DIARIO 2 - J.K. - 10 DE ABRIL DE 1975

10, Abril,1975 

En el silencio de la noche profunda y en la quieta y apacible mañana, cuando el sol está tocando las colinas, hay un gran misterio. 

Está ahí, en todas las cosas vivientes, si uno se sienta tranquilo bajo un árbol, percibirá la antigua tierra con su misterio incomprensible. 

En una noche silenciosa, cuando las estrellas lucen claras y cercanas, uno puede advertir el espacio en expansión y el misterioso orden de todas las cosas, lo inmensurable y la nada, el movimiento de las oscuras colinas y el ulular de un buho. 

En ese silencio absoluto de la mente, este mistério se expande sin tiempo ni espacio. 

Hay misterio en aquellos antiguos templos construídos con cuidado infinito, con una atención que es amor. 

Las pequeñas mezquitas y las grandes catedrales pierden este mistério intangible porque hay fanatismo, dogma y pompas marciales. 

El mito que está oculto en las profundas capas de la mente no es misterioso; es romântico, tradicional y condicionado. 

En los rincônes secretos de la mente, la verdad ha sido desalojada por los símbolos, las palabras y las imágenes; en todas estas cosas no hay mistério alguno, son las agitaciones del pensamiento. 

En el conocimiento y su actividad, hay admiración, aprecio y gozo. 

Pero el misterio es absolutamente otra cosa. 

No es una experiencia que pueda reconocerse, guardarse y recordarse. 

La experiencia es la muerte de ese misterio incomunicable; para comunicarnos necesitamos una palabra* un gesto * una mirada, pero para estar con comunicación con aquello, la mente, la totalidad dei propio ser debe hallarse al mismo nivel, al mismo tiempo y a la misma intensidad que aquello que llamamos misterioso. 

Esto es amor. 

Con esto se abre el misterio total dei universo. 

Esta mañana no había una nube en el cielo, el sol estaba en el valle y todas las cosas se regocijaban, excepto el hombre. 

El miraba esta tierra maravillosa y continuaba con su trabajo, sus penas y sus pasajeros placeres. 

No tenía tiempo para ver; se hallaba demasiado ocupado con sus problemas, sus agonias, su violencia.

El no ve ese árbol y, por ende, no puede ver su propio tormento. 

Cuando se ve obligado a mirar, hace pedazos lo que ve y llama a eso análisis; escapa de ello o directamente no quiere ver. 

En el arte de ver radica el milagro de la transformación, la transformación de «lo que es». 

Lo que «debería ser» jamás existe. 

El inmenso misterio está en el acto de ver. 

Esto requiere interés, atención, que es amor.

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