DIARIO 2 - J.K - 7 DE OCTUBRE DE1973

 7 de octubre de 1973 

Era una de esas lluvias montañesas que duran tres o cuatro días y traen consigo un tiempo más fresco.

La tierra estaba empapada y espesa, y todos los senderos de la montaña se encontraban resbaladizos.

Pequeños torrentes corrían hacia abajo por las escarpadas laderas, y el trabajo de los terraplenes se había suspendido. 

Los árboles y las plantaciones de té se hallaban cansados ​​de tanta humedad; no había tenido sol por más de una semana y estaba haciendo bastante frío. 

Las montañas de se extendían hacia el norte, con su nieve y sus picos gigantes. 

Los estandartes en torno a los templos colgaban pesados ​​de lluvia; habían perdido su encanto y sus alegres colores ondeando en la brisa. 

Había truenos y relámpagos, y el sonido retumbaba de valle en valle; una espesa neblina ocultaba los hirientes relámpagos de luz. 

A la mañana siguiente, el cielo se veía de un delicado y puro azul, y los grandes picos, silenciosos e intemporales, se hallaban iluminados por el sol del amanecer. 

Un valle profundo corría entre el pueblo y las altas montañas; Estaba lleno de oscura neblina azul.

Derecho al frente, destacándose contra la claridad dei cielo, se elevaba el segundo pico en altura de los Himalayas.

Casi podia tocarse, pero se encontraba a muchas millas de distancia. 

Uno olvidaba la distancia porque estaba ahí en toda su majestad, tan íntegramente puro e inmensurable.

Tarde en la mañana había desaparecido oculta por las oscuras nubes que provenían del valle. 

Sólo en las madrugadas se dejaba ver, y desaparecía pocas horas después. 

No es de extrañar que los antiguos buscaran a sus dioses en estas montañas, en el trueno y en las nubes.

La divinidad de la vida estaba para ellos en la bendición que yacía oculta en estas nieves inaccesibles.

Los discípulos vinieron para invitarnos a visitar a su gurú; uno rehusó cortésmente, pero fueron a menudo esperando que uno cambiara de idea o les aceptara la invitación hasta que se cansaron de insistir. 

Fue decidido entonces que el gurú de ellos vendría con unos cuantos de sus discípulos escogidos.

Era una calle pequeña y ruidosa donde los niños jugaban al críquet; Tenían un bate y las estacas eran unos pocos ladrillos sueltos. 

Con gritos y risas jugaban alegremente todo el tiempo que podían, deteniéndose solamente para dejar pasar un automóvil cuyo conductor respetaba su juego. 

Jugaban día tras día, y en esa mañana estaban particularmente ruidosos cuando el gurú llegó portando una pequeña y pulida estaca. 

Algunos de nosotros estábamos sentados en el piso sobre un delgado colchón cuando él entró en la sala, y nos levantamos ofreciéndole el colchón. 

Se sentó con las piemas cruzadas, poniendo su báculo delante de él; Este pequeño colchón parece darle una posición de autoridad. 

Él había encontrado la verdad, la había experimentado; por lo tanto él, que sabía, estaba abriendo la puerta para nosotros. 

Lo que decía era ley para él y para los demás; uno era simplemente un buscador, mientras que él ya había encontrado. 

Uno podría encontrarse perdido en su búsqueda y él le ayudaría a lo largo del camino, pero uno debía obedecer. 

Tranquilamente, uno respondió que todo el buscar y el encontrar no tenía sentido a menos que la mente estuviera libre de su condicionamiento; que la libertad es el primer y último paso, y que la obediencia a cualquier autoridad en cuestiones de la mente, implica quedar atrapado en la ilusión y en la acción que engendra dolor. 

Él lo miró a uno con piedad, con preocupación y con un aire de disgusto, como si uno estuviera algo loco. 

Y después dijo: «Se me ha concedido la más grande y final de las experiencias; y nadie que busque la verdad puede negar eso», 

Si la realidad o la verdad es para experimentarse, entonces es solo una proyección de su propia mente.

Lo que experimentamos no es la verdad, sino una creación de nuestra propia mente. 

Sus discípulos comenzaron a inquietarse. 

Los destruyen a sus maestros y se destruyen a sí mismos. 

Él se levantó y se fue, seguido por sus discípulos. 

Los niños continuaban jugando en la calle; alguien había sido puesto fuera de juego y ello fue acompañado por bulliciosos aplausos y vítores. 

No hay sendero alguno que conduzca a la verdad, ni histórica ni religiosamente. 

La verdad no es para ser experimentada ni descubierta por medio de la dialéctica; no es para ser vista en opiniones y creencias cambiantes. 

Uno da con ella cuando la mente está libre de todas las cosas que ha engendrado. 

Aquella cumbre majestuosa es también el milagro de la vida.

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