OBRAS COMPLETAS - TOMO 1 - CONTINUACIÓN -

QUINTA PLÁTICA EN ADYAR

Esta mañana quiero explicar algo que requiere un pensar muy delicado; y espero que escuchen o, más bien, que traten de comprender lo que voy a decir, no con un espíritu de oposición sino con un inteligente espíritu crítico. Voy a hablar de un tema que, si lo comprenden, si lo investigan a fondo, les dará una perspectiva enteramente nueva de la vida. También quisiera rogarles que no piensen en términos de opuestos. Cuando digo que la certidumbre es una barrera, no piensen que, por lo tanto, deben mantenerse en la incertidumbre; cuando hablo de lo inútil que es la seguridad, no piensen, por favor, que deben buscar la inseguridad.

Cuando realmente lo consideren, percibirán que la mente está buscando todo el tiempo certidumbres, seguridades; busca la certidumbre de una meta, de una conclusión, de un propósito en la vida. Ustedes preguntan: “¿Existe un plan divino, hay una predeterminación, no hay libre albedrío? ¿No podemos nosotros realizar ese plan, tratar de comprenderlo, guiamos por él?” En otras palabras, quieren seguridad, certidumbre, de modo que la mente y el corazón puedan moldearse conforme a eso, ajustarse a ello. Y cuando preguntan por el sendero hacia la verdad, lo que en realidad buscan es una garantía, certidumbre, seguridad.

Cuando hablan de un sendero hacia la verdad, ello implica que la verdad, esta realidad viva, no se encuentra en el presente, sino en alguna parte distante, en alguna parte del futuro. Ahora bien, para mí la verdad es realización plena, y para esa realización no puede haber senderos. Parece, pues -al menos me lo parece a mí-, que la primera ilusión en la que están atrapados es este deseo de asegurarse, este deseo de certidumbre, este preguntar por un sendero, por un camino, por un modo de vivir mediante el cual puedan alcanzar la meta deseada, o sea, la verdad. Esa convicción de que la verdad existe solamente en el futuro distante, implica imitación. Cuando preguntan qué es la verdad, en realidad piden que se les indique el sendero que conduce hacia la verdad. Después quieren saber qué sistema deben seguir, qué método, qué disciplina, para que los ayude en el camino hacia la verdad.

Para mí, no hay sendero que conduzca hacia la verdad; la verdad no es para ser comprendida a través de ningún sistema, de ningún sendero. Un sendero implica una meta, un objetivo estático y, por lo tanto, un condicionamiento de la mente y del corazón para ese objetivo, lo cual exige, necesariamente, disciplina, control, espíritu adquisitivo. Esta disciplina, este control, se vuelven una carga; nos despojan de nuestra libertad y condicionan nuestra acción en la vida diaria, Preguntar sobre la verdad implica estar buscando una meta, un objetivo estático. Y el hecho de que estamos buscando una meta muestra que vamos a la búsqueda de seguridad, de certidumbre. Para alcanzar esta certidumbre, la mente desea un sendero, un sistema, un método que pueda seguir, y pensamos que esta seguridad la encontraremos condicionando el corazón y la mente mediante la autodisciplina, el autocontrol, la represión.

Pero la verdad es una realidad que no puede ser comprendida siguiendo ningún sendero. La verdad no es un condicionamiento, un moldeado de la mente y del corazón, sino una plenitud constante, una plenitud en la acción. El hecho de que pregunten acerca de la verdad, implica que creen en un sendero hacia la verdad, y ésta es la primera ilusión en la que están atrapados. En eso hay espíritu imitativo, distorsión. Ahora, por favor, no digan: “Sin un objetivo, sin un propósito, la vida se vuelve caótica”. Quiero explicarles la falsedad de este concepto. Digo que cada uno debe descubrir por sí mismo qué es la verdad, pero esto no significa que cada uno debe establecer para sí mismo un sendero, que cada uno debe recorrer un sendero particular. No significa eso en absoluto; significa que cada uno debe comprender por sí mismo la verdad. Espero que vean la diferencia entre ambas cosas. Cuando uno tiene que comprender, descubrir, experimentar con la vida, un sendero se convierte en un obstáculo. Pero si uno tiene que abrirse un sendero para sí mismo, entonces hay un punto de vista particular, un punto de vista estrecho, limitado. La verdad es el movimiento del devenir eterno; por lo tanto, no es un objetivo, no es estática. En consecuencia, la búsqueda de un sendero se origina en la ignorancia, en la ilusión. Pero cuando la mente es flexible, cuando se ha liberado de creencias y recuerdos, del condicionamiento de la sociedad, entonces, en esa acción, en esa flexibilidad, está el movimiento infinito de la vida.

Como dije el otro día, un verdadero científico es uno que experimenta continuamente sin un resultado en vista. Él no busca resultados, que son meramente los subproductos de su búsqueda. Así, cuando uno está buscando, experimentando, su acción se vuelve meramente un subproducto de este movimiento. Un científico que busca un resultado no es un auténtico científico, no está buscando verdaderamente. Pero si busca sin la idea de ganar, entonces, aunque pueda obtener resultados en su búsqueda, estos resultados son para él de importancia secundaria. Ahora ustedes se interesan en los resultados y, por lo tanto, su búsqueda no es vital, dinámica. Están buscando un objetivo, un resultado; en consecuencia, su acción se vuelve cada vez más limitada. Sólo cuando buscamos sin desear el éxito, el logro, nuestra vida llega a ser continuamente libre, rica. Esto no significa que en nuestra búsqueda no tenga que haber acción ni resultados; significa que la acción, los resultados, no habrán de ser nuestro interés fundamental.


Tal como un río riega los árboles que crecen en sus orillas, así este movimiento de búsqueda nutre nuestras acciones. La acción cooperativa, la acción conjunta, es la sociedad. Ustedes quieren crear una sociedad perfecta. Pero no puede haber tal sociedad perfecta, porque la perfección no es un objetivo, una culminación. La perfección es realización, constantemente en movimiento. La sociedad no puede vivir a la altura de un ideal; tampoco puede hacerlo el hombre, porque la sociedad es el hombre. Si la sociedad procura moldearse de acuerdo con un ideal, si el hombre trata de vivir conforme a un ideal, ninguno de los dos se realiza auténticamente; ambos se deterioran. Pero si el hombre vive plenamente en este movimiento de realización, entonces su acción será armoniosa, completa, no será la mera imitación de un ideal.

Así que, a mi entender, la civilización no es un logro sino un movimiento constante. Las civilizaciones alcanzan cierta altura, existen por un tiempo y después declinan, porque en ellas no hay una realización plena del hombre, sino la permanente imitación de un modelo, Hay plenitud, integridad, sólo cuando la mente y el corazón están en este movimiento constante de realización, de búsqueda. Ahora no digan: “¿Nunca deberá haber un objetivo en la búsqueda?” Uno ya no va en busca de una conclusión, de una certidumbre; por lo tanto, el vivir no es una serie de culminaciones, sino un movimiento continuo, una constante realización. Si la sociedad está meramente aproximándose a un ideal, pronto se deteriorará. Si la civilización es meramente un logro de individuos reunidos como grupo, ya está en proceso de deterioro. Pero si la sociedad, si la civilización es la consecuencia de este movimiento constante en la realización, entonces perdurará, será la plenitud del hombre.


Para mí, la perfección no es el logro de una meta, de un ideal, de un absoluto, a base de esta idea del progreso. La perfección es la realización plena del pensar, de la emoción y, por ende, de la acción -realización que puede existir en cualquier momento-. Por consiguiente, la perfección está libre del tiempo, no es el resultado del tiempo.


Bueno, señores, hay muchas preguntas y trataré de contestarlas tan concisamente como pueda.

Pregunta: Si mañana estallara una guerra y, al mismo tiempo, entrara en vigor la ley de conscripción


para obligarlo a tomarlas armas, ¿se uniría usted al ejército gritando: “¡A las armas, a las armas!”


como hicieron en 1914 los líderes teosóficos, o desafiaría usted a la guerra?


KRISHNAMURTI: No nos preocupemos por lo que los líderes teosóficos hicieron en 1914. Donde hay nacionalismo tiene que haber guerra. Donde hay diferentes gobiernos soberanos, tiene que haber guerra. Es inevitable. Personalmente, no me asociaría a ninguna clase de actividades bélicas, porque no soy nacionalista ni tengo conciencia de clase ni soy posesivo. No me uniría al ejército ni prestaría ayuda de ningún tipo. No me uniría a ninguna organización que existiera meramente con el propósito de curar a los heridos, para mandarlos de vuelta al campo de batalla a ser heridos otra vez. Pero llegaría a un entendimiento con respecto a estas cuestiones, antes de que surgiera la amenaza de la guerra.


Ahora bien, al menos por el momento, no existe de hecho una guerra. Cuando la guerra llega, cuando se hace propaganda para enardecer los ánimos, se dicen mentiras contra el supuesto enemigo; se agitan el patriotismo y el odio, las personas pierden la cabeza en la supuesta devoción a su país. “Dios está de nuestro lado”, gritan, “y el diablo está con el enemigo”. Y en el curso de los siglos han gritado las mismas palabras. Ambos lados pelean en el nombre de Dios; en ambos lados los sacerdotes bendicen -¡maravillosa idea!- los armamentos. Ahora bendecirán incluso los planes de bombardeo, tan corroídos están por esa enfermedad que da origen a la guerra: el nacionalismo, la propia clase social o la seguridad individual. Por lo tanto, mientras estamos en paz -aunque “paz” es una extraña palabra para describir la mera cesación de las hostilidades armadas-, mientras, de todos modos, no nos matamos de hecho el uno al otro en el campo de batalla, podemos comprender cuáles son las causas de la guerra y desenredarlos de esas causas. Y si uno está claro en su comprensión, en su libertad, con todo lo que esa libertad implica -que uno puede ser fusilado por negarse a cumplir con la manía de la guerra-, entonces actuará correctamente cuando llegue el momento, cualquiera que pueda ser esa acción.


La cuestión no es, entonces, qué harán ustedes cuando llegue la guerra, sino qué están haciendo ahora para impedir la guerra. Ustedes, que siempre me gritan por mi actitud negativa, ¿qué están haciendo ahora para eliminar la causa misma de la guerra? Hablo de la verdadera causa de todas las guerras, no sólo de la guerra inmediata que nos amenaza inevitablemente mientras cada nación siga amontonando armamentos. En tanto exista el espíritu del nacionalismo, el espíritu de las diferencias de clase, del individualismo y del afán posesivo, tendrá que haber guerra. Ustedes no pueden impedirla. Sí de verdad se enfrentan al problema de la guerra, como deberían hacerlo ahora, tendrán que tomar una acción definida, positiva; y mediante su acción ayudarán al despertar de la inteligencia, que es lo único que puede prevenir la guerra. Pero para hacer eso, deben librarse de esta enfermedad de “mi Dios, mi país, mi familia, mi casa”.


Pregunta: ¿Cuál es la causa del miedo, particularmente del miedo a la muerte? ¿Es posible estar alguna vez completamente libre de ese miedo? ¿Por qué el miedo existe universalmente, aun cuando el sentido común hable contra él al considerar que la muerte es inevitable y es un suceso perfectamente natural?

KRISHNAMURTI: Para aquél que se realiza plenamente todo el tiempo, no existe el miedo a la muerte. Si somos realmente completos en cada instante, en cada día, no conocemos el miedo al mañana. Pero nuestras mentes crean insuficiencia en la acción y, de ese modo, generan el miedo al mañana. La religión, la sociedad, nos han educado para la insuficiencia, para la postergación, y ésta nos sirve para escapar del miedo, porque tenemos el mañana a fin de completar lo que no podemos realizar plenamente hoy.

Esperen sólo un momento, por favor. Quisiera que no consideraran este problema ni desde el trasfondo de sus tradiciones -antiguas o modernas- ni desde su compromiso con la reencarnación, sino de una manera muy simple. Para mí, la idea de la reencarnación es postergación pura. Aun cuando puedan creer profundamente en la reencarnación, siguen sintiendo miedo y dolor cuando muere alguien, o temen a la muerte propia. Pueden decir: “Viviré del otro lado, seré mucho más feliz y haré un trabajo mucho mejor del que puedo hacer aquí”, pero sus palabras son meramente palabras. No pueden aquietar el miedo corrosivo que llevan todo el tiempo en el corazón. Abordemos, pues, este problema del miedo antes que la cuestión de la reencarnación. Cuando hayan comprendido qué es el miedo, verán lo poco importante que es la reencarnación; entonces ni siquiera tendremos necesidad de discutirla. No me pregunten qué le ocurre después de la muerte al hombre que está mutilado, o al hombre que es ciego en esta vida. Si comprenden la cuestión central, entonces considerarán con inteligencia cuestiones como ésas.

Ustedes temen a la muerte porque sus días son incompletos, porque jamás hay realización plena en sus acciones. ¿No es así? Cuando nuestra mente se halla atrapada en una creencia, creencia en el pasado o en el futuro, no podemos comprender plenamente la experiencia. Cuando nuestra mente tiene prejuicios, no puede haber comprensión completa de la experiencia en la acción. Por esto decimos que debemos tener un mañana para completar esa acción, y sentimos temor de que ese mañana no llegue. Pero si uno puede comprender su acción en el presente, entonces tiene ante sí el infinito. ¿Qué es lo que nos impide vivir de manera completa? Por favor, no me pregunten cómo completar la acción, porque ése es el modo negativo de considerar la vida. Si yo les digo cómo, entonces la acción de ustedes será meramente imitativa, y en eso no hay plenitud, integridad. Lo que tienen que hacer es descubrir qué les impide vivir completamente, infinitamente; y encontrarán que es esa ilusión de un objetivo, de una certidumbre, en la cual la mente se encuentra atrapada, esta ilusión de alcanzar una meta. Si están recurriendo constantemente al futuro en el que esperan lograr, ganar, triunfar, conquistar, su acción en el presente tiene que ser limitada, incompleta. Tiene que serlo cuando están actuando conforme a sus creencias o principios. Cuando su acción está basada en la fe, esa acción no es realización plena, es meramente el resultado de la fe.

Pregunta: ¿Cómo surge la memoria y cuáles son las diferentes clases de memoria? Usted ha dicho: “En el presente está contenida toda la eternidad’’. Tenga la bondad de examinar de un modo más completo esta declaración. ¿Significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente? ¿Pueden los errores del pasado, o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente donde no puede tener cabida la idea de un futuro?

KRISHNAMURTI: Si usted ha entendido la respuesta anterior, comprenderá la causa de la memoria, verá cómo surge la memoria. Si no comprendemos un acontecimiento, si no vivimos completamente una experiencia, entonces el recuerdo de ese acontecimiento, de esa experiencia, subsiste en nuestra mente. Cuando tenemos una experiencia que no podemos comprender plenamente, cuyo significado no alcanzamos a ver, entonces nuestra mente regresa a esa experiencia. Así se crea la memoria. En otras palabras, ésta nace de la insuficiencia en la acción. Y, dado que tenemos muchas capas de recuerdos surgiendo de acciones incompletas, eso da origen a la conciencia de uno mismo, llamada el ego, la conciencia egocéntrica, la cual no es sino una serie de recuerdos, una ilusión sin realidad alguna, sin sustancia, ya sea aquí o en el más elevado de los planos.Hay diversas clases de memoria. Por ejemplo, está la memoria del pasado, como cuando uno recuerda una escena hermosa. Pero... ¿les interesa esto? Veo que muchas personas miran en tomo. Si no les interesa realmente seguir con esto, discutiremos el nacionalismo y el golf o el tenis. (Risas).

Ahora bien, está la memoria que se relaciona con el placer de ayer. O sea, uno ha disfrutado una escena hermosa, ha admirado la puesta del Sol o la luz de la Luna sobre el agua. Entonces, más tarde, digamos cuando uno se encuentra en su oficina, la mente vuelve a esa escena. ¿Por qué? Porque cuando uno se encuentra en un ambiente desagradable y feo, cuando su mente y su corazón se hallan presos en lo que no es placentero, la mente tiende a regresar de una manera automática a la experiencia placentera de ayer. Este es un tipo de memoria. En vez de cambiar las condiciones, el ambiente que hay a nuestro alrededor, volvemos sobre los pasos de una experiencia placentera y vivimos en ese recuerdo, soportando y tolerando lo desagradable porque sentimos que no podemos cambiarlo. ¿He aclarado eso?

Luego está el recuerdo, agradable o desagradable, que se precipita por sí mismo en la mente aun cuando uno no lo desee. Sin invitación alguna, acontecimientos del pasado acuden a nuestra mente porque no sentimos un interés vital por el presente, porque no estamos plenamente despiertos al presente.

Otra clase de memoria es la que concierne a las creencias, a los principios e ideales. Todos los ideales y principios están realmente muertos, son cosas del pasado. La memoria de los ideales persiste cuando no podemos afrontar o comprender el movimiento pleno de la vida. Queremos una medida para evaluar ese movimiento, un patrón con el cual poder juzgar la experiencia; y, al actuar dentro de la medida de ese patrón, lo llamamos vivir a la altura de un ideal. A causa de que no podemos comprender la belleza de la vida, de que no podemos vivirla en su plenitud, en su gloria, anhelamos un ideal, un principio, un patrón imitativo, a fin de dar significación a nuestro vivir.

Además, está la memoria de la autodisciplina, la cual es voluntad. La voluntad no es otra cosa que memoria. Después de todo, ustedes comienzan a disciplinarse conforme al patrón de la memoria. “Ayer hice esto”, dicen, “y he preparado a mi mente para que no lo haga hoy”. Así, en la inmensa mayoría de los casos, el pensamiento y la emoción son enteramente la consecuencia del pasado, se basan en la memoria. Por lo tanto, en una acción semejante jamás hay plenitud de realización. Esa acción deja siempre una cicatriz en la memoria, y la acumulación de muchas de tales cicatrices se convierte en la conciencia egocéntrico, el “yo”, que siempre impide la comprensión completa. Esta conciencia del “yo” es un círculo vicioso.

Tenemos, pues, innumerables recuerdos, recuerdos de disciplina, y voluntad, de ideales y creencias, de atracciones placenteras y perturbaciones desagradables. Por favor, sigan lo que estoy diciendo. Que otros no los molesten. Si esto no les interesa, si su mente está divagando todo el tiempo, lo mismo da que se vayan. Puedo proseguir, pero lo que digo no significará nada para ustedes si no prestan atención.

Estamos actuando constantemente a través de este velo de recuerdos; por lo tanto, nuestra acción es siempre incompleta. Por esto, encontramos consuelo en la idea del progreso; pensamos en una serie de vidas que tienden hacia la perfección. Así, jamás tenemos un día, un solo instante de vida rica, plena, completa, porque estos recuerdos están siempre impidiendo, cercenando, limitando, trabando nuestra acción.


Volvamos a la pregunta: “¿Significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente?” No me pregunten eso. Si están interesados, si quieren erradicar el miedo, si de verdad desean vivir ricamente, rindan culto al día en que la mente está libre del pasado y del futuro, y entonces sabrán cómo vivir completamente.


“¿Pueden los errores del pasado o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente, donde no puede tener cabida la idea de un futuro?” ¿Comprenden la pregunta? Como no la he leído previamente, tengo que pensar a medida que avanzo.

Los vacíos que en el pasado se generaron en la comprensión, sólo podemos remediarlos en el presente, al menos ése es mi punto de vista. La introspección, el proceso de analizar el pasado, no reditúa comprensión, porque uno no puede obtener comprensión de una cosa muerta. Sólo puede comprender en el siempre activo y vital presente. Esta cuestión abre un campo muy amplio, pero no quiero examinar eso ahora. Sólo en el instante del presente, en el instante de la crisis, en el instante del tremendo y agudo cuestionamiento nacido de la acción plena, pueden remediarse, eliminarse los vacíos en la comprensión cuyo origen se encuentra en el pasado; esto no puede hacerse investigando el pasado, examinando las acciones pasadas.

Tomemos un ejemplo que, espero, les aclarará la cuestión. Supongamos que tienen prejuicios de clase y son inconscientes de esto. Pero la educación que han tenido en esa conciencia de clase, la memoria de ella, permanece en lo interno, forma parte de ustedes. Ahora bien, para liberar a la mente de esa memoria o educación, no regresen al pasado diciendo: “Voy a examinar mi acción para ver si esa acción está limitada por la conciencia de clase”. No hagan esto, sino más bien, en sus sentimientos, en sus acciones, estén plenamente alerta, y entonces esta memoria de la conciencia de clase irrumpirá por sí misma en la mente; en este instante de inteligencia despierta, la mente empieza a liberarse de esta esclavitud.

Por otra parte, si son crueles -y la mayoría es inconsciente de su crueldad-, no examinen sus acciones para descubrir si son crueles o no. De ese modo jamás lo descubrirán, jamás comprenderán, porque entonces la mente está constantemente atenta a la crueldad y no a la acción; por lo tanto, destruye la acción. Pero si están plenamente alerta en su acción, en el instante de la acción verán que son crueles.

 Así, descubrirán la verdadera causa, la raíz misma de la crueldad, no los meros acontecimientos propios de la crueldad. Pero esto pueden hacerlo sólo en la plenitud de la acción, cuando están totalmente alerta en la acción. No se puede tender un puente sobre los vacíos de la comprensión, mediante el examen introspectivo o el análisis de un acontecimiento pasado. Esto puede hacerse sólo en el instante de la acción misma, instante que debe ser siempre intemporal.

No sé cuántos de ustedes han comprendido esto. El problema es realmente muy simple y trataré de explicarlo más simplemente. No uso términos filosóficos o técnicos, porque no conozco ninguno. Hablo en el lenguaje de todos los días.

La mente está acostumbrada a analizar el pasado, a disecar la acción con el fin de comprenderla. Pero yo digo que no pueden comprender de este modo, porque un análisis semejante limita siempre la acción. Ejemplos concretos de tal limitación pueden verse aquí en la India y en otras partes, casos donde la acción casi ha cesado. No traten de analizar su acción. Antes bien, para descubrir si tienen conciencia de clase, si son hipócritas, nacionalistas, fanáticos, si están sometidos a la autoridad, si son imitadores -si realmente les interesa descubrir estos impedimentos-, estén completamente atentos, vuélvanse totalmente conscientes de lo que están haciendo. No sean meros observadores, no consideren su acción de manera puramente objetiva, desde afuera, sino estén plenamente alerta, mental y emocionalmente, con la totalidad del ser, en el instante de la acción. Entonces verán que los numerosos recuerdos que los estorban, irrumpen por sí mismos en la mente impidiéndoles actuar de manera completa, plena. En esa percepción alerta, en esa llama, la mente será capaz de liberarse, sin esfuerzo alguno, de los obstáculos del pasado. No pregunten “cómo”. Simplemente inténtenlo. Sus mentes están siempre preguntando por un método, preguntando cómo hacer esto o aquello. Pero no hay “cómo”. Experimenten y descubrirán.

Pregunta: Puesto que el permiso concedido a los harijans para entrar al templo, ayudó a derrumbar


una de las muchas formas de división entre hombre y hombre que existen en la India, ¿respalda usted


este movimiento que ahora mismo está siendo fervorosamente apoyado en este país?


KRISHNAMURTI: Ahora comprendan, por favor, que no estoy atacando a ninguna personalidad. No digan: “¿Está usted atacando a Gandhiji?” y cosas así. No creo que el problema de las discriminaciones de clase en la India o en cualquier otra parte, vaya a ser resuelto permitiendo ingresar a los harijans en los templos. Las discriminaciones de clase cesarán sólo cuando no haya más templos ni iglesias ni mezquitas ni sinagogas; porque la verdad. Dios, no se encuentra en una piedra, en una imagen tallada; no está contenida entre cuatro paredes. Esa realidad no se halla en ninguno de estos templos ni en ninguna de las ceremonias que allí se practican. ¿Por qué preocuparse, entonces, acerca de quién entra o no entra en estos templos?

Casi todos ustedes sonríen y asienten, pero no perciben estas cosas. No perciben que la realidad está en todas partes, en ustedes mismos, en todas las cosas. Para ustedes, la realidad está personificada, limitada, confinada en un templo. Para ustedes, la realidad es un símbolo, ya sea cristiano o budista, un símbolo relacionado o no con una imagen. Pero la realidad no es un símbolo, no tiene símbolos. Es. No pueden tallarla en una imagen, limitarla por una piedra, una ceremonia o una creencia. Cuando estas cosas ya no existan, cesarán las disputas entre los hombres, y cuando el nacionalismo -que ha sido cultivado durante siglos para propósitos de explotación- ya no exista, no habrá más guerras. Los templos, con todas sus supersticiones, con sus explotadores, los sacerdotes, han sido creados por ustedes. Los sacerdotes no pueden existir por sí mismos. El oficio sacerdotal puede que exista como un medio de subsistencia, pero eso desaparecerá pronto cuando se modifiquen las condiciones económicas y los sacerdotes cambien su vocación. La causa, la raíz de todas estas cosas -de los templos, del nacionalismo, de la explotación, de la codicia- radica en nuestro deseo de seguridad, de bienestar. Desde nuestro propio afán adquisitivo creamos innumerables explotadores, ya sean capitalistas, sacerdotes, maestros o gurús, y nos convertimos en los explotados. En tanto exista este espíritu adquisitivo, esta búsqueda de seguridad propia, habrá guerras, habrá distinciones de castas.

Ustedes no pueden librarse del veneno mediante la mera discusión, hablando, organizando. Cuando, como individuos, despierten al absurdo, a la falsedad, a lo horrible de todas estas cosas, cuando realmente sientan dentro de ustedes la vulgar crueldad de todo esto, sólo entonces crearán organizaciones de las que no se convertirán en esclavos. Pero si no despiertan, nacerán organizaciones que habrán de esclavizarles. Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. ¡Por Dios, estén despiertos a la percepción de estas cosas! Al menos háganlo aquéllos de ustedes que piensan. No inventen nuevas ceremonias, no creen nuevos templos, nuevas órdenes secretas, que son meramente otras formas de exclusividad. No puede haber comprensión, sabiduría, mientras exista este espíritu de exclusividad, mientras están buscando seguridad, ganancia. La sabiduría no es proporcional al progreso; existe en la plenitud de la realización.


Por lo tanto, aunque a todos ustedes, brahmines y no brahmines, se les permitiera la entrada a los templos, eso no disolvería las distinciones de clase. Porque ustedes irían una hora más tarde que los harijans, se lavarían con mayor o menor esmero. Ese veneno de la exclusividad, esa llaga gangrenosa en sus corazones, no ha sido extirpada y nadie va a extirparla por ustedes. El comunismo y la revolución podrán venir y barrer con todos los templos que hay en este país, pero ese veneno continuará existiendo, sólo que en una forma diferente. ¿No es así? No inclinen sus cabezas en señal de asentimiento, porque al instante siguiente estarán haciendo la misma cosa contra la que estoy hablando. No estoy juzgándolos.

Hay un solo modo de tratar con todos estos problemas, y es haciéndolo de una manera fundamental, no superficialmente, no atacando los síntomas. Si abordan los problemas de una manera fundamental, tendrá que haber una revolución tremenda; el padre estará contra el hijo, el hermano contra el hermano. Habrá un tiempo de espada y lucha, no de paz, porque hay mucha corrupción y deterioro. Pero todos ustedes quieren paz, quieren la tranquilidad a cualquier precio, con todo el veneno gangrenoso en sus corazones y en sus mentes.

Yo les digo que cuando un hombre busca la verdad está contra todas estas crueldades, barreras y explotaciones, no les ofrece consuelo, no les trae paz. Por el contrario, recurre a la espada porque ve las numerosas instituciones falsas, las condiciones corruptas que existen. Por eso digo que, si buscan la verdad, tienen que emerger únicos -puede ser contra la sociedad, contra la civilización-, Pero, desafortunadamente, muy pocas personas buscan de verdad. No los estoy juzgando. Digo que sus propias acciones deben revelarles que están erigiendo y no destruyendo estos muros de las distinciones de clase, que están defendiéndolos antes que demoliéndolos, que en vez de derribarlos los alimentan, porque de una forma u otra están buscando continuamente la glorificación propia, la seguridad, el consuelo.

Pregunta: ¿No puede uno alcanzar la liberación y la verdad -este cambiante y eterno movimiento de la vida- aun cuando pertenezca a un centenar de sociedades? ¿No puede uno tener libertad interior dejando intactos los vínculos exteriores?


KRISHNAMURTI: La realización de la verdad no tiene nada que ver con sociedad alguna. Por lo tanto, pueden pertenecer o no. Pero si usan las sociedades, los grupos sociales o religiosos como medios para comprender la verdad, sólo les quedarán cenizas en la boca.

“¿No puede uno tener libertad interior dejando intactos los vínculos exteriores?” Sí, pero a lo largo de ese camino aguardan la decepción, el autoengaño, la astucia, la hipocresía, a menos que seamos supremamente inteligentes y estemos constantemente alerta. Uno puede decir: “Yo practico todas estas ceremonias, pertenezco a diversas sociedades, porque no quiero romper mi conexión con todo eso. Sigo a gurús aunque sé que son absurdos, pero quiero estar en paz con mi familia, vivir armoniosamente con mi vecino y no traer discordia a un mundo ya de sí confuso”. Pero hemos vivido durante tanto tiempo en tales engaños, nuestras mentes se han vuelto tan astutas, tan sutilmente hipócritas, que ahora no podemos descubrir o comprender la verdad a menos que rompamos estas ataduras. Hemos embotado tanto nuestras mentes y nuestros corazones que, a menos que rompamos los lazos que nos atan y, de tal modo, crean un conflicto, no podremos descubrir si somos verdaderamente libres o no. Pero un ser humano de verdadera comprensión -y existen muy pocos- lo descubrirá por sí mismo. Entonces no habrá vínculos que desee retener ni romper. La sociedad lo despreciará, sus amigos lo abandonarán, sus relaciones no querrán tener nada que ver con él; todos los elementos negativos romperán por sí mismos con él, él no tendrá que romper con ellos. Ese camino significa percepción inteligente, significa realización plena en nuestras acciones, no postergación. Pero el hombre seguirá postergando en tanto su mente y su corazón estén atrapados en el miedo.

2 de enero de 1934