Epílogo
No hay final donde nunca hubo comienzo.
El pensamiento quiere cerrar lo que no comprende, pero lo real no cabe en un límite ni en una conclusión.
Cuando cesa la búsqueda y la mente ya no persigue sentido, lo que es se muestra por sí mismo.
No hay maestro ni discípulo, sólo atención.
En esa atención sin elección, el observador y lo observado dejan de estar separados, y la vida encuentra su propio orden.
Nada queda por decir.
El silencio no es vacío: es la presencia misma.
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