EL ARTE DE ESCUCHAR - 23 - J.K. -

 CUARTA PLÁTICA EN FROGNERSETEREN 

Amigos: 

Hoy voy a hacer un resumen de lo que he estado diciendo aquí. Tenemos la idea de que la sabiduría es un proceso de adquisición mediante la constante multiplicación de experiencias. 

Pensamos que, multiplicando las experiencias, aprenderemos, y que ese aprender nos dará sabiduría; y con esa sabiduría en acción esperamos encontrar la riqueza de la vida, la suficiencia propia, la felicidad, la verdad. 

O sea, que para nosotros la experiencia no es sino un cambio constante de sensaciones, porque recurrimos al tiempo para que nos dé sabiduría. 

Cuando pensamos de esta manera, que por medio del tiempo adquiriremos sabiduría, tenemos la idea de llegar a alguna parte; decimos que el tiempo, gradualmente, revelará la sabiduría. 

Pero el tiempo no revela la sabiduría, porque utilizamos el tiempo sólo como un medio para llegar a alguna parte. 

Cuando tenemos la idea de obtener sabiduría mediante el constante cambio de experiencias, estamos buscando la adquisición, y así no hay percepción inmediata, la cual es sabiduría.

Tomemos un ejemplo; tal vez aclare lo que quiero decir. 

Este cambio de deseos, este cambio de sensaciones, esta multiplicación de experiencias que el cambio de sensaciones produce es lo que llamamos progreso. 

Supongamos que vemos un sombrero en una tienda y deseamos poseerlo; habiendo obtenido ese sombrero, anhelamos alguna otra cosa: un automóvil, etc. 

Después nos volvemos hacia los anhelos emocionales y pensamos que, cambiando de este modo nuestro deseo de un sombrero por una sensación emocional, hemos crecido. 

De la sensación emocional nos volvemos, entonces, a las sensaciones intelectuales, a las ideas, a Dios, a la verdad. 

O sea, pensamos que hemos progresado, gracias al constante cambio de experiencias, desde el estado de desear un sombrero al estado de anhelar y buscar a Dios. 

Por lo tanto, creemos que mediante las experiencias, mediante la opción, hemos progresado. 

Y bien, para mí esto no es progreso, es meramente un cambio de sensación: sensaciones más y más sutiles, más y más refinadas pero que, no obstante, siguen siendo sensación; por consiguiente, son superficiales. 

Sólo hemos cambiado el objeto de nuestro deseo; primero era un sombrero, luego eso se cambió por Dios, con lo cual pensamos que hemos hecho un progreso tremendo. 

Es decir, pensamos que por intermedio de este proceso gradual de refinar la sensación, descubriremos qué es la verdad, Dios, la eternidad

Yo digo que jamás encontrarán la verdad cambiando gradualmente el objeto del deseo. 

Pero si comprenden que sólo en la percepción inmediata, en el discernimiento instantáneo se encuentra la plenitud de la sabiduría, entonces desaparecerá esta idea del cambio gradual de los objetos del deseo.

 ¿Qué es lo que hacemos, pues? 

Pensamos: “Yo era diferente ayer, soy diferente hoy y seré diferente mañana”; por lo tanto, prestamos atención a las diferencias, a los cambios, no al discernimiento. 

Tomemos, por ejemplo, la idea del desapego. Nos decimos: 

“Hace dos años yo estaba mucho más apegado, hoy estoy menos apegado y dentro de unos cuantos años lo estaré menos aún; finalmente llegaré a un estado en el cual me habré desapegado por completo”.

 Pensamos así que hemos evolucionado desde el apego al desapego, a través del constante impacto de la experiencia, y a esto lo llamamos progreso, desarrollo del carácter. 

Para mí, esto no es progreso. 

Si uno percibe con todo su ser la plena significación del apego, entonces no progresa hacia el desapego. La mera persecución del desapego no revela la superficialidad del apego, la cual puede ser comprendida sólo cuando la mente y el corazón no escapan a través de la idea del desapego.

Esta comprensión no se origina en el tiempo, sino comprendiendo que en el apego mismo están tanto el dolor como la dicha pasajera. 

Entonces ustedes me preguntan:

 “¿No me ayudará el tiempo a percibir eso?” 

El tiempo no lo hará. 

Lo que hará que perciban es, ya sea la transitoriedad de la dicha o la intensidad del dolor que hay en el apego. Si están plenamente atentos a esto, entonces ya no se hallan atrapados en la idea de que son diferentes ahora de como lo fueron varios años atrás, y de que luego serán de nuevo diferentes. 

Se vuelve ilusoria la idea del tiempo progresivo. 

Para expresarle de un modo diferente: 

Pensamos que mediante la opción avanzaremos, aprenderemos, cambiaremos. Optamos mayormente a causa del deseo. A lo que no nos satisface en la opción, lo llamamos no esencial, y a lo que nos satisface lo llamamos esencial. Así estamos constantemente atrapados en el conflicto de la opción, de la cual esperamos aprender. 

La opción, entonces, es meramente la acción de los opuestos; es cálculo entre opuestos y no discernimiento duradero. 

En consecuencia, progresamos desde lo que llamamos lo no esencial a lo que llamamos lo esencial, y eso, a su vez, se convierte en lo no esencial. 

O sea, progresamos desde el deseo por el sombrero -que pensábamos era lo esencial y que ahora se ha vuelto lo no esencial- a lo que pensamos que es lo esencial, sólo para descubrir que también esto es lo no esencial. 

Creemos así que, optando, llegaremos a la plenitud de la acción, a la integridad de la vida.

Como he dicho, para mí la percepción o el discernimiento es intemporal. 

El tiempo no nos da discernimiento respecto a las experiencias; sólo nos hace más listos, más ingeniosos en el modo de enfrentarnos a las experiencias. 

Pero si ustedes perciben y viven de manera completa en la cosa misma que están experimentando, entonces desaparece esta idea del cambio desde lo no esencial a lo esencial, y así la mente se libera ella misma de la idea del tiempo progresivo. 

Ustedes recurren al tiempo para cambiar. 

Se dicen: 

“Mediante la multiplicación de experiencias, tales como cambiar del deseo por el sombrero al deseo por Dios, aprenderé sabiduría, aprenderé la comprensión”. 

En las acciones que nacen de la opción no hay discernimiento, porque la opción es cálculo, un recuerdo de acción incompleta. 

O sea, que ahora, al afrontar una experiencia, lo hacen parcialmente, con un prejuicio religioso, con ideas preconcebidas de diferencias sociales o de clase, y esta mente falseada, cuando se enfrenta a la vida, crea la opción; no genera en ustedes la plenitud de la comprensión. Pero si afrontan la vida con libertad, con apertura, con sencillez, entonces la opción desaparece, porque viven completamente, sin crear el conflicto de los opuestos.

Pregunta: 

¿Qué entiende usted por vivir plenamente, abiertamente, libremente? Por favor, dé un ejemplo práctico. Tenga la bondad de explicar, con un ejemplo práctico, cómo en el intento de vivir plena, abierta y libremente, uno llega a tomar conciencia de los obstáculos que le impiden ser libre, y cómo, al volverse plenamente consciente de sus obstáculos, puede liberarse de ellos. 

KRISHNAMURTI

Supongamos que soy un esnob y que estoy inconsciente de ser un esnob; es decir, tengo prejuicios de clase, y encaro la vida siendo inconsciente de estos prejuicios. Por supuesto, al tener mi mente deformada por esta idea de las diferencias de clase, no puedo comprender la vida, no puedo afrontarla de manera abierta, libre y sencilla. 

Por otra parte, si he sido criado con fuertes doctrinas religiosas o con alguna educación particular, mis pensamientos y mis emociones se han falseado; con este trasfondo de prejuicios salgo para encontrarme con la vida y, naturalmente, estos prejuicios me impiden comprenderla de manera completa. 

Así es como estamos atrapados en un trasfondo de tradiciones y valores falsos, de diferencias de clase y prejuicios religiosos, de temores e ideas preconcebidas. 

Con ese trasfondo, con esos patrones establecidos, ya sean internos o externos, salimos para encontrarnos con la vida y tratar de comprenderla. 

Desde estos prejuicios surgen el conflicto, las dichas pasajeras y el sufrimiento. Pero somos inconscientes de esto, de que nos hallamos esclavizados a ciertas formas de tradición, al medio social y político, a los valores falsos. 

Ahora bien, yo digo que para librarse de esta esclavitud no traten de analizar el pasado, el trasfondo de la tradición que los esclaviza y del cual no son conscientes. 

Si uno es un esnob, no debe tratar de averiguar si es un esnob cuando su acción ya ha pasado. 

Ha de estar plenamente alerta y, a través de lo que dice y hace, el esnobismo del que uno es inconsciente, entrará en actividad; entonces puede uno librarse de él, porque esta llama de la percepción alerta crea un conflicto intenso, el cual disuelve el esnobismo. 

Como dije el otro día, el autoanálisis es destructivo, porque cuanto más se analiza uno menos acción hay. 

El autoanálisis tiene lugar sólo cuando el acontecimiento ha pasado, cuando ha llegado a su fin; entonces uno regresa intelectualmente a ese acontecimiento e intelectualmente trata de disecarlo, de comprenderlo. 

No hay comprensión a base de una cosa muerta. 

Antes bien, si uno está plenamente consciente en su acción, no como un observador que sólo observa, sino como un actor totalmente comprometido en esa acción, si está totalmente alerta y no se aparta de ella, entonces el proceso de autoanálisis no existe.

No existe porque uno está encarando la vida de manera total, no está separado de la experiencia, y en esa llama de la percepción alerta uno pone en actividad todos sus prejuicios, todos los patrones falsos que han mutilado su mente; y al traerlos a la plenitud de la conciencia, se libera de ellos porque crean perturbación y conflicto, y ese conflicto mismo hace que uno se libere. 

Nos aferramos a la idea de que el tiempo nos dará comprensión. 

Para mí, esto no es sino un prejuicio, un obstáculo. 

Ahora supongamos que ustedes consideran por un momento esta idea -no la acepten, sólo reflexionen sobre ella y deseen descubrir si es verdadera-. 

Encontrarán que sólo pueden ponerla a prueba en la acción, no teorizando sobre ella. Entonces no preguntarán si lo que digo es verdadero, lo probarán en la acción. Yo digo que el tiempo no les trae comprensión; cuando recurren al tiempo como un proceso gradual de descubrimiento, están creando un obstáculo. 

Esto pueden probarlo sólo por medio de la acción; sólo en la experiencia pueden percibir si esta idea tiene en sí misma algún valor. 

Pero perderán su significación profunda si tratan de usarla para alguna otra cosa. La idea del tiempo como un proceso de descubrimiento, no es sino un método cultivado de postergación. 

Ustedes no encaran la cosa con la que se enfrentan, porque tienen miedo; no quieren encarar la experiencia de manera total, ya sea a causa de sus prejuicios o a causa del deseo de postergación.

 Cuando uno tiene un tobillo torcido, no puede destorcerlo gradualmente. Esta idea de que aprendemos a través de muchas y crecientes experiencias, de multiplicar alegrías y sufrimientos, es uno de nuestros prejuicios, uno de nuestros obstáculos.

Para descubrir si esto que digo es verdadero, ustedes tienen que actuar; jamás lo descubrirán sentándose y discutiendo al respecto. 

Pueden descubrirlo sólo en el movimiento de la acción, viendo cómo reaccionan el corazón y la mente, no moldeándolos, no empujándolos hacia un objetivo particular; entonces verán que ellos reaccionan meramente conforme al prejuicio de la acumulación. 

Ustedes dicen: 

“Hace diez años yo era diferente; hoy soy diferente y de aquí a diez años seré aun más diferente”; pero el encarar las experiencias con esta idea de que serán diferentes, de que aprenderán de manera gradual, les impide comprenderlas, les impide el discernimiento pleno e instantáneo. 

Pregunta: 

¿Querría usted dar también un ejemplo práctico de que el autoanálisis es destructivo? Su enseñanza en este punto, ¿surge de su propia experiencia? 

KRISHNAMURTI: 

Ante todo, yo no he estudiado filosofías ni los libros sagrados

Lo que les entrego pertenece a mis propias experiencias. 

A menudo me preguntan si he estudiado los libros sagrados, las filosofías y otros escritos semejantes.

 No lo he hecho. 

Les hablo de lo que para mí es la verdad, la sabiduría, y es cosa de ustedes descubrirlo. 

Pienso que en ese mismo proceso de acumulación que llamamos aprendizaje, radica nuestro infortunio.

 Cuando la mente se halla cargada de conocimientos, de erudición, está mutilada -lo cual no quiere decir que no debamos leer-. 

Pero la sabiduría no puede comprarse, tiene que ser experimentada en la acción. Creo que eso responde a la segunda parte de la pregunta. 

Contestaré la pregunta de una manera diferente, y espero explicarlo con mayor claridad. 

¿Por qué piensa usted que tiene que analizarse?

Porque no ha vivido plenamente en las experiencias y éstas han creado en usted una perturbación. 

Por lo tanto, se dice: 

“La próxima vez que me enfrente a eso, debo estar preparado, así que consideraré ese acontecimiento que es el pasado y aprenderé de él; entonces afrontaré plenamente las experiencias siguientes y éstas no me perturbarán”. 

En consecuencia, comienza a analizar, lo cual constituye un proceso intelectual y, por ende, no totalmente auténtico; como no lo ha comprendido de manera completa, dice: 

“He aprendido algo de la experiencia pasada; ahora con ese pequeño conocimiento, afrontaré la próxima experiencia y aprenderé un poco más”. 

Así que no vive completamente en la experiencia misma; siempre tiene lugar este proceso intelectual de aprendizaje, de acumulación.

Esto es lo que ustedes hacen todos los días, sólo que inconscientemente. 

No tienen el deseo de encarar la vida de una manera armoniosa, íntegra; antes bien, creen que aprenderán a afrontarla armoniosamente por medio del análisis. 

Es decir, esperan que agregando poco a poco al granero de la mente, llegarán a ser plenos y tendrán la capacidad de encarar plena y totalmente la vida. 

Pero la mente de ustedes jamás llegará a liberarse mediante este proceso; puede llegar a llenarse, pero jamás a ser libre, abierta, sencilla. 

Y lo que impide que sea sencilla, abierta, es este constante proceso de analizar un incidente del pasado, el cual tiene que ser necesariamente incompleto. 

Sólo en el movimiento mismo de la experiencia en sí, puede haber comprensión completa. 

Cuando se encuentra en medio de una gran crisis, cuando tiene que haber acción, usted no analiza, no calcula; deja todo eso de lado, porque en ese momento su mente y su corazón están en armonía creativa y hay verdadera acción. 

Pregunta: 

¿Cuál es su punto de vista con respecto al ceremonial religioso y a las prácticas ocultas, para mencionar sólo algunas de las actividades que ayudan a la humanidad? Su actitud hacia ellas, ¿es meramente de completa indiferencia o es de antagonismo? 

KRISHNAMURTI: 

A mí me parece que emprender tales prácticas es un esfuerzo desperdiciado. Cuando usted dice “practicar”, quiere decir seguir un método, una disciplina que espera habrá de darle la comprensión de la verdad. 

He dicho muchísimas cosas en relación con esto, y no tengo tiempo para examinarlo plenamente otra vez. Toda la idea de seguir una disciplina genera rigidez en la mente y en el corazón, y hace que sean consecuentes con una pauta previa. 

Habiendo establecido ya un plan de conducta y deseando ser consecuente con él, usted se dice:

 “Debo hacer esto y no debo hacer aquello”, y su recuerdo de esa disciplina lo guía a lo largo de toda la vida. 

O sea, a causa del temor a los dogmas religiosos y a la situación económica, usted afronta las experiencias parcialmente, haciéndolo a través del velo de estos métodos y estas disciplinas. 

Afronta la vida con temor, lo cual crea prejuicios; hay, pues, comprensión incompleta y de ésta surge el conflicto. Y, a fin de sopesar estos conflictos, usted encuentra un método, una disciplina conforme a la cual juzga: “debo” y “no debo”. 

Por lo tanto, habiendo establecido una consecuencia con un patrón de conducta, se disciplina de acuerdo con eso recordándolo constantemente, y esto es lo que llama disciplina, prácticas ocultas.

 Yo digo que tal autodisciplina, tales prácticas, este continuo ajuste o no ajuste a un patrón, a una norma, no libera a la mente. 

Lo que la libera es el afrontar la vida plenamente, estar totalmente alerta, lo cual no exige práctica alguna. 

Usted no puede decirse a sí mismo: 

“Debo estar alerta, debo estar alerta”. 

La percepción alerta adviene en la intensidad completa de la acción. 

Cuando uno sufre mucho, cuando disfruta mucho, en esos momentos se enfrenta a la vida con percepción alerta total y no con una conciencia dividida; entonces responde a las cosas completamente, y en esto hay libertad. 

Con respecto a las ceremonias religiosas, la cuestión es, desde mi punto de vista, muy simple. 

Una ceremonia es meramente una sensación glorificada. 

Algunos de ustedes probablemente no estén de acuerdo con esta opinión. 

Vean, con las ceremonias religiosas es como con las pompas mundanas: cuando un rey celebra las ceremonias palaciegas, los espectadores se sienten grandemente impresionados y son grandemente explotados. 

La razón por la que la mayoría de las personas acude a la iglesia es para encontrar consuelo, para escapar, para explotar y ser explotada; y si algunos de ustedes han prestado atención a lo que he estado diciendo durante los últimos cinco o seis días, comprenderán mi actitud y mi acción con respecto a las ceremonias. 

“Su actitud hacia ellas, ¿es meramente de completa indiferencia o es de antagonismo?” 

Mi actitud no es indiferente ni antagónica. 

Digo que las ceremonias tienen que sembrar siempre la semilla de la explotación; por lo tanto, no son inteligentes ni virtuosas.

Pregunta: 

Ya que usted no busca seguidores, ¿por qué, entonces, le pide a la gente que abandone sus religiones y siga su consejo? 

¿Está dispuesto a asumir las consecuencias de un consejo semejante? 

¿O entiende que la gente necesita ser guiada? 

Si no, ¿por qué predica en absoluto? 

KRISHNAMURTI: 

Lo siento, jamás he creado tal cosa como un seguidor. 

Jamás le he dicho a nadie:

 “Deje su iglesia y sígame”. 

Eso hubiera sido pedirles que vinieran a otra iglesia, que entraran en otra prisión. 

Lo que digo es que, siguiendo a otro, uno no hace otra cosa que convertirse en un esclavo, en una persona carente de inteligencia; se vuelve una máquina, un autómata imitativo. 

Siguiendo a otro, usted jamás puede descubrir qué es la vida, qué es la eternidad. 

Digo que seguir a otro es destructivo, cruel, que conduce a la explotación. 

Me ocupo de sembrar la semilla. 

No les pido que me sigan. 

Digo que en la acción misma de seguir a otro, está la destrucción de esa vida que es un devenir eterno.

 Para expresarle de un modo distinto: 

Siguiendo a otro destruye usted la posibilidad de descubrir la verdad, la eternidad. 

¿Por qué sigue? 

Porque desea que lo guíen, que lo ayuden. 

Piensa que no puede comprender; por lo tanto, acude a otro, aprende su técnica y se vuelve esclavo de ese método. 

Se convierte en el explotador y el explotado; no obstante, espera que, practicando continuamente ese método, liberará el pensar creativo. 

Jamás podrá liberar el pensar creativo siguiendo a otro. 

Sólo cuando empieza a cuestionar la idea misma del seguimiento, la idea de crear autoridades y rendirles culto, puede descubrir lo verdadero; y la verdad liberará su mente y su corazón. 

“¿Entiende usted que la gente necesita ser guiada?” 

Yo digo que la gente no necesita guía; necesita despertar. 

Si usted es guiado hacia ciertas acciones virtuosas, esas acciones dejan de ser virtuosas; son meramente imitativas, obligadas. 

Pero si usted mismo cuestiona si está continuamente alerta y descubre los valores genuinos -y eso sólo usted mismo puede hacerlo y nadie más-, entonces toda la cuestión del seguir, del ser guiado, pierde su significación. 

La sabiduría no es una cosa que adviene por medio de la guía, del seguimiento, de la lectura de libros.

 Uno no puede aprender sabiduría de segunda mano, si bien esto es lo que ustedes tratan de hacer.

 Dicen:

 “Guíeme, ayúdeme, libéreme”. 

Pero yo digo que se cuiden del hombre que los ayuda, que los libera.

“¿Por qué predica usted en absoluto?” 

Eso es muy simple: porque no puedo evitarlo, y también porque hay tanto sufrimiento, tanta dicha que se desvanece. 

Para mí existe un devenir eterno que es éxtasis; y quiero mostrar que esta existencia caótica puede ser transformada en una cooperación ordenada e inteligente en la cual el individuo no sea explotado. 

Y esto no ha de ocurrir por intermedio de una filosofía oriental o sentándose bajo un árbol o apartándose de la vida, sino todo lo contrario: ocurre mediante la acción que uno descubre cuando está plenamente despierto, completamente alerta en medio de un gran dolor o de una gran alegría. 

Esta llama de la percepción alerta consume los obstáculos que uno mismo ha creado y que destruyen y corrompen la inteligencia creativa del ser humano. 

Pero casi todos, cuando experimentan sufrimiento, buscan alivio inmediato o tratan de atrapar una dicha fugaz por medio de la memoria. 

De ese modo, sus mentes están escapando todo el tiempo. 

Pero yo digo que se vuelvan plenamente alerta y ustedes mismos librarán del temor a sus mentes; y esta libertad es la comprensión de la verdad. 

Pregunta: 

¿Es su experiencia de la realidad algo peculiar de este tiempo? Si no lo es, ¿por qué no ha sido posible en el pasado?

Usted quiere decir con su pregunta si la gente no ha buscado la verdad y no ha luchado por encontrarla en el curso de los siglos. 

Para mí, esa lucha misma en pos de la verdad ha impedido que la gente la comprendiera. 

Pregunta: 

Usted dice que el sufrimiento no puede darnos comprensión, sino que sólo puede despertarnos. Si es así, ¿por qué no cesa el sufrimiento cuando estamos plenamente despiertos? 

KRISHNAMURTI: 

Es justamente eso. 

El sufrimiento no nos despierta plenamente. 

Supongamos que alguien muere. 

¿Qué sucede?

 Uno quiere inmediatamente un alivio para su dolor; así acepta una idea, una creencia, o va en busca de entretenimientos. 

¿Qué ha ocurrido, entonces? 

Ha habido verdadero sufrimiento, se ha provocado una lucha, una conmoción, y para superar la conmoción, el sufrimiento, hemos aceptado una idea como la reencarnación, o la fe en el más allá, o la creencia en la comunicación con los muertos. 

Éstas son todas vías de escape. 

O sea, cuando usted está despierto, hay conflicto, lucha, a lo cual llama sufrimiento, pero inmediatamente quiere eliminar esa lucha, ese despertar; anhela olvidar mediante una idea, una teoría o una explicación, lo cual no es sino un proceso de echarse a dormir nuevamente. 

Éste es, entonces, el proceso diario de la existencia: uno se despierta a causa del impacto con la vida, con la experiencia, lo cual causa sufrimiento, y uno desea ser consolado; por consiguiente, busca y escoge personas, ideas, explicaciones que puedan darle consuelo, satisfacción, y esto da origen al explotador y al explotado. 

Pero si en ese estado de cuestionamiento agudo, el cual implica sufrimiento, si en ese estado de interés despierto uno se enfrenta a la experiencia completamente, descubrirá el verdadero valor y significado de todos los refugios y las ilusiones que los seres humanos hemos creado; y sólo la comprensión de ello lo liberará a uno del sufrimiento. 

Pregunta: 

¿Cuál es el camino más corto para liberarnos de todos nuestros tormentos y aflicciones y resentimientos y alcanzar así la dicha y la libertad?

 KRISHNAMURTI: 

No hay un camino más corto; pero los resentimientos, los tormentos y las aflicciones mismas lo liberarán si no trata de escapar de ello mediante el deseo de dicha y libertad. 

Usted dice que anhela dicha y libertad porque los resentimientos y las aflicciones son difíciles de soportar. 

De ese modo está meramente escapando de ellos, no comprende por qué existen; no comprende por qué tiene tormentos, por qué tiene aflicciones, resentimientos, amargura, sufrimiento y alegrías fugaces. 

Y en vista de que no comprende, quiere conocer el camino más corto para salir de esta confusión. 

Yo le digo que se cuide del hombre que le enseña la salida más corta. 

No hay salida del sufrimiento y la aflicción, excepto a través del sufrimiento mismo, de la propia aflicción. 

Esto no es una afirmación dura; la comprenderá si reflexiona sobre ella. 

Tan pronto deje de tratar de escapar, comprenderá; no puede sino comprender, porque entonces ya no está enredado en explicaciones. 

Cuando todas las explicaciones han cesado, cuando ya no tienen significación alguna, entonces la verdad está ahí. 

Ahora usted busca explicaciones, busca el camino más corto, el método más rápido; recurre a las prácticas, a los ceremoniales, a la más reciente teoría científica. 

Son todos escapes. 

Pero cuando usted comprenda realmente la ilusión del escape, cuando esté enfrentándose plenamente con la cosa que da origen al conflicto dentro de nosotros, entonces esa cosa misma lo liberará.

 Ahora la vida crea en usted perturbación, problemas de posesión, sexo, odio. 

Por lo tanto, dice:

 “Tengo que encontrar una vida superior, una vida divina, una vida de no posesión, una vida de amor”.

 Pero su esfuerzo mismo por dar con una vida semejante, no es sino un escape respecto de estas perturbaciones. 

Si toma clara conciencia de la falsedad del escape, y esto puede comprenderlo sólo cuando hay conflicto, entonces verá cómo su mente está habituada al escape. 

Y cuando usted ha cesado de escapar, cuando su mente ya no está buscando una explicación -que no es sino una droga-, entonces esa cosa misma de la que usted ha estado tratando de escapar, revela su plena significación. 

Esta comprensión libera del dolor al corazón y a la mente. 

Pregunta: 

¿No tiene ninguna fe en el poder de la Divinidad que moldea el destino del hombre? Si no la tiene, ¿es usted, entonces, un ateo?

KRISHNAMURTI:

 La creencia de que hay una Divinidad que puede moldear al hombre, es uno de los obstáculos del hombre; pero cuando yo digo eso, no significa que soy un ateo. 

Pienso que las personas que dicen creer en Dios son ateas, no sólo aquéllas que no creen en Dios, porque ambas son esclavas de una creencia. 

Usted no puede creer en Dios; tiene que creer en Dios sólo cuando no hay comprensión, y no puede tener comprensión buscándola. 

Antes bien, cuando su mente está en verdad libre de todos los valores que se han vuelto el núcleo mismo de la conciencia egocéntrico, entonces existe Dios. 

Nosotros tenemos la idea de que algún milagro nos cambiará; pensamos que alguna influencia divina o externa producirá cambios en nosotros y en el mundo. 

Hemos vivido con esa esperanza durante siglos, y lo que pasa en el mundo es un caos completo, irresponsabilidad en la acción, porque pensamos que algún otro va a hacerlo todo por nosotros.

 Descartar esta idea no significa que debamos volvernos a su opuesto. 

Cuando liberamos a la mente de los opuestos, cuando vemos la falsedad de la creencia acerca de que algún otro cuida de nosotros, entonces se despierta en nosotros una nueva inteligencia. 

Usted quiere saber qué es Dios, qué es la verdad, qué es la vida eterna; por eso me pregunta:

 “¿Es usted ateo o creyente? Si cree en Dios, entonces dígame qué es Dios”. 

Yo digo que para el hombre que describe qué es la verdad o qué es Dios, la verdad no existe. 

Cuando la verdad es puesta en la jaula de las palabras, la verdad ya no es más una realidad viviente. Pero si usted comprende los falsos valores en que está atrapado, si se libera de ellos, entonces hay una realidad viva y eterna. 

Pregunta: 

Cuando sabemos que nuestro modo de vivir disgustará inevitablemente a otros y producirá un completo malentendido en sus mentes, ¿cómo deberíamos actuar, si es que hemos de respetar sus sentimientos y sus puntos de vista? 

KRISHNAMURTI: Esta pregunta me parece tan simple que no veo dónde está la dificultad.

“¿Cómo deberíamos actuar a fin de no perturbar a otros?” 

¿Es eso lo que usted quiere saber? 

Me temo que no deberíamos actuar en absoluto. 

Si usted vive de manera completa, sus acciones pueden causar perturbación; pero ¿qué es más importante, descubrir lo verdadero o no perturbar a otros? 

Esto parece tan simple que apenas si requiere una respuesta. 

¿Por qué quiere respetar los sentimientos y puntos de vista de otras personas? 

¿Teme que sean lastimados sus propios sentimientos, que cambien sus propios puntos de vista? 

Si hay personas cuyos juicios difieren de los suyos, usted sólo puede descubrir si están en lo cierto cuestionándolas, entrando en contacto activo con ellas. 

Y si encuentra que ni esos juicios ni esos sentimientos son verdaderos, su descubrimiento puede perturbar a aquéllos que los sostienen y aprecian. 

Entonces, ¿qué debe usted hacer? 

¿Obrar de acuerdo con esos sentimientos y esos puntos de vista, transigir con ellos a fin de no lastimar a sus amigos? 

Pregunta: 

¿Piensa usted que el alimento puro tiene algo que ver con la realización de sus ideas acerca de la vida? ¿Es usted vegetariano? (Risas). 

KRISHNAMURTI: Vean, el humor es impersonal. 

Espero que el interlocutor no se sienta lastimado cuando la gente se ríe. 

Si soy vegetariano, ¿qué hay con ello?

No es lo que entra en su boca lo que va a liberarlo, sino el descubrir los valores genuinos, de los cuales emana la acción completa. 

Pregunta: 

Su mensaje de desinteresada lejanía y desapego ha sido predicado, en todos los tiempos y en muchos credos, a unos pocos discípulos escogidos. ¿Qué le hace pensar que este mensaje es ahora apto para todos en una sociedad humana donde por necesidad hay dependencia recíproca en todas las acciones sociales? 

KRISHNAMURTI:

 Lo siento mucho, pero jamás he dicho que uno debe ser lejanamente desinteresado, que uno debe desapegarse; todo lo contrario. 

Así que primero comprenda lo que digo y después vea si tiene algún valor. 

Tomemos la cuestión del desapego. 

Usted sabe, durante siglos hemos estado recogiendo, acumulando, asegurándonos. 

Intelectualmente, usted puede ver lo necia que es la posesividad, y se dice a sí mismo: 

“Tengo que desapegarme”.

 O, más bien, no ve la necedad que ello implica; por eso comienza a practicar el desapego, el cual no es sino otro modo de acumular, de atesorar en lo interno. 

Porque si percibe realmente lo necio de la posesividad, entonces está libre tanto del desapego como de su opuesto. 

El resultado no es una lejana inactividad sino, más bien, una acción completa. 

Vea, somos esclavos de la legislación. 

Si mañana aprobaran una ley decretando que no debemos poseer propiedad alguna, nos veríamos forzados a acatarla con muchísima protesta. 

En esa ley también habría seguridad, seguridad en la no posesión. 

Por lo tanto, digo que no sean juguetes de la legislación, sino que descubran la cosa misma de la que son esclavos, o sea, el afán adquisitivo. 

Descubran su, verdadera significación sin escapar hacia el desapego; vean cómo les confiere distinciones sociales, poder, y cómo los conduce a una vida vacía, superficial. 

Si se despojan de las posesiones sin comprenderlas, encontrarán el mismo vacío en la no posesión -la sensación de seguridad en el ascetismo, en el desapego, los cuales se convertirán en el refugio hacia el cual se dirigirán para apartarse en tiempos de conflicto-. 

Mientras haya temor, tiene que haber persecución de opuestos; pero si la mente se libera de la causa misma del temor, que es la conciencia egocéntrica, el “yo”, la conciencia limitada, entonces hay realización plena, integridad de la acción. 

12 de septiembre de 1933


EL ARTE DE ESCUCHAR - 22 - J.K. -

 PLÁTICA EN EL COLISEO, OSLO 

Amigos: 

Ustedes saben, vamos de creencia en creencia, de experiencia en experiencia, con la esperanza de encontrar alguna comprensión permanente que nos dará iluminación, sabiduría; y, con eso, también esperamos descubrir por nosotros mismos qué es la verdad. Así comenzamos la búsqueda de la verdad, de Dios, o de la vida. Ahora bien, yo siento que esta búsqueda misma de la verdad es una negación de la verdad, porque esa vida eterna, esa verdad, puede ser comprendida sólo cuando la mente y el corazón están libres de todas las ideas, de todas las doctrinas, de todas las creencias, y cuando comprendemos la verdadera función de la individualidad. Yo digo que existe una vida eterna que conozco y de la que hablo, pero que uno no puede comprenderla buscándola. 

¿Qué es actualmente nuestra búsqueda? 

No es más que un escapar de nuestros sufrimientos y conflictos, de nuestras confusiones de todos los días; un escapar de nuestra confusión del amor, en el que hay una batalla constante de confusión y de celos; un escapar de la continua lucha por la existencia. Por eso decimos:

 “Si puedo comprender qué es la verdad, si puedo comprender qué es Dios, entonces comprenderé y superaré la confusión, la lucha, el sufrimiento, las innumerables batallas de la opción. Descubramos, por lo tanto, lo que es y, al comprender eso, comprenderé la vida cotidiana en la que hay tanto sufrimiento”.

 Para mí, la comprensión de la verdad no radica en su búsqueda; está en la comprensión del verdadero significado de todas las cosas; toda la significación de la verdad se encuentra en lo transitorio y no aparte de ello. Por lo tanto, nuestra búsqueda de la verdad no es sino un escape. 

Nuestra búsqueda y nuestra indagación, nuestro estudio de las filosofías, nuestra imitación de sistemas éticos y nuestro continuo andar a tientas en pos de esa realidad que yo digo que existe, no son más que vías de escape

Comprender esa realidad es comprender la causa de nuestros múltiples conflictos, luchas y sufrimientos; pero, a causa del deseo de escapar de estos conflictos, hemos elaborado muchas formas sutiles de evitar el conflicto y en ellas nos refugiamos. 

Así, la verdad se vuelve nada más que otro refugio en el cual la mente y el corazón pueden hallar consuelo. 

Ahora bien, esa idea misma de consuelo es un obstáculo; ese concepto mismo del cual derivamos consuelo no es sino una forma de evadir el conflicto de todos los días. 

Durante siglos hemos estado construyendo vías de escape, tales como la autoridad; puede ser la autoridad de las normas sociales, de la opinión pública o de las doctrinas religiosas; puede ser un patrón externo, como los que la mayoría de la gente instruida descarta hoy en día, o un patrón interno, como los que uno crea después de descartar el externo. 

Pero una mente que estima a la autoridad, es decir, una mente que acepta las cosas sin cuestionarlas, una mente que imita, no puede comprender la libertad de la vida

Por eso, si bien durante los siglos pasados hemos establecido esta autoridad que nos proporciona una momentánea pacificación, un consuelo momentáneo, un bienestar transitorio, tal autoridad ha llegado a ser nada más que nuestro escape. 

Lo mismo ocurre con la imitación, la imitación de normas, la imitación de un sistema o un método de vida; para mí, esto también es un obstáculo. 

Y nuestra búsqueda de certidumbre no es más que una manera de escapar; queremos estar seguros, nuestras mentes desean aferrarse a las certidumbres, de modo que, desde ese trasfondo, desde ese refugio podamos mirar la vida e ir hacia adelante. 

Ahora bien, para mí todas estas cosas son obstáculos que impiden la acción natural y espontánea, la única que libera a la mente y al corazón de modo que el hombre pueda vivir armoniosamente y pueda comprender la genuina función de la individualidad

Cuando sufrimos buscamos certidumbre, queremos recurrir a los valores que nos darán consuelo -y ese consuelo no es sino memoria-. 

Entonces volvemos a entrar en contacto con la vida y otra vez experimentamos sufrimiento. 

De este modo pensamos que aprendemos del sufrimiento, que cosechamos comprensión gracias al sufrimiento. 

Una creencia o una idea o una teoría nos producen una satisfacción momentánea cuando sufrimos y, a causa de esta satisfacción, pensamos que hemos comprendido o que hemos cosechado comprensión de esa experiencia. 

Así vamos de sufrimiento en sufrimiento aprendiendo cómo amoldarnos a las condiciones externas. 

O sea, no comprendemos el verdadero proceso del sufrimiento; sólo nos volvemos más hábiles y sutiles en nuestro trato con el sufrimiento. 

Ésta es la superficialidad de la cultura y civilización modernas: se exponen muchas teorías, muchas explicaciones de nuestro sufrimiento, y en estas explicaciones y teorías nos refugiamos, yendo de experiencia en experiencia, sufriendo, aprendiendo y esperando encontrar la sabiduría por medio de todo esto.

Yo digo que la sabiduría no puede comprarse. 

La sabiduría no se encuentra en el proceso de acumulación, no es el resultado de innumerables experiencias, no se adquiere mediante el aprendizaje. 

La sabiduría, que es la vida misma, puede entenderse sólo cuando la mente está libre de todo sentido de búsqueda, de esta búsqueda de consuelo, de esta imitación, porque estas cosas no son sino vías de escape que hemos cultivado durante siglos. 

Si examinamos nuestra estructura del pensamiento, de la emoción, toda nuestra civilización, vemos que no es más que un proceso de escape, de amoldamiento. 

Cuando sufrimos, nuestra reacción inmediata es un deseo de alivio, de consuelo y, sin descubrir la causa de nuestro sufrimiento, aceptamos las teorías que nos ofrecen; o sea, que quedamos momentáneamente satisfechos, viviendo de manera superficial y, de este modo, no descubrimos por nosotros mismos cuál es la causa de nuestro sufrimiento. 

Permítanme exponer esto de otro modo:

 Aun cuando tenemos experiencias, estas experiencias no nos mantienen despiertos, sino que más bien nos adormecen, porque nuestras mentes y nuestros corazones, generación tras generación, han sido educados meramente para imitar, para amoldarse. 

Después de todo, cuando hay cualquier clase de sufrimiento, no deberíamos recurrir a ese sufrimiento en procura de enseñanza, sino más bien mantenernos plenamente despiertos a fin de poder encarar la vida con total percepción alerta, no en ese estado semiconsciente con que casi todos los seres humanos se enfrentan al vivir. 

Explicaré esto nuevamente como para que quede bien claro, porque si lo comprenden, comprenderán naturalmente lo que voy a decir.

Digo que la vida no es un proceso de aprender, de acumular. 

La vida no es una escuela en la que aprueban exámenes aprendiendo, aprendiendo de las experiencias, de las acciones, del sufrimiento. 

La vida es para ser vivida, no para aprender de ella. Si consideran a la vida como algo de lo cual tienen que aprender, sólo actúan superficialmente. 

O sea, que si la acción, si el diario vivir, no es más que un medio para alcanzar una recompensa, un objetivo, entonces la acción en sí carece de valor. 

Hoy por hoy, cuando ustedes tienen experiencias, dicen que deben aprender de ellas, comprenderlas.

 Por lo tanto, la experiencia en sí carece de valor porque buscan una ganancia por intermedio de la experiencia, del sufrimiento, de la acción. 

Pero para comprender la acción completamente, lo cual es para mí el éxtasis de la vida -éxtasis que es inmortalidad-, la mente debe estar libre de la idea de adquirir, de la idea de aprender mediante la experiencia, mediante la acción. 

Ahora tanto la mente como el corazón están atrapados en esta idea de adquirir, esta idea de que la vida es un medio para alguna otra cosa. 

Pero cuando ustedes ven la falsedad de este concepto, ya no tratan al sufrimiento como un medio para un fin. 

Ya no aceptan consuelo en las ideas, en las creencias; ya no aceptan refugio en patrones de pensamiento o sentimiento. 

Entonces empiezan a estar totalmente alerta, no con el propósito de ver qué pueden ganar con ello, sino para liberar a la acción, inteligentemente, de la imitación y de la búsqueda de una recompensa. 

O sea, ven el significado de la acción y no meramente qué beneficio les traerá.

En la actualidad, casi todas las mentes están atrapadas en la idea de adquisición, en la búsqueda de recompensa. 

El sufrimiento llega para despertarlas de esta ilusión, para despertarlas de su estado de semiconciencia, pero no para enseñarles una lección. 

Cuando la mente y el corazón actúan con un sentido de dualidad, creando de este modo opuestos, tiene que haber conflicto y sufrimiento. 

¿Qué ocurre cuando ustedes sufren? 

Buscan alivio inmediato, ya sea en la bebida o en la diversión o en la idea de Dios. 

Para mí, todas estas cosas son lo mismo, porque son meramente vías de escape que la mente sutil ha ideado, haciendo del sufrimiento una cosa superficial. 

Por lo tanto, les digo que se vuelvan plenamente conscientes de sus acciones, cualesquiera que puedan ser; entonces percibirán cómo la mente está todo el tiempo encontrando un escape; verán que no están enfrentándose a las experiencias de manera completa, con todo el ser, sino sólo parcialmente, semiconscientemente. 

Hemos construido muchos obstáculos que se han vuelto refugios en los que nos amparamos en momentos de dolor. 

Estos refugios no son sino escapes y, por lo tanto, carecen en sí mismos de cualquier valor intrínseco.

 Pero para descubrir estos refugios, estos falsos valores que hemos creado respecto de nosotros, que nos retienen y aprisionan, no debemos tratar de analizar las acciones que emanan de estos refugios. 

En mi sentir, el análisis es la negación misma de la acción completa. 

Uno no puede comprender un obstáculo, examinándolo. 

No hay comprensión en el análisis de una experiencia pasada, porque está muerta; la comprensión existe sólo en la acción viva del presente. 

Por lo tanto, el autoanálisis es destructivo. 

Descubrir las innumerables barreras que nos rodean es tornarnos plenamente conscientes y alerta a cualquier acción que tenga lugar cerca de nosotros o en cualquier cosa que estemos haciendo. 

Entonces todos los obstáculos del pasado, tales como la tradición, la imitación, el miedo, las reacciones defensivas, el deseo de seguridad, de certidumbre, todo esto entra en actividad; y sólo en aquello que está activo hay comprensión. 

En esta llama de la percepción alerta, la mente y el corazón se liberan de todos los obstáculos, de todos los valores falsos; entonces hay liberación en la acción misma, y esa liberación es la libertad de la vida, la cual es inmortalidad. 

Pregunta: 

¿Es sólo a causa del dolor y el sufrimiento que uno despierta a la realidad de la vida?

KRISHNAMURTI

El sufrimiento es la cosa con la que más familiarizados estamos, con la cual vivimos constantemente. Conocemos el amor y su dicha, pero en su estela siguen muchos conflictos. 

Cualquier cosa que nos provoque la gran conmoción que llamamos sufrimiento, nos mantendrá despiertos para afrontar la vida plenamente, nos ayudará a descartar las muchas ilusiones que hemos creado en y alrededor de nosotros. 

No es sólo el sufrimiento del conflicto lo que nos mantiene despiertos, sino cualquier cosa que nos sacuda, que nos haga cuestionar todos los patrones y valores falsos que hemos creado respecto de nosotros en nuestra búsqueda de seguridad. 

Cuando usted sufre intensamente se vuelve totalmente alerta, y en esa intensidad de percepción alerta descubre los valores genuinos. 

Esto libera a la mente de crear ulteriores ilusiones. 

Pregunta:

 ¿Por qué temo a la muerte? ¿Y qué hay más allá de la muerte? 

KRISHNAMURTI: 

Pienso que uno teme a la muerte porque siente que no ha vivido. 

Si usted es un artista, quizá tenga miedo de que la muerte se lo llevará antes de que haya acabado su obra; teme porque no se ha realizado. 

O si es un hombre con una vida común, sin capacidades especiales, teme porque tampoco se ha realizado. 

Dice: 

“Si me lleva la muerte, ¿qué hay allá? 

Como no comprendo esta confusión, este afán, esta opción y este conflicto constantes, ¿hay para mí una nueva oportunidad?” 

Usted teme a la muerte cuando no se ha realizado plenamente en la acción; es decir, teme a la muerte cuando no encara la vida totalmente, completamente, con plenitud de mente y corazón. 

En consecuencia, la pregunta no es por qué teme a la muerte, sino más bien qué es lo que le impide encarar plenamente la vida. 

Todo se desgasta, debe morir. 

Pero si usted tiene la comprensión que lo capacita para afrontar la vida plenamente, entonces en eso hay vida eterna, inmortalidad, no hay principio ni final, y no existe el miedo a la muerte

Repito, la cuestión no es cómo liberar a la mente del miedo a la muerte, sino cómo afrontar la vida enteramente, de modo que haya realización plena. 

Para afrontar la vida enteramente, uno debe estar libre de todos los valores defensivos. 

Pero nuestras mentes y corazones están sofocados con tales valores, los cuales tornan incompleta nuestra acción y, en consecuencia, hay miedo a la muerte. 

Para encontrar los valores genuinos, para estar libres de este miedo continuo a la muerte y del problema del más allá, tenemos que conocer la verdadera función del individuo, tanto en el aspecto creativo como en el colectivo. 

Ahora vamos a la segunda parte de la pregunta:

 “¿Qué hay más allá de la muerte?” 

¿Hay un más allá?

 ¿Sabe usted por qué una persona formula habitualmente tales preguntas, por qué quiere saber qué hay del otro lado? 

Pregunta porque no sabe cómo vivir en el presente; está más muerta que viva. 

Dice: 

“Debo averiguar qué viene después de la muerte”, porque no tiene la capacidad de comprender este presente eterno. 

Para mí, el presente es eternidad; la eternidad se encuentra en el presente, no en el futuro. Pero para un interlocutor así, la vida ha sido toda una serie de experiencias incompletas, sin comprensión, sin sabiduría. 

Por lo tanto, el más allá es para él más atractivo que el presente; por eso las innumerables preguntas acerca de lo que hay más allá. 

El hombre que indaga en el más allá, ya está muerto. 

Si uno vive en el presente eterno, el más allá no existe; entonces la vida no se divide en pasado, presente y futuro. 

Entonces sólo hay plenitud, y en eso radica el éxtasis de la vida. 

Pregunta:

 ¿Piensa usted que la comunicación con los espíritus de los muertos es una ayuda para comprender la vida en su totalidad?

KRISHNAMURTI: 

¿Por qué debe usted considerar a los muertos más útiles que los vivos? 

Porque los muertos no pueden contradecirlo, no pueden oponerse a usted, mientras que los vivos sí pueden hacerlo. 

En la comunicación con los muertos usted puede imaginar cosas; por lo tanto, recurre a los muertos antes que a los vivos, en procura de ayuda. 

Para mí, la cuestión no es si hay una vida más allá de lo que llamamos muerte, no es si podemos comunicarnos con los espíritus de los muertos; considero que todo eso no viene al caso. 

Algunas personas dicen que uno puede comunicarse con los espíritus de los muertos; otras dicen que no. 

Para mí, la discusión parece tener muy poco valor, porque para comprender la vida con sus rápidos movimientos, con su sabiduría, uno no puede recurrir a otro para librarse de las ilusiones que uno mismo ha creado. 

Ni los muertos ni los vivos pueden librarlo de sus ilusiones. 

Sólo en el despierto e intenso interés por la vida, en el alerta constante de la mente y del corazón, hay un vivir armonioso, hay realización plena; sólo en eso está la riqueza de la vida. 

Pregunta:

 ¿Cuál es su opinión respecto del problema del sexo y del ascetismo, a la luz de la presente crisis social?

 KRISHNAMURTI: 

Si es que se me permite sugerirlo, no miremos este problema desde el punto de vista de la condición actual, porque las condiciones cambian constantemente. Consideremos más bien el problema mismo, porque si comprendemos el problema, entonces también podremos comprender la crisis actual. El problema del sexo, que parece perturbar a tanta gente, ha surgido a causa de que hemos perdido la llama de la creatividad, del vivir armonioso. 

Nos hemos vuelto nada más que máquinas imitativas; hemos cerrado las puertas a la emoción y al pensamiento creativos. 

Nos estamos amoldando constantemente, atados a la autoridad, a la opinión pública, al temor, y así tenemos que enfrentarnos con este problema del sexo. 

Pero si la mente y el corazón se liberan a sí mismos del sentido de imitación, de los valores falsos, de la exageración del intelecto, y de ese modo liberan su propia función creativa, entonces el problema no existe. 

Se ha vuelto un gran problema porque nos gusta sentirnos seguros, porque pensamos que la felicidad se encuentra en el sentimiento de posesión. 

Pero si comprendemos el verdadero significado y la naturaleza ilusoria de la posesión, entonces la mente y el corazón se liberan tanto de la posesión como de la no posesión. 

Lo mismo, entonces, con respecto a la segunda parte de la pregunta, que concierne al ascetismo. 

Usted sabe, creemos que cuando nos enfrentamos con un problema en este caso, el problema del sexo-, podemos comprenderlo y resolverlo acudiendo a su opuesto. 

Vengo de un país donde el ascetismo está en nuestra sangre. 

El clima estimula ese hábito. 

La India es calurosa, y allá es mucho mejor poseer muy pocas cosas, sentarse a la sombra de un árbol y discutir sobre filosofía, o apartarse enteramente de la vida inquietante y conflictiva y retirarse al bosque para meditar. 

El problema del ascetismo surge también cuando uno es un esclavo de la posesión. 

El ascetismo carece de valor intrínseco. 

Cuando usted lo practica, está escapando meramente de la posesión hacia su opuesto, que es el ascetismo. 

Es como el hombre que busca el desapego porque experimenta dolor en el apego. 

“Debo desapegarme”, dice. 

De igual modo, usted dice:

 “Me convertiré en un asceta”, porque la posesión ocasiona sufrimiento. 

Lo que usted hace, en realidad, es ir meramente de la posesión a la no posesión, la cual es otra forma de posesión. 

Pero en ese movimiento también hay conflicto, porque usted no comprende el significado de la posesión. 

O sea, que recurre a la posesión en procura de bienestar. 

Piensa que la seguridad, la felicidad, el halago de la opinión pública radican en poseer muchas cosas, ya sea ideas, virtudes, tierras o títulos. 

Debido a que pensamos que la felicidad y la seguridad y el poder están en la posesión, acumulamos, nos esforzamos en poseer, luchamos y competimos con otros, nos ahogamos y explotamos el uno al otro.

 Eso es lo que pasa en todo el mundo, y una mente lista dice:

“Convirtámonos en ascetas, no poseamos, volvámonos esclavos del ascetismo; hagamos leyes que obliguen al hombre a no poseer”. 

En otras palabras, uno no hace más que cambiar una prisión por otra, sólo que llamando a la nueva con un nombre diferente. 

Pero si uno comprende de verdad el valor transitorio de la posesión, ni se convierte en asceta ni es una persona agobiada por el deseo de la posesión; entonces uno es verdaderamente un ser humano.

 Pregunta: 

He recibido la impresión de que usted siente cierto desdén por la adquisición de conocimientos.

 ¿Entiende usted que la educación o el estudio de los, libros -por ejemplo, el estudio de la historia o la ciencia- no tiene valor? 

¿Quiere decir que usted mismo no ha aprendido nada de sus maestros? 

KRISHNAMURTI: 

Hablo de vivir una vida completa, una vida humana, y de que ninguna cantidad, de explicaciones, sean de la ciencia o de la historia, librarán del sufrimiento a la mente y al corazón. 

Usted puede estudiar, puede aprender de memoria la enciclopedia, pero es un ser humano que actúa; sus acciones son voluntarias, su mente es flexible y usted no puede sofocarla mediante, el conocimiento. 

El conocimiento es necesario, la ciencia es necesaria. 

Pero si la mente está atrapada en las explicaciones y la causa del sufrimiento se justifica con explicaciones intelectuales, entonces usted lleva una vida superficial, una vida sin profundidad. 

Y eso es lo que está sucediendo con nosotros. 

Nuestra educación nos torna cada vez más superficiales; no nos enseña ni hondura en el sentir ni libertad en el pensar, y nuestras vidas carecen de armonía. 

El interlocutor quiere saber si no he aprendido de los maestros. 

Me temo que no, porque no hay nada que aprender. 

Alguien puede enseñarle a tocar el piano, o a resolver problemas de matemáticas, pueden enseñarle los principios de la ingeniería o la técnica de la pintura; pero nadie puede enseñarle la realización creadora, que es la vida misma. 

Sin embargo, ustedes piden constantemente que se les enseñe. 

Dicen:

 “Enséñeme la técnica del vivir y sabré qué es la vida”. 

Yo digo que el deseo mismo, la propia idea de un método, destruye nuestra libertad de acción, que es la verdadera libertad de la vida en sí. 

Pregunta: 

Usted dice que nadie más que nosotros mismos puede ayudarnos. 

¿No cree que la vida de Cristo fue una reparación por nuestros pecados? 

¿No cree en la gracia de Dios?

KRISHNAMURTI: 

Me temo que éstas son palabras que no comprendo. 

Si usted quiere decir que otro puede salvarlo, entonces le digo que nadie puede salvarlo. 

Esta idea de que otro puede salvarlo es una ilusión consoladora. 

La grandeza del hombre consiste en que nadie puede ayudarlo o salvarlo más que el hombre mismo.

 Usted tiene la idea de que un Dios externo puede mostrarnos el camino a través de este conflictivo laberinto de la vida, de que un maestro, un salvador del hombre puede enseñarnos el modo, puede sacarnos y conducirnos fuera de las prisiones que nosotros mismos nos hemos creado. 

Si alguno le ofrece la libertad, cuídese de esa persona, porque usted creará otras prisiones a causa de su propia falta de comprensión. 

Pero si cuestiona, si está despierto, alerta, constantemente atento a su acción, entonces su vida es armoniosa, entonces su acción es completa porque nace de la armonía creativa, y ésta es la verdadera realización. 

Pregunta: 

Cualquier actividad que una persona emprenda, ¿cómo puede hacer otra cosa que una labor de remiendos, mientras no haya logrado plenamente la realización de la verdad?

KRISHNAMURTI: Usted piensa que el trabajo y la asistencia social pueden ayudar a aquéllos que sufren. 

Para mí, un intento semejante de actuar socialmente para el bienestar del hombre es una labor de remiendos. 

No digo que esté mal; es, indudablemente, necesario, porque la sociedad se encuentra en un estado que requiere que existan los que trabajan para que haya un cambio social, los que trabajan por mejores condiciones sociales. Pero también tienen que existir los trabajadores del otro tipo, aquéllos que trabajan para evitar que las nuevas estructuras de la sociedad se basen en ideas falsas. 

Para expresarle de una manera diferente: 

Supongamos que algunos de ustedes se interesan en la educación; han escuchado lo que he estado diciendo, y supongamos que fundan una escuela o que enseñan en una escuela. 

Ante todo, averigüen si están meramente interesados en mejorar las condiciones educativas o si les interesa sembrar la semilla de la verdadera comprensión, despertar a las personas al vivir creativo; descubran si están meramente interesados en mostrarles una salida para las dificultades, en darles consuelo, panaceas, o si están realmente ávidos de despertarlas a una comprensión de sus propias limitaciones, de modo que ellas mismas puedan destruir las barreras que ahora las detienen. 

Pregunta: 

Por favor, explique qué entiende usted por inmortalidad. 

¿Es la inmortalidad tan real para usted como el suelo sobre el que está parado, o es sólo una idea sublime? 

KRISHNAMURTI: 

Lo que voy a decirle acerca de la inmortalidad será difícil de comprender, porque para mí la inmortalidad no es una creencia; existe. 

Lo cual es una cosa muy diferente. 

Existe la inmortalidad -y no se trata de que yo la conozca o que crea en ella-. 

Espero que vea la diferencia. 

Tan pronto digo “la conozco”, la inmortalidad se vuelve un objetivo, una cosa estática. 

Pero cuando no hay “yo”, hay inmortalidad. 

Cuídese de la persona que dice: 

“Yo conozco la inmortalidad”, porque para ella la inmortalidad es una cosa estática, lo cual implica que hay dualidad: están el “yo” y aquello que es inmortal, dos cosas distintas. 

Lo que digo es que existe la inmortalidad, y existe porque no existe la conciencia del “yo”. 

Ahora, por favor, no diga que no creo en la inmortalidad. 

Para mí, la creencia no tiene nada que ver con eso. 

La inmortalidad no es externa. 

Pero donde hay una creencia en algo, tiene que haber un objeto y un sujeto. 

Por ejemplo, uno no cree en la luz del Sol: ésta existe. 

Sólo una persona ciega que nunca haya visto la luz del Sol tiene que creer en ella. 

Para mí hay vida eterna, una vida que es un eterno devenir; es un devenir eterno, no un crecimiento eterno, porque aquello que crece es transitorio. 

Ahora bien, para comprender esa inmortalidad que yo digo que existe, la mente tiene que estar libre de la idea de continuidad y no continuidad. 

Cuando una persona pregunta: 

“¿Existe la inmortalidad?”, quiere saber si, como individuo, continuará o si, como individuo, será destruida. 

O sea, piensa sólo en términos de opuestos, en términos de dualidad: o existe o no existe. 

Si trata de comprender mi respuesta desde el punto de vista de la dualidad, fracasará totalmente. 

Yo digo que la inmortalidad existe. 

Pero para realizar esa inmortalidad, que es el éxtasis de la vida, la mente y el corazón deben estar libres de la identificación con el conflicto que da origen a la conciencia del “yo”, y también deben estar libres de la idea de aniquilación de la conciencia egocéntrica. 

Pongámoslo de otro modo. 

Uno conoce sólo los opuestos: 

valor y miedo, posesión y no posesión, desapego y apego. 

Toda nuestra vida está dividida en opuestos -virtud y falta de virtud, bueno y malo porque jamás afrontamos la vida completamente, sino que siempre lo hacemos con esta reacción, con este trasfondo de la división. 

Nosotros hemos creado este trasfondo, nosotros hemos mutilado nuestra mente con estas ideas y entonces preguntamos:

 “¿Existe la inmortalidad?” 

Yo digo que existe, pero para comprenderla, la mente tiene que librarse de esta división. 

O sea, si usted tiene miedo, no busque valor, deje que la mente se libere a sí misma del miedo; vea la futilidad de lo que usted llama valor, comprenda que no es otra cosa que un escapar del miedo, y que el miedo existirá en tanto exista esta idea de ganar y perder. 

En vez de estar siempre tratando de alcanzar el opuesto, en vez de esforzarse en desarrollar la cualidad opuesta, permita que la mente y el corazón se liberen a sí mismos de aquello en que están atrapados. 

No trate de desarrollar lo opuesto. 

Entonces sabrá por sí mismo, sin que nadie se lo diga ni lo conduzca a ello, qué es la inmortalidad, inmortalidad que no es ni el “yo” ni el “tú”, sino la vida misma. 

10 de septiembre de 1.933





EL ARTE DE ESCUCHAR - 21 - J.K. -

 TERCERA PLÁTICA EN FROGNERSETEREN 

Esta mañana sólo voy a contestar preguntas. 

Pregunta: 

¿Cree usted en la eficacia de la oración y en el valor de la oración orientada, con sincera simpatía, a la desgracia y el sufrimiento de otros? ¿No puede la oración, en su sentido correcto, traer alguno vez la libertad de la que usted habla? 

KRISHNAMURTI: Cuando usamos la palabra oración, pienso que la usamos en un sentido muy definido. Tal como por lo general se la entiende, significa orar a alguien, ajeno a nosotros mismos, para que nos dé fuerza, comprensión y demás. O sea, buscamos la ayuda de una fuente externa. Cuando ustedes sufren y acuden a otro para que los alivie de ese sufrimiento, no hacen sino crear en sus mentes y, por ende, en su acción, insuficiencia, dualidad

Por lo tanto, desde mi punto de vista la oración, tal como se la entiende comúnmente, carece de valor. En su oración puede que olviden su sufrimiento, pero no han comprendido la causa del sufrimiento. La oración sólo los ha absorbido, les ha sugerido ciertos modos de vivir. De manera que la oración, en el sentido corriente de la palabra, o sea, recurrir a otro para que nos alivie del sufrimiento, para mí no tiene ningún valor. Pero, si puedo usar la palabra con un sentido diferente, pienso que hay una oración que no consiste en recurrir a otro por ayuda; es un alerta continuo de la mente, un estado despierto en el que nos comprendemos a nosotros mismos. En ese estado de oración, conocemos la causa del sufrimiento, la causa de la confusión, la causa de un problema. 

Casi todos nosotros, cuando tenemos un problema buscamos inmediatamente una solución. Cuando encontramos una solución, pensamos que hemos resuelto el problema, pero no lo hemos resuelto. Sólo hemos escapado de él. La oración, en el sentido convencional de la palabra, es así un escape. Pero la verdadera oración, en mi sentir, es una acción con un intenso y despierto interés en la vida.

Pregunta:

 ¿Piensa usted que la oración de una madre por sus hijos puede ser buena para ellos?

 KRISHNAMURTI: 

¿Qué piensa usted? 

Comentario: 

Tengo la esperanza de que sea buena para ellos. 

KRISHNAMURTI: 

¿Qué entiende usted por buena para ellos? ¿No hay alguna otra cosa que uno pueda hacer para ayudarlos? ¿Qué puede uno hacer por otro cuando esa persona está sufriendo? Uno puede darle simpatía y afecto. Supongamos que estoy sufriendo porque amo a alguien que no me retribuye con su amor, y supongamos también que soy su hijo. Su oración no aliviará mi sufrimiento. ¿Qué ocurre? Usted discute el asunto conmigo, pero la pena sigue existiendo porque anhelo ese amor. ¿Qué quiere usted hacer cuando ve sufrir a alguien a quien ama? 

Quiere ayudarlo, quiere librarlo de su sufrimiento. 

Pero no puede hacerlo, porque ese sufrimiento es la prisión de esa persona. Es la prisión que ella misma ha creado, una prisión que usted no puede eliminar. 

Pero eso no quiere decir que su actitud deba ser de indiferencia. 

Ahora bien, cuando alguien a quien ama está sufriendo y usted no puede hacer nada por él, recurre a la oración, confiando en que ocurrirá algún milagro que aliviará su dolor. 

Pero una vez que comprenda que la causa del sufrimiento es la ignorancia creada por esa misma persona, entonces se dará cuenta de que puede darle simpatía, afecto, pero que no puede eliminar su sufrimiento. 

Comentario: 

Pero queremos aliviar nuestro propio sufrimiento.

KRISHNAMURTI:

 Eso es diferente. 

Pregunta: 

Usted dice: 

“Enfréntense a todos las experiencias tal como se presentan”. 

¿Qué hay respecto de tan terribles infortunios como el de ser condenado a prisión perpetua, o el de ser quemado vivo por sostener ciertas opiniones políticas o religiosas, infortunios que han sido realmente el destino de los seres humanos? 

¿Les pediría a esas personas que se sometieran a sus desdichas y no trataran de superarlas?

KRISHNAMURTI: 

Supongamos que cometo un asesinato; entonces la sociedad me encarcela porque he hecho algo que es intrínsecamente malo. O supongamos que alguna fuerza externa me impulsa a hacer algo que usted desaprueba, y usted, a cambio de eso, me produce un daño. ¿Qué puedo hacer? Supongamos que dentro de algunos años, en este país, usted decide que no me quiere aquí a causa de lo que digo. ¿Qué puedo hacer? No puedo venir aquí. Ahora bien, ¿acaso no es la mente la que, después de todo, da valor a estos términos fortuna e infortunio? 

Si sostengo cierta creencia y soy encarcelado por sostenerla, no considero a esa prisión como un sufrimiento, porque la creencia es realmente mía. 

Supongamos que creo en algo, algo no externo, algo que es verdadero para mí; si soy castigado por sostener esa creencia, no consideraré ese castigo como un sufrimiento, porque la creencia por la que me han castigado no es para mí meramente una creencia, sino una realidad. 

Pregunta: 

Usted ha hablado contra el espíritu de adquisición, tanto espiritual como material. La contemplación, ¿no nos ayuda a comprender y afrontarla vida de manera completa? 

KRISHNAMURTI: 

¿No es la contemplación la esencia misma de la acción? 

En la India hay personas que se apartan de la vida, del diario contacto con los demás, y se retiran al bosque para contemplar, para encontrar a Dios.

 ¿Llama usted contemplación a eso?

 Yo no lo llamaría contemplación, no es sino un escapar de la vida. La contemplación surge de enfrentarse completamente a la vida. 

La contemplación es acción. El pensamiento, cuando es completo, es acción. 

El hombre que, para pensar, se aparta del diario contacto con la vida, hace de su vida algo que es antinatural; para él la vida es confusión. Nuestra búsqueda misma de Dios o de la verdad es un escape. Buscamos porque encontramos que la vida que vivimos es fea, monstruosa. Decimos: “Si puedo comprender quién creó esto, comprenderé la creación; me apartaré de esto y me acercaré a aquello”. Pero, si en vez de apartarse, tratara usted de comprender la causa de la confusión en la confusión misma, entonces su hallazgo, su descubrimiento, destruiría lo que es falso.

A menos que la haya experimentado, usted no puede saber qué es la verdad. Ninguna cantidad de páginas que la describan ni el hábil ingenio del hombre puede decirle qué es la verdad. Usted sólo puede conocerla por sí mismo, y sólo puede hacerlo cuando ha liberado a su mente de toda ilusión. Si la mente no es libre, usted no crea más que opuestos y estos opuestos se convierten en sus ideales, ideales como Dios o la verdad. Si estoy atrapado en el sufrimiento, en la angustia, creo la idea de la paz, la idea de la tranquilidad. Creo la idea de la verdad, conforme a mi agrado y desagrado; por lo tanto, esa idea no puede ser verdadera. Sin embargo, es lo que hacemos constantemente. Cuando nos dedicamos a contemplar del modo en que generalmente lo hacemos, sólo estamos tratando de escapar de la confusión. “Pero”, dice usted, “cuando estoy atrapado en la confusión no puedo comprender; tengo que escapar de ella a fin de comprender”. O sea, que usted trata de aprender del sufrimiento. Pero, tal como lo veo, uno no puede aprender nada del sufrimiento, si bien no debe apartarse de él. La función del sufrimiento es darnos una tremenda sacudida; el despertar causado por esa sacudida nos ocasiona dolor y entonces decimos: “Veamos qué puedo aprender de ello”. Ahora bien, si, en vez de decir esto, nos mantenemos despiertos durante la sacudida del sufrimiento, entonces esa experiencia entregará comprensión. La comprensión se encuentra en el sufrimiento mismo, no lejos de él; el sufrimiento mismo nos libera del sufrimiento. 

Comentario: 

Usted dijo el otro día que el autoanálisis es destructivo, pero yo pienso que analizar la causa del sufrimiento le da a uno sabiduría.

 KRISHNAMURTI: La sabiduría no está en el análisis. Usted sufre, y analizando procura encontrar la causa; o sea, que está analizando un suceso muerto, la causa que ya se encuentra en el pasado. Lo que tiene que hacer es encontrar la causa del sufrimiento en el instante mismo del sufrimiento. Analizando el sufrimiento no encuentra la causa; analiza sólo la causa de un acto particular. Entonces dice: 

“He comprendido la causa de ese sufrimiento”. 

Pero en realidad sólo ha aprendido a evitar el sufrimiento; no ha liberado del sufrimiento a la mente. Este proceso de acumulación, de aprender mediante el análisis de su acto particular, no genera sabiduría. La sabiduría surge sólo cuando la conciencia del “yo” -que es el creador, la causa del sufrimiento- se disuelve. ¿Estoy haciendo difícil esto?

¿Qué sucede cuando sufrimos? Deseamos alivio inmediato, y así aceptamos cualquier cosa que nos ofrecen. La examinamos superficialmente por el momento y decimos que hemos aprendido. Cuando esa droga demuestra ser insuficiente para proveernos alivio, tomamos otra, pero el sufrimiento continúa. ¿No es así? Pero cuando uno sufre completamente, totalmente, no sólo de modo superficial, entonces algo ocurre; cuando todas las vías de escape que la mente ha inventado han sido entendidas y bloqueadas, sólo queda el sufrimiento, y entonces uno lo comprende. No hay terminación del sufrimiento mediante una droga intelectual. Como dije el otro día, para mí la vida no es un proceso de aprendizaje; no obstante, tratamos a la vida como si fuera meramente una escuela para aprender cosas, meramente un sufrimiento a fin de aprender, como si todo sirviera únicamente como un medio para alguna otra cosa. Ustedes dicen que si pueden aprender a contemplar, afrontarán la vida plenamente, mientras que yo digo que, si la acción de ustedes es completa, o sea, si la mente y el corazón se encuentran en armonía total, entonces esa acción misma es contemplación, ausencia de todo esfuerzo.

 Pregunta: 

¿Puede un ministro que se ha liberado de las doctrinas, seguir siendo un ministro en la iglesia luterana?

 KRISHNAMURTI: Pienso que no permanecerá en el ministerio. ¿Qué entiende usted por ministro? ¿Uno, que le da lo que usted desea espiritualmente, o sea, consuelo? La pregunta ya ha sido, por cierto, contestada. Usted acude a mediadores para que le ayuden. Me convierte también a mí en un ministro -un ministro sin doctrinas, pero piensa en mí como en un ministro-. Me temo que no lo soy. No puedo darle nada. Una de las doctrinas convencionalmente aceptadas es que otros pueden conducirlo a uno hacia la verdad, que uno puede comprenderla mediante el sufrimiento de otro. Pero yo digo que nadie puede conducirlo a uno hacia la verdad. 

Pregunta: Supongamos que el ministro está casado y depende de su posición para vivir.

 KRISHNAMURTI: 

Usted dice que si el ministro renunciara a su trabajo, su mujer y sus hijos sufrirían, lo cual es para él un verdadero sufrimiento, tal como lo es para su mujer y sus hijos. ¿Debería renunciar? Supongamos que yo soy un ministro, que ya no creo en las iglesias y siento la necesidad de librarme de ellas. ¿Considero la situación de mi mujer y mis hijos? 

Una decisión así necesita muchísima comprensión. 

Pregunta:

 Usted ha dicho que la memoria representa una experiencia que no ha sido comprendida. ¿Significa eso que nuestras experiencias carecen de valor para nosotros? ¿Y por qué una experiencia plenamente comprendida no deja recuerdo? 

KRISHNAMURTI: 

Me temo que la mayoría de las experiencias que tenemos carecen de valor. Repetimos la misma cosa una y otra y otra vez, mientras que para mí una experiencia realmente comprendida libera a la mente de toda búsqueda de experiencias. Ustedes se enfrentan con un acontecimiento del cual esperan aprender, del cual esperan obtener un beneficio, y multiplican las experiencias, una tras otra. Con esa idea de la sensación, del aprendizaje, de la ganancia, se enfrentan a diversas experiencias y lo hacen con una mente predispuesta. Así, usan estas experiencias sólo como un medio para obtener alguna otra cosa: para enriquecerse emocional o mentalmente, para disfrutar. Piensan que estas experiencias no tienen un valor intrínseco, las consideran sólo como un medio para obtener de ellas alguna otra cosa. Donde hay anhelo tiene que haber memoria, la cual crea al tiempo. Y la mayoría de las mentes, por estar presas en el tiempo, encaran la vida con esa limitación. Es decir, atadas por esta limitación tratan de comprender algo que no tiene límites. Por lo tanto, hay conflicto. En otras palabras, las experiencias de las cuales tratamos de aprender, se originan en una reacción. No hay tal cosa como aprender de la experiencia o por medio de la experiencia.

El interlocutor quiere saber por qué una experiencia comprendida plenamente no deja recuerdo. Nos sentimos solos, vacíos; estando conscientes de esa vacuidad, de esa soledad, recurrimos a la experiencia para llenarlas. Decimos: “Aprenderé de la experiencia; llenemos la mente con la experiencia que destruye la soledad”. 

La experiencia destruye, efectivamente, la soledad, pero nos torna muy superficiales. 

Es lo que siempre estamos haciendo. Pero si nos damos cuenta de que este anhelo mismo origina la soledad, entonces la soledad desaparecerá. 

Pregunta: 

Yo siento el enredo y la confusión del apego en los pensamientos y sentimientos que componen la riqueza y variedad de mi vida. 

¿Cómo puedo aprender a desapegarme de la experiencia, de la cual parezco incapaz de escapar?

KRISHNAMURTI: 

¿Por qué quiere desapegarse? Porque el apego le ocasiona sufrimiento. La posesión es un conflicto en el cual hay celos, una vigilancia continua, una lucha interminable. El apego le causa sufrimiento; por lo tanto, dice: “Tengo que desapegarme”. O sea, que su desapego es meramente un escapar del sufrimiento. Dice: 

“Debo encontrar una manera, un medio por el cual dejar de sufrir”. 

En el apego hay conflicto que lo despierta, que lo provoca; para no ser despertado, anhela usted el desapego. 

Va por la vida deseando el opuesto exacto de lo que le ocasiona sufrimiento, y ese deseo mismo no es sino un escapar de la cosa en la que está atrapado. No es una cuestión de aprender a desapegarse, sino de mantenerse despierto. 

El apego le causa dolor. 

Pero si, en vez de tratar de escapar, procurara mantenerse despierto, encararía abiertamente cada experiencia y la comprendería. 

Si está apegado y se siente satisfecho estándolo, no experimenta ninguna perturbación. 

Sólo en época de aflicción y sufrimiento anhela usted lo opuesto que, espera, le traerá un alivio. 

Si está apegado a una persona y hay paz y quietud, todo se mueve suavemente por un tiempo; luego ocurre algo que le causa aflicción. 

Tome, por ejemplo, un marido y su esposa; en su posesión mutua, en su amor, hay ceguera completa, felicidad. 

La vida se desliza suavemente hasta que algo sucede él puede abandonarla o ella puede enamorarse de otro-. 

Entonces hay sufrimiento. 

En una situación así uno se dice a sí mismo: 

“Tengo que aprender a desapegarme”. 

Pero si vuelve a enamorarse, repite la misma cosa. 

Al experimentar otra vez dolor en el apego, uno anhela lo opuesto. 

Así es la naturaleza humana, eso es lo que cada ser humano desea. 

No es, entonces, una cuestión de adquirir desapego. 

Se trata de ver la necedad del apego cuando uno está sufriendo a causa del apego; entonces uno no se dirige hacia lo opuesto. 

¿Qué ocurre ahora? 

Usted desea apegarse y, al mismo tiempo, desea desapegarse, y en este conflicto hay sufrimiento. 

Si en el sufrimiento mismo comprende usted la finalidad del sufrimiento, si no trata de escapar hacia lo opuesto, entonces ese sufrimiento lo liberará tanto del apego como del desapego.

  9 de septiembre de 1933

EL ARTE DE ESCUCHAR - 20 - J.K. -

 SEGUNDA PLÁTICA EN FROGNERSETEREN 

Amigos: 

Hoy quiero explicar que hay una manera de vivir naturalmente, espontáneamente, sin la constante fricción de la autodisciplina, sin la batalla constante del ajuste. Pero para comprender lo que voy a decir, tengan la bondad de considerarlo no sólo intelectualmente, sino también emocionalmente. Deben sentirlo; porque la realización plena de la vida puede darse sólo cuando tanto sus emociones como sus pensamientos actúan en armonía. Cuando ustedes viven en armonía completa de la mente y el corazón, entonces la acción es natural, espontánea y exenta de esfuerzo. Las mentes, en su mayoría, buscan la seguridad. Queremos estar seguros. Investimos de autoridad a aquéllos que nos ofrecen esta seguridad, y les rendimos culto como nuestra autoridad porque nosotros mismos buscamos una certidumbre a la cual la mente pueda aferrarse, en la que pueda sentirse a salvo, segura. Si consideran la cuestión, encontrarán que casi todos ustedes vienen a escucharme porque están buscando certidumbre -certidumbre del conocimiento, certidumbre de un objetivo, de una verdad, de una idea- a fin de poder actuar a base de esa certidumbre, escoger por medio de esa certidumbre. La opción y las acciones de ustedes no despiertan el verdadero discernimiento o la verdadera percepción, porque están constantemente comprometidos en acumular conocimientos, experiencias, en descubrir distintas formas de ganar, en buscar autoridades que les proporcionen seguridad y consuelo, en esforzarse por desarrollar el carácter. Esperan, mediante todos estos intentos de acumulación, tener la garantía de la certidumbre; certidumbre que les quita toda duda y ansiedad, que les proporciona -al menos así lo esperan- la certeza de la opción. Con el pensamiento de la certidumbre, escogen confiando en ganar más comprensión. Así, en la búsqueda de certidumbre, se origina el miedo de ganar y perder lo ganado. De este modo, la vida se convierte en una escuela donde aprendemos a sentirnos seguros. ¿Acaso no es eso la vida de ustedes? Una escuela donde aprenden, no a vivir, sino cómo estar seguros. Para ustedes, la vida es un proceso de acumular, no una cuestión de vivir.

Ahora bien, yo diferencio entre el vivir y el acumular. Un hombre que vive de verdad, no tiene sentido de acumulación. Pero el hombre que busca certidumbre y seguridad, que busca un refugio desde el cual pueda actuar -el refugio del carácter, de la virtud-, ese hombre piensa en la vida como una acumulación y, en consecuencia, la vida se vuelve para él un proceso de aprendizaje, ganancia y lucha. Donde existe la idea de acumulación y ganancia, tiene que haber un sentido del tiempo y, en consecuencia, la acción es incompleta. Si estamos constantemente ocupados con una futura ganancia, con un futuro del que habremos de obtener provecho, desarrollo, mayor fuerza de adquisición, entonces nuestra acción en el presente tiene que ser, por fuerza, incompleta. Si nuestras mentes y nuestros corazones están buscando continuamente ganar, lograr, tener éxito, entonces nuestra acción, cualquiera que fuere, carece de un verdadero significado; nuestros ojos están fijos en el futuro, nuestras mentes sólo se interesan en el futuro. Por lo tanto, toda acción en el presente crea insuficiencia. De esta insuficiencia surge el conflicto, al cual tratamos de superar por medio de la autodisciplina. Discriminamos en nuestras mentes entre las cosas que deseamos ganar, a las que llamamos lo esencial, y las cosas que no deseamos adquirir, a las que llamamos lo no esencial. De este modo, hay una batalla constante, una continua lucha; en esta discriminación tiene su origen el sufrimiento. Explicará este punto de otra manera, porque a menos que lo vean y de verdad lo entiendan, no podrán comprender plenamente lo que habré de decir más adelante.

Hemos hecho de la vida una escuela de aprendizaje continuo. Pero para mí la vida no es una escuela, no es un proceso de acumular en lo interno. La vida es para ser vivida naturalmente, plenamente, sin esta constante batalla de los conflictos, sin esta discriminación entre lo esencial y lo no esencial. En esta idea de la vida como una escuela, se origina el constante deseo de logro, de éxito y, por consiguiente, la búsqueda de un objetivo, el deseo de encontrar la verdad suprema, Dios, la perfección final que nos dará -al menos así lo esperamos- certidumbre; de aquí nuestros intentos continuos de ajustarnos a ciertas condiciones sociales, a exigencias morales y éticas, al desarrollo del carácter y al cultivo de las virtudes. Estas pautas y exigencias, si realmente reflexionamos sobre ellas, vemos que no son sino refugios desde los cuales actuamos, refugios desarrollados a causa de la resistencia. Ésta es la vida que vive la mayor parte de la gente, una vida de lucha constante para ganar, para acumular; por lo tanto, es una vida de insuficiencia en la acción. Siempre llevamos en nuestras mentes la idea de ganancia, la cual divide a la acción en pasada, presente y futura; debido a eso, jamás hay comprensión completa de la acción en sí. La mente piensa todo el tiempo en la ganancia y, por esto, no encuentra un sentido en la acción que la ocupa.

Éste es, entonces, el estado en que vivimos. Para mí, ese estado es totalmente falso. La vida no es un proceso de acumular internamente, no es una escuela en la que tenemos que aprender, en la que tenemos que disciplinarnos, en la que existen esta lucha y resistencia constantes. Donde impera este permanente adquirir en lo interno, este deseo de acumulación, tiene que haber insuficiencia, la cual da origen al anhelo; si uno no anhela, no acumula. Y donde hay anhelo, no hay discernimiento, aun cuando pueda pasar por el proceso de la opción. Entonces ustedes me preguntan: “¿Cómo puedo librarme de este anhelo? ¿Cómo puedo librar a mi mente de este proceso de acumular en lo interno? ¿Cómo he de vencer estos obstáculos? Usted dice que la vida no es una escuela para que aprendamos en ella, pero ¿cómo he de vivir naturalmente? Enséñeme el camino por el que debo transitar, el método que debo practicar todos los días para vivir plenamente”. 

Entiendo que éste no es el modo de considerar el problema. La cuestión no es cómo han de vivir plenamente sino, más bien, qué los impulsa a esta constante acumulación; la cuestión no es cómo podrán librarse de la idea de adquirir, de acumular; antes bien, se trata de descubrir qué es lo que da origen en ustedes a este deseo de acumular. Espero que vean la diferencia. Ahora consideran el problema desde el punto de vista de librarse de algo, de lograr el sentido de no adquisición, lo cual es exactamente igual que desear adquirir alguna cosa, ya que todos los opuestos son lo mismo. Entonces, ¿qué es lo que nos impide vivir naturalmente, armoniosamente? Yo sostengo que es este proceso de acumular, esta búsqueda de certidumbre.

Entonces desean saber cómo librarse de la búsqueda de certidumbre. Les digo que no aborden el problema de este modo. La futilidad de la ganancia tendrá sentido para ustedes sólo cuando se hallen realmente en conflicto, cuando estén plenamente conscientes de la falta de armonía en sus acciones. Si no ven que están atrapados en el conflicto, entonces continúan del modo actual; si son en absoluto inconscientes de la lucha y del sufrimiento, si no se dan cuenta de su propia falta de armonía, entonces sigan viviendo como viven. No traten de ser espirituales, porque ni siquiera saben lo que eso significa.

 El éxtasis de la comprensión adviene sólo cuando hay un gran descontento, cuando se destruyen todos los valores falsos que los rodean. Si no están descontentos, si no se dan cuenta de la intensa falta de armonía que hay dentro y alrededor de ustedes, entonces no podrán encontrar sentido en lo que les digo sobre la futilidad de la acumulación. 

Pero si existe en ustedes esta divina rebelión, comprenderán cuando digo que la vida no es una escuela para aprender en ella, que la vida no es un proceso de acumulación constante, un proceso que contiene en sí este continuo anhelo que nos ciega. Entonces, esa rebelión misma, ese mismo sufrimiento, les proporciona la comprensión, porque despierta en ustedes la llama de la percepción alerta

Y cuando estén plenamente conscientes de que el anhelo los ciega, verán su pleno significado, y esta percepción disipa el anhelo. Entonces estarán libres del anhelo, libres de la acumulación interna. Pero si son inconscientes de esa lucha, de esa rebelión, no pueden sino continuar con la vida que viven, en un estado semidespierto. 

Cuando las personas sufren, cuando están atrapadas en el conflicto, ese sufrimiento mismo, ese conflicto debería mantenerlas intensamente despiertas; pero casi todas ellas sólo preguntan cómo librarse del anhelo. 

Cuando uno comprende el significado pleno que tiene el no desear adquirir, acumular, entonces ya no existe la lucha para librarse de algo.

Expresémoslo de otra manera: 

¿Por qué pasan ustedes por el proceso de la autodisciplina? 

Lo hacen a causa del miedo. 

¿Por qué tienen miedo? 

Porque anhelan seguridad, la seguridad que nos da un patrón social, una creencia religiosa o la idea de adquirir virtud. 

Entonces comienzan a disciplinarse. 

O sea, cuando la mente se halla esclavizada por la idea de la ganancia o el amoldamiento a un patrón, hay autodisciplina. 

El hecho de que estén despiertos al sufrimiento, no es sino la indicación de que la mente está procurando librarse de todos los patrones; pero cuando ustedes sufren, tratan inmediatamente de aquietar ese sufrimiento drogando a la mente con lo que llaman consuelo, seguridad, certidumbre. 

De ese modo, continúan con este proceso de buscar certidumbre, la cual no es otra cosa que un hipnótico. 

Pero si comprenden la ilusión de la certidumbre (y pueden comprenderla únicamente en la intensidad del conflicto; sólo a partir de éste puede tener comienzo una verdadera investigación), entonces el anhelo que da origen a la certidumbre, desaparece. La cuestión no es, entonces, cómo librarse del anhelo; es más bien ésta: 

¿Nos hallamos plenamente conscientes cuando hay sufrimiento? 

¿Están ustedes plenamente conscientes del conflicto, de la falta de armonía en la vida que los rodea y en su propia vida interna? 

Si lo están, entonces en esa llama de la conciencia alerta hay verdadera percepción, sin esta constante batalla del ajuste, de la autodisciplina. 

Sin embargo, el hecho de ver la falsedad de la autodisciplina no significa que uno puede ceder a la imprudencia, a la acción impetuosa. Por el contrario, la acción nace, entonces, de un estado de integridad. 

Pregunta: 

¿Puede haber felicidad cuando ya no hay más ninguna conciencia del “yo”? ¿Puede uno sentir siquiera algo, si la conciencia del “yo” se ha extinguido? 

KRISHNAMURTI

Ante todo, ¿qué entiende uno por la conciencia del “yo”? ¿Cuándo es usted consciente de este “yo”?

 Uno es consciente de sí mismo como “yo”, como una entidad, cuando sufre, cuando experimenta frustración, conflicto, lucha. Usted pregunta: 

“Si ese ‘yo’ no existe, ¿qué hay allí?” 

Le contesto que lo descubrirá sólo cuando su mente esté libre de ese “yo”; por lo tanto, no lo pregunte ahora. Cuando su mente y su corazón estén en armonía, cuando ya no se encuentren atrapados en el conflicto, lo sabrá. 

Entonces no preguntará qué es aquello que siente, qué piensa. En tanto exista esta conciencia del “yo”, tiene que existir el conflicto de la opción, desde el cual surgen las sensaciones de felicidad e infelicidad.

 O sea, que este conflicto le da el sentido de la conciencia limitada, del “yo”, con el cual la mente se identifica. 

Usted descubrirá esa vida que no se identifica con el “yo” o el “tú”, esa vida que es eterna, infinita, sólo cuando esta conciencia limitada se disuelva a sí misma. 

No es usted quien disuelve esa conciencia limitada; ella misma se disuelve. 

Pregunta: 

El otro día usted habló de la memoria como un obstáculo para la verdadera comprensión. Recientemente tuve la desgracia de perder a mi hermano. ¿Debo tratar de olvidar esa pérdida?

 KRISHNAMURTI: 

El otro día expliqué lo que entiendo por memoria. Trataré de explicarlo otra vez. Después de que usted ha visto una hermosa puesta del Sol, vuelve a su casa o a su oficina y empieza a vivir otra vez en esa puesta del Sol; dado que su casa o su oficina no son como usted quisiera que fueran, no son hermosas, para escapar de esa fealdad vuelve al recuerdo de esa puesta del Sol. 

De este modo, crea en su mente una distinción entre su casa, que no le proporciona alegría, y la cosa que le produce un gran deleite, la puesta del Sol. 

Así, cuando se enfrenta con circunstancias que no son agradables, regresa al recuerdo de lo que es gozoso. Pero si, en lugar de volverse a un recuerdo muerto, tratara de cambiar las circunstancias desagradables, estaría viviendo con intensidad en el presente y no en el pasado muerto.

De esta manera, cuando uno pierde a alguien a quien amaba intensamente, ¿por qué este constante mirar hacia atrás, ese constante aferrarnos a eso que nos daba placer, este anhelo de tener otra vez a esa persona? 

Todos pasan por esto cuando experimentan una pérdida semejante. 

Escapan del dolor de esa pérdida volviendo al recuerdo de la persona que se ha ido, o viviendo en un futuro, en la creencia en el más allá -lo cual es también una especie de memoria-. 

Debido a que nuestras mentes se han desnaturalizado a causa del escape, a causa de su incapacidad para afrontar el sufrimiento abiertamente, con frescura, tenemos que volver sobre el recuerdo, y así el pasado invade al presente. 

El problema no es, entonces, si usted debe o no debe recordar a su hermano, a su mujer o a sus hijos; es, más bien, una cuestión de vivir de manera completa, total, en el presente, aunque eso no implica que sea indiferente hacia aquéllos que son cercanos a usted. 

Cuando vive de manera completa, total, en esa intensidad existe la llama del vivir, la cual no es la mera impresión de un acontecimiento. 

¿Cómo ha de vivir uno de manera completa en el presente, de modo que la mente no se pervierta con recuerdos del pasado y anhelos del futuro, que son también memoria? 

Otra vez, la cuestión no es cómo debe uno vivir completamente. 

Porque cuando usted pregunta cómo, está buscando un método, un medio. 

Y, a mi entender, un método destruye la comprensión. 

Si uno sabe qué es lo que le impide vivir completamente, entonces uno mismo, desde su propia percepción alerta y su propia comprensión, se liberará de ese impedimento. 

Lo que le impide liberarse es su búsqueda de certidumbre, su anhelo continuo de ganancia, de acumulación, de logro. 

Pero no pregunte: 

“¿Cómo he de triunfar sobre estos obstáculos?”, porque todo triunfo no es sino un proceso de ulterior ganancia, de ulterior acumulación.

Si esta pérdida está creando realmente sufrimiento en usted, si le genera realmente un dolor intenso -no superficial-, entonces no preguntará cómo; verá inmediatamente la futilidad de mirar hacia atrás o hacia adelante en busca de consuelo. 

Cuando la mayoría de las personas dice que sufre, ese sufrimiento no es sino superficial. 

Sufren, pero al mismo tiempo anhelan otras cosas: anhelan consuelo, tienen miedo y buscan maneras y medios de escapar. 

El sufrimiento superficial va siempre acompañado por el deseo de bienestar. 

El sufrimiento superficial es como un arado superficial del suelo; no consigue nada. 

Sólo cuando uno labra el suelo profundamente, hasta alcanzar la profundidad plena de la reja del arado, hay riqueza. 

En el estado de sufrimiento completo, hay comprensión completa; en ella, los obstáculos de los recuerdos -tanto del pasado como del futuro- dejan de existir. Entonces uno está viviendo en el presente eterno.

Vea, comprender un pensamiento o una idea no implica sólo concordar con ella intelectualmente. Hay diversas clases de recuerdos: está el recuerdo que se impone a sí mismo sobre usted en el presente, el recuerdo hacia el cual usted se vuelve de manera activa y el recuerdo de anticipación que se proyecta hacia el futuro. Todas estas cosas le impiden vivir completamente. 

Pero no empiece a analizar sus recuerdos. 

No pregunte: 

“¿Qué recuerdo está impidiendo mi vivir completo?” 

Cuando pregunta de ese modo, no actúa; sólo examina intelectualmente la memoria, y un examen así carece de valor porque trata con una cosa muerta. 

De una cosa muerta no puede surgir la comprensión. Pero si de verdad está alerta en el presente, en el momento de la acción, entonces todos estos recuerdos entran en actividad y usted no necesita pasar por el proceso de analizarlos. 

Pregunta: 

¿Piensa usted que es correcto criar a los hijos con una educación religiosa? 

KRISHNAMURTI: 

Contestaré esta pregunta indirectamente, porque cuando ustedes comprendan lo que voy a decir, podrán contestarla específicamente por sí mismos. 

Vea, estamos influidos no sólo por las condiciones externas, sino también por una condición interna que desarrollamos. Al criar a un niño, los padres lo someten a muchas influencias y circunstancias limitadoras, una de las cuales es la educación religiosa. 

Ahora bien, si dejan que el niño crezca sin semejante obstáculo, sin influencias limitadoras, ya sea internas o externas, entonces el niño, a medida que vaya madurando, comenzará a cuestionar y descubrirá inteligentemente por sí mismo. 

Entonces, si desea religión, la tendrá, tanto si usted prohibe o si alienta en él la actitud religiosa. 

En otras palabras, si la mente y el corazón del niño no son influenciados ni obstaculizados, ya sea por normas externas o internas, entonces él descubrirá genuinamente lo verdadero. 

Esto requiere una gran percepción, una gran comprensión. 

Ahora bien, los padres quieren influir en el niño de un modo u otro. 

Si usted es muy religioso, quiere inducir al niño en el sentido de la religión; si no lo es, trata de alejarlo de la religión. 

Ayude al niño a ser inteligente; entonces él descubrirá por sí mismo el verdadero significado de la vida.

Pregunta:

 Usted habla de la armonía del corazón y la mente en la acción. ¿Qué es esta acción? ¿Implica un movimiento físico, o la acción puede tener lugar cuando uno está completamente quieto y a solas?

 KRISHNAMURTI:

 La acción, ¿no implica pensamiento? ¿No es acción el pensamiento mismo? 

Usted no puede actuar sin pensar. Sé que mucha gente lo hace, pero su acción no es inteligente, no es armoniosa. 

El pensamiento es acción, la cual es también movimiento. Además, nosotros pensamos aparte de nuestro sentimiento, estableciendo así a otra entidad separada de nuestra acción. 

De este modo dividimos nuestras vidas en tres partes distintas: pensar, sentir, actuar. 

Por eso usted pregunta: 

“¿Es la acción puramente física? ¿Es puramente mental, o es emocional?” 

Para mí las tres cosas son una sola: pensar-sentir-actuar, no hay distinción. 

En consecuencia, puede usted estar solo y quieto por un rato o puede estar trabajando, moviéndose, actuando; ambos estados pueden ser acción. 

Cuando comprenda esto, no separará entre el pensar, el sentir y el actuar. 

Para la mayoría de las personas, el pensar no es sino una reacción. Si es meramente una reacción, ya no es más un pensar, porque entonces carece de creatividad. 

La mayoría de los que dicen que piensan, no hace otra cosa que seguir ciegamente sus propias reacciones; tiene ciertas normas, ciertas ideas conforme a las cuales actúa. 

Estas personas han memorizado, y cuando dicen que piensan no hacen sino seguir estos recuerdos. 

Tal imitación no es un pensar; es un reflejo, una reacción. 

El genuino pensar existe sólo cuando uno descubre el verdadero valor de estas normas, de estas ideas preconcebidas, de estas seguridades.

Para exponerlo de una manera distinta: 

¿Qué es la mente? La mente es el habla, el pensamiento, la consideración, la comprensión; es todas estas cosas y es también sentimiento. 

No podemos separar el sentir del pensar; la mente y el corazón son completos en sí mismos. 

Pero como a causa del conflicto hemos creado innumerables escapes, surge la idea del pensamiento como algo aparte del sentimiento, como algo aparte de la acción; en consecuencia, nuestra vida es incompleta, está fragmentada. 

Pregunta:

 Entre sus oyentes hay personas viejas y débiles de mente y cuerpo. También pueden encontrarse los adictos a las drogas, a la bebida y al tabaco. ¿Qué pueden hacer estas personas para cambiarse a sí mismas, cuando encuentran que no pueden cambiar por más que anhelan hacerlo? 

KRISHNAMURTI: Que permanezcan como están. 

Si de verdad anhelan cambiar, cambiarán. 

Vea, es justamente eso: intelectualmente ustedes anhelan cambiar, pero emocionalmente siguen atraídos por el placer de fumar o por el consuelo de una droga. Entonces preguntan:

 “¿Qué debo hacer? Quiero dejar esto, pero al mismo tiempo no quiero dejarlo. Por favor, dígame cómo puedo hacer ambas cosas”.

 Suena divertido, pero es realmente lo que ustedes preguntan. Ahora bien, si abordan el problema totalmente, no con la idea de querer o no querer, dejar o no dejar, descubrirán si realmente desean o no desean fumar. Si encuentran que en realidad lo desean, entonces fumen. De ese modo descubrirán el verdadero valor de ese hábito, sin llamarlo constantemente inútil mientras continúan con él. 

Si abordan el acto de manera completa, total, entonces no dirán:

 “¿Debo dejar de fumar o no?” 

Pero ahora desean fumar porque eso les proporciona una sensación placentera, y al mismo tiempo no lo desean porque mentalmente ven el absurdo que implica. 

Por lo tanto, comienzan a disciplinarse diciendo: 

“Tengo que sacrificarme; tengo que abandonar esto”. 

Pregunta:

 ¿No está usted de acuerdo en que el hombre ganará el reino de los cielos mediante una vida totalmente dedicado al servicio, como la de Jesús

KRISHNAMURTI: Espero que no le choque cuando le diga que el hombre no ganará el reino de los cielos de esa manera. 

Ahora vea lo que está diciendo:

 “Mediante el servicio obtendré algo que deseo”. Su declaración implica que usted no sirve de manera completa; busca obtener una recompensa por su servicio. 

Dice: 

“Mediante una conducta virtuosa conoceré a Dios”. 

Es decir, lo que le interesa realmente no es la conducta virtuosa sino conocer a Dios; separa así a Dios de la conducta virtuosa. 

Pero no es mediante el servicio, ni mediante el amor o la adoración o la plegaria, sino sólo en la acción misma, donde se encuentra la verdad, Dios, ¿Comprende? 

Cuando usted pregunta: “¿Ganaré el reino de los cielos mediante el servicio?”, su servicio no tiene sentido, porque usted se interesa fundamentalmente en el reino de los cielos, se interesa en obtener algo a cambio; es una especie de trueque, como lo es la mayor parte de nuestra vida. Por lo tanto, cuando dice: 

“Mediante la virtud, mediante el amor, llegaré, realizaré”, lo que le interesa es la realización, la cual no es más que un escape, una forma de imitación. 

Por eso, su amor o su acto virtuoso no tiene sentido. 

Si usted es bondadoso conmigo porque puedo darle algo a cambio, ¿qué significación tiene su bondad?

 Ése es todo el proceso de nuestra vida. 

Tenemos miedo de vivir. Sólo cuando alguien cuelga una recompensa ante nuestros ojos, nos decidimos a actuar, y entonces actuamos no por la acción misma, sino con el fin de obtener esa recompensa. En otras palabras, actuamos por lo que podemos conseguir gracias a la acción. Lo mismo ocurre con nuestras plegarias. 

O sea: debido a que nuestra acción carece en sí misma de significado, a que creemos que necesitamos un estímulo para actuar correctamente, hemos puesto delante de nosotros una recompensa, algo que deseamos, y confiamos en que ese aliciente, ese juguete nos dará satisfacción. 

Pero cuando actuamos con la esperanza de una recompensa, la acción en sí misma nada significa. 

Por eso digo que están atrapados en este proceso de recompensa y ganancia, en este obstáculo nacido del temor, todo lo cual se deriva en conflicto. 

Cuando vean esto, cuando tengan plena conciencia de esto, entonces comprenderán que la vida, la conducta, el servicio, todo, tiene significación en sí mismo. 

Entonces uno ya no pasa por la vida con el propósito de obtener alguna otra cosa, porque sabe que la acción misma tiene un valor intrínseco. 

Entonces no es meramente un reformador, es un ser humano; conoce esa vida que es flexible y, por lo tanto, eterna. 

8 de septiembre de 1933