PREFACIO
En septiembre de 1973, Krishnamurti comenzó de pronto a llevar un diario. Por cerca de seis semanas, hizo anotaciones en un cuademo de notas. En el primer mes de ese período, estuvo en Brockwood Park, Hampshire, y por el resto del tiempo se alojó en Roma.
Reanudó el Diário dieciocho meses después durante su permanencia en California.
Casi todas las anotaciones comienzan con una descripción de algún escenario natural que él conoce íntimamente, aunque en sólo tres ocasiones esas descripciones se refieren al lugar en que él se encuentra en ese momento.
Así, la primera página de la primera anotación, describe la arboleda que hay en el parque de Brockwood, pero en la segunda página es obvio que su mente se encuentra en Suiza.
No es sino hasta que para en California, que vuelve a dar una descripción de su ambiente actual.
En el resto de las anotaciones, evoca lugares en los que ha vivido, y lo hace con tanta nitidez, que ello demuestra la intensidad con que su mente registra los escenarios naturales, intensidad vívida que surge de la agudeza de su observación.
Este Diário revela también hasta qué grado su enseñanza se inspira en el contacto que él mantiene con la naturaleza. A lo largo de toda la obra, Krishnamurti se refiere a sí rnísmo en tercera persona como «él», e incidentalmente, nos cuenta algo acerca de él mismo, cosa que no había hecho con anterioridad.
MARY LUTYENS
BROCKWOOD PARK, HAMPSHIRE
14, Septiembre, 1973
El otro dia, volviendo de un largo paseo en medio de campos y árboles, pasamos por el bosquecillo* que está cerca de la gran casa blanca.
Al trasponer la escalerilla y penetrar en la arboleda, uno percibió instantáneamente un sentimiento inmenso de paz y quietud.
Nada se movia.
Parecia un sacrilégio atravesar el bosquedllo, hollar el suelo; resultaba profano el hablar, incluso el respirar.
Las enormes sequoias estaban absolutamente inmóviles; los índios americanos las llaman los árboles silenciosos, y ahora se hallaban verdaderamente silenciosos.
Hasta el perro había dejado de perseguir a los conejos.
Uno permanecia quieto, atreviéndose apenas a respirar, sintiéndose intruso porque había estado charlando y riendo; y penetrar en esta arboleda sin saber lo que allí había fue una sorpresa y una conmoción, la conmoción de una bienaventuranza inesperada.
El corazón latia más lentamente, estupefacto ante esa maravilla.
Ése era el centro de todo este lugar.
Cada vez que uno penetra ahora en la arboleda existe esa belleza, esa quietud, esa extraña quietud.
Uno podrá venir cuando lo desee y ello estará ahí, pleno, esplêndido e innominable.
Cualquier forma de meditación consciente no es la cosa real; jamás puede serlo.
El intento deliberado de meditár no es meditación-
* Árboles muy raros, incluso sequoyas, crecen en el bosquecillo de Brockwood-
Ello debe ocurrir; no puede ser invitado.
La meditación no es un juego de la mente, ni del deseo y el placer.
Todo intento de meditación es la negación misma de ello.
Sólo hay que estar atento a lo que uno piensa y hace, y nada más.
El ver, el escuchar, es el hacer, sin que en ello exista sentido alguno de recompensa o castigo.
La destreza en la acción radica en la destreza del ver, del escuchar.
Toda forma de meditación conduce inevitablemente al engaño, a la ilusión, porque el deseo ofusca, ciega.
Era un magnífico atardecer y la suave luz primaveral cubría la tierra.
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