DIARIO 2 - J.K. - 3 DE ABRIL DE 1985

 3, Abril, 1975 

¡Qué extraordinariamente bella es la gran curva de un vasto río! 

Uno debe veria desde cierta altura, ni demasiado lejos ni demasiado cerca, cuando el rio serpentea perezosamente entre los campos verdes. 

Éste es un río ancho, rebosante de aguas azules y transparentes. 

No sobrevolábamos a una gran altitud y podíamos divisar muy bien, en medio del río, la fuerte corriente con sus delgadas ondas; siguiéndolo pasamos aldeas y ciudades hacia el mar. 

Cada curva tenía su propia belleza, su propia fuerza y movimiento. 

Y muy lejos en la distancia estaban las grandes cumbres cubiertas de nieve, rosadas a la luz temprana dei amanecer; abarcaban todo el horizonte oriental. 

El ancho río y aquellas grandes montañas parecían, a esa hora, contener la eternidad -este arrollador sentimiento de espacio intemporal-. 

Aunque el avión volaba hacia el sudeste, en ese espacio no había dirección ni movimiento, únicamente «lo que es». 

Por toda una hora no hubo nada más, ni siquiera el ruido de los motores a reacción. 

Sólo cuando el capitán anuncio que pronto aterrizaríamos, esa hora plena llegó a su fin. 

No hubo recuerdos de esa hora, ningún registro de su contenido y, por tanto, el pensamiento no se había aferrado a ella. 

Cuando terminó, no había residuo, la pizarra estaba nuevamente limpia. 

En consecuencia, el pensamiento no tenía modo de cultivar esa hora, y así estuvo listo para dejar el avión. 

Aquello acerca de lo que el pensamiento piensa, es convertido en una realidad, pero no es la verdad. 

La belleza jamás puede ser la expresiòn dei pensamiento. 

Un pájaro no está hecho por el pensamiento y, por eso, es bello. 

El amor no es moldeado por el pensamiento, y cuando lo es, se convierte en algo por completo diferente. 

El cultivo del intelecto y su integridad es una realidad fabricada por el pensamiento. 

Pero eso no es compasión. 

El pensamiento no puede fabricar la compasión; puede hacer de ella una realidad, una necesidad, pero eso no será la compasión. 

El pensamiento, por su propia naturaleza es fragmentado, y por eso vive en un mundo fragmentado de divisiones y conflictos. 

En consecuencia, el conocimiento es fragmentado y, por más que se lo acumule, capa sobre capa, seguirá estando siempre fragmentado, dividido. 

El pensamiento puede producir una cosa a la que llama «integración», y eso también será un fragmento.

 La misma palabra «ciencia» significa conocimiento, y el hombre espera transformarse, gracias a la ciencia, en un ser humano cuerdo y feliz. 

Y por eso el hombre persigue ávidamente el conocimiento de todas las cosas de la tierra, y de sí mismo. El conocimiento no es compasión, y sin compasión el conocimiento engendra daño e inenarrable caos y miseria. 

El conocimiento no puede hacer que el hombre ame; puede crear las guerras y los instrumentos de la destrucción, pero no puede traer amor al corazón ni paz a la mente. 

Percibir todo esto es actuar, no con una acción basada en la memoria o en pautas establecidas. 

El amor no es memória, no es una reminiscencia de placeres.

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