PREGUNTAS Y RESPUESTAS - J.K. - 4. EL CONOCIMIENTO

 4. EL CONOCIMIENTO 

Pregunta: De todo lo que usted ha dicho, saco la conclusión definida de que la erudición y el saber son impedimentos. ¿Para qué son impedimentos? 

KRISHNAMURTI: Evidentemente, el saber y la erudición son impedimentos para la comprensión de lo nuevo, de lo atemporal, de lo eterno. El desarrollo de una técnica perfecta no os hace creadores. Puede que sepáis pintar maravillosamente, que poseáis la técnica; mas no es seguro que seáis creadores en materia de pintura. Tal vez sepáis escribir poemas técnicamente perfectos, pero es posible que no seáis poetas. Ser poeta significa -¿no es así?- tener capacidad para recibir lo nuevo, ser lo bastante sensible para responder a algo nuevo, a la lozanía de lo nuevo. Pero en la mayoría de nosotros el saber o la erudición se han convertido en afición, y creemos que por el hecho de saber seremos creadores. Una mente que está repleta, encajada en hechos, en conocimientos, ¿será capaz de recibir algo nuevo, súbito, espontáneo? Si vuestra mente está atestada de lo conocido, ¿queda en ella espacio alguno para recibir algo que sea de lo desconocido? Sin duda, el saber es siempre de lo conocido; y con lo conocido tratamos de comprender lo desconocido, algo que es inconmensurable. Tomad, por ejemplo, una cosa muy corriente que nos sucede a la mayoría de nosotros. Aquellos que son religiosos -sea cual fuere por el momento el significado de esa palabra- tratan de imaginarse lo que es Dios, o de pensar en lo que es Dios. Han leído innumerables libros, han leído acerca de las experiencias de los diversos santos, de los Maestros, “mahatmas”, y todo lo demás, y procuran imaginarse o sentir lo que es esa experiencia ajena. En otras palabras: con lo conocido tratáis de enfocar lo desconocido”. ¿Podéis hacerlo? ¿Podéis pensar en algo que no es cognoscible? Sólo podéis pensar en algo que conocéis. Pero en el mundo actual ocurre esta extraordinaria perversión: creemos que habremos de comprender si poseemos más información más libros, más hechos, más material impreso.

Para darnos cuenta de algo que no sea la proyección de lo conocido, hay que eliminar lo conocido mediante la comprensión de su proceso. ¿Por qué es que la mente se aferra siempre a lo conocido? ¿No es porque constantemente busca certidumbre, seguridad? Su naturaleza misma está asentada en lo conocido, en el tiempo; ¿y cómo puede una mente así, cuyo fundamento mismo se sustenta en el pasado, en el tiempo, tener la vivencia de lo eterno? Tal vez conciba, formule o imagine lo desconocido, pero todo eso es absurdo. Sólo cuando lo conocido se comprende, se disuelve y se desecha, puede surgir lo desconocido. Y eso es difícil en extremo, porque no bien tenéis una vivencia de algo, la mente la traduce en términos de lo conocido y la reduce al pasado. No sé si habéis notado que cada vivencia es traducida de inmediato a lo conocido; recibe un nombre se la clasifica y se la registra. Así, pues, el saber es la actividad de lo conocido. Y es obvio que tal saber, tal erudición, es un obstáculo.

 Suponed que nunca hubierais leído un libro sobre religión o psicología, y que tuvierais que hallar el sentido, la significación de la vida. ¿Cómo emprenderíais la tarea? Suponed que no hubiera Maestros, ni organizaciones religiosas, ni Buda, ni Cristo, y tuvierais que empezar desde el principio. ¿Cómo emprenderíais la tarea? Tendríais primero que comprender el proceso de vuestro pensar -¿no es así?- y no proyectaros vosotros mismos, vuestro pensamiento, en lo por venir, creando un Dios que os agrade; eso sería demasiado pueril. En primer término, pues, tendríais que comprender el proceso de vuestro pensar. Esa, a no dudarlo, es la única manera de descubrir algo nuevo, ¿no es cierto? Cuando decimos que la erudición o el saber es un impedimento, un estorbo, no incluimos el conocimiento técnico: cómo guiar un coche, cómo hacer funcionar una máquina; tampoco incluimos la eficiencia que trae ese conocimiento. Tenemos en vista una cosa muy distinta: el sentimiento de felicidad creadora que ninguna suma de conocimientos o de erudición puede traer. Y, ser creador en el sentido cabal y verdadero de la palabra, es estar libre del pasado, de instante en instante. Porque es el pasado lo que siempre oscurece el presente. Limitarse a depender de la información, de las experiencias ajenas, de lo que alguien haya dicho, por grande que él sea, y tratar de que nuestra acción se aproxime a eso; todo eso es conocimiento, ¿verdad? Mas para descubrir cualquier cosa nueva debéis empezar por vosotros mismos; tenéis que emprender un viaje completamente despojados de todo, especialmente de conocimientos. Porque es muy fácil tener experiencias como resultado de la creencia y del saber, pero esas experiencias no son sino el producto de la autoproyección, y, por lo tanto, absolutamente falsas e ilusorias. Y si habéis de descubrir por vosotros mismos qué es lo nuevo, lo creador, de nada sirve que carguéis con el peso de lo viejo, sobre todo del saber; el saber de otra persona, por grande que ella sea. Vosotros hacéis uso del saber como medio de autoprotección, de seguridad, y queréis estar enteramente seguros de que tendréis las mismas experiencias de Buda, de Cristo o de X. Pero es obvio que el hombre que constantemente se protege a sí mismo por medio del saber, no es un buscador de la verdad.

No hay camino que conduzca al descubrimiento de la verdad. Debéis lanzaros al mar inexplorado, lo cual no es para deprimiros ni implica intrepidez. Cuando queréis descubrir algo nuevo, por cierto, cuando experimentáis con alguna cosa, vuestra mente tiene que estar muy serena, ¿no es así? Pero si vuestra mente está abarrotada, llena de hechos y conocimientos, éstos actúan como un estorbo para lo nuevo; y la dificultad, para la mayoría de nosotros, estriba en que la mente ha llegado a ser tan importante, de tan predominante significación, que ella obstaculiza de continuo a todo lo que pueda ser nuevo, a todo lo que pueda existir simultáneamente con lo conocido. Así, pues, el saber y la erudición son obstáculos para los que quisieran buscar, para los que quisieran tratar de comprender lo atemporal. 

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