ROMA*
17, Octubre, 1973
Había sido un verano caluroso y seco, con chaparrones ocasionales; el césped estaba poniéndose pardo, pero los altos árboles de espeso follaje se reían felices y estaban brotando las flores.
La región no había conocido un verano semejante por años y los granjeros se sentían contentos.
En las ciudades todo era desagradable, el aire contaminado, el calor y las calles atestadas.
Los castaños ya se estaban oscureciendo un poco y los parques se encontraban llenos de gente con niños que gritaban y corrían por todas partes.
El campo lucía muy hermoso -siempre hay paz en los campos- y en el rio pequeño y angosto con sus cisnes y patos, había encantamiento.
El romanticismo y el sentimentalismo estaban encerrados y seguros en las ciudades; y aquí, en lo profundo del campo con sus árboles, praderas y arroyos, había belleza y deleite.
Un camino pasa a través del bosque, y todas las hojas, todas las sombras moteadas retienen esa belleza; ella está en cada hoja que se marchita, en cada brizna de hierba.
La belleza no es una palabra, una respuesta emocional; no es algo blando que pueda ser moldeado y retorcido por el pensamiento.
Cuando la belleza está ahí, cada acción y cada movimiento en todas las formas de la relación es algo total, cuerdo y sagrado.
Cuando esa belleza, ese amor no existen, el mundo enloquece.
* Krishnamurti estaba ahora en Roma, y permaneció allí hasta el 29 de octubre.
Roma, Italia
En la pequeña pantalla, el predicador, con palabras y gestos esmeradamente cultivados, estaba diciendo que él sabia que su salvador, el único salvador, estaba vivo; si no estuviera vivo, no habría entonces esperanza para el mundo.
El empuje agresivo de su brazo alejaba cualquier duda, cualquier cuestionamiento, porque él sabía y nosotros debíamos apoyarlo, porque su conocimiento era nuestro conocimiento, nuestra convicción.
El movimiento calculado de sus brazos y el manejo de las palabras, era la sustancia y el estímulo para su auditório, que estaba ahí con la boca abierta, tanto los jóvenes como los viejos, hechizados y adorando la imagen de sus propias mentes.
Una guerra acababa justamente de comenzar, y ni el predicador ni sus numerosos oyentes se preocupaban por eso, puesto que las guerras deben proseguir y, además, forman parte de esta cultura nuestra.
En esa misma pantalla, un poco más tarde, mostraron que los científicos están haciendo, sus inventos maravillosos, su extraordinário control dei espacio, el mundo del mañana, las nuevas y complejas máquinas; las explicaciones de como se forman las células, los experimentos que se hacen con los animales, los gusanos y las moscas.
El estúdio de la conducta de los animales fue cuidadosa y entretenidamente explicado.
Con este estudio los profesores podrían comprender mejor el comportamiento humano.
Explicaron los remanentes de una antigua cultura: las excavaciones, los vasos, los mosaicos cuidadosamente preservados y los muros en minas; el maravilloso mundo del pasado, sus templos, sus glorias.
Muchos, muchísimos volúmenes se han escrito acerca de las riquezas, las pinturas, las crueldades y la grandeza del pasado; sus reyes y sus esclavos.
Poco después mostraron la guerra actual que rugía en el desierto y entre las verdes colinas; los enormes tanquesy los aviones volando a baja altura y la matanza calculada; los políticos hablando de la paz pero alentando la guerra en ambos países.
Mostraron a las mujeres llorando, a los heridos sin esperanza, a los niños agitando banderas y a los sacerdotes entonando bendiciones.
Las lágrimas de la humanidad no han limpiado al hombre de su deseo de matar.
Ninguna religión ha terminado con la guerra; por el contrario, todas las han estimulado, han bendecido los armamentos, han dividido a la gente.
Los gobiernos están aislados y aprecian en mucho su aislamiento.
Los científicos son sostenidos por los gobiernos.
El predicador está perdido en sus palabras e imágenes.
Llorarán, pero educarán a sus hijos para que maten y sean muertos.
Aceptan eso como un estilo de vida; su compromiso es con la propia seguridad; ése es el dios de ellos, ése es su dolor.
Se preoçupan tan esmeradamente por sus hijos, los cuidan con tanta generosidad, pero luego están entusiastamente dispuestos a que los maten.
También mostraron en la pantalla a cachorros de focas, con sus ojos enormes, mientras las mataban.
La función de la cultura es transformar al hombre completamente.
En el río, los patos mandarines chapoteaban y se perseguian entre ellos, y las sombras de los árboles se extendian sobre el agua.
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