EL LÍMITE

Tengo una pregunta que quizás podamos investigar, don X, ir a la mayor profundidad posible...
¿De qué se trata ahora?
Por diferentes caminos llego a una instancia donde mueren las palabras, encuentro contradicción y límites infranqueables para la expresión.
Deme un ejemplo concreto.
Usted habla de un movimiento de la totalidad y le llama no-movimiento, parece un contrasentido...
Bien, exploremos juntos, lo primero que tenemos que advertir es que la razón y la lógica tienen un límite...
...¿qué es?...
Para razonar lógicamente, para pensar, la mente crea un pensador. Esa división entre pensador y pensamiento es falsa, en ese momento usted crea la dualidad y el límite de la lógica es que su máxima abstracción es dividir la realidad en dos, necesita comparar, evaluar, juzgar....no puede captar el movimiento de la totalidad...si sigue hasta ese punto encontrará Vacío, Silencio. La Nada misma, llena de significado, pletórica de vida...inexpresable con palabras esa vastedad.
Pero si uno es inexorablemente parte de ese movimiento, de esa vastedad, tendrá que encontrar la forma de poder comunicar ese sentir....
En eso estamos, en eso estamos, para que haya creación uno tiene que aprender a morir para lo conocido. Pruebe de pensar en algo que no conozca....no lo conseguirá.
 La lógica del pensamiento lo llevará al borde del Vacío pero no podrá penetrar en él. Hay que penetrar a corazón abierto.

LA TRANSFORMACIÓN

 38.

LA TRANSFORMACIÓN
Pregunta: ¿Qué entiende usted por transformación?
KRISHNAMURTI: Es evidente que tiene que haber una revolución radical. La crisis mundial la exige. Nuestras vidas la exigen. Nuestros incidentes, empeños y ansiedades de todos los días la exigen. Nuestros problemas la exigen. Tiene que haber una revolución radical, fundamental, porque todo en torno nuestro se ha derrumbado. Aunque en apariencia haya orden, en realidad hay lenta descomposición y destrucción: la ola de destrucción está constantemente alcanzando a la ola de vida. Tiene, pues, que haber una revolución; pero no una revolución basada en una idea. Semejante revolución es tan sólo la continuación de la idea, no una transformación. Y una revolución basada en una idea trae derramamiento de sangre, destrucción, caos. Del caos no se puede establecer el orden; no es posible que produzcáis deliberadamente el caos con la esperanza de que el orden surja de ese caos. No sois los elegidos de Dios para implantar un orden nacido de la confusión. Esa es la manera errónea de pensar de los que desean producir creciente confusión para luego establecer el orden. Por estar momentáneamente en posesión del poder, se figuran que conocen todos los medios de crear orden. Observando toda la catástrofe -la repetición constante de las guerras, los incesantes conflictos entre las clases sociales y entre los pueblos, la tremenda desigualdad económica y social, la diferencia de capacidades y dones naturales, el abismo entre los que disfrutan de extraordinaria dicha y tranquilidad, y los que viven prisioneros del odio, del conflicto y de la miseria-, observando todo eso, se ve que es necesaria una transformación completa, ¿no es cierto? Esta transformación, esta revolución radical ¿es una finalidad o es de momento a momento? Bien sé que nos agradaría que fuese la finalidad a alcanzar, ya que es tanto más fácil pensar en términos de lejanía, de futuro. Al final nos habremos transformado, al final seremos felices, al final hallaremos la verdad; pero, mientras tanto, continuemos como hasta ahora. Una mente que así piensa en términos de futuro, es incapaz de actuar en el presente; y por lo tanto una mente así no busca la transformación, simplemente la rehuye. ¿Qué entendemos por transformación? La transformación no es en el futuro; jamás puede serlo. Sólo puede ser ahora, de momento en momento. ¿Qué entendemos, pues, por transformación? Es, sin duda, algo muy sencillo: ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero. Ver también la verdad en lo falso, y ver lo falso en aquello que ha sido aceptado como la verdad; ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero es transformación. Porque cuando veis muy claramente que algo es la verdad, esa verdad es libertadora. Cuando veis que algo es falso, esa cosa falsa se desprende. Cuando veis que las ceremonias son simples y vanas repeticiones; cuando veis la verdad acerca de ellas y no las justificáis, prodúcese la transformación, porque otra atadura ha desaparecido. Cuando veis que la división de la sociedad en clases es falsa, que ella engendra conflictos, miseria y desunión entre las personas; cuando veis la verdad al respecto, esa verdad resulta libertadora. La percepción misma de esa verdad es transformación. Y como estamos rodeados de tantas cosas falsas, el percibir de instante en instante esa falsedad, es transformación. La verdad no se acumula; ella es de momento en momento. Lo que se acumula, lo acumulado es la memoria; y mediante la memoria jamás podréis hallar la verdad. La memoria, en efecto, pertenece al tiempo; el tiempo es el pasado, el presente y el futuro. El tiempo, que es continuidad, jamás puede descubrir aquello que es eterno. La eternidad no es continuidad. Lo que perdura no es eterno. La eternidad está en el instante. La eternidad está en el “ahora”. El “ahora” no es reflejo del pasado, ni continuación del pasado hacia el futuro a través del presente. Una mente que está deseosa de una transformación futura, o que encara la transformación como objetivo final jamás podrá hallar la verdad. La verdad, en efecto, es algo que tiene que surgir de momento a momento, que debe ser descubierto cada vez de nuevo; y, por cierto, no puede haber descubrimiento alguno por medio de la acumulación. ¿Cómo podréis descubrir lo nuevo si estáis agobiados por lo viejo? Es tan sólo cuando desaparece esa carga que descubres lo nuevo. Para descubrir lo nuevo, lo eterno, en el presente y de momento a momento, se requiere una mente extraordinariamente alerta, una mente que no busque resultados, una mente que no trate de llegar a ser algo. Una mente que se esfuerce por llegar a ser algo no puede nunca conocer la plena beatitud del contentamiento; no del contento de la fácil satisfacción, ni del contento que trae el logro de un resultado, sino del contento que se produce cuando la mente ve la verdad en lo que es y lo falso en lo que es. La percepción de esa verdad es de instante en instante, y esa percepción se detiene al hablar de ese instante. La transformación no es una finalidad, un resultado. La transformación no es un resultado. El resultado implica residuo, una causa y un efecto. Donde hay causalidad, tiene forzosamente que haber efecto; el efecto es simplemente el resultado de vuestro deseo de transformación. Cuando deseáis veros transformados, seguís pensando en términos de devenir; y aquello que es devenir no puede nunca conocer aquello que es ser. La verdad es ser de momento en momento; y la felicidad que continúa no es felicidad. La dicha es el estado atemporal del ser. Ese estado atemporal puede producirse tan sólo cuando hay tremendo descontento; no el descontento que ha hallado una vía de escape, sino el descontento que no tiene salida ni escapatoria y que ya no busca realización. Sólo entonces, en ese estado de supremo descontento, puede surgir la realidad. Esa realidad no se compra, ni se vende, ni se repite; no puede ser captada en libros. Tiene que ser captada de momento a momento, en la sonrisa, en la lágrima, bajo la hoja muerta, en los pensamientos errabundos, en la plenitud del amor. El amor no es diferente de la verdad. El amor es ese estado en el cual el proceso del pensamiento en función del tiempo ha cesado completamente. Y donde hay amor hay transformación. Sin amor, la revolución carece de sentido pues en tal caso ella es mera destrucción, decadencia, una miseria, desgracia creciente y cada vez mayor. Donde hay amor hay revolución, porque el amor es transformación de instante en instante.

LA CONFUSIÓN DE LA MENTE

 37.

LA CONFUSIÓN DE LA MENTE
Pregunta: He escuchado todas las pláticas de usted y he leído todos sus libros. Con toda seriedad le pregunto: ¿Cuál puede ser el objeto de mi vida si como usted dice, todo pensamiento ha de cesar, todo conocimiento ha de ser suprimido, y todo recuerdo ha de perderse? ¿Cómo relaciona usted ese estado de ser -sea lo que él fuere según usted- con el mundo en que vivimos? ¿Qué relación tiene ese ser con nuestra triste y dolorosa existencia?
KRISHNAMURTI: Queremos saber qué es ese estado que sólo puede surgir cuando todo conocimiento, cuando el reconocedor, no existe; queremos saber qué relación tiene ese estado con nuestro mundo de diarias actividades, diarios empeños. Sabemos qué es ahora nuestra vida: triste, penosa, constantemente temerosa, nada permanente. Eso lo sabemos muy bien. Y queremos saber qué relación hay entre este estado y aquél; y, si dejamos de lado el conocimiento, si nos liberamos de nuestros recuerdos y demás, cuál es el objeto de la existencia. ¿Qué objeto tiene la existencia tal como ahora la conocemos, no en teoría sino realmente? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia diaria? Nada más que el sobrevivir -¿no es así?-, con todas sus miserias, con todos sus pesares y confusión, sus guerras, destrucciones, y demás. Podemos inventar teorías, podemos decir: “Esto no debiera ser, sino alguna otra cosa”. Pero todas esas son teorías, no son hechos. Lo que conocemos es la confusión, el dolor, el sufrimiento, los antagonismos interminables. Y también, por poco que nos demos cuenta, sabemos cómo ocurre todo eso. Porque el objeto de la vida día tras días, de instante en instante, es destruirnos unos a otros, explotarnos unos a otros, ya sea como individuos o como seres humanos colectivos. En nuestra soledad, en nuestra miseria, tratamos de utilizar a otros, intentamos huir de nosotros mismos, por medio de la diversión, de dioses, del conocimiento, de toda forma de creencia, de la identificación. Tal es nuestro objeto, consciente o inconsciente, tal como ahora vivimos. ¿Y existe un propósito mas profundo, más amplio y trascendente, un fin que no sea de confusión, de adquisición? ¿Y ese estado espontáneo tiene alguna relación con nuestra vida diaria? Eso, por cierto, no tiene absolutamente ninguna relación con nuestra vida. ¿Cómo puede tenerla? Si mi mente es confusa, angustiada, solitaria, ¿como puede ella estar en relación con algo que no pertenezca a la misma? ¿Cómo puede la verdad estar en relación con la falsedad, con la ilusión? Pero eso no lo queremos admitir. Porque nuestra esperanza, nuestra confusión, nos hace creer en algo más grande, más noble, que, según decimos, tiene relación con nosotros. En nuestra desesperación buscamos la verdad, esperando que en el descubrimiento de la misma nuestra desesperación habrá de desaparecer. Podemos ver, pues, que una mente confusa, una mente transida de dolor, una mente que capta su propio vacío, su soledad, jamás podrá encontrar aquello que está más allá de sí misma. Aquello que está más allá de la mente sólo puede surgir cuando las causas de confusión, de desdicha, han sido disipadas o comprendidas. Todo lo que he estado diciendo, de lo que he estado hablando, es cómo comprendernos a nosotros mismos. Porque, sin conocimiento propio, lo otro no adviene, lo otro es sólo una ilusión. Mas si comprendemos el proceso total de nosotros mismos, de instante en instante, entonces veremos que, al despejarse nuestra propia confusión, lo otro adviene. Entonces vivenciando aquello tendrá una relación con esto. Pero esto jamás tendrá relación con aquello. Estando de este lado de la cortina, estando en la oscuridad, ¿cómo puede uno tener la vivencia de la luz, de la libertad? Mas una vez que haya vivencia de la verdad, entonces podréis vosotros relacionarla con este mundo en que vivís. Si jamás hemos conocido lo que es el amor, sino tan sólo constantes reyertas, desdichas, angustias, conflictos, ¿cómo podemos vivenciar ese amor que nada tiene que ver con todo esto? Pero una vez que tengamos la vivencia de eso, entonces no necesitamos molestarnos en hallar la relación. Entonces el amor, la inteligencia, funcionan. Mas para vivenciar ese estado, todo conocimiento, recuerdos acumulados, actividades identificadas con uno mismo, tienen que cesar para que la mente sea incapaz de proyectar sensación alguna. Entonces, vivenciando eso, habrá acción en este mundo. Ese es por cierto el objeto de la existencia: ir más allá de la actividad egocéntrica de la mente. Y, habiendo vivenciado ese estado -que la mente no puede medir-, entonces la vivencia misma de eso trae consigo una revolución íntima. Entonces, habiendo amor, no hay problema social; no hay problema de ninguna especie cuando hay amor. Es porque no sabemos amar que tenemos problemas sociales, y sistemas de filosofía sobre el modo de habérnoslas con nuestros problemas. Y yo digo que estos problemas jamás podrán resolverse por sistema alguno, ya sea de la izquierda, de la derecha o del centro. Ellos podrán ser resueltos -nuestra confusión, nuestras miserias, nuestra autodestrucción- tan sólo cuando podamos vivenciar aquel estado que no es autoproyectado.

HABLANDO CLARO

Hola don X, me han preguntado por qué insisto año tras año en la publicación del Libro de la Vida...

...Y usted que respondió?

En principio escucho con atención, exploramos la pregunta, entonces  supe que se esperaba de la lectura, en general había en la mayoría de ellos la necesidad de una respuesta que pusiera fin a la incertidumbre...

...Cual fue su enfoque?

Oh, fue muy secillo y claro, los remití a que exploraran en la intoducción del libro. Lo publico nuevamente a continuación:


Introducción 

En 1934, Krishnamurti dijo: «¿Por qué queremos ser estudiantes de libros, en lugar de ser estudiantes de la  vida? Averigüen qué es falso en el medio que los rodea, con todas sus opresiones y crueldades, y entonces  descubrirán qué es lo verdadero». Señaló repetidamente que «el libro de la vida», siempre cambiante, con una  vitalidad que no puede ser contenida por el pensamiento, era el único digno de «leerse», ya que todos los demás  estaban llenos de información falsa. «La historia de la humanidad se halla en ustedes; allí están la vasta  experiencia, los miedos profundamente arraigados, las ansiedades, el dolor, el placer y todas las creencias que el  hombre ha acumulado a lo largo de milenios. Ustedes son el libro». 

Esta obra, El Libro de la Vida, Meditaciones diarias con Krishnamurti, está dispuesta en un orden que  reproduce en cierto modo la manera como Krishnamurti desarrollaba sus pláticas. Comenzaba habitualmente con la  acción de escuchar y la relación existente entre el estudiante y el auditorio, y terminaba con cuestiones que emergen  naturalmente cuando la vida está en orden y una profundidad mayor empieza a aflorar a la superficie de la  conciencia. Durante sus últimos días, en 1985 y 1986, habló del espíritu creativo y la posibilidad de un estilo de vida  totalmente nuevo. Esta obra contiene fragmentos de esas pláticas. 

Muchos temas se reiteraban a lo largo de sus enseñanzas. Su visión consiste en la total y comprensiva  observación de la condición humana, en la que cada aspecto de la vida se halla interconectado. El Libro de la Vida presenta pasajes sobre un tema nuevo para cada semana del año, y cada tópico se desarrolla a través de siete días.  Estas citas se identifican por su fuente bibliográfica, y se hace referencia a ésta en cada pie de página. Los lectores  que se interesen en explorar a mayor profundidad temas específicos, están invitados a acudir a los textos completos  contenidos en los libros de los cuales dichos temas han sido extractados. 

Krishnamurti comenzó a hablar públicamente en 1929 con una voz que Aldous Huxley describió como plena de  una «autoridad intrínseca». Su poderosa exploración en la naturaleza de la verdad y la libertad ha resultado en  millones de ejemplares de sus pláticas y diálogos publicados y traducidos a casi todos los idiomas del mundo. 

Krishnamurti, aunque tímido y retraído, ofreció centenares de pláticas, pronunciadas sin notas previas ni  preparación alguna, las cuales desarrollaban esencialmente un tema primordial: la verdad puede ser descubierta por  cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente, en un solo  instante. Sus pláticas cubren la escala completa del conflicto y el interés, tanto en lo personal como en lo social. Al  observar la profundidad y el alcance de nuestra conducta tal como se revela en el instante de la observación, surge la  acción indispensable para transformarnos a nosotros mismos y a nuestra sociedad. Cuando alguien que asistía a sus  pláticas le preguntó por qué hablaba y qué quería lograr, Krishnamurti respondió: Quiero revelarles algo, quizás el  modo de descubrir qué es la realidad -no el modo en el sentido de un sistema, sino cómo proceder al respecto-. Y  si ustedes pueden descubrir esto por sí mismos, no habrá uno que les habla, hablaremos todos sobre ello, todos  expresaremos esa realidad de nuestras vidas, donde quiera que nos encontremos [...]. La verdad no puede ser  acumulada. Lo que se acumula es destruido siempre, siempre se deteriora. La verdad jamás puede deteriorarse,  porque sólo puede ser descubierta de instante en instante, en cada pensamiento, en cada relación, en cada  palabra, en cada gesto, en una sonrisa, en las lágrimas. Y si ustedes y yo podemos descubrir eso y vivirlo -el  vivirlo es, en sí mismo, el descubrimiento-, entonces no nos convertiremos en propagandistas; seremos seres  humanos creativos; no seres humanos perfectos, sino creativos, lo cual es inmensamente distinto. Por eso, creo,  estoy hablando, y quizá por eso están ustedes escuchando. 

Sólo existe el problema; no hay respuesta; en la comprensión del problema está su disolución. A menudo, cuando se le formulaba una pregunta, Krishnamurti respondía: «Averigüemos qué entendemos por...», examinando  así la pregunta y abriéndola a la investigación en vez de dar inmediatamente una respuesta. Para Krishnamurti,  sondear una pregunta o un problema alimentaba esa investigación de un modo mejor que estar persiguiendo lógica e  intelectualmente la búsqueda de una respuesta. Los extractos que figuran en este libro son presentados al lector como  interrogantes que podrían haberse planteado sin que el lector sintiera el impulso de una respuesta inmediata. 

Krishnamurti señalaba que el diálogo con sus oyentes en las pláticas que ofrecía no era intelectual y no se  hallaba anclado en pensamientos e ideales. Dijo: Después de todo, el propósito de estas pláticas es comunicarnos el  uno con el otro; no es el de imponerles una determinada serie de ideas. Las ideas jamás cambian la mente, jamás  originan su transformación radical. Pero si, como individuos, podemos comunicarnos el uno con el otro, al mismo  tiempo y en el mismo nivel, entonces quizás habrá una comprensión que no es tan sólo propaganda... de modo que  estas pláticas no tienen ninguna manera la intención de disuadirlos ni persuadirlos acerca de nada, ya sea de  hecho o subliminalmente. 

En casi todas sus pláticas públicas y en sus diálogos, Krishnamurti usaba los términos «humanidad» u  «hombre» cuando se refería a la totalidad del género humano. Pero en la última parte de su vida se interrumpía 

frecuentemente para decir a su auditorio: «Por favor, cuando digo "hombre", me refiero también a la mujer. Así que  no se enojen conmigo». 

Krishnamurti hablaba con extraordinaria sencillez, no como lo hace un gurú o un maestro religioso con una  enseñanza derivativa, con un vocabulario especial, o que se halla atado a alguna secta u organización. El  requerimiento por sus enseñanzas claras y auténticas fue creciendo a medida que recorría el mundo. Desde 1930  hasta su muerte en 1986 hablo a auditorios cada vez más numerosos en Europa, Norteamérica. Australia,  Sudamérica y la India. 

Esta obra contiene pasajes tomados de pláticas publicadas e inéditas, de diálogos y escritos entre los años 1933  y 1968. Entre éstos se encuentra el primer libro popular de Krishnamurti, leído extensamente por el público: La  educación y

el significado de la vida, escrito bajo un gran roble en Ojai, California, y publicado en 1953 por Harper  & Row, el editor que habría de continuar, por más de treinta años, publicando sus obras en Norteamérica. Su  siguiente libro, La libertad primera y última, fue publicado en 1954 también por Harper & Row, con un largo  prefacio de su amigo Aldous Huxley. 

Los Comentarios sobre el vivir fueron manuscritos entre 1949 y 1955, sobre páginas sin márgenes, y carecen  de correcciones o borraduras. Aldous Huxley había alentado a Krishnamurti a escribirlo, y el manuscrito, preparado  por D. Rajagopal, se publicó en 1956. En esencia, es una crónica de las entrevistas de Krishnamurti con personas  que venían para verlo y hablarle, y hay en estas páginas la sensación del encuentro de dos amigos que conversan y  exploran sin vacilación ni temor. Los capítulos de esta obra se inician a menudo con una breve descripción del  paisaje, del clima o de animales cercanos. Desde la simplicidad de este mundo natural se llega, con una fácil  transición, al paisaje interno de confusión, ansiedad y creencias -las preocupaciones generales y personales que la  gente traía a sus encuentros con Krishnamurti-. Algunas entrevistas no fueron publicadas en aquellos primeros tres  volúmenes de Comentarios sobre el vivir, y aparecen aquí por primera vez. En parte de estas entrevistas no  publicadas con anterioridad, Krishnamurti usó la expresión «pensamiento-sentimiento» para describir una respuesta  unitaria. 

El Arte de vivir (Live Ahead) y El propósito de la educación (Think on These Things) fueron preparados en  1963 y 1964 por la amiga de Krishnamurti Mary Lutyens, y publicadas por Harper & Row. Estos dos libros  contienen un compendio de seleccionadas preguntas y respuestas provenientes de conversaciones con los jóvenes;  fueron tan bien recibidos, que ha llegado a considerárselos como clásicos religiosos y literarios. A estos libros siguió  una extensa obra que abarca más de cincuenta volúmenes. 

Krishnamurti se consideraba personalmente poco importante e innecesario para el proceso de comprender la  verdad, de vernos a nosotros mismos. En cierta ocasión, se atribuyó la condición de un teléfono, un mecanismo para  ser usado por aquel que escuchaba. Dijo: Lo que dice quien les habla tiene poca importancia en sí mismo. Lo  realmente importante es que la mente, sin esfuerzo alguno, esté tan atenta que se halle todo el tiempo en un estado  de comprensión. Si no comprendemos y tan sólo escuchamos las palabras, nos llevaremos nada más que una serie  de conceptos o ideas, estableciendo de un modo un patrón al cual trataremos entonces de ajustarnos en nuestras  vidas cotidianas o en las así llamadas vidas espirituales. 

Podría ser útil, a medida que uno avanza en la lectura, estar alerta sobre el modo como Krishnamurti  consideraba la relación entre dos personas en busca de la verdad. En 1981 dijo: Somos como dos amigos que, en un  bello día, estamos sentados en el parque conversando sobre la vida, hablando de nuestros problemas,  investigando la naturaleza misma de nuestra existencia, y preguntándonos seriamente por qué la vida se ha vuelto  un problema tan grande, por qué, aunque intelectualmente somos muy refinados, nuestra vida cotidiana es tan  penosa, tan carente de sentido, excepto para la supervivencia -la cual es más bien incierta-. ¿Por qué la vida, la  existencia diaria, se ha convertido en una tortura semejante? Podemos acudir a la iglesia, seguir a algún líder  político o religioso, pero la vida diaria es un desorden permanente; aunque haya ciertos períodos ocasionalmente  gozosos, felices, nuestra vida se halla siempre rodeada por una nube de oscuridad. Y estos dos amigos, como lo  somos ustedes y quien les habla, están discutiendo juntos de una manera cordial, quizá con afecto, con solicitud,  con interés, si es de algún modo posible vivir nuestra vida cotidiana sin un solo problema.