DIARIO 2 - J.K - 16 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 16, Septiembre, 1973

 Durante la mañana, las calles del pequeño pueblo se hallaban vacías, pero más allá la región estaba colmada de árboles, praderas y brisas susurrantes. 

La única calle principal se encontraba iluminada y todo lo demás yacía en la oscuridad. 

El sol se levantaría dentro de unas tres horas. 

Era un amanecer claro bajo la luz de las estrellas. 

Las cumbres nevadas y los glaciares aún estaban en sombras y casi todo el mundo dormía. 

Los estrechos senderos de la montaña tenían tantas curvas que uno no podia avanzar muy rápidamente, el auto era nuevo y hermoso, de buenas líneas y gran potencia. 

En el aire de la mañana, el motor funcionaba con mayor eficiencia. 

En la carretera, ese automóvil era una cosa muy bella de verse,y cuando ascendia tomaba cada recodo con la firmeza de una roca. 

El amanecer estaba próximo, y se veia la forma de los árboles y el largo perfil de los cerros y de los viñedos; iba a ser una mañana encantadora. 

Entre los cerros el ambiente era fresco y agradable. 

El sol se había levantado ya y el rocio cubría las hojas y los prados. 

A él siempre le gustó la mecânica; desmantelaba el motor de un automóvil y cuando éste volvia a funcionar era tan bueno como si fuera nuevo. 

Mientras uno está conduciendo el vehículo, la meditación parece llegar con toda naturalidad. 

Uno se halla atento a la campiña, a las casas, a los campesinos en el sembrado, a la forma del auto que avanza y al cielo azul entre las hojas; ni siquiera se da cuenta de que la meditación ocurre, esta meditación que comenzó hace milénios y habrá de continuar perpetuamente. El tiempo no es un factor en la meditación, ni lo es la palabra -la palabra es el meditador-. 

Toda la tierra está bañada por la luz de una efímera mañana. 

Dos hombres se hallaban disputando a gritos con muchos gestos y con las caras enrojecidas. 

La carretera pasa por una larga avenida de árboles , y la ternura de la mañana se va desvaneciendo. 

El mar se extendía ante uno y en el aire se percibía el perfume de los eucaliptos. 

Era un hombre pequeño, delgado y de fuertes músculos; había venido de un país muy lejano, y estaba tostado por el sol. 

Después de unas pocas palabras de saludo, se lanzó a emitir críticas. 

¡Qué fácil es criticar sin saber cuáles son realmente los hechos! 

Dijo: «Puede que usted sea libre y que viva realmente todo aquello de que habla, pero fisicamente se halla en una prisión protegida por sus amigos. 

Usted no sabe lo que está pasando a su alrededor. 

Hay personas que han asumido la autoridad, aun cuando usted mismo no es autoritário». 

No estoy seguro de que usted esté en lo cierto respecto de esta cuestión. 

Para conducir una escuela o cualquier otra cosa, tiene que haber cierta responsabilidad, y ésta puede y debe existir sin las implicaciones autoritarias. 

La autoridad es totalmente perjudicial para la cooperacion, para que podamos discutir cosas juntos. 

Esto es lo que hacemos en todo el trabajo en que estamos empeñados. 

Éste es un hecho real. 

Si puedo señalarlo, nadie se interpone entre mi y otras personas. 

«Lo que usted está diciendo es de la máxima importancia. 

Todo lo que usted escribe y dice debe ser impreso y hecho circular por un pequeno grupo de personas serias y consagradas. 

El mundo está estallando y a usted lo pasa por alto.» 

Me temo otra vez que usted no se da cuenta totalmente de lo que sucede. 

En un tiempo, un pequeño grupo tomó la responsabilidad de propagar lo que se había dicho. 

Ahora, también, un pequeño grupo ha asumido la misma responsabilidad. 

Si a uno se le permite señalarlo nuevamente, usted no se da cuenta de lo que está sucediendo. 

Él hizo varias críticas más, pero éstas se basaban en presunciones y opiniones efímeras. 

Sin defender nada, uno indico lo que realmente está ocurriendo. 

Pero... qué extraños sòn los seres humanos...

Los cerros retrocedían alejándose, y ya lo rodeaba a uno el ruido de la vida cotidiana, el ir y venir, el dolor y el placer. 

Un árbol solitário sobre un montecillo era la belleza de la tierra. 

Y a gran profundidad en el valle había un torrente, y junto a él corria un ferrocarril. Uno debe dejar el mundo para ver la belleza de ese torrente.

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