CAPÍTULO VI
La Violencia La Cólera Justificación y Condenación El Ideal y la Realidad EL TEMOR, el PLACER, el DOLOR.
El pensamiento y la violencia están todos relacionados entre sí. Muchos de nosotros encontramos placer en la aversión por alguien, en el odio a una raza o grupo particular de gentes, en el antagonismo hacia otros. Pero cuando toda violencia ha terminado, existe un estado mental de gozo que es muy diferente del placer de la violencia con sus conflictos, odios y temores. ¿Podremos ir hasta la misma raíz de la violencia y librarnos de ella? De otra manera viviremos eternamente en lucha unos contra otros. Si así es como le gusta a usted vivir y aparentemente es lo que quiere la mayoría continúe de esa manera. Si usted dice: “Bien, lo siento, pero la violencia nunca podrá terminar”, entonces usted y yo no podemos comunicarnos, se ha bloqueado usted mismo. Pero si dice que pudiera haber una manera diferente de vivir, entonces seremos capaces de comunicarnos usted y yo. Así, pues, consideremos juntos, aquellos que podemos comunicarnos, si es de algún modo posible terminar totalmente con toda forma de violencia en nosotros mismos, y seguir viviendo en este mundo monstruosamente brutal. Creo que es posible. Yo no quiero tener ni un aliento de odio, celos, ansiedad o temor dentro de mí. Quiero vivir completamente en paz; lo que no significa que quiero morir. Quiero vivir en esta tierra maravillosa, tan abundante, tan rica, tan hermosa. Quiero mirar los árboles, las flores, los ríos, las colinas, las mujeres, los niños, las niñas, y al mismo tiempo vivir completamente en paz conmigo mismo y con el mundo. ¿Qué puedo hacer? Si sabemos mirar la violencia, no sólo exteriormente en la sociedad -las guerras, los motines, los antagonismos nacionales y conflictos de clases- sino también en nosotros mismos, entonces tal vez seremos capaces de transcenderla. He aquí un problema muy complejo. Por siglos y siglos el hombre ha sido violento; las religiones en todas partes han tratado de domarlo, pero ninguna de ellas ha tenido éxito. De modo que si vamos a examinar la cuestión, me parece que debemos por lo menos ver este asunto muy seriamente porque nos llevará a un terreno por completo distinto. Pero si queremos meramente jugar con el problema como entretenimiento intelectual, no llegaremos muy lejos.
Tal vez usted sienta que su actitud es muy seria frente a este problema, pero como muchas personas en el mundo no lo ven con seriedad ni están preparadas para hacer nada con él, ¿de qué sirve hacer algo? A mí no me importa si los demás lo toman en serio o no. Yo lo tomo en serio, y es bastante. Yo no soy el guardián de mi hermano. Yo mismo, como ser humano, siento vehementemente este problema de la violencia y velaré por no ser violento internamente, pero no puedo decirle a usted ni ha ningún otro: “no sea violento”. No tendría sentido -a menos que lo quiera usted mismo-. Entonces si usted quiere de veras comprender este problema de la violencia, continuemos juntos nuestro viaje de exploración. Este problema de la violencia, ¿está allí o aquí? ¿Quiere usted resolver el problema en el mundo exterior, o está usted investigando la violencia misma tal como se manifiesta en usted? Si en usted no hay violencia, surge la pregunta: “¿Cómo podré vivir en un mundo lleno de violencia, de deseo adquisitivo, de codicia, envidia, brutalidad? ¿No seré destruido?” Esta es la inevitable pregunta que uno invariablemente se hace. Si formula esa pregunta, me parece que en realidad usted no esta viviendo pacíficamente. Si usted viviera pacíficamente, no tendría problema. Usted puede ser enviado a prisión porque rehusa ingresar en el ejército, o puede recibir un balazo porque rehusa pelear pero ése no es un problema: usted será abatido. Es de extraordinaria importancia que esto se comprenda. Estamos tratando de comprender la violencia como un hecho, no como una idea, como un hecho que existe en el ser humano, y el ser humano soy yo. Y para penetrar en el problema debo ser completamente vulnerable, estar abierto a él. Debo desenmascararme a mí mismo, no necesariamente desenmascararme ante usted, porque usted puede no estar interesado -pero yo debo mantenerme en un estado mental que requiera ver esto justamente hasta el fin, sin detenerme en ningún punto para decir: “no iré más adelante".
Primero debe ser obvio para mí que soy un ser humano violento. He experimentado la violencia en la cólera, violencia en mis apetitos sexuales, violencia en el odio, creando así enemistad, violencia en los celos, etc. Yo la he experimentado, la he conocido, y me digo a mí mismo: “Quiero comprender este problema en su totalidad, no meramente un fragmento, el que se manifiesta en la guerra, sino esta agresión en el hombre, que también existe en los animales, de los cuales yo formo parte”. La violencia no consiste simplemente en matar a otro. Hay violencia cuando usamos una palabra dura, cuando hacemos un gesto para echar a un lado a una persona, cuando obedecemos por miedo. De modo que la violencia no es sólo la matanza organizada en el nombre de Dios, de la sociedad o de la patria. La violencia es mucho más sutil, más honda. Y nosotros estamos investigando las verdaderas profundidades de la violencia. Cuando usted se señala a sí mismo como hindú, musulmán, cristiano o europeo, u otra cosa, está actuando violentamente. ¿Sabe por qué eso es violento? Porque se está separando de la humanidad restante. Cuando usted se aparta de otros por motivos de nacionalidad, creencia, o tradición, surge la violencia. Por eso un hombre que intenta comprender la violencia no pertenece a ningún país, a ninguna religión, a ningún partido político o sistema especial. Está interesado en la comprensión total de la humanidad. Ahora bien, hay dos escuelas principales de pensamiento con relación a la violencia, una que dice: “La violencia es innata en el hombre”, y la otra que dice: “La violencia es el resultado del patrimonio social y cultural en que vive el hombre”. A nosotros no nos interesa a cuál escuela pertenecemos -eso no tiene importancia-. Lo que sí es importante es el hecho de que somos violentos, no la razón de serlo.
Una de las manifestaciones más comunes de violencia es la cólera. Cuando mi esposa o hermana son atacadas, yo digo que mi cólera es justa; cuando alguien ataca mi país, mis ideas, mis principios, mi manera de vivir, tengo razón en estar enfurecido. También me enojo cuando se atacan mis costumbres o mis pequeñas y mezquinas opiniones. Cuando usted me pisotea o me insulta, me encolerizo, o si huye con mi mujer y estoy celoso, ese celo se considera justo porque ella es mi propiedad. Y toda esta cólera está moralmente justificada. Pero también se estima justo que mate por mi patria. Así, cuando hablamos de la cólera, que es parte de la violencia, ¿vemos la cólera en términos de justa e injusta de acuerdo con nuestras propias inclinaciones y motivaciones ambientales, o la vemos sólo como cólera? ¿Existe una cólera justa? ¿O existe solamente cólera? No hay buena o mala influencia, sólo hay influencia, pero cuando algo que no me conviene influye en mí, digo que es mala influencia. Tan pronto usted protege a su familia, su país, o un jirón de tela de colores llamado bandera, una creencia, una idea, un dogma, la cosa que usted exige o posee, esa misma protección indica cólera. Así, ¿puede usted mirar la cólera sin ninguna explicación ni justificación, sin decir, “debo proteger mis bienes” o “estaba en lo cierto al enojarme”, o “qué estúpido soy en estar encolerizado”? ¿Puede usted mirar la cólera como si fuera algo en sí misma? ¿Puede usted mirarla objetivamente por completo, es decir, sin defenderla ni condenarla? ¿Puede usted hacerlo? Si yo sintiera antagonismo por usted o pensara que es una persona maravillosa, ¿podría mirarlo de la misma manera? Sólo podré verlo, cuando lo miro con cierto interés en el que no está involucrada ninguna de estas cosas. Ahora bien, ¿puedo mirar la cólera en la misma forma; lo cual significa que soy vulnerable al problema, que no le hago resistencia, que estoy observando ese extraordinario fenómeno sin reaccionar de modo alguno? Es muy difícil mirar la cólera desapasionadamente porque ella es parte de mí; por eso estoy tratando de mirarla. Heme aquí un ser humano violento, ya sea negro, moreno, blanco o rojo. No estoy interesado en saber si he heredado esta violencia o si la sociedad la ha producido en mí; todo lo que interesa es saber si será posible librarme de ella. Estar libre de la violencia significa todo para mí. Es más importante para mí que el sexo, la comida la posición, porque me está corrompiendo. Me está destruyendo y destruyendo el mundo, y quiero comprenderla. Quiero transcenderla. Me siento responsable de toda la cólera y la violencia en el mundo. Me siento responsable -estas son meras palabras- y me digo: “Yo puedo hacer algo sólo si yo mismo estoy más allá de la cólera, más allá de la violencia, más allá de la nacionalidad”. Y este sentimiento de que debo comprender la violencia en mí mismo, produce tremenda vitalidad y pasión para investigar.
Pero para ir más allá de la violencia, no puedo reprimirla, no puedo negarla, no puedo decir: “Bien, es una parte de mí, y eso es todo”, o “no la deseo”. Tengo que mirarla, tengo que estudiarla, debo intimar con ella, y no puedo llegar a esta intimidad si la condeno o la justifico. Pero de hecho la condenamos; la justificamos. Por lo tanto, le estoy diciendo: “Deje por el momento de condenarla o de justificarla”. Y bien, si usted quiere parar la violencia, si usted quiere impedir las guerras, ¿cuánta vitalidad, cuánto de usted mismo le dedica a ello? ¿No le importa que le maten sus hijos, que vayan al ejército para ser heridos y asesinados? ¿No le importa? ¡Dios mío! Si eso no le interesa, ¿qué le interesa entonces? ¿Proteger su dinero? ¿Divertirse? ¿Tomar drogas? ¿No ve usted que su propia violencia está destruyendo a sus hijos? ¿O lo ve usted sólo como una abstracción?. Muy bien, entonces, si usted está interesado, dedíquese con todo su corazón y su mente a investigar. No diga simplemente, sin mayor interés en ello: “Bien, hablemos acerca de todo eso”. Yo le indico que no puede mirar la cólera ni la violencia con ojos que la justifiquen o la condenen, y que si esta violencia no es un problema quemante para usted, no puede desterrar esas dos cosas. Así, primero tiene que aprender; tiene que aprender cómo mirar la cólera, cómo mirar a su esposa, a su esposo, a sus hijos; tiene que escuchar al político, tiene que aprender por qué no es usted objetivo, por qué su actitud de condenar y justificar es parte de la estructura social donde vive, de su condicionamiento como alemán o hindú, o negro, o americano o a cualquiera que sea el país donde haya nacido y que su mente se va embotando como resultado de este condicionamiento. Para aprender, para descubrir algo fundamental, ha de tener la capacidad de penetrar profundamente. Si depende de un instrumento embotado, un instrumento obtuso, no será capaz de hacerlo. Así, lo que hacemos ahora es afilar el instrumento que es la mente -la mente que se ha entorpecido en este continuo justificar y condenar-. Usted sólo podrá calar a gran profundidad si su mente es como una aguja afilada y tan fuerte como un diamante. No es bueno decir simplemente, sin mayor interés: ¿Cómo lograré una mente así? Tiene usted que desearlo como desearía su próxima comida. Y para lograrlo, ha de ver que lo que embota y entorpece la mente es ese sentido de invulnerabilidad que ha levantado muros a su alrededor y que es también parte de esa condenación y justificación. Si la mente puede librarse de ello, entonces será capaz de ver, estudiar, penetrar y quizás llegar a un estado en que sea totalmente consciente de todo el problema. Volvamos, pues, al asunto principal -¿Es posible erradicar la violencia en nosotros mismos?- Es una forma de violencia decir: “Usted no ha cambiado, ¿Por qué no lo ha hecho?” Yo no estoy diciendo eso. No tiene sentido para mí convencerle de nada. Se trata de su vida, no de mí vida. La manera como viva es su problema. Yo sólo estoy preguntando si le es posible a un ser humano, que vive psicológicamente en cualquier sociedad, echar la violencia fuera de sí mismo. Si es posible, el mismo proceso producirá una manera diferente de vivir en este mundo. Muchos de nosotros hemos aceptado la violencia como una forma de vida. Dos espantosas guerras nada nos han enseñado, excepto levantar más y más barreras entre los seres humanos -es decir, entre usted y yo- Pero aquellos de nosotros que queremos librarnos de la violencia ¿cómo podemos hacerlo? Yo no creo que nada vaya a lograrse a través del análisis, ya sea el nuestro o el del profesional. Podríamos ser capaces de modificarnos ligeramente, vivir con un poco más de quietud, con un poco más de afecto, pero eso por sí mismo no nos daría la percepción total. Pero yo debo saber cómo analizar, de modo que en el proceso de análisis, mi mente se vuelva extraordinariamente aguda, porque es esa cualidad de agudeza, de atención, de seriedad, la que produce la percepción total. Uno no tiene los ojos para ver la totalidad de una sola mirada; esta claridad de visión es posible solamente si uno puede ver los detalles; entonces, da el salto. Algunos de nosotros, a fin de librarnos de la violencia, hemos usado un concepto; un ideal llamado la no-violencia, y pensamos que teniendo un ideal de lo opuesto a la violencia, o sea, la no-violencia, podemos desembarazarnos del hecho, de lo real -pero no podemos- Hemos tenido un sinnúmero de ideales, todos los libros sagrados están llenos de ellos; sin embargo, aún somos violentos -entonces, ¿por qué no bregar con la violencia misma, olvidando del todo la palabra?-
Si usted quiere comprender lo real, debe darle su completa atención, toda su energía. Esa atención y energía se perturban cuando usted crea un mundo ficticio, ideal. Por lo tanto, ¿puede usted desterrar por completo el ideal? El hombre realmente serio, a quien le urge descubrir qué es la verdad, qué es el amor, no tiene concepto alguno. Vive solamente en lo que es. Para investigar el hecho de su propia cólera, usted no debe someterla a juicio, porque tan pronto concibe lo opuesto, la condena y, por tanto, ya no puede verla tal como es. Cuando usted dice que alguien le inspira aversión o que usted lo odia, éste es un hecho aunque parezca terrible. Si usted lo mira, si lo examina completamente, el hecho cesa. Pero si usted dice: “no debo odiar, debo tener amor en mi corazón”, entonces está viviendo en un mundo hipócrita con patrones dobles. Vivir plenamente, completamente, en el momento, es vivir con lo que es, con lo actual, sin un sentido de condenación ni de justificación. Entonces es tal la plenitud de su comprensión que el hecho ha terminado para usted. Cuando usted ve con claridad, el problema se soluciona. ¿Pero puede usted ver el hecho de su violencia claramente -el aspecto de la violencia no sólo fuera, sino también dentro de usted mismo?- Esto significa que usted está totalmente libre de la violencia porque no ha dependido de ideología alguna para desembarazarse de ella. Esto requiere una meditación muy honda, no meramente un acuerdo o desacuerdo verbal. Usted ha leído ahora una serie de afirmaciones, ¿pero las ha entendido en realidad? Su mente condicionada, su modo de vida, toda la estructura de la sociedad en que vive, le impiden mirar un hecho y verse libre de él total e inmediatamente. Usted dice: “Lo pensaré, consideraré si es posible librarme o no de la violencia”. “Trataré de ser libre”. Esta es una de las más tremendas afirmaciones que usted puede hacer: “Trataré”. No hay eso de tratar, o hacer lo mejor; o lo hace usted, o no lo hace. Usted está dejando que intervenga el tiempo mientras la casa se quema. La casa está en llamas como resultado de la violencia en todo el mundo y en usted mismo; no obstante, usted dice: “Déjeme pensarlo, ¿qué ideología conviene más para apagar el fuego?” Cuando la casa está en llamas, ¿discute usted en cuanto al color del pelo del hombre que va a traer el agua?
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