DIARIO 2 - J.K. - 3 DE ABRIL DE 1985

 3, Abril, 1975 

¡Qué extraordinariamente bella es la gran curva de un vasto río! 

Uno debe veria desde cierta altura, ni demasiado lejos ni demasiado cerca, cuando el rio serpentea perezosamente entre los campos verdes. 

Éste es un río ancho, rebosante de aguas azules y transparentes. 

No sobrevolábamos a una gran altitud y podíamos divisar muy bien, en medio del río, la fuerte corriente con sus delgadas ondas; siguiéndolo pasamos aldeas y ciudades hacia el mar. 

Cada curva tenía su propia belleza, su propia fuerza y movimiento. 

Y muy lejos en la distancia estaban las grandes cumbres cubiertas de nieve, rosadas a la luz temprana dei amanecer; abarcaban todo el horizonte oriental. 

El ancho río y aquellas grandes montañas parecían, a esa hora, contener la eternidad -este arrollador sentimiento de espacio intemporal-. 

Aunque el avión volaba hacia el sudeste, en ese espacio no había dirección ni movimiento, únicamente «lo que es». 

Por toda una hora no hubo nada más, ni siquiera el ruido de los motores a reacción. 

Sólo cuando el capitán anuncio que pronto aterrizaríamos, esa hora plena llegó a su fin. 

No hubo recuerdos de esa hora, ningún registro de su contenido y, por tanto, el pensamiento no se había aferrado a ella. 

Cuando terminó, no había residuo, la pizarra estaba nuevamente limpia. 

En consecuencia, el pensamiento no tenía modo de cultivar esa hora, y así estuvo listo para dejar el avión. 

Aquello acerca de lo que el pensamiento piensa, es convertido en una realidad, pero no es la verdad. 

La belleza jamás puede ser la expresiòn dei pensamiento. 

Un pájaro no está hecho por el pensamiento y, por eso, es bello. 

El amor no es moldeado por el pensamiento, y cuando lo es, se convierte en algo por completo diferente. 

El cultivo del intelecto y su integridad es una realidad fabricada por el pensamiento. 

Pero eso no es compasión. 

El pensamiento no puede fabricar la compasión; puede hacer de ella una realidad, una necesidad, pero eso no será la compasión. 

El pensamiento, por su propia naturaleza es fragmentado, y por eso vive en un mundo fragmentado de divisiones y conflictos. 

En consecuencia, el conocimiento es fragmentado y, por más que se lo acumule, capa sobre capa, seguirá estando siempre fragmentado, dividido. 

El pensamiento puede producir una cosa a la que llama «integración», y eso también será un fragmento.

 La misma palabra «ciencia» significa conocimiento, y el hombre espera transformarse, gracias a la ciencia, en un ser humano cuerdo y feliz. 

Y por eso el hombre persigue ávidamente el conocimiento de todas las cosas de la tierra, y de sí mismo. El conocimiento no es compasión, y sin compasión el conocimiento engendra daño e inenarrable caos y miseria. 

El conocimiento no puede hacer que el hombre ame; puede crear las guerras y los instrumentos de la destrucción, pero no puede traer amor al corazón ni paz a la mente. 

Percibir todo esto es actuar, no con una acción basada en la memoria o en pautas establecidas. 

El amor no es memória, no es una reminiscencia de placeres.

DIARIO 2 - J.K. - 1 DE ABRIL DE 1975 - * MALIBÚ, CALIFORNIA

 MALIBÚ* 

1,Abril,1975 

Aún tan temprano én la mañana, el sol ardía y quemaba. 

No corría una brisa y todas las hojas permanecían inmóviles. 

En el antiguo templo hacía fresco y el ambiente era agradable; los pies desnudos percibían las sólidas placas de piedra, sus configuraciones y asperezas. 

Muchos miles de personas deben haber caminado sobre ellas por un millar de años. 

Había oscuridad ahí luego de la luz intensa del sol; en los corredores parecía haber poca gente esa mañana, y el estrecho pasadizo estaba más oscuro todavia. 

Este pasadizo conducía a un amplio corredor que llevaba hasta un santuario interior. 

Se sentia un fuerte aroma a flores y a incienso de muchos siglos. 

Un centenar de brahamines, recientemente bañados, vestidos con limpios taparrabos blancos, estaban cantando. 

El sánscrito es un idioma poderoso; resuena con profundidad. 

Los viejos muros vibraban, casi estremeciéndose con el sonido de las cien voces. 

La dignidad del sonido era increíble, y lo sagrado dei momento estaba más allá de las palabras. 

No eran las palabras las que despertaban esta inmensidad, sino la profundidad dei sonido de muchos miles de años contenido entre estos muros, y el espacio inmensurable que había más allá de ellos. 

No era el significado de aquellas 

* Los siguientes cinco registros en eí libro de notas fueron escritos dieciocho meses más tarde en Malibú. Califórnia.

palabras, ni la claridad con que las pronunciaba, ni la sombría belleza dei templo, sino la cualidad del sonido la que rompia los muros y las limitaciones de la mente humana. 

El canto de un pájaro, la flauta distante, la brisa entre las hojas, todas estas cosas derrumban los muros que los seres humanos han creado para si mismos. 

En las grandes catedrales y bellas mezquitas, los cánticos y las recitaciones de sus libros sagrados, es el sonido el que abre el corazón a las lágrimas y a la belleza. 

Sin espacio no hay belleza; sin espado solo tenemos muros y medidas; sin espacio no hay profundidad; sin espacio solamente hay pobreza interna y externa.

 ¡Tenemos tan poco espacio en nuestra mente! 

Ésta se encuentra atestada, repleta de palabras, recuerdos, conocimientos, experiencias y problemas.

Todo ello dificilmente deja espacio alguno, tan sólo el interminable parloteo dei pensamiento. 

Y así es como nuestros museos están llenos y todos los estantes se hallan abarrotados de libros.

Entonces llenamos los lugares de entretenimiento, religioso o de cualquier otra clase. 

O erigimos un muro alrededor de nosotros mismos -un estrecho espacio de dano y dolor-. 

Sin espacio, interno o externo, nos volvemos desagradables y violentos. 

Todo necesita espacio para vivir, para jugar y cantar. 

Lo sagrado no puede amar sin espacio. 

No tenemos espacio cuando nos aferramos a las cosas, cuando hay pesadumbre, cuando nos convertimos en el centro dei universo. 

El espacio que ocupamos es el espacio que el pensamiento ha edificado alrededor de nosotros, y eso es desdicha y confusión. 

El espacio que el pensamiento mide es la división entre el «yo» y el «tú», entre «nosotros» y «ellos».

Esta división es dolor que no tiène fin. 

Ahí está ese árbol solitário en un amplio, verde campo abierto.

DIARIO 2 - J.K. - 29 DE OCTUBRE DE 1973

 29, Octubre, 1973 

En el valle de los naranjales, éste en particular estaba muy bien atendido -hilera tras hilera de jóvenes naranjos, fuertes y relucientes bajo el sol-. 

El suelo era bueno, lo regaban bien, lo abonaban, lo cuidaban. 

Era una mañana hermosa con un cielo azul transparente, el aire era cálido y suavemente agradable. 

En los arbustos, las codornices alborotaban con sus agudos llamados; un gavilán flotaba inmóvil en el aire, y pronto descendió para posarse en la rama de un naranjo próximo y se durmió. 

Se encontraba tan cerca que las afiladas garras, las magníficas plumas moteadas y el pico agudo eran claramente visibles; estaba al alcance del brazo. 

Había ocurrido más temprano en la madrugada, a lo largo de la avenida de las mimosas y con los pequeños pájaros gritando alarmados. 

Bajo los arbustos, dos serpientes, con sus oscuros anillos pardos , visibles a todo lo largo de sus cuerpos, se deslizaban enroscándose una alrededor de la otra, y cuando pasaron junto a uno, fueron por completo inconscientes de la presencia humana. 

Habían estado sobre una repisa en el cobertizo, extendidas, con sus negros ojos brillantes aguardando y vigilando a los ratones. 

Miraban fijamente y sin parpadear, ya que carecen de párpados. 

Deben haber permanecido allí durante toda la noche, y ahora se encontraban entre los arbustos. 

Era su terreno habitual y se les veía frecuentemente; al levantar a una de ellas, ésta se enrosco alrededor dei brazo y uno sintió la frialdad dei contacto. 

Todas estas cosas vivientes parecen tener su propio orden, su propia disciplina y sus propios juegos y regocijos. 

El materialismo, para el que nada existe sino la materia, es la actividad tenaz y predominante de los seres humanos, tanto de los ricos como de los que no lo son. 

Hay todo un bloque del mundo que está entregado al materialismo; la estructura de su sociedad se basa en esta fórmula -con todas sus consecuencias- 

Los otros bloques también son materialistas, pero aceptan cierta clase de principios idealistas cuando les convienen, y los descartan en el nombre de la racionalidad y la necesidad. 

Al cambiar el medio, violentamente o de manera gradual, por la revolución o por la evolución, la conducta dei hombre se modifica conforme a la cultura en que vive. 

Existe un antiquísimo conflicto entre aquellos que creen que el hombre es matéria, y los que se dedican al espíritu. 

Esta división es la que tanta desdicha, confusión e ilusiones ha traído al hombre.

El pensamiento es material y su actividad, externa o interna, es materialista. 

El pensamiento es mensurable, como lo es el tiempo. 

Dentro de esta área, la conciencia es materia. 

La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia, ambos son inseparables. 

El contenido son las muchas cosas que el pensamiento ha acumulado: el pasado modificando el presente que es el futuro, todo lo cual es tiempo. 

El tiempo es el movimiento dentro del campo que constituye la conciencia en expansión o en contracción. 

El pensamiento es memoria, experiencia y conocimiento, y esta memoria con sus imágenes y sus sombras, es el «sí mismo», el «yo» y el «no yo», el «nosotros» y el «ellos». 

La esencia de la división es el «sí mismo» con todos sus atributos y cualidades. 

El materialismo solo refuerza y desarrolla al «sí mismo», al «yo». 

Éste puede identificarse, y de hecho se identifica, con el Estado, con una ideologia, con actividades dei «no yo» religioso o seglar, pero siempre permanece siendo el yo. 

Sus creencias son autofabricadas, como lo son sus placeres y temores. 

El pensamiento, por su misma estructura y naturaleza, es fragmentário, y entre los diversos fragmentos están el conflicto y la guerra, las nacionalidades, las razas y las ideologias. 

Una humanidad materialista se destruirá a sí misma a menos que el «yo» sea totalmente abandonado. 

El abandono del «yo» es siempre de importancia fundamental. 

Y es sólo a partir de esta revolución que puede crearse una sociedad nueva • 

El abandono dei «yo» es amor, compasión: pasión por todas las cosas -por los que mueren de hambre, por los que sufren y por los que carecen de hogar y por el materialista y el creyente-. 

El amor no es sentimentalismo o romanticismo; es tan poderoso y terminante como la muerte. 

Poco a poco la niebla que venía dei mar llegó, como en olas enormes, a los cerros occidentales; se plegaba sobre los cerros, penetraba hacia abajo en el valle y pronto llegaría hasta aqui; el tiempo refrescaría con la ya cercana oscuridad de la noche. 

No se veían estrellas y había un silencio completo. 

Este silencio es factual, no es el silencio que el pensamiento ha cultivado y en el cual no hay espacio.

DIARIO 2 - J.K. - 25 DE OCTUBRE DE 1973

 25 Octubre 1973 

Sentado sobre una piedra en un huerto de naranjos, uno veía el valle extenderse y desaparecer en el pliegue de las montañas. 

Eran las primeras horas de la madrugada y las sombras se alargaban suaves y abiertas. 

Las codornices llamaban con su agudo reclamo y se oían los arrullos de las palomas torcazas con su delicada y tiema cadencia, un canto triste para horas tan tempranas. 

El sinsonte, encantado con el mundo, describía en el aire curvas en picada; girando en saltos mortales.

Una gran tarántula; peluda y oscura, salió lentamente desde abajo de la piedra, se detuvo, sintió el aire de la mañana y continuo pesadamente su marcha. 

Los naranjos estaban dispuestos en largas líneas rectas, acre por acre, con sus frutos brillantes y sus frescos pimpollos -flor y fruto en el mismo árbol y al mismo tiempo-. 

El aroma de estos pimpollos era suave y penetrante, y con el calor del sol la fragancia se intensificaria volviéndose más insistente. 

El cielo estaba muy azul y apacible; los cerros y las montañas aún dormían 

Era una hermosa mañana, fresca y pura, con esa belleza extraña que el hombre todavia no ha destruido.

Los lagartos habían salido y buscaban un sitio con sol para calentarse. 

Se extendían a todo lo largo para que el calor tocara sus vientres, mientras sus largas colas volteaban hacia los costados. 

Era una mañana alegre y la suave luz cubría la tierra y la belleza infinita de la vida. 

La meditación es la esencia de esta belleza, tanto en la expresión como en el silencio. 

Si se expresa toma forma, sustancia; silenciosa, no es para ser puesta en palabras, formas o colores.

Desde el silencio, la expresión o la acción tienen belleza, son totales, y cesa cualquier lucha o conflicto.

Los lagartos regresaban a la sombra, y entre las flores aparecieron las abejas y los colibríes. 

Sin pasión no hay creación posible. 

La total entrega de uno mismo es esta pasión inagotable. 

La entrega con un motivo es una cosa, y la entrega sin ningún propósito, sin ningún cálculo, es otra. 

Lo que tiene una finalidad determinada, una dirección, es efímero y se vuelve dañino y comercial, vulgar. 

Lo otro, lo que no está manejado por causa alguna, por ninguna intención o utilidad, no tiene principio ni fin. 

En esta entrega total, la mente se vaciadel «yo», del «si mismo». 

El «yo» puede perderse en alguna actividad, en alguna creencia consoladora, en un sueño extravagante, pero un perderse de esta clase, es la continuidad del yo en otra forma, en la identification con otra ideología y acción. 

El abandono del yo no es un acto de la voluntad, porque la voluntad es ei yo. 

Cualquier movimiento del yo, horizontal o vertical, en cualquier dirección, sigue estando en el campo del tiempo y del dolor. 

El pensamiento puede abandonarse a cualquier cosa, cuerda o demente y razonable o necia, pero siendo fragmentário en su propia estructura y naturaleza, su mismo entusiasmo, su excitación, se convierten pronto en placer y temor. 

En esta área el abandono dei yo es ilusorio y tiene muy poco sentido. 

La lúcida y alerta percepción de todo esto, implica un despertar a las actividades dei «sí mismo»; en esta atención no hay un centro, no hay yo.

El impulso de expresarse uno a sí mismo por identificación, es el resultado de una existencia confusa y carente de significado. 

La búsqueda de un significado es el comienzo de la ffagmentación; el pensamiento puede darle -y de hecho le da mil significados a la vida; cada cual inventa sus propios significados, que son meramente opiniones y convicciones para las que no hay fin. 

El vivir mismo es el significado total, pero cuando la vida es un conflicto, una lucha constante, cuando es el campo de batalla de la ambición, la competência y el culto dei éxito, cuando es la búsqueda de poder y posición, entonces la vida no tiene sentido alguno.

 ¿Qué necesidad hay de expresarse? 

La creación, se halla en la cosa que uno produce con la mano o con la mente, por bella o utilitária que sea. 

Esta pasión que surge con el abandono del yo, ¿necesita expresarse? 

Cuando existe una compulsión, una necesidad, ¿es eso la pasión creativa? 

En tanto subsiste la división entre el creador y lo creado, cesa la belleza, cesa el amor. 

Podemos producir la cosa más excelente con el color o con la piedra, pero si nuestra vida cotidiana contradice esa suprema excelencia -el total abandono dei yo- eso que hemos producido es para la admiración y la trivialidad. 

El vivir mismo es el color, la belleza y su expresión. 

Uno no necesita nada más. 

Las sombras estaban perdiendo su distancia y las codornices permaneciam silenciosas. 

Sólo existían las rocas, los árboles con sus flores y frutos, los bellos cerros y la tierra abundante.

DIARIO 2 - J.K. - 24 DE OCTUBRE DE 1973

 24, Octubre, 1973 

Hacia abajo, en el valle, se veían las débiles luces de un pequeño pueblo; había oscuridad, y el sendero era pedregoso y accidentado. 

Las onduladas líneas de los cerros contra el cielo iluminado por las estrellas, estaban profundamente incrustadas en las sombras; un coyote aullaba en alguna parte cerca de allí. 

El sendero había perdido su familiaridad, y una brisa suavemente perfumada subía desde el valle. 

Estar sólo en esa quietud extraordinária era escuchar la voz de intenso silencio y su inmensa belleza.

 Algún animal estaba haciendo ruido entre los arbustos, asustado o tratando de atraer la atención. ´

Ahora ya había oscuridad completa y el mundo de ese valle se volvió profundo en su silencio. 

El aire nocturno traía olores especiales , una mezcla de todos los arbustos que crecían en los áridos cerros, ese aroma fuerte propio de los arbustos que conocen el sol ardiente. 

Las lluvias habían cesado muchos meses antes; no llovería otra vez por un largo tiempo y el çamino se encontraba reseco, polvoriento y áspero. 

El gran silencio con su vasto espacio contenía la noche, y todo movimiento del pensar se aquietaba. 

La mente misma era el espacio inmensurable, y en esa profunda quietud no había cosa alguna que el pensamiento hubiera fabricado. 

Ser absolutamente nada, es estar más allá de toda medida. 

El sendero descendía en pendiente, y un pequeño arroyo decía muchas cosas, encantado con su propia voz. 

Ese arroyo cruzaba el sendero varias veces, y era un juego en el que ambos se divertían juntos. 

Las estrellas estaban muy cercanas y algunas miraban hacia abajo desde las cumbres. 

Las luces del pueblo estaban lejos todavia, y las estrellas iban desapareciendo al otro lado de los altos cerros. 

Uno estaba allí, solo, sin palabra alguna, sin ningún pensamiento, únicamente observando y escuchando. 

El inmenso silencio revelaba que, sin él, la existência pierde su profundo significado y su belleza. 

El ser luz para uno mismo, niega toda experiencia. 

El «uno» que experimenta como el experimentador, necesita de la experiencia para existir y, por profunda o superficial que ésta sea, la necesidad de experiencias se vuelve cada vez mayor. 

La experiencia es conocimiento, tradición; el experimentador se divide a si mismo para distinguir entre lo placentero y lo doloroso, entre lo tranquilizador y lo inquietante. 

El creyente experimenta conforme a su creencia, conforme a su condicionamiento. 

Estas experiencias proceden de lo conocido, porque el reconocimiento es esencial -sin él la experiencia no existe-. 

Toda experiencia deja una huella a menos que, tal como surge, se termine. 

Toda respuesta a un reto es una experiencia, pero cuando la respuesta proviene de lo conocido, el reto pierde su frescura y vitalidad; entonces hay conflicto, desorden y actividad neurótica. 

La esencia misma del reto es cuestionar, perturbar, despertar, comprender. 

Pero cuando ese reto se traslada al pasado, uno está eludiendo el presente. 

La convicción de la experiencia implica negar la investigación. 

Inteligencia es libertad para inquirir, para investigar el«yo» y el «no yo», lo interno y lo externo. 

La creencia, las ideologias y la autoridad impiden el discemimiento directo que sólo adviene con la libertad. 

El deseo de experiencias, de cualquier clase que sean, tiene que ser superficial o sensorio, consolador o  placentero, porque el deseo, por intenso que sea, es el heraldo del pensamiento, y el pensamiento es lo externo.

El pensamiento puede fabricar lo interno, pero ello sigue siendo lo externo. 

El pensamiento jamás descubrirá lo nuevo, porque él es viejo y nunca es libre, la libertad está más allá dei pensamiento. 

Toda la actividad del pensamiento es la negación del amor. 

Cuando uno es luz para sí mismo, esa luz es la luz de todos los demás. 

Ser luz para uno mismo implica que la mente se halla libre dei reto y la respuesta, porque entonces la mente está por completo despierta, está totalmente activa. 

Esta atención no tiene un centro -el «uno» que está atento- y, por tanto, no tiene un límite. 

Mientras existe un centro, el «yo», tienen que existir el reto y la respuesta adecuada o inadecuada, placentera o dolorosa. 

El centro jamás puede ser luz para sí mismo; su luz es la luz artificial del pensamiento, y éste tiene muchas sombras. 

La compasión no es la sombra del pensamiento sino que es luz, luz que no es ni de uno mismo ni de algún otro. 

El sendero penetraba poco a poco en el valle y el río pasaba por el pueblo para unirse al mar. 

Pero los cerros permanecían inmutables, y el ulular de un búho fue la réplica de otro. 

Y había espacio para el silencio.

DIARIO 2 - J.K - 22 DE OCTUBRE DE 1973

 22,Octubre,1973 

Desde un pequeño bote, en la tranquila y lenta corriente del río, era visible todo el horizonte de norte a sur y de este a oeste; no había un árbol ni una casa que rompieran la línea del horizonte; no se veía flotar una sola nube. 

Las orillas eran llanas, se prolongaban a ambos lados hacia la tierra firme y contenían al ancho rio.

Había otros pequeños botes de pescadores; éstos, agazapados en un extremo, sostenían las redes en el exterior; eran hombres que tenían una paciencia enorme. 

Se unían el cielo y la tierra, y había un espacio inmenso. 

En este espacio ilimitado tenían su existência la tierra y todas las cosas, incluso este pequeno bote llevado por la fuerte corriente. 

Al doblar el recodo del río, los horizontes se extendían inmensurablemente, infinitos hasta donde la vista podia alcanzar. 

El espacio se volvió inagotable. 

Tiene que existir este espacio para la belleza y la compasión. 

Todas las cosas deben tener espacio, las animadas y las inanimadas, la roca en el cerro y el pájaro en el viento. 

Cuando no hay espacio, lo que hay es muerte. 

Los pescadores cantaban, y el sonido de su canto venía bajando por el río. 

El sonido necesita espacio; la palabra correctamente pronunciada crea su propio espacio. 

El río y el árbol distante sólo pueden sobrevivir cuando tienen espacio; sin espacio, todas las cosas se marchitan y mueren. 

El río desaparecía en el horizonte y los pescadores estabàn desembarcando. 

Llegaba la profunda oscuridad de la noche, la tierra descansaba de un fatigoso día y las estrellas brillaban sobre el agua. 

El vasto espacio se redujo en el interior de una casa con muchas paredes. 

Aun las grandes casas palaciegas tienen muros que aprisionan y ocultan ese espacio inmenso convirtiéndolo en su espacio propio. 

Una pintura debe tener espacio dentro de ella, aunque la pongan en un marco; una estatua sólo puede existir en el espacio; la música crea el espacio que necesita; el sonido de una palabra no sólo crea espacio, lo necesita para ser escuchado. 

El pensamiento puede imaginar la extensión entre dos puntos, la distancia y la medida; el intervalo entre dos pensamientos es el espacio que forma el pensamiento. 

La contínua extensión del tiempo, el rnovimiento y el intervalo entre dos movimientos del pensar, necesitan espacio. 

La conciencia está dentro dei movimiento dei tiempo y el pensamiento. 

El pensamiento y el tiempo son mensurables entre dos puntos, entre el centro y la periferia. 

La conciencia, amplia o estrecha, existe donde hay un centro, el «yo» y el «no yo». 

Todas las cosas necesitan espacio. 

Si las ratas son encerradas en un espacio restringido, se destruyen entre ellas; los pequeños pájaros que se posan al atardecer sobre el alambre del telégrafo, tienen el espacio que necesitan entre uno y otro. 

Los seres humanos que viven en ciudades atestadas, se están volviendo violentos, 

Donde falta espacio, externa o intemamente, son inevitables todas las formas de la perversión y el deterioro. 

El condicionamiento de la mente a través de lo que se llama educación, religión, tradición, cultura, deja poco espacio para el florecimiento de la mente y el corazón. 

La creencia, lo que se experimenta conforme a esa creencia, la opinión, los conceptos, las palabras, son el «yo», el ego, el centro que crea el espacio limitado dentro de cuya frontera se encuentra la conciencia. 

El «yo» tiene su ser y su actividad dentro dei pequeño espacio que ha creado para sí mismo. 

Todos sus problemas y sufrimientos, sus esperanzas y su desesperación, están dentro de sus propias fronteras, y ahí no hay espacio. 

Lo conocido ocupa toda su conciencia. La conciencia es lo conocido. 

Dentro de esta frontera no hay soíución para todos los problemas que los seres humanos han acumulado. 

Sin embargo -no quieren desprenderse de lo conocido- se aferran a ello o inventan lo desconocido en la esperanza de que resuelva sus problemas. 

El espacio que el «yo» se ha fabricado, es su dolor y la desdicha del placer. 

Los dioses no nos dan espacio, porque el espacio de ellos es el nuestro. 

Este vasto, inmensurable espacio está más allá de la medida del pensamiento, y el pensamienlo es lo conocido. 

La meditación consiste en vaciar la conciencia de su contenido, lo conocido, el «yo».

Lentamente, los remeros condujeron el bote por el río dormido, y la luz de una casa señalaba la dirección. 

Había sido un largo atardecer y el crepúsculo dorado, verde y naranja, trazaba un sendero de oro sobre el agua.

DIARIO 2 - J-K. - 19 DE OCTUBRE DE 1973

 19, Octubre, 1973 

El bosque dormía; el serpenteante sendero que lo atravesaba estaba oscuro y no se percibía el más leve movimiento. 

El prolongado crepúsculo estaba desapareciendo en esos instantes, y el silencio de la noche cubría la tierra. 

El pequeño torrente, tan porfiado en su gorgoteo durante el día, iba cediendo a la quietud de la noche que se aproximaba. 

A través de las pequeñas aberturas entre las hojas se divisaban las estrellas, brillantes y muy cercanas.

La oscuridad de la noche es tan necesaria como la luz del día. 

Los acogedores árboles, recogidos ahora en sí mismos, se mostraban distantes; se encontraban ahí, rodeãndolo a uno, pero apartados e inaccesibles; dormían y no había que molestarlos. 

En esta quieta oscuridad, había un crecer y un florecer que reunía fuerzas para enfrentarse a la vibrante vitalidad del día. 

La noche y el día son esenciales; ambos dan vida, energía a todas las cosas vivientes. 

Sólo el hombre la disipa. 

El dormir es muy importante; un dormir sin demasiados sueños ni agitación. 

Mientras dormimos ocurren muchas cosas, tanto en el organismo físico como en el cerebro (la mente es el cerebro); ambos son una sola cosa, un movimiento unitario. 

Para esta estructura total, el dormir es absolutamente esencial. 

Durante el sueño adviene el orden, el ajuste de las funciones y se originan percepciones más profundas; cuanto más quieto está el cerebro, tanto más profundo es el discemimiento. 

El cerebro necesita seguridad y orden para funcionar armoniosamente, sin fricción alguna. 

La noche se encarga de ello, y durante el dormir tranquilo hay movimientos, hay estados que el pensamiento jamás podrá alcanzar. 

Los sueños son desorden; deforman la percepción total. 

Mientras duerme la mente se rejuvenece a sí misma. 

Pero suele decirse que los sueños son necesarios, que si uno no soñara podría enloquecer, se afirma que ayudan, que son reveladores. 

Están los sueños superficiales, que no tienen mucho significado; están los sueños significativos y también existe el estado sin sueños en absoluto. 

Los sueños son, en sus diferentes formas y símbolos, la expresión de nuestra vida cotidiana. 

Si no hay armonía, si no hay orden en nuestra vida cotidiana de relación, entonces los sueños son una continuación de ese desorden. 

Mientras dormimos, el cerebro trata de producir ese orden desde esta confusa contradicción. 

En esta lucha constante entre el orden y el desorden, el cerebro se desgasta. 

Pero él debe tener seguridad y orden para poder siquiera funcionar, y así es como llegan a ser necesarias las creencias, las ideologías y demás conceptos neuróticos. 

Convertir la noche en día es uno de esos hábitos neuróticos. 

La insensatez que se desarrolla en el mundo moderno después del anochecer, es un escape de la rutina y el fastidio del día. 

La total percepción del desorden en la relación tanto privada como pública, personal o distante, el darse cuenta, sin opción alguna, de «lo que es» durante las horas conscientes del día, induce orden donde imperaba el desorden. 

Entonces el cerebro no necesita buscar el orden mientras dormimos. 

Los sueños son solo superficiales, sin significación. 

El orden en la totalidad de la conciencia, no sólo en el nivel «consciente», se produce cuando cesa por completo la división entre el observador y lo observado. 

Se trasciende «lo que es» cuando el observador -que es el pasado, que es tiempo- llega a su fin. 

El presente activo, «lo que es», no se halla esclavizado al tiempo, como lo está el observador. 

Sólo cuando la mente -el cerebro y el organismo- tiene este orden total durante el sueño, hay una percepción profunda de ese estado inexpresable en palabras, de ese movimiento intemporal. 

Esto no es ningún sueño fantástico, alguna abstracción de escape. 

Es la meditación en su expresión máxima y completa. 

O sea, que el cerebro está activo, despierto o dormido, pero el constante conflicto entre el orden y el desorden, desgasta al cerebro. 

El orden es la más alta forma de virtud, sensibilidad, inteligencia. 

Cuando existe esta gran belleza del orden, de la armonía, el cerebro no está incesantemente activo; ciertas partes se encargan de la memoria, pero ésta es una parte muy pequeña; el resto del cerebro se halla libre del ruido de la experiencia. 

Esa libertad es el orden, la armonía del silencio. 

Esta libertad y el ruido de la memoria se mueven juntos; la acción de este movimiento es inteligencia.

La meditación consiste en estar libre de lo conocido y, no obstante, operar en el campo de lo conocido.

No hay un «yo» como operador. 

Esta meditación se desarrolla tanto en el sueño como en la vigilia. 

El sendero salía lentamente del bosque y, de horizonte a horizonte, el cielo se encontraba repleto de estrellas. 

En los campos nada se movía.

DIARIO 2 - J.K. - 20 DE OCTUBRE -

 Roma, Italia 20, Octuhre,1973 

Es la cosa viviente más antigua que existe sobre la tierra. 

Es gigantesco en proporciones, en su altura y en la vastedad del tronco. 

Entre las otras sequoias, que también son muy viejas, ésta las supera a todas; otros árboles han sido afectados por el fuego, pero éste no tiene huella alguna en él. 

Ha vivido a través de todas las terribles cosas de la historia, ha pasado por todas las guerras de mundo, por toda la perversidad y el dolor del hombre y por el fuego y el relámpago, por todas las tormentas del tiempo; ha pasado a través de todo eso sin contaminarse, majestuoso y completamente sólo, con inmensa dignidad. 

Han habido incendios, pero las cortezas de estas sequoias fueron capaces de resistirlos y de sobrevivir.

Los bulliciosos turistas no habían arribado todavía, y uno podía estar a solas con este silencioso gigante que, cuando uno se sentaba debajo de él, lo veía elevarse hasta los cielos, inmenso e intemporal. 

Sus años mismos le otorgaban la dignidad del silencio y el retraimiento propio de una edad muy avanzada. 

Estaba tan silencioso como lo estaba la mente de uno, tan quieto como el propio corazón, viviendo sin la carga del tiempo. 

Uno percibía la compasión que el tiempo jamás había tocado y la inocencia que nunca había conocido el mal ni el dolor. 

Uno se sentaba ahí; y el tiempo que pasaba junto a uno nunca habría de regresar. 

Había inmortalidad, porque la muerte jamás había existido. 

Nada existía excepto este árbol inmenso; las nubes y la tierra. 

Uno llegaba hasta ese árbol y se sentaba debajo con él, y cada día y por muchos días fue una bendición de la cual uno era consciente sólo cuando se alejaba de allí. 

No podía uno volver para pedir más; nunca existía el más, y el más estaba muy lejos, abajo en el valle. 

Debido a que no era un santuario hecho por la mano del homhre, había una insondable santidad que ya nunca más lo dejaría a uno, porque esa santidad no era de «uno».

En la madrugada, cuando el sol no había alcanzado aún las copas de los árboles, el venado y el oso estaban ahí; observamos a ambos con asombro y con ojos muy abiertos; la tierra nos era común y el miedo estaba ausente. 

Los grajos azules y las ardillas rojas llegarían pronto; la ardilla era dócil y amigable. 

Uno guardaba nueces en el bolsillo y ella las tomaba de la mano; cuando la ardilla había tenido ya bastante, los dos grajos bajaban saltando de las ramas y los regaños terminaban. 

Y comenzaba el día. 

En el mundo del placer, la sensualidad se ha vuelto muy importante. 

El goce es el que ordena, y pronto el hábito del placer toma el mando; aunque ello pueda dañar todo el organismo, el placer domina.

El placer de los sentidos , el placer del astuto y sutil pensamiento, el de las palabras y el de las imágenes mentales y manuales, que es la cultura de esta educación, el placer de la violencia y el placer del sexo.

El hombre es moldeado para las pautas del placer, y toda existencia, religiosa o de otra clase, es la persecución del placer. 

Las desenfrenadas exageraciones del placer son el resultado de la conformidad moral e intelectual.

Cuando la mente no es libre y no está atenta, la sensualidad se vuelve un factor de corrupción, que es lo que está ocumendo en el mundo moderno. 

Dominan el placer del dinero y el del sexo. 

Cuando el hombre se ha vuelto un ser de segunda mano, su libertad consiste en expresar su sensualidad.

El amor es entonces placer y deseo. 

El entretenimiento organizado, religioso o comercial, contribuye a la inmoralidad social y personal; uno deja de ser responsable. 

Responder de manera total a cualquier reto, es ser responsable, es estar totalmente comprometido. 

Esto no puede ser cuando la esencia misma del pensamiento es fragmentaria y la. persecución del placer en todas sus formas, obvias y sutiles, es el principal movimiento de la existencia. 

El placer no es felicidad; la felicidad y el placer son cosas por completo diferentes; una llega sin que se la invite, y la otra se cultiva y alimenta; una adviene cuando el «yo» está ausente, y la otra se halla ligada al tiempo; cuando está una, no está la otra. 

El placer, el miedo y la violência marchan juntos; son compañeros inséparables. 

Aprender de la observación es actuar, el hacer es el ver. 

En el atardecer, cuando la oscuridad se aproximaba, los grajos y las ardillas se habían retirado a dormir.

La estrella vespertina acababa de hacerse visible y los ruidos del día y de la memoria habían cesado.

Estas sequoias gigantes estaban inmóviles. 

Continuarán más allá del tiempo. 

Sólo el hombre muere, y el dolor de ello.

DIARIO 2 - J.K - 21 DE OCTUBRE DE 1973

 21,Octuhre,1973

Era una noche sin luna y la Cruz dei Sur se distinguia nítida sobre las copas de las palmeras. 

El sol tardaría aún muchas horas en levantarse; en esa tranquila oscuridad todas las estrellas estaban muy cerca de Ia tierra y brillaban centelleantes; nacían en el río y eran de un azul profundo. 

La Cruz del Sur se encontraba sola sin ninguna otra estrella alrededor. 

No corría una brisa y la tierra parecía hallarse inmóvil, fatigada por la actividad dei hombre. 

Prometía ser una hermosa mañana después de las intensas lluvias, y en el cielo no había una sola nube.

Orión ya se había puesto y la estrella matutina asomaba a lo lejos en el horizonte. 

En el bosquecillo, las ranas croaban desde el charco cercano; se quedaban calladas por un rato, despertaban y empezaban de nuevo. 

El perfume del jazmín se percibía intenso en el aire, y a la distancia alguien estaban cantando. 

Pero a esa hora había un silencio que suspendia el aliento, y su tiema y delicada belleza se exlendía por la tierra. 

La meditación es el movimiento de ese silencio. 

En el jardín rodeado de muros comenzaba el ruido del día. 

Estaban bañando al pequenño bebé; con extrema solicitud pasaban aceite por cada parte de su cuerpo; un aceite especial para la cabeza y otro para el resto; cada uno de esos aceites tenía su fragancia propia y a ambos los entibiaban previamente. 

Eso encantaba a la criatura; estaba arrullándose suavemente a si misma, y su robusto cuerpecillo brillaba con el aceite. 

Después lo limpiaron con un polvo especial perfumado. El niño no lloró en ningún momento, tanto amor y cuidado parecía dedicársele. 

Lo secaron y arroparon tiemamente en un lienzo blanco y limpio, luego lo alimentaron y, cuando lo pusieron en la cama, cayó instantâneamente dormido. 

Crecería para ser educado, adiestrado en su trabajo, en la aceptación de las tradiciones, de las creencias nuevas o viejas, para tener hijos, para tolerar el sufrimiento y reírse del dolor. 

La madre vino un día y preguntó: «¿Qué es el amor? ¿Es cariño, es confianza, es responsabilidad, es el placer entre el hombre y la mujer? ¿Es el dolor del apego y la soledad?». 

Está usted criando a su hijo con tanto esmero, con energía infatigable, le entrega su tiempo y su vida. 

Se siente responsable, quizá sin tener conciencia de ello. 

Usted lo ama. 

Pero comenzará el efecto limitador de la educación y lo hará adaptarse al castigo y a la recompensa, lo obligará a encajar en la estructura social. 

La educación es el medio aceptado para condicionar la mente.

¿Para qué se nos educa? ¿Para trabajar interminablemente y morir? 

Usted le ha dedicado tiempo, cuidados, afecto... 

Su responsabilidad por el hijo, ¿se termina cuando comienza la educación?

 ¿Es el amor el que va a enviarlo a la guerra para que lo maten después de tanto cariño y generosidad?

Su responsabilidad no termina jamás, lo cual no significa interferir. 

La libertad es responsabilidad total, no sólo por sus hijos sino por todos los hijos dela tierra. 

El amor, ¿es apego y el dolor que lo acompaña? 

El apego engendra sufrimiento, celos, odio. 

El apego brota y se desarrolla a partir de la propia superficialidad, de la insuficiência y el aislamiento.

El apego brinda una sensación de pertenecer a algo, de idéntificarse con algo; da un sentimiento de realidad, de ser. 

Cuando eso se ve amenazado, hay miedo, ira, envidia.

 ¿Es amor todo esto? 

El amor, ¿es dolor y pesadumbre?

¿Es placer sensorio? 

La mayoría de los seres humanos más o menos inteligentes, conocen verbalmente todo esto; que no es demasiado complejo. 

Pero no se desprenden de ello; convierten estos hechos en ideas y después luchan con los conceptos abstractos. 

Prefieren vivir con las abstracciones antes que con la realidad, con «lo que es». 

El amor está en la negación de lo que no es amor. 

No le tema a la palabra negación. 

Niegue todo lo que no es amor; entonces, lo que es, es compasión. 

Importa enormemente lo que es usted, porque usted es el mundo y el mundo es usted. 

Esto es compasión. 

Lentamente llegaba el amanecer; en el horizonte, hacia el este, asomaba una tenue luz que se iba expandiendo, y la Cruz dei Sur empezaba a desvanecerse. 

Los árboles asumieron sus contornos familiares, las ranas callaron, la estrella matutina se perdió en medio de la gran luz y principio un nuevo día. 

El vuelo de los cuervos y las voces del hombre habían empezado,  pero las bendiciones de esa madrugada seguían allí.

DIARIO 2 - J.K - 19 DE OCTUBRE DE 1973

19, Octubre, 1973 

El bosque dormia; el serpenteante sendero que lo atravesaba estaba oscuro y no se percibía el más leve movimiento. 
El prolongado crepúsculo estaba desapareciendo en esos instantes, y el silencio de la noche cubría la tierra. 
El pequeño torrente, tan porfiado en su gorgoteo durante el dia, iba cediendo a la quietud de la noche que se aproximaba. 
A través de las pequenas aberturas entre las hojas se divisaban las estrellas, brillantes y muy cercanas

 Roma, Italia 
 
La oscuridad de la noche es tan necesaria como la luz dei día. 
Los acogedores árboles, recogidos ahora en sí mismos, se mostraban distantes; se encontraban ahí, rodeándolo a uno, pero apartados e inaccesibles; dormían y no había que molestarlos. 
En esta quieta oscuridad, había un crecer y un florecer que reunia fuerzas para enfrentarse a la vibrante vitalidad dei día. 
La noche y el día son esenciales; ambos dan vida, energia a todas las cosas vivientes. 
Sólo el hombre la disipa. 
El dormir es muy importante; un dormir sin demasiados sueños ni agitación. 
Mientras dormimos ocurren muchas cosas, tanto en el organismo físico como en el cerebro (la mente es el cerebro); ambos son una sola cosa, un movimiento unitário. 
Para esta estructura total, el dormir es absolutamente esencial. 
Durante el sueño adviene el prden, el ajuste de las funciones y se originan percepciones más profundas; cuanto más quieto está el cerebro, tanto más profundo es el discemimiento. 
El cerebro necesita seguridad y orden para funcionar armoniosamente, sin fricción alguna. 
La noche se encarga de ello, y durante el dormir tranquilo hay movimientos, hay estados que el pensamiento jamás podrá alcanzar. 
Los sueños son desorden; deforman la percepción total. 
Mientras duerme la mente se rejuvenece a sí misma. 
Pero suele decirse que los sueños son necesarios, que si uno no soñara podría enloquecer, se afirma que ayudan, que son reveladores. 
Están los sueños superficiales, que no tienen mucho significado; están los sueños significativos y también existe el estado sin suenos en absoluto. 
Los sueños son, en sus diferentes formas y símbolos, la expresión de nuestra vida cotidiana. 
Si no hay armonía, si no hay orden en nuestra vida cotidiana de relación, entonces los sueños son una continuación de ese desorden. 
Mientras dormimos, el cerebro trata de producir ese orden desde esta confusa contradicción. 
En esta lucha constante entre el orden y el desorden, el cerebro se desgasta. 
Pero él debe tenèr seguridad y orden para poder siquiera funcionar, y así es como llegan a ser necesarias las creencias, las ideologias y demás conceptos neuróticos. 
Convertir la noche en día es uno de esos hábitos neuróticos. 
La insensatez que se desarrolla en el mundo moderno después dei anochecer, es un escape de la rutina y el fastidio dei día. 
La total percepción del desorden en la relación tanto privada como pública, personal o distante, el darse cuenta, sin opción alguna, de «lo que es» durante las horas conscientes dei día, induce orden donde imperaba el desorden. 
Entonces el cerebro no necesita buscar el orden mientras dormimos. 
Los sueños son solo superficiales, sin significación. 
El orden en la totalidad de la conciencia, no sólo en el nivel «consciente», se produce cuando cesa por completo la división entre el observador y lo observado. 
Se trasciende «lo que es» cuando el observador -que es el pasado, que es tiempo- llega a su fin. 
El presente activo, «lo que es», no se halla esclavizado al tiempo, como lo está el observador. 
Sólo cuando la mente -el cerebro y el organismo- tiene este orden total durante el sueño, hay una percepción profunda de ese estado inexpresable en palabras, de ese movimiento intemporal. 
Esto no es ningún sueño fantástico, alguna abstracción de escape. 
Es la meditación en su expresión máxima y completa. 
O sea, que el cerebro está activo, despierto o dormido, pero el constante conflicto entre el orden y el desorden, desgasta al cerebro. 
El orden es la más alta forma de virtud, sensibilidad, inteligência. 
Cuando existe esta gran belleza del orden, de la armonía, el cerebro no está incesantemente activo; ciertas partes se encargan de la memória, pero ésta es una parte muy pequeña; el resto dei cerebro se halla libre del ruido de la experiencia. 
Esa libertad es el orden, la armonía dei silencio. 
Esta libertad y el ruido de la memória se mueven juntos; la acción de este movimiento es inteligência.
La meditación consiste en estar libre de lo conocido y, no obstante, operar en el campo de lo conocido.
No hay un «yo»como operador. 
Esta meditación se desarrolla tanto en el sueño como en la vigilia. 
El sendero salía lentamente del bosque y, de horizonte a horizonte, elcielo se encontraba repleto de estrellas. 
En los campos nada se movía.

DIARIO 2 - J.K - 18 DE OCTUBRE DE 1973

 18, Octubre, 1973 

Existe en sánscrito una larga plegaria por la paz. 

Fue escrita hace muchos, muchos siglos por alguien para quien la paz era una necesidad absoluta; y tal vez su vida cotidiana tenía sus raíces en ella. 

Fue escrita antes del rastrero veneno del nacionalismo, antes de la inmortalidad del poder del dinero y de la insistencia en lo mundano que el industrialismo ha originado. 

La plegaria es para que la paz sea perdurable: «Que haya paz entre los dioses, en el cielo y entre las estrellas; que haya paz sobre la tierra, entre los hombres y los animales de cuatro patas; que no nos hagamos daño; que seamos generosos unos con otros; que podamos tener esa inteligencia que habrá de guiar nuestra vida y acción; que haya paz en nuestra plegaria, en nuestros lábios y en nuestros corazones». 

Roma, Italia 

En esta paz no hay mención alguna de individualidad; eso venía más adelante. 

Sólo se alude a «nosotros» -nuestra paz, nuestra inteligencia, nuestro conocimiento, nuestra iluminación- 

El sonido de los cantos en sánscrito parece tener un efecto extraño. 

En un templo, cerca de cincuenta sacerdotes cantaban en sánscrito, y las paredes mismas parecían estar vibrando. 

Hay un sendero que pasa a través del campo verde y resplandeciente, del bosque iluminado por el sol, y prosigue más allá. 

Es difícil que alguien se llegue hasta este bosque pleno de luz y sombras. 

Es un lugar apacible, tranquilo y retirado. 

Hay ardillas y, en ocasiones, un ciervo tímido y vigilante pronto a escapar corriendo; las ardillas lo contemplan a uno desde una rama y a veces lo increpan. 

Este bosque tiene el perfume del verano y el olor de la tierra húmeda. 

Hay árboles enormes y cargados de musgo; son acogedores y uno percibe la calidez de su bienvenida.

 Cada vez que uno se sienta ahí y mira a través de las ramas y las hojas el sorprendente cielo azul, esa paz y esa bienvenida están aguardándolo a uno. 

Éramos varios los que íbamos a través del bosque, pero había soledad y silencio; la gente charlaba, indiferente y ajena a la dignidad y grandeza de los árboles, con los cuales no tenían ninguna relación; por tanto, esas personas probablemente tampoco tenían relación alguna entre ellas. 

La relación entre los árboles y uno era completa e instantánea -una relación de amigos-. 

En consecuencia, uno era el amigo de todos los árboles, arbustos y flores de la tierra. 

No estaba allí para destruir, y así, entre ellos y uno había paz. 

La paz no es un intervalo entre el fin y el comienzo del conflicto, de la angustia y el dolor. 

Ningún gobierno puede traer la paz; su paz es la paz de la corrupción y la decadencia; el orden regimentado de un pueblo engendra degeneración, porque ese orden no interesa en todos los pueblos de la tierra. 

Las tiranías jamás pueden sostener la paz, porque destruyen la libertad; la paz y la libertad marchan juntas. 

Matar a otro por la paz , es la idiotez propia de las ideologías. 

Uno no puede comprar la paz; ésta no es la invención de un intelecto; no es algo que pueda adquirirse mediante la plegaria o el regateo. 

La paz no se encuentra en ningún edifício sagrado, en ningún libro, en ninguna persona. 

Nadie puede conducirnos hacia ella, ningún gurú, ningún sacerdote, ningún símbolo. 

La paz está en la meditación. 

La meditación en sí es el movimiento de la paz. 

No es un fin que pueda ser encontrado; no es algo elaborado por el pensamiento o la palabra. 

El acto de la meditación es inteligencia. 

La meditación no es ninguna de esas cosas que se nos han enseñado o que hemos experimentado.

 Descartar lo que hemos aprendido o experimentado es meditación. 

La meditación consiste en liberarse del experimentador. 

Cuando no hay paz en las relaciones, no hay paz en la meditación; ésta es, entonces, un escape hacia la ilusión y los ensueños fantasiosos. 

La meditación no puede ser demostrada ni descrita. 

Uno no puede juzgar la paz. 

La percibirá -si la paz está ahí- a través de las actividades cotidianas, a través del orden, de la virtud que imperen en la propia vida. 

Había en esa mañana densas nubes y neblinas; iba a llover. 

Demoraría unos cuantos días para ver nuevamente el cielo azul. 

Pero a medida que uno entraba en el bosque, esa paz y esa cálida acogida no disminuían. 

Eran una paz impenetrable y una quietud total. 

Las ardillas se escondían y los saltamontes del prado permanecían silenciosos; más allá de los cerros y valles, estaba el inquieto mar.

DIARIO 2 -J.K - 17 DE OCTUBRE - ROMA -

 ROMA* 

17, Octubre, 1973 

Había sido un verano caluroso y seco, con chaparrones ocasionales; el césped estaba poniéndose pardo, pero los altos árboles de espeso follaje se reían felices y estaban brotando las flores. 

La región no había conocido un verano semejante por años y los granjeros se sentían contentos. 

En las ciudades todo era desagradable, el aire contaminado, el calor y las calles atestadas. 

Los castaños ya se estaban oscureciendo un poco y los parques se encontraban llenos de gente con niños que gritaban y corrían por todas partes. 

El campo lucía muy hermoso -siempre hay paz en los campos- y en el rio pequeño y angosto con sus cisnes y patos, había encantamiento. 

El romanticismo y el sentimentalismo estaban encerrados y seguros en las ciudades; y aquí, en lo profundo del campo con sus árboles, praderas y arroyos, había belleza y deleite. 

Un camino pasa a través del bosque, y todas las hojas, todas las sombras moteadas retienen esa belleza; ella está en cada hoja que se marchita, en cada brizna de hierba. 

La belleza no es una palabra, una respuesta emocional; no es algo blando que pueda ser moldeado y retorcido por el pensamiento. 

Cuando la belleza está ahí, cada acción y cada movimiento en todas las formas de la relación es algo total, cuerdo y sagrado. 

Cuando esa belleza, ese amor no existen, el mundo enloquece. 

* Krishnamurti estaba ahora en Roma, y permaneció allí hasta el 29 de octubre.  

Roma, Italia 

En la pequeña pantalla, el predicador, con palabras y gestos esmeradamente cultivados, estaba diciendo que él sabia que su salvador, el único salvador, estaba vivo; si no estuviera vivo, no habría entonces esperanza para el mundo. 

El empuje agresivo de su brazo alejaba cualquier duda, cualquier cuestionamiento, porque él sabía y nosotros debíamos apoyarlo, porque su conocimiento era nuestro conocimiento, nuestra convicción. 

El movimiento calculado de sus brazos y el manejo de las palabras, era la sustancia y el estímulo para su auditório, que estaba ahí con la boca abierta, tanto los jóvenes como los viejos, hechizados y adorando la imagen de sus propias mentes. 

Una guerra acababa justamente de comenzar, y ni el predicador ni sus numerosos oyentes se preocupaban por eso, puesto que las guerras deben proseguir y, además, forman parte de esta cultura nuestra. 

En esa misma pantalla, un poco más tarde, mostraron que los científicos están haciendo, sus inventos maravillosos, su extraordinário control dei espacio, el mundo del mañana, las nuevas y complejas máquinas; las explicaciones de como se forman las células, los experimentos que se hacen con los animales, los gusanos y las moscas. 

El estúdio de la conducta de los animales fue cuidadosa y entretenidamente explicado. 

Con este estudio los profesores podrían comprender mejor el comportamiento humano. 

Explicaron los remanentes de una antigua cultura: las excavaciones, los vasos, los mosaicos cuidadosamente preservados y los muros en minas; el maravilloso mundo del pasado, sus templos, sus glorias. 

Muchos, muchísimos volúmenes se han escrito acerca de las riquezas, las pinturas, las crueldades y la grandeza del pasado; sus reyes y sus esclavos. 

Poco después mostraron la guerra actual que rugía en el desierto y entre las verdes colinas; los enormes tanquesy los aviones volando a baja altura y la matanza calculada; los políticos hablando de la paz pero alentando la guerra en ambos países. 

Mostraron a las mujeres llorando, a los heridos sin esperanza, a los niños agitando banderas y a los sacerdotes entonando bendiciones. 

Las lágrimas de la humanidad no han limpiado al hombre de su deseo de matar. 

Ninguna religión ha terminado con la guerra; por el contrario, todas las han estimulado, han bendecido los armamentos, han dividido a la gente. 

Los gobiernos están aislados y aprecian en mucho su aislamiento. 

Los científicos son sostenidos por los gobiernos. 

El predicador está perdido en sus palabras e imágenes. 

Llorarán, pero educarán a sus hijos para que maten y sean muertos. 

Aceptan eso como un estilo de vida; su compromiso es con la propia seguridad; ése es el dios de ellos, ése es su dolor. 

Se preoçupan tan esmeradamente por sus hijos, los cuidan con tanta generosidad, pero luego están entusiastamente dispuestos a que los maten. 

También mostraron en la pantalla a cachorros de focas, con sus ojos enormes, mientras las mataban. 

La función de la cultura es transformar al hombre completamente. 

En el río, los patos mandarines chapoteaban y se perseguian entre ellos, y las sombras de los árboles se extendian sobre el agua.

DIARIO 2 - J.K. - 13 DE OCTUBRE DE 1973

 13, Octubre, 1973 

Volábamos suavemente a treinta y siete mil pies de altura, y el avión estaba repleto. 

Habíamos pasado el mar y nos aproximábamos a tierra; ambos, el mar y la tierra, estaban muy debajo de nosotros, los pasajeros nunca parecían dejar de charlar o de beber o de hojear las páginas de una revista; después proyectaron una película. 

Constituían un grupo muy ruidoso que debía ser alimentado y entretenido; dormían, roncaban y estaban tomados de las manos. 

Masas de nubes que se extendían de horizonte a horizonte, pronto cubrieron por completo la tierra, el espacio, la profundidad y también el ruido de la charla. 

Entre la tierra y el avión se veían interminables nubes blancas y arriba estaba el delicado cielo azul. 

En el asiento junto a la ventanilla uno se hallaba intensamente despierto observando la forma cambiante de las nubes y la blanca luz que se reflejaba sobre ellas.

 ¿ Tiene la conciencia alguna profundidad, o solamente una agitación superficial? 

El pensamiento puede imaginar su profundidad, puede afirmar que la conciencia es profunda o puede considerar sólo las ondas de la superficie.

El pensamiento mismo, ¿tiene alguna profundidad? 

La conciencia está hecha de su contenido; su contenido es su total limitación. 

El pensamiento es la actividad de lo externo; en ciertos idiomas, «pensamiento» quiere decir «lo de afuera». 

La importancia que se le asigna a las capas ocultas de la conciencia sigue estando en la superficie, no tiene profundidad alguna.

El pensamiento puede darse a si mismo un centro -como el «ego», el «yo»- y ese centro no tiene en absoluto ninguna profundidad; las palabras, por aguda y sutilmente que hayan sido elaboradas, no son profundas. 

El «yo» es una fabricación del pensamiento -en palabra y en identificación-. 

El «yo» que busca profundidad en la acción, en la existencia, no tiene significado alguno; todos sus intentos de establecer una profundidad en la relación, terminan en las multiplicaciones de sus propias imágenes; el «yo» considera que las sombras de esas imágenes son profundas. 

Las actividades del pensamiento carecen de profundidad; sus placeres, sus temores, su dolor están en la superficie. 

La misma palabra «superficie» indica que hay algo debajo, o un gran volumen de agua o muy poca profundidad. 

Mente superficial y mente profunda, son palabras del pensamiento, y el pensamiento en si mismo es superficial. 

El volumen que existe detrás del pensamiento es la experiencia, el conocimiento, la memoria, las cosas que se han ido, las que sólo son para recordarse, las cosas sobre las que se puede o no se puede actuar.

Muy por debajo de nosotros, lejos sobre la tierra, corría un río, enroscândose en amplias curvas entre granjas esparcidas aquí y allá, y en los sinuosos caminos habia hormigas que reptaban.

Las montañas estaban cubiertas de nieve, y los valles lucían verdes y llenos de sombras profundas. 

El sol se hallaba directamente frente a nosotros y descendía penetrando en el mar a medida que el avión aterrizaba entre el humo y los ruidos de una ciudad en expansión. 

¿Hay profundidad en la vida, en la existencia? ¿La hay en absoluto? ¿Es superficial toda relación?

 ¿Alguna vez puede el pensamiento descubrir esto? 

El pensamiento es el único instrumento que el hombre ha cultivado y agudizado, y cuando este instrumento es negado como medio para comprender la profundidad de la vida, entonces la mente busca otros medios. 

El llevar una vida superficial, pronto se vuelve fatigoso, aburrido, falto de significación, y de esto emerge la constante persecución del placer; los temores, el conflicto y la violencia. 

Ver los fragmentos que el pensamiento ha creado y sus actividades, ver eso como una totalidad, es el cese del pensamiento. 

La percepción de lo total es posible solamente cuando el observador, que es uno de los fragmentos del pensamiento, no se halla activo. 

Entonces la acción es relación y jamás conduce hacia el conflicto y el dolor. 

Sólo el silencio tiene profundidad, como el amor. 

El silencio no es el movimiento del pensar, ni lo es el amor. 

Sólo entonces las palabras, las profundas y las superficiales, pierden su significado. 

No hay medida para el amor, ni la hay para el silencio. 

Lo que es mensurable, es pensamiento y tiempo -el pensamiento es tiempo-. 

La medida es necesaria, pero cuando el pensamiento la lleva a la acción y a las relaciones, comienzan entonces el mal y el desorden. 

El orden no es mensurable, sólo lo es el desorden. 

El mar y la casa estaban tranquilos, y tras de ellos los Cerros, con las flores silvestres de la primavera, permanecían silenciosos.

DIARIO 2 - J.K. - 12 DE OCTUBRE DE 1973

 12, Octubre, 1973 

Un gurú muy conocido vino a verlo una vez más. 

Estaban sentados en un hermoso jardin rodeado de muros; el verde césped se hallaba muy bien cuidado; había rosas, guisantes de color, brillantes caléndulas amarillas y otras flores del norte oriental. 

El muro y los árboles mantenían alejados del ruido de los pocos automóviles que pasaban; el aire estaba impregnado con el perfume de muchas flores. 

En el anochecer, una familia de chacales solía salir del oculto refugio que tenía bajo un árbol; habían cavado un gran agujero donde la madre tenía a sus tres cachorros. 

Formaban un grupo de saludable aspecto, y en seguida, después del crepúsculo, la madre salía con ellos manteniéndose cerca de los árboles. 

Detrás de la casa había basura y más tarde irían a buscarla. 

También vivía una familia de mangostas; todos los atardeceres, la madre, con su hocico rosado y su larga y gruesa cola, salía del escondite seguida por sus dos gatitos, uno detrás del otro; arrimados al muro, también se dirigían a la parte trasera de la cocina donde algunas veces les dejaban cosas. 

Ellos mantenían el jardin libre de culebras. 

Jamás parecían haberse cruzado con los chacales , pero si lo hicieran, se dejarían mutuamente en paz. 

El gurú había anunciado unos dias antes que deseaba hacer una visita. 

Llegó, y más tarde vinieron en torrentes sus discípulos. 

Tocaron sus pies como una señal de gran respeto. 

Querían también tocar los pies de otro hombre, pero él no quiso que lo hicieran; les explicó que eso era degradante, pero la tradición y la esperanza del cielo eran demasiado fuertes en ellos. 

El gurú no quiso entrar en la casa, ya que había hecho votos de no entrar jamás en un hogar de gente casada. 

El cielo estaba intensamente azul en esa mañana y las sombras eran largas. 

«Usted niega ser un gurú, pero es un gurú de gurúes. 

Lo he observado desde su juventud, y lo que usted dice es la verdad que muy pocos comprenderán. 

Para los muchos, nosotros somos necesarios, de otro modo estarían perdidos; nuestra autoridad salva al hombre simple. 

Nosotros somos los intérpretes. 

Hemos tenido nuestras experiencias, sabemos. 

La tradición es un resguardo, son solamente unos pocos los que pueden permanecer solos y ver la realidad desnuda. 

Usted se encuentra entre los bienaventurados, pero nosotros debemos marchar con la multitud, cantar sus cantos, respetar los nombres sagrados y rociar agua bendita, lo cual no quiere decir que seamos enteramente hipócritas. 

Ellos necesitan ayuda y nosotros estamos para dársela. 

¿Cuál es, si se me permite preguntarlo, la experiencia de esa realidad absoluta?» 

Los discípulos estaban yendo y viniendo, sin interés en la conversación e indiferentes a lo que les rodeaba, a la belleza de la flor y del árbol. 

Unos cuantos de ellos vinieron a sentarse en el pasto para escuchar, esperando no ser demasiado perturbados. 

Un hombre culto es un hombre descontento con su cultura. 

La Realidad no es para ser experimentada. 

No hay sendero que conduzca a ella y ninguna palabra puede señalarla; no es algo que pueda buscarse y encontrarse. 

El encontrar después de buscar es la corrupción de la mente . 

La mera palabra verdad no es la verdad; la descripción no es lo descrito. 

«Los antiguos han hablado de sus experiencias, de su bienaventuranza en la meditación, de su superconciencia, de su realidad sagrada. Si a uno le es permitido preguntarlo: ¿Debemos descartar todo esto y el exaltado ejemplo de aquellos seres?» 

Cualquier autoridad en la meditación es la negación completa de ésta. 

Todo el conocimiento, los conceptos, los ejemplos no tienen cabida en la meditación. 

La completa eliminación del meditador, del experimentador, del pensador, es la esencia misma de la meditación. 

Esta libertad es el acto cotidiano de la meditación. 

El observador es el pasado, su terreno es el tiempo, sus pensamientos, sus imágenes, sus proyecciones, están atadas al tiempo. 

El conocimiento es tiempo, y la liberación respecto del conocimiento es el florecer de la meditación. 

No existe sistema alguno y, por tanto, no hay dirección alguna hacia la verdad o hacia la belleza de la meditación. 

Seguir a otro, seguir su ejemplo, sus palabras, es proscribir la verdad. 

Solo en el espejo de la relación ve usted realmente el rostro de lo que es. 

El que ve es lo visto. 

Sin el orden que la virtud trae consigo, la meditación y las interminables afirmaciones de otros carecen en absoluto de significado alguno; son por completo improcedentes. 

La verdad no tiene tradición, no puede ser transmitida. 

Con el sol, el aroma de los guisantes era muy intenso.

DIARIO 2 - J.K. - 10 DE OCTUBRE DE 1973

 10, Octubre, 1973 

Las lluvias llegaron y se fueron, y las enormes piedras resplandecían al sol de la mañana. 

Había agua en los lechos secos de los ríos y el suelo se regocijaba nuevamente; la tierra estaba más roja y cada arbusto, cada brizna de hierba estaban más verdes, y en los árboles de raíces profundas aparecían hojas nuevas. 

El ganado comenzaba a engordar y los aldeanos se veían menos escuálidos. 

Estos cerros son tan antiguos como la tierra,y los enormes pedruscos parecen haber sido puestos ahí con esmerado equilibrio. 

Hacia el este hay un cerro que tiene la configuración de una gran plataforma, sobre la cual han construido un templo cuadrado. 

Los niños de la aldea caminaban varias millas para aprender a leer y escribir; había aqui una niña pequeña que se dirigia completamente sola y con el rostro radiante, a la escuela de la aldea más próxima, llevando en una mano un libro y en la otra un poco de comida. 

Cuando nos cruzamos se detuvo, tímida e inquisitiva; si hubiéramos permanecido así por más tiempo habría llegado tarde a su escuela. 

Los arrozales se veían sorprendentemente verdes. 

Era una larga, apacible mañana. Dos cuervos estaban riñendo en lo alto, graznando y destrozándose uno a otro. 

En el aire no había suficiente apoyo, de manera que bajaron a tierra para seguir peleando. 

Por el suelo comenzaron a volar plumas y la lucha empezó a ponerse muy seria. 

De pronto, cerca de una docena de otros cuervos descendió sobre ellos y puso fin a la pelea. 

Después de una cantidad de graznidos y regaños, desaparecieron todos entre los árboles. 

La violencia está en todas partes, tanto entre los altamente educados como entre los más primitivos, entre los intelectuales y entre los sentimentales. 

Ni la educación ni las religiones organizadas han sido capaces de amansar al hombre; por el contrario,han sido las responsables de las guerras, las torturas, los campos de concentración y la matanza de animales en la tierra y en el mar. 

Cuanto más progresa, más cruel parece volverse el hombre.

La política se ha convertido en gangsterismo, un grupo contra otro grupo; el nacionalismo nos ha conducido a la guerra; hay guerras económicas, hay odios personales, hay violência. 

El hombre no parece aprender nada de la experiencia y el conocimiento, y la violência prosigue en todas sus formas.

 ¿Qué lugar ocupa el conocimiento en la transformación del hombre y de su soçiedad? 

La energía que se ha dedicado a la acumulación de conocimientos, no ha cambiado al hombre, no ha puesto fin a la violencia. 

La energía que se ha invertido en millares de explicaciones de por qué el hombre es tan agresivo, tan brutal e insensible, no ha puesto fin a su crueldad. 

La energía que se ha gastado en analizar las causas de su insana destrucción, de su placer en la violencia, de su sadismo, de su pendenciera actividad, en modo alguno ha hecho que el hombre sea más benévolo y considerado. 

A pesar de todas las palabras y los libros, de las amenazas y los castigos, el hombre continúa con su violencia. 

La violencia no está sólo en el matar, en la bomba, en los câmbios revolucionários que se producen mediante derramamientos de sangre; es más profunda y sutil. 

El conformismo y la imitación son indicaciones de violencia; la imposición y aceptación de la autoridad, indican violencia; la ambición y la competencia son una expresión de esta condición agresiva, de esta crueldad, y la comparación engendra envidia con su animosidad y su odio. 

Donde hay conflicto, interno o externo, ahí está el terreno para la violencia. 

La división en todas sus formas trae consigo lucha y sufrimiento. 

Todos conocemos esto; hemos leído sobre las acciones de la violência, las hemos visto en nosotros mismos y alrededor de nosotros, hemos oído mucho al respecto y, no obstante, la violência no se ha terminado. 

¿Por qué? 

Las explicaciones acerca de las causas de una conducta semejante no tienen real significación. 

Si nos complacemos en ellas, estamos derrochando la energia que necesitamos a fin de superar la violencia. 

Necesitamos de toda nuestra energía para enfrentarnos a la energía que se disipa en la violencia e ir más allá de ella. 

Controlar la violencia es otra forma de violencia, porque el controlador es lo controlado. 

En la atención total, que es la suma íntegra de la energía, llega a su fin la violencia en todas sus formas.

La atención no es una palabra, no es una fórmula abstracta del pensamiento, sino una acción en la vida cotidiana. 

La acción no es una ideología, porque si la acción es el resultado de una ideología, conduce a la violencia. 

Después de las lluvias, el río pasa alrededor de cada piedra, de cada ciudad y aldea, y por contaminado que se encuentre, se purifica a sí mismo corriendo a través de valles, desfiladeros y praderas.


DIARIO 2 - J.K - 9 DE OCTUBRE DE 1973

 9 de Octubre, 1973 

Viajábamos en un tren de trocha angosta que se detenía en casi todas las estaciones, y en el que los vendedores de té y café caliente, de frazadas y frutas, golosinas y juguetes, voceaban sus mercancias. 

Era prácticamente imposible dormir, y en la mañana todos los pasajeros subieron a un bote que cruzó las poco profundas aguas del mar en dirección a la isla. 

Allí esperaba un tren para Ilevamos a la capital, a través de una verde región de selvas y palmeras, aldeas y plantaciones de té. Era una tierra grata y feliz. 

Cerca del mar había calor y humedad, pero en los cerros estaban las plantaciones de té, donde hacía fresco y se percibía el simple y puro aroma de los antiguos días. 

Pero en la ciudad, como en todas las ciudades, reinaba el ruido, la suciedad, la escualidez de la pobreza y la vulgaridad del dinero; en el puerto se veían barcos de todas partes del mundo. 

La casa se encontraba en un lugar retirado y había un constante fluir de gente que acudía a saludarlo con guimaldas y frutas. 

Cierto día, un hombre le preguntó si le agradaria ver un cachorro de elefante y, naturalmente, fuimos a verlo. 

Tenía como unas dos semanas de edad, y se nos dijo que la enorme madre lo protegía mucho y estaba nerviosa. 

El automóvil nos llevó fuera de la ciudad, más allá de la escualidez y la inmundicia, hasta un río de aguas parduscas que tenía una aldea instalada en sus márgenes, rodeada por árboles altos y corpulentos.

Allí estaban la gran elefanta oscura y su pequeño. 

Permanecimos unas cuantas horas hasta que la madre se acostumbró a nuestra presencia; a él se le permitió que entrara y tocara su larga trompa, y que la alimentara con algunas frutas y caña dulce. 

El sensible extremo de la trompa pedía más, y en su ancha boca penetraron manzanas y plátanos. 

El cachorro recién nacido estaba parado entre las patas de la madre, moviendo su delgada trompa. 

Era una réplica en pequeño de su madre. 

Finalmente, ésta nos permitió que tocáramos á su bebé; la piel de éste no era demasiado rugosa, y su trompa se movia constantemente, mucho más activa que el resto dei cuerpo. 

La madre vigilaba todo el tiempo y el guardián tenía que tranquilizaria de cuando en cuando. 

Era un bebé muy juguetón. 

La mujer entró, profundamente angustiada, en la pequeña habitación. 

Su hijo había muerto en la guerra: «Yo lo amaba muchísimo, y era mi único hijo; había sido muy bien educado y era una promesa de gran bondad y talento. 

Lo mataron... ¿Por qué tenía eso que ocurrirnos a él y a mi? 

Había verdadero afecto y amor entre nosotros. 

Y tuvo que suceder una cosa tan cruel». 

Ella sollozaba y parecía no haber fin para sus lágrimas. 

Tomó la mano de él y al cabo de un rato se tranquilizo lo suficiente como para escuchar.

 ¡Gastamos tanto dinero en educar a nuestros hijos! 

Les damos tanto cariño, nos apegamos profundamente a ellos... 

Ellos llenan nuestras vida solitarias, en ellos encontramos nuestra realización, nuestro sentimiento de continuidad.

 ¿Por qué se nos educa?

¿Para convertimos en máquinas tecnológicas?

 ¿Para qué consumimos nuestros días en el duro trabajo y nos muramos en algún accidente o por una penosa enfermedad? 

Ésta es la vida que nuestra cultura, nuestra religión nos ha traído. 

En todo el mundo, esposas o madres están llorando porque la guerra o la enfermedad han reclamado al hijo o al marido. 

¿El amor es apego? 

¿Es llanto y agonía por la pérdida? 

¿Es soledad y dolor?

¿El amor es autocompasión y sufrimiento por la separación? 

Si usted amaba a su hijo, vería entonces que ningún hijo muriera jamás en una guerra. 

Han habido miles de guerras, y madres y esposas jamás han negado totalmente los comportamientos que conducen a la guerra. 

Ustedes llorarán en la agonia y sostendrán, involuntariamente, los sistemas que engendran la guerra. 

El amor no conoce la violencia

El hombre explicó por qué se separaba de su mujer:

 «Nos casamos siendo muy jóvenes, y después de unos cuantos años empezamos a andar mal en muchos aspectos, sexualmente, mentalmente...

 Parecíamos completamente incompatibles. 

Nos amábamos, aunque desde un principio y poco a poco, eso se ha ido transformando en odio. 

La separación se ha vuelto indispensable y los abogados se están encargando de ello». 

El placer, ¿es amor? ¿Lo es la insistência del deseo? ¿Es amor la sensación física? ¿La atracción y sus realizaciones, ¿son el amor? ¿El amor es una mercancía del pensamiento? ¿Es una cosa producida por un accidente de las circunstancias? ¿Es una cuestión de compañerismo, de afabilidad, de amistad? 

Si cualquiera de estas cosas adquiere prioridad, entonces eso no es amor. 

El amor es tan final como la muerte. 

Hay un sendero que penetra en las altas montañas pasando a través de bosques ; praderas y espacios abiertos. 

Y hay un banco antes de que comience la subida, y en él está sentada una pareja de ancianos mirando hacia abajo el valle iluminado por el sol; vienen con mucha frecuencia. 

Se sientan sin pronunciar una palabra y contemplan silenciosamente la belleza de la tierra. 

Están esperando que llegue la muerte. 

Y el sendero continúa, penetrando en las nieves.

DIARIO 2 -J.K. - 8 DE OCTUBRE DE1973

 8 de Octubre, 1973 

En esa quieta mañana, los monos estaban por todas partes: en la galería, en el techo y en la copa del mango -toda una tropa de monos; eran de la variedad parduzco castaño y cara rojiza-. 

Los más pequeños se perseguían unos a otros entre los árboles, no demasiado lejos de sus madres, y el gran macho estaba sentado solo, con un ojo puesto sobre toda la tropa; debían ser unos veinte. 

Eran bastante destructivos y, a medida que el sol se elevaba, iban desapareciendo lentamente en la espesa selva, lejos de la morada del hombre; el macho era el primero en irse y los otros lo seguían tranquilamente. 

Después regresaban los papagayos y los cuervos con su habitual gritería que anunciaba su presencia.

Había un cuervo que llamaba -o lo que fuere que hacía- con una voz muy áspera, siempre a la misma hora, y mantenía sin cesar ese grito estridente hasta que lo ahuyentaban de ahí. 

Día tras día habría de repetir esta representación; su graznido penetraba profundamente en la habitación y, de algún modo, todos los otros ruidos parecían cesar. 

Estos cuervos impiden las disputas violentas entre ellos mismos; son rápidos, muy vigilantes y eficientes en la propia supervivencia. 

Parece que a los monos no les gustaban ellos. 

Prometia ser un día hermoso...  

Era un hombre delgado, nervudo, con una cabeza bien formada y ojos que habían conocido la risa.

Estábamos sentados en un banco desde el cual se dominaba el río, a la sombra de un tamarindo que albergaba a muchos papagayos y a un par de pequeñas lechuzas blancas que se calentaban al sol de la madrugada. 

É1 dijo: «He gastado muchos años en la meditación, , controlando mis pensamientos, ayunando y comiendo una vez al día. 

Acostumbraba dedicarme al trabajo social pero lo abandoné hace mucho tiempo cuando descubrí que esa labor no resolvía el profundo problema del hombre. 

Hay muchos otros que prosiguen con tal trabajo, pero eso ya no me incumbe. 

Lo que se ha vuelto importante para mi es comprender el pleno significado y profundidad de la meditación. 

Todas las escuelas de meditación abogan por alguna forma de control; yo he practicado diferentes sistemas, pero de algún modo parece que eso no se termina nunca. 

El control implica división: el controlador y la cosa que debe ser controlada. 

Esta división, como toda división, origina conflicto y distorsión en la acción y la conducta. 

Esta fragmentación es el trabajo del pensamiento: un fragmento -llámelo el controlador, o el nombre que quiera darle, trata de controlar las otras partes. 

Esta division es artificial y dañina. 

El controlador es, efectivamente, lo controlado. 

El pensamiento es fragmentario por su propia naturaleza, y eso causa confusion y sufrimiento. 

El pensamiento ha dividido al mundo en nacionalidades, en ideologias y en sectas religiosas -las grandes sectas y las pequeñas-. 

El pensamiento es la respuesta de los recuerdos, la experiencia y el conocimiento almacenado en el cerebro; éste puede funcionar eficientemente, cuerdamente, solo cuando tiene seguridad y orden. 

Para sobrevivir fisicamente debe protegerse de todos los peligros; la necesidad de supervivencia externa es fácil de entender, pero la supervivencia psicológica es otra cuestión -la supervivencia de la imagen que ha engendrado cl pensamiento-. 

Éste ha dividido la existencia como lo externo y lo interno, y de esta separación surgen el conflicto y el control. 

Para la supervivencia de lo interno, se vuelven esenciales la creencia, la ideología, los dioses, las nacionalidades, las conclusiones, y esto también origina guerras incalculables, violencia y dolor. 

El deseo de lo intemo por sobrevivir, con sus multiples imágenes, es una enfermedad, es falta de armonía; el pensamiento es la falta de armonía. 

Todas sus imágenes, sus ideologías, sus verdades son autocontradictorias y destructivas. 

El pensamiento ha originado, aparte de sus logros tecnológicos, caos externo e interno, y placeres que muy pronto se convierten en agonías. 

Leer todo esto en los hechos de su propia vida cotidiana, escuchar y ver el movimiento del pensar, es la transformación que la meditación trae consigo. 

Esta transformación no es el «yo» volviéndose un «yo» más grande, sino que es la transformación del contenido de la conciencia; la conciencia es su contenido. 

La conciencia del mundo es su conciencia; usted es el mundo, y el mundo es usted. 

La meditación es la transformación completa del pensamiento y sus actividades. 

La armonía no es el fruto del pensamiento; adviene con la percepción de lo total. 

La brisa matinal había cesado y no se agitaba una sola hoja; el río se había vuelto completamente silencioso y, a través de su ancha corriente, llegaban los ruidos de la otra orilla. 

Hasta los papagayos estaban silenciosos.

DIARIO 2 - J.K - 7 DE OCTUBRE DE1973

 7 de octubre de 1973 

Era una de esas lluvias montañesas que duran tres o cuatro días y traen consigo un tiempo más fresco.

La tierra estaba empapada y espesa, y todos los senderos de la montaña se encontraban resbaladizos.

Pequeños torrentes corrían hacia abajo por las escarpadas laderas, y el trabajo de los terraplenes se había suspendido. 

Los árboles y las plantaciones de té se hallaban cansados ​​de tanta humedad; no había tenido sol por más de una semana y estaba haciendo bastante frío. 

Las montañas de se extendían hacia el norte, con su nieve y sus picos gigantes. 

Los estandartes en torno a los templos colgaban pesados ​​de lluvia; habían perdido su encanto y sus alegres colores ondeando en la brisa. 

Había truenos y relámpagos, y el sonido retumbaba de valle en valle; una espesa neblina ocultaba los hirientes relámpagos de luz. 

A la mañana siguiente, el cielo se veía de un delicado y puro azul, y los grandes picos, silenciosos e intemporales, se hallaban iluminados por el sol del amanecer. 

Un valle profundo corría entre el pueblo y las altas montañas; Estaba lleno de oscura neblina azul.

Derecho al frente, destacándose contra la claridad dei cielo, se elevaba el segundo pico en altura de los Himalayas.

Casi podia tocarse, pero se encontraba a muchas millas de distancia. 

Uno olvidaba la distancia porque estaba ahí en toda su majestad, tan íntegramente puro e inmensurable.

Tarde en la mañana había desaparecido oculta por las oscuras nubes que provenían del valle. 

Sólo en las madrugadas se dejaba ver, y desaparecía pocas horas después. 

No es de extrañar que los antiguos buscaran a sus dioses en estas montañas, en el trueno y en las nubes.

La divinidad de la vida estaba para ellos en la bendición que yacía oculta en estas nieves inaccesibles.

Los discípulos vinieron para invitarnos a visitar a su gurú; uno rehusó cortésmente, pero fueron a menudo esperando que uno cambiara de idea o les aceptara la invitación hasta que se cansaron de insistir. 

Fue decidido entonces que el gurú de ellos vendría con unos cuantos de sus discípulos escogidos.

Era una calle pequeña y ruidosa donde los niños jugaban al críquet; Tenían un bate y las estacas eran unos pocos ladrillos sueltos. 

Con gritos y risas jugaban alegremente todo el tiempo que podían, deteniéndose solamente para dejar pasar un automóvil cuyo conductor respetaba su juego. 

Jugaban día tras día, y en esa mañana estaban particularmente ruidosos cuando el gurú llegó portando una pequeña y pulida estaca. 

Algunos de nosotros estábamos sentados en el piso sobre un delgado colchón cuando él entró en la sala, y nos levantamos ofreciéndole el colchón. 

Se sentó con las piemas cruzadas, poniendo su báculo delante de él; Este pequeño colchón parece darle una posición de autoridad. 

Él había encontrado la verdad, la había experimentado; por lo tanto él, que sabía, estaba abriendo la puerta para nosotros. 

Lo que decía era ley para él y para los demás; uno era simplemente un buscador, mientras que él ya había encontrado. 

Uno podría encontrarse perdido en su búsqueda y él le ayudaría a lo largo del camino, pero uno debía obedecer. 

Tranquilamente, uno respondió que todo el buscar y el encontrar no tenía sentido a menos que la mente estuviera libre de su condicionamiento; que la libertad es el primer y último paso, y que la obediencia a cualquier autoridad en cuestiones de la mente, implica quedar atrapado en la ilusión y en la acción que engendra dolor. 

Él lo miró a uno con piedad, con preocupación y con un aire de disgusto, como si uno estuviera algo loco. 

Y después dijo: «Se me ha concedido la más grande y final de las experiencias; y nadie que busque la verdad puede negar eso», 

Si la realidad o la verdad es para experimentarse, entonces es solo una proyección de su propia mente.

Lo que experimentamos no es la verdad, sino una creación de nuestra propia mente. 

Sus discípulos comenzaron a inquietarse. 

Los destruyen a sus maestros y se destruyen a sí mismos. 

Él se levantó y se fue, seguido por sus discípulos. 

Los niños continuaban jugando en la calle; alguien había sido puesto fuera de juego y ello fue acompañado por bulliciosos aplausos y vítores. 

No hay sendero alguno que conduzca a la verdad, ni histórica ni religiosamente. 

La verdad no es para ser experimentada ni descubierta por medio de la dialéctica; no es para ser vista en opiniones y creencias cambiantes. 

Uno da con ella cuando la mente está libre de todas las cosas que ha engendrado. 

Aquella cumbre majestuosa es también el milagro de la vida.

DIARIO 2 - J.K. - 6 DE OCTUBRE DE 1973

 6, Octubre, 1973 

Hay un árbol solitario en un terreno que ocupa un acre completo; es un árbol viejo y sumamente respetado por todos los otros árboles del cerro. 

En su soledad domina el ruidoso torrente, las colinas y la cabaña que está al otro lado del puente de madera. 

Uno lo admira al pasar junto a él, pero al regresar lo contempla de una manera más pausada; su tronco es muy amplio y está profundamente incrustado en la tierra; es sólido e indestructible. 

Sus ramas son largas, oscuras y curvadas; tienen sombra abundante. 

En los anocheceres se recoge dentro de sí mismo, inabordable; pero mientras dura la luz del día es accesible y acogedor. 

Está íntegro, jamás ha sido tocado por el hacha o la sierra. 

En un día soleado, uno se sentaba debajo dei árbol y sentia su venerable ancianidad; y por estar a solas con él, percibía uno la profundidad y belleza de la vida. 

El viejo aldeano pasó cansadamente junto a uno, que se hallaba sentado en un puente contemplando la puesta dei sol; el hombre estaba casi ciego y rengueaba, llevando un atado en una mano y un palo en la otra

Era uno de esos atardeceres en que los colores del crepúsculo se reflejaban en cada roca, árbol y arbusto; la hierba y los campos parecían tener su propia luz interior. 

El sol acababa de ponerse detrás de un cerro redondeado, y en medio de estos extravagantes colores apareció la estrella vespertina. 

El aldeano se detuvo frente a uno y miró esos asombrosos colores y nos miró. 

Permanecieron mirándose el uno al otro y, sin pronunciar una palabra, el aldeano reanudo su penosa marcha. 

En esa comunicacíón hubo afecto, delicadeza y respeto, no el necio respeto sino el de los hombres religiosos. 

En ese instante, todo tiempo y pensamiento habían dejado de existir. 

Esos dos seres eran totalmente religiosos, no contaminados por la creencia, la imagen, las palabras o la pobreza. 

A menudo pasaron el uno junto al otro en ese camino entre los pedregosos cerros, y cada vez que se miraban, había el júbilo de la percepción, del discernimiento total. 

 Venía, acompañado de su mujer, desde el templo que está al otro lado del camino. 

Ambos estaban silenciosos, profundamente impresionados por los cantos y el culto. 

Aconteció que uno caminaba detrás de ellos y captó el sentimiento de su reverencia, la fuerza de su determinación para llevar una vida religiosa. 

Pero eso moriría pronto, a medida que se vieran envueltos en la responsabilidad para con sus hijos , quienes vinieron corriendo hacia ellos. 

Él tenía alguna clase de profesión, en la que probablemente era muy capaz, porque poseía una casa grande. 

El peso de la existencia lo arrastraría consigo y, aunque concurriera al templo con frecuencia, la batalla proseguiría inevitablemente. 

La palabra no es la cosa; la imagen, el símbolo, no son lo real. 

La realidad, la verdad no es una palabra. 

Ponerla en palabras es destruirla; y su lugar es ocupado por la ilusión. 

El intelecto puede rechazar toda la estructura de la ideología, de la creencia con todos sus atavíos y el poder que las acompaña, pero la razón puede justificar cualquier creencia, cualquier ideación. 

La razón es el orden del pensamiento, y el pensamiento es la respuesta de lo externo. 

Y debido a que es lo externo, el pensamiento fabrica lo interno. 

Ningún hombre puede vivir solamente con lo externo, y entonces lo interno llega a ser una necesidad.

Esta división es el terreno donde tiene lugar la batalla entre el «yo» y el «no yo». 

Lo externo es el dios de las religiones y las ideologías; lo interno trata de conformarse a esas imágenes y entonces sobreviene el conflicto. 

No existe ni lo externo ni lo interno, sino solamente lo total. 

El experimentador es lo experimentado. 

La fragmentación es demencia. 

Esta totalidad no es meramente una palabra; existe cuando la división como lo externo y lo interno ha cesado por completo. 

El pensador es el pensamiento. 

Mientras uno estaba paseando sin un solo pensamiento , solamente observando sin el observador, percibió subitamente la presencia de lo sagrado que el pensamiento jamás ha sido capaz de concebir.

Uno se detiene, observa los árboles, los pájaros, observa al transeunte; no es una ilusión ni algo con que la mente se engaña a si misma. 

Está ahí, en los ojos de uno, en todo el ser. 

El color de la mariposa, es la mariposa. 

Los colores que el sol había dejado se estaban desvaneciendo y, antes de que cayera la noche, se dejó ver la tímida luna nueva para desaparecer en seguida detrás del cerro.