38. LA TRANSFORMACIÓN
Pregunta: ¿Qué entiende usted por transformación?
KRISHNAMURTI: Es evidente que tiene que haber una revolución radical.
La crisis
mundial la exige.
Nuestras vidas la exigen.
Nuestros incidentes, empeños y
ansiedades de todos los días la exigen.
Nuestros problemas la exigen.
Tiene que
haber una revolución radical, fundamentad porque todo en torno nuestro se ha
derrumbado.
Aunque en apariencia haya orden, en realidad hay lenta
descomposición y destrucción: la ola de destrucción está constantemente
alcanzando a la ola de vida.
Tiene, pues, que haber una revolución; pero no una revolución basada en una
idea.
Semejante revolución es tan sólo la continuación de la idea, no una
transformación.
Y una revolución basada en una idea trae derramamiento de
sangre, destrucción.
Del caos no se puede establecer el orden; no es posible
que produzcáis deliberadamente el caos con la esperanza de que el orden surja de
ese caos.
No sois los elegidos de Dios para implantar un orden nacido de la
confusión.
Esa es la manera errónea de pensar de los que desean producir
creciente confusión para luego establecer el orden.
Por estar momentáneamente
en posesión del poder, se figuran que conocen todos los medios de crear orden.
Observando toda la catástrofe -la repetición constante de las guerras, los incesantes conflictos entre las clases sociales y entre los pueblos, la tremenda
desigualdad económica y social, la diferencia de capacidades y dones naturales, el
abismo entre los que disfrutan de extraordinaria dicha y tranquilidad, y los que
viven prisioneros del odio, del conflicto y de la miseria-, observando todo eso, se ve
que es necesaria una transformación completa, ¿no es cierto?
Esta transformación, esta revolución radical ¿es una finalidad o es de momento
a momento? Bien sé que nos agradaría que fuese la finalidad a alcanzar, ya que es
tanto más fácil pensar en términos de lejanía, de futuro.
Al final nos habremos
transformado, al final seremos felices, al final hallaremos la verdad; pero, mientras
tanto, continuemos como hasta ahora.
Una mente que así piensa en términos de
futuro, es incapaz de actuar en el presente; y por lo tanto una mente así no busca la
transformación, simplemente la rehuye. ¿Qué entendemos por transformación?
La transformación no es en el futuro; jamás puede serlo.
Sólo puede ser ahora,
de momento en momento.
¿Qué entendemos, pues, por transformación?
Es, sin
duda, algo muy sencillo: ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero.
Ver también la verdad en lo falso, y ver lo falso en aquello que ha sido aceptado
como la verdad; ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero es
transformación.
Porque cuando veis muy claramente que algo es la verdad, esa
verdad es libertadora.
Cuando veis que algo es falso, esa cosa falsa se desprende.
Cuando veis que las ceremonias son simples y vanas repeticiones; cuando veis la
verdad acerca de ellas y no las justificáis, prodúcese la transformación, porque otra
atadura ha desaparecido.
Cuando veis que la división de la sociedad en clases es
falsa, que ella engendra conflictos, miseria y desunión entre las personas; cuando
veis la verdad al respecto, esa verdad resulta libertadora.
La percepción misma de
esa verdad es transformación.
Y como estamos rodeados de tantas cosas falsas, el
percibir de instante en instante esa falsedad, es transformación.
La verdad no se
acumula; ella es de momento en momento.
Lo que se acumula, lo acumulado es la
memoria; y mediante la memoria jamás podréis hallar la verdad.
La memoria, en
efecto, pertenece al tiempo; el tiempo es el pasado, el presente y el futuro.
El
tiempo, que es continuidad, jamás puede descubrir aquello que es eterno.
La
eternidad no es continuidad.
Lo que perdura no es eterno.
La eternidad está en el
instante.
La eternidad está en el “ahora”.
El “ahora” no es reflejo del pasado, ni
continuación del pasado hacia el futuro a través del presente.
Una mente que está deseosa de una transformación futura, o que encara la
transformación como objetivo final jamás podrá hallar la verdad.
La verdad, en
efecto, es algo que tiene que surgir de momento a momento, que debe ser
descubierto cada vez de nuevo; y, por cierto, no puede haber descubrimiento
alguno por medio de la acumulación. ¿Cómo podréis descubrir lo nuevo si estáis
agobiados por lo viejo?
Es tan sólo cuando desaparece esa carga que descubres lo
nuevo.
Para descubrir lo nuevo, lo eterno, en el presente y de momento a
momento, se requiere una mente extraordinariamente alerta, una mente que no
busque resultados, una mente que no trate de llegar a ser algo.
Una mente que se
esfuerce por llegar a ser algo no puede nunca conocer la plena beatitud del
contentamiento; no del contento de la fácil satisfacción, ni del contento que trae el
logro de un resultado, sino del contento que se produce cuando la mente ve la
verdad en lo que es y lo falso en lo que es.
La percepción de esa verdad es de
instante en instante, y esa percepción se detiene al hablar de ese instante.
La transformación no es una finalidad, un resultado.
La transformación no es
un resultado. El resultado implica residuo, una causa y un efecto.
Donde hay
causalidad, tiene forzosamente que haber efecto; el efecto es simplemente el
resultado de vuestro deseo de transformación.
Cuando deseáis veros
transformados, seguís pensando en términos de devenir; y aquello que es devenir no puede nunca conocer aquello que es ser.
La verdad es ser de momento en
momento; y la felicidad que continúa no es felicidad.
La dicha es el estado
atemporal del ser.
Ese estado atemporal puede producirse tan sólo cuando hay
tremendo descontento; no el descontento que ha hallado una vía de escape, sino el
descontento que no tiene salida ni escapatoria y que ya no busca realización.
Sólo
entonces, en ese estado de supremo descontento, puede surgir la realidad.
Esa
realidad no se compra, ni se vende, ni se repite; no puede ser captada en libros.
Tiene que ser captada de momento a momento, en la sonrisa, en la lágrima, bajo la
hoja muerta, en los pensamientos errabundos, en la plenitud del amor.
El amor no
es diferente de la verdad.
El amor es ese estado en el cual el proceso del
pensamiento en función del tiempo ha cesado completamente.
Y donde hay amor
hay transformación.
Sin amor, la revolución carece de sentido pues en tal caso ella
es mera destrucción, decadencia, una miseria, desgracia creciente y cada vez
mayor.
Donde hay amor hay revolución, porque el amor es transformación de
instante en instante.