OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 - CONTINUACIÓN -

DUODÉCIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


Creo que la mayoría de las personas ha perdido el arte de escuchar. Vienen aquí con sus problemas particulares y piensan que escuchándome hablar se resolverán sus problemas. Me temo que no ocurrirá tal cosa; pero si saben cómo escuchar, entonces comenzarán a comprender lo total y sus mentes no estarán enredadas en lo particular.

Por lo tanto, si se me permite sugerirlo, no traten de obtener de esta plática una solución para su problema particular o un alivio para su sufrimiento. Podré ayudarlos, o más bien podrán ayudarse a sí mismos sólo si piensan de una manera nueva, creativa. Consideren a la vida, no como diversos problemas aislados, sino comprensivamente, como una totalidad, y háganlo con una mente no sofocada por la búsqueda de soluciones. Si pueden escuchar sin la carga de los problemas, con una perspectiva global, verán que su problema particular tiene un significado diferente; aunque quizá no se resuelva de inmediato, comenzarán a discernir su verdadera causa. Al pensar de una manera nueva, al aprender de nuevo a pensar, se disolverán los problemas y conflictos que abruman a la mente y al corazón y de los cuales surgen toda la falta de armonía, la pena y el sufrimiento.

 Ahora bien, cada uno de nosotros está más o menos consumido por deseos cuyos objetos varían conforme al medio, al temperamento y a la herencia. De acuerdo con nuestra condición particular, con nuestra particular crianza y educación, con nuestro trasfondo religioso, social y económico, hemos establecido ciertos objetivos cuyo logro perseguimos incesantemente, y esta persecución se ha vuelto algo capital en nuestras vidas.

Una vez que hemos establecido estos objetivos, surgen naturalmente los especialistas que actúan como guías hacia el logro de nuestros deseos. En consecuencia, la perfección de la técnica, la especialización, se convierten en meros instrumentos para alcanzar el objetivo que perseguimos, y a fin de lograr este objetivo que hemos establecido a causa del condicionamiento religioso, económico y social, debemos tener especialistas. De este modo, la acción pierde su significado, su valor, porque lo único que nos interesa es el logro de un objetivo, no la plena realización de la inteligencia, que es acción; lo que nos interesa es llegar, no la realización en sí. El vivir se vuelve solamente un medio para un fin, y la vida una escuela donde aprendemos a lograr un objetivo. La acción se convierte en nada más que un instrumento con el cual podemos llegar a ese objetivo que hemos establecido a través de distintos medios y condiciones. Así la vida llega a ser una escuela de gran conflicto y lucha, nunca un hecho de realización plena, de riqueza e integridad.

.Entonces comenzamos a preguntar cuál es el objeto, el propósito del vivir. Esto es lo que pregunta la mayoría, lo que está en la mente de casi todos los que vienen aquí. ¿Para qué estamos viviendo? ¿Cuál es el objeto? ¿Cuáles la finalidad? ¿Cuál es el propósito? Les preocupa el propósito, la finalidad, antes que el vivir en el presente; mientras que un hombre que se realiza, jamás inquiere acerca del propósito, porque la realización misma es suficiente. Pero puesto que ustedes no saben cómo realizarse, cómo vivir de manera completa, rica, suficiente, empiezan a indagar acerca del propósito, la meta, la finalidad, porque piensan que podrán enfrentarse a la vida si conocen el propósito -al menos creen que pueden conocerlo-. Entonces, conociendo el propósito, esperan utilizar la experiencia como un medio para alcanzarlo; en consecuencia, la vida se convierte en un instrumento, una medida, un valor para llegar a ese logro.

Consciente o inconscientemente, subrepticia o abiertamente, empezamos a indagar en el propósito de la vida, y cada uno recibe una respuesta de los así llamados especialistas. El artista, si ustedes le preguntan cuál es el propósito de la vida, les dirá que, para él, es la expresión propia por medio de la pintura, la escultura, la música o la poesía; el economista, si le preguntan, les dirá que es el trabajo, la producción, la cooperación, vivir juntos, funcionar como un grupo, como sociedad; si se lo preguntan al devoto, les dirá que el propósito de la vida es buscar y realizar a Dios, vivir de acuerdo con las leyes establecidas por los Maestros, profetas, salvadores, y que viviendo conforme a esas leyes y edictos, ustedes pueden realizar la verdad que es Dios. Cada especialista les da su respuesta acerca del propósito de la vida, y ustedes, conforme a su temperamento, a sus fantasías e imaginación, comienzan a establecer estos propósitos, estos fines, estos ideales.

Semejantes ideales y fines se han vuelto tan sólo un puerto seguro o un refugio, porque ustedes los usan para protegerse y guiarse en esta confusión. Así, comienzan a utilizar estos ideales para medir sus experiencias, para indagar en las condiciones del medio. Lo hacen sin el deseo de comprender o realizar, simplemente para investigar el propósito del medio en que viven; y en el descubrimiento de ese propósito -conforme al condicionamiento, a los preconceptos que tienen-; sólo eluden el conflicto que implica vivir sin comprensión.


La mente ha dividido, pues, la vida de tres maneras: una, en ideales, propósitos, culminaciones, logros, finalidades; otra, la confusión, el conflicto, la perturbación, la falta de armonía; y finalmente, el yo, uno mismo, la conciencia egocéntrica. O sea, que la mente ha separado la vida en estas tres divisiones. Ustedes están atrapados en la confusión, y así, a través de esta confusión, este conflicto, esta perturbación que no es sino dolor, trabajan con un fin, un propósito en vista. Cruzan vadeando esta confusión, la surcan hacia la meta, el puerto de refugio, hacia el logro del ideal, y estos ideales, fines, refugios, han sido concebidos por expertos económicos, religiosos y espirituales.

Así que, en un extremo, están ustedes vadeando a través de las condiciones y del medio y creando conflicto, mientras que en el otro, tratan de realizar ideales, propósitos y logros que se han convertido en refugios. El propio indagar en el propósito de la vida indica falta de inteligencia en el presente; y el hombre plenamente activo, no perdido en actividades como lo está la mayoría de los norteamericanos, sino plenamente activo, inteligentemente, emocionalmente vital, es el que se ha realizado. Por lo tanto, la indagación en un fin es inútil, porque no hay tal cosa como un fin y un principio; sólo existe el movimiento continuo del pensar creativo, y lo que ustedes llaman problemas son los resultados de vadear este desorden en busca de una culminación. Es decir, se interesan en cómo superar esta confusión, en cómo ajustarse al medio para llegar a un fin. En eso ocupa toda la vida, en cómo abrirse paso por la confusión, en cómo dominarla, cómo vencerla y, por lo tanto, en cómo evadirla. Quieren llegar a esa evasión perfecta que llaman ideales, a ese refugio perfecto que llaman el propósito de la vida y que no es más que un escapar de la presente confusión.

Naturalmente, cuando buscan superar, dominar, evadir y llegar a esa meta final, surge la búsqueda de sistemas y de sus líderes, guías, maestros y expertos; para mí, son todos explotadores. Los sistemas, los métodos con sus maestros y todas las complicaciones de sus rivalidades, seducciones, promesas y engaños, crean en la vida divisiones conocidas como sectas y cultos.

Eso es lo que sucede. Cuando ustedes buscan un logro, un resultado, cuando buscan superar la confusión sin tomar en cuenta al “uno”, a la conciencia del “yo”, al objetivo que, consciente o inconscientemente, están persiguiendo todo el tiempo, es natural que deban crear explotadores, ya sean del pasado o del presente; y así quedan atrapados en la mezquindad de todos ellos, en sus celos, sus disciplinas, sus divisiones y en la falta de armonía que los caracteriza.

Por lo tanto, el mero deseo de abrirse paso por esta confusión crea siempre nuevos problemas, porque no se toma en cuenta al actor ni a la manera como actúa, sino sólo la escena de la confusión como un instrumento para alcanzar un objetivo.

Ahora bien, a mi entender, la confusión, el objetivo y el “uno” son la misma cosa, no hay división alguna. Esta división es artificial y tiene su origen en el deseo de ganar, en la búsqueda de acumulación adquisitiva, la cual nace de la insuficiencia.

Al volvemos conscientes de la vacuidad, de la superficialidad, comenzamos a darnos cuenta de la insuficiencia absoluta de nuestro propio pensar y sentir, y así surge en nuestros pensamientos la idea de la acumulación, y de allí proviene esta división entre el “uno”, la conciencia egocéntrica, y el objetivo que ella persigue. Para mí, como dije, no puede haber tal distinción, porque tan pronto nos realizamos ya no pueden existir el actor y la acción, sino sólo ese movimiento creativo del pensar que no busca un resultado; por consiguiente, hay un continuo vivir, el cual es inmortalidad.

Pero ustedes han dividido la vida. Consideremos lo que es este “yo”, este actor, este observador, este centro del conflicto. No es sino un largo rollo de la memoria. He discutido muy detenidamente la memoria en mis pláticas anteriores y no puedo entrar en detalles ahora. Si les interesa, leerán lo que he dicho. Este “yo” es un rollo de memoria en el cual hay acentuaciones. A estas acentuaciones o depresiones las llamamos “complejos” y desde ellos actuamos. O sea, la mente, al advertir su insuficiencia, persigue una ganancia y, por lo tanto, crea una distinción, una división. Una mente semejante no puede comprender el medio en que vive y, al no poder comprenderlo, debe confiar, para guiarse, en la acumulación de la memoria; porque la memoria no es sino una serie de acumulaciones que actúan como guía hacia un objetivo. Ese es el propósito de la memoria. La memoria es la falta de comprensión; esa falta de comprensión es nuestro trasfondo, y de ese trasfondo procede nuestra acción.

Esta memoria actúa como una guía hacia un objetivo, y ese objetivo preestablecido es tan sólo un refugio al que llamamos ideal, verdad. Dios o perfección. El principio y el fin, el “uno” y la meta, son los resultados de esta mente autoprotectora.


He explicado cómo surge una mente autoprotectora; surge como resultado de la conciencia o percepción de la vacuidad, del vacío. Debido a eso, comienza a pensar en términos de logro, de adquisición, y desde allí funciona dividiendo la vida y restringiendo sus acciones. Por consiguiente, el objetivo y el “uno” que lo persigue son el resultado de esa mente autoprotectora; y el conflicto, la confusión y la falta de armonía no son sino el proceso de autoprotección, se originan en esta autoprotección, tanto espiritual como económica.

Espiritual y económicamente buscan ustedes la seguridad, porque confían en la acumulación para su riqueza, su comprensión, su plenitud, su realización. Y así el astuto, tanto el del mundo económico como el del espiritual, los explota, porque uno y otro buscan el poder exaltando el sentimiento de autoprotección. De este modo, cada mente hace un esfuerzo tremendo para protegerse a sí misma, y el objetivo, los medios para lograrlo y el “uno” que los persigue, son nada más que el proceso de autoprotección. ¿Qué sucede cuando existe este proceso? Tiene que haber conflicto con las circunstancias, circunstancias que llamamos “sociedad”; está el “uno” que trata de protegerse contra lo colectivo, el grupo, la sociedad.

Ahora bien, lo opuesto a eso no es real. O sea, no piensen que si dejan de protegerse estarán perdidos. Por el contrario, estarán perdidos si se protegen debido a la insuficiencia, a la superficialidad del pensamiento y del afecto. Pero si dejan de protegerse a sí mismos sólo porque piensan que, gracias a esos, van a encontrar la verdad, ésa será nuevamente nada más que otra forma de protección.

Por lo tanto, como durante siglos, generación tras generación, hemos desarrollado esta rueda de la autoprotección espiritual y económica, descubramos si es real. Tal vez en lo económico podamos sostener por un tiempo la autoprotección. El hombre que cuenta con dinero y muchas posesiones y ha asegurado para su cueipo comodidades y placeres, por lo general, si observan a ese hombre, verán que es muy incompleto, poco inteligente y busca a tientas la así llamada protección espiritual.

Investiguemos, no obstante, si realmente existe la autoprotección espiritual, porque vemos que en lo económico no hay seguridad. La ilusión de la seguridad económica se demuestra en todo el mundo por estas depresiones, crisis, guerras, calamidades, por el caos que reina. Reconocemos esto y, en consecuencia, nos volvemos hacia la seguridad espiritual. Pero, a mi entender, no hay seguridad, no hay autoprotección ni podrá haberla jamás.

Digo que sólo existe la sabiduría, la cual es comprensión, no protección. Es decir, la seguridad, la autoprotección, son el resultado de la insuficiencia, y en ellas hay un pensar creativo, no hay inteligencia, sólo existe la constante batalla entre el “uno” y la sociedad, batalla en la que el astuto los explota despiadadamente. Mientras estén persiguiendo la autoprotección, tiene que haber conflicto y, por ende, no puede haber comprensión, sabiduría. Y mientras esta actitud exista, nuestra búsqueda de la espiritualidad, de la verdad, de Dios, es vana, inútil, porque es tan sólo la búsqueda de un poder mayor, de una mayor seguridad.

Sólo cuando la mente, que se ha refugiado tras las murallas de la autoprotección, se libere de sus propias creaciones, puede tener existencia esa realidad exquisita. Al fin y al cabo, estas murallas autoprotectoras son creaciones de la mente que, consciente de su insuficiencia, erige las murallas y se refugia detrás de ellas. Consciente o inconscientemente, hemos construido estas barreras, y nuestra mente está tan mutilada, atada, sujeta, que la acción genera un conflicto cada vez mayor y origina más y más perturbaciones.

Por lo tanto, la mera búsqueda de una solución para nuestros problemas no va a liberar a la mente de crear nuevos problemas. En tanto exista este centro de autoprotección nacido de la insuficiencia, tiene que haber perturbaciones, tremendo pesar y sufrimiento; y no podemos liberar a la mente del sufrimiento, disciplinándola para que no sea insuficiente.

 Es decir, no podemos disciplinamos o ser influidos por las condiciones y el medio, a fin de no ser superficiales. Nos decimos a nosotros mismos: “Soy superficial, reconozco el hecho; ¿cómo voy a librarme de él?” Yo digo que no busquen librarse de ello, lo cual es tan sólo un proceso de sustitución, sino vuélvanse conscientes, perciban qué es lo que da origen a esta insuficiencia. Esa percepción no puede ser obligada, no puede ser influida por un ideal, por un temor o por la persecución de placeres y poderes. La causa de la insuficiencia pueden descubrirla sólo mediante la percepción alerta. O sea, examinando el medio y penetrando profundamente en su significado, se revelarán las astutas sutilezas de la autoprotección.

Al fin y al cabo, la autoprotección es el resultado de la insuficiencia, y como durante siglos la mente ha sido adiestrada y permanece atrapada en ese cautiverio, ustedes no pueden disciplinar ni superar la autoprotección. Si lo hacen, pierden el significado de los engaños y las sutilezas del pensamiento y de la emoción tras los cuales la mente se ha protegido; y para descubrir estas sutilezas, tienen que volverse conscientes de ellas, tienen que estar muy alerta.

Ahora bien, estar alerta no es alterar las cosas. Nuestra mente está acostumbrada a la alteración, que es tan sólo modificación, ajuste, que consiste en disciplinarse a una condición; mientras que si están alerta, descubrirán la plena significación del medio. Por lo tanto, no hay modificación, sino libertad completa con respecto a ese medio.

Sólo cuando estas murallas de protección son destruidas en la llama de la percepción alerta, en la cual no hay modificación ni alteración ni ajuste, sino comprensión completa del medio con todas sus delicadezas y sutilezas, sólo gracias a esa comprensión existe lo eterno, porque en ella no hay un “uno” funcionando como foco autoprotector. Pero mientras ese foco autoprotector que ustedes llaman el “yo” exista, tiene que haber confusión, perturbaciones, falta de armonía y conflicto. Ustedes no pueden destruir estos obstáculos disciplinándose o siguiendo un sistema o imitando un patrón de conducta; pueden comprenderlos con todas las complicaciones que contienen, sólo mediante la plena percepción alerta de mente y corazón. Entonces existe un éxtasis, existe ese movimiento viviente de la verdad, el cual no es un objetivo ni una culminación, sino un vivir siempre creativo, un éxtasis que no puede ser descrito, porque toda descripción por fuerza tiene que destruirlo. Mientras uno no es vulnerable a la verdad, no hay éxtasis, no hay inmortalidad.

1 de julio de 1934


OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 -J.K.- CONTINUACIÓN -

 UNDÉCIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


Lo que llamamos felicidad o éxtasis es, para mí, pensar creativo. Y el pensar creativo es el movimiento infinito del pensamiento, la emoción y la acción. Es decir, cuando el pensamiento, que es emoción, que es la acción misma, no se ve impedido en su movimiento, cuando no está forzado o limitado o influido por una idea y no procede desde el trasfondo de una tradición o de un hábito, entonces ese movimiento es creativo. En tanto el pensamiento -y no repetiré cada vez emoción y acción-, en tanto el pensamiento esté circunscripto, retenido por una idea fija, o se ajuste meramente a un trasfondo o a una condición y, por ende, se limite, ese pensamiento no es creativo.

Por consiguiente, el interrogante que tiene que plantearse toda persona reflexiva es cómo puede despertar ese pensar creativo, el cual es un movimiento infinito, no puede haber idea alguna de limitación, de conflicto.

Ahora bien, este movimiento del pensar creativo no busca en su expresión un resultado, un logro; sus resultados y expresiones no son una culminación. No tiene culminación ni meta alguna, porque está eternamente en movimiento. Casi todas las mentes buscan una culminación, una meta, un logro, y se moldean sobre la idea del éxito; un pensamiento, un pensar semejante, se limita continuamente a sí mismo. Mientras que si no hay idea de logro, sino sólo el movimiento constante del pensar como comprensión, como inteligencia, entonces ese movimiento del pensar es creativo. O sea, el pensar creativo cesa cuando la mente se halla mutilada por el ajuste que genera la influencia, o cuando funciona con el trasfondo de una tradición que ella no ha comprendido, o cuando actúa desde un punto fijo, como un animal atado a un poste. En tanto exista esta limitación, este ajuste, no puede haber un pensar creativo, inteligencia; sólo esa inteligencia es libertad.

Este movimiento creativo del pensar jamás busca un resultado ni llega a una culminación, porque el resultado o la culminación son siempre la consecuencia de una cesación y un movimiento alterno, mientras que si no hay búsqueda de un resultado, sino el movimiento continuo del pensar, eso es, entonces, pensar creativo. Además, el pensar creativo está libre de la división que crea el conflicto entre pensamiento, emoción y acción. Y la división existe sólo cuando hay búsqueda de una meta, cuando hay ajuste y existe la complacencia de la certidumbre.

La acción, como lo he explicado, es este movimiento que en sí mismo es pensamiento y emoción. Esta acción es la relación entre el individuo y la sociedad. Es conducta, trabajo, cooperación, a todo lo cual llamamos realización. Es decir, cuando la mente está funcionando sin buscar una culminación, una meta y, por lo tanto, piensa creativamente, ese pensar es acción, la cual es la relación entre el individuo y la sociedad. Ahora bien, si este movimiento del pensar es claro, simple, directo, espontáneo, profundo, entonces no hay conflicto del individuo contra la sociedad, porque, entonces la acción es la expresión misma de este movimiento vital, creativo.

Para mí no existe, pues, un arte del pensar, sólo hay pensar creativo. No existe una técnica del pensar, sino sólo el funcionamiento creativo y espontáneo de la inteligencia, el cual es armonía de la razón, la emoción y la acción sin que haya división o divorcio entre uno y otro.

Para mí no existe, pues, un arte del pensar, sólo hay pensar creativo. No existe una técnica del pensar, sino sólo el funcionamiento creativo y espontáneo de la inteligencia, el cual es armonía de la razón, la emoción y la acción sin que haya división o divorcio entre uno y otro.


Ahora bien, este pensar y sentir sin la búsqueda de una recompensa, de un resultado, es el verdadero experimentar, ¿no es así? En la verdadera experiencia, en el verdadero experimentar no puede haber búsqueda de un resultado, porque este experimentar es el movimiento del pensar creativo. Para experimentar, la mente debe estar liberándose continuamente del medio, con el cual entra continuamente en conflicto en su movimiento, el medio que llamamos el pasado. No puede haber pensar creativo si la mente está obstaculizada por la búsqueda de una recompensa, por la persecución de una meta.


Cuando la mente y el corazón están buscando un resultado o una ganancia y, con eso, complacencia y estancamiento, tiene que haber práctica, superación, disciplina, de todo lo cual surge el conflicto. La mayoría de las personas piensa que, practicando cierta idea, liberará el pensar creativo. Y bien, la práctica, si lo observan, si reflexionan sobre ello, es nada más que el resultado de la dualidad. Y una acción surgida de esta dualidad tiene que peipetuar la distinción entre el corazón y la mente, y tal acción se vuelve tan sólo la expresión de una conclusión calculada, lógica y autoprotectora. Si existe esta práctica de la autodisciplina, o este continuo dominio o influencia de las circunstancias, entonces la práctica es meramente una alteración, un cambio dirigido a una finalidad; es una acción dentro de los confines del pensamiento limitado que ustedes llaman conciencia de sí mismo. Por lo tanto, la práctica no produce un pensar creativo.

Pensar creativamente es generar armonía entre mente, emoción y acción. O sea, si uno está convencido acerca de una acción y no busca recompensa alguna al final de ella, entonces esa acción, siendo el resultado de la inteligencia, libera a la mente de todos los obstáculos que han sido puestos allí por la falta de comprensión.


Me temo que no están captando esto. Cuando expongo por primera vez una idea nueva y ustedes no están acostumbrados a ella, es natural que la encuentren muy difícil de comprender, pero si reflexionan sobre ella, verán su significado.


Cuando la mente y el corazón se hallan atrapados por el temor, por la falta de comprensión, por la compulsión, una mente así, aunque pueda pensar dentro de los confines, de las limitaciones de ese temor, eso no es un verdadero pensar y su acción debe siempre levantar nuevas barreras. Por lo tanto, su capacidad de pensar será siempre limitada. Pero si la mente misma se libera, gracias a la comprensión de las circunstancias y, debido a eso, actúa, entonces esa acción misma es el pensar creativo.

Pregunta: ¿Querría dar usted un ejemplo de ejercicio práctico de la constante percepción alerta y de la opción en la vida cotidiana?

KRISHNAMURTI: ¿Formularía usted esa pregunta si hubiera en su habitación una serpiente venenosa? Entonces no preguntaría: “¿Cómo debo mantenerme despierto? ¿Cómo puedo estar intensamente alerta?” Formula esa pregunta sólo cuando no está seguro de que hay una serpiente venenosa en su habitación. O está por completo inconsciente de ella, o quiere jugar con esa serpiente, quiere disfrutar el dolor y los deleites que pueda ocasionarle.

Por favor, siga esto. No puede haber percepción alerta, esa agudeza de la mente y de la emoción, mientras la mente siga atrapada tanto en el dolor como en el placer. Es decir, cuando una experiencia le ocasiona dolor y, al mismo tiempo, placer, usted no hace nada al respecto. Actúa sólo cuando el dolor es mayor que el placer, pero si el placer es mayor, no hace nada al respecto, porque no hay un conflicto agudo. Usted exige una acción sólo cuando el dolor pesa más que el placer, cuando es más agudo que el placer.

Casi todos esperan que el dolor aumente antes de decidirse a actuar y, durante este período de espera, quieren saber cómo estar alerta. Nadie puede decirles eso. Esperan que el dolor aumente antes de actuar, o sea, esperan que el dolor con su compulsión los obligue a actuar, y en esa compulsión no hay inteligencia. Es tan sólo el medio, no la inteligencia, lo que los obliga a actuar de una manera determinada. Por lo tanto, cuando una mente está atrapada en este estancamiento, en esta falta de tensión dinámica, habrá naturalmente más dolor, más conflicto.

Por la apariencia que muestran las cosas políticamente, la guerra puede estallar otra vez. Puede estallar en dos años, en cinco, en diez. Un hombre inteligente puede ver esto y actuar inteligentemente. Pero el hombre inactivo, el que espera que el dolor lo obligue a la acción, cuenta con un caos mayor, un mayor sufrimiento que le dé el ímpetu para actuar; por consiguiente, su inteligencia no está funcionando. Hay percepción alerta sólo cuando la mente y el corazón se encuentran en un estado de gran tensión dinámica.

Por ejemplo, cuando uno ve que el afán posesivo debe conducir a la insuficiencia, cuando uno ve que esa insuficiencia, esa falta de riqueza interior, esa superficialidad debe producir siempre demencia, cuando uno reconoce eso, ¿qué sucede con la mente y el corazón? El anhelo inmediato es llenar esa superficialidad; pero aparte de eso, cuando uno ve la futilidad de la continua acumulación, comienza a darse cuenta de cómo funciona su mente. Ve que en la mera acumulación no puede haber pensar creativo; sin embargo, la mente persigue la acumulación. Por lo tanto, al darse uno cuenta de eso, crea un conflicto y este conflicto mismo disolverá la causa de la acumulación.

Pregunta: ¿De qué modo un hombre de Estado que comprendiera lo que usted dice, podría darle expresión en los asuntos públicos? ¿O no es más probable que se retirara de la política al comprender la falsedad de sus bases y objetivos?

KRISHNAMURTI: Si él comprendiera lo que digo, no separaría la política, de la vida en su totalidad; y no veo por qué tendría que retirarse. Al fin y al cabo, hoy por hoy la política es meramente un instrumento de explotación; pero si él considerara la vida como un todo, no sólo la política -y por política él entiende sólo su país, su pueblo y la explotación de otros-, y contemplara los problemas humanos no como problemas nacionales sino mundiales, no como problemas americanos, hindúes o alemanes, entonces, si comprendiera aquello de que hablo, sería un verdadero ser humano, no un político. Y para mí, eso es lo más importante, que uno sea un ser humano, no un explotador o meramente un experto en un determinado curso de acción. Ayer traté de explicar esto en mi plática. Creo que ahí es donde reside el mal: el político trata sólo con la política, el moralista con la moral, el así llamado maestro espiritual con el espíritu, cada cual pensando que es un experto y excluyendo a todos los demás. Toda nuestra estructura social se basa en eso, y así estos líderes de los diversos departamentos crean mayores estragos y mayor desdicha en el mundo. Mientras que si los seres humanos vieran la íntima relación que existe entre todos estos departamentos, entre la política, la religión, la vida económica y la social, si vieran la relación, no pensaríamos y actuaríamos separadamente, de manera individualista.

En la India, por ejemplo, hay millones que se mueren de hambre. El hindú nacionalista dice: “Primero volvámonos intensamente nacionales; entonces podremos resolver este problema del hambre”. Mientras que, para mí, el modo de resolver el problema del hambre no es volviéndose nacionalista, sino todo lo contrario; el hambre es un problema mundial, y este proceso de aislamiento no hace sino incrementarlo más aún. Por consiguiente, si el político aborda los problemas de la vida humana tan sólo como un político, entonces un hombre así crea mayores estragos, males mayores, mayor desdicha; pero si considera la totalidad de la vida sin diferenciar entre razas, nacionalidades y clases, entonces es auténticamente un ser humano, aunque pueda ser un político.

Pregunta: Usted ha dicho que con dos o tres más que comprendieran, podría cambiar al mundo. Muchos creen que ellos comprenden y que hay otros como ellos, tales como los artistas y los hombres de ciencia; sin embargo, el mundo no ha cambiado. Por favor, hable del modo como usted cambiaría al mundo. ¿Acaso no lo está cambiando ahora, quizá de manera lenta y sutil pero, no obstante, definida por medio de su hablar, de su vivir y de la influencia que indudablemente tendrá sobre el pensamiento humano en los años venideros? ¿Es éste el cambio que usted tenía en mente, o era algo que afectaría de inmediato la estructura política, económica y racial?

KRISHNAMURTI: Me temo que jamás he pensado en el resultado inmediato de la acción, en sus efectos. Para tener un resultado genuino, perdurable, tras la acción tiene que haber una gran observación, reflexión e inteligencia, y muy pocas personas están dispuestas a pensar creativamente o a estar libres de influencias y prejuicios. Si usted comienza a pensar individualmente, entonces podrá cooperar con inteligencia; en tanto no haya inteligencia, no podrá haber cooperación, sino sólo compulsión y, en consecuencia, caos.

Pregunta: ¿Hasta qué punto puede una persona controlar sus propias acciones? Sí somos, en todo momento, la suma de nuestras experiencias anteriores, y no hay un yo espiritual, ¿es posible para una persona actuar de otro modo que aquél que está determinado por su herencia original , la suma de su educación pasada y los estímulos que simultáneamente actúan sobre ella? En tal caso, ¿qué es o qué ocasiona los cambios en los procesos físicos y cómo ocurren?

KRISHNAMURTI: “¿Hasta qué punto puede una persona controlar sus propias acciones?” Una persona no controla sus propias acciones si no ha comprendido el medio en que vive. Entonces actúa sólo bajo la compulsión, la influencia del medio; una acción semejante no es acción en absoluto, sino meramente reacción o autoprotección. Pero cuando una persona empieza a comprender el medio, ve su plena significación y valor y entonces es la dueña de sus propias acciones, entonces es inteligente; por lo tanto, no importa cuáles sean las circunstancias, funcionará inteligentemente.

“Si somos, en todo momento, la suma de nuestras experiencias anteriores, y no hay un yo espiritual, ¿es posible para una persona actuar de otro modo que aquél que está determinado por su herencia original, la suma de su educación pasada y los estímulos que simultáneamente actúan sobre ella?”

Nuevamente, lo que he dicho es aplicable a esto. O sea, si esa persona actúa tan sólo desde la carga del pasado, ya sea éste su herencia individual o racial, una acción así es meramente la reacción al temor; pero si comprende el subconsciente, o sea, sus acumulaciones pasadas, entonces está libre del pasado y, por lo tanto, está libre de la compulsión del medio.

Al fin y al cabo, el medio pertenece tanto al presente como al pasado. Uno no comprende el presente, a causa de lo empañada que se encuentra la mente por el pasado y liberarla del subconsciente, de los obstáculos inconscientes del pasado, no es hacerla retroceder al pasado, sino adquirir conciencia plena en el presente. En ese estado de conciencia plena en el presente, entran en actividad todos los obstáculos del pasado, afloran en oleadas, y en ese aflorar, si uno está atento, verá la plena significación del pasado y, por lo tanto, comprenderá el presente.

“En tal caso, ¿qué es lo que ocasiona los cambios en los procesos físicos, y cómo ocurren?” Hasta donde entiendo la pregunta del interlocutor, quiere saber qué produce en él esa acción, esta acción que le impone el medio en que vive. Él actúa de una determinada manera, obligado por el medio, pero si comprendiera inteligentemente el medio, no habría ninguna clase de compulsión; habría comprensión, la cual es, en sí misma, acción.

Pregunta: Vivo en un mundo de caos, tanto política como económica y socialmente, atado por leyes y convencionalismos que restringen mi libertad. Cuando mis deseos entran en conflicto con estas imposiciones, tengo que infringir la ley y asumir las consecuencias, o tengo que reprimir mis deseos. ¿Dónde hay, entonces, en un mundo semejante, posibilidad alguna de escapar a la autodisciplina?

KRISHNAMURTE He hablado a menudo acerca de esto, pero trataré de explicarlo nuevamente. La autodisciplina es tan sólo un ajuste al medio, generado por el conflicto. Eso es lo que llamamos autodisciplina. Hemos establecido un patrón, un ideal, el cual actúa como una compulsión, y forzamos a la mente para que se ajuste a ese medio, presionándola, modificándola, controlándola. ¿Qué ocurre cuando hacemos eso? Estamos destruyendo realmente la creatividad, falseamos, reprimimos el afecto creativo. Pero si comenzamos a comprender el medio que nos rodea, entonces ya no hay más represión o mero ajuste al medio, ajuste al que llamamos autodisciplina.

¿Cómo, entonces, puede usted comprender el medio? ¿Cómo puede comprender su pleno valor, su significación? ¿Qué le impide ver lo que significa? Primero que nada, el temor. El temor es la causa de la búsqueda de protección o seguridad, seguridad ya sea física, espiritual, religiosa o emocional. Mientras exista esta búsqueda tiene que haber temor, el cual crea entonces una barrera entre su mente y el medio, con lo cual genera conflicto; y ese conflicto no puede usted disolverlo en tanto se interese sólo en el ajuste, en la modificación, y jamás en el descubrimiento de la causa fundamental del temor.

Por eso, donde existe esta búsqueda de seguridad, de una certidumbre, de una meta, búsqueda que impide el pensar creativo, tiene que haber ajuste, al que llamamos autodisciplina pero que no es sino compulsión, imitación de un molde previo. Pero cuando la mente ve que no hay tal cosa como la seguridad en el hecho de acumular cosas o conocimientos, entonces se libera del temor; por lo tanto, la mente es inteligencia, y lo que es inteligencia no se disciplina a sí mismo. La autodisciplina existe sólo donde no hay inteligencia. Donde hay inteligencia, hay comprensión, la cual está libre de influencias, libre de todo control y dominio.

Pregunta: ¿Cómo es posible despertar el pensar reflexivo en un organismo donde no existe el mecanismo requerido para la aprehensión de ideas abstractas?

KRISHNAMURTI: Mediante el simple proceso del sufrimiento; mediante el proceso de la continua experiencia. Pero ya ve, nos hemos refugiado de tal modo detrás de los valores falsos, que hemos dejado en absoluto de pensar, y entonces preguntamos: “¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos despertar el pensar reflexivo?” Hemos cultivado temores que han sido exaltados como virtudes e ideales tras de los cuales la mente se refugia, y toda acción procede de ese refugio, de ese molde. Por lo tanto, no hay un verdadero pensar. Lo que hay son convencionalismos, y al ajuste a esos convencionalismos lo llama usted pensamiento y acción, pero eso no es en absoluto pensamiento y acción, porque tiene su origen en el temor y, en consecuencia, mutila la mente.

¿Cómo puede usted despertar el pensar reflexivo? Las circunstancias, o la muerte de alguien a quien ama, o una catástrofe, o el abatimiento, fuerzan en usted el conflicto. Las circunstancias, las circunstancias exteriores, lo obligan a actuar, y en esa compulsión no puede haber un despertar creativo del pensamiento, porque usted está actuando desde el temor. Y si empieza a ver que no puede esperar a que las circunstancias lo fuercen a actuar, entonces comienza a observar las circunstancias mismas, profundiza y comprende las circunstancias, el medio. No espera que el abatimiento lo convierta en una persona virtuosa, sino que libera a su mente del afán posesivo, de la compulsión.

El sistema adquisitivo está basado en la idea de que uno puede poseer y que es legal poseer. La posesión nos glorifica. Cuanto más tenemos, más nobles y mejores se nos considera. Hemos creado ese sistema y nos hemos vuelto esclavos de ese sistema. Podemos crear otra sociedad no basada en el espíritu adquisitivo, y esa sociedad puede obligarnos a que nos amoldemos, como individuos, a sus convenciones, tal como esta sociedad nos obliga a amoldarnos a su carácter adquisitivo. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna en absoluto.

Ustedes, como individuos, son meramente forzados por las circunstancias a actuar en una dirección particular; por lo tanto, no hay pensar creativo en absoluto. Mientras que si empieza a funcionar la inteligencia, uno ya no es un esclavo de la sociedad, adquisitiva o no adquisitiva. Pero para que la mente se libere, tiene que haber una gran intensidad; tiene que existir esta continua agudeza de observación, la cual por sí misma genera conflicto. Esta agudeza misma produce una perturbación, y donde existe esa crisis, esa intensidad del conflicto, la mente, si no escapa, comienza a pensar de una manera nueva, piensa creativamente; ese pensar es, en sí, eternidad.

30 de junio de 1934