NOVENA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
En todas las épocas y especialmente en tiempos de mucho sufrimiento y mucha confusión, es importante que encontremos por nosotros mismos la felicidad y la comprensión internas, creativas. Tenemos que descubrirlas por nosotros mismos, pero la sensualidad, la prosperidad y el poder personal, en todas sus diferentes formas, impiden la paz y la dicha creativa. Si empleamos nuestras energías para la gratificación de los sentidos, crearemos inevitablemente valores que traerán prosperidad material y estimularán lo mundano, pero con estos valores vienen la guerra, la confusión y el dolor. Si búscamos inmortalidad personal, alimentaremos la codicia de poder, la que se expresa de múltiples maneras; nacionales, raciales, económicas, etc., de todo lo cual provienen grandes desastres con los que todos estamos familiarizados.
Durante las ocho pláticas anteriores hemos estado considerando estas cuestiones. Es indispensable que nos comprendamos a nosotros mismos, porque en la comprensión propia empezaremos a pensar rectamente y, en el proceso del recto pensar, descubriremos qué significa vivir de manera profunda y creadora y realizar aquello que está más allá de toda medida. Para vivir plena v creativamente, tiene que haber conocimiento propio, y para ello debe haber franqueza y humildad, amor y un pensar libre de miedo. La virtud se halla en la libertad respecto del anhelo, el cual engendra multiplicidad y repetición y torna la vida compleja, atormentada y dolorosa.
Una vida sencilla, como expliqué, no consiste tan sólo en la posesión de pocas cosas, sino en los rectos medios de vida y en estar libre de distracciones, aficiones particulares y afán posesivo. La libertad respecto del espíritu adquisitivo creará los rectos medios de vida, pero hay ciertos medios que son, evidentemente, incorrectos. La codicia, la tradición y el deseo de poder darán origen a los medios de vida incorrectos. Aun en estos tiempos, cuando todos están enganchados a una determinada clase de trabajo, es posible encontrar la ocupación correcta. Cada uno debe darse cuenta de los problemas que acarrea una ocupación incorrecta, con sus desastres y desdichas, su tediosa rutina y sus letales consecuencias. ¿No es, acaso, indispensable, que cada uno sepa por sí mismo cuál es el recto medio de vida? Si somos avaros, envidiosos, si buscamos el poder, entonces nuestros medios de vida corresponderán a nuestras exigencias internas y, por eso, produciremos un mundo de competencia, crueldad y opresión, que finalmente desembocará en la guerra.
Es, pues, imperativo, por cierto, que cada uno reflexione sobre su problema; tal vez no sean ustedes capaces de hacer nada en lo inmediato, pero al menos pueden pensar y sentir seriamente al respecto, lo cual traerá su propia acción. El talento y la capacidad tienen sus peligros y, si no nos damos cuenta de eso, nos convertiremos en sus esclavos. Esta esclavitud produce una acción antisocial, trae infelicidad y destrucción al hombre. Sin la recta comprensión, el talento y la capacidad se vuelven un fin en sí mismos; por eso se derivan en desastres tanto para aquél que posee tales dones como para sus semejantes.
Sin el descubrimiento y la comprensión de lo real, no hay felicidad creativa ni paz; nuestra vida será constante lucha y dolor; nuestras acciones y reacciones no tendrán significado alguna; la legislación externa y la compulsión jamás producirán riquezas internas, tesoros imperecederos. Para comprender lo real, debemos tener plena y clara conciencia respecto del proceso de nuestro pensar, del comportamiento de nuestra memoria y de las capas relacionadas entre sí de nuestra conciencia, Nuestro pensamiento es producto del pasado. Todo nuestro ser se basa en el pasado. Orgánicamente y en pensamiento somos copias. Desde el punto de vista orgánico, es posible entender las copias que somos y, entendiéndolas, podemos comprender sus reacciones, sus acciones imitativas y sus respuestas. Pero si nuestro pensamiento-sentimiento es tan sólo imitativo, si es el resultado de la mera tradición y del medio, poca esperanza hay de que pueda ir más allá de sí mismo. Pero si reconocemos y comprendemos los límites de las influencias ambientales y somos capaces de ir más allá de sus restricciones imitativas, encontraremos que estamos libres de toda copia y que en esa libertad se encuentra lo real.
Una copia, una cosa compuesta de partes, el "yo", jamás puede comprender aquello que no está compuesto, lo increado. Sólo cuando la copia — el "sí mismo", el "yo" y "lo mío" — llega a su fin., existe el éxtasis de lo imperecedero. El "yo" piensa y siente en términos de reunir, acumular, experimentar; piensa y siente desde el punto de vista del pasado, del futuro o de continuar el presente. Este proceso acumulativo de la memoria fortalece el "yo", que es la causa de la ignorancia y el dolor. Sin comprender las modalidades del "yo", aquéllos de nosotros que tenemos inclinaciones políticas y sociales, estamos dispuestos a sacrificar el presente con la esperanza de crear un mundo mejor en el futuro; o están los que desean que continúe el presente; o, por fin, están aquéllos que acuden al pasado. Sin la comprensión y superación del "yo", todas esas acciones tienen que terminar, por fuerza, en una calamidad. Al tornarnos plenamente conscientes del proceso del "yo" con su memoria acumulativa, comenzaremos a comprender su condición atada al tiempo, al anhelo por una identificación continuada. Hasta que no comprendamos la naturaleza del "yo" y trascendamos su condición temporal, no podrá haber paz ni felicidad. Tal como es el "yo", así es el medio político y social.
La condición temporal del "yo" con la memoria que lo identifica debe ser estudiada, comprendida y, de ese modo, trascendida. El deseo, especialmente el deseo de placer, es exclusivista; y es la memoria la que da una continuidad identificada al "yo" y "lo mío". El pensar-sentir, que está siempre en movimiento, en flujo permanente, cuando se identifica con el "yo" y "lo mío", queda atado al tiempo y da una continuidad identificada a la memoria, al "yo". Esta memoria, en permanente crecimiento y multiplicación, debe ser abandonada. Ella es la causa de la copia, del movimiento del pensar que va de lo conocido a lo conocido, impidiendo así la comprensión de la verdad, de lo increado. La memoria debe llegar a ser para nosotros como un caparazón que no contiene en sí organismo vivo alguno. Para descubrir la realidad incognoscible, tenemos que trascender la condición puramente temporal del "yo" — la memoria que nos identifica — . Esta es una ardua tarea. El proceso de la memoria, que nos ata al tiempo, debe ser comprendido mediante la percepción meditativa; gracias a la constante percepción alerta de cada pensamiento-sentimiento, el anhelo de identidad puede ser observado y comprendido. Así, mediante esta percepción alerta y pasiva, el pensamiento-sentimiento se libera de la cualidad temporal de la memoria, del "yo" y de "lo mío". Sólo cuando el "yo" deja de crear, existe lo increado.
Pregunta: En el Bhagavad Gita, Krishna insta a Arjuna a entrar en combate. Usted dice que los buenos medios conducen a buenos fines. ¿Es usted contrario a las enseñanzas de Krishna ?
KRISHNAMURTI: Es probable que algunos de ustedes no hayan oído hablar de este libro; es el libro sagrado de los hindúes, en el cual Krishna que es supuestamente la manifestación de Dios, insta a Arjuna, el guerrero, a que entre en combate. Ahora bien, el interlocutor desea saber si yo me opongo-a esta enseñanza que insta a Arjuna a combatir. Esta enseñanza puede ser interpretada de muchas maneras, y cada interpretación crea controversias. Podemos pensar en numerosas interpretaciones, pero no quiero entregarme a la especulación, porque sería inútil. Pensemos y sintamos sin la carga paralizante de la autoridad espiritual. Esto es de fundamental importancia para comprender lo real.
Aceptar la autoridad, especialmente en cuestiones que conciernen al recto pensar, es un completo desatino; nos ata, nos estorba. Y el culto de la autoridad es el culto de uno mismo. Es una forma de pereza, de irreflexión, que se deriva en ignorancia y dolor.
Casi todos deseamos un mundo en el que haya paz y hermandad, en el cual no tengan cabida la crueldad y la guerra, en el que haya bondad y tolerancia., ¿Cómo hemos de lograrlo? Es indudable que para obtener buenos fines debemos emplear buenos medios. Si ustedes desean que haya tolerancia, deben ser tolerantes, tienen que acabar con la intolerancia desde sí mismos. Si quieren tener paz, deben emplear medios correctos para ello, no los métodos falsos de la brutalidad y la violencia. Esto es obvio, ¿verdad? Si usted quiere ser amigo de alguien, debe ser cortés y bondadoso con él; no ha de haber ira ni causa alguna de enemistad. Debe, pues, emplear buenos medios para crear buenos fines, porque en el medio mismo está el fin. No están separados, no se hallan distantes el uno del otro. Por lo tanto, si quieren tener paz en este mundo, deben usar medios pacíficos. Quizá los fines que se proponen sean buenos, pero con malos medios no los alcanzarán. Este es, por cierto, un hecho obvio pero, desafortunadamente, nos vemos arrebatados por la autoridad, por la ignorancia, por la propaganda repetitiva. El hecho es, en sí, simple y claro. Si quieren tener un mundo fraternal, unificado, deben terminar con las causas de ruptura: la enemistad, los celos, el afán adquisitivo, la nacionalidad, las diferencias raciales, el orgullo y demás. Pero somos muy pocos los que estamos dispuestos a desprendernos de nuestro anhelo de poder, de nuestra religión especializada, de nuestra mala voluntad, etc. Somos renuentes a abandonar todo eso y, no obstante, ¡queremos paz, anhelamos un mundo cuerdo y no competitivo!
Ustedes no podrán tener paz en el mundo excepto a través de medios pacíficos. Deben erradicar en sí mismos las causas de enemistad, empleando medios rectos e inteligentes y un recto pensar. El conocimiento propio cultiva el recto penar. Pero como casi todos somos ignorantes respecto de nosotros mismos, y como nuestro pensar-sentir es autocontradictario, de hecho nuestro pensamiento carece de existencia. Por eso se nos conduce, se nos maneja, se nos obliga a aceptar. Mediante la constante percepción alerta de cada pensamiento-sentimiento, llegamos a conocer las modalidades del "yo"; de ese conocimiento propio surge el recto pensar. El recto pensar creará los rectos medios para un mundo cuerdo y pacífico.
Pregunta: ¿Cómo puedo librarme del odio?
KRISHNAMURTI: Hay preguntas similares con respecto a la ignorancia, la ira, los celos. Al contestar esta pregunta en particular, espero estar respondiendo también a las otras.
Un problema no puede ser resuelto en su propio plano, en su propio nivel. Debe ser comprendido y disuelto desde un nivel diferente y más profundo de abstracción. Si deseamos meramente librarnos del odio reprimiéndolo o tratándolo como una cosa molesta y obstructiva, no lo disolveremos; volverá a surgir una y otra vez en formas diferentes, porque lo estaremos abordando desde su propio nivel limitado y mezquino. Pero si comenzamos a comprender sus causas internas y sus efectos externos y, de ese modo, ampliamos y profundizamos nuestro pensamiento-sentimiento tornándolo más agudo y claro, entonces el odio desaparecerá naturalmente, porque estaremos relacionados con niveles más hondos y más importantes del pensar y del sentir.
Si experimentamos ira y somos capaces de reprimirla o de controlarnos a fin de que no aflore de nuevo, nuestra mente sigue siendo tan pequeña e insensible como antes. ¿Qué se ha ganado mediante este esfuerzo de no ser irascibles, si nuestro pensamiento-sentimiento sigue siendo envidioso y temeroso, estrecho y cerrado en sí mismo? Podremos desembarazarnos del odio o de la ira, pero si la mente-corazón es aún estúpida y mezquina, creará nuevamente otros problemas y otros antagonismos y, por lo tanto, no habrá fin para el conflicto. Pero si empezamos a percibir y comprender las causas y los efectos de la ira, no hay duda de que ampliaremos nuestro pensar y sentir liberándolo de la ignorancia y del conflicto. Tornándonos plenamente conscientes y alerta, comenzaremos a descubrir las causas de la furia o del odio; esas causas son los temores autodefensivos en sus diferentes formas. Gracias a la percepción alerta descubrimos que estamos furiosos porque, quizás, está siendo atacada nuestra creencia particular; Llevando más adelante el examen, nos preguntamos si la creencia, el credo, son siquiera necesarios. Tomamos mayor conciencia del significado más amplio que tienen; percibimos cómo los dogmas, las ideologías dividen a la gente causando antagonismo, diversas formas de irracionalidades crueles y estúpidas. Así, mediante esta conciencia alerta y expandida, mediante la comprensión del significado interno de la ira, la ira pronto se desvanece. Gracias a este proceso de autoesclarecimiento, la mente se torna más profunda, más serena, más sabia; de este modo, las causas del odio y la ira no tienen cabida en ella. Cuando nos liberamos de la ira y del odio, de la codicia y la mala voluntad al pensamiento-sentimiento, adviene en nosotros un sentido de bondad, de delicadeza, el cual es la única cura posible. Esta bondad, esta compasión, no es el resultado de reprimir o sustituir, sino la consecuencia del conocimiento propio y del recto pensar.
Pregunta: Si bien usted ha hablado acerca de la concentración, yo la encuentro extremadamente difícil. ¿Tendría la bondad de examinarla nuevamente?
KRISHNAMURTI: Si queremos comprender algo, ¿no es necesario concederle atención e interés? Y lo es en especial si queremos comprendernos a nosotros mismos, porque nuestros pensamientos y sentimientos son muy erráticos, veloces y están aparentemente desconectados entre sí. Para comprendernos a nosotros mismos, resulta esencial un estado de conciencia expandida, no una mente que excluye con sus rechazos y sus juicios, no una concentración que limita. De una conciencia así, de este estado de percepción alerta, surge la verdadera y significativa concentración.
Ahora bien, ¿por qué encontramos tan difícil la concentración? ¿No es, acaso, porque la mayor parte de nuestro pensar es una distracción, una disipación? Ya sea a causa del hábito, de la pereza, de los numerosos intereses, o porque nuestro pensar-sentir no se ha completado a sí mismo, el pensamiento divaga o es repetitivo. Si divaga a causa del interés, el mero reprimirlo o controlarlo de poco sirve, porque tal represión o control es otro factor adicional que genera nuevas perturbaciones. El pensamiento volverá a ese interés, por trivial que sea, una y otra vez hasta que éste haya perdido todo su valor. Por lo tanto, si el pensamiento se desvía a causa del interés, ¿por qué no seguirlo hasta el final en vez de resistirlo? Acompáñelo, dése cuenta de todas sus implicaciones, estúdielo desinteresadamente hasta que ese pensamiento en particular, por tonto y trivial que pueda ser, haya sido comprendido y, por consiguiente, disuelto. De ese modo descubrirá, gracias a este proceso de percepción expandida y alerta, que los pensamientos repetitivos del interés trivial llegan a su fin; y lo hacen sólo cuando uno los considera e investiga afondo, no cuando los reprime.
Si el pensamiento divaga a causa del hábito, eso es un hecho indicativo y resulta importante advertirlo. Si se encuentra atrapado en el hábito, el pensamiento-sentimiento es tan sólo repetición y copia mecánica; por lo tanto, eso no es pensar, no lo es en absoluto. Si usted examina tal hábito de pensamiento, percibirá que podría ser causado por su educación, por el temor a la opinión ajena, por su preparación religiosa, por la influencia ambiental, etc. Así, pues, su pensamiento sigue un surco, un patrón que revela el estado de su propio ser. La condición errática del pensamiento podría deberse a la pereza. También esto sería muy indicativo, ¿no es así? Tomar plena conciencia de la pereza es tornarse alerta, pero ignorarla es ser verdaderamente perezoso. El hecho de que caigamos en la pereza puede deberse a una dieta equivocada, a que no prestamos atención suficiente a nuestra salud, o debido a circunstancias o relaciones que nos adormecen, etc. Por eso, cuando nos damos cuenta de las causas de nuestra pereza, podemos producir perturbaciones internas que tienen un afecto externo; por consiguiente, quizá prefiramos ser perezosos. O el pensamiento es repetitivo porque jamás se ha dado el tiempo necesario para completarse. Tal como una carta no terminada se vuelve una fuente de irritación, así el pensamiento-sentimiento inconcluso se vuelve repetitivo.
Gracias a la constante percepción alerta, usted mismo comenzará a descubrir por qué su pensamiento-sentimiento divaga o se repite continuamente, si es a causa de un interés particular, del hábito, de la pereza, o porque no ha llegado a completarse. Si sigue el curso de sus pensamientos-sentimientos, haciéndolo diligentemente, con conciencia alerta, con atención cuidadosa, pasiva y desinteresada, surge una concentración expandida que es esencial para la comprensión de lo real. Una mente que se entrega a formulaciones, a sus propias creaciones, no puede comprender la verdadera creación, lo increado. ¿Cómo puede una mente parlanchína, ruidosa, comprender lo inconmensurable? ¿Qué valor tiene para un niño pequeño, una bella obra de arte? Jugará con ella y pronto se cansará. Así ocurre con la mayoría de nosotros. Somos creyentes o incrédulos; vivimos a base de las experiencias y los conocimientos de otras personas. Nuestras mentes son mezquinas, crueles, ignorantes; se hallan fragmentadas, no hay en ellas interacción y quietud. ¿Cómo puede una mente así comprender aquello que está más allá de toda medida, más allá de toda formulación? Toda evaluación debe cesar para que uno pueda estar verdaderamente concentrado. La percepción alerta fluye dentro de los estanques serenos y profundos de la meditación.
Pregunta: ¿No le debo algo a mi raza, a mi nación, a mi grupo?
KRISHNAMURTI: ¿Qué es su nación, su raza? Todos los pueblos hablan de "su nación, su grupo, su raza". A causa de estas irreflexivas afirmaciones, hay confusión y conflicto, incalculable dolor y degradación, Usted y yo somos uno, no hay Oriente ni Occidente. Somos seres humanos, no etiquetas. Hemos creado artificialmente naciones, razas, grupos en oposición a otras naciones, razas y grupos. Les hemos creado, ustedes y yo, en nuestra búsqueda de poder y fama, en nuestro deseo de ser exclusivos y a causa del deleite que encontramos en esos anhelos individualistas, egocéntricos. Debido a la codicia, a la mala voluntad y a la ignorancia, hemos erigido barreras nacionales, raciales y económicas. Nos hemos separado artificialmente de nuestros semejantes. Un hombre serio, reflexivo, ¿le debe algo a aquello que es el resultado de la mala voluntad y la ignorancia? Si, como resultado de] miedo y la codicia sigue usted perteneciendo a la nación, al grupo, a la raza, es responsable por el dolor y la crueldad. Entonces su raza, su nación, su grupo, son lo que es usted. ¿Cómo puede, pues, deber algo a aquello de lo que forma parte? Sólo cuando usted se coloca e sí mismo en oposición a la masa, entonces, en su reacción individualista y exclusiva, contrae un deber, una deuda. Pero una reacción así es, indudablemente, falsa, perqué usted es el grupo, la nación, la raza, que han surgido a la existencia por obra de usted. Sin usted, no existen.
La cuestión no es, entonces, si usted está en deuda con eso, sino cómo trascenderlo; cómo ir más allá de las causas que han producido esta existencia separativa, basada en la exclusión. Al preguntarse cuál es su deber, su karma, su relación con la masa, con la nación, se está planteando a sí mismo una pregunta errónea que tendrá solamente una respuesta errónea.
Usted ha creado la nación en su deseo de rendirse culto a sí mismo, en su ansia de gloria personal, y cada respuesta a eso seguirá estando condicionada por su deseo. Una respuesta a un deseo, se halla en el deseo mismo. El problema está, pues, en cómo superar las reacciones de la individualidad, de la masa o de la nación. Usted podrá ir mucho más allá de ellas sólo mediante la percepción alerta, en la que el "yo", causa del conflicto, del antagonismo y la ignorancia, es observado imparcialmente y, de este modo, comprendido y disuelto. El recto pensar es su propia recompensa.
Pregunta: ¿Hay senderos diferentes hacia la realidad?
KRISHNAMURTI: ¿No querría usted plantear la pregunta de un modo diferente? Cada uno de nosotros tiene diversas tendencias, y cada tendencia crea sus propias dificultades. En cada uno de nosotros hay una tendencia dominante, intelectual, emocional o sensorial: una tendencia hacia el conocimiento, hacia la devoción o hacia la acción. Cada una tiene su propia complejidad y sus dificultades. Si perseguimos con exclusividad una de ellas rechazando a las demás, no descubriremos la plenitud, la realidad; pero, al tornarnos conscientes de las dificultades de cada tendencia y, de ese modo, comprendiéndola, realizaremos lo total. Cuando preguntamos si no hay senderos diferentes hacia la realidad, ¿no nos referimos a las dificultades y a los obstáculos con que tropieza cada tendencia y al modo como han de ser superados a fin de descubrir lo real? Para superarlos, debemos darnos cuenta de cada tendencia y observarla en un estado de atención alerta, pasiva e imparcial; y, mediante la comprensión de los conflictos y las dificultades que acarrea, ir mucho más allá de todo eso. Gracias a la constante percepción meditativa, estas distintas tendencias con sus obstáculos y sus alegrías, son comprendidas e integradas en un todo.
9 de julio de 1944