OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 SEXTA PLÁTICA EN OMMEN

Pregunta: ¿Cuáles son, según usted, los principios fundamentales sobre los que debe basarse la crianza y la educación de los niños? ¿Estaremos siempre en lo justo al suponer que los niños son capaces de saber lo que es bueno y correcto para ellos y que cuanto menos interferencia y guía haya de parte de los adultos, mejor será?

KRISHNAMURTI: Los múltiples problemas que conciernen a la educación de los niños sólo pueden ser resueltos de manera comprensiva, integral. La humanidad está siendo educada y regimentada conforme a ciertas ideas económicas, filosóficas y religiosas. Si el hombre es nada más que el resultado del medio y la herencia, si es tan sólo un ente social, entonces no hay duda de que cuanto más regimentación, guía, imposición y compulsión haya, mejor será. En tal caso, el niño debe ser controlado desde la más tierna infancia, y sus reacciones más profundas ante la vida deben ser corregidas y disciplinadas de acuerdo con las necesidades industriales y la moralidad biológica.

En oposición a este concepto está la fe, la cual sostiene que hay tan sólo una única fuerza trascendental, universal, que es Dios, y que todo forma parte de ella y nada le es desconocido. El hombre no es libre y su destino está predeterminado. En la fe también hay regimentación del pensamiento a través de la creencia y el ideal. Lo que llamamos educación religiosa, consiste solamente en forzar al individuo a adaptarse a ciertas ideas, moralidades y conclusiones establecidas por las organizaciones religiosas.

Si ustedes examinan estos dos opuestos, las afirmaciones de la fe y las de la ciencia, verán que, si bien están en oposición, ambas moldean al hombre, grosera o sutilmente, conforme a su propio patrón. Antes de que podamos saber cómo educar a los niños — o cómo educarnos nosotros — , debemos comprender el significado de estos opuestos. A causa de la fe, del temor y la compulsión, hemos creado un sistema de pensamiento y de conducta que llamamos religión al cual nos ajustamos constantemente; o bien, por la continua aseveración de que el hombre es tan sólo un ente social, un producto del medio y de la herencia, hemos creado una moralidad superficial, hueca y estéril. Así que, antes de educar a los niños o de educarnos a nosotros mismos, tenemos que comprender qué es el hombre.

Nuestro pensamiento y nuestra acción provienen a veces de la fe y otras veces de reacciones a las necesidades biológicas o económicas. Cuando arden en nosotros la ansiedad, el miedo, la incertidumbre, recurrimos a Dios afirmando que hay una fuerza trascendental que nos guía, y con la moralidad de la fe tratamos de vivir en un mundo hecho de oportunismo, odio y cmeldades. Por consiguiente, es inevitable que haya conflicto entre el sistema de La fe y el sistema de la moralidad egoísta. Ninguno de estos sistemas que se oponen el uno al otro, permite discernir qué es el hombre.

¿Cómo vamos a descubrirlo, entonces? Primero debemos tornarnos conscientes de nuestros pensamientos y nuestros actos liberándolos de la fe, el miedo y la compulsión. Debemos desembarazarlos de la reacción y el conflicto de los opuestos que actualmente los aprisionan. Estando alerta y constantemente atentos, descubriremos por nosotros mismas el verdadero proceso de la conciencia. He tratado de explicar este proceso en mis diversas pláticas.

En lugar de pertenecer a uno u otro de los sistemas opuestos de pensamiento — La fe y la ciencia — , debemos ir mucho más allá de ambos; sólo entonces discerniremos lo verdadero. Veremos que hay muchas energías cuyos procesos son únicos, y que no existe una sola fuerza universal que ponga en movimiento estas energías separadas. El hombre es esta energía única, activa por sí misma, que no tiene comienzo. En su desarrollo espontáneo aparece la conciencia, de la cual surge la individualidad. Este proceso se nutre a sí mismo mediante sus propias actividades de ignorancia, prejuicio, deseo y temor. Mientras exista este proceso de ignorancia y deseo, tiene que existir el temor con sus múltiples ilusiones y escapes; de este proceso surgen el conflicto y el sufrimiento.

Si discernimos de verdad este proceso autónomo de la ignorancia, tendremos una actitud por completo diferente hacia el hombre y su educación. Entonces no existirá la compulsión de la fe o de la moralidad superficial, sino el despertar de la inteligencia, la cual se ajustará a todas las provocaciones de la vida. Hasta que comprendamos realmente el significado de todo esto, la mera búsqueda de otro sistema de educación es totalmente inútil. Para despertar la inteligencia creativa de modo tal que cada ser humano sea capaz de ajustarse espontáneamente a la vida, tiene que haber un discernimiento profundo respecto del proceso de uno mismo. Ningún sistema filosófico puede ayudarnos a que nos comprendamos a nosotros mismos. La comprensión llega sólo mediante el discernimiento del proceso del "yo" con su ignorancia, sus deseos y temores. Cuando actúe la inteligencia profunda y creativa, habrá una educación apropiada, una acción correcta y una buena relación con el medio.

Pregunta: ¿Acaso la experiencia no nos conduce a la plenitud del vivir?

KRISHNAMURTI: Vemos a muchas personas pasar por experiencia tras experiencia, multiplicando las sensaciones, viviendo en los recuerdos del pasado con anticipaciones del futuro. ¿Viven tales personas una vida plena? ¿Acaso los recuerdos acumulados conducen a la plenitud del vivir? ¿O la plenitud de la vida existe sólo cuando la mente es abierta, vulnerable y se halla totalmente despojada de recuerdos autodefensivos?

Cuando hay una acción integral sin la división de los numerosos deseos, hay plenitud, inteligencia, existe la profundidad de lo real. La mera acumulación de experiencias o el vivir a base de las sensaciones que genera la experiencia, no es sino un enriquecimiento superficial, de la memoria, el cual da una sensación superficial de plenitud a causa de la estimulación que produce. El mero enriquecimiento de la memoria no es plenitud de vida: lo único que hace es erigir nuevos muros de defensa contra el movimiento de la vida, contra el sufrimiento. Los muros autodefensivos de la memoria impiden la espontaneidad de la vida y aumentan la resistencia, con lo cual intensifican el dolor y el conflicto. Los recuerdos acumulativos de las experiencias no producen comprensión ni la fuerza que otorga una profunda flexibilidad.

La memoria nos guía a través de las experiencias. Abordamos cada nueva experiencia con una mente condicionada, una mente ya cargada de recuerdos autodefensivos, recuerdos de temores, prejuicios y tendencias. La memoria está siempre condicionando la mente y creando en torno de ella valores en los que queda aprisionada. Mientras existan los recuerdos autodefensivos que dan continuidad al proceso del "yo", no puede haber plenitud de vida.

Debemos comprender, pues, el proceso de la experiencia y percibir cómo la mente está siempre cosechando lecciones de aquello que experimenta, las cuales se convierten en su guía. Estas lecciones, estos ideales que nos guían y que no son sino recuerdos autodefensivos, ayudan todo el tiempo a la mente a escapar de la realidad. Aunque la mente busque escapar del sufrimiento ayudada por estos recuerdos, con eso sólo consigue acentuar el temor, la ilusión y el conflicto. La plenitud de la vida sólo es posible cuando la mente-corazón es totalmente vulnerable al movimiento de la vida y no crea ninguna clase de obstáculos artificiales. La riqueza de la vida llega cuando ha cesado el deseo con sus ilusiones y sus valores.

Pregunta: Háblenos, por favor, de la belleza y el éxtasis de la libertad. ¿Es posible alcanzar ese dichoso estado sin emplear la meditación y otros métodos adecuados a nuestra etapa evolutiva ?

KRISHNAMURTI: ¿Por qué desea que yo le hable acerca de la belleza y el éxtasis de la libertad? ¿Es para tener una nueva sensación, un nuevo cuadro imaginativo, un nuevo ideal, o es porque espera crear en sí mismo, gracias a mi descripción, una seguridad, una certeza? Usted desea ser estimulado. Tal como cuando lee un poema y se siente arrebatado por la momentánea visión de la fantasía del poeta, así desea el estímulo de una descripción. Cuando mira una hermosa pintura, durante un rato siente que la belleza de la misma lo transporta lejos del conflicto, la desdicha y el temor de cada día. Escapa, pero pronto regresa a su dolor, ¿De qué sirve que yo le describa lo indescriptible? No hay palabras que puedan medir eso. No preguntemos, pues, qué es la verdad, qué es la libertad.

Usted sabrá qué es la libertad cuando tenga conciencia profunda de los muros de su prisión, porque esa percepción disuelve de sí las limitaciones que uno mismo se ha creado. Cuando pregunta qué es la verdad, qué es el éxtasis de la libertad, sólo está pidiendo un nuevo modo de eludir La fastidiosa carga que implican la lucha, la pasión y el odio de todos los días. Ocasionalmente, percibimos la belleza de lo indescriptible, pero estos instantes son tan raros que nos aferramos al recuerdo de ellos y tratamos de vivir en el pasado, pese a que la realidad está siempre en el presente. Esto no hace sino perpetuar el conflicto y la ilusión. No vivamos imaginariamente en un futuro anticipado; antes bien, seamos conscientes de nuestras luchas cotidianas y de nuestros temores.

Hay unos pocos que, al comprender el proceso autónomo de la ignorancia, Le han puesto fin. Y son muchos los que casi han escapado por completo de lo real, no pueden discernir lo real, lo que está en perpetuo devenir. Ningún sistema, filosófico o científico puede conducirlos al éxtasis de la verdad. Ningún sistema de meditación puede liberarlos de las ilusiones, los conflictos y las desdichas que ellos mismos han creado y que actúan automáticamente y con tal obstinación, que contribuyen a crear las condiciones que impiden la fructificación de la inteligencia. Ustedes entienden por meditación una serie de reglas, una disciplina que, si la siguen, esperan que los ayudara a despertar la inteligencia. ¿Puede la compulsión, ya sea de la recompensa o del castigo, generar la intuición creativa respecto de la realidad? ¿No debemos estar alerta al proceso de la ignorancia, del deseo, tener conciencia de cómo crea nuevos deseos y, de ese modo, engendra siempre miedo e ilusión? Cuando uno comienza realmente a darse cuenta de este proceso, esa percepción misma es meditación, no la meditación artificial por unos cuantos minutos al día, en la que se apartan de la vida para contemplar la vida. Pensamos que apartándonos de la vida, aun por un instante, comprenderemos la vida. Para comprender la vida tenemos que fluir con la vida, movernos con la vida. Debemos conocer el proceso de la ignorancia, del deseo y del temor, porque nosotros mismos somos ese proceso.

Me temo que muchos de ustedes, que me escuchan a menudo pero no experimentan con lo que digo, adquirirán simplemente una nueva terminología, sin ese cambio de voluntad que es lo único capaz de liberar del conflicto y del dolor a la mente-corazón. En vez de preguntar por un método de meditación, que no hace sino indicar que buscan un modo de escapar de la realidad, disciernan por sí mismos el proceso de la ignorancia y el temor. Este discernimiento profundo es meditación.

Pregunta: Usted dice que la disciplina, tanto la externa como la que nos imponemos a nosotros mismos, es inútil Sin embargo, cuando uno encara la vida en serio, se somete inevitablemente a una especie de autodisciplina espontánea. ¿Hay algo malo en esto ?

KRISHNAMURTI: He tratado de explicar que esa conducta nacida de la compulsión, ya sea la de la recompensa o la del castigo, la del miedo o la del amor, no es la conducta correcta. Es tan sólo una imitación, un modo de forzar la mente y adiestrarla conforme a ciertas ideas, con el fin de eludir el conflicto. Este tipo de disciplina, impuesta o espontánea, no promueve la recta conducta. Esta es posible sólo cuando comprendemos el pleno significado del procedo autónomo de la ignorancia, así como la acción del deseo, la cual da lugar a que la limitación se reconstituya constantemente. El despertar de esa inteligencia que da origen a la recta conducta, surge cuando discernimos profundamente el proceso del miedo. ¿Puede la inteligencia ser despertada por la disciplina, ya sea impuesta o espontánea? ¿Es una cuestión de adiestrar el pensamiento conforme a un determinado patrón? ¿Se despierta la inteligencia por obra del temor, que nos fuerza a someternos a una norma de moralidad? La compulsión de cualquier clase, externa o impuesta voluntariamente, no puede despertar la inteligencia, porque la imposición es el resultado del temor. Donde hay temor no puede haber inteligencia. Donde funciona la inteligencia hay un ajuste espontáneo, sin intervención del proceso de la disciplina. De modo que la cuestión no es si la disciplina es buena o mala, o si es necesaria, sino descubrir cómo la mente puede liberarse del miedo que ella misma crea. Porque cuando nos liberamos del miedo, no hay sentido alguno de disciplina, sino sólo la plenitud de la vida.

¿Cuál es la causa del miedo? ¿Cómo se engendra el miedo? ¿Cuál es su proceso y cómo se expresa? Tiene que haber miedo mientras exista el proceso del "yo", la conciencia del deseo, que limita la acción. Todo acto que nace de la limitación producida por el deseo, sólo crea nuevas limitaciones. Este constante cambio de deseos con sus múltiples actividades, no libera del miedo a la mente, sino que da identidad y continuidad al proceso del "yo". La acción que emana del deseo debe crear siempre miedo y, debido a eso, impide la inteligencia y el ajuste espontáneo a la vida.

En vez de preguntarme si es bueno o malo que uno se discipline, tome conciencia de su propio deseo; verá, entonces, cómo surge el miedo y cómo se perpetúa. En vez de desear librarse del miedo, dese cuenta profundamente del deseo y hágalo sin ningún tipo de compulsión. Entonces cesará el miedo, despertará la inteligencia y existirá la honda plenitud de la vida.

2 de agosto de 1936