OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 QUINTA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


Esta mañana quiero hablar acerca del temor, el cual necesita y crea la compulsión, la influencia.


Ahora bien, hemos dividido a la mente en pensamiento, razón, intelecto; pero, como he explicado en mi última plática, para mí la mente es inteligencia, creativa en sí misma pero empañada por la memoria; la mente, que es inteligencia, se halla nublada por la memoria y es confundida con esa conciencia del “yo”, la cual es el resultado del medio.

De este modo, la mente se vuelve una esclava del medio que ella misma ha creado a causa del anhelo; por lo tanto, continuamente hay temor. La mente ha creado el medio y, mientras no comprendamos ese medio, tiene que haber temor. No concedemos nuestra atención completa al medio y no estamos plenamente conscientes de él, y así la mente se vuelve esclava de ese medio y, debido a eso, hay temor; y la compulsión es el instrumento del temor. Por lo tanto, es obvio que la falta de comprensión del medio es producida por la falta de inteligencia; y, a causa de que no comprendemos el medio, surge el temor, y el temor necesita de la influencia, ya sea externa o interna.

¿Y cómo se origina esta continua compulsión, la cual se ha vuelto el instrumento, este penetrante instrumento del temor? La memoria oscurece la mente, y esto, como lo he dicho una y otra vez, es el resultado de la falta de comprensión respecto del medio que da origen al conflicto; la memoria se convierte, entonces, en la conciencia personal. Esta mente oscurecida, limitada y confinada por la memoria, busca perpetuar el resultado del medio, o sea, el “yo”; así, al perpetuar el “yo”, la mente busca el ajuste, el cambio, la modificación del medio, su crecimiento y expansión. Vean, la mente procura todo el tiempo adaptarse al medio en el que vive; pero la adaptación al medio no trae consigo la comprensión, ni podemos ver el significado de ese medio modificando tan sólo el estado de la mente o tratando de cambiar o expandir ese medio. Porque la mente, que busca todo el tiempo su propia protección, queda empañada por la memoria que se ha vuelto confusa al identificarse con la conciencia del “yo” -esa conciencia que desea perpetuarse a sí misma-. Por lo tanto, trata de cambiar, ajustar, modificar el medio; en otras palabras, la mente busca hacer que el “yo”, tal como lo imagina, sea inmortal, universal y cósmico. ¿No es así?

De este modo, la mente que busca la inmortalidad, lo que en realidad desea es la continuación de esta conciencia del “yo”, la perpetuación del medio; es decir, en tanto la mente se aferre a esta idea de la conciencia del “yo”, que no es sino la falta de comprensión respecto del medio y, por ende, la causa del conflicto, estará buscando en esa condición limitada su propia perpetuación, y a esta perpetuación la llamamos inmortalidad, o conciencia cósmica, esa conciencia cósmica en la cual sigue existiendo lo particular. Así, mientras la mente -que es inteligencia- se halla cautiva de la memoria -que es la conciencia del “yo”-, existe la búsqueda de lo falso por parte de lo falso. Este “yo”, como lo he explicado, es la falsa reacción al medio; hay una causa falsa y ésta busca siempre una solución falsa, un efecto, un resultado falso. Por lo tanto, cuando la mente, empañada por la memoria, busca perpetuarse como conciencia del “yo”, está buscando una falsa inmortalidad, una falsa expansión cósmica o como gusten llamar a eso.

En este proceso de peipetuación del “yo” -esa memoria autoprotectora-, en la perpetuación de ese “yo” nace el temor, no un temor superficial, sino el temor fundamental que abordaré dentro de poco. Eliminemos ese temor, el cual tiene como su expresión externa la nacionalidad, la expansión, el logro, el éxito, eliminemos ese temor fundamental, la ansiedad por la perpetuación del “yo”, y cesarán todos los temores. Por consiguiente, el temor existe mientras existe este deseo de peipetuar esa cosa falsa; este “yo” es falso y, por ende, debemos tener una reacción falsa, la cual es el temor mismo. Y donde hay temor tiene que haber disciplina, compulsión, influencia, dominación, la búsqueda de poder que la mente glorifica como virtud, como algo divino. Si realmente reflexionan sobre ello, verán que donde hay inteligencia no puede existir la persecución del poder.

Ahora toda la vida está moldeada por el temor y el conflicto y, en consecuencia, por la compulsión, por la imposición de mandatos e impedimentos que algunos consideran virtuosos y meritorios, y otros funestos y malignos, ¿No es así? Éstas son las restricciones, que hemos establecido en nuestra búsqueda de perpetuación; en esa búsqueda hemos creado disciplinas, códigos y autoridades, y nuestra vida es moldeada, controlada y planeada por la compulsión en su diversidad de formas y grados. Algunos llaman a esa compulsión, virtud, y otros la consideran un mal.

En primer lugar, tenemos la compulsión externa, que es la restricción que el medio ejerce sobre el individuo. La persona común que consideramos no evolucionada, no espiritual, está controlada por el medio, por el medio externo, o sea, por la religión, los códigos de conducta, las normas morales, la autoridad política y social; es una esclava de todas estas cosas, porque todo esto se halla arraigado en las necesidades económicas del individuo. ¿Correcto? Eliminen enteramente las necesidades económicas de las que depende el individuo, y desaparecerán los códigos de conducta, las normas morales, los valores políticos, económicos y sociales. Así, en estas restricciones del medio exterior que crean conflicto entre el individuo y su medio, conflicto en el que el individuo es aplastado, retorcido, deformado, éste se vuelve cada vez más falto de inteligencia. El individuo meramente condicionado todo el tiempo por el medio exterior, moldeado por ciertas reglas, leyes, reacciones, edictos, normas morales, cuanto más se lo oprime, tanto menos inteligente se vuelve. Pero la inteligencia es la comprensión del medio que nos rodea; es ver, libres de toda compulsión, su sutil significado.

Estas restricciones impuestas sobre el individuo, a las que él llama el medio exterior, tienen como sus exponentes a los charlatanes y explotadores en la religión, en la moralidad popular y en la vida política y económica del hombre. El explotador es el individuo que, consciente o inconscientemente, los explota. Y ustedes, consciente o inconscientemente, se someten a él porque no comprenden; se convierten en los explotados desde el punto de vista económico, social, político y religioso, y él se convierte en el explotador. De este modo, la vida se vuelve una escuela, una armazón, una armazón de acero en la cual el individuo es moldeado a la fuerza y se vuelve meramente una máquina, tan sólo una pieza en un mecanismo, irreflexivo y rígidamente limitado. La vida llega a ser una lucha continua, una batalla y, por eso, él ha establecido esta idea falsa de que la vida es una serie de lecciones que debe aprender, adquirir, a fin de que pueda estar prevenido, de que mañana pueda encarar la existencia de un modo nuevo pero con sus ideas preconcebidas. La vida se vuelve meramente una escuela, no una cosa para ser disfrutada, vivida extáticamente, plenamente, sin temor.

El medio exterior ejerce presión sobre el individuo, lo comprime dentro de esta armazón de acero de las normas, de la moralidad, de las ideas religiosas, de los mandatos morales, y como el individuo se siente comprimido desde el exterior, busca escapar hacia un mundo que él llama lo intemo. Desde luego, cuando la mente es deformada, moldeada, falseada por el medio exterior y hay un constante conflicto extemo, una batalla constante y constantes ajustes falsos, la mente espera hallar la tranquilidad, la felicidad, un mundo diferente; así, el individuo crea un romántico cielo de escape en el que busca compensar la pérdida y el sufrimiento que experimenta en el mundo exterior.

Por favor, como dije, ustedes están aquí para descubrir, para ejercitar el juicio crítico, no la oposición. Pueden oponerse después de haber reflexionado muy detenidamente sobre lo que he estado diciendo. Pueden erigir barreras si desean hacerlo, pero primero descubran plenamente lo que quiero comunicar; y para hacerlo, tienen que ser supercríticos, atentos, inteligentes.

Como he dicho, estando comprimido por las circunstancias exteriores que crean el sufrimiento, y en un esfuerzo por escapar de esas circunstancias exteriores, el individuo crea un mundo intemo, comienza a desarrollar una ley interna y establece sus propias restricciones individuales a las que llama autodisciplina, o cooperación con aquello que ha aprendido a llamar su yo superior.

Las personas así llamadas espirituales, han rechazado en su mayoría la fuerza extema del medio y su influencia, pero han desarrollado una ley intema, una norma, una disciplina intema a la que denominan “hacer que el yo superior descienda hasta el yo inferior”; o sea que, en otras palabras, se trata tan sólo de una sustitución. Está, pues, la autodisciplina. Luego está eso que llaman la voz interior, cuyo poder y control son mayores aún que los del medio exterior. ¿Pero cuál es, al fin y al cabo, la diferencia entre una cosa y otra, la interior y la exterior? Ambas controlan, falsean la mente -la cual es inteligencia- mediante este deseo de la propia perpetuación. Y también tienen ustedes lo que llaman intuición, que es meramente la destrabada satisfacción de las propias esperanzas y deseos secretos. Así han llenado el mundo interior, lo que ustedes llaman el mundo interior, con todas estas cosas: autodisciplina, voz interior, intuición. Todo lo cual, si lo piensan bien, son formas sutiles del mismo conflicto llevado a un mundo diferente en el cual no hay comprensión, sino meramente amoldamiento, ajuste a un medio más sutil o, como dicen ustedes, más espiritual.

Vean, en el mundo exterior algunos han buscado y encontrado distinciones sociales; de igual modo, las personas así llamadas espirituales buscan meramente en su mundo interior, y por lo general lo encuentran, sus pares y superiores espirituales; y otra vez, tal como hay un conflicto entre individuos en el mundo exterior, así se ha originado en este mundo interior un conflicto espiritual entre ideales, logros y los anhelos propios de cada individuo. Ya ven, pues, lo que han creado.

En el mundo exterior no hay expresión para la mente oscurecida por la memoria, para esa conciencia del “yo”, porque el medio es demasiado fuerte, poderoso, opresivo; entonces ustedes encajan en el molde o, si no lo hacen, el medio los tritura. Por lo tanto, desarrollan un tipo de medio intemo o más sutil, en el cual tiene lugar exactamente el mismo proceso. Ese medio lo han creado para escapar de lo extemo, y así tienen nuevamente normas, leyes morales, intuiciones, el yo superior, la voz interior, a todo lo cual se están ajustando constantemente. Esto es un hecho.

En esencia, estas restricciones que llamamos lo extemo y lo intemo, han nacido del anhelo; por lo tanto, hay temor. Y de ese temor provienen la restricción, la compulsión, la influencia y el deseo de poder, que no son sino las expresiones exteriores del temor. Donde hay temor no puede haber inteligencia, y mientras no hayamos comprendido eso, tiene que existir en la vida esta división de lo extemo y lo intemo; por lo tanto, nuestras acciones tienen que estar siempre influidas, ya sea forzadas por lo extemo, en cuyo caso son falsas, o forzadas por lo intemo, lo cual es igualmente falso, porque en lo intemo también estamos tratando meramente de adaptamos a algunas normas.

El temor surge cuando lo falso busca perpetuarse a sí mismo dentro del falso medio en el que actúa. ¿Qué ocurre, entonces, con nuestra acción, que es nuestra conducta cotidiana, con nuestro pensamiento y nuestra emoción? ¿Qué ocurre con estas cosas?

La mente y el corazón se están amoldando al medio, al medio extemo, pero cuando encuentran que no pueden hacerlo porque la compulsión se vuelve demasiado fuerte, recurren a una condición intema en la que el corazón y la mente buscan tranquilidad y satisfacción perfectas. O se han satisfecho completamente gracias a logros económicos, sociales, religiosos o políticos, y entonces se vuelven a lo intemo para triunfar también allí, para tener éxito, para lograr cosas; y a fin de lograrlas, deben tener siempre una culminación, una meta, la cual se vuelve la condición a la que la mente y el corazón se están ajustando continuamente.

Mientras tanto, ¿qué sucede con nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestro amor, nuestra razón? ¿Qué sucede cuando tan sólo nos ajustamos, cuando tan sólo modificamos, alteramos? ¿Qué le sucede a cualquier cosa, qué sucede con una casa cuyos muros tan sólo decoramos aunque los cimientos estén podridos? De igual modo, nuestros pensamientos y nuestras emociones están meramente tomando forma, cambiando, modificándose conforme a un patrón, ya sea externo o interno; o según una compulsión externa o una dirección interna. Tan grandemente limitadas están nuestras acciones a causa de la influencia, que todo raciocinio se vuelve la mera imitación de una norma, un ajuste a una condición, y el amor llega a ser nada más que otra forma del temor. Toda nuestra vida -después de todo, nuestra vida son nuestros pensamientos y nuestras emociones, nuestras alegrías y nuestros pesares-, toda nuestra vida permanece estando incompleta, todo nuestro proceso de pensamiento o la expresión de esa vida, es tan sólo un ajuste, una modificación, jamás una plenitud, una integridad. De aquí surgen problema tras problema, así como la adaptación al medio, la cual debe cambiar constantemente, y el amoldamiento a los patrones, el cual también tiene que variar. Así prosiguen ustedes con esta batalla, y a esta batalla la llaman evolución, crecimiento del ser, expansión de esa conciencia que no es sino memoria. Han inventado palabras para apaciguar la mente, pero continúan con esta lucha.

Ahora bien, si reflexionan realmente sobre esto -y pienso que aquéllos que permanecen tranquilamente aquí durante estos días tienen una oportunidad-, si reconocen esto y, sin el deseo de cambiarlo, de modificarlo, toman plena conciencia de este medio exterior, de estas circunstancias, condiciones, y del mundo interior donde imperan las mismas condiciones, las mismas circunstancias -ese mundo que han llamado meramente con nombres más sutiles, más hermosos-, si de verdad se dan cuenta de todo esto, entonces comenzarán a comprender el verdadero significado de lo externo y lo intemo; hay una percepción inmediata, una liberación de la vida. Entonces la mente se vuelve inteligencia y puede funcionar con naturalidad, creativamente, sin esta constante batalla. Entonces la mente -la inteligencia- reconoce los obstáculos y, a causa de su comprensión de estos obstáculos, los atraviesa; no hay ajuste, no hay modificación alguna, sólo hay comprensión. Por esto, la inteligencia no depende de lo extemo o lo interno, y en ese estado de atención pura no hay deseo ni anhelo, sino percepción de lo verdadero. Para percibir lo verdadero, no puede haber anhelo alguno.

Vean, cuando hay un anhelo, la mente ya está empañada, falseada, porque se identifica con lo uno y rechaza lo otro; donde hay anhelo, no hay comprensión. Pero cuando la mente no se identifica con el “yo”, sino que se vuelve alerta tanto a lo extemo como a lo intemo, a las sutiles divisiones, a las múltiples emociones, a los delicados matices de la mente que se divide como memoria e inteligencia, entonces en esa percepción alerta verán el pleno significado del medio que hemos creado en el curso de los siglos, ese medio que llamamos lo extemo, y también el que llamamos lo intemo; ambos medios están cambiando continuamente, ajustándose el uno al otro.

Todo lo que ahora les interesa es la modificación, la alteración, el ajuste; por lo tanto, tiene que haber temor. El temor posee sus instrumentos en la compulsión, y la compulsión existe sólo cuando no hay comprensión, cuando la inteligencia no está funcionando normalmente.

22 de junio de 1934



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 CUARTA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


Primero contestaré algunas de las preguntas que me han formulado y después daré una breve plática.


Pregunta: La intuición, ¿incluye la experiencia pasada y alguno otro cosa, o sólo la experiencia pasada?

KRISHNAMURTI: Para mí, la intuición es inteligencia y la inteligencia no es la experiencia pasada, es la comprensión de la experiencia pasada. Enseguida voy a hablar acerca de toda la idea de la experiencia pasada, de la memoria, de la inteligencia y de la mente, pero ahora responderé a este punto en particular; si la intuición se origina en el pasado.

A mi entender, el pasado es una carga, siendo el pasado nada más que vacíos en la comprensión; y si usted basa realmente su acción en el pasado, en la así llamada intuición, esa acción le hará errar el camino. Mientras que si hay una acción espontánea en el siempre móvil presente, en esa acción hay inteligencia y esa inteligencia es intuición. A la mayoría de las personas le gusta separar la intuición de la inteligencia, porque la intuición da a la gente cierta seguridad y esperanza. Muchos dicen que actúan “por intuición”, o sea, que actúan sin razonar, sin una reflexión profunda. Muchas personas aceptan una teoría, una idea, porque sostienen que su “intuición” les dice que es verdadera. No hay raciocinio tras ello, meramente aceptan esa teoría o idea porque les provee alguna solución, alguna modalidad. La razón no está realmente funcionando, sino que son sólo sus propias esperanzas, sus propios anhelos los que gobiernan sus mentes. Mientras que la inteligencia es independiente del medio y, por lo tanto, tras ella está la razón, la reflexión profunda.

Pregunta: ¿Cómo puedo actuar libremente y sin reprimirme a mí mismo, cuando sé que mi acción tiene que lastimar a quienes amo? En tal caso, ¿cuál es la prueba de que una acción es correcta?

KRISHNAMURTI: Creo que he contestado esta pregunta el otro día, pero probablemente el interlocutor no se encontraba aquí, de modo que volveré a contestarla. La prueba de que una acción es correcta está en su espontaneidad, pero actuar espontáneamente implica tener gran inteligencia. La mayoría de las personas tiene sólo reacciones falseadas, deformadas y reprimidas por la falta de inteligencia. Donde funciona la inteligencia, hay acción espontánea.

Ahora el interlocutor desea saber cómo puede actuar libremente y sin reprimirse cuando sabe que su acción lastimará a quienes ama. Vea, amar es ser libre -ambas partes son libres-. Cuando existe la posibilidad de experimentar pena, sufrimiento en el amor, eso no es amor, es tan sólo una sutil forma de posesión, de espíritu adquisitivo. Si ama, si ama de verdad a alguien, no es posible que ocasione dolor a esa persona cuando usted hace algo que considera correcto. Sólo cuando quiere que esa persona haga algo que usted desea que haga, o esa persona quiere que usted haga algo que ella desea, sólo así hay dolor. Es decir, a usted le gusta ser poseído, se siente seguro, a salvo, cómodo. Aunque sabe que esa comodidad no es sino transitoria, encuentra refugio en ella, en esa transitoriedad. Así, cada uno lucha por la comodidad, por el estímulo, lo cual no hace sino delatar la falta de riqueza interna; por lo tanto, una acción separada, aparte del otro individuo, crea naturalmente perturbación, pesar y sufrimiento. Un individuo tiene que reprimir lo que siente de verdad a fin de adaptarse al otro. Es decir, esta constante represión ocasionada por el así llamado amor, destruye a ambos individuos. En ese amor no hay libertad; es tan sólo una sutil esclavitud, Cuando usted siente con fervor que debe hacer algo, lo hace, a veces hábil y sutilmente, pero lo hace. Siempre existe este impulso de hacer, de actuar independientemente del otro.

Pregunta: ¿Estoy en lo cierto al creer que todas las condiciones y el medio llegan a ser correctos para una mente de verdad inteligente? ¿No es una cuestión de ver el arte en el patrón mismo?

KRISHNAMURTI: A una mente inteligente, el medio le entrega su significado; por lo tanto, esa mente dotada de inteligencia es la dueña del medio, está libre del medio, no está condicionada por el medio, ¿Qué condiciona a la mente? La falta de comprensión, ¿no es así? No el medio, el medio no limita a la mente; lo que la limita es la falta de comprensión de una condición particular.

Donde hay inteligencia la mente no está condicionada por ningún medio, porque está consciente todo el tiempo, está alerta, funcionando y, por ende, discerniendo, percibiendo el valor completo del medio. La mente sólo puede ser condicionada por el medio cuando es apática, perezosa y trata de escapar. Aunque en esa condición pueda pensar, no funciona apropiadamente, sólo piensa dentro del limitado círculo de la condición, lo cual, para mí, no es pensar en absoluto.

Por lo tanto, lo que crea inteligencia, lo que despierta la inteligencia es esta percepción de los verdaderos valores; y como la mente está mutilada por tantos valores que le ha impuesto la tradición, uno tiene que librarse de estas experiencias pasadas, de las cargas pasadas, a fin de comprender el medio presente en que vive. En consecuencia, la batalla es entre el pasado y el presente. La lucha es entre el trasfondo que hemos cultivado a lo largo de siglos, y las circunstancias siempre cambiantes del presente. Ahora bien, una mente oscurecida por el pasado no puede comprender estos rápidos cambios del medio. 

En otras palabras, para comprender el presente, la mente ha de estar supremamente libre del pasado; o sea, debe tener una apreciación espontánea de los valores que contiene el presente. Más tarde voy a hablar de esto.

Pregunta: Parece existir la idea de que la liberación es una meta , una culminación. ¿Cuál es, en este caso, la diferencia entre luchar por la liberación y luchar por cualquier otra culminación? Seguramente la idea de un objetivo, una meta, una culminación, es errónea. Entonces, ¿cómo debemos considerar la liberación si no es de este modo?

KRISHNAMURTI: Me temo que el interlocutor no ha estado escuchando lo que dije a este respecto; probablemente ha leído algunos viejos libros míos y entonces ha formulado la pregunta.

Y bien, la mente busca una culminación, una meta, un objetivo, porque quiere tener certidumbre, seguridad. Elimine de la mente todas las certidumbres y seguridades, que son sutiles formas de egolatría o de anhelo por la propia continuación. Quite todo eso de la mente, desnúdela, y entonces verá que la mente lucha otra vez por lograr la seguridad, un refugio, porque desde esa seguridad puede juzgar, puede funcionar, puede actuar sin riesgo como un animal atado a un poste. Como dije, la liberación no es un objetivo, no es una meta; es la comprensión de los valores genuinos, los valores eternos. La inteligencia está siempre deviniendo, no tiene un propósito, una finalidad. En el deseo de lograr está el anhelo sutil de la continuación propia, la glorificada continuación propia; y cada lucha, cada esfuerzo por lograr la liberación, indica que estamos escapando del presente. Esta suma de inteligencia que es la liberación, no puede ser comprendida mediante el esfuerzo. Al fin y al cabo, hacemos un esfuerzo cuando anhelamos, cuando deseamos adquirir algo. Pero la liberación no es para adquirirse, la verdad no es para adquirirse. Por lo tanto, cuando hay un anhelo por la liberación, por una culminación, un logro, tiene que haber un esfuerzo para alimentar, preservar, perpetuar esa conciencia que llamamos el “yo”. La esencia misma de ese “yo” es un esfuerzo para alcanzar una culminación, porque el “yo” vive en una serie de movimientos de la memoria, moviéndose siempre hacia un objetivo.

“Pero entonces, ¿cómo debemos considerar la liberación si no es de este modo?” ¿Por qué considerarla en absoluto? ¿Por qué desea la liberación? ¿Es porque yo he estado hablando de ella por los últimos diez años? ¿O es porque usted quiere escapar de las condiciones, porque ello le dará una excitación mayor, una mayor estimulación, un mayor dominio intelectual? ¿Por qué desea la liberación? Usted dice: “No soy feliz, y si puedo encontrar la liberación habrá felicidad; a causa de que vivo en la desdicha, si encuentro esto otro la desdicha desaparecerá”. Si dice eso, entonces está buscando meramente una sustitución.

La liberación no debe ser “considerada” de ningún modo. Nace. Llega a la existencia sólo cuando la mente no trata de escapar de la condición en que está atrapada, sino que más bien procura comprender el significado de esa condición que da origen al conflicto. Vea, como usted no comprende la condición, el medio que da origen al conflicto, busca una idea, una culminación, un objetivo, una meta, diciéndose: “Si comprendo aquello, esto desaparecerá”, o “si tengo aquello, podré imponerlo sobre esta condición”. Por lo tanto, sólo se trata de una sutil forma de escape respecto del presente. Todos los ideales, las creencias y culminaciones no son sino maneras de salirse del presente. Mientras que si realmente se pone a pensar en ello, ve que cuanto más persigue un objetivo, una meta, un propósito, una creencia, más está recargando el futuro porque está escapando del presente y, en consecuencia, creando cada vez más limitación, más conflicto y dolor.

Pregunta: Algunas personas dicen que, según usted, debemos liberarnos ahora, mientras tenemos la oportunidad, y que podemos llegar a ser Maestros más tarde, en algún otro tiempo. Pero si verdaderamente hemos de convertirnos en Maestros, ¿por qué no es bueno para nosotros comenzar a emprender ese camino ahora?

KRISHNAMURTI: ¿Tiene usted ahora la oportunidad de liberarse? ¿Qué entiende por oportunidad? ¿Cómo podría liberarse ahora? ¿Por algún proceso milagroso? ¿Y más tarde convertirse en un Maestro? Señor, ¿qué es un Maestro y qué es la liberación? ¿Qué es la Maestría? Por cierto, si no hay liberación no puede haber Maestría. Si la liberación no es la suma de la inteligencia en el presente, esa inteligencia no va a adquirirse en algún futuro distante. Entonces, ¿desea usted la liberación ahora y la Maestría después? Me pregunto por qué desea la liberación ahora. Me temo que la liberación nada significa cuando usted la desea. Y esta idea de convertirse en un Maestro -el interlocutor debe creer que la vida es como aprobar un examen, llegar a ser alguna cosa-, me temo que este convertirse en un Maestro, este llegar a ser un liberado, no tiene sentido para usted. ¿Acaso no ve que cuando realmente no desee llegar a ser cosa alguna, sino que viva completamente durante un día, en la riqueza de un solo día, sabrá qué es la Maestría o que es la liberación? Este desear está creando continuamente un futuro que jamás podrá cumplirse; por eso está usted viviendo de manera incompleta en el presente.

Durante los últimos tres días he estado hablando acerca de la mente y la inteligencia. Y bien, para mí no hay división entre mente e inteligencia. La mente, despojada de todos sus recuerdos y obstáculos, funcionando de manera espontánea, plena, estando alerta, crea comprensión, y eso es inteligencia, es éxtasis; eso es para mí la inmortalidad, la intemporalidad. La inteligencia es intemporalidad, y la inteligencia es la mente misma. Esta inteligencia que es lo real, que es la mente misma, no está dividida de la mente; esta inteligencia es éxtasis, devenir eterno, se halla siempre en movimiento.

Ahora bien, la memoria no es sino el impedimento para esa inteligencia y es independiente de ella; la memoria es la peipetuación de esa conciencia del “yo”, la cual es el resultado del medio, ese medio cuyo significado pleno la mente no ha visto. Así, la memoria embota, bloquea a la inteligencia en devenir constante, a la siempre activa, intemporal inteligencia. La mente es inteligencia, pero la memoria se ha impuesto sobre la mente. Esto es, siendo la memoria esa conciencia del “yo”, se identifica a sí misma con la mente, y la conciencia del “yo” viene a ser como si estuviera entre la inteligencia y la mente, dividiendo, embotando, bloqueando y falseando a la inteligencia. De este modo, identificándose a sí misma con la mente, la memoria trata de convertirse en inteligencia, lo cual, para mí, es erróneo -si es que puedo usar aquí la palabra “erróneo”- porque la mente misma es inteligencia, y es la memoria la que corrompe a la mente y, de tal manera, oscurece a la inteligencia. Por esto, la mente parece buscar siempre esa inteligencia intemporal que es la mente misma.

Qué es, entonces, la memoria? ¿No es el incidente, la experiencia, el miedo, la esperanza, el anhelo, la creencia, la idea, el prejuicio y la tradición, la acción, el hecho, con sus sutiles y complejas reacciones? En el instante en que hay esperanza, anhelo, temor, prejuicio, temperamento, ello condiciona a la mente y ese condicionamiento crea la memoria, la cual oscurece la claridad de la mente que es la inteligencia. Esta memoria se extiende a lo largo del tiempo, coagulándose y solidificándose en la conciencia egocéntrica del “yo”. Cuando hablamos del “yo”, de eso se trata. Es la cristalización, la solidificación de la memoria de nuestras reacciones, las reacciones de la experiencia, los incidentes, las creencias, los ideales; después de convertirse en una masa solidificada, esa memoria se identifica y confunde con la mente. Si reflexiona sobre ello lo verá. La conciencia egocéntrica, esa conciencia de lo individual, el “yo”, es nada más que el manojo de la memoria, y el tiempo no es sino el campo donde esa memoria puede funcionar y actuar. Por lo tanto, esta masa solidificada de reacciones no puede ser resuelta, no puede resolverse retrocediendo en el tiempo por medio del análisis, el análisis del pasado, porque este mismo mirar hacia atrás, este análisis del pasado es uno de los trucos de la propia memoria. Usted sabe, la constante actividad, la ocupación de la memoria, es obtener un placer malsano en reafirmar y renovar el pasado trayéndolo al presente. Por favor, esto no es un concepto ingenioso, filosófico. Sólo reflexione sobre ello un momento y verá que es cierto. Existe esta masa de reacciones nacidas de la condición, del medio, del prejuicio de los múltiples anhelos, y todo esto es, por lo tanto, la cosa que llamamos el “yo”.

Luego nace esta idea de que uno debe disolver el “yo” debido a lo que he estado diciendo. O uno mismo percibe la estupidez de ese “yo”, así que comienza a desenredarlo; la memoria comienza a desenredarse hacia atrás en el pasado, lo cual constituye el proceso del autoanálisis. Y si usted se pone a pensar realmente en ello, ve que la memoria misma obtiene un placer malsano renovando el pasado en el presente. De igual modo, el futuro de la memoria es una mayor solidificación mediante los ulteriores anhelos, la ulterior acumulación de experiencias y reacciones. En otras palabras, el tiempo es memoria o conciencia de uno mismo. Usted no puede resolver o disolver la conciencia de sí mismo examinando el pasado. El pasado no es sino la acumulación de la memoria, y el ahondar en el pasado no va a resolver esa conciencia en el presente; ni va a resolverla en el futuro -el cual no es sino acumulación, más anhelo, más reacciones y solidificaciones a las que llamamos creencias, ideales, esperanzas-, el futuro que sigue estando contenido en el tiempo. Mientras continúa este proceso de la memoria como pasado y futuro, la inteligencia no puede actuar con integridad y plenitud en el presente.

La intuición, como comúnmente se la entiende, tiene su base en el pasado, en la pasada acumulación de la memoria, de las experiencias, y no es sino una advertencia para actuar con cautela en el presente. Como dije, la intemporalidad no es para mí un concepto filosófico, es una realidad; verá que es una realidad si experimenta con lo que digo. O sea, verá que es una realidad si su mente no está obstaculizada por las acumulaciones del pasado a las que llama memoria, la cual funciona y lo gobierna en el presente impidiendo que actúe en su plenitud la inteligencia y, por lo tanto, impidiendo que usted pueda vivir de manera completa en el ahora.

Por consiguiente, la liberación o la verdad o Dios, es la liberación de la mente -la cual es, en sí misma, inteligencia- con respecto a la carga de la memoria. Les he explicado qué entiendo por memoria, no la memoria de realidades o de falsedades, sino la carga puesta en la mente por la conciencia de uno mismo que es memoria, que es la reacción al medio que no ha sido comprendido. La inmortalidad no es la perpetuación de esa conciencia del “yo”, la cual no es sino el resultado de un medio falso, sino que la inmortalidad es la libertad, la liberación de la mente con respecto a la carga de la memoria.

19 de junio de 1934