EL ARTE DE ESCUCHAR - 25 - J.K. -

   SEGUNDA PLÁTICA EN ADYAR 

Como decía ayer, el pensamiento está mutilado, inutilizado, cuando se halla sujeto por la creencia; no obstante, nuestro pensar es, en su mayor parte, una reacción basada en la creencia, en una creencia en particular o en un ideal. 

Por lo tanto, nuestro pensar nunca es genuino, fluido, creativo. 

Siempre está frenado por una creencia determinada, una tradición o un ideal. 

Uno puede realizar la verdad, esa comprensión perdurable, sólo cuando el pensar está continuamente en movimiento, no sujeto por el pasado o por el futuro. 

Esto es tan simple que a menudo no lo percibimos. 

Un gran científico no tiene un objetivo en su investigación; si estuviera meramente buscando un resultado, dejaría de ser un gran científico. 

Así tiene que ser con nuestro pensar. 

Pero nuestro pensar está mutilado, atado, obstruido por una creencia, un dogma, un ideal; en consecuencia, no hay un pensar creativo

¿En qué se basa nuestra creencia? ¿En qué se funda la mayoría de nuestros ideales? 

Sí lo consideran, encontrarán que, o bien la creencia tiene como motivo la idea de una ganancia, de una recompensa, o sirve como un incentivo, una guía, un patrón de conducta. 

Ustedes dicen:

 “Perseguiré la virtud, actuaré de este modo o del otro a fin de obtener la felicidad; averiguaré qué es la verdad a fin de superar la confusión, la desdicha; serviré a fin de lograr las bendiciones del cielo”. 

Pero esta actitud respecto de la acción como un medio para futuras adquisiciones, está mutilando constantemente nuestro pensamiento. 

O, por otra parte, la creencia se basa en las consecuencias del pasado. 

O bien tenemos principios externos que nos han sido impuestos, o hemos desarrollado ideales internos conforme a los cuales vivimos. 

Los principios externos son impuestos por la sociedad, por la tradición, por la autoridad, todo lo cual se basa en el miedo. 

Éstos son los principios que usamos constantemente como nuestra norma:

 “¿Qué pensará mi vecino?” “¿Qué sostiene la opinión pública?” “¿Qué dicen los libros sagrados o los maestros?” 

O desarrollamos una ley interna, la cual es nada más que una reacción a lo externo; o sea, desarrollamos una creencia interna, un principio interno, basados en el recuerdo de la experiencia, en la reacción, para que nos guíen en el movimiento de la vida.

Por lo tanto, la creencia pertenece ya sea al pasado o al futuro. 

Es decir, cuando hay un anhelo, el deseo crea el futuro; pero cuando uno se guía en el presente conforme a una experiencia que ha tenido, ese patrón es el pasado, ya es algo muerto. 

Así, desarrollamos la resistencia contra el presente, y a eso lo llamamos voluntad

Ahora bien, para mí la voluntad existe - sólo cuando hay falta de comprensión. 

¿Para qué necesitamos voluntad? 

Cuando vivo una experiencia y la comprendo, no tengo que combatirla, no tengo que resistirla. 

Cuando comprendo una experiencia completamente, ya no hay espíritu de imitación, de amoldamiento, o el deseo de resistir la experiencia. 

La comprendo completamente y, en consecuencia, me libero de la carga que implica. 

Ustedes tendrán que reflexionar sobre lo que estoy diciendo; mis palabras no son tan confusas como pueden sonar. 

La creencia se basa en la idea de adquirir y en el deseo de obtener resultados mediante la acción.

 Ustedes buscan la ganancia; han sido moldeados por conjuntos de creencias que se basan en el concepto de ganancia, en la búsqueda de recompensa, y la acción que desarrollan es el resultado de esa búsqueda. 

Si estuvieran en el movimiento mismo del pensar, no buscando un objetivo, una meta, una recompensa, entonces habría resultados pero no se interesarían en ellos. 

Como he dicho, un científico que busca resultados no es un verdadero científico; y un verdadero científico cuya búsqueda es profunda, no se interesa en los resultados que obtiene, aun cuando estos resultados puedan ser útiles al mundo. 

Por lo tanto, interésense en el movimiento de la acción misma; en eso se encuentra el éxtasis de la verdad. 

Pero deben darse cuenta de que sus pensamientos están atados por la creencia, de que actúan meramente conforme a ciertos conjuntos de creencias, de que la acción de ustedes está mutilada por la tradición. 

En esta libertad de la percepción alerta, hay integridad de acción

Supongamos, por ejemplo, que soy un maestro en una escuela. 

Si trato de moldear la inteligencia de los alumnos en el sentido de una acción determinada, entonces eso ya no es inteligencia. 

Es cosa del propio alumno el modo como empleará su inteligencia. 

Si es inteligente actuará de la manera apropiada porque no estará actuando por motivos de ganancia, de recompensa, de tentación, de poder. 

Para comprender este movimiento del pensar, esta integridad de la acción -la cual nunca puede ser estática, como ocurre con una norma, un ideal-, la mente debe estar libre de la creencia, porque la acción que busca recompensa no puede comprender su propia integridad, su propia plenitud de realización. 

No obstante, la mayoría de nuestras acciones se basa en la creencia. 

Ustedes creen en la guía de un Maestro, creen en un ideal, en dogmas religiosos, en las tradiciones establecidas de la sociedad

Pero con ese trasfondo de creencias jamás comprenderán, jamás podrán ahondar en la experiencia que afrontan, porque la creencia les impide vivir la experiencia plenamente, con la totalidad del ser. 

Sólo cuando ya no se encuentren amarrados por la creencia, conocerán la plenitud e integridad de la acción. 

Ahora son inconscientes de esta carga que está corrompiendo a la mente. 

Perciban esta carga plenamente, en la acción misma, y sólo esa percepción directa liberará a la mente, la liberará de todas las perversiones. 

Ahora contestaré algunas de las preguntas que se me han formulado. 

Pregunta:

 Por sanción de las Escrituras y el acuerdo de muchos maestros, la duda ha sido considerada en el curso de los tiempos como un impedimento que debe ser destruido antes de que la verdad pueda asomarse en el alma. 

Usted, por el contrario, parece considerar a la duda bajo una luz muy diferente. 

Incluso la ha llamado un ungüento precioso. 

¿Cuál de estos dos puntos de vista contradictorios es el correcto? 

KRISHNAMURTI:

 Dejemos a las Escrituras fuera de esta discusión, porque cuando uno empieza a citar las Escrituras en apoyo de sus opiniones, ¡tenga la seguridad de que el Demonio también puede encontrar en las Escrituras textos que apoyen el punto de vista totalmente contrario! 

En los Upanishads, en los Vedas, estoy seguro de que puede encontrarse lo opuesto de lo que usted dice que enseñan las Escrituras:

estoy seguro de que pueden encontrarse textos que dicen que uno debe dudar. 

Así que no nos citemos mutuamente las Escrituras; es como arrojarnos ladrillos a la cabeza el uno al otro. 

Como he dicho, nuestras acciones se basan en creencias, ideales, que hemos heredado o adquirido.

 Carecen de realidad. 

Ninguna creencia es jamás una realidad viviente. 

Para el hombre que está realmente vivo, las creencias son innecesarias. 

Ahora bien, puesto que la mente se halla mutilada por muchas creencias, muchos principios, muchas tradiciones, por valores falsos e ilusiones, tenernos que empezar a cuestionar eso, a dudar de ello.

 Ustedes no son niños. 

No pueden aceptar cualquier cosa que se les ofrece o se les obliga a aceptar. 

Tienen que empezar a cuestionar el fundamento mismo de la autoridad, porque ése es el principio del genuino espíritu crítico; tienen que cuestionar como para descubrir por sí mismos el verdadero significado de los valores tradicionales. 

Sólo esta duda, nacida del intenso conflicto, liberará a la mente y les dará el éxtasis de la libertad, un éxtasis exento de toda ilusión. 

Lo primero es, entonces, dudar, no alimentar nuestras creencias. 

Pero el deleite de los explotadores es instarles a que no duden, a que consideren a la duda como un impedimento. 

¿Por qué debería uno tener miedo de dudar?

 Si Ustedes se sienten satisfechos con las cosas como están, entonces continúen viviendo como lo hacen. 

Digamos que están satisfechos con sus ceremonias; pueden haber rechazado las viejas y aceptado las nuevas, pero ambas vienen a ser finalmente lo mismo. 

Si están satisfechos con ellas, lo que yo digo no los perturbará en su estancada tranquilidad. 

Pero no estamos aquí para que se nos pongan límites, trabas; estamos aquí para vivir inteligentemente y, si ustedes desean vivir así, lo primero que deben hacer es cuestionar. 

Ahora bien, nuestra así llamada educación, destruye despiadadamente la inteligencia creativa. 

La educación religiosa, que sostiene autoritariamente ante ustedes la idea del temor en diversas formas, los insta a que se abstengan de cuestionar, de dudar. 

Puede que hayan descartado la vieja religión de Mylapore, pero han adoptado una nueva religión que contiene muchos “debes” y “no debes”. 

La sociedad, mediante la fuerza de la opinión pública que es poderosa, vital, también les impide dudar; y ustedes dicen que si se pusieran contra la opinión pública, ésta los aplastaría. 

Así, en todas partes, la duda es desalentada, destruida, desechada. 

No obstante, uno puede encontrar la verdad sólo cuando empieza a cuestionar, a poner en duda los valores con los cuales la sociedad y la religión, antigua y moderna, nos han acorralado. 

Así que no comparen lo que yo digo con lo que dicen las Escrituras; de ese modo jamás comprenderemos. 

La comparación no conduce a la comprensión. 

Sólo cuando consideramos una idea por sí misma y la examinamos profundamente, no de manera comparativa o relativa, sino con el propósito de descubrir su valor intrínseco, sólo entonces comprendemos. 

Tomemos un ejemplo. 

Ustedes saben que es costumbre aquí casarse muy jóvenes, y eso se ha vuelto casi sagrado. 

Y bien, ¿no deben ustedes cuestionar esa costumbre? 

Cuestionarían esta costumbre tradicional si amaran realmente a sus hijos. 

Pero la opinión pública está tan fuertemente a favor del matrimonio temprano, que no se atreven a ir contra ella y así jamás investigan honestamente esta superstición. 

Además, ustedes han descartado ciertas ceremonias y han adoptado otras nuevas. 

Entonces, ¿por qué han abandonado las ceremonias viejas

Las han abandonado porque no los satisfacían, y han adoptado las ceremonias nuevas porque son más prometedoras más atractivas, ofrecen una esperanza mayor. 

Nunca han dicho:

 “Voy a descubrir el valor intrínseco de las ceremonias, ya sean hindúes, cristianas o de cualquier otro credo”. 

Para descubrir su valor intrínseco, deben desechar las esperanzas, los atractivos que ofrecen, y examinar críticamente toda la cuestión. 

No puede existir esta actitud de aceptación. 

Uno acepta sólo cuando desea ganar, cuando está buscando consuelo, refugio, seguridad y, en esa búsqueda de seguridad, de consuelo, hace de la duda un impedimento, una ilusión que debe ser desterrada y destruida. 

Una persona que quiera vivir auténticamente y comprender la vida de manera completa, debe conocer la duda. 

No decir: 

“¿Se terminará alguna vez la duda?” 

La duda existirá en tanto uno sufra, en tanto no haya descubierto los valores genuinos

Para comprender los valores genuinos debemos comenzar a dudar, a ser críticos respecto de la autoridad, de las tradiciones en la que nuestra mente ha sido educada. 

Pero esto no significa que nuestra actitud tenga que ser de oposición no inteligente. 

Para mí, la duda es un ungüento precioso. 

Cura las heridas del que sufre. 

Tiene una influencia benigna. 

La comprensión adviene sólo cuando dudamos no con el propósito de una ulterior adquisición o sustitución, sino para comprender. 

Donde existe el deseo de ganancia, ya no hay más dudas. 

Donde existe el deseo de ganancia hay aceptación de la autoridad, ya sea la autoridad de uno, de cinco o de un millón. 

Tal autoridad alienta la aceptación y califica a la duda de impedimento. 

A causa de que están continuamente buscando consuelo, seguridad, encuentran ustedes explotadores que les aseguran que la duda es un obstáculo, una cosa que debe ser desterrada. 

Pregunta: 

Usted dice que uno no puede trabajar por el nacionalismo y, al mismo tiempo, por la hermandad. ¿Quiere sugerir que: 

1) nosotros, que somos una nación sojuzgada y creemos firmemente en la hermandad, debemos dejar de luchar por gobernarnos a nosotros mismos, o que:

 2) en tanto estemos intentando librarnos del yugo extranjero, debemos dejar de trabajar por la hermandad’? 

KRISHNAMURTI:

 No consideremos esta cuestión desde el punto de vista de una nación explotadora. 

Cuando nos llamamos a nosotros mismos una nación sojuzgada, estamos creando un explotador. 

No consideremos la cuestión de este modo, por el momento. 

Para mí, el punto no es la solución de un problema inmediato, porque si comprendemos plenamente el propósito fundamental para el que estamos trabajando, entonces, al trabajar para ese propósito, resolvemos sin gran dificultad el problema inmediato. 

Ahora, por favor, sigan lo que voy a decir; puede que sea nuevo para ustedes, pero no lo rechacen por esa razón. 

Sé que la mayoría de ustedes son nacionalistas y, al mismo tiempo, se supone que abogan por la hermandad. 

Sé que están tratando de mantener simultáneamente el espíritu del nacionalismo y el espíritu de hermandad. 

Pero, por favor, pongan de lado por el momento la actitud nacionalista y consideren la cuestión desde un punto de vista diferente.

La solución final para los problemas de la falta de empleo y del hambre es la unidad humana, la unidad del mundo. 

Ustedes dicen que hay millones de personas que sufren y mueren de hambre en la India, y que si pudieran librarse del dominio inglés encontrarían maneras y medios para satisfacer al pueblo hambriento. 

Pero yo les digo que no aborden el problema desde este punto de vista. 

No consideren los sufrimientos inmediatos de la India, sino toda la cuestión del hambre de millones en el mundo. 

Millones de chinos mueren por falta de alimentos. 

¿Por qué no piensan en ellos? 

“No, no”, dicen, “mi primer deber es con mi propia casa”. 

Eso es también lo que dicen los chinos: 

“Mi primer deber es con mi casa”. 

Es lo que proclaman los ingleses, los alemanes, los italianos, es lo que sostienen todos los nacionalistas.

 Pero yo digo: 

No consideren el problema desde este punto de vista -no lo llamaré un punto de vista estrecho ni un punto de vista amplio-. 

Digo que consideren toda la causa del hambre en el mundo, no por qué carece de alimento suficiente un pueblo en particular. 

¿Qué es lo que da origen al hambre? 

La falta de un plan organizado para toda la humanidad. 

¿No es así? 

Hay alimento suficiente. 

Existen algunos métodos excelentes que pueden ser utilizados para la distribución de ropas y alimentos y para que el hombre no carezca de empleos. 

Hay bastante de todas las cosas. 

¿Qué es, entonces, lo que impide que la humanidad haga un uso inteligente de todas estas cosas? 

Las diferencias de clase, las diferencias nacionales, las diferencias religiosas y sectarias, todo eso impide la cooperación inteligente. 

En el fondo, cada uno de ustedes se esfuerza por ganar, está gobernado por el instinto de posesión. 

Por eso acumulan despiadadamente, legan sus posesiones a sus familias; y esto se ha vuelto un veneno para el mundo. 

En tanto exista este espíritu, ningún sistema inteligente podrá trabajar a satisfacción, porque no hay suficientes personas con inteligencia para utilizarlo prudentemente. 

Cuando ustedes hablan de nacionalismo, quieren decir:

 “Mi país, mi familia y yo primero”. 

Por medio del nacionalismo jamás podrán llegar a la unidad humana, a la unidad del mundo. 

El absurdo y la crueldad del nacionalismo están más allá de toda duda, pero los explotadores usan el nacionalismo para sus propios fines.

Aquéllos de ustedes que hablan de hermandad, en el fondo son, por lo general, nacionalistas.

 ¿Qué es lo que la hermandad significa, una idea o una realidad? ¿Cómo pueden ustedes tener realmente en sus corazones el sentimiento de un amor fraternal, cuando sostienen cierto conjunto de creencias dogmáticas, cuando tienen discriminaciones religiosas? 

Y eso es lo que están haciendo en sus diversas sociedades, en sus distintos grupos. 

¿Están actuando de acuerdo con el espíritu de hermandad cuando existen estas discriminaciones? ¿Cómo pueden conocer ese espíritu, cuando están condicionados por las diferencias de clase? ¿Cómo puede haber unidad o hermandad cuando cada uno piensa sólo desde el punto de vista de su familia, de su nacionalidad, de su dios? 

Mientras estén tratando de resolver meramente el problema inmediato -aquí, el problema del hambre en la India-, estarán enfrentados con dificultades insuperables. 

No hay proceso ni sistema ni revolución que puedan cambiar en el acto ese estado de cosas. 

Librarse del dominio inglés inmediatamente, o sustituir una burocracia blanca por una burocracia morena, no alimentará a los millones que mueren de hambre en la India. 

El hambre existirá en tanto haya explotación. 

Y ustedes, individualmente, con su anhelo de poder que crea las discriminaciones, con su deseo de seguridad personal tanto espiritual como física, están involucrados en esta explotación. 

Yo digo que, mientras el espíritu de explotación exista, siempre habrá hambre en el mundo. 

O, lo que puede ocurrir es esto: 

Tal, vez sean ustedes despiadadamente empujados a aceptar otro conjunto de ideas, a adoptar un nuevo orden social, les guste o no. 

Hoy en día es costumbre -que se reconoce como legítima- explotar, poseer y aumentar las posesiones, guardar, acumular, atesorar, heredar. 

Cuanto más tiene uno, mayor es su poder de explotación. 

En reconocimiento por sus posesiones, por su poder, el gobierno lo honra, le confiere títulos y monopolios, lo llama “Sir”, etc. 

Esto es lo que ocurre en la existencia material de ustedes, y en su así llamada vida espiritual existe exactamente la misma condición. 

Adquieren honores espirituales, títulos espirituales; ingresan en las distinciones espirituales de discípulos, Maestrosgurús

Existe la misma lucha por el poder, el mismo afán posesivo, la misma espantosa crueldad de la explotación mediante los sistemas religiosos y sus explotadores, los sacerdotes. 

Y esto se considera espiritual, moral. 

Ustedes son esclavos del sistema que existe en la actualidad. 

Ahora está surgiendo otro sistema, llamado comunista

Este sistema está haciendo inevitablemente su aparición porque aquéllos que poseen son tan inhumanos, tan despiadados en su explotación, que los que sienten lo cruel y horrible de esa explotación, tienen que encontrar algún modo de resistencia. 

Así, comienzan a despertar, a rebelarse y, a causa de que ustedes son tan inhumanos, los arrastrarán a ese sistema de pensamiento. (Risas). 

No, no se rían. 

Ustedes no se dan cuenta de la espantosa crueldad generada por sus mezquinos sistemas de posesión. Un nuevo sistema está llegando y, les guste o no, serán despojados de sus posesiones y conducidos como ovejas hacia la no posesión, tal como ahora se los conduce hacia la posesión. 

En ese sistema, el honor es para aquéllos que son no posesivos. 

Ustedes serán los esclavos de ese nuevo sistema, tal como son esclavos del viejo. 

Uno de ellos los obliga a poseer, el otro a no poseer. 

Tal vez el nuevo sistema beneficiará a las multitudes, a las masas populares, pero si a ustedes se los obliga, individualmente, a aceptarlo, entonces llega a su fin el pensamiento creativo. 

Digo, pues, que actúen voluntariamente, comprensivamente. 

Estén libres tanto de la posesión como de su opuesto, la no posesión. 

Pero ustedes han perdido por completo el significado del verdadero sentir. 

Por eso están luchando por el nacionalismo; sin embargo, no les interesan las numerosas implicaciones del nacionalismo. 

Cuando están ocupados con las diferencias de clase, cuando luchan por conservar lo que tienen, de hecho son explotados individual y colectivamente, y esta explotación conducirá inevitablemente a la guerra. 

¿Acaso eso no es hoy llamativamente obvio en Europa? 

Cada nación continúa amontonando armamentos y, no obstante, habla de paz y asiste a las conferencias de desarme. 

Ustedes están haciendo exactamente lo mismo de una manera diferente. 

Hablan acerca de la hermandad y, no obstante, se aferran a las diferencias de casta, los dividen los prejuicios religiosos, y las costumbres sociales se han convertido en crueles barreras. 

La unidad del hombre es siempre destruida por sus creencias, sus ideales y prejuicios. 

¿Cómo pueden hablar de hermandad cuando no la sienten en sus corazones, cuando sus acciones se oponen a la unidad del hombre, cuando están persiguiendo constantemente la propia expansión y glorificación personal? 

Si no estuvieran persiguiendo sus propios objetivos egoístas, ¿creen que pertenecerían a organizaciones que les prometen recompensas espirituales y temporales? 

Eso es lo que sus religiones, sus grupos selectos, sus gobiernos están haciendo, y ustedes pertenecen a unos y a otros para su propia expansión y glorificación personal. 

Si enfocan con inteligencia toda esta cuestión del nacionalismo, si le dedican real reflexión y, por lo tanto, actúan correctamente al respecto, podrán crear una unidad mundial que será la única solución para el problema inmediato del hambre. 

Pero es difícil que piensen en estos términos, porque durante años han sido adiestrados para pensar conforme a la rutina nacionalista. 

Sus historias, sus revistas, sus periódicos acentúan todos el nacionalismo. 

Están adiestrados por sus explotadores políticos para no escuchar a alguien que llama al nacionalismo una enfermedad, que dice que no es un medio que conduzca a la unidad mundial. 

Pero ustedes no deben separar el medio del fin; el fin está directamente relacionado con el medio, no es distinto de él. 

El fin es la unidad mundial, un plan organizado para la totalidad de los seres humanos, aunque esto no significa un igualamiento de la individualidad. 

Sin embargo, tendrá lugar un igualamiento mecánico y carente de vida, si no actúan voluntariamente, con inteligencia. 

Me pregunto cuántos de ustedes sienten la urgencia, la necesidad de estas cosas. 

El fin es la unidad humana, de la cual hablan tanto, pero sólo hablan sin desear una acción inteligente; no sienten eso y sus acciones niegan sus palabras. 

El fin es la unidad humana, una planificación organizada para el hombre como totalidad, no para su condicionamiento. 

El propósito no es obligar al hombre a que piense en ninguna dirección particular, sino ayudarlo a ser inteligente de modo que pueda actuar con plenitud, con creatividad. 

Pero tiene que haber una planificación organizada para el bienestar del hombre, y eso podrá producirse sólo cuando el nacionalismo y las diferencias de clase con su explotación, ya no existan más. 

Señores, ¿cuántos de ustedes sienten la gran necesidad de una acción semejante? 

Soy bien consciente de su actitud: 

“Millones mueren de hambre en la India”, dicen, ¿no es importante abordar de inmediato ese problema?” 

Pero, ¿qué es lo que ustedes hacen incluso con respecto a eso? 

Hablan acerca de hacer algo, pero lo que en realidad hacen es argüir y debatir cómo se organizarán sus planes, qué sistemas se adoptarán y quién será el líder que los dirija. 

Eso está en sus corazones. 

No se interesan realmente en los millones que mueren de hambre en todo el mundo. 

Por eso hablan de nacionalismo. 

Si trataran el problema como una totalidad, si realmente sintieran a la humanidad en su conjunto, entonces verían la inmensa necesidad de una acción completa, la cual sólo podrá tener lugar cuando dejen de hablar en términos de nacionalidades, de clases, de religiones. 

Pregunta: 

¿Está usted todavía categóricamente inclinado a negar que es el genuino producto de la cultura teosófica?

KRISHNAMURTI:

 ¿Qué entiende usted por cultura teosófica? 

Vea cómo esta cuestión se relaciona con la anterior del nacionalismo. 

Usted pregunta: 

“¿Acaso no lo han educado nuestra sociedad, nuestra religión, nuestro país?” 

Y a esto sigue la otra pregunta:

 “¿Por qué es usted ingrato con nosotros?” 

La inteligencia no es el producto de ninguna sociedad, aunque sé que las sociedades y los grupos gustan de explotarla. 

Si yo estuviera de acuerdo con que soy “el genuino producto de la cultura teosófica” -cualquier cosa que eso pueda significar-, ustedes dirían:

 “¡Vean qué hombre maravilloso es! 

Nosotros lo hemos producido; así que nos sigue a nosotros y a nuestras ideas”. 

(Risas). 

Sé que estoy exponiendo esto crudamente, pero así es como piensan muchos de ustedes. 

No se rían. 

Se ríen con demasiada facilidad, se ríen superficialmente, mostrando que no sienten de una manera vital. 

Quiero que consideren por qué me formulan esta pregunta, no si soy o no soy el resultado de la cultura teosófica. 

La cultura es universal. 

La verdadera cultura es infinita; no pertenece a ninguna sociedad, a ninguna nación, a ninguna religión.

 Un verdadero artista no es, como tal, hindú ni cristiano, americano o inglés, porque un artista condicionado por la tradición o por el nacionalismo, no es un verdadero artista. 

Así que no discutamos si soy el resultado de la cultura teosófica o si no lo soy. 

Consideremos por qué formulan esta pregunta. 

Eso es más importante. 

A causa de que ustedes se aferran a sus creencias particulares, dicen que su camino es el único camino, que es mejor que todos los otros caminos. 

Pero yo digo que no hay camino que conduzca hacia la verdad. 

Sólo cuando estemos libres de esta idea de los senderos, que no son sino ilusiones temperamentales, comenzaremos a pensar de manera inteligente y creativa.

Ahora bien, yo no ataco a la sociedad de ustedes. 

Han sido bastante amables al invitarme a hablar aquí, y no estoy abusando de esa amabilidad. 

La sociedad de ustedes es como miles de otras sociedades en todo el mundo, cada una sosteniendo sus propias creencias, cada una pensando:

 “El nuestro es el mejor camino; nuestra creencia es verdadera y las otras creencias están equivocadas”.

 En tiempos antiguos, a las personas cuyas creencias diferían de la ortodoxia aceptada, se las quemaba o torturaba. 

Hoy nos hemos vuelto lo que llamamos tolerantes, o sea, nos hemos intelectualizado. 

Eso es lo que viene a ser la tolerancia. 

Ustedes me formulan esta pregunta porque quieren convencerse a sí mismos de que su cultura, su creencia son las mejores; desean atraer a otros hacia esa creencia, hacia esa cultura. 

Hoy Alemania sostiene que habrá un país compuesto sólo de gente nórdica, que no habrá más que una cultura. 

Ustedes dicen exactamente lo mismo, de una manera diferente. 

Dicen: “Nuestras creencias resolverán los problemas del mundo”. Y eso es lo que dicen los budistas y los mahometanos, es lo que dicen los católicos romanos y otros:

 “Nuestras creencias son las mejores; nuestra institución es la más preciosa”. 

Cada secta y cada grupo creen en su propia superioridad, y de tales creencias surgen los cismas, las disputas y guerras religiosas sobre cosas que no importan un comino. 

Para un hombre que vive de manera plena, completa, para un hombre verdaderamente culto, las creencias son innecesarias. 

Él es creativo. 

Es auténticamente creativo, y esa creatividad no es el resultado de una reacción a alguna creencia. 

El hombre culto de verdad es inteligente. 

En él no hay separación alguna entre su pensamiento y su emoción; por lo tanto, sus acciones son completas, armoniosas. 

La verdadera cultura no es nacionalista ni pertenece a grupo alguno. 

Cuando comprendan esto, existirá el verdadero espíritu de hermandad; nadie pensará en términos de catolicismo romano o de protestantismo, en términos de hinduismo o de teosofía. 

Pero ustedes están tan conscientes de sus posesiones y de su lucha por adquirir más y más, que dan origen a las discriminaciones, y de éstas surgen el explotador y el explotado. 

Algunos de ustedes, lo sé, han cerrado sus mentes contra lo que estoy diciendo y lo que voy a decir. 

Es obvio por sus rostros. 

Comentario: 

Dudamos de usted, eso es todo.

 KRISHNAMURTI: 

Es perfectamente correcto que duden de mí. 

Me alegra si dudan. 

Pero ustedes no dudan. 

Si de verdad dudaran, ¿cómo pueden formularme una pregunta como ésta, si soy o no soy el resultado de la cultura teosófica? 

El pensamiento no es para que se lo condicione, para que se lo moldee; no obstante, sé que es esto lo que está ocurriendo. 

Pero, por cierto, ustedes no pueden aceptar las cosas como son. 

Aceptan sólo cuando se sienten satisfechos, contentos. 

No aceptan cuando están sufriendo. 

Cuando sufren empiezan a cuestionar. 

En consecuencia, ¿por qué no deberían dudar? ¿No los he invitado desde el principio a examinar las cosas, a poner en tela de juicio todo lo que digo, de modo que puedan llegar a ser seres humanos inteligentes, afectuosos? ¿Han llegado a esa inteligente comprensión de la vida? 

Les pido que cuestionen, que duden, no sólo de lo que estoy diciendo, sino también de los valores pasados y de aquéllos en que están atrapados actualmente. 

La duda produce una comprensión perdurable; la duda no es un fin en sí misma. 

Lo verdadero se revela sólo a través de la duda, cuestionando las numerosas ilusiones, los valores tradicionales, los ideales. 

¿Están haciendo eso? 

Si saben que esto es lo que están haciendo sinceramente, entonces también conocerán el significado perdurable de la duda. 

El corazón y la mente, ¿se están liberando del afán posesivo? 

Si ustedes estuvieran verdaderamente despiertos a la sabiduría de la duda, el instinto de adquisición debería destruirse completamente, porque ese instinto es la causa de mucha desdicha. 

En él no hay amor, sino sólo caos, conflicto, dolor. 

Si dudan verdaderamente, percibirán la falsedad del instinto de posesión.

Si son críticos, si cuestionan, ¿por qué se aferran a las ceremonias? 

No comparan una ceremonia con otra a fin de decidir cuál es la mejor; antes bien, descubran si las ceremonias son útiles en absoluto. 

Si ustedes dicen: 

“Las ceremonias que practico son muy satisfactorias para mí”, entonces no tengo nada más que decir. Su afirmación demuestra meramente que no conocen la duda. 

Sólo se interesan en estar satisfechos. 

Las ceremonias separan a la gente, y cada uno de los que creen en ellas dice: 

“Las mías son las mejores; tienen más poder espiritual que las otras”. 

Esto es lo que sostienen los miembros de todas las religiones, de todas las sectas o sociedades religiosas, y sobre estas distinciones artificiales ha habido disputas durante generaciones. 

Estas ceremonias y otras barreras irreflexivas semejantes han separado al hombre del hombre. 

¿Puedo decir algo más? 

Si ustedes dudan, o sea, si desean intensamente descubrir, deben soltar esas cosas a las que tan profundamente se aferran. 

No puede haber verdadera comprensión si conservan las que tienen. 

No pueden decir:

 “Me aferraré a este prejuicio, a esta creencia, a esta ceremonia y, al mismo tiempo, examinaré lo que usted dice”. 

¿Cómo podrían hacerlo? 

Una actitud así no es de duda, no es de inteligente espíritu crítico. 

Demuestra que están buscando meramente un sustituto. 

Trato de ayudarlos a que comprendan verdaderamente la plenitud de la vida. 

No les pido que me sigan. 

Si están satisfechos con su vida tal como es, entonces continúen con ella. 

Pero si no lo están, entonces pongan a prueba lo que digo. 

No lo acepten, sino empiecen por ser inteligentemente críticos. 

Para vivir de un modo completo, tienen que estar libres de las corrupciones, de las ilusiones en que se hallan presos. 

Para descubrir el profundo significado de la ceremonia, deben examinarla críticamente, objetivamente, y para hacerlo no tienen que estar seducidos por ella ni enredados en ella. 

Esto es obvio, por cierto. 

Examinen tanto la práctica como la no práctica de las ceremonias. 

Duden, cuestionen, reflexionen profundamente sobre esto. 

Cuando comiencen a despojarse del pasado, crearán dentro de ustedes un conflicto y, de ese conflicto, tiene que surgir una acción nacida de la comprensión. 

Ahora tienen miedo de soltar, porque ese acto de despojo traerá disturbios; de ese acto podría surgir la decisión de que las ceremonias son inútiles, lo cual iría contra sus familias, sus amigos y sus propias afirmaciones del pasado. 

Hay miedo detrás de todo esto, por eso sólo dudan intelectualmente. 

Son como el hombre que se aferra a todas sus posesiones, a sus ideas, a sus creencias, a su familia y, no obstante, habla de la no posesión. 

Su pensamiento no tiene nada que ver con sus actos.

 Su vida es hipócrita.

Por favor, no piensen que hablo con dureza, no es así. 

Pero tampoco voy a ponerme sentimental o emocional a fin de provocarlos a la acción. 

De hecho, no estoy interesado en provocarlos a la acción; lo harán ustedes mismos cuando comprendan. Lo que me interesa es mostrarles lo que está ocurriendo en el mundo. 

Quiero incitarlos a que vean la crueldad, la opresión espantosa, la explotación que los rodea. 

La religión, la política, la sociedad, los están explotando y los condicionan; ustedes están siendo forzados en una dirección particular. 

No son seres humanos, son meras piezas de una máquina. 

Sufren pacientemente, se someten a las crueldades del medio, aun cuando ustedes, individualmente, tienen las posibilidades de cambiar todo eso. 

Señores, es tiempo de actuar. 

Pero la acción no puede tener lugar mediante el mero razonamiento y las discusiones. 

La acción tiene lugar sólo cuando sienten intensamente. 

La verdadera acción ocurre sólo cuando sus pensamientos y sentimientos se vinculan armoniosamente entre sí. 

Pero han divorciado sus sentimientos de sus pensamientos porque, a causa de su armonía, la acción resultante tiene que crear conflicto, y ustedes no están dispuestos a afrontarlo. 

Pero yo les digo que se liberen de los valores falsos de la sociedad, de las tradiciones; vivan individualmente de un modo completo. 

Por individualmente no quiero decir de una manera individualista. 

Cuando hablo de la individualidad, entiendo por ella la comprensión de los valores genuinos, la cual los libera de la maquinaria social y religiosa que los está destruyendo. 

Para ser auténticamente individual, la acción debe nacer de la inteligencia creativa; esto implica ausencia de temor y no estar presos en ninguna ilusión. 

Ustedes pueden hacer esto. 

Podrán vivir de un modo completo -no sólo ustedes, sino las personas cercanas a ustedes- cuando se vuelvan creativamente inteligentes. 

Pero ahora están empeñados en la ganancia, buscando siempre el poder. 

Son impulsados por tentaciones, por creencias, por sustitutos. 

En este no hay felicidad, no hay inteligencia creativa, no hay verdad. 

30 de diciembre de 1933


 


EL ARTE DE ESCUCHAR -24 - J.K. -


 Adyar, India, 1933 PRIMERA PLÁTICA EN ADYAR

 Mr. Warrington, el presidente en ejercicio de la Sociedad Teosófica, tuvo la bondad de invitarme a venir a Adyar para ofrecer aquí algunas pláticas. 

He aceptado con mucho gusto su invitación y aprecio su amistad, la cual espero que continúe, aun cuando podamos diferir completamente en nuestras ideas y opiniones. 

Confío en que todos ustedes escucharán sin prejuicios mis pláticas y que no pensarán que trato de atacar a su sociedad. 

Es completamente otra cosa lo que quiero hacer: quiero despertar el deseo por la verdadera investigación, y pienso que esto es todo cuanto un maestro puede hacer. 

Es todo cuanto quiero hacer. 

Si puedo despertar ese deseo en ustedes, he completado mi tarea, porque gracias a ese deseo adviene la inteligencia, esa inteligencia que está libre de todo sistema y de toda creencia organizada. 

Esta inteligencia está más allá de todo concepto de compromiso y falso amoldamiento. 

Así que, durante estas pláticas, aquéllos de ustedes que pertenecen a diversas sociedades o a grupos, tendrán la bondad de recordar que estoy muy agradecido a la Sociedad Teosófica y a su presidente en ejercicio por haberme invitado a venir aquí para hablar, y que no ataco a la Sociedad Teosófica. 

No estoy interesado en atacar. 

Pero sostengo que, mientras las organizaciones para el bienestar social del hombre son necesarias, las sociedades basadas en esperanzas y creencias religiosas, son nocivas. 

Por lo tanto, aunque pueda parecer que hablo con dureza, por favor, tengan presente que no ataco a ninguna sociedad en particular, sino que estoy contra todas estas falsas organizaciones que, aun cuando manifiesten ayudar al hombre, son en realidad un gran obstáculo y constituyen medios de constante explotación.

Cuando la mente está llena de creencias, ideas y conclusiones definidas a las cuales llama conocimientos y que se convierten en algo sagrado, entonces cesa el movimiento infinito del pensar. Es lo que ocurre con la mayoría de las mentes. 

Lo que llamamos conocimiento es meramente acumulación, impide el movimiento libre del pensar; no obstante, rendimos culto al así llamado conocimiento y nos aferramos a él. 

De esta manera, la mente queda enmarañada y enredada en el conocimiento. 

Sólo cuando la mente se libera de toda esta acumulación, cuando se libera de creencias, ideales, principios, recuerdos, existe un pensar creativo. 

Uno no puede desechar ciegamente la acumulación; sólo puede liberarse de ella cuando la comprende.

 Entonces hay pensamiento creativo, entonces hay un movimiento eterno. 

La mente ya no está separada de la acción. 

Ahora bien, las creencias, los ideales, las virtudes y las ideas santificadas que ustedes persiguen y a las que llaman conocimiento, impiden el pensar creativo y, de tal modo, ponen fin a la continua maduración del pensamiento. 

Porque el pensamiento no implica seguir un surco particular de ideas establecidas, hábitos y tradiciones.

 El pensamiento es crítico, es una cosa aparte del conocimiento heredado o adquirido. 

Cuando uno acepta meramente ciertas ideas y tradiciones, no está pensando, hay un lento estancamiento. 

Ustedes me dicen: 

“Tenemos creencias, tenemos tradiciones, tenemos principios; ¿acaso no son correctos? ¿Debemos desembarazarnos de ellos?” 

No voy a decirles que deben desembarazarse o que no deben hacerlo. 

En realidad, la prontitud misma con que están dispuestos a aceptar la idea de que deben o no deben desembarazarse de estas creencias y tradiciones, les impide pensar; se encuentran ya en un estado de aceptación; por lo tanto, carecen de capacidad crítica. 

Yo hablo a individuos, no a organizaciones o grupos de individuos. 

Hablo a cada uno de ustedes como individuo, no a un conjunto de personas que sostienen ciertas creencias. 

Si mi plática ha de tener algún valor para ustedes, traten de pensar por sí mismos, no con la conciencia grupal

No piensen en los términos con los cuales ya se han comprometido, porque son meramente formas sutiles de consuelo. 

Dicen: 

“Yo pertenezco a tal sociedad, a tal grupo. 

He hecho ciertas promesas a ese grupo y he aceptado de él ciertos beneficios.

 ¿Cómo puedo pensar aparte de estas condiciones y promesas? 

¿Qué debo hacer?” 

Yo digo: No piensen en términos de compromisos, porque éstos les impiden pensar creativamente.

 Donde hay mera aceptación no puede haber un pensar libre, fluido y creativo; sólo este pensar es inteligencia suprema, felicidad.

 El así llamado conocimiento al que rendimos culto, por el cual, a fin de obtenerlo, nos esforzamos leyendo libros, impide el pensamiento creativo. 

Pero porque yo diga que tal conocimiento y tal lectura impiden el pensar creativo, no se vuelvan inmediatamente a lo opuesto. 

No pregunten:

 “¿No debo leer en absoluto?”

 Hablo de estas cosas porque quiero mostrarles su significado intrínseco; no quiero instarles a que hagan lo opuesto. 

Ahora bien, si la actitud de ustedes es de aceptación, viven con el temor al juicio crítico, y cuando surge la duda, como debe surgir, la destruyen esmerada y diligentemente. 

Sin embargo, es sólo mediante la duda, mediante el juicio crítico, que pueden llegar a la plena realización; y el propósito de la vida, como lo explicaré enseguida, es esa realización plena, no el acumular, el lograr cosas. 

La vida es un proceso de búsqueda, búsqueda no de un objetivo particular, sino de liberar la energía creativa, la inteligencia creativa en el hombre; es un proceso de movimiento eterno, no limitado por creencias, por conjuntos de ideas, por dogmas o por el así llamado conocimiento.

Por lo tanto, cuando hablo de juicio crítico, tengan la bondad de no ser prosélitos. 

Yo no pertenezco a sus sociedades, no sostengo opiniones e ideales. 

Estamos aquí para examinar, no para tomar partido. 

Por consiguiente, tengan la bondad de seguir imparcialmente lo que diga, y tomen partido -si es que deben hacerlo- después de que hayan concluido estas pláticas. 

El hecho de pertenecer a un grupo determinado les da un sentimiento de bienestar, de seguridad.

 Piensan que porque muchos de ustedes sostienen ciertas ideas o principios, por eso crecerán internamente. 

Pero por ahora traten de no tomar partido. 

Traten de no estar influidos por el grupo al que hoy pertenecen y traten también de no tomar partido por mí. 

Todo lo que tienen que hacer durante estas pláticas es examinar, ser críticos, dudar, descubrir, investigar, profundizar en los problemas que tienen ante sí. 

Ustedes están acostumbrados a la oposición, no al juicio crítico. 

Cuando digo “ustedes”, no piensen, por favor, que hablo con una actitud de superioridad. 

Digo que no están acostumbrados al juicio crítico y esperan desarrollarse espiritualmente gracias a esta falta de espíritu crítico

Piensan que, mediante esta destrucción de la duda librándose de la duda, progresarán, porque eso es lo que les han presentado como una de las cualidades indispensables para el progreso espiritual; así es como son explotados. 

Pero en su esmerada destrucción de la duda, en su rechazo del espíritu crítico, han desarrollado meramente la oposición. 

Dicen:

 “Las Escrituras son mi autoridad en esto”, o “los Maestros han dicho tal cosa”, o “esto lo he leído”. 

En otras palabras, sostienen ciertas creencias, ciertos dogmas, ciertos principios con los cuales se oponen a cualquier situación nueva y conflictiva e imaginan que piensan, que son críticos, creativos. 

La posición de ustedes es como la de un partido político, que sólo actúa a base de oposición. 

Si son verdaderamente críticos, creativos, jamás ejercitarán la mera oposición; entonces se interesarán en realidades. 

Pero si su actitud es meramente la de oponerse, entonces la mente de ustedes no se encontrará con la mía; en consecuencia, no comprenderán lo que estoy tratando de comunicar.

Así, cuando la mente está habituada a la oposición, cuando ha sido cuidadosamente adiestrada -mediante la así llamada educación, mediante la tradición y la creencia, mediante los sistemas religiosos y filosóficos- a adquirir esta actitud de oposición, es natural que no tenga la capacidad de ejercer la crítica y de dudar verdaderamente. 

Pero si es que van ustedes a comprenderme, esto es lo primero que deben tener. 

Por favor no cierren sus mentes contra lo que estoy diciendo. 

El verdadero espíritu crítico es el deseo de descubrir. 

La facultad crítica existe solamente cuando desean descubrir el valor intrínseco de una cosa. 

Pero no están habituados a eso. 

Sus mentes han sido hábilmente adiestradas para atribuir valores a todo, pero mediante ese proceso jamás comprenderán el significado inherente de una cosa, de una experiencia o de una idea. 

Así que, para mí, el verdadero espíritu crítico consiste en tratar de descubrir el valor intrínseco de la cosa misma y no en atribuir una cualidad a esa cosa. 

Ustedes atribuyen una cualidad al medio que los rodea, a una experiencia, sólo cuando desean obtener algo de ello, cuando desean ganar algo o tener poder o felicidad. 

Esto destruye el verdadero espíritu crítico. 

La atribución de valores pervierte el deseo y, por lo tanto, no pueden ver claramente. 

En vez de tratar de ver la flor en su original y total belleza, la miran a través de vidrios de colores; en consecuencia, jamás pueden verla tal como es. 

Si quieren vivir, disfrutar, apreciar la inmensidad de la vida, si realmente quieren comprenderla, no sólo repetir como loros lo que les han enseñado, lo que inculcaron dentro de ustedes, entonces su primera tarea es eliminar las corrupciones en que se encuentran enredados. 

Les aseguro que ésta es una de las tareas más difíciles, porque estas corrupciones forman parte del adiestramiento, de la educación que les impartieron, y es muy difícil desprenderse de eso. 

La actitud crítica requiere que estemos libres de la idea de oposición. 

Por ejemplo, ustedes me dicen: 

“Nosotros creemos en los Maestros; usted no. ¿Qué tiene que decir a esto?” 

Y bien, ésa no es una actitud crítica, es una actitud infantil -por favor, no piensen que hablo con dureza-

Estamos discutiendo si ciertas ideas son fundamental e intrínsecamente genuinas, no si ustedes han ganado algo gracias a estas ideas; porque lo que han ganado pueden ser meramente corrupciones, prejuicios. 

Mi propósito durante esta serie de pláticas es despertar en ustedes su propia capacidad crítica, de modo que los maestros lleguen a serles innecesarios, que no sientan la necesidad de asistir a conferencias, a sermones, que comprendan por sí mismos lo que es verdadero y vivan de una manera completa.

El mundo será un lugar más feliz cuando ya no haya más maestros espirituales, cuando el hombre ya no sienta que debe predicarle a su prójimo. 

Pero ese estado puede acaecer sólo cuando ustedes, como individuos, estén de verdad despiertos, cuando duden muchísimo, cuando realmente hayan comenzado a cuestionar en medio del dolor. 

Ahora han dejado de sufrir. 

Han sofocado sus mentes con explicaciones, con conocimientos, han endurecido sus corazones. 

No se interesan en los sentimientos, sino en las creencias, en las ideas, en la santidad del así llamado conocimiento; por lo tanto, son estériles, han dejado de ser seres humanos, son máquinas. 

Veo que sacuden la cabeza. 

Si no están de acuerdo conmigo, mañana formúlenme preguntas. 

Escriban sus preguntas y entréguenmelas; yo las contestaré. 

Pero esta mañana voy a hablar y espero que sigan lo que tengo que decir. 

En la vida no hay sitio para el descanso. 

El pensamiento no tiene lugar de reposo. 

Pero ustedes buscan un lugar así. 

En sus múltiples creencias, religiones, han buscado un lugar de reposo semejante, y en esta búsqueda han dejado de ser críticos, de fluir con la vida, de disfrutar, de vivir exquisita y ricamente.

Como he dicho, la verdadera búsqueda -que es diferente de buscar con un objetivo o de buscar ayuda o de perseguir una ganancia- se deriva en la comprensión del, valor intrínseco de la experiencia. 

La verdadera búsqueda es como el movimiento rápido del río, y en este movimiento hay comprensión, un devenir eterno. 

Pero la búsqueda de una guía da meramente como resultado un alivio momentáneo, el cual implica la multiplicación de los problemas y un incremento en las soluciones de los mismos. 

¿Qué es, entonces, lo que están buscando? ¿Cuál de estas cosas desean? ¿Desean investigar, descubrir, o desean encontrar ayuda, una guía? 

Casi todos desean ayuda, un alivio momentáneo del sufrimiento; quieren curar los síntomas antes que encontrar la causa del sufrimiento. 

“Estoy sufriendo”, dicen, “deme un método que me libre de sufrir”. 

O dicen: 

“El mundo está en una condición caótica. Denos un sistema que resuelva los problemas del mundo, que genere orden”. 

Así, la mayoría de ustedes está buscando un alivio transitorio, un refugio transitorio; no obstante, llaman a eso la búsqueda de la verdad. 

Cuando hablan de servicio, de comprensión, de sabiduría, están pensando meramente en términos de bienestar. 

En tanto sólo deseen aliviar el conflicto, la lucha, la disensión, el caos, el sufrimiento, son como un médico que trata sólo con los síntomas de una enfermedad. 

En tanto se interesen meramente en encontrar consuelo, no existe una verdadera búsqueda. 

Ahora seamos completamente francos. 

Si somos de verdad francos, podemos llegar lejos. 

Admitamos que todo cuanto estamos buscando es seguridad, alivio; ustedes buscan estar seguros ante el cambio constante, buscan un alivio al dolor. 

A causa de que se sienten insuficientes, dicen:

 “Por favor, deme suficiencia”. 

Así, lo que llaman búsqueda de la verdad, es un intento de hallar alivio al dolor, lo cual nada tiene que ver con la realidad. 

En esas cosas somos como niños. 

En momentos de peligro corremos hacia nuestra madre, siendo esa madre la creencia, el gurú, la religión, la tradición, el hábito. 

Aquí encontramos refugio y, por esto, nuestras vidas son vidas de constante imitación, sin que jamás haya un momento de comprensión plena.

Ahora bien, quizás estén de acuerdo con mis palabras y digan: “Usted tiene mucha razón: no estamos buscando la verdad, sino alivio, y ese alivio resulta momentáneamente satisfactorio”.

Si están satisfechos con esto, no hay nada más que decir. 

Si sostienen esa actitud puedo, con igual razón, no decir una sola cosa más. 

Pero, ¡gracias a Dios!, no todos los seres humanos sostienen esa actitud. 

No todos han alcanzado el estado de sentirse satisfechos con sus propias pequeñas experiencias que llaman conocimientos y en las cuales se estancan. 

Cuando ustedes dicen: 

“Estoy buscando”, implican que están buscando lo desconocido. 

Desean lo desconocido, y ése es el objeto de su búsqueda. 

A causa de que lo conocido es para ustedes terrible, insatisfactorio, vano y conduce al dolor, anhelan descubrir lo desconocido y, de aquí, las preguntas: 

“¿Qué es la verdad? ¿Qué es Dios?” De esto surge la pregunta: “¿Quién me ayudará a lograr la verdad?” 

En ese intento mismo de hallar la verdad, de encontrar a Dios, ustedes crean a los gurús, a los maestros, quienes se convierten en sus explotadores. Por favor, no se ofendan por mis palabras, no prejuzguen contra lo que estoy diciendo y no piensen que me dejo llevar por mi pasatiempo favorito. 

Sólo les muestro la causa de que sean explotados; esa causa es su búsqueda de una meta, de un objetivo.

 Cuando comprendan la falsedad de la causa, esa comprensión los liberará. 

No les pido que sigan mis enseñanzas, porque si lo que desean es comprender la verdad, no pueden seguir a nadie; si desean comprender la verdad, tienen que permanecer completamente solos. 

¿Cuál es una de las cosas más importantes en las que se interesan al buscar lo desconocido? 

“Dígame qué hay del otro lado”, piden, “dígame qué le ocurre a una persona después de la muerte”. 

A la respuesta a tales preguntas, la llaman conocimiento. 

Así, cuando indagan en lo desconocido, encuentran a una persona que les ofrece una explicación satisfactoria de ello, y entonces se amparan en esa persona o en la idea que tal persona les da. 

Por consiguiente, esa persona o esa idea se convierte en el explotador de ustedes, y ustedes mismos son los responsables de esa explotación, no el hombre o la idea que los explota. 

De tal indagación en lo desconocido nace la idea de un gurú que habrá de conducirnos hacia la verdad.

 De una indagación así surge la confusión respecto a lo que es la verdad, porque, en nuestra búsqueda de lo desconocido, cada maestro, cada guía, nos ofrece una explicación de lo que es la verdad, y esa explicación depende, obviamente, de sus propios prejuicios, de sus propias ideas; pero por intermedio de esa enseñanza esperan ustedes aprender qué es la verdad. 

La búsqueda de lo desconocido es, entonces, meramente un escape. 

Cuando conozcan la verdadera causa, cuando comprendan lo conocido, entonces no indagarán en lo desconocido. 

La persecución de la multiplicidad y diversidad de ideas acerca de la verdad, no reditúa comprensión.

 Ustedes se dicen: “Voy a escuchar a este maestro, luego escucharé a algún otro y después a otro más, y así aprenderé de cada uno de ellos los diversos aspectos de la verdad”. 

Pero mediante este proceso jamás comprenderán. 

Todo cuanto hacen es escapar; tratan de encontrar lo que les ofrece la mayor satisfacción, y a aquél que les brinda la más grande de ellas, lo estiman como su gurú, el ideal, la meta. 

De este modo, ha cesado la búsqueda de la verdad. 

Ahora bien, no piensen que el hecho de mostrarles la futilidad de esta búsqueda, es mero ingenio de mi parte; les explico la causa de la explotación que en todo el mundo tiene lugar en nombre de la religión, en nombre del gobierno, en nombre de la verdad. 

Lo desconocido no les concierne. 

Cuídense del hombre que describe para ustedes lo desconocido, la verdad o a Dios. 

Tal descripción de lo desconocido les ofrece un escape; además, la verdad desafía toda descripción. 

En ese escape no hay comprensión, no hay plenitud de realización. Sólo hay rutina y deterioro. 

La verdad no puede ser explicada ni descrita.

 Es. 

Yo digo que existe una belleza que no puede ser expresada en palabras; si lo fuera, se destruiría, dejaría de ser la verdad. 

Pero uno no puede conocer esta belleza, esta verdad, preguntando acerca de ella; sólo puede conocerla cuando ha comprendido lo conocido, cuando ha captado la plena significación de lo que tiene por delante.

Así que estamos buscando constantemente escapar, y a estos intentos de escape los dignificamos con diversos nombres espirituales, con palabras altisonantes; estos escapes nos satisfacen momentáneamente, o sea, hasta que sopla la siguiente tormenta de sufrimiento y se lleva nuestro refugio. 

Entonces, descartemos esto desconocido e interesémonos en lo conocido. 

Desechen por el momento sus creencias, su esclavitud a las tradiciones, su dependencia respecto de su Bhagavad Gita, de sus Escrituras, de sus Maestros. 

Yo no ataco sus creencias favoritas, sus sociedades favoritas; les estoy explicando que, si quieren comprender la verdad de lo que digo, tienen que tratar de escuchar sin prejuicios. 

Por medio de nuestros diversos sistemas de educación, que pueden ser la enseñanza universitaria o el seguimiento de un gurú o la dependencia respecto del pasado en la forma de una tradición o un hábito, sistemas que crean insuficiencia en el presente, por medio de estos sistemas de educación hemos sido alentados a obtener y adorar el éxito. 

Todo nuestro sistema de pensamiento, así como toda nuestra estructura social, se basan en la idea de la ganancia. 

Acudimos al pasado porque no podemos comprender el presente. Para comprender el presente, que es la experiencia, la mente debe descargarse de las tradiciones y los hábitos del pasado. 

En tanto nos abrume el peso del pasado, no podemos captar plenamente el perfume de una experiencia. Por consiguiente, en tanto haya búsqueda de ganancia, tiene que haber insuficiencia. 

No es mera suposición hipotética de mi parte afirmar que todo nuestro sistema de pensamiento se basa en la ganancia; es un hecho. 

Y la idea central de toda nuestra estructura social es la ganancia, el logro, el éxito. 

Pero por el hecho de que yo haya dicho que la persecución de esta idea de ganancia no se deriva en un vivir completo, no vayan ahora a pensar en términos de lo opuesto. 

No digan:

 “¿No debemos buscar? ¿No debemos ganar? ¿No debemos triunfar?” 

Esto muestra un pensar muy limitado. 

Lo que quiero que hagan es cuestionar la idea misma de ganancia. 

Como he dicho, toda la estructura social, económica y la así llamada estructura espiritual de nuestro mundo se basan en esta idea central de la ganancia: obtener ganancia de la experiencia, del vivir, de los maestros. 

Y, a causa de esta idea de la ganancia, cultivamos gradualmente en nosotros la idea del temor, porque en nuestra búsqueda de ganancia siempre tenemos miedo a la pérdida. 

Así, teniendo este miedo a la pérdida, este miedo de perder una oportunidad, crean ustedes al explotador, ya sea el hombre que los guía moralmente, espiritualmente, o una idea a la cual se aferran.

 Tienen miedo y desean valor; por lo tanto, el valor se convierte en el explotador de ustedes. 

Una idea se convierte en el explotador.

El intento de lograr, de ganar, es para ustedes meramente una huida, un escapar de la inseguridad.

 Cuando hablan de ganar, están pensando en la seguridad; y después de establecer la idea de seguridad, quieren encontrar un método de obtener y conservar esa seguridad. 

¿No es así? 

Si consideran la vida que llevan, si la examinan críticamente, encontrarán que se basa en el temor. 

Están siempre atentos a la ganancia; y, después de averiguar cuáles son sus seguridades, después de establecerlas como sus ideales, recurren a alguien que les ofrece un método, un plan por el cual lograr y defender sus ideales. 

Por lo tanto, dicen:

 “A fin de lograr esa seguridad, debo comportarme de cierta manera, debo perseguir la virtud, debo servir y obedecer, debo seguir a los gurús, a los maestros y los sistemas; debo estudiar y practicar a fin de obtener lo que deseo”. 

En otras palabras, dado que el deseo de ustedes es de seguridad, encuentran explotadores que les ayudarán a obtener lo que desean. 

De este modo ustedes, como individuos, establecen religiones para que les sirvan como patrones de una conducta convencional; causa del miedo a la pérdida, del miedo a verse privados de algo que desean, aceptan esas guías y esos ideales que las religiones ofrecen. 

Ahora bien, habiendo establecido sus ideales religiosos, que son en realidad sus seguridades, deben tener formas particulares de conducta, prácticas, ceremoniales y creencias, a fin de alcanzar esos ideales. 

Al tratar de llevarlas a la práctica, surge la división en el pensamiento religioso, la cual se deriva en cismas, sectas, credos. Usted tiene sus creencias y el otro tiene las suyas; usted se aferra a su forma particular de religión y el otro a la suya; usted es cristiano, otro es mahometano, otro es hindú. 

Así es como tienen ustedes estas discusiones y discriminaciones religiosas, pero, no obstante, hablan de amor fraternal, de tolerancia, de unidad -no dicen que tiene que haber uniformidad de pensamientos e ideas-. La tolerancia de la que hablan es tan sólo una hábil invención de la mente; esta tolerancia indica nada más que el deseo de aferrarse a sus propias idiosincrasias, a sus propias ideas limitadas y a sus prejuicios, permitiendo que el otro persiga los suyos. En esta tolerancia no hay diversidad inteligente, sino sólo una especie de superior indiferencia. Esta tolerancia contiene en sí una absoluta falsedad. Ustedes dicen: “Continúe a su propio modo y yo continuaré al mío; pero seamos tolerantes, fraternales”.

 Cuando hay verdadera fraternidad, amistad, cuando hay amor en nuestro corazón, no hablamos de tolerancia. 

Sólo cuando nos sentimos superiores en nuestra certidumbre, en nuestra posición, en nuestro conocimiento, sólo entonces hablamos de tolerancia. 

Somos tolerantes sólo cuando hay discriminación. 

Cuando cese la discriminación, no hablarán de tolerancia. 

Entonces no hablarán de hermandad porque serán hermanos en el corazón. 

Así ustedes, como individuos, establecen diversas religiones que actúan como su seguridad. 

Ningún maestro ha establecido estas religiones organizadas y explotadoras. 

Son ustedes los que, a causa de su inseguridad, de su confusión, de su falta de comprensión, han creado las religiones como guías. 

Entonces, después de haber establecido las religiones, buscan y escogen a sus gurús e instructores, escogen a los Maestros para que los ayuden. 

No piensen que estoy tratando de atacar su creencia favorita; simplemente establezco hechos, no para que los acepten, sino para que los examinen, para que los sometan a un juicio crítico y los verifiquen.

 Usted tiene su Maestro y otro tiene su guía particular; usted tiene su salvador y otro tiene el suyo. 

A causa de una división así del pensamiento y la creencia, crecen la contradicción y el conflicto de méritos entre diversos sistemas. 

Estas disputas ponen al hombre contra el hombre; pero puesto que hemos intelectualizado la vida, ya no pelearnos abiertamente, tratamos de ser tolerantes. 

Por favor, reflexionen sobre lo que estoy diciendo. 

No acepten ni rechacen meramente mis palabras. 

Para examinar imparcialmente, críticamente, deben poner de lado sus prejuicios e idiosincrasias y abordar abiertamente toda la cuestión.

En todo el mundo, las religiones han separado a los hombres. 

Individualmente, cada cual busca su propia pequeña seguridad y se interesa en su propio progreso; individualmente, cada cual busca crecer, expandirse, triunfar, lograr, y así acepta a cualquier maestro que le ofrezca ayudarlo en su progreso y crecimiento. 

Y, como resultado de esta actitud de aceptación, han cesado el espíritu crítico y la verdadera investigación. 

Se ha instalado el estancamiento. 

Aunque se muevan a lo largo de un surco estrecho de pensamiento y de vida, ya no hay un verdadero pensar ni un vivir pleno, sino sólo una reacción defensiva. 

Mientras la religión mantenga separados a los hombres, no puede haber hermandad, no más de lo que puede haberla en tanto haya nacionalidades, las cuales siempre tienen que causar, por fuerza, conflicto entre los hombres. 

La religión con sus creencias, disciplinas, atractivos, sus esperanzas y castigos, los fuerza a una conducta virtuosa, los fuerza a ser fraternales, a amar. 

Y, puesto que se los obliga a ello, o bien obedecen a la autoridad externa que lo establece, o -lo cual viene a ser la misma cosa- comienzan a desarrollar su propia autoridad interna como reacción contra la externa, y después la siguen. 

Donde hay una creencia, donde existe el seguimiento de un ideal, no puede haber un vivir completo. 

La creencia indica la incapacidad de comprender el presente. 

Ahora no acudan a lo opuesto diciendo: 

“¿No debemos tener creencias? ¿No debemos tener ideales en absoluto?” 

Yo simplemente les estoy mostrando la causa y naturaleza de la creencia. 

Debido a que no pueden comprender el veloz movimiento de la vida, a que no pueden captar la significación de su rápido fluir, piensan que la creencia es necesaria. 

En su dependencia de la tradición, de los ideales, de las creencias, de los Maestros, no viven en el presente, el cual es lo eterno. 

Puede que muchos de ustedes piensen que lo que digo es negativo. 

No lo es, porque cuando uno ve realmente lo falso, comprende lo verdadero. 

Todo cuanto estoy tratando de hacer es mostrarles lo falso para que puedan descubrir lo verdadero. 

Esto no es negación. 

Por el contrario, este despertar de la inteligencia creativa es la única ayuda positiva que puedo darles.

 Pero ustedes no consideran positivo eso; probablemente me llamarían positivo sólo si les diera una disciplina, un curso de acción, un nuevo sistema de pensamiento. 

Pero hoy no podemos avanzar más lejos en esta cuestión. 

Si mañana o los días subsiguientes van a querer formular preguntas acerca de esto, trataré de contestarlas. 

Los individuos han creado la sociedad agrupándose entre ellos con fines de ganancia, pero esto no produce verdadera unidad. 

Esta sociedad se convierte en su prisión, en su molde; no obstante, cada individuo quiere libertad para crecer, para triunfar. 

Así, cada uno se convierte en explotador de la sociedad y la sociedad, a su vez, lo explota. 

La sociedad se convierte en el ápice de su deseo, y el gobierno en el instrumento para llevar a cabo ese deseo al conferir honores a aquéllos que tienen el mayor poder de poseer, de ganar. 

La misma actitud estúpida existe en la religión; la autoridad religiosa considera al hombre que se ha ajustado enteramente a su dogma y a sus creencias, una persona verdaderamente espiritual. 

Confiero honores al hombre que posee virtud. 

Así, en nuestro deseo de poseer -y otra vez no hablo en términos de opuestos, antes bien, estoy examinando la cosa misma que da origen al deseo de posesión-, en nuestra búsqueda de posesión, creamos una sociedad de la cual nos volvemos, inconscientemente, esclavos. 

Nos convertimos en piezas de esa maquinaria social, aceptando todos sus valores, sus tradiciones, esperanzas, anhelos y sus ideas establecidas, porque hemos creado la sociedad y ésta nos ayuda a obtener lo que deseamos. 

Por lo tanto, el orden establecido, ya sea del gobierno o de la religión, pone fin a la investigación, a la búsqueda, a la duda. 

En consecuencia, cuanto más nos unimos en nuestras múltiples posesiones, más tendemos a volvernos nacionalistas.

Después de todo, ¿qué es una nación? 

Es un grupo de individuos que viven juntos con propósitos de conveniencia económica y defensa propia, y que explotan a unidades similares. 

No soy un economista, pero esto es un hecho obvio. 

De este espíritu adquisitivo emana la idea de “mi familia”, “mi casa”, “mi país”. 

En tanto exista esta condición posesiva, no puede haber hermandad o verdadero internacionalismo

Las fronteras de ustedes, sus costumbres, sus barreras arancelarias, sus tradiciones, sus creencias, sus religiones están separando al hombre del hombre. 

Esta mentalidad de ganancia, este espíritu separativo, este deseo de estar a salvo, de tener seguridad, ¿qué es lo que han creado? 

Han creado las nacionalidades. 

Y donde hay nacionalismo tiene que haber guerra. 

Es función de las naciones prepararse para la guerra; de lo contrario, no pueden ser verdaderas naciones.

 Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo, y nos encontramos al borde de otra guerra. 

Todos los periódicos defienden el nacionalismo y el espíritu de separación. 

¿Qué se dice en casi todos los países, en América, en Inglaterra, en Alemania, en Italia? 

Dicen:

 “Primero nosotros y nuestra seguridad individual, después consideremos al mundo”. 

Parece que no nos damos cuenta de que estamos todos en el mismo bote. 

Los pueblos ya no pueden estar separados como lo estuvieron siglos atrás. No debemos pensar en términos de separación, pero insistimos en pensar desde el punto de vista nacionalista o de conciencia de clase porque seguimos aferrándonos a nuestras posesiones, a nuestras creencias. 

El nacionalismo es una enfermedad, no puede producir unidad en el mundo ni unidad en el hombre. 

No podemos lograr la salud por medio de la enfermedad; primero debemos librarnos de la enfermedad.

 La educación, la sociedad, la religión contribuyen a mantener separadas a las naciones, porque cada una busca crecer individualmente, busca ganar, explotar. 

Ahora bien, a causa de este deseo de crecer, de ganar, de explotar, damos origen a innumerables creencias -creencias que conciernen a la vida después de la muerte, a la reencarnación, a la inmortalidad- y encontramos personas dispuestas a explotarnos, gracias a nuestras creencias. 

Por favor, entiendan que al decir esto no me estoy refiriendo a ningún líder o maestro en particular; no estoy atacando a ninguno de sus líderes. 

Atacar a cualquiera es pura pérdida de tiempo. 

No me interesa atacar a ningún líder, tengo algo más importante que hacer en la vida. 

Quiero actuar como un espejo para que puedan ver claramente las corrupciones y engaños que existen en la sociedad, en la religión.

Toda nuestra estructura social e intelectual se basa en la idea de la ganancia, del logro; y cuando la mente y el corazón están atrapados en la idea de la ganancia, no puede haber un verdadero vivir, la vida no puede fluir libremente. 

¿No es así?

 Si constantemente se ocupan del futuro, de un logro, de una ganancia, de una esperanza, ¿cómo pueden ustedes vivir por completo en el presente? 

¿De qué modo pueden actuar inteligentemente como seres humanos? ¿Cómo pueden pensar y sentir en la plenitud del presente, cuando tienen siempre los ojos puestos en el distante futuro? 

Nuestra religión, nuestra educación, nos convierten en seres sumamente insignificantes y, siendo conscientes de esa completa insignificancia, anhelamos ganar, triunfar. 

De este modo, seguimos constantemente a maestros, gurús, sistemas. 

Si realmente comprenden esto, actuarán; no sólo lo discutirán intelectualmente. 

En su persecución de la ganancia, ustedes pierden de vista el presente. 

Depositan su seguridad en el pasado y, de ese modo, no comprenden plenamente la experiencia inmediata. 

Esa experiencia deja una cicatriz, un recuerdo que resulta del carácter incompleto de tal experiencia, y de esa creciente insuficiencia se desarrolla la conciencia del “yo”, el ego. 

Las divisiones que ustedes hacen del ego no son sino el refinamiento superficial del egocentrismo en su búsqueda de ganancia. 

Intrínsecamente, en ese carácter incompleto de la experiencia, en ese recuerdo, tiene sus raíces el ego.

 Por mucho que pueda crecer, expandirse, siempre retendrá el centro de la conciencia personal. 

Así, cuando ustedes buscan la ganancia, el éxito, cada experiencia incremento la conciencia egocéntrica.

 Pero discutiremos esto en otra oportunidad. 

En esta plática quiero presentar lo más que pueda mi pensamiento, así, en las pláticas siguientes tendrá tiempo de responder a las preguntas que deseen formular. 

Cuando la mente está atrapada en el pasado o en el futuro, no puede comprender el significado de la experiencia presente. 

Esto es obvio. 

Cuando uno se ocupa de la ganancia, no puede comprender el presente. 

Y dado que ustedes no comprenden el presente, que es la experiencia, ésta deja su cicatriz, su insuficiencia en la mente. 

Uno no queda libre de esa experiencia. 

Esta falta de libertad, de plenitud, crea la memoria, y el aumento de esa memoria no es sino la conciencia egocéntrica, el ego. 

Así, cuando decimos:

 “Recurramos a la experiencia para que nos dé libertad”, lo que en realidad hacemos es aumentar, intensificar, expandir esa conciencia egocéntrica, ese ego, porque tenemos la vista puesta en la ganancia, en la acumulación, como medios para lograr la felicidad, para realizar la verdad. 

Después de haber establecido en nuestra mente la conciencia del “yo”, la mente alimenta esa conciencia, y de ahí surge la cuestión de si viviremos o no después de la muerte, si podemos abrigar esperanzas en la reencarnación

Ustedes quieren saber categóricamente si la reencarnación es un hecho. 

En otras palabras, utilizan la idea de la reencarnación como un medio de postergación, y en eso encuentran consuelo. 

Dicen: 

“Mediante el progreso ganaré comprensión; lo que no he comprendido hoy lo comprenderé mañana. 

Por lo tanto, asegúreme que la reencarnación es verdadera”. 

De ese modo, nos aferramos a esta idea del progreso, a esta idea de ganar más y más hasta llegar a la perfección. 

Eso es lo que ustedes llaman progreso, adquirir más y más, acumular más y más. 

Pero para mí, la perfección es realización plena y total, no esta acumulación progresiva. 

Ustedes usan la palabra progreso para indicar acumulación, ganancia, logro; es la idea fundamental que tienen del progreso. 

Pero la perfección no se encuentra por medio del progreso; es plenitud de realización. 

La perfección no se realiza mediante la multiplicación de experiencias, sino que es la realización plena en la experiencia, en la acción misma. 

El progreso aparte de esta plenitud de realización conduce a la completa superficialidad. 

Un sistema así de escape es el que prevalece hoy en el mundo. 

La teoría de la reencarnación que ustedes sustentan, torna al hombre cada vez más superficial; basándose en ella dice:

 “Dado que no puedo realizarme hoy, lo haré en el futuro”. 

Si no pueden realizarse en esta vida, encuentran consuelo en la idea de que siempre hay una próxima vida. 

De esto surge la indagación en el más allá, y la idea de que el hombre que ha adquirido el súmmum del conocimiento -el cual no es sabiduría- alcanzará la perfección. 

Pero la sabiduría no es el resultado de la acumulación, la sabiduría no es posesión; la sabiduría es espontánea, inmediata. 

En tanto la mente está escapando de la vacuidad por medio de la ganancia, esa vacuidad aumenta, y ustedes no tienen un solo día, ni un instante en el que puedan decir:

 “He vivido”.

 Sus acciones son siempre incompletas en su realización y, por esto, buscan continuar. 

¿Qué es lo que ha sucedido a causa de este deseo? 

Nos hemos vuelto más y más vacuos, más y más superficiales, irreflexivos, carentes de espíritu crítico.

 Aceptamos al hombre que nos ofrece consuelo, seguridad, y cada uno de nosotros, como individuo, ha hecho de ese hombre su explotador. 

Nos hemos convertido en sus esclavos, esclavos de su sistema, de sus ideales. 

En esta actitud de aceptar no hay realización plena, sino postergación. 

En consecuencia, necesitan la idea de la propia continuidad, la creencia en la reencarnación, y de ello surge la idea de progreso, de acumulación. 

En nada de lo que hacen hay armonía, significación, porque están pensando constantemente desde el punto de vista de la ganancia. 

Consideran la perfección como un objetivo, no como la realización misma. 

Como he dicho, la perfección radica en la comprensión, en comprender por completo el significado de una experiencia; y esa comprensión es realización plena, la cual es inmortalidad. 

Por lo tanto, tiene que haber conciencia plena de nuestra acción en el presente. 

El incremento de la conciencia egocéntrica se origina en la superficialidad de la acción y en la incesante explotación, que empieza con las familias, los maridos, las esposas, los hijos, y se extiende a la sociedad, a los ideales, a la religión, porque todo eso se basa en esta idea de la ganancia. 

Lo que en realidad persiguen es su propia codicia, aunque puedan ser inconscientes de ello y de la explotación. 

Quiero dejar en claro que sus religiones, sus creencias, sus tradiciones, su autodisciplina se basan en esta idea de la ganancia. 

No son sino incitaciones, alicientes para una conducta virtuosa, y de ellas emanan el explotador y el explotado. 

Si están persiguiendo su codicia, persíganla conscientemente, no hipócritamente. 

No digan que buscan la verdad, porque la verdad no llega de este modo. 

Entonces, esta idea de crecer más y más es, para mí, falsa, porque lo que crece no es eterno. 

¿Alguna vez se ha demostrado que cuanto más tienen más comprenden? 

En teoría podría ser así, pero en la realidad no lo es. 

Un hombre aumenta sus propiedades y se encierra en ellas; otro aumenta sus conocimientos y éstos lo atan. 

¿Cuál es la diferencia? 

Este proceso de crecimiento acumulativo es superficial, falso desde el comienzo mismo, porque aquello que es capaz de crecer no es eterno. 

Es una ilusión, una falsedad que no contiene en sí nada que sea verdadero. 

Pero si persiguen esta idea del crecimiento acumulativo, persíganla con la totalidad de la mente y del corazón. 

Entonces descubrirán cuán superficial, vana y artificial es esa idea. 

Y cuando perciban que es falsa, entonces conocerán la verdad. 

Nada necesita sustituir lo falso. 

Entonces ustedes ya no buscan la verdad en sustitución de lo falso; porque en la percepción directa lo falso ya no existe. 

Y en esa comprensión está lo eterno. 

Entonces hay felicidad, inteligencia creativa. 

Entonces vivirán naturalmente, completamente, como la flor; y en eso hay inmortalidad. 

29 de diciembre de 1933