sólo puede moverse dentro de la longitud de esa cuerda. Por cierto, un movimiento semejante no es pensar; es moverse sólo dentro del círculo limitado de la creencia. Ahora bien, las mentes de los hombres se encuentran amarradas a una creencia; por lo tanto, son incapaces de pensar. Casi todas se han identificado con una creencia y, por eso, su pensamiento está siempre circunscripto, limitado por esa creencia o ese ideal; de aquí la insuficiencia del pensamiento. Las creencias separan a la gente. Si usted ve eso, si realmente ve con todo su ser que la creencia condiciona al pensamiento, ¿qué ocurre? Se da cuenta de que su pensamiento está condicionado, atrapado en una creencia, que está amarrado a ella. En la llama de esa percepción alerta reconocerá la necedad de la creencia; por lo tanto, empezará a liberar a la mente del condicionamiento y, en consecuencia, comenzará a pensar de manera completa, plena.

Por favor, experimente con esto y verá que la vida no es un proceso de continua batalla contra normas que se oponen a lo que usted desea hacer. Entonces no existe ni lo que usted desea hacer ni la norma, sino la acción correcta sin identificación personal.

Tomemos otro ejemplo. Usted teme a lo que podría decir su vecino -un temor muy simple-. Ahora bien, es inútil desarrollar lo opuesto a ese temor, que es decir: “No me importa lo que diga el vecino”, y hacer algo en respuesta a esa oposición. Pero si realmente se da usted cuenta de por qué siente temor al vecino, entonces el temor cesa por completo. Para descubrir ese “por qué”, la causa de cualquier temor, usted debe estar plenamente atento en ese instante del temor, y entonces verá cuál es la causa; tiene miedo de perder un empleo, podría no casar a su hijo o hija, quiere encajar en la sociedad y así sucesivamente. Así, mediante este proceso de vigilancia de la mente, de esta constante percepción alerta, comienza usted a descubrir; y en esa llama se quema la escoria de los patrones falsos. Entonces la vida deja de ser una batalla. Entonces no hay nada que deba ser conquistado.

Tal vez ustedes no acepten esto. Tal vez no acepten lo que estoy diciendo, pero pueden experimentar. Experimenten con estos tres ejemplos que les he dado: temor, creencia, patriotismo, y verán cómo sus mentes están atadas, condicionadas, y que debido a eso la vida se convierte en un conflicto. Donde la mente se halla esclavizada, condicionada, tiene que haber conflicto, sufrimiento. Porque, después de todo, el pensar es como las aguas de un río, debe estar en continuo movimiento. Ese movimiento es la eternidad. Si condicionan el libre fluir de ese movimiento del pensar, de la mente y del corazón, entonces tiene que haber conflicto, y ese conflicto debe, entonces, tener un remedio. Y así comienza el proceso: la búsqueda de remedios, sustitutos, y el no tratar jamás de descubrir la causa de este conflicto. Por lo tanto, mediante este proceso de plena percepción alerta, liberan ustedes a la mente y al corazón de todos los obstáculos que han sido puestos allí por el medio en que viven; y mientras el medio esté condicionando a la mente, mientras la mente no haya descubierto el verdadero significado de ese medio, tiene que haber conflicto y, en consecuencia, la falsa respuesta que es la autodisciplina.

Pregunta: Cuando uno ha descubierto por sí mismo que todos los métodos para escapar del presente han resultado inútiles, ¿qué más queda ahí por hacer?

KRISHNAMURTI: Cuando usted descubre que está huyendo del conflicto, que su mente escapa mediante remedios superficiales, quiere saber lo que queda ahí. ¿Qué queda? Inteligencia, comprensión, ¿no es así? Supongamos que experimenta alguna clase de dolor, puede ser el dolor de la muerte o algún tipo de dolor momentáneo. Cuando existe el dolor de la muerte, escapa mediante esta creencia en la reencarnación, o en la creencia de que la vida existe y continúa del otro lado. Examiné eso la noche anterior, así que no lo investigaré aquí. Pero cuando usted reconoce que eso es un escape, ¿qué sucede? Entonces observa atentamente el remedio a fin de descubrir su significado, de descubrir si tiene algún valor; y, en el proceso del descubrimiento, ha nacido la inteligencia, la comprensión; y esa inteligencia suprema es la vida misma. Uno no necesita nada más.

O suponga que tiene algún tipo de dolor momentáneo y quiere escapar de él, escapar y tratar de divertirse, de olvidarlo. Al tratar de olvidar, jamás comprende la causa de ese dolor. Así que multiplica los medios de olvidar; pueden ser el cine, una iglesia o cualquier cosa. Por lo tanto, no es cuestión de lo que queda después de que uno ha dejado de escapar, sino que, en el acto de procurar descubrir el valor de los escapes que uno ha creado para sí mismo, hay verdadera inteligencia, y esa inteligencia es felicidad creativa, plenitud de realización.

Pregunta: ¿Cuál es la causa fundamental del miedo?

KRISHNAMURTE ¿No es la conservación propia con todas sus sutilezas? Por ejemplo, usted puede tener dinero y, por eso, no se preocupa acerca de la competencia por conseguir un empleo; pero teme alguna otra cosa, teme que su vida puede acabar súbitamente y que tal vez haya extinción, o teme la pérdida de dinero. Por consiguiente, si lo considera, podrá ver que el miedo existirá mientras continúe esta idea de la conservación propia, mientras la mente se aferre a esta idea de la conciencia egocéntrica, idea que he explicado la noche anterior. Mientras esa conciencia del ego permanezca, tiene que haber miedo; y ésa es la causa fundamental del miedo. Y también he tratado de explicar la otra noche cómo se origina esta conciencia a la que llamamos el “yo”, cómo es creada por las falsas condiciones externas, o sea, por el medio en que vivimos, y por la lucha que genera ese medio. Es decir, tal como el sistema existe actualmente, a fin de poder siquiera vivir uno tiene que luchar para sí mismo, y eso crea miedo; entonces tratamos de encontrar remedios para librarnos de este miedo. Mientras que, si cambiáramos realmente la condición que da origen a este miedo, entonces no habría necesidad de remedios; habríamos llegado a la fuente misma, al creador del miedo. ¿No podemos concebir un estado donde no tengamos que luchar por nuestra existencia? No es que no haya otras clases de miedo, las investigaremos más adelante; pero existe esta idea de la nacionalidad, esta idea de la conciencia racial, la conciencia de clase, están los medios de producción en manos de unos pocos y, en consecuencia, el proceso de explotación. Son estas cosas las que nos impiden vivir naturalmente, sin esta continua lucha por la conservación propia y la seguridad, la cual, digo, es absurda en un estado de inteligencia. En realidad, somos exactamente como animales, aunque podamos titulamos civilizados: cada uno luchando para sí mismo y para su familia. Y ésta es una de las causas fundamentales del temor. Si comprendieran de verdad el medio en que viven y la lucha contra ese medio, entonces no se preocuparían y el temor perdería su asidero.

Pero hay un temor de otra clase, el temor a la pobreza interna. Está el temor a la pobreza externa, y después el temor a ser superficial, el temor al vacío y a la soledad. Así, estando atemorizados, recurrimos a los diversos remedios en la esperanza de enriquecemos internamente. En realidad, ¿qué es lo que ocurre? Estamos meramente tapando ese hueco, esa superficialidad, mediante innumerables remedios. Puede ser el remedio de la literatura, el leer muchísimo -no es que yo esté contra la lectura-, puede ser esta exageración por el deporte, esta continua prisa, este afán de mantenemos juntos a toda costa, de escapamos, de pertenecer a ciertos grupos, a ciertas clases, a ciertas sociedades, de estar en las camarillas, entre la gente de la alta sociedad. Ustedes saben, todos pasamos por eso. Todas estas cosas sólo indican el miedo a esa soledad que debemos afrontar inevitablemente un día u otro. Y mientras exista esa vacuidad, esa superficialidad, ese hueco, esa carencia intema, tiene que haber miedo.

Estar realmente libres de ese miedo, lo cual implica estar libres de esa vacuidad, de esa superficialidad, es no tapar todo eso mediante remedios, sino más bien reconocer esa superficialidad, darnos cuenta de ella, lo cual proporciona a la mente el estado de alerta necesario para descubrir los valores y el significado de cada experiencia, de cada patrón, de cada circunstancia ambiental. Gracias a eso descubrirán la verdadera inteligencia, y la inteligencia es profunda, insondable, ilimitada; por consiguiente, desaparece la superficialidad. Cuando tratamos de tapar esa vacuidad, de obtener algo a fin de llenarla, la vacuidad aumenta más y más. Pero, si sabemos que estamos vacíos, si no tratamos de escapar, en esa percepción alerta la mente se vuelve muy aguda, porque uno está sufriendo. Tan pronto somos conscientes de que estamos vacíos, huecos, tiene lugar un conflicto tremendo. En ese momento de conflicto estamos descubriendo, a medida que avanzamos, el significado de la experiencia, los patrones y valores de la sociedad, de la religión, de las condiciones que nos han impuesto. En vez de tapar el vacío, hay profundidad de inteligencia. Entonces uno jamás se siente solo, ya sea que esté consigo mismo o con una enorme multitud; entonces no hay tal cosa como vacuidad interna, superficialidad.

Pregunta: ¿Actuará ¡a gente por instinto, o alguien tendrá que señalarle siempre el modo de obrar?

KRISHNAMURTI: Bueno, el instinto no es cosa en la que pueda confiarse, ¿verdad? Porque el instinto ha sido tan pervertido, está tan amarrado por la tradición, por la autoridad, por las condiciones ambientales, que ya no podemos confiar en él. O sea, el instinto de posesión es una cosa falsa, antinatural. Le explicaré por qué. Ha sido creado por una sociedad basada en la seguridad individual; por lo tanto, el instinto de posesión ha sido esmeradamente cultivado a lo largo de generaciones. Decimos: “Soy instintivamente posesivo. Está en la naturaleza humana ser posesivo”; pero si realmente lo considera, verá que el instinto de posesión ha sido cultivado por condiciones falsas; en consecuencia, no es un verdadero instinto. Así tenemos muchos instintos que han sido falsamente fomentados, y si dependemos de otro para que nos saque de estos patrones falsamente instintivos, entonces caeremos en otra jaula, crearemos otro conjunto de patrones que volverán a desnaturalizar nuestra acción. Mientras que, si examinamos realmente cada instinto y no tratamos de identificamos con él, sino que procuramos descubrir su significado, entonces de allí surge una acción natural y espontánea, la verdadera intuición.

Vean, afortunada o desafortunadamente, ustedes han estado aquí en mis pláticas durante los últimos cuatro o cinco días, y el hecho de oír meramente mis pláticas no va a producir nada, no va a darles sabiduría. Lo que da sabiduría es la acción. La sabiduría no es cosa que pueda comprarse ni adquirirse de las enciclopedias ni leyendo filosofías. Yo jamás he leído ninguna clase de filosofías. Sólo en el proceso dé la acción empieza uno a discernir qué es falso y qué es verdadero; y muy pocas personas están alerta, con un deseo vehemente de actuar. Prefieren más bien sentarse y discutir, o asistir a las iglesias, o crear misterios de nada, porque sus mentes son holgazanas, perezosas, y tras eso está el miedo de ir contra la sociedad, contra el orden establecido. Por lo tanto, oír mis pláticas o leer lo que he dicho, no va a despertar la inteligencia o conducirlos hacia la verdad, hacia el éxtasis de la vida, la cual es un movimiento constante. Lo que trae sabiduría es darse cuenta de uno de esos obstáculos y actuar. Tome, como dije, el obstáculo del patriotismo o el de la creencia, y empiece a actuar; verá a qué insondable profundidad del pensar lo conducirá eso. Uno llega mucho más allá que cualquier teólogo teórico, que cualquier filósofo. En esa acción, usted descubrirá que llega un momento en que ya no está buscando un resultado de su acción, un fruto, sino que la acción misma tiene en sí un sentido. Como un científico que experimenta; si bien en el proceso de experimentar hay resultados, él continúa experimentando. Así, del mismo modo, en el proceso de experimentar, en el proceso de liberar de obstáculos a la mente y al corazón, tendrá lugar una acción, un resultado. Pero lo esencial es que exista este movimiento continuo de la mente y el corazón. Si toda acción es realmente la expresión de ese movimiento, entonces la acción se convierte en la nueva sociedad, en el nuevo medio; por lo tanto, la sociedad no se aproxima a algún ideal, sino que, en esa acción, también la sociedad se está moviendo, jamás es estática, jamás está quieta, y la moralidad es, entonces, una percepción y acción espontánea, no forzada por el temor ni impuesta externamente por la sociedad o la religión.


Así, en este proceso de liberar de lo falso a la mente, no hay reemplazo de lo falso por lo verdadero, sino que sólo existe lo verdadero. Entonces uno ya no está buscando una sustitución, sino que, en el proceso de descubrir lo falso, libera a la mente y le permite moverse y vivir en lo eterno; de este modo, la acción se vuelve una cosa espontánea, natural y, por ende, la vida llega a ser no una escuela donde aprendemos a competir, a pelear, sino algo para ser vivido inteligentemente, felizmente, supremamente. Una vida así es la vida de un ser humano completo.

2 de abril de 1934



OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 SEGUNDA PLÁTICA EN EL MUNICIPIO


Amigos:

Probablemente la mayoría de ustedes ha venido porque está a la búsqueda de algo. Al menos muchos se hallan aquí porque esperan encontrar algo asistiendo a esta reunión, porque buscan algo que no conocen pero que esperan descubrir. Se hallan aquí porque existe un deseo de encontrar la felicidad, porque todos, de un modo u otro, están sufriendo. Hay algo que roe constantemente nuestras mentes y nuestros corazones, estamos insatisfechos, nos sentimos incompletos, llenos de interrogantes. Se ofrecen continuas explicaciones para nuestros innumerables sufrimientos, y entonces vienen ustedes aquí para averiguar si pueden obtener algo a cambio de su búsqueda. Asistiendo a esta plática, esperan encontrar una respuesta a sus problemas, dar con la causa de su sufrimiento.

Ahora bien, ¿qué ocurre por lo general cuando sufren? Desean un remedio. Cuando hay un problema, desean una solución. Cuando les duele algo recurren a un remedio. Así, van de un remedio a otro. Sufrimos y queremos averiguar cuál es el remedio para ese sufrimiento, y así vamos de una lección a otra, de una experiencia a otra, de un remedio a otro, de un sistema a otro, de una creencia a otra creencia, cambiando continuamente nuestras sectas; o sea, vamos de una jaula a otra golpeando inútilmente contra estas rejas para descubrir por qué existe el sufrimiento. Al mismo tiempo, la mente y el corazón están buscando meramente un remedio, una explicación.

De este modo jamás encontraremos la explicación, porque ¿qué ocurre cuando estamos sufriendo? Nuestra exigencia inmediata es que ese sufrimiento se alivie, así que aceptamos un remedio que se nos ofrece, sin examinarlo debidamente, sin descubrir su verdadero significado. Aceptamos eso porque, psicológicamente, hemos desarrollado una esperanza, y esa esperanza nos enceguece; por lo tanto, no hay una comprensión clara de lo que ese remedio implica. Si reflexionan sobre ello, verán que es un hecho.

Acuden a un médico; les da un remedio. Nunca se preguntan qué es ese remedio. Todo lo que les interesa es que el dolor se vaya.

Si están buscando, pues, alguna cosa, se encuentran ustedes en esta reunión con esa misma actitud mental. Si se hallan aquí por curiosidad, bueno, me temo que no tengo nada que decir. Pero si se hallan aquí para descubrir, se sentirán decepcionados si están buscando un remedio, porque no quiero darles un remedio, una explicación; pero al considerar las cosas juntos, descubriremos cuál es la causa del sufrimiento.

Por lo tanto, para descubrir cuál es el origen del sufrimiento, no busquen un remedio; averigüen más bien qué es lo que causa ese sufrimiento. Uno puede tratar superficialmente con los síntomas, pero de ese modo no descubrirán la causa verdadera, básica, fundamental del sufrimiento. Sólo pueden descubrirla si no están creando una barrera mediante el anhelo inmediato de librarse de ese dolor. Por ejemplo, si pierden a alguien a quien amaban grandemente, hay un sufrimiento intenso. Entonces se les ofrece un remedio -que esa persona vive del otro lado, la idea de la reencarnación y demás-. Ustedes aceptan ese remedio para su sufrimiento, pero el dolor sigue ahí, sólo que lo han disimulado con una explicación, un remedio, una droga superficial. Mientras que si realmente trataran de descubrir cuál es la causa de ese sufrimiento, lo examinarían, intentarían averiguar el pleno significado del remedio que les ofrecen, ya sea la idea de que la persona vive del otro lado, o la creencia en la reencarnación.

En ese estado de la mente, cuando hay sufrimiento, existe una gran agudeza en el pensar, un intenso cuestionamiento; y este cuestionamiento intenso es el que, en realidad da origen al sufrimiento. ¿No es así? Si uno ha vivido junto con su mujer, su hermano o quien fuere, y esa persona ha muerto, uno se enfrenta cara a cara con su propia soledad, lo cual crea en la mente la actitud de cuestionamiento -al tomar plena conciencia de esa soledad-. Ese momento de aguda percepción alerta, de conciencia plena, es el momento de descubrir cuál es la causa del sufrimiento.

Ahora bien, para descubrir la causa del sufrimiento, tiene que existir ese estado agudo de la mente y del corazón, el cual busca, trata de descubrir. En ese estado, uno verá que la mente y el corazón se han vuelto esclavos del medio. La mente, en la inmensa mayoría de las personas, no es otra cosa que el medio en que vivimos. La mente y el corazón son el medio y dependen de él para su condición; en tanto la mente sea una esclava del medio, tendrá que haber sufrimiento, es inevitable el continuo conflicto del individuo contra la sociedad.

Y el individuo estará libre del medio sólo cuando él, cuestionando el medio, supere la limitación que el medio le ha impuesto. O sea, eso ocurre sólo cuando comprendemos el significado de cada medio, el verdadero valor del medio que la sociedad y las religiones han establecido en tomo a nosotros y nos abrimos paso por la limitación impuesta, con lo cual nace la verdadera inteligencia.

Después de todo, uno es desdichado porque no hay inteligencia, la cual es comprensión. Cuando uno comprende una cosa, ya no está más en conflicto, ya no está limitado por lo que le han impuesto la autoridad, la tradición, los prejuicios profundamente arraigados. Por consiguiente, la inteligencia es necesaria para ser supremamente feliz y, a fin de despertar esa inteligencia, la mente debe estar libre del medio. Las innumerables incrustaciones creadas, en el curso de los tiempos, por las religiones y la sociedad, se han convertido en nuestro medio. Uno puede estar libre del medio que los individuos han creado, sólo cuando comprende sus patrones, sus valores, sus prejuicios, sus autoridades, y entonces comienza a averiguar que la causa fundamental del sufrimiento es la falta de verdadera inteligencia, y esa inteligencia no puede descubrirse por algún proceso milagroso, sino estando continuamente alerta y, por lo tanto, cuestionando constantemente, tratando de descubrir lo falso y lo verdadero que hay en el medio establecido en tomo a nosotros.

Me han entregado algunas preguntas y voy a tratar de contestarlas esta tarde.


Pregunta: ¿Cree usted en Dios? ¿Es usted ateo?

KRISHNAMURTI: Presumo que todos ustedes creen en Dios. Tiene que ser así, porque son todos cristianos, al menos manifiestan serlo; por lo tanto, tienen que creer en Dios. 

Ahora bien, ¿por qué creen en Dios? Por favor, enseguida voy a contestarle, así que no me llame ateo o teísta. ¿Por qué creen en Dios? ¿Qué es una creencia? Uno no cree en algo que es obvio, como la luz del Sol, como la persona que se sienta junto a nosotros; no tiene que creer. Mientras que su creencia en Dios no es algo real. Es cierta esperanza, cierta idea, cierto anhelo preconcebido que puede no tener nada que ver con la realidad. Si usted no creyera, sino que tomara verdadera conciencia de esa realidad en su vida, tal como es consciente de la luz del Sol, entonces toda la conducta en su vida sería diferente. Hoy por hoy, la creencia de ustedes no tiene nada que ver con sus vidas cotidianas. Así que para mí carece de importancia que crean o no crean en Dios. {Aplausos) Por favor, no se molesten en aplaudir. Hay muchas preguntas para contestar.

Por lo tanto, la creencia o el descreimiento de ustedes con respecto a Dios, son para mí lo mismo, porque ambas cosas carecen de realidad. Si ustedes estuvieran realmente atentos a la verdad, como están atentos a esa flor, si fueran verdaderamente conscientes de esa verdad como lo son del aire fresco y de la falta de aire fresco, entonces toda la vida que llevan, toda su conducta, su comportamiento, sus mismos afectos, sus mismos pensamientos, serían diferentes. Ya sea que se titulen creyentes o incrédulos, no lo demuestran por su conducta; por lo tanto, tiene muy poca importancia que crean o no crean en Dios. Es tan sólo una idea superficial impuesta por las condiciones y el medio, impuesta mediante el temor, la autoridad, la imitación. En consecuencia, cuando preguntan: “¿Usted cree? ¿Es ateo?”, no puedo responderles de manera categórica, porque para ustedes la creencia es mucho más importante que la realidad. Digo que existe algo inmenso, inconmensurable, insondable; existe alguna inteligencia suprema, pero uno no puede describirla. ¿Cómo podrían usted describir el gusto de la sal si nunca la hubieran probado? Y están las personas que jamás han probado la sal, que jamás tienen conciencia de esta inmensidad en sus vidas y que comienzan por preguntar si yo creo o si yo no creo, porque la creencia es para ellas mucho más importante que esa realidad que podrían descubrir si vivieran rectamente, auténticamente; pero como no viven auténticamente, piensan que la creencia en Dios es algo esencial para ser auténticamente humano.

Así que, para mí, es tan absurdo ser ateo como teísta. Si ustedes supieran qué es la verdad, qué es Dios, no serían ni teístas ni ateos, porque en ese estado de percepción la creencia es innecesaria. El hombre que no percibe, que sólo abriga esperanzas y supone, es el que recurre a la creencia o a la incredulidad para que lo sostengan y lo conduzcan en una dirección particular.

Ahora bien, si abordan esto de una manera por completo diferente, descubrirán por sí mismos, como individuos, algo real que está más allá de todas las limitaciones de las creencias, más allá de la ilusión de las palabras. Pero eso, el descubrimiento de la verdad o de dios, exige gran inteligencia, la cual no es una afirmación de creencia o de incredulidad, sino el reconocimiento de los obstáculos creados por la falta de inteligencia. Para descubrir, pues, a Dios o la verdad -y yo digo que tal cosa existe, la he realizado-, para reconocer eso, para realizarlo, la mente debe estar libre de todos los obstáculos que han sido creados en el curso de los tiempos, obstáculos basados en la autoprotección y en la seguridad propia. Ustedes no pueden estar libres de la seguridad diciendo meramente que están libres.

A fin de atravesar los muros de estos obstáculos, necesitan muchísima inteligencia, no más y más intelecto. La inteligencia es, para mí, la plena armonía de la mente y el corazón; entonces descubrirán por sí mismos, sin preguntárselo a nadie, qué es esa realidad.

¿Qué es lo que ocurre en el mundo? Ustedes tienen un Dios cristiano, tienen dioses hindúes, los mahometanos tienen su propia concepción de Dios; está cada pequeña secta con su verdad particular; y todas estas verdades se están volviendo como otras tantas enfermedades en el mundo, separan a la gente. Estas verdades, en manos de unos pocos, se convierten en medios de explotación. Ustedes acuden a cada una de ellas, una tras otra, probándolas todas, porque comienzan a perder todo sentido de discriminación, porque están sufriendo y desean un remedio y aceptan cualquier remedio que les ofrece alguna secta, sea cristiana, hindú o cualquier otra secta. Entonces, ¿qué está sucediendo? Sus dioses los dividen, sus creencias en Dios los dividen y, no obstante, hablan de la hermandad del hombre, de la unidad en Dios, pero al propio tiempo niegan la cosa misma que desean descubrir, porque se aferran a estas creencias como el medio más poderoso para destruir la limitación, mientras que ellas no hacen sino intensificarla.

¡Estas cosas son tan obvias! Si ustedes son protestantes, sienten horror por los católicos romanos; y si son católicos romanos sienten horror por todos los demás que no lo son. Eso ocurre en todas partes, no sólo aquí. Ocurre en la India, entre los mahometanos, entre todas las sectas religiosas; porque para todos, la creencia, esa cosa tan cruel, es más vital, más importante que lo genuinamente humano que significa el descubrimiento de la verdad. Por eso, las personas que creen tanto en Dios, no están realmente enamoradas de la vida. Están enamoradas de una creencia, pero no de la vida; por lo tanto, sus mentes y sus corazones se marchitan y se vuelven insignificantes, vacuos, superficiales.

Pregunta: ¿Cree usted en la reencarnación?

KRISHNAMURTE Primero que nada, no sé cuántos de ustedes están versados en la idea de la reencarnación. Les explicaré brevemente lo que significa. Significa que, a fin de alcanzar la perfección, debemos pasar por una serie de vidas, acumulando más y más experiencias, más y más conocimientos, hasta que llegamos a esa realidad, a esa perfección. Breve y crudamente, sin entrar en las sutilezas de ello, eso es la reencarnación: que uno, como el “yo”, la entidad, el ego, adopta una serie de formas, vida tras vida, hasta que alcanza la perfección.

Ahora no voy a responder si creo o no, ya que voy a mostrar que la reencarnación carece de importancia. No rechacen inmediatamente lo que digo. ¿Qué es el ego? ¿Qué es esta conciencia a la que llamamos el “yo”? Les diré lo que es, y tengan la bondad de considerarlo, no lo rechacen. Ustedes están aquí para comprender lo que digo, no para crear, a causa de su creencia, una barrera entre ustedes y quien les habla. ¿Qué es el “yo”, ese punto focal que ustedes llaman el “yo”, esa conciencia de la cual la mente está percatándose todo el tiempo? O sea, ¿cuándo están conscientes del “yo”? ¿Cuándo están conscientes de sí mismos? Sólo cuando se sienten frustrados, cuando algo les estorba, cuando hay una resistencia; de lo contrario, están supremamente inconscientes de su pequeña personalidad, de su “yo”. ¿No es así? Sólo están conscientes de sí mismos cuando hay un conflicto. Por lo tanto, como no vivimos sino en conflicto, estamos conscientes del “yo” la mayor parte del tiempo, por eso existe esa conciencia, esa concepción, la cual tiene su origen en el “yo”. El “yo”, en ese conflicto, no es otra cosa que la conciencia de uno mismo como una forma con un nombre, con ciertos prejuicios, ciertas idiosincrasias, tendencias, facultades, ansias y frustraciones; y esto, piensan ustedes, tiene que continuar, crecer y alcanzar la perfección. ¿Cómo puede esa conciencia limitada alcanzar la perfección? Puede expandirse, puede crecer, pero eso no sería perfección por amplio y global que fuera el crecimiento, porque sus bases son el conflicto, los malentendidos, los obstáculos. Así que uno se dice: “Tengo que vivir como una entidad más allá de la muerte; por lo tanto, debo regresar a esta vida hasta que alcance la perfección”.

Ahora bien, ustedes dirán: “Si elimino este concepto del ‘yo’, ¿cuál es el punto focal de mi vida?”. Espero que estén siguiendo esto. Ustedes dicen: “Si libero a la mente de esta conciencia de mí mismo como un ‘yo’, ¿qué es, entonces, lo que queda?” ¿Qué queda cuando uno es supremamente feliz, creativo? Queda esa felicidad. Cuando somos realmente felices, o cuando estamos intensamente enamorados, no existe un “tú”. Existe ese tremendo sentimiento de amor, o ese éxtasis. Yo digo que eso es lo real. Todo lo demás es falso.

Descubramos, pues, qué es lo que da origen a estos conflictos, a estos obstáculos, a esta continua; fricción, averigüemos si es algo artificial o real. Si es real, si esta fricción significa el proceso mismo de la vida, entonces tiene que ser real la conciencia del “yo”. Y bien, sostengo que esta fricción es una cosa falsa que no puede existir en una humanidad donde haya una planificación bien organizada para las necesidades de los seres humanos, donde haya verdadero afecto. Averigüemos, pues si el “yo” es la falsa creación de un medio falso, de una sociedad falsa, o si el “yo” es algo permanente, eterno. Para mí, esta conciencia limitada no es eterna. Es el resultado de un medio falso y de creencias falsas. Si ustedes estuvieran haciendo lo que realmente anhelan hacer en la vida, si no fueran forzados a desempeñar alguna tarea particular que detestan, si estuvieran siguiendo su verdadera vocación y realizándose plenamente en ella, entonces el trabajo ya no sería una fricción. Para un pintor, un poeta, un escritor, un ingeniero que realmente ama su trabajo, la vida no es una carga.

Pero el trabajo que ustedes hacen no es su vocación. El medio y las condiciones sociales los obligan a realizar cierto trabajo, les guste o no, y de este modo ya han creado una fricción. Después, ciertas normas morales ciertas autoridades, han establecido diversos ideales acerca de lo que es verdadero, falso, virtuoso, etc., y ustedes los aceptan. Se han cubierto con este manto sin comprenderlo, sin descubrir su verdadero valor y, debido a eso, han creado ficción. Así, de manera gradual, la mente de ustedes se falsea, se pervierte en el conflicto hasta que se vuelve consciente de ese “ yo” y de nada más. Por lo tanto, comienzan con una causa errónea producida por un medio erróneo, y tienen una respuesta errónea.

Así que, para mí, no es importante si la reencarnación existe o no. Lo que importa es la plenitud de realización, la cual es perfección. No podemos realizamos en un futuro. Esa plenitud no es del tiempo. Se encuentra en el presente. ¿Qué es, entonces, lo que sucede? A causa de la fricción, del continuo conflicto, se va creando la memoria, la memoria como el “yo” y “lo mío”, la cual se vuelve posesiva. Esa memoria tiene muchas capas y constituye la conciencia que llamamos el “yo”. Y lo que digo es que este “yo” es el falso resultado de un medio falso y, por eso, sus soluciones deben ser enteramente falsas, ilusorias. Mientras que, si como individuos, comienzan a percatarse de las limitaciones del medio impuestas a ustedes por la sociedad, por las religiones, por las condiciones económicas, y empiezan a cuestionar y, de tal modo, crean conflicto, entonces disiparán esa pequeña conciencia a la que llaman el “yo”; entonces sabrán qué es esa plenitud de realización, ese vivir creativo en el presente.

Voy a explicarlo de otra manera. Muchos científicos dicen que la individualidad, esta conciencia limitada, existe después de la muerte. Han descubierto el ectoplasma y todo eso, y dicen que la vida existe más allá de la muerte. Tendrán que seguir esto con un poquito de cuidado, como espero que hayan seguido la otra parte; si no, no lo comprenderán. La individualidad, esta conciencia, esta limitada conciencia egocéntrica, es un hecho en la vida. Es un hecho en la vida de ustedes, ¿no es así? Es un hecho, pero carece de realidad. Ustedes están todo el tiempo conscientes de sí mismos, y eso es un hecho, pero, como se los he demostrado, carece de realidad. Es tan sólo el hábito de siglos de un medio humano falso que ha convertido en hecho algo que no es real. Y aunque ese hecho pueda existir, como existe, en tanto continúe no puede haber plenitud de realización.

Y yo digo que realizar la perfección no implica acumulación de virtudes ni postergación, sino armonía completa del vivir en el presente. Señores, supongamos que ustedes tienen hambre ahora y yo les prometo comida para la semana próxima: ¿qué valor tiene eso? O si han perdido a alguien a quien amaban intensamente, aunque les puedan decir o aunque incluso sepan por sí mismos como un hecho que esa persona vive del otro lado, ¿qué hay con eso? Lo que importa, y en realidad ocurre, es que existe esa vacuidad, esa soledad en el corazón y en la mente, ese vacío inmenso; y pensamos que podemos alejamos, escapar de ello mediante este conocimiento de que nuestro hermano o nuestra esposa o nuestro marido vive todavía. En esa conciencia sigue habiendo muerte, sigue habiendo una limitación, un vacío, una roedura continua del dolor. Mientras que si libramos a la mente de esa conciencia del “yo” descubriendo los valores correctos del medio, valores que nadie puede decimos cuáles son, entonces conoceremos por nosotros mismos esa realización plena que es la verdad, que es Dios, o el nombre que quieran darle. Pero mediante el desarrollo de esa limitada conciencia egocéntrica que es el falso resultado de una causa falsa, no descubriremos qué es la verdad, que es Dios, la felicidad, la perfección; porque en esa conciencia egocéntrica tiene que haber continuamente conflicto, esfuerzo y desdicha.

Pregunta: ¿Es usted el Mesías?

KRISHNAMURTI: ¿Importa mucho eso? Ustedes saben, ésta es una de las preguntas que me formulan en todas partes adonde voy; me la formulan reporteros de periódicos para un artículo, personas del público que quieren saberlo porque piensan que la autoridad las convencerá. Y bien, jamás he negado ni afirmado ser el Mesías, el Cristo que ha regresado: eso no importa. Nadie puede decírselo. Aunque yo se lo dijera no tendría ningún valor, así que no voy a decírselo, porque para mí eso no viene al caso, es inútil, carece de importancia. Después de todo, cuando usted ve una magnífica escultura, una pintura maravillosa, lo que hay es regocijo: pero me temo que casi todos ustedes se interesan en quién ha hecho esa pintura, en quién es el escultor. No se interesan realmente en la pureza de la acción,ya se trate de una pintura, de una estatua o del pensamiento; les interesa saber quién es el que habla. Eso indica, pues, que no tienen la capacidad de descubrir el mérito intrínseco de una idea, sino que se interesan más bien en el que la expresa. Y me temo que cultivan cada vez más el esnobismo, un esnobismo espiritual, tal como hay un esnobismo mundano; pero todos los esnobismos son la misma cosa.

Por lo tanto, amigos, no se preocupen de eso; traten más bien de descubrir si lo que digo es verdadero. En el acto de procurar descubrirlo, se verán libres de toda autoridad, esa cosa nociva. Para seres humanos creativos, de verdad inteligentes, no puede haber autoridad. Para descubrir si lo que digo es verdadero, no pueden abordarlo mediante la mera oposición o diciendo: “Nos han dicho tal cosa”, o “se ha dicho”, “ciertos libros han dicho esto y aquello”, “nuestros espíritus guías lo han dicho”. Ustedes saben, esto es lo más reciente: “Nuestros espíritus guías han dicho tal cosa”. No sé por qué dan ustedes más importancia a esos espíritus que están muertos, que a los vivos. Saben que los vivos pueden contradecirlos, por eso no les prestan mucha atención; pero los espíritus que ustedes conocen, siempre pueden engañarlos.

Hemos adiestrado nuestras mentes, no para apreciar una cosa por sí misma, sino más bien para apreciar a quienes la han creado, al que la ha pintado, al que la ha dicho. De este modo, nuestras mentes v nuestros corazones se vuelven cada vez más superficiales, vacuos, y en eso no hay ni afecto ni un pensar verdadero, razonable, sino meramente montones de prejuicios.

Pregunta: ¿Qué es la espiritualidad?

KRISHNAMURTI: Yo digo que es un vivir armonioso. Ahora espere un momento. Le explicaré lo que quiero decir. Uno no puede vivir armoniosamente si es nacionalista. ¿Cómo podría? Si uno tiene conciencia de raza, conciencia de clase, ¿cómo puede vivir de manera inteligente, suprema? ¿Cómo puede vivir armoniosamente cuando es posesivo, cuando existe esa idea de “lo mío” y “lo tuvo”? ¿Cómo puede uno vivir inteligentemente y, por lo tanto, armoniosamente, si está limitado por creencias? Después de todo, la creencia es tan sólo un modo de escapar del conflicto presente. Un hombre que se halla en conflicto inmenso con la vida y desea comprender, no tiene creencias, se encuentra en un proceso de experimentación. Un científico no empieza con una creencia en sus experimentos, comienza experimentando. Y un hombre atado a la autoridad social o religiosa no puede, por cierto, vivir armoniosamente y, por ende, espiritualmente, inteligentemente. La autoridad, pues, es sólo el proceso de imitación, de falsedad. Un hombre lleno de pensamientos no está libre de la autoridad, porque la autoridad lo convierte en nada más que un mecanismo imitativo, en una pieza de máquina, ya sea una máquina social o religiosa. Por lo tanto, el hombre espiritual es aquél que puede vivir armoniosamente, y en esa armonía su mente y su corazón son normales, sanos, plenos, completos, y no están agobiados por el miedo.

Pregunta: El estudio de la música o del arte en general, ¿tiene algún valor para alguien que desea alcanzar la realización de la que usted habla?

KRISHNAMURTI: ¿Quiere decir que va a escuchar música como si fuera a obtener algo a cambio? Por cierto, la música no es una mercadería para venderse. Usted va allí para su propio disfrute, no para obtener algo a cambio. No es una tienda. Por cierto, la realización de la verdad o un vivir extático, no implican una continua acumulación de cosas, acumulación de ideas, acumulación de sanciones. Usted va a ver una bella pintura o una hermosa obra arquitectónica, alguna de estas cosas, porque las disfruta, no porque vaya a recibir algo a cambio. Esta sería una verdadera actitud materialista, una actitud mercantil, de canje. Es la manera como se aproximan a la realidad, a Dios; se dirigen a Dios con oraciones, flores, confesiones, sacrificios, porque van a obtener algo a cambio. Por consiguiente, sus sacrificios, sus oraciones, sus imploraciones, sus súplicas, carecen de valor, porque ustedes buscan algo a cambio. Es como el hombre que es bondadoso porque van a darle algo, y todo el proceso de la civilización se basa en eso. El amor es una mercadería con la que se trafica. La espiritualidad o realización de la verdad, es algo que buscan a cambio de alguna acción virtuosa. Señor, no es una acción virtuosa cuando a cambio de ella usted busca algo más.

Pregunta: Si los sacerdotes y las iglesias, asi como organizaciones similares, actúan con los hombres en el sentido de un primer auxilio para aliviar los síntomas hasta que llegue el Gran Médico para tratar con la causa, ¿es malo eso?

KRISHNAMURTI: Por lo tanto, crean ustedes a los sacerdotes y las religiones como el primer escalón. ¿Es eso? ¿Esperan que algún otro venga y les revele la causa? Usted dice, hasta donde puedo entenderle: “Como hay tantos síntomas, como estamos sufriendo superficialmente, o sea, tratando con los síntomas, necesitamos tener sacerdotes e iglesias”. Y bien, ¿es eso lo que usted dice? ¿Reconoce eso? ¿Reconoce y afirma que las iglesias y los sacerdotes tratan tan sólo con los síntomas? Si realmente reconoce eso, entonces descubrirá la causa. Pero usted no hará tal cosa; no dice que los sacerdotes y las iglesias tratan superficialmente con los síntomas. Si de verdad dijera y sintiera eso, entonces descubriría inmediatamente la causa por sí mismo, pero usted no dice eso. Dice que los sacerdotes y las iglesias lo llevarán hacia el descubrimiento de la causa, así que la pregunta no está correctamente planteada. La inmensa mayoría de las personas, prácticamente todas, creen que las iglesias y los sacerdotes les ayudarán a llegar hasta la verdad; no dicen que tratan sólo con los síntomas. Si lo dijeran, terminarían con ello inmediatamente mañana mismo. ¡Desearía que lo hicieran! Entonces descubrirían. Nadie necesitaría decirles cuál es la causa, porque estarían funcionando inteligentemente, comenzarían por cuestionar, no por aceptar. Se convertirían en verdaderos individuos, no serían máquinas manejadas por el medio social y por el temor. Entonces habría más atención, más afecto, más humanidad en el mundo, no estas espantosas divisiones.

Pregunta: Viendo que la sociedad humana tiene que ser cooperativa y colectiva, ¿qué valor puede tener el individuo para el éxito de la sociedad? El liderazgo reprime la libertad del individuo y hace inútil su singularidad.

KRISHNAMURTE “Viendo que la sociedad humana tiene que ser cooperativa y colectiva, ¿qué valor puede tener el individuo para el éxito de esa sociedad?” Ahora averigüemos si el individuo, siendo verdaderamente individual, no cooperará. Es decir, en vez de ser empujados a la cooperación por las circunstancias, tal como ocurre ahora -no debería decir “empujados a la cooperación”, ustedes no son cooperativos-, en vez de ser empujados por las condiciones a actuar para sí mismos, lo cual, por lo tanto, no es verdadera e inteligente cooperación, ¿es posible cooperar volviéndonos verdaderos individuos? Yo digo que, si nos volvemos verdaderamente individuales, es posible que haya una cooperación verdadera y natural, sin que seamos movidos por las circunstancias. Investiguemos, pues, eso.

Primero que nada, ¿son ustedes individuos que funcionan con la plenitud de su voluntad? Eso, al fin y al cabo, es el verdadero individuo, ¿no es así?, el hombre que funciona con plena libertad; de lo contrario, no son ustedes individuos, son simples piezas en una máquina manejada por otros. Por eso digo que sólo cuando sean auténticamente individuos, habrá verdadera cooperación. ¿Qué es, entonces, un individuo? No es un ser humano empujado a la acción por el medio en que vive, por las circunstancias. Digo que la auténtica individualidad consiste en liberar a la mente de las falsas condiciones extemas, y así, volviéndonos verdaderos individuos habrá, por fuerza, cooperación.

Por favor, ya es tarde y no puedo entrar en detalles, pero si están interesados reflexionarán sobre esto y verán que en este mundo, tal como está constituido, cada individuo pelea con su vecino buscando su propia seguridad, protección y preservación. No puede haber cooperación, es una imposibilidad. Sólo podrá haber cooperación, cooperación inteligente, humana, creativa -no cooperación egoísta- cuando ustedes, como individuos, llegan a ser individuos completos. O sea, cuando vean que, para tener verdadera cooperación en el mundo, no tiene que existir la competitiva búsqueda de la seguridad propia. Eso implica transformar toda la estructura de nuestra civilización, con sus intereses creados, su espíritu posesivo de clase, sus nacionalidades, su conciencia racial, sus religiones que dividen a la gente. Cuando ustedes, como individuos, sean realmente libres, cuando vean la significación de todas estas cosas y su falsedad, entonces, al volverse verdaderamente individuales, podrán cooperar inteligentemente; eso es inevitable. Lo que nos mantiene separados son nuestros prejuicios, nuestra falta de percepción de los valores genuinos, todos estos obstáculos que hemos creado; y sólo como verdaderos individuos podremos romper con este sistema. Eso significa que no pueden tener ninguna nacionalidad, este sentido de posesión -aunque puedan tener ropas, casas-. El sentido de posesión desaparece cuando han descubierto sus reales necesidades, cuando toda su actitud no es la actitud posesiva de la conciencia de clase.

Cuando cada individuo se interese en el bienestar de la comunidad, entonces podrá haber verdadera cooperación. Ahora no hay cooperación porque ustedes, como si fueran ovejas, son simplemente empujados por las circunstancias en una dirección u otra, y sus líderes los reprimen porque no los consideran sino medios de explotación; los explotan porque todo el pensamiento, toda la estructura de ustedes, es pura conservación propia a expensas de los demás. Y yo digo que habrá verdadera conservación propia, verdadera seguridad en el mundo, cuando ustedes, como individuos, destruyan las cosas que mantienen separadas a las personas, peleando unas contra otras en guerras continuas que son el resultado de las nacionalidades y de los gobiernos soberanos. Y les aseguro que no tendrán paz ni felicidad en tanto existan estas cosas, las que no harán sino traer cada vez más lucha, más guerras, más calamidades, penas y sufrimientos. Han sido creadas por los individuos y, como individuos, tienen ustedes que empezar a acabar con ellas y a liberarse de ellas; sólo entonces podrán realizar ese éxtasis de la vida.

I o de abril de 1934