29, Octubre, 1973
En el valle de los naranjales, éste en particular estaba muy bien atendido -hilera tras hilera de jóvenes naranjos, fuertes y relucientes bajo el sol-.
El suelo era bueno, lo regaban bien, lo abonaban, lo cuidaban.
Era una mañana hermosa con un cielo azul transparente, el aire era cálido y suavemente agradable.
En los arbustos, las codornices alborotaban con sus agudos llamados; un gavilán flotaba inmóvil en el aire, y pronto descendió para posarse en la rama de un naranjo próximo y se durmió.
Se encontraba tan cerca que las afiladas garras, las magníficas plumas moteadas y el pico agudo eran claramente visibles; estaba al alcance del brazo.
Había ocurrido más temprano en la madrugada, a lo largo de la avenida de las mimosas y con los pequeños pájaros gritando alarmados.
Bajo los arbustos, dos serpientes, con sus oscuros anillos pardos , visibles a todo lo largo de sus cuerpos, se deslizaban enroscándose una alrededor de la otra, y cuando pasaron junto a uno, fueron por completo inconscientes de la presencia humana.
Habían estado sobre una repisa en el cobertizo, extendidas, con sus negros ojos brillantes aguardando y vigilando a los ratones.
Miraban fijamente y sin parpadear, ya que carecen de párpados.
Deben haber permanecido allí durante toda la noche, y ahora se encontraban entre los arbustos.
Era su terreno habitual y se les veía frecuentemente; al levantar a una de ellas, ésta se enrosco alrededor dei brazo y uno sintió la frialdad dei contacto.
Todas estas cosas vivientes parecen tener su propio orden, su propia disciplina y sus propios juegos y regocijos.
El materialismo, para el que nada existe sino la materia, es la actividad tenaz y predominante de los seres humanos, tanto de los ricos como de los que no lo son.
Hay todo un bloque del mundo que está entregado al materialismo; la estructura de su sociedad se basa en esta fórmula -con todas sus consecuencias-
Los otros bloques también son materialistas, pero aceptan cierta clase de principios idealistas cuando les convienen, y los descartan en el nombre de la racionalidad y la necesidad.
Al cambiar el medio, violentamente o de manera gradual, por la revolución o por la evolución, la conducta dei hombre se modifica conforme a la cultura en que vive.
Existe un antiquísimo conflicto entre aquellos que creen que el hombre es matéria, y los que se dedican al espíritu.
Esta división es la que tanta desdicha, confusión e ilusiones ha traído al hombre.
El pensamiento es material y su actividad, externa o interna, es materialista.
El pensamiento es mensurable, como lo es el tiempo.
Dentro de esta área, la conciencia es materia.
La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia, ambos son inseparables.
El contenido son las muchas cosas que el pensamiento ha acumulado: el pasado modificando el presente que es el futuro, todo lo cual es tiempo.
El tiempo es el movimiento dentro del campo que constituye la conciencia en expansión o en contracción.
El pensamiento es memoria, experiencia y conocimiento, y esta memoria con sus imágenes y sus sombras, es el «sí mismo», el «yo» y el «no yo», el «nosotros» y el «ellos».
La esencia de la división es el «sí mismo» con todos sus atributos y cualidades.
El materialismo solo refuerza y desarrolla al «sí mismo», al «yo».
Éste puede identificarse, y de hecho se identifica, con el Estado, con una ideologia, con actividades dei «no yo» religioso o seglar, pero siempre permanece siendo el yo.
Sus creencias son autofabricadas, como lo son sus placeres y temores.
El pensamiento, por su misma estructura y naturaleza, es fragmentário, y entre los diversos fragmentos están el conflicto y la guerra, las nacionalidades, las razas y las ideologias.
Una humanidad materialista se destruirá a sí misma a menos que el «yo» sea totalmente abandonado.
El abandono del «yo» es siempre de importancia fundamental.
Y es sólo a partir de esta revolución que puede crearse una sociedad nueva •
El abandono dei «yo» es amor, compasión: pasión por todas las cosas -por los que mueren de hambre, por los que sufren y por los que carecen de hogar y por el materialista y el creyente-.
El amor no es sentimentalismo o romanticismo; es tan poderoso y terminante como la muerte.
Poco a poco la niebla que venía dei mar llegó, como en olas enormes, a los cerros occidentales; se plegaba sobre los cerros, penetraba hacia abajo en el valle y pronto llegaría hasta aqui; el tiempo refrescaría con la ya cercana oscuridad de la noche.
No se veían estrellas y había un silencio completo.
Este silencio es factual, no es el silencio que el pensamiento ha cultivado y en el cual no hay espacio.
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