OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 SEGUNDA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL


El domingo anterior estuve tratando de explicar qué es el recto pensar y cómo dar con él. Dije que, a menos que haya percepción de nosotros mismos y conocimiento de todos nuestros motivos, intenciones e instintos, el pensamiento-sentimiento carece de una base genuina, y que sin esa base no hay recto pensar. El conocimiento propio es el principio de la comprensión. Y tal como somos nosotros, así es el mundo. Es decir, si somos codiciosos, envidiosos, competitivos, nuestra sociedad será competitiva, envidiosa, codiciosa, lo cual genera desdicha y guerra. El Estado es lo que somos nosotros. Para originar orden y paz, debemos comenzar con nosotros mismos y no con la sociedad, no con el Estado, porque el mundo somos nosotros mismos. Y no es egoísta pensar que cada uno debe primero comprenderse y transformarse a sí mismo para poder ayudar al mundo. No es posible ayudar a otro a menos que uno se conozca a sí mismo. Mediante la propia percepción alerta, descubriremos que uno mismo es la totalidad.

Si queremos dar origen a una sociedad cuerda y feliz, debemos comenzar con nosotros mismos y no con otros, no con lo que está fuera sino con lo que está dentro de cada uno de nosotros. En vez de dar importancia a nombres, rótulos, posesiones — todo lo cual genera confusión — debemos liberar a la mente de estas cosas y mirarnos de una manera objetiva, imparcial. Hasta que nos comprendamos y vayamos más allá de nosotros mismos, la exclusividad existirá en todas sus formas. Vemos alrededor y dentro de nosotros mismos, deseos y acciones de carácter exclusivo que conducen a una relación estrecha y limitada.

Antes de que podamos comprender qué clase de esfuerzo debemos realizar para conocernos a nosotros mismos, debemos percatarnos de la clase de esfuerzo que estamos haciendo ahora. Nuestro esfuerzo consiste ahora en un constante "llegar a ser", en escapar de un opuesto a otro, ¿no es así? Vivimos en una serie de conflictos de acción y reacción, de desear y no desear. Nuestro esfuerzo se emplea hoy en eso. Vivimos en un estado de dualidad. ¿Cómo surge esta dualidad? Si podemos comprender esto, entonces tal vez podamos trascenderlo y descubrir un nuevo estado del ser. ¿Cómo surge dentro de nosotros este doloroso conflicto entre el bien y el mal, la esperanza y el miedo, el "yo" y el "no yo"? Este anhelo se expresa en la sensualidad, en el espíritu mundano, o en la búsqueda de fama o inmortalidad personal. Al tratar de ser esto o aquello, ¿no creamos el opuesto? A menos que comprendamos este conflicto de las opuestos, todo esfuerzo originará sólo diferentes y cambiantes condiciones dolorosas. Debemos, pues, usar los medios correctos para trascender este conflicto. Medios incorrectos producirán fines incorrectos; sólo medios correctos producirán fines correctos. Si queremos paz en el mundo, debemos usar métodos pacíficos; sin embargo, parece que invariablemente usamos métodos incorrectos esperando producir fines correctos.

A menos que comprendamos este problema de los opuestos con sus conflictos y desdichas, los esfuerzos que hagamos serán en vano. Nuestro anhelo de llegar a ser, es decir, la causa del conflicto, debe ser observado y comprendido mediante la percepción alerta; pero la comprensión cesa si hay identificación, si aceptamos o negamos o comparamos. Con bondadosa imparcialidad, el anhelo debe ser profundamente comprendido y, de este modo, trascendido. Porque una mente atrapada en la dualidad, en el anhelo, no puede comprender la realidad. La mente debe estar en extremo silenciosa, y este silencio no puede ser inducido, disciplinado, forzado mediante técnica alguna. Adviene sólo gracias a la comprensión del conflicto. Y no es posible obligar al conflicto a que termine. Uno no puede ponerle fin mediante la voluntad. Puede encubrirlo, ocultarlo, pero aflorará una y otra vez. Una enfermedad debe ser curada; de poco sirve limitarse a tratar el síntoma. Sólo cuando nos damos cuenta de la causa del conflicto, cuando la comprendemos y la trascendemos, podemos experimentar "lo que es". Darse cuenta de algo es considerarlo cuidadosamente, percibir los opuestos lo más amplia y profundamente que se pueda, sin aceptar ni rechazar nada, con una conciencia alerta y sin opciones. En esta percepción alerta y extensiva, encontrarán ustedes que surge una nueva clase de voluntad o un nuevo sentimiento, una comprensión nueva que no tiene su origen en los opuestos.

El recto pensar cesa cuando el pensamiento-sentimiento está atado, retenido en los opuestos. Si ustedes se dan cuenta de sus pensamientos y sentimientos, de sus acciones y reacciones, descubrirán que todo ello está atrapado en el conflicto de los opuestos. A medida que surja cada pensamiento-sentimiento, considérenlo y percíbanlo plenamente, sin identificación alguna. Esta percepción amplia, extensiva, puede tener lugar sólo cuando no negamos, cuando no rechazamos ni aceptamos ni comparamos. Gracias a esta percepción alerta se descubrirá un estado del ser, libre del conflicto de todos los opuestos.

Esta comprensión creadora debe ser descubierta, y una comprensión así libera del anhelo a la mente. Y esta conciencia extendida en la que no hay un "llegar a ser" con sus esperanzas y temores, sus logros y fracasos, su dolor y placer cerrados en sí mismos, esta conciencia es la que liberará de la ignorancia y del dolor al pensamiento-sentimiento.

Pregunta: ¿Cómo es posible aprender la verdadera concentración ?

KRISHNAMURTI: Esta pregunta implica muchas cosas, de modo que uno debe ser paciente y escucharlas todas. ¿Qué es la verdadera meditación? ¿No es el principio del conocimiento propio? Sin conocimiento propio, ¿puede haber verdadera concentración, genuina meditación? La meditación no es posible a menos que uno empiece a conocerse a sí mismo. Para ello ha de volverse meditativamente alerta, lo cual requiere una peculiar clase de concentración, no la concentración de la exclusividad, en la que casi todos nosotros nos complacemos cuando pensamos que estamos meditando. La auténtica meditación es la comprensión de uno mismo con todos sus problemas de incertidumbre y conflicto, desdicha y aflicción.

Supongo que algunos de ustedes han meditado o han intentado concentrarse. ¿Qué sucede cuando intentamos concentrarnos? Acuden muchos pensamientos, uno tras otro, se arremolinan sin que los invitemos. Tratamos de fijar nuestro pensamiento en un objeto, una idea o un sentimiento, e intentamos excluir todos los otros pensamientos y sentimientos. Este proceso de concentración sobre un solo punto se considera, por lo general, necesario para la meditación. Este método de exclusión fallará inevitablemente, porque mantiene el conflicto de los opuestos; puede tener un éxito momentáneo, pero en tanto la dualidad exista en el pensamiento-sentimiento, la concentración debe conducir a la estrechez mental, a la obstinación e ilusión.

El control del pensamiento no origina un recto pensar; el mero control del pensamiento no es verdadera meditación. Por cierto, lo primero que debemos averiguar es por qué la mente divaga. Divaga o es repetitiva, ya sea a causa del interés, del hábito o de la pereza, o porque el pensamiento-sentimiento no se ha completado. Si es por el interés, no podremos someterla; aunque lo logremos momentáneamente, el pensamiento volverá a sus intereses y, en consecuencia, a sus divagaciones. Debemos, pues, perseguir ese interés, percibirlo plenamente y, de ese modo, comprender su contenido, por trivial o estúpido que sea. Si este divagar es el resultado del hábito, entonces es muy indicativo: indica, ¿no es así?, que nuestra mente está atrapada en el mero hábito, en meros patrones de pensamiento y, por lo tanto, no está pensando en absoluto.

Una mente atrapada en el hábito o en la pereza, indica que está funcionando mecánicamente, irreflexivamente; y, ¿qué valor puede tener la irreflexión, aun cuando este bajo control? Cuando el pensamiento es repetitivo, ello indica que el pensamiento-sentimiento no se ha completado y, hasta que lo haga, continuará repitiéndose. Al tornarnos conscientes de nuestros pensamientos-sentimientos, encentraremos que hay un estado general de perturbación, de agitación; la percepción de las causas de estas perturbaciones, da origen al conocimiento propio y al recto pensar que son la base para la verdadera meditación. Sin conocimiento propio, sin plena conciencia de nosotros mismos, no hay meditación, y sin meditación no hay conocimiento propio.

La auténtica concentración llega con el conocimiento propio. Uno podrá crear fijaciones mentales de nobleza y quedar totalmente absorbido en ellas, pero esto no genera comprensión, no nos conduce al descubrimiento de lo real. Puede producir benevolencia o ciertas cualidades deseables, pero tales fijaciones sólo fortalecen aun más le ilusión; y una mente que se halla atrapada en los opuestos no puede comprender lo total. En vez de desarrollar el proceso exclusivo, contractivo, deje que fluya su pensamiento-sentimiento, trate de comprender cada uno de sus aleteos, cada uno de sus movimientos. Considérelos cuidadosamente, percíbalos con toda la amplitud y profundidad que pueda. Entonces descubrirá que de esta conciencia alerta surge una concentración extensiva, una meditación que ya no es más un devenir, sino un ser. Pero esta conciencia extensiva es ardua, es para ser sostenida durante todo el día y no sólo durante un determinado período. Usted debe volverse tenaz y experimentar, porque esto no es algo que pueda encontrarse en los libros o asistiendo a reuniones o siguiendo una técnica. Llega con la plena percepción de nosotros mismos, con el conocimiento propio. El verdadero significado de la meditación adquiere una importancia enorme. Este proceso de percepción respecto de uno mismo no ha de estar limitado a ciertos períodos del día sino que ha de ser continuo, De esta percepción meditativa surge un silencio profundo, y sólo en él existe lo real, Este silencio, esta quietud mental no es el resultado de la exclusión, de la contracción, de desechar todo pensamiento y sentimiento y concentrarse en aquietar la mente. Uno puede forzar esta quietud, pero es la quietud de la muerte, no es un estado creativo sino de estancamiento, y en ese estado no es posible descubrir "lo que es".

Pregunta: ¿Cómo puede uno librarse de cualquier problema que lo perturba?

KRISHNAMURTI: Para comprender cualquier problema debemos concederle nuestra atención no dividida. Tanto la mente consciente como la inconsciente o interna, deben participar en la solución del problema pero, por desgracia, la mayoría de nosotros trata de resolverlo en la superficie, o sea, sólo con esa pequeña parte que llamamos la mente consciente, el intelecto. Ahora bien, nuestra conciencia, o sea, nuestro pensar y sentir, es como un iceberg cuya mayor parte está profundamente oculta y sólo una fracción se muestra sobre la superficie. Conocemos tan sólo esa capa superficial, pero es un conocimiento confuso; de la parte mayor, del inconsciente profundo, de lo interno, apenas si nos damos cuenta. O, si lo hacemos, ello se torna consciente a través de los sueños, de ocasionales insinuaciones; pero esas insinuaciones las traducimos, las interpretamos conforme a nuestros prejuicios y a nuestras siempre limitadas capacidades intelectuales. Y así, esos indicios del inconsciente pierden su puro y profundo significado.

Si deseamos comprender realmente nuestro problema, primero debemos despejar la confusión en la mente consciente, superficial, considerando y sondeando el problema cuidadosamente, de manera más amplia, inteligente, completa e imparcial que nos sea posible. Entonces, dentro de esta claridad consciente, libre y alerta, puede proyectarse la mente interna. Cuando los contenidos de las numerosas capas de la conciencia han sido de este modo captados y asimilados, sólo entonces el problema llega a su fin.

Tomemos un ejemplo. Casi todos hemos sido educados en el espíritu nacionalista. Nos educaron para amar a nuestro país en oposición a otro, para considerar a nuestro pueblo superior a otro y así sucesivamente. Esta superioridad, este orgullo se implanta en nuestra mente desde la infancia y lo aceptamos, vivimos con eso tolerándolo. Con esa delgada capa que llamamos la mente consciente, intentamos comprender este problema y su significado más profundo. En primer lugar, lo aceptamos y estamos condicionados por él a causa de las influencias ambientales. Este espíritu nacionalista alimenta también nuestra vanidad. La afirmación de que pertenecemos a esta o aquella raza o a tal país nutre nuestros pequeños, mezquinos, pobres egos, los infla como velas, y estamos dispuestos a defender, matar o ser mutilados en nombre de nuestro país, de nuestra raza, de nuestra ideología. Al identificarnos con lo que consideramos que es más grande, esperamos volvernos más grandes nosotros. Pero seguimos igual de pobres, es sólo la etiqueta la que cobra mucha importancia y poder. Este espíritu nacionalista es usado para propósitos económicos, y también, mediante el odio y el miedo, para unir a un pueblo en contra de otro. Así, cuando tomamos conciencia de este problema y de sus implicaciones, percibimos sus efectos: guerra, infelicidad, hambre, confusión. Al rendir culto a la parte, lo cual es idolátrico, negamos el todo. La negación de la unidad humana engendra guerras y brutalidades, divisiones sociales, económicas, y toda clase de tiranías.

Todo esto lo entendemos intelectualmente, con esa delgada capa que llamamos la mente consciente, pero seguimos atrapados en la tradición, la opinión, la conveniencia, el miedo y demás. Hasta que las capas profundas sean expuestas y comprendidas, no estaremos libres de la enfermedad del nacionalismo, del patriotismo.

Así, pues, al examinar este problema, hemos despejado la capa superficial de lo consciente, y dentro de ello pueden fluir las capas más profundas. Este fluir se fortalece por medio de la constante percepción alerta, observando cada respuesta, cada incentivo del nacionalismo o de cualquier otro obstáculo. Cada respuesta, por pequeña que sea, debe ser considerada cuidadosamente, sondeada de manera amplia y profunda. De este modo, pronto percibiremos que el problema se ha disuelto y que se ha marchitado el espíritu nacionalista. Todos los conflictos y las desdichas pueden comprenderse y disolverse de esta manera: aclarando la delgada capa de lo consciente al considerar y sondear a fondo el problema tan comprensivamente como sea posible, En esta claridad, en esta quietud relativa, pueden proyectarse los motivos, las intenciones y los temores más hondos: examínenlos a medida que van apareciendo, estúdienlos y así los comprenderán. De este modo, el obstáculo, el conflicto, el dolor son comprendidos y disueltos de manera profunda y total.

Pregunta: Tenga la bondad de aclararla idea de la "seguridad en la negación". Usted habló de pensamiento negativo y positivo. ¿ 'Quiere decir que cuando somos positivos hacemos afirmaciones carentes de valor, porque nacen del fanatismo y la presunción, mientras que cuando somos negativos estamos abiertos al pensamiento porque hemos experimentado la quiebra de las tradiciones y somos capaces de investigar lo nuevo ? ¿O lo que quiere decir es que debemos ser positivos por cuanto no hay opción entre lo verdadero y lo falso, y que la negación implica tomar parte en un compromiso?

KRISE1NAMURTI: Dije que en la negación hay seguridad. Ampliemos esta idea. Cuando tomamos conciencia de nosotros mismos, descubrimos que nos hallamos en un estado de autocontradicción, de desear y no desear, de amar y odiar, y así sucesivamente. Los pensamientos y las acciones que nacen de esta autocontradicción se consideran positivos, pero ¿es positivo que el pensamiento se contradiga a sí mismo? A causa de nuestra educación religiosa estamos seguros de que no debemos matar, pero nos descubrimos apoyando el matar y encontrando razones para ello cuando el Estado lo exige; un pensamiento niega al otro y, de ese modo, no hay pensar en absoluto. En un estado de auto-contradicción cesa el pensar y sólo hay ignorancia. Descubramos, pues, si pensamos en absoluto o si existimos en un estado de autocontradicción en el cual el pensar deja de ser.

Si nos examinamos a nosotros mismos, nos damos cuenta de que vivimos en un estado de contradicción; ¿cómo puede ser positivo un estado semejante? Porque aquello que se contradice a sí mismo deja de ser. Si no nos conocemos profundamente, ¿cómo puede haber acuerdo o desacuerdo, afirmación o negación? En este estado autocontradictorio, ¿cómo puede haber seguridad? ¿Cómo podemos, en este estado, suponer que actuamos bien o que actuamos mal? No podemos suponer nada, ¿verdad? Pero nuestra moralidad, nuestra acción positiva se basan en esta autocontradicción, y así estamos incesantemente activos, ansiando la paz y, no obstante, engendrando la guerra, anhelando la felicidad y, no obstante, causando sufrimiento; amando y, no obstante, odiando. Si nuestro pensar es autocontradictorio y, por lo tanto, inexistente, hay un solo modo de abordar la comprensión, que es el estado de no devenir, un estado que puede parecer de negación, pero en el cual reside la máxima posibilidad.

La humildad nace de la negación, y sin humildad no hay negación posible. En la comprensión negativa comenzamos a percibir la posibilidad de la certeza que surge del acuerdo y, por consiguiente, de una relación superior y de un pensar más elevado. La realidad existe cuando la mente se halla creativamente vacía, no cuando tiene una dirección positiva. Todos los grandes ¿es-cubrimientos nacen en este vacío creativo, el cual puede existir sólo cuando cesa la autocontradicción. Por lo tanto, en lugar de abordar la vida positivamente, como hace la mayoría de nosotros dando origen a las múltiples desdichas, brutalidades y conflictos que tan bien conocemos, ¿por qué no abordarla negativamente, lo cual no es, en realidad, negación?

Al usar los términos "positivo" y "negativo", no los estoy usando como opuestos el uno al otro. Cuando comencemos a comprender lo que llamamos positivo, que es el resultado de la ignorancia, encontraremos que de ello surge una certeza en la negación. Al tratar de comprender la siempre contradictoria naturaleza del sí mismo, del "yo" y "lo mío", con su anhelo positivo y su negación, sus búsquedas y su muerte, surge a la existencia el vacío silencioso y creativo. Esto no es el resultado de la acción positiva o negativa, sino un estado de no dualidad. Cuando la mente-corazón está quieta, creativamente vacía, sólo entonces existe la realidad.

Pregunta: Usted dijo que un hombre que se enfrenta con ira a la ira, se convierte en la ira. ¿ Quiere usted decir que cuando combatimos la crueldad con las armas de la crueldad, nosotros nos convertimos también en el enemigo ? Sin embargo, si no nos protegemos, el bandido nos cae encima.

KRISHNAMURTI: Es indudable que uno se convierte en aquello contra lo que ucha. (¿Debemos explicar también eso? Muy bien.) Si estoy furioso y usted me enfrenta con furia, ¿cuál es el resultado? Más furia. Usted se ha convertido en lo que soy. Si soy malo y usted me combate con malos medios, también se vuelve malo, por virtuoso que pueda sentirse, Si soy brutal y usted usa métodos brutales para vencerme, se vuelve brutal como yo. Y esto lo hemos hecho durante miles de años. Por cierto, hay un modo diferente de abordar las cosas, que no es el de combatir el odio con el odio. Si uso métodos violentos para sofocar la ira en mí mismo, entonces estoy usando medios incorrectos para un fin correcto y, de tal modo, el fin correcto deja de existir. En esto no hay comprensión; no trascendemos la ira. La ira ha de ser estudiada con tolerancia y comprendida; no puede ser superada por medios violentos. Puede ser el resultado de muchas causas y, sin comprenderlas, no es posible escapar de la ira.

Nosotros hemos creado al enemigo, al bandido, y el hecho de convertirnos nosotros mismos en el enemigo, no pone de ningún modo fin a la enemistad. Tenemos que comprender la causa de la enemistad; y dejar de alimentarla con nuestro pensamiento, nuestro sentimiento y nuestra acción. Esta es una tarea ardua que requiere una constante percepción de nosotros mismos y una inteligente flexibilidad, porque la sociedad, el Estado es lo que somos nosotros. El enemigo y el amigo son el resultado de nuestro pensamiento y nuestra acción. Somos los responsables de crear enemistad, por lo tanto, es más importante estar alerta a nuestro pensamiento y a nuestra acción, que ocuparnos del enemigo y el amigo, porque el recto pensar pone fin a la división. El amor trasciende al amigo y al enemigo

21 de mayo de 1944