OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 SEGUNDA PLÁTICA EN OMMEN

Todos nosotros estamos, hasta cierto punto, atrapados en el sufrimiento, ya sea económico, físico, psicológico o espiritual. Nuestro constante problema es comprender la causa del sufrimiento y liberarnos de esa causa.

Si queremos comprender la causa fundamental del sufrimiento, no podemos dividir al hombre en partes diferentes. El hombre es indivisible, aunque se exprese a través de muchos aspectos y asuma numerosas formas de expresión que le dan una gran complejidad. Hay especialistas que estudian estas múltiples divisiones y aspectos del hombre y tratan de descubrir, conforme a su especialidad, la causa del sufrimiento, pero no podemos delegar en otro la comprensión de nosotros mismos. Debemos comprendernos como una totalidad y examinar nuestros propios deseos y nuestras actividades. Debemos discernir el procese del "yo", ese "yo" que busca siempre perpetuarse y mantenerse separadamente mediante sus propias actividades. Cuando comprendamos plenamente este proceso, existirá el despertar de esa inteligencia que es lo único capaz de liberarnos del dolor.

Este proceso del "yo" es la conciencia de la individualidad, y la causa del sufrimiento es la ignorancia respecto de este proceso autónomo. Si no comprendemos este proceso que engendra dolor, no puede haber inteligencia. La inteligencia no es un don, pero puede ser cultivada, despertada mediante el estado de alerta de la mente y la vida exenta de opciones. De modo que la acción puede, o bien crear dolor, o destruir la ignorancia con sus tendencias y anhelos y, así, terminar con el dolor.

Ustedes pueden ver por sí mismos, observando la propia vida, cómo este procesa con sus temores, ilusiones y escapes, reduce la inteligencia creativa, que es lo único capaz de asegurar el bienestar del hombre. La comprensión de la realidad, de la verdad, llega con la cesación del dolor. Nuestro interés en el más allá, en la inmortalidad, es una búsqueda inútil, porque la bienaventuranza de la realidad puede existir sólo con la terminación del dolor.

Para comprender el sufrimiento debemos comenzar con nosotros mismos, no con la idea del sufrimiento, la cual es sólo la árida vacuidad del intelecto. Debemos empezar con nosotros mismos, con las angustias, desdichas y conflictos que no parecen terminar jamás. La felicidad no es para buscarse, pero con la cesación del dolor hay inteligencia y existe la dicha de la realidad.

¿De qué fuente brotan nuestras actividades cotidianas? ¿Cuál es la base de nuestra moral y de nuestro pensamiento religioso? Si nos examinamos profunda y comprensivamente, veremos que muchas de nuestras actividades y relaciones tienen su origen en el miedo y en la ilusión. Son el resultado del anhelo, de una búsqueda incesante de seguridad y consuelo tanto externa como internamente. Esta búsqueda ha producido una civilización en la que cada individuo, sutil o groseramente, lucha para sí mismo, engendrando de ese modo odio, crueldad y opresión. Este proceso ha fomentado una civilización explotadora, guerras, superstición religiosa organizada, y su consecuencia es una falsa concepción de la individualidad y de sus realizaciones. El conflicto externo de razas y religiones, la división de los pueblos, las luchas económicas, tienen sus raíces en falsas ideas acerca de la cultura. Nuestras vidas están en continuo conflicto a causa del temor, de la creencia, la opción y el sometimiento. Nuestro medio estimula el proceso de la ignorancia, y nuestros recuerdos y deseos renuevan y dan continuidad e individualidad a la conciencia.

Cuando examinen este proceso, discernirán que el "yo" se está reconstituyendo a sí mismo a cada instante, por medio de sus propias actividades volitivas basadas en la ignorancia, el deseo y el temor. Cuando comiencen a darse cuenta de que el "yo" carece, por lo tanto, de permanencia, habrá un cambio vital en su conducta y moralidad. Entonces no puede haber servilismo ni aquiescencia, sino sólo la acción de la inteligencia despierta que crea condiciones siempre nuevas, sin que ustedes sean esclavizados por ellas. Sólo esta inteligencia puede producir cooperación verdadera sin frustración.

Cada uno de ustedes debe tornarse alerta al proceso de la ignorancia. Esta percepción alerta no es el poder directivo de una comprensión superior sobre una inferior — lo cual no es más que un truco de la mente — , sino esa comprensión sin opciones que es el resultado de una acción persistente en la que no hay miedo ni deseo.

Desde esta percepción sin opciones surgen la moralidad, la relación y la acción verdadera. La conducta no es, entonces, la mera imitación de un patrón, un ideal o una disciplina, sino que es la consecuencia de una verdadera comprensión del proceso del "yo". Este discernimiento es inteligencia despierta, la cual, no siendo jerárquica ni personal, ayuda a crear una nueva cultura de realización plena y cooperación.

Pregunta: El esfuerzo, ¿es compatible con la percepción alerta?

KRISHNAMURTI: Por favor, entienda lo que quiero decir por percepción alerta. La percepción alerta no es el resultado de la opción. La opción implica opuestos, una discriminación entre lo esencial y lo no esencial, entre lo justo y lo injusto. La opción tiene que crear conflicto porque está basada en impulsos autodefensivos, en el cálculo y el prejuicio. La opción se basa siempre en recuerdos. El discernimiento es percepción de lo que es, percepción directa y sin opciones; y percibir directamente es hallarse libre del trasfondo del deseo. Esto puede tener lugar sólo cuando cesa el esfuerzo que ahora es ejercido entre; los opuestos. Los opuestos son el resultado del deseo, del anhelo y, por ende, del temor. Con la cesación del temor hay una percepción directa de lo que es. Actualmente, hacemos esfuerzos para lograr cosas, para tener éxito, para que un hábito triunfe sobre otro hábito, para que un temor someta a otro temor, un anhelo a otro anhelo, un ideal a otro ideal. Hay, pues, un esfuerzo para sustituir, para vencer. Tal esfuerzo es totalmente vano, inútil; conduce a la confusión y no al despertar de la inteligencia.

Si comienzan a darse cuenta de este proceso de la opción, del conflicto entre opuestos, entonces hay un cambio de voluntad, y esta voluntad es el resultado de la ausencia de opciones.

Cuando hablo acerca del recto esfuerzo, quiero decir que uno debe tornarse consciente del esfuerzo falso que realiza en la actualidad. Debe darse cuenta del trasfondo, percibir cómo a cada instante el pensamiento se modifica a sí mismo, dentro de la limitación, mediante sus propias actividades volitivas nacidas de la ignorancia y el temor, las cuales dan continuidad al proceso del "yo", ala conciencia.

Sufrimos y queremos escapar de ese sufrimiento, de modo que nos esforzamos en buscar un remedio, una sustitución, pero con eso no erradicamos la causa del sufrimiento. Como la mente está repleta de sustituciones, escapes que impiden el discernimiento sin opciones, el esfuerzo crea sólo más dolor y frustración. Este es el falso esfuerzo. El recto esfuerzo es el discernimiento espontáneo del esfuerzo falso que busca sustitutos o escapes mediante las múltiples formas de seguridad.

Pregunta: ¿Cómo podemos llegar a un acuerdo con personas que tienen en la vida objetivos radicalmente distintos de los nuestros?

KRISHNAMURTI: No puede haber acuerdo entre un objetivo falso y uno verdadero. Puede haberlo entre dos objetivos falsos. Al tratar de producir un acuerdo entre lo falso y lo verdadero, intentamos desarrollar lo que se denomina tolerancia, con sus numerosas pretensiones falsas. Sólo puede haber verdadero acuerdo cuando los objetivos son inteligentes y genuinos. Cuando dos individuos perciben la ilusión fundamental de la seguridad, hay acuerdo, cooperación. Pero si uno de ellos comprende la cmeldad de la seguridad adquisitiva y el otro no, entonces hay conflicto y, para superar esta fricción, desarrollamos la falsa virtud de la tolerancia, pero esto no quiere decir que aquél que comprende es intolerante.

En vez de intentar llegar a un acuerdo, o de encontrar el factor común entre dos absurdos, veamos si podemos ser inteligentes. Un hombre que tiene miedo no puede ser inteligente; el miedo impide el discernimiento sin opciones. En tanto haya afán adquisitivo no puede haber inteligencia, porque eso indica que la mente está enredada en el proceso de la ignorancia y el deseo. El cultivo de la virtud no es inteligencia. Mientras se mantenga la actividad volitiva de la ignorancia, tiene que haber miedo, ilusión y conflicto.

En vez de cultivar la tolerancia, que no es sino un truco de la mente, debemos permitir el despertar de la inteligencia, la cual no contiene recuerdos y miedos autoprotectores.

Pregunta: Aquéllos que poseen, ya sea tierras, maquinarias o trabajo, no están dispuestos a compartirlo con los menos afortunados. Estos últimos, ¿no tienen, por lo tanto, el derecho y, como último recurso, el deber de despojar para beneficio común de todos, a los que poseen ? ¿No es usted más bien proclive a desperdiciar sus enseñanzas en los más afortunados, que son probablemente los que menos desean alterar la estructura social y económica que hoy existe?

KRISHNAMURTI: Se que éste es un problema vital para mucha gente. No lo estoy evadiendo cuando digo que quiero abordar todos los problemas de una manera amplia, integral, no separadamente. Donde la inteligencia funciona libremente, no existen estos problemas separativos. Donde no hay inteligencia, aunque puedan ustedes hacerse cargo de todas las maquinarias, las tierras y el trabajo, volverán a crear división con su cruel espíritu adquisitivo y Sus guerras. Por lo tanto, desde mi punto de vista, lo que importa es el cultivo de la verdadera inteligencia, que es lo único capaz de generar orden. Tiene que existir esta revolución interna que, a mi entender, es mucho más importante que la rebelión externa. Esta revolución interna no debe ser pospuesta. Es mucho más vital, más inmediata que la externa. Son ustedes mismos los que tienen el Poder de producir este cambio completo de voluntad.

La revolución interior, vital, es el resultado de la comprensión y no de la compulsión. La inteligencia no reconoce riqueza ni pobreza. Yo no hablo ni a los ricos ni a los pobres, ni a los afortunados ni a los menos afortunados. Hablo a los individuos y les digo que necesitan comprender el proceso de la vida porque ellos, como individuos, están atrapados en el sufrimiento. Como individuos, son los creadores del medio social, de la moralidad, de las relaciones, Debemos, pues, considerar al hombre integralmente y no tan sólo en uno de sus aspectos. Mientras no exista esa profunda comprensión del proceso de le individualidad, el mero cambio no despertará la inteligencia. Si de verdad discernimos esto, no buscaremos, como individuos, la felicidad mediante las diversas crueldades y los absurdos que llamamos la civilización moderna.

Sí usted comprende la absoluta necesidad de esta revolución interior, de este cambio de voluntad, ayudará de modo natural y espontáneo a producir el orden correcto, la acción y conducta apropiadas.

Pregunta: El concepto teosófico de los Maestros de la Sabiduría y el de la evolución del alma, ¿ no son, acaso, tan sólidos como el concepto del crecimiento biológico de la vida en la materia orgánica?

KRISHNAMURTI: Lo que es susceptible de crecimiento no es eterno. El concepto teosófico o el religioso se basan en el crecimiento individual: el proceso por el cual el "yo" deviene más y más grande, adquiriendo más y más virtud y comprensión. Es decir, el "yo" tiene la capacidad de crecer indefinidamente, alcanzando alturas cada vez mayores de perfección, y para ayudarlo en su progreso, se necesitan los Maestros, las disciplinas y las organizaciones religiosas.

Mientras no comprendemos qué es el "yo", los Maestros de una u otra clase se vuelven una necesidad ilusoria. Puede no ser un Maestro en el sentido teosófico; puede ser un santo de una iglesia o una autoridad espiritual o una organización. Lo que tenemos que comprender no es si los Maestros existen o no, si son necesarios o no, sino si el "yo" en su crecimiento, en su expansión, puede volverse eterno o conducir a la comprensión de la verdad. El problema no es si la Maestría es un proceso perfectamente natural, sino si el discernimiento de la verdad puede llegar a una mente atrapada en el proceso del "yo"'. Si usted considera que el "yo" es eterno, entonces éste no puede crecer, debe ser intemporal, ilimitado. De modo que la idea de que el "yo" llega a ser un Maestro gracias al crecimiento, a la experiencia, es una ilusión. O bien, el proceso del "yo" es transitorio. Para poner fin a este proceso, no puede ayudarnos jamás ningún agente externo por grande que sea, porque el proceso del "yo" es autónomo, se nutre a sí mismo mediante sus propias actividades volitivas. Usted tiene que considerar si el "yo" es eterno o transitorio. Pero no es un asunto de opción, porque toda opción se basa en la ignorancia, el prejuicio y el deseo.

Algunos de ustedes puede que no se interesen en los Maestros de la teosofía; no obstante, cuando el dolor llega, quizá busquen alguna otra autoridad o guía espiritual, y este depender de otro es lo que perpetúa el proceso del "yo" con su sutil explotación y su dolor.

Pregunta: Muchas personas encuentran muy difícil concentrarse plenamente en sus acciones. A fin de educar la capacidad de concentración, ¿no pueden ser de gran ayuda ciertos ejercicios? ¿O usted considera que son obstáculos?

KRISHNAMURTI: Cuando usted está profundamente interesado en algo, no tiene necesidad de ejercicios que lo ayuden a desarrollar concentración. Si disfruta de un bello paisaje, hay un deleite y un interés espontáneos que están más allá de todas las ayudas artificiales para lograr la concentración. Sólo cuando no estamos interesados hay una división en la conciencia. En vez de tratar de encontrar ejercicios que desarróllenla capacidad de concentración, descubra si se interesa profundamente en las cosas de la vida. Para comprender la vida, necesitamos un interés de carácter global, no limitado a la subsistencia, sino interés en los procesos del pensamiento, en el amor, en las experiencias, en la relación. Donde hay interés profundo, hay concentración. ¿No está tratando el interlocutor de estimular artificialmente la concentración? Tal estímulo artificial se convierte en una barrera para la rica comprensión de la vida. Las meditaciones disciplinadas son estímulos artificiales y se vuelven barreras que crean una división entre la realidad viviente y los anhelos y deseos ilusorios. No busque la bienaventuranza de la realidad, porque la mera búsqueda de la realidad sólo nos conduce a la ilusión; comprenda, más bien, ese proceso del pensamiento, de la conciencia, que tiene su foco en usted. Esto requiere no mera concentración, sino flexibilidad de la mente y un interés que se sostiene por sí mismo.

Pregunta: Para muchas personas, la idea del liderazgo es una gran inspiración. También conduce al cultivo del respeto y a un espíritu de renunciamiento. En usted reconocemos a un gran líder espiritual y le profesamos una profunda reverencia, ¿no deberíamos, pues, fomentar en los demás, igual que en nosotros mismos, estas grandes cualidades de respeto y renunciamiento?

KRISHNAMURTI: Las muestras de respeto son, para mí, personalmente desagradables. (Risas). Tengan la bondad de no reírse. Si hubiera verdadero respete no sólo me lo mostrarían a mí sino a todos. Sus muestras de respeto hacia mí sólo indican una mentalidad de tmeque. Piensan que voy a darles algo o que de algún nodo voy a ayudarlos, por eso muestran respeto. Lo que en realidad hacen es revelar respeto hacia una idea de que deben mostrar consideración a una persona que puede ayudarlos, pero en este falso respeto se origina el desprecio por los demás. No hay consideración por las ideas en sí mismas sino, desafortunadamente, sólo por la persona que expone estas ideas. En esto hay un gran peligro que conduce a la explotación recíproca. El mero respeto a la autoridad indica miedo, y el miedo engendra muchas ilusiones. De este falso respeto surge la distinción artificial entre líder y seguidores, con sus múltiples formas de explotación, tanto obvias como sutiles. Donde no hay inteligencia, hay respeto por unos pocos y desdén por los demás.

27 de julio de 1936