NOVENA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
Esta mañana quiero abordar la idea de los valores. Toda nuestra vida es puramente un movimiento de valor en valor, pero pienso que hay un modo -si puedo usar esa palabra con consideración y delicadeza- por el cual la mente puede verse libre del sentido de valuación. Estamos acostumbrados a los valores y a su continuo cambio. Lo que consideramos esencial pronto se vuelve no esencial, y el conflicto radica en el proceso de este continuo cambio de valores. Mientras no comprendamos lo fundamental en el cambio de los valores y la causa de ese cambio, estaremos siempre atrapados en la rueda de los valores en conflicto.
Quiero abordar la idea básica de los valores, si es fundamental, si la mente -que es inteligencia- puede actuar siempre espontánea y naturalmente sin impartir valores al medio que la rodea. Ahora, dondequiera que hay insatisfacción con el medio, con las circunstancias, ese descontento tiene que inducir el deseo de cambios, de reformas. Lo que ustedes llaman reforma es meramente la creación de nuevos conjuntos de valores y la destrucción de los viejos. En otras palabras, cuando hablan de reforma se refieren a una nueva sustitución. En lugar de vivir en la vieja tradición con sus valores establecidos, desean, mediante el cambio de las circunstancias, crear nuevos grupos de valores; es decir, donde existe este sentido de valuación tiene que existir la idea del tiempo y, por ende, un cambio continuo de valores.
En períodos de estancamiento, en períodos de cómoda estabilidad, a aquello que no es sino la transformación gradual de los valores, lo llamamos la lucha entre la generación vieja y la generación nueva. O sea, que en tiempos de paz y tranquilidad, ocurre una transformación gradual de valores, en su mayoría inconsciente, y a este cambio, a este cambio gradual, lo llamamos la lucha entre los jóvenes y los viejos. En períodos de revueltas sociales, de grandes conflictos, tienen lugar cambios violentos y crueles de valores, y a eso lo llamamos revolución. El rápido cambio de valores que llamamos revolución es violento y despiadado. El cambio lento, gradual de los valores, es la continua batalla que se desarrolla entre la mente cómoda, afirmada, estancada, y las circunstancias que imponen nuevas condiciones a esa mente estancada, como lo es el crear un conjunto nuevo de valores.
Así pues, estas circunstancias cambian lenta o rápidamente, y la creación de nuevos valores no es sino el resultado de ajustes al medio en permanente cambio. Por lo tanto, los valores son sólo el patrón del amoldamiento a ese medio. ¿Por qué deben ustedes tener valores en absoluto? Por favor, no digan: “¿Qué nos ocurrirá si no tenemos valores?” No he llegado a eso, todavía no he dicho eso. Así que tengan la bondad de seguir esto. ¿Por qué deben tener valores? Toda esta idea de buscar valores, ¿qué es sino una lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre lo antiguo y lo moderno? ¿Acaso los valores no son tan sólo un molde establecido por uno mismo o por la sociedad, un molde al cual la mente, en su pereza, en su falta de percepción, desea amoldarse? La mente busca una certeza, una conclusión, y en esa búsqueda actúa; o se ha adiestrado para desarrollar un trasfondo y funciona desde ese trasfondo; o tiene una creencia y desde esa creencia empieza a colorear sus actividades. La mente exige valores a fin de no sentirse perdida, a fin de tener siempre una guía a la cual seguir, imitar. En consecuencia, los valores se vuelven meramente los moldes en los cuales la mente se estanca, e incluso el propósito de la educación parece ser el de obligar a la mente y al corazón a aceptar nuevos amoldamientos.
Por lo tanto, todas las reformas en la religión, en los patrones morales, en la vida social y en las organizaciones políticas, son simples dictados del deseo de amoldarse al medio siempre cambiante. Eso es lo que ustedes llaman reforma. Las condiciones que nos rodean cambian constantemente, las circunstancias están en continuo movimiento y las reformas se hacen sólo a causa de la necesidad de ajuste entre la mente y el medio, no porque la mente se abre paso a través del medio y, por eso, lo comprende. A estos valores nuevos se los exalta como fundamentales, originales y genuinos. Para mí, son nada más que sutiles formas de coerción y amoldamiento, sutiles formas de modificación; y estos nuevos valores sólo ayudan a producir, infructuosamente, una reforma fragmentaria, una engañosa transformación de cubiertas superficiales a la cual calificamos de cambio.
Así es como, a causa de este conflicto siempre creciente, se originan las divisiones y las sectas. Cada mente crea un nuevo grupo de valores de acuerdo con sus propias reacciones al medio, y entonces comienza la división de los seres humanos; surgen a la existencia las distinciones de clase y fieros antagonismos entre credos, entre doctrinas. Y des de la inmensidad de este conflicto, entran en actividad los expertos que se llaman a sí mismos reformadores de la religión y sanadores de males sociales y económicos. Siendo expertos, están de tal modo cegados por su propia condición, que sólo aumentan la división y la lucha. Éstos son los reformadores religiosos, los reformadores sociales, económicos y políticos, todos los expertos con sus propias limitaciones, todos ellos dividiendo nuestra vida y nuestro funcionamiento humano en compartimentos y conflictos.
Y bien, para mí, la vida no puede en absoluto dividirse de ese modo. Ustedes no pueden pensar que van a cambiar su alma y, no obstante, seguir siendo nacionalistas; no pueden tener conciencia de clase y, no obstante, hablar de hermandad, o crear barreras arancelarias alrededor de su propio país y hablar acerca de la unidad de la vida. Si se observan, verán que esto es lo que están haciendo todo el tiempo. Pueden tener abundancia de dinero, condiciones bien establecidas, ser posesivos, nacionalistas, tener conciencia de clase y, no obstante, dividir esa conciencia separativa diferenciándola de la conciencia espiritual en la que tratan de ser maternales, de seguir principios éticos, morales y de realizar a Dios. En otras palabras, han dividido la vida en múltiples compartimentos y cada compartimento tiene sus propios valores especiales, con lo cual sólo crean ulteriores conflictos.
Esta división, esta confianza en los expertos, es nada más que pereza de la mente; así no necesita pensar, sólo tiene que amoldarse. El amoldamiento, que no es sino la creación y destrucción de valores, es el medio al cual la mente se está ajustando todo el tiempo, y así se ata y se esclaviza cada vez más. Pero el amoldamiento tiene que existir mientras la mente esté limitada por el medio. Mientras la mente no haya comprendido el significado del medio, de las circunstancias y las condiciones, tiene que haber amoldamiento. La tradición es sólo el molde para la mente, y una mente que se imagina a sí misma libre de la tradición, crea meramente su molde propio. Un hombre que dice: “Estoy libre de la tradición”, tiene probablemente otro molde de su propia hechura del cual es esclavo.
Por consiguiente, la libertad no implica pasar de un molde viejo a uno nuevo, de una vieja estupidez a una estupidez nueva, o de la coerción de las tradiciones a la licencia de la insensatez, de la deficiencia mental, Sin embargo, ustedes podrán observar que las personas que hablan muchísimo de libertad, de liberación, eso es lo que están haciendo, o sea, han desechado su vieja tradición y ahora tienen un molde propio al cual se ajustan; naturalmente, este ajuste no es sino insensatez, falta de inteligencia. Lo que ustedes llaman tradición es meramente el medio externo con sus valores, y lo que llaman liberarse de la tradición, es nada más que un esclavizarse a algún medio interno y á sus valores. Un medio está impuesto y el otro es creado por uno mismo, ¿no es así? Es decir, o bien las circunstancias, el medio, las condiciones les imponen ciertos valores y los hacen amoldarse a esos valores, o ustedes desarrollan sus propios valores a los cuales meramente se amoldan. En ambos casos sólo hay ajuste, no comprensión del medio en que viven. De esto surge, es natural, la cuestión de si la mente podrá descubrir alguna vez los valores genuinos, de modo que no exista este cambio constante, este constante conflicto creado por los valores que uno ha establecido para sí mismo o que le han sido impuestos externamente.
¿Qué es lo que llamamos valores cambiantes? Para mí, no son sino temores cultivados. Tiene que haber cambio de valores en tanto haya valores esenciales y no esenciales, en tanto haya opuestos y exista la idea y la gran adoración del éxito, en la cual incluimos el logro, la ganancia y la pérdida; mientras estas cosas existan y la mente las esté persiguiendo como su objetivo, su meta, tendrá que haber cambio de valores y, por ende, conflicto.
Ahora bien, ¿qué es lo que da origen al cambio de valores? La mente, que es también el corazón, se halla oscurecida y nublada por la memoria. Es decir, en tanto la mente esté nublada por la memoria, la cual es el resultado del ajuste al medio y no la comprensión del medio, esa memoria tiene que interponerse entre la inteligencia y el medio; por lo tanto, no puede haber plena comprensión del medio.
Esta memoria, a la que ustedes llaman mente, está asignando e impartiendo valores, ¿no es así? Esa es toda su función. O sea, la mente, en lugar de ser en sí misma inteligencia, la cual es percepción directa, la mente empañada por la memoria, asigna valores como verdaderos y falsos, esenciales y no esenciales, conforme a sus miedos astutos y calculadores y a su búsqueda de seguridad. ¿No es cierto? Ésa es toda la función de la memoria, a la que ustedes llaman mente pero que no es mente en absoluto. Para la mayoría de las personas, excepto tal vez aquí y allá para alguna persona excepcional, feliz, la mente es tan sólo una máquina, un depósito de la memoria que está asignando continuamente valores a las cosas con las que se topa, a las experiencias. Y la asignación de valores depende de sus cálculos sutiles, astutos y engañosos que se basan en el miedo y en la búsqueda de seguridad.
Aunque no hay tal cosa como la seguridad fundamental -es obvio, tan pronto uno comienza a pensar, a observar por un rato, que no hay tal cosa como la seguridad-, la memoria busca seguridad tras seguridad, certidumbre tras certidumbre, un valor esencial tras otro, un logro tras otro. Como la mente busca de manera constante la seguridad, apenas tiene esa seguridad considera no esencial lo que ha dejado atrás. Otra vez, tan sólo imparte valores, y así, en este proceso de moverse desde una meta a otra, de lo esencial a lo esencial, en este proceso de movimiento constante, sus valores cambian, siempre coloreados por su propia seguridad y su ansiedad de perpetuarse.
Así, la mente-corazón, o la memoria, está atrapada en la lucha de los valores cambiantes, y esta batalla es llamada progreso, el camino evolutivo de la opción que conduce hacia la verdad. Es decir, buscando la seguridad y habiendo alcanzado su meta, la mente no se satisface con eso; por lo tanto, sigue avanzando y otra vez comienza a asignar valores a todas las cosas que encuentra en su camino. A este proceso ustedes lo llaman crecimiento, el camino evolutivo de la opción entre lo esencial y lo no esencial.
Este crecimiento es para mí nada más que la memoria amoldándose y ajustándose a su propia creación que es el medio; en lo fundamental, no hay diferencia alguna entre esa memoria y el medio. Naturalmente, la acción es siempre el resultado del cálculo cuando se ha originado en este amoldamiento y ajuste. ¿Correcto? Cuando la mente se halla empañada por la memoria, la cual es el resultado de la falta de comprensión con respecto al medio, una mente así, oscurecida por la memoria, en su acción tiene que buscar por fuerza un escape, una culminación, un motivo; por lo tanto, esa acción nunca es libre, está siempre limitada y crea siempre más esclavitud, más conflicto. Así es como este círculo vicioso de la memoria agobiada por su conflicto, se convierte en el creador de los valores. Los valores son el medio que nos rodea, y la mente y el corazón se vuelven sus esclavos.
Me pregunto si han comprendido todo eso. No, veo que algunos sacuden la cabeza. Expondré la misma idea de un modo diferente y tal vez la aclare, si es que puedo.
Mientras la mente no comprende el medio en que vive, ese medio tiene que crear la memoria, y el movimiento de la memoria es el cambio de los valores. La memoria tiene que existir en tanto la mente esté buscando una culminación, una meta; y su acción debe ser siempre calculada, jamás puede ser espontánea -por acción entiendo pensamiento y emoción- y, por lo tanto, esa acción debe conducir siempre a cargas y limitaciones cada vez mayores. El crecimiento de estas limitaciones, la extensión de esta prisión es llamada evolución, el camino de la opción hacia la verdad. Así es como funciona la mente para la mayoría de las personas, y cuanto más funciona, mayor llega a ser el sufrimiento, mayor la intensidad de la lucha. La mente crea siempre nuevas y mayores barreras, y entonces busca nuevos modos de escapar de ese conflicto.
Entonces, ¿cómo puede uno librar a la mente por completo de su asignación de valores? Cuando la mente imparte valores, sólo puede impartirlos a través de la bruma de la memoria y, en consecuencia, no puede comprender la plena significación del medio. Si yo examino o trato de comprender las circunstancias, haciéndolo mediante los diversos prejuicios profundamente arraigados -prejuicios nacionales, raciales, sociales o religiosos- ¿cómo puedo comprender el medio? Sin embargo, eso es lo que la mente intenta, la mente oscurecida por la memoria.
Ahora bien, la inteligencia no imparte valores, los cuales no son sino las medidas, los patrones o los cálculos nacidos de nuestro carácter autoprotector. ¿Cómo, pues, puede existir esta inteligencia, este espejo de la verdad en el cual sólo se refleja lo absoluto y no las distorsiones? Después de todo, el hombre inteligente es la suma de la inteligencia; su percepción es absoluta, directa, sin las deformaciones y las distorsiones que tienen lugar cuando funciona la memoria.
Lo que digo sólo es aplicable a aquéllos que se hallan realmente en conflicto, no a los que desean reformar, remendar. He explicado lo que entiendo por reforma, por labor de remiendos: es un ajuste a un medio, ajuste originado en la falta de comprensión.
¿Cómo ha de tener uno esta inteligencia que destruye la lucha y el conflicto y el esfuerzo incesante que desgasta a la mente? Vean, cuando hacen un esfuerzo, son como una pieza de madera a la que se le sacan trozos con un cuchillo hasta que no queda madera en absoluto. Así, si existe este esfuerzo continuo, este constante desgaste, la mente cesa de ser ella misma; y el esfuerzo existe sólo mientras hay amoldamiento y ajuste al medio. Pero si hay percepción instantánea, comprensión inmediata y espontánea del medio, no existe esfuerzo alguno para ajustarse. Hay acción inmediata.
Entonces, ¿cómo va uno a despertar esta inteligencia? Ahora bien, ¿qué ocurre en momentos de una gran crisis? En la riqueza de ese momento, cuando la memoria no está escapando, en esa aguda, intensa conciencia alerta respecto de la circunstancia, del medio, está la percepción de lo verdadero. Uno hace esto en momentos de crisis. Está plenamente consciente de todas las circunstancias, de las condiciones que lo rodean, y también se da cuenta de que la mente no puede escapar. En esa intensidad que no es relativa, en esa intensidad de crisis aguda, está funcionando la inteligencia y hay comprensión espontánea.
Al fin y al cabo, ¿qué es lo que llamamos una crisis, un dolor? Cuando la mente es apática, cuando se ha echado a dormir, cuando se ha condicionado en la satisfacción, en el estancamiento, viene una experiencia para despertamos, y a ese despertar, a esa conmoción, los llamamos crisis, dolor. Ahora bien, si esa crisis -o conflicto- es realmente intensa, ustedes verán que en ese estado de agudeza de la mente y del corazón hay una percepción inmediata. Esa intensidad se vuelve relativa sólo cuando interviene la memoria con sus cálculos, sus modificaciones y sus sombras.
Por favor, espero que experimenten con lo que estoy diciendo. Cada uno de nosotros tiene momentos de crisis. Ocurren con mucha frecuencia; si uno está alerta, ocurren a cada momento. Ahora bien, en esa crisis, en ese conflicto, observen sin el deseo de encontrar una solución, sin el deseo de escapar ni de superar la crisis. Entonces verán que la mente ha comprendido de modo instantáneo la causa del conflicto y, en la comprensión de la causa, la causa se disuelve. Pero hemos adiestrado de tal manera a la mente, que nos resulta muy difícil llegar a estar intensamente alerta. Por eso buscamos medios y vías para escapar o para despertar esa inteligencia, lo cual para mí también es falso. La inteligencia funciona espontáneamente si la mente deja de escapar, si deja de buscar soluciones.
Por lo tanto, cuando la mente no está impartiendo valores, lo cual es mero amoldamiento, cuando hay comprensión espontánea de lo que es la prisión, entonces existe la acción de la inteligencia, la cual es libertad.
Mientras la mente, oscurecida por la memoria, imparta valores a las cosas, la acción debe crear por fuerza nuevos muros en la prisión; pero en la comprensión espontánea de los muros de la prisión, o sea, del medio que nos rodea, en esa comprensión actúa la inteligencia, que es libertad, porque esa acción, esa inteligencia no crea ni imparte valores. Los valores, que son las circunstancias y, por lo tanto, la esclavitud, el amoldamiento al medio, estos valores tienen que existir en tanto haya temor, el cual se origina en la búsqueda de seguridad. Y cuando la mente, que es inteligencia, ve el pleno significado del medio que la rodea y, por lo tanto, comprende el medio, hay una acción espontánea que es la inteligencia misma: por consiguiente, esa inteligencia no imparte valores, sino que comprende completamente las circunstancias en las que existe.
28 de junio de 1934