DÉCIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
Por las preguntas que me han formulado, parece que mis pláticas han generado cierta confusión; pienso que es porque estamos atrapados en las palabras mismas y no penetramos profundamente en su significado, o las usamos como un instrumento de comprensión.
Para mí, hay una realidad, una inmensa verdad viviente, y para comprenderla tiene que haber una total simplicidad del pensamiento. Lo que es simple es infinitamente sutil, lo que es simple es muy delicado. Existe una gran sutileza, una sutileza y delicadeza infinitas, y si ustedes utilizan las palabras meramente como un instrumento para llegar a esa delicadeza y simplicidad del pensar, me temo que no comprenderán lo que trato de comunicar. Pero si usaran el significado de las palabras como un puente que hay que cruzar, entonces las palabras no se convertirían en una ilusión y la mente no se perdería en una ilusión.
Digo que existe esta realidad viviente, llámenla Dios, verdad o como gusten, y no puede ser encontrada ni realizada mediante la búsqueda. Donde está implicada la búsqueda, tiene que haber contraste y dualidad; cada vez que la mente busca algo, ello debe implicar inevitablemente una división, una diferenciación, un contraste, lo cual no quiere decir que la mente tenga que estar satisfecha, que haya de estancarse. Está ese delicado equilibrio que no es contentamiento, ni es este incesante esfuerzo originado en la búsqueda, en este deseo de lograr cosas, de alcanzar el éxito; y en esa delicadeza del equilibrio descansa la simplicidad, no la simplicidad de no poseer sino pocas ropas o pocas posesiones. No hablo de eso, que es tan sólo una forma tosca de simplicidad, sino de la simplicidad nacida de esta delicadeza del pensar, en la cual no hay búsqueda ni contentamiento.
Como dije, la búsqueda implica dualidad, contraste. Ahora bien, donde hay contraste, dualidad, tiene que haber identificación con uno de los opuestos, y de esto surge la compulsión. Cuando decimos que buscamos, nuestra mente está rechazando algo y buscando un sustituto que la satisfaga, con lo cual crea dualidad, y esta dualidad es la que da origen a la compulsión. O sea, elegir a uno de los opuestos es anular al otro, ¿no es así?
Cuando decimos que buscamos o cultivamos un valor nuevo, ello no es sino la anulación de aquello en que la mente ya está atrapada, o sea, lo opuesto de ese valor. Esta elección se basa en la atracción hacia uno de los opuestos y en el temor al otro, y este aferrarse a lo uno a causa de la atracción, y rechazar lo otro a causa del temor, ejerce influencia sobre la mente. La influencia niega, entonces, la comprensión, y puede existir sólo cuando hay división, esa división psicológica de la cual surgen las discriminaciones, tales como las de clase, las nacionales, las religiosas y las sexuales. Esa dualidad influye sobre la mente: en consecuencia, una mente influida por la dualidad no puede comprender el significado del medio que la rodea ni el significado de la causa del conflicto. Estas influencias psicológicas son tan sólo reacciones al medio que provienen de ese centro que es la conciencia del “yo”, de los agrados y desagrados, de la antítesis; y, naturalmente, donde hay antítesis, opuestos, no puede haber comprensión. De esta distinción surge la clasificación de las influencias como beneficiosas y perjudiciales. Así, mientras la mente esté influenciada -y la influencia se origina en la atracción, en los opuestos, en las antítesis- tiene que haber dominio o compulsión de lo afectivo, del intelecto, de la sociedad, y esta influencia tiene que ser, por fuerza, un obstáculo para esa comprensión que en sí misma es belleza, verdad y amor.
Ahora bien, si pueden volverse conscientes de esta influencia, entonces podrán discernir su causa. La mayoría de las personas parece estar consciente de un modo superficial, no a su máxima profundidad. Sólo cuando hay percepción a la máxima profundidad de la conciencia, del pensamiento y de la emoción, podemos discernir la división creada a causa de la influencia, la cual niega la comprensión.
Pregunta: Después de escuchar su plática acerca de la memoria, he perdido completamente la mía, y encuentro que no puedo recordar unas enormes deudas. Me siento dichoso. ¿Es la liberación esto?
KRISHNAMURTE Pregúnteselo a la persona a quien le adeuda el dinero. Me temo que hay cierta confusión con respecto a lo que he estado tratando de decir concerniente a la memoria. Si usted confía en la memoria como una guía para su conducta, como un instrumento de acción en la vida, entonces esa memoria tiene que impedir su acción, su conducta, porque en tal caso esa acción o esa conducta son meramente el resultado del cálculo y, por lo tanto, carecen de espontaneidad, de riqueza, de plenitud de vida. Eso no significa que deba olvidar sus deudas. Eísted no puede olvidar el pasado, no puede borrarlo de su mente. Eso es una imposibilidad. Existirá subconscientemente, pero si esa memoria subconsciente, inactiva, influye sin que usted tenga conciencia de ello, si moldea su acción, su conducta, toda su perspectiva de la vida, entonces esa influencia tiene que estar creando siempre nuevas limitaciones, imponiendo nuevas cargas al funcionamiento de la inteligencia.
Por ejemplo, he llegado recientemente de la India; he ido a Australia y Nueva Zelanda, donde conocí a diversas personas, tuve muchas ideas y vi muchos lugares. No puedo olvidar estas cosas, aunque la memoria de ellas pueda debilitarse. Pero la reacción al pasado puede dificultar mi comprensión plena en el presente, puede impedir que mi mente funcione con inteligencia. Es decir, si mis experiencias y recuerdos del pasado se están volviendo obstáculos en el presente a causa de las reacciones que generan, entonces no puedo comprender la vida con plenitud e intensidad en el presente.
Eísted reacciona al pasado porque el presente ha perdido su significación o porque desea eludir el presente; entonces regresa al pasado y vive en esa excitación emocional, en esas ondas reactivas de la memoria, porque el presente tiene escaso valor. Por lo tanto, cuando dice: “He perdido completamente mi memoria”, me temo que sólo está capacitado para un lugar. No puede perder la memoria, pero viviendo por completo en el presente, en la plenitud del instante, toma conocimiento de todos los enredos subconscientes de la memoria, las esperanzas y anhelos latentes que suben en oleadas y le impiden funcionar con inteligencia en el presente. Si se da cuenta de eso, si se da cuenta de ese obstáculo, si lo percibe en toda su profundidad, no superficialmente, entonces la subconsciente memoria inactiva, que no es sino la falta de comprensión e insuficiencia del vivir, desaparece y, en consecuencia, usted se enfrenta de un modo nuevo a cada movimiento del medio en que vive, a cada veloz movimiento del pensar.
Pregunta: Usted dice que la completa comprensión del medio externo e interno del individuo, libera a éste de la esclavitud y el dolor. Ahora bien, aun en ese estado, ¿cómo puede uno liberarse del dolor indescriptible que en la naturaleza de las cosas es causado por la muerte de alguien a quien realmente amamos?
KRISHNAMURTI: ¿Cuál es la causa del sufrimiento en este caso? ¿Y a qué llamamos sufrimiento? ¿No es el sufrimiento una sacudida para que la mente advierta su propia insuficiencia? El reconocimiento de esa insuficiencia origina lo que llamamos dolor. Supongamos que uno ha estado dependiendo de su hijo o de su esposa o esposo para satisfacer esa insuficiencia; la pérdida de esa persona que amábamos ha creado la plena conciencia de nuestra vacuidad, de ese vacío interno, y de esa conciencia surge el dolor y decimos: “He perdido a tal persona”.
Por lo tanto, a causa de la muerte hay, primero que nada, la plena conciencia de la vacuidad que hemos estado evadiendo cuidadosamente. Donde hay dependencia, tiene que haber vacuidad, superficialidad, insuficiencia y, por ende, aflicción y dolor. No queremos reconocer eso; no vemos que ésa es la causa fundamental. Así que decimos: “Perdí a mi amigo, a mi marido, a mi esposa, a mi hijo. ¿Cómo podré superar esta pérdida? ¿Cómo podré superar este dolor?”
Ahora bien, toda superación no es más que una sustitución. En ella no hay comprensión alguna y, por consiguiente, sólo puede haber dolor, aunque momentáneamente podamos encontrar una sustitución que pondrá a la mente a dormir por completo. Si no buscamos una sustitución, entonces acudimos a sesiones espiritistas, a los médium, o nos refugiamos en la prueba científica de que la vida continúa después de la muerte. Así comenzamos a descubrir diversas formas de escape y sustitución que nos alivian momentáneamente del sufrimiento. Mientras que, si cesara este deseo de superar el sufrimiento y hubiera un verdadero deseo de comprender, de descubrir cuál es la causa fundamental de la aflicción y el dolor, entonces podríamos descubrir que, en tanto existan el sentimiento de soledad, la superficialidad, la vacuidad y la insuficiencia, que en su expresión externa es dependencia, tendrá que haber sufrimiento. Y no podemos llenar esa insuficiencia mediante la superación de obstáculos, mediante sustituciones, escapando o acumulando, todo lo cual son artimañas de la mente perdida en la persecución de la ganancia.
El sufrimiento es esa alta, intensa claridad del pensar y el sentir que nos obliga a reconocer las cosas tal como son. Pero esto no significa aceptar, resignarse. Cuando uno ve las cosas como son, cuando las ve en el espejo de la verdad, que es inteligencia, entonces hay júbilo, éxtasis; en eso no hay dualidad ni sentimiento de pérdida ni división alguna. Le aseguro que esto no es teórico. Si considera lo que ahora estoy diciendo, junto con mi respuesta a mi primera pregunta acerca de la memoria, verá cómo la memoria crea mayor y mayor dependencia mirando continuamente hacia atrás, regresando emocionalmente a un acontecimiento para obtener de ello una reacción, lo cual impide la plena expresión de la inteligencia en el presente.
Pregunta: ¿Qué sugerencia o consejo podría usted dar a alguien que está obstaculizado por un fuerte deseo sexual?
KRISHNAMURTE Después de todo, donde no existe la expresión creativa de la vida, damos una importancia indebida al sexo, el cual se vuelve un agudo problema. La cuestión no es, entonces, qué consejo o sugerencia podría yo darle, o cómo puede uno superar la pasión, el deseo sexual, sino cómo ha de liberar uno ese vivir creativo, y no abordar tan sólo una parte del vivir como lo es el sexo; o sea, cómo ha de comprender uno la totalidad, la integridad de la vida.
Ahora bien, a causa de la educación moderna, de las circunstancias y del medio, ustedes son empujados a hacer algo que odian. Les repele, pero están forzados a hacerlo por falta de una capacidad apropiada, de un adiestramiento conveniente. En su trabajo, las circunstancias, las condiciones les impiden expresarse de manera fundamental, creativa, y entonces necesitan una salida; y esta salida se convierte en el problema del sexo o el problema de la bebida o algún problema estúpido, insensato. Todas estas salidas se convierten en problemas.
O tienen inclinaciones artísticas. Hay muy pocos artistas, pero pueden tener la inclinación por el arte, y esa inclinación se ve continuamente falseada, bloqueada, de modo que no tienen forma de expresarse auténticamente; por eso terminan dando una importancia excesiva ya sea al sexo o a alguna manía religiosa. O puede que sus ambiciones se vean frustradas, cercenadas, impedidas, y entonces nuevamente dan una importancia indebida a cosas que deberían ser normales. Por consiguiente, hasta tanto no comprendan de manera global sus deseos religiosos, políticos, económicos y sociales con sus respectivos obstáculos, las funciones naturales de la existencia adquirirán una importancia inmensa y ocuparán el primer lugar en sus vidas. De aquí que todos los innumerables problemas de la codicia, del espíritu posesivo, del sexo, de las discriminaciones sociales y raciales, tengan una magnitud y un valor falsos. Pero si abordaran la vida no en partes, sino como un todo, comprensivamente, creativamente, con inteligencia, entonces verían que estos problemas que debilitan la mente y destruyen el vivir creativo, desaparecen, y entonces la inteligencia funciona normalmente; y en eso hay éxtasis.
Pregunta: He estado bajo la impresión de que he puesto en acción sus ideas, pero no tengo alegría en la vida ni entusiasmo por ninguna actividad. Mis intentos por estar alerta no han aclarado mi confusión ni han traído cambio alguno o vitalidad a mi vida. Mi existencia no tiene más significado para mí hoy, que el que tenía cuando comencé a escucharlo siete años atrás. ¿Qué hay de malo conmigo?
KRISHNAMURTI: Me pregunto si el interlocutor ha comprendido, primero que nada, lo que he estado diciendo, antes de tratar de poner en acción mis ideas. ¿Y por qué debería él tratar de poner mis ideas en acción? ¿Y cuáles son mis ideas? ¿Y por qué son mis ideas? No les estoy dando un molde o un código por el cual puedan vivir, ni un sistema que puedan seguir. Todo lo que digo es que, para vivir creativamente, entusiastamente, vitalmente, tiene que funcionar la inteligencia. Y la inteligencia está falseada, obstruida por lo que uno llama memoria; he explicado lo que entiendo por memoria y no voy a examinarlo nuevamente. Mientras existe esta constante batalla por lograr cosas, mientras la mente está influenciada, tiene que haber dualidad y, en consecuencia, angustia y lucha; y nuestra búsqueda de la verdad o de la realidad no es sino un modo de escapar de esa angustia. Digo, pues, que se den cuenta de que el esfuerzo que hacen, sus luchas, el impacto de sus recuerdos, les destruye la inteligencia. Darse cuenta no es estar superficialmente consciente, sino investigar en toda su profundidad la conciencia, de tal modo que no quede sin descubrir ni una sola reacción inconsciente. Todo esto exige reflexión, requiere agudeza del corazón y de la mente, no una mente obstruida por creencias, credos e ideales. Las mentes están, en su mayoría, cargadas con estas cosas y con el deseo de seguirlas. Cuando tomen conciencia de su carga, no digan que no deben tener ideales, que no deben tener credos, no repitan todo el resto de la jerga. El propio “debo” o “no debo” crea otra doctrina, otro credo; sólo vuélvanse conscientes, y en la intensidad de esa conciencia, en la intensidad de la percepción alerta, en esa llama crearán tal crisis, tal conflicto, que el conflicto mismo disolverá el obstáculo.
Sé que algunas personas vienen aquí año tras año, y cada año yo trato de explicar estas ideas de maneras diferentes, pero me temo que hay muy poca reflexión entre las personas que dicen: “Le hemos estado escuchando por siete años”. Por reflexión entiendo no el mero razonamiento intelectual que no es sino cenizas, sino ese equilibrio entre emoción y razón, entre afecto y pensamiento, equilibrio no influenciado ni afectado por el conflicto de los opuestos. Pero si no existe ni la capacidad de pensar claramente ni la intensidad del sentir, ¿cómo pueden ustedes despertar, cómo puede haber equilibrio, cómo pueden tener esta agudeza, esta percepción? Por lo tanto, la vida se vuelve vana, anodina, carente de valor.
En consecuencia, lo primero que hay que hacer, si se me permite sugerirlo, es averiguar por qué piensan ustedes de cierto modo y por qué sienten de determinada manera. No traten de cambiar eso, no traten de analizar sus pensamientos y sus emociones; antes bien, tomen conciencia de por qué piensan conforme a una rutina particular y desde qué motivo actúan. Aun cuando puedan descubrir el motivo mediante el análisis, aun cuando puedan descubrir cualquier cosa mediante el análisis, eso no será lo real. Será real sólo cuando estén intensamente atentos en el instante en que funciona el pensamiento y la emoción; entonces verán la extraordinaria sutileza, la fina delicadeza que contienen ese pensar y ese sentir. Mientras haya en ustedes un “debo” y un “no debo”, en esta compulsión jamás descubrirán los rápidos movimientos del pensar y la emoción, y estoy seguro de que ustedes han sido educados en la escuela del “debo” y “no debo”, por esto han destruido el pensar y el sentir. Han sido limitados y mutilados por los sistemas y los métodos, por sus maestros. Esto no quiere decir que deba haber libertinaje, sino que tomen conciencia de que tienen una mente que todo el tiempo está diciendo “debo” y “no debo”. Entonces, tal como la flor se abre una mañana, así ocurre con la inteligencia: está ahí, funcionando, creando comprensión.
Pregunta: Al artista se lo menciona a veces como uno que posee esta comprensión de la que usted habla, al menos mientras trabaja creativamente. Pero si alguien lo molesta o se opone a él, puede reaccionar violentamente, justificando su reacción como una manifestación temperamental. Obviamente, él no vive por completo en el instante. ¿Es verdad que comprende, si con tanta facilidad vuelve a deslizarse en la conciencia egocéntrica?
KRISHNAMURTI: ¿Quién es esa persona a la que usted llama artista? ¿Un hombre momentáneamente creativo? Para mí, él no es un artista. Al hombre que sólo en raros momentos tiene este impulso creativo y expresa esa creatividad mediante la perfección de la técnica, yo no lo llamaría, por cierto, un artista. A mi entender, el verdadero artista es un ser humano que vive de manera completa, armoniosa, que no hace una separación entre el arte y el vivir, cuya vida misma es esa expresión, ya sea en la pintura, en la música o en su conducta; esto es, que no ha divorciado su expresión en el lienzo o en el pentagrama o en la piedra, de su conducta diaria, de su vivir cotidiano. Eso exige el más alto nivel de inteligencia, de armonía interna. Para mí, el verdadero artista es el hombre que posee esa armonía. Puede expresarla en el lienzo, o puede hablar, o escribir; o puede no expresarla en absoluto, puede sentirla. Pero todo esto exige ese equilibrio exquisito, esa intensidad de percepción, y entonces la expresión del artista no está divorciada de la diaria continuidad del vivir.
29 de junio de 1934