CAPÍTULO X
El Amor
El deseo urgente de seguridad en nuestras relaciones engendra, inevitablemente, dolor y temor. Esta búsqueda de seguridad está invitando a la inseguridad. ¿Ha encontrado usted seguridad alguna vez en cualquiera de sus relaciones? ¿La ha encontrado? La mayoría de nosotros queremos estar seguros de amar y ser amados, pero, ¿hay amor cuando cada uno está buscando su propia seguridad, su camino particular? No somos amados porque no sabemos amar. ¿Qué es el amor? La palabra está tan sobrecargada y corrompida que apenas me gusta usarla. Todos hablan del amor; toda revista y periódico, igual que todo misionero, habla interminablemente del amor. Yo amo a mi país, amo a mi rey, amo algún libro, amo esa montaña, amo el placer, amo a mi mujer, amo a Dios. ¿Es el amor una idea? Si es así, puede ser cultivada, nutrida, acariciada, llevada y traída, torcida en cualquier forma que usted quiera. Cuando usted afirma que ama a Dios, ¿qué quiere decir? Quiere decir que ama una proyección de usted mismo, revestida con cierta forma de respetabilidad de acuerdo con lo que usted piensa que es noble y sagrado; decir, pues, “yo amo a Dios”, es un absoluto contrasentido. Cuando usted adora a Dios, se está adorando usted mismo -y esto no es amor-. Como no podemos resolver esta cuestión humana llamada amor, nos perdemos en abstracciones. El amor puede ser la última solución a todas las dificultades del hombre, a sus problemas y afanes. ¿Cómo, pues, vamos a descubrir qué es el amor? ¿Meramente definiéndolo? La iglesia lo ha definido de una manera, la sociedad de otra, y hay toda clase de desviaciones y perversiones. Adorar a alguien, dormir con alguien, el intercambio emocional, el compañerismo, ¿es eso lo que significa para nosotros el amor? Tal ha sido la forma, el patrón, y se ha vuelto tan tremendamente personal, sensual y mezquino, que las religiones han declarado que el amor es algo mucho más que eso. En lo que llaman amor humano, ellas ven el placer, la competencia, los celos, el deseo de poseer, de retener, de dominar a otros y de interferir con su manera de pensar, y conociendo la complejidad de todo esto, dicen que debe haber otra clase de amor: divino, hermoso, intocable, incorruptible.
Por todo el mundo, los hombres llamados santos han sostenido que mirar a una mujer es totalmente censurable. Dicen que usted no podrá acercarse a Dios si se complace en el sexo, y por eso lo desechan aunque se sientan devorados por él interiormente. Pero rechazando la sexualidad, se sacan los ojos, se cortan la lengua, pues niegan toda la belleza de la tierra. Han dejado hambrientos sus corazones y sus mentes; son seres humanos deshidratados; han proscrito la belleza, porque la belleza está asociada con la mujer. ¿Puede dividirse el amor en sagrado y profano, en humano y divino?, ¿o existe solamente amor? ¿Es el amor del uno y no de los muchos? Si yo digo: “Lo amo ha usted”, ¿excluye esto el amor a otro? ¿Es personal o impersonal el amor? ¿Moral o inmoral? ¿Familiar o no familiar? Si usted ama a la humanidad, ¿puede amar lo particular? ¿Es sentimiento el amor? ¿Es emoción el amor? ¿Es el amor placer y deseo? Todas estas preguntas indican, ¿no es verdad?, que tenemos ideas acerca del amor, ideas acerca de lo que debería o no debería ser, un patrón o un código desarrollado por la cultura en que vivimos. Así, para profundizar en la cuestión de lo que es el amor, primero debemos quitarnos la costra de los siglos, desechar todos los ideales e ideologías de lo que debería o no debería ser. Separar cualquier cosa entre lo que es y lo que debería ser, es la forma más engañosa de bregar con la vida. Ahora bien. ¿cómo voy a descubrir qué es esta llama a la cual damos el nombre de amor -no como expresarlo a otro-, sino qué significa en sí? Para poder descubrir por mí mismo qué es, rechazaré primero lo que la iglesia, la sociedad, mis padres y amigos y toda persona y todo libro han dicho acerca de él. He aquí el enorme problema que involucra a toda la humanidad. Se han hecho miles de definiciones, y yo mismo estoy atrapado en uno u otro patrón de acuerdo con lo que me agrada o me da placer por el momento; entonces, ¿no debería yo, a fin de comprender el amor, librarme primero de mis particulares inclinaciones y prejuicios? Estoy confuso, trastornado por mis propios deseos y, por lo tanto, me digo a mí mismo: “Primero aclara tu propia confusión. Tal vez así seas capaz de descubrir qué es el amor a través de aquello que no lo es”
El gobierno dice: “Ve y mata por amor a tu país”. ¿Es esto amor? La religión dice: “Deja el sexo para poder amar a Dios”. ¿Es esto amor? ¿Es el deseo el amor? No diga que no. Para la mayoría lo es -deseo y placer, el placer derivado de los sentidos a través del apego y la satisfacción sexual-. Yo no estoy contra el sexo, pero vea lo que esto implica. Lo que el sexo le da momentáneamente es el abandono total de usted mismo; después vuelve a sus perturbaciones. Por eso desea la repetición una y otra vez de ese estado en que no hay preocupación, ni problema, ni “yo”. Usted dice que ama a su esposa. En ese amor está involucrado el placer sexual, el placer de tener a alguien en la casa que cuide a los hijos y que cocine. Usted depende de ella; ella le da su cuerpo, sus emociones, su apoyo, un cierto sentido de seguridad y bienestar. Luego, si ella se fuera de su lado, se aburriera o se escapara con otro y todo el equilibrio emocional se destruyera, a esta perturbación que le desagrada la llamaríamos celos; en los celos hay dolor, ansiedad, odio y violencia. Entonces lo que usted esta realmente diciendo es: “Mientras me pertenezcas, te amaré, pero una vez dejes de pertenecerme, empezaré a odiarte. Mientras pueda depender de ti para satisfacer mis urgencias sexuales y de otra índole, te amaré, pero tan pronto cese de proporcionarme lo que yo deseo, dejarás de agradarme”. De esta manera se levanta el antagonismo entre ustedes dos, la separación, y cuando uno se siente separado de otro no hay amor. Pero si usted puede vivir con su esposa sin que el pensamiento cree estos estados contradictorios, estas porfías interminables dentro de usted mismo, entonces, tal vez -tal vez- sabrá lo que es el amor. Entonces usted es completamente libre, y ella también; pero si depende de ella para todas sus satisfacciones, será su esclavo. Por lo tanto, cuando se ama debe haber libertad, no sólo respecto de la otra persona; también respecto de uno mismo.
Pertenecer a otro, estar psicológicamente nutrido por otro, dependiendo de otro, tiene que crear siempre ansiedad, temor, celos, culpa, y en tanto haya temor, no hay amor. Una mente dominada por el dolor nunca conocerá el amor; el sentimentalismo y el emocionalismo nada tienen que ver con el amor. Y, por supuesto, el amor nada tiene que ver con el placer y el deseo. El amor no es producto del pensamiento, que es el pasado, no es posible que el pensamiento pueda cultivarlo. El amor no está resguardado y preso en los celos, porque éstos pertenecen al pasado. El amor es presente, activo en todo momento. No es “amaré” o “he amado”. Si usted conoce el amor, no sigue a nadie. El amor no obedece. Cuando se ama no hay respeto ni falta de respeto. ¿Sabe usted lo qué significa amar realmente a alguien? -Amarlo sin odio, sin celos, sin cólera, sin querer intervenir en lo que hace o piensa, sin condenar, sin comparar- ¿Sabe usted lo que eso significa? ¿Hay comparación dónde hay amor? Cuando usted ama a alguien con todo su corazón, con toda su mente, con todo su cuerpo, con todo su ser, ¿hay comparación? Cuando usted se abandona enteramente a ese amor, no existe el otro. ¿Tiene el amor responsabilidad y deberes, y se le puede aplicar esas palabras? Cuando usted hace algo por deber, ¿hay amor en ello? En el deber no hay amor. La estructura del deber en el que el hombre se ve cogido, lo está destruyendo. Mientras usted se vea obligado ha hacer algo porque es su deber, usted no ama lo que está haciendo. Cuando hay amor, no hay deber ni responsabilidad. La mayoría de los padres desafortunadamente piensan que son responsables de sus hijos, y su sentido de responsabilidad se manifiesta ordenándoles qué deben o no deben hacer, qué deben o no deben llegar a ser. Los padres quieren que sus hijos tengan una posición segura en la sociedad. Lo que ellos llaman responsabilidad es parte de esa respetabilidad a la que rinden culto. Y a mí me parece que donde hay respetabilidad no hay orden; sólo existe el interés de convertirse en unos perfectos burgueses. Cuando preparan a sus hijos para que se ajusten a la sociedad, están perpetuando la guerra, el conflicto y la brutalidad. ¿Acaso llama usted a eso verdadero interés y amor? Estar realmente interesado en alguien implica cuidarlo como lo haría con un árbol o una planta: regarla, estudiar sus necesidades, buscar el mejor suelo para ella, atenderla con gentileza y ternura -pero cuando usted prepara a sus hijos para adaptarlos a la sociedad, los está preparando para llevarlos a la muerte-. Si amara a sus hijos, no ocasionaría guerras.
Cuando usted pierde al ser amado, derrama lágrimas, pero esas lágrimas, ¿son por usted mismo o por el que ha muerto? ¿Llora por usted o llora por él? ¿Ha llorado alguna vez por otro? ¿Ha llorado por su hijo muerto en el campo de batalla? Usted ha llorado; ¿pero brotan esas lágrimas de compasión porque han matado a un ser humano o por usted mismo? Si llora por lástima propia, sus lágrimas no tienen ningún significado, ya que sólo está interesado en usted mismo. Si llora porque se ha visto despojado de alguien en quien había puesto gran afecto, eso no era realmente afecto. Cuando llore por su hermano que ha muerto, llore por él. Es muy fácil llorar por usted mismo, pues él se ha ido. Aparentemente usted está llorando porque su corazón está conmovido; pero no está conmovido por él, sólo lo está por propia compasión, y esta autocompasión lo endurece a usted, lo encierra dentro de usted mismo, y lo vuelve torpe y estúpido. Cuando usted llora por usted mismo, ¿es eso amor -llorando porque está sólo, porque lo han abandonado, porque no es poderoso, quejándose de su suerte, de todo lo que lo rodea-. Siempre derramando lágrimas por usted? Si usted comprende esto, lo que significa entrar en contacto con ello tan directamente como cuando toca un árbol, una columna o una mano, entonces verá que el dolor lo crea uno mismo, que el dolor es creado por el pensamiento, que el dolor es resultado del tiempo. Hace tres años yo tenía a mi hermano, pero murió; ahora estoy solo, sufro, no tengo a quien recurrir en busca de consuelo o compañía, y eso hace brotar lágrimas de mis ojos. Puede ver cómo ocurre todo esto dentro de usted mismo si lo observa. Puede verlo plenamente, completamente de una ojeada, no necesita tiempo para analizarlo. Puede ver en un instante que toda la estructura y naturaleza de esta pequeña y mezquina cosa llamada “mi”: mis lágrimas, mi familia, mi nación, mi creencia, mi religión, esta fealdad está totalmente dentro de usted. Cuando usted la ve con el corazón, no con la mente, cuando lo ve desde lo más hondo del corazón, entonces tiene la clave que pondrá fin al dolor. El dolor y el amor no pueden ir juntos, aunque en el mundo cristiano hayan idealizado el sufrimiento poniéndolo en una cruz y adorándolo. Así dan a entender que usted nunca podrá escapar del sufrimiento si no es por esta puerta particular. Y ésta es toda la estructura de una sociedad religiosa basada en la explotación.
Así cuando usted pregunta qué es amor, puede ser que usted esté tan atemorizado que no entienda la respuesta. Esta podría significar el completo cataclismo; podría destruir la familia. Puede que usted descubra que no ama a su esposa o esposo, a sus hijos ¿en verdad los ama? Puede verse obligado a destruir la casa que ha edificado, puede que nunca regrese al templo. Pero si aún quiere descubrir el amor, verá que el temor no es amor, que la dependencia no es amor, ni los celos son amor, ni tampoco el deseo de posesión y dominio; que la responsabilidad y el deber no son amor; que la propia compasión y la agonía de no ser amado no son amor; que el amor no es lo opuesto del odio, así como la vanidad no es lo opuesto de la humildad. De modo que si usted puede eliminar todo esto, no por la fuerza, sino lavándolo tal como la lluvia limpia una hoja del polvo de muchos días, entonces quizá encontrará esa extraña flor de la cual el hombre ha estado siempre hambriento. Si usted no ha logrado el amor -no en gotas pequeñas, sino en abundancia- si no está rebosante de amor, el mundo irá al desastre. Usted sabe intelectualmente que la unión de la humanidad es esencial, y que el amor es el único camino; pero, ¿quién le va a enseñar a amar? ¿Alguna autoridad, algún sistema, algún método? Si alguien le dice cómo, ya no es amor. Puede usted decir: “Me dedicaré al ejercicio del amor, me sentaré día tras día a pensar en él; lo practicaré siendo bondadoso y gentil y esforzándome por darles mi atención a los otros”. ¿Quiere usted decir qué puede disciplinarse para amar, ejercitar su voluntad para amar? Cuando usted se adiestre para amar mediante la disciplina y la voluntad, el amor se escapará por la ventana. Con la práctica de algún método o sistema, puede volverse extraordinariamente perspicaz o más bondadoso, o llegar a un estado de no-violencia, pero eso nada tiene que ver con el amor.
En este mundo árido, violentamente dividido, no hay amor porque el placer y el deseo juegan los papeles más importantes; no obstante, sin amor la vida cotidiana no tiene sentido. Y no puede haber amor si no hay belleza. La belleza no es algo que usted ve -no un hermoso árbol, un cuadro bonito, un bello edificio o una hermosa mujer-. Sólo hay belleza cuando el corazón y la mente conocen el amor. Sin amor y ese sentido de belleza, no hay virtud, y usted lo sabe muy bien; haga lo que haga, ya mejore la sociedad, ya alimente al pobre, estará creando más daño, pues sin amor, sólo habrá fealdad y pobreza en su corazón y en su mente. En cambio, cuando hay amor y belleza cualquier cosa que haga estará bien, estará en orden. Si usted sabe amar, puede hacer lo que quiera porque el amor resolverá todos sus problemas. Así, hemos llegado a este punto: ¿Puede la mente dar con el amor, sin disciplina, sin pensamiento, sin esfuerzo, sin libro, sin maestro o líder alguno; dar con él como cuando uno se encuentra ante una hermosa puesta de sol? A mí me parece que una cosa es absolutamente necesaria, y ésta es la pasión sin motivo, pasión que no es resultado de algún apego o compromiso, pasión que no es sensualidad. Un hombre que no sabe lo que es la pasión, nunca conocerá el amor, porque el amor sólo puede surgir cuando hay un total abandono de sí mismo. Una mente que busca, no es una mente apasionada. Encontrarse con el amor sin buscarlo, es el único camino para llegar a él -encontrarse con él desprevenido y no como resultado de algún esfuerzo o experiencia-. Un amor así, usted descubrirá que no pertenece al tiempo; tal amor es tanto personal como impersonal, es a la vez el uno y los muchos. Como ante una flor que exhala su perfume, usted puede aspirar su fragancia o pasar de largo. Esa flor es para todos y para aquel que se toma el trabajo de olerla intensamente y de mirarla con deleite. Ya se encuentre uno muy cerca en el jardín, o se halle muy lejos, es lo mismo para la flor, porque está llena de ese perfume y así lo comparte con todos los demás. El amor es algo nuevo, fresco, vital. No tiene ayer ni mañana; está más allá de la barahúnda del pensamiento. Sólo una mente inocente puede conocer el amor, y una mente así puede vivir en el mundo que no es inocente. Descubrir esta cosa extraordinaria que el hombre ha buscado incesantemente a través del sacrificio, del culto a otro, de la convivencia, del sexo, a través de toda forma de placer y de dolor, es sólo posible cuando el pensamiento llega a comprenderse a sí mismo y cesa de manera natural. Entonces el amor no tiene opuesto, entonces el amor no tiene conflictos.
Usted puede preguntar: “Si yo encuentro tal amor, ¿qué ocurrirá a mi esposa, a mis hijos, a mi familia? Ellos deben tener seguridad”. Cuando usted plantea semejante problema, es que nunca ha salido del campo del pensamiento, del campo de la conciencia. Una vez que haya salido de ese campo, nunca hará tal pregunta, porque entonces conocerá el amor en que no existe el pensamiento y, por supuesto, tampoco el tiempo. Usted podrá sentirse hipnotizado y fascinado al leer esto, pero ir realmente más allá del pensamiento y del tiempo -lo que significa trascender al dolor- es darse cuenta de que existe una dimensión distinta llamada amor. Pero usted no sabe cómo llegar a esta fuente extraordinaria; por tanto, ¿qué hace usted? Si no sabe qué hacer, uno no hace nada, ¿verdad? Absolutamente nada. Entonces usted está internamente en completo silencio. ¿Comprende lo que esto significa? Significa que usted no está ya buscando, ni deseando, ni persiguiendo nada; no hay centro en absoluto. Entonces hay amor.